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Niñera del italiano 
Por: Joana Guzman 
 
Capítulo 1 
Ava estaba nerviosa. El trabajo era suyo o eso le dijo su amiga cuando le 
contó que le había encontrado un empleo. No conocía a Lia desde hace 
mucho tiempo, para ser exactos apenas habían pasado un mes desde la 
primera vez que la vio; pero confiaba en ella plenamente. Así que si ella 
había dicho que el trabajo era suyo, así era. Sin embargo, eso no 
significaba que no la podían despedir apenas la vieran. 
Ella sabía poco o casi nada de su nuevo jefe. Lia le había comentado que 
Alessandro De Luca era un empresario millonario que hace poco se había 
divorciado y que debido a su ocupada vida necesitaba de una niñera para 
cuidar a sus dos hijos. A ella le sorprendió que la escogieran de entre tantas 
candidatas. Su amiga le mencionó que su título de profesora de primaria 
le había ayudado bastante. 
Ava se limpió las manos en los pantalones, tomo un respiro profundo y 
toco el timbre. No pudo impedir que una de sus manos se moviera hasta 
sus lentes para subirlo por su nariz; era un tic nervioso que había adquirido 
desde muy pequeña y que nunca se había ido. 
—Buongiorno signorina —la saludó una mujer de alrededor 50 años 
en cuanto la puerta se abrió. 
—Buenos días. Soy Ava, la nueva niñera —Se presentó. 
—Claro, pase por favor —respondió la mujer con una sonrisa amistosa—
. Los niños están en la escuela por ahora y su padre en el trabajo. Me 
dejaron indicado de decirle de que aproveche para instalarse. El señor 
llegará un poco antes de lo usual para hablar con usted personalmente. 
Ambas caminaron a través de la casa y luego por un corredor hasta 
detenerse frente a una puerta. No pudo evitar fijarse en que la casa era 
enorme y hermosa. 
—Esta de aquí es su habitación —le indicó la mujer apuntando a una 
puerta de madera con diseño intrincado—. Si desea algo estaré en la 
cocina. Por cierto mi nombre es Beatrice. 
—Un gusto —respondió ella. 
Con un movimiento de cabeza la señora despareció. 
Ava miró a la mujer alejarse y luego abrió la puerta. La habitación la dejó 
con la boca abierta. Su nueva habitación era dos veces más grande que la 
que tenía en casa, un armario estaba en una de las esquinas, no estaba 
segura de que pudiera llenarlo alguna vez con la poca ropa que tenía. La 
cama se encontraba hacia una de las paredes y tenía un cubrecama en un 
color rosa que podría haberse visto infantil, pero que por el contrario le 
daba un estilo elegante a todo el lugar y además la invitaba a tomar una 
pequeña siesta. Sacudió la cabeza, ya habría tiempo para dormir más 
adelante. 
Acomodó sus cosas lo más rápido que pudo, aunque prefirió no 
desempacar hasta haber hablado con su nuevo jefe. Todavía se sentía 
insegura. 
Salió rumbo a la cocina. No estaría mal obtener un poco más de 
información antes de encontrarse con su jefe o los hijos de este. 
Cuando entró a la cocina vio a Beatrice caminando de un lado para otro. 
Cortaba algunos ingredientes y revolvía alguna especie de salsa hirviendo 
en una olla. 
—¿Hay algo en qué la pueda ayudar? —preguntó ella. 
Ava odiaba la idea de estar mirando sin hacer nada. Nunca había sido una 
chica muy tranquila. Tenía 23 años y no recordaba una sola vez que había 
estado quieta. Su madre siempre le estaba diciendo que ella había nacido 
para moverse. 
Beatrice debió notar sus ganas de ayudar porque aunque parecía haber 
estado a punto de negarse, apenas unos segundos después le indicó que le 
ayudara a picar las verduras para la ensalada. 
—¿Cómo se llaman los niños? —preguntó Ava mientras ambas seguían 
en lo suyo. 
La cocinera soltó una pequeña risa antes de responder. 
—Esos pequeños pillos —dijo con un brillo de cariño en los ojos—. El 
mayor se llama Fabrizio y tiene 8 años, es el más tranquilo de los dos y le 
va muy bien en los estudios. El segundo es Piero de 5 años, él tiene 
demasiada energía y siempre está haciendo una que otra travesura. No 
dejes que ninguno te engañé con su carita de inocente. 
—No lo haré —respondió con una sonrisa. 
—¿Ava, puedo decirte algo? 
—Por supuesto. 
—Ten un poco de paciencia con ellos. La última niñera no soporto sus 
bromas y les dijo cosas que no se les dicen a un niños. Ellos han pasado 
por mucho en el último año, necesitan a alguien que los entienda. 
No había palabras para demostrarle que ella no era como la antigua niñera 
así que solo asintió. 
Ava aún no conocía a los niños en persona, pero por como Beatrice 
hablaba de ellos ya comenzaba a sentir cariño por ellos. Aunque para ella 
entregar su afecto nunca era difícil y a veces terminaba lastimada por eso. 
Un claro ejemplo de eso era lo sucedido con su exnovio. Había estado 
cinco años con él y le dio cada pizca de su amor. Un día se enteró que 
mientras ella se imaginaba estar juntos para toda la vida, él estaba saliendo 
con cuanta mujer le dejara meterse entre sus piernas. Marc la había 
culpado alegando que necesitaba descargar la frustración sexual con 
alguien, ya que ella no parecía querer tener sexo con él en un futuro 
cercano. Esa fue la última gota que derramó el vaso. No se molestó en 
responderle, espero a que se fuera del departamento que compartían, 
agarró sus cosas y se fue con la determinación de no volver nunca. Ava no 
era una persona que perdonara cosas como esas. 
Marc no había entendido el mensaje. Él empezó a llamarla todos los días 
sin parar. Cuando cambio de número de celular comenzó a aparecer en 
casa de sus padres tratando de hablar con ella. Ava podría ser ingenua, 
pero no una completa estúpida. No le dio la oportunidad de hablar con ella. 
Un día alistó una maleta, su pasaporte, el poco efectivo que le quedaba 
después de pasar un tiempo sin trabajar y viajó a Italia. Siempre había 
querido venir y que mejor oportunidad que esa. 
Cuando llegó no sabía a donde ir. Pasó la primera semana durmiendo en 
un hotel barato. Allí fue donde conoció a Lia. Ella era recepcionista del 
hotel y tan pronto como entablaron un poco más de conversación se 
hicieron amigas. Ava le contó su historia y Lia le ofreció un lugar para 
quedarse, aunque le advirtió de que solo le podía ofrecer el sofá de su 
pequeño departamento. Ava había tenido cierto recelo al principio y no 
por dormir en un sofá, sino que tenía miedo de terminar como otra 
estadística en la lista de turistas que desaparecían cada año. Al final se dejó 
llevar por su instinto y aceptó. Esa definitivamente fue la mejor decisión 
que había tomado. Lia no solo le había dado un lugar donde quedarse, 
también le había ayudado a conseguir un trabajo. 
Beatrice y Ava se enfrascaron en una conversación de cosas sin mucha 
importancia. Ava se dio cuenta de que Beatrice era una mujer muy dulce 
y amigable, ella no llevaba ni medio día conociéndola y solo había recibido 
un buen trato por su parte. 
—Creo que hemos acabado antes de tiempo—anunció la mujer 
terminando de acomodar todo en su sitio—. Y todo gracias a tu ayuda. 
Gracias muchacha. 
—No tiene por qué agradecer, me hubiera aburrido sentada en una esquina 
sin hacer nada ¿A qué hora llegarán los niños? 
—Dentro de una hora. —En cuanto Beatrice termino de hablar se escuchó 
la cerradura de la puerta abriéndose—. Ese debe de ser el señor —explicó. 
Casi había logrado adquirir tranquilidad para ese momento, pero en 
cuestión de segundos la perdió. El corazón de Ava comenzó a latir 
desbocado y las palmas de sus manos comenzaron a sudar nuevamente. 
No tenía idea de porque tenía nervios. Por lo poco que Beatrice había 
hablado de su jefe, él no parecía un mal hombre. 
Los pasos sonaron más cerca y de pronto un hombre enfundado en un traje 
hecho a medida apareció en la cocina. 
Alessandro De Luca era un hombre imponente de al menos 1.85 de altura, 
tenía el cabello negro al igual que los ojos, su piel era morena clara, tenía 
una nariz respingada, unos pómulos prominentes y una mandíbula 
cuadrada. Aunque la ropa no le permitía verlo mejor, podía apostar que 
detrás de ella su cuerpo estaba bien definido. Era atractivo. 
Él la observaba con detenimiento sinrevelar ningún atisbo de que pasaba 
por su cabeza y eso solo la ponía más nerviosa. Ella se estaba preguntando 
si había hecho bien en venir con una ropa casual. Beatrice no le había dicho 
nada al respecto; pero tal vez debía de haberse vestido más formal. Ava 
llevaba el pelo en una cola de caballo alta y estaba usando un suéter 
amarillo, jeans y unas zapatillas. Después de todo estaba allí para cuidar 
de los niños y su ropa le permitiría involucrarse en cualquier actividad con 
ellos. Pero ahora, con la mirada evaluativa de Alessandro sobre ella, se 
preguntaba si había tomado la decisión correcta. 
—Señor, buenas tardes. Ella es Ava, la nueva niñera de los bambinos —
explicó Beatrice rompiendo el silencio. 
—Señor, buenas tardes —saludó Ava encontrando su voz. 
Él solo asintió la cabeza y pasó unos cuantos segundos más antes de que 
al fin dijera algo. 
—Acompáñame a la oficina, mientras más rápido terminemos con los 
asuntos oficiales mejor —su voz era profunda y gruesa, digna de un 
hombre con su apariencia. 
Un calor desconocido recorrió el cuerpo de Ava. 
Alessandro se dio la vuelta sin asegurarse de si ella lo seguía. Con el aura 
que emanaba era más que obvio que estaba acostumbrado a dictar órdenes 
y que el resto las cumpliera sin vacilar. 
Típico millonario. Guapo, pero arrogante, pensaba ella mientras 
caminaba detrás de él. 
No pudo impedir que su vista bajara hasta su trasero. ¿Acaso todo era 
perfecto en ese hombre? Él llenaba perfectamente el pantalón. 
Ella estaba tan perdida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que 
Alessandro se había detenido. Se estrelló contra su sólida espalda. 
—Lo siento —fue lo único que puedo decir mientras su rostro se ponía 
colorado y retrocedía de inmediato. 
Ella nunca se había caracterizado por ser de esas muchachas tímidas que 
se sonrojaban con facilidad; sin embargo, aquí estaba, comportándose 
como una colegiala ante el chico que la gusta. No es que Alessandro le 
gustará… bueno, no mucho. Era atractivo, pero apenas y acababa de 
conocerlo. 
Alessandro la miraba con una ceja alzada y de nuevo la estaba analizando 
con la mirada. Su mirada lejos de hacerla sentir incómoda, calentaba 
lugares específicos de su cuerpo. Trató de no darle muchas vueltas a los 
estragos que él causaba en ella. ¡Por dios! ¡Era su jefe! Debía controlarse 
mejor. 
Después de un rato él sacudió la cabeza y abrió la puerta, invitándola con 
una mano a pasar. 
—¿Me va despedir? —preguntó Ava sin poder contener el nerviosismo 
más. 
Alessandro pasó por su costado hasta colocarse detrás de su escritorio. 
—Tome asiento, por favor —indicó él en lugar de responder su pregunta. 
Ava necesitaba moverse o al menos quedarse de pie para controlar sus 
crecientes nervios; pero obedeció y camino hasta sentarse frente al 
escritorio. 
>>¿Qué le hace pensar que la despediré en su primer día de trabajo? —
pregunto él sentándose en su silla e inclinando la cabeza hacia un costado. 
—Es solo que no ha dicho nada desde que llegó y tal vez es porque no le 
agradé y está pensando despedirme —soltó casi sin respirar mirando 
alrededor solo para evitar distraerse con lo atractivo que lucía Alessandro 
detrás de un escritorio. Definitivamente ese era su ambiente. Él lucía más 
imponente en su despacho. 
—No, no voy a despedirte —respondió él. 
Ella soltó el suspiro que no sabía que estaba conteniendo y sus nervios 
disminuyeron un poco, no mucho. Era difícil estar tranquila ante alguien 
con un magnetismo como el de Alessandro. 
—Gracias —susurró. 
Ava quería darse un golpe por no poder dejar de actuar con timidez. 
—Ahora que eso está claro pasemos a lo importante —Alessandro coloco 
los codos sobre la mesa y enlazo las manos delante de su rostro—. Como 
se te informó tengo dos hijos que necesitan una niñera. Tu función de lunes 
a viernes será la de prepararlos para la escuela, esperarlos a su retorno y 
en la tarde encargarte de ellos. Los sábados los llevarás a sus clases de 
natación por la mañana. Tus días libres son el sábado por la tarde y el 
domingo todo el día. Ya conociste a Beatrice, ella trabaja hasta las 4 de la 
tarde y luego se va, pero se encarga de dejar la cena lista. 
—Está bien —asintió ella. 
—Su madre solo tiene permitido llevárselos los fines de semana. Si 
aparece en medio de semana aquí se me debe informar inmediatamente. 
Ella podrá verlos siempre y cuando yo esté al tanto. 
Ava volvió a asentir. Aunque la curiosidad por saber un poco de la madre 
la estaba matando, pero se recordó que no era su asunto y guardó silencio. 
—¿Hay algo más? —preguntó cordialmente. 
—Tu sueldo se te pagará cada fin de mes, el monto ya se te fue informado. 
—Claro que se le había sido informado. Ella se había reunido con un 
abogado de su jefe el día anterior. Todo el tema legal, incluido el sueldo, 
había sido aclarado. Ava casi se había ido de espalda al conocerlo. Su 
sueldo de profesora de primaria no se le acerba ni de lejos. 
—Sí, señor. —Él se la quedó viendo serio. 
—Procura llamarme por mi nombre, sobre todo delante de los niños. 
Ella asintió con un movimiento de cabeza. Ambos se pusieron de pie y 
Alessandro le ofreció una mano. Ella la estrechó ignorando lo mejor que 
pudo el escalofrío que la recorrió al tocarlo. Luego se dio la vuelta y 
comenzó a caminar hacia la puerta. 
>>Una cosa más. —La voz de Alessandro la hizo detenerse a medio 
camino y girar la cabeza expectante de la indicación—. Jamás les digas a 
los niños algo que hiera sus sentimientos. Puedo aceptar que los regañes 
ante un mal comportamiento; pero jamás los ataques de ninguna manera. 
Si eso llegara a ocurrir considérate desempleada por el resto de tu vida. 
Ava dejó pasar la amenaza implícita en sus palabras. Era obvio que para 
Alessandro sus hijos eran muy importantes. 
 
Capítulo 2 
Ava caminó a paso apresurado hacia la cocina, prácticamente estaba 
corriendo. Había escuchado la puerta de la oficina cerrarse al salir, pero 
no escuchaba los pasos de Alessandro tras de ella. Esperaba que se hubiera 
quedado en su despacho. Necesitaba un poco de tiempo para recuperarse 
del primer encuentro con su jefe y de todas las emociones que bullían en 
su interior. Su corazón aun latía sin control y sus pensamientos eran un 
desastre. 
Costó mucho esfuerzo poner sus hormonas en orden, pero cuando llegó a 
la cocina ya estaba un poco más tranquila. Solo tenía que prepararse mejor 
para el siguiente encuentro, no podía volver a comportarse tan tímida y 
callada como lo había hecho. Alessandro pensaría que había cometido un 
error al contratar a una muchachita impresionable para cuidar de sus hijos. 
No podía perder el trabajo. Necesitaba el dinero, sus ahorros no se estaban 
haciendo más grandes, todo lo contrario estaban despareciendo a una 
velocidad sorprendente. 
Beatrice no estaba por ningún lado cuando llegó a la cocina, así que dio 
media vuelta rumbo a su habitación, necesitaba refrescarse un poco para 
terminar de volver a la realidad. Además la soledad también sería de gran 
ayuda. 
Cuando entró a su habitación no pudo evitar sorprenderse de nuevo por lo 
asombrosa que era. Camino directo al baño y allí abrió el caño. Salpicó un 
poco de agua a su rostro y agarro una toalla para secarse. 
—¿Qué fue eso —Se preguntó mirándose al espejo. 
Había un brillo diferente en los ojos de la mujer que le devolvía la mirada 
a través del espejo. Se sentía diferente. 
Ava se espabilo y miró el reloj en su muñeca. Faltaba poco para que los 
niños llegaran. Sacudió la cabeza para poder alejar de su cabeza cualquier 
pensamiento que no fuera adecuado y salió. 
Escuchó un carro a la distancia justo cuando estaba por llegar a la puerta 
principal. Apresuró el paso y abrió la puerta en el preciso momento en que 
un auto se detenía. Bajo por las escaleras y espero pacientemente a que los 
niños bajaran del vehículo. Dos hombres, supuso que sus guardaespaldas 
estaban parados ambos lados de la puerta. 
Fabrizio y Piero no tardaron mucho en notar su presencia. La observaron 
con mucha curiosidad,pero con recelo. Ella estaba justo por presentarse 
cuando Alessandro apareció haciéndose cargo de la situación. 
No pudo evitar comparar al recién llegado con los otros dos hombres, que 
sin dudar también eran atractivos. Pero había algo en Alessandro que atraía 
su mirada hacía él. 
—I miei figli. —Saludo él a sus hijos. 
Si creyó que su voz sonaba seductora antes, pues en italiano la cosa era 
peor… peor para ella que no podía evitar que un escalofrió le recorriera la 
columna. 
—Papà 
Los dos niños corrieron a abrazar a su padre. Él no dudó en depositar un 
beso en la cabeza de sus dos hijos. 
—Ella es la señorita Ava será su nueva niñera desde ahora —les informó 
después. 
Ellos se dieron la vuelta sin soltar las piernas de su papá y la analizaron 
con la mirada. Pasaron unos pocos segundos antes de que ambos le dieran 
un esbozo de una sonrisa. No era la recepción más emocionada, pero era 
algo dado todo por lo que habían pasado esos niños. 
—Es un gusto conocerlos, caballeros —saludo ella con una sonrisa enorme 
en el rostro. 
Ambos muchachos rieron ante el apodo que ella les dio. 
Ava se acercó al par. Primero le extendió la mano al mayor quién miró a 
su padre y luego de un asentimiento por parte este le tendió su mano. 
Después de sacudir la mano de Fabrizio, pasó a Piero quién la tomo más 
rápido. 
—¿Qué les parece si pasamos a comer? —Ella se puso en cuclillas para 
estar a la altura de los niños y bajo la voz antes de continuar—. Solo los 
estábamos esperando a ustedes. Estuve en la cocina cuando Beatrice 
preparaba esa deliciosa comida y casi me lo como todo antes de que 
lleguen. Fueron afortunados de que decidiera esperarlos. —Extendió las 
dos manos, una para cada niño—. Vamos a dejar vuestras cosas y a 
lavarnos las manos. 
El ambiente era más tranquilo y los niños cogieron sus manos con 
confianza antes de encaminarse. 
La voz de Alessandro llamándola por su nombre los detuvo a mitad de las 
escaleras. Ella volvió la cabeza y él le dio un asentimiento que ella tomó 
como agradecimiento. Ava solo le respondió con una sonrisa y continuó 
caminando. 
La presencia de los niños la habían ayudado a controlar un poco mejor sus 
emociones, por un rato incluso había podido concentrarse en algo más que 
en lo atractivo que era Alessandro. 
—Necesitaré que ustedes me guíen a vuestra habitación. ¿No les gustaría 
que me pierda en esta enorme casa? ¿No? 
—No —respondieron a unísono los dos sacudiendo la cabeza de lado a 
lado. 
—Eso pensé. Así que ahora que estoy a salvo podemos continuar con 
nuestra travesía. 
Los niños hincharon el pecho y la dirigieron al segundo piso. Podía ver 
que sentía como si una misión de suma importancia se les hubiera sido 
encomendada. Caminaron con paso seguro. Eran con una versión en 
pequeño de su padre. 
Se detuvieron frente a una de las tantas puertas. La casa era realmente 
grande y aunque antes había bromeado sobre perderse, era una gran 
probabilidad que eso le sucediera. 
En la habitación les indicó que guardaran su mochila y los llevo a lavarse 
las manos. Se encargó de supervisarlos mientras ellos se lavaban 
minuciosamente y luego les entrego toallas a cada uno. 
—¿Listos para comer? —pregunto con emoción. 
—¡Sí! —gritaron en medio de brincos. 
Fabrizio y su hermano corrieron hacia afuera. Pasaron por un costado de 
su padre que estaba apoyado en uno de los umbrales de la puerta con los 
brazos cruzados en el pecho. Ella no estaba segura desde cuando estaba 
allí y el nerviosismo comenzó a apoderarse de ella otra vez. 
—Les agradaste. 
—Eso parece. —Ava trató de sonreír. Sin los niños volvía a sentirse 
indefensa ante su presencia. 
Se acercó a la puerta para poder salir de la habitación. Lo admitía estaba 
tratando de escapar. 
Alessandro se paró en medio de la salida y ella no tuvo más opción que 
detenerse. Maldito fuera su corazón que no podía controlarse antes su 
presencia. En sus cinco años de relación con Marc él nunca había tenido 
ese efecto en ella. 
>>¿Hay algo más con lo que pueda ayudarle? —preguntó con cortesía. 
—¿Quién eres? —Su pregunta la dejo confundida. Antes de que pudiera 
cuestionarlo por su pregunta él se hizo a un costado—. Deberías 
alcanzarlos, esos traviesos pueden causar un desastre en tan solo unos 
segundos. 
Se sentía confundida por la actitud de Alessandro. 
Él todavía la miraba de una manera extraña cuando pasó por su costado y 
se alejó por el mismo lugar que los pequeños se habían ido momentos 
antes. 
Los encontró en el comedor, listos para comer y poco después Beatrice 
atravesó las puertas con una bandeja con comida. 
—Beatrice, trae la comida de Ava a la mesa. Ella comerá con nosotros —
ordenó Alessandro apareciendo detrás de mí. 
Me sorprendió la orden. No era usual que el servicio comiera en la misma 
mesa que los jefes. 
—Yo puedo comer después. No se preocupe, seño… —él alzó una ceja—
. Alessandro —se corrigió. 
—Beatrice. 
—Así lo haré, señor. 
—Tomé asiento por favor. —La firmeza en la voz de Alessandro no dejaba 
lugar a discusiones. Decidió que lo mejor era obedecer. 
Pasaron la comida hablando y riendo. Ava aprovechó para averiguar todo 
sobre el día de los niños y sobre sus gustos mientras su padre solo la miraba 
atentamente. Al principio se sintió incómoda, pero conforme avanzo el 
tiempo se relajó y se concentró en los niños. De rato en rato sus miradas 
se encontraban; sin embargo, ella desviaba sus ojos tan pronto como eso 
sucedía. 
Los niños no parecían percatarse de nada de esto y seguían concentrados 
hablándole de su día. Ella se llamó la atención y se concentró en cada 
palabra de los pequeños. Ava no estaba allí para enamorarse del padre de 
los niños que tenía que cuidar. Además acababa de salir de una relación 
larga hace poco y no se sentía capaz de soportar otra decepción tan pronto. 
Ahora solo tenía que comunicárselo a su corazón que parecía no recibir el 
mensaje. 
—Entonces él me dijo que mi madre me había abandonado. —La mesa se 
tornó a un completo silencio. 
Los niños suelen ser crueles, muchas veces sin intención, y ese era un claro 
ejemplo de eso. 
—A veces los adultos tomamos decisiones según lo que creemos mejor 
para quien amamos —intervino ella al ver que Alessandro a punto de 
explotar—. Tu madre te quiere más de lo que puedes imaginar y eso es lo 
único que importa. 
Ella no sabía mucho respecto a qué o cómo sucedieron las cosas entre sus 
padres; pero lo único que cualquier niño necesita saber es que sus padres 
lo aman. No les interesan las excusas solo quieren amor. 
Sus palabras tranquilizaron a los niños y volvieron a conversar de cosas 
más tranquilas. 
—Es hora de hacer los deberes —informó Ava a los pequeños al terminar 
de comer. Ellos comenzaron a quejarse apenas ella terminó de decirlo—. 
Entonces supongo que no les prepararé alguno de mis deliciosos postres 
hoy. —Soltó un suspiró de tristeza y los niños se tomaron en serio su 
amenaza. 
—Haremos nuestra tarea —dijo decidido el menor. 
—Oh, entonces creo que puedo hacer unos cupcakes de chocolate —
respondió ella moviendo un dedo sobre su barbilla para aparentar que aún 
se lo estaba pensando—. Solo no se lo digan a su padre —soltó en un 
susurro que incluso Alessandro puedo oír desde el otro lado de la mesa. 
Luego Ava por acto reflejo miró y guiñó un ojo al hombre que acababa de 
mencionar. 
No se percató de lo que hizo hasta que fue demasiado tarde. Fue un gesto 
inocente, sin ninguna otra intención detrás y esperaba que él también lo 
tomara de esa manera. 
Los niños agradecieron antes de levantarse y salir emocionados. 
Ella también se puso de pie. 
—Estaré con los niños —informó. 
—Su madre y yo no tuvimos un divorcio muy amistoso —dijo él 
tomándola por sorpresa—. Mis hijos se vieron arrastrados a demandas de 
custodia. Ella no estaba tan interesada en quedarse con ellos. Estaba más 
preocupaba por quedarse sin dinero si no obtenía la custodia —habló con 
mucha frialdad. 
—Lo siento —dijo ella con total honestidad. 
No era madre, pero no tenía que serlo para entender que como madreuna 
debe dar todo de sí por esas pequeñas vidas que siempre dependerán de ti 
de alguna manera. 
—Ellos no saben mucho de que cómo sucedieron las cosas y preferiría que 
se quedé así hasta que sean lo suficientemente grandes para entenderlo. Es 
por eso que no me quedé con la custodia completa. Necesitan a su madre, 
aunque ella parece no necesitarlos. —Él se puso de pie y camino hasta 
ella—. ¿Es costumbre de las mujeres no querer a nadie? 
No se tomó su pregunta como algo personal. Él aún estaba dolido, quizás 
incluso aun amará a su esposa pese a todo el daño que le había causado. 
Uno no elegía cuando dejar de amar a alguien. No era tan fácil, menos 
cuando ya habías formado una familia con esa persona. 
¡Genial! Si antes le parecía una locura fijarse en él, ahora estaba segura de 
que lo mejor que podía hacer era mantener las distancias. 
—Hombres, mujeres. No tiene nada que ver con el género sino más con la 
persona —respondió Ava. Hablaba por propia experiencia. 
Él alzó su mano y la llevó a su rostro, acunó su mejilla con delicadeza. 
Ella trato de resistirse al efecto que tenía su contacto. Era difícil con sus 
ojos oscuros mirándola fijamente. Se sentía perdida en ese par de pozos 
profundos que guardaban secretos. Alessandro comenzó a acercarse. Sabía 
que la iba a besar y aunque se decía que debía alejarse, su cuerpo no 
respondía a sus órdenes. 
El tiempo se ralentizó y su corazón resonaba en sus oídos. Sus ojos se 
cerraron y sus labios aguardaron el contacto. 
—¡Ava! —se escuchó a lo lejos. 
Abrió sus ojos y con un empuje se alejó de Alessandro lo más rápido que 
pudo. El horror tenía que verse en su rostro, estaba segura de eso. 
¿Qué había estado a punto de hacer? 
Ambos se miraron durante unos segundos. La mirada de él no le decía 
nada. Una máscara de indiferencia cubría cualquier emoción que él 
estuviera sintiendo o tal vez esa era su verdadera emoción. 
—¡Ava! —volvieron a gritar los niños. No era una llamada de emergencia. 
Era más la de dos niños impacientes. 
—Creo que debería de ir antes de que decidan venir. 
Él no le respondió, solo asintió con la cabeza. Ella se alejó dejándolo 
parado en medio del comedor. 
—¡¿Qué demonios, Ava?! —se regañó ella caminando hacia la habitación 
de los niños. 
Ava se había sentido empatía por Alessandro y todo lo que le había pasado. 
Sin embargo, él parecía estarla usando para calmar su dolor y ese era el 
peor tipo de comienzo de cualquier tipo de relación, incluso de una basada 
en sexo. 
 
Capítulo 3 
Ava se giró por décima vez entre las sábanas. Llevaba media hora sin 
poder dormir. No importaba si la cama era demasiado cómoda, ella seguía 
sin poder pegar un ojo. Habían pasado cuatro días desde su llegada a la 
casa de Alessandro y aunque las cosas no habían estado tan tensas como 
al principio. Esto se debía en gran mayoría en que aparte de las horas de 
comida y el momento en que los niños se iban a la cama, ella no solía verlo 
con mucha frecuencia. El incidente del primer día había quedado en el 
olvido o eso parecía. 
En su mente ocurría todo lo contrario. Conforme los días pasaban ella 
sentía más y más real el casi beso entre ellos. Por momentos incluso se 
molestaba que él parecía no recordar lo que había estado a punto de 
suceder. ¿Es que no significaba nada para él? ¿O solo había sido alguna 
especie de juego para él? 
Por lo poco que había averiguado por parte de Beatrice, él no se 
involucraba a menudo con mujeres y si lo hacía nunca las traía a casa. Sus 
hijos eran su prioridad y no quería crearles confusión. Sin embargo, las 
revistas mostraban lo contrario. La lista de mujeres hermosas con las que 
lo habían fotografiado no era precisamente corta. 
Agarro su celular del buró y vio que era cerca de la media noche. Era más 
que seguro que al día siguiente tendría unas enormes ojeras si no se dormía 
pronto. Pensó que tal vez un vaso de leche tibia la ayudaría, pero no quería 
aventurarse al pasillo en medio de la noche. Se rindió cuando después de 
acomodar su almohada y girar otra vez seguía sin conciliar el sueño. No 
lo pensó mucho y se puso en pie para ir a la cocina. Agarró su 
intercomunicador por si algo sucedía con los niños y con la otra mano 
sujetó su celular. 
Al salir al pasillo la oscuridad reinaba y la casa estaba en completo 
silencio. Era más que obvio que los demás debían estar durmiendo. 
Prendió la linterna de su celular para iluminar el camino, lo menos que 
necesitaba ahora era caerse y armar un alboroto. En cuanto llegó a la 
cocina coloco lo que tenía en su manos en encima de la pequeña mesa y 
se dirigió directo al refrigerador a obtener un poco de leche. 
Su cuerpo estaba inclinado y su cabeza casi dentro de la refrigeradora 
cuando escuchó un ligero carraspeo. Ella pegó un brinco del susto y por 
poco un grito se le escapó de la garganta. Cerró la puerta de la 
refrigeradora, se dio la vuelta y se apoyó en la puerta de esta. Seguro que 
lucía como un ladrón atrapado en pleno robo. 
Alessandro estaba parado cerca de la entrada. La luz de su celular apenas 
permitía verlo en medio de la oscuridad, incluso así sintió su miraba 
penetrante. Sus ojos recorrieron su cuerpo de pies a cabeza y se detuvieron 
en algunas zonas más de la cuenta, fue entonces cuando recordó que 
llevaba un pequeño polo de tiras y un short holgado. La vergüenza se 
apoderó de ella y se sintió demasiado expuesta. Esa era la ropa que 
usualmente usaba para dormir, en especial desde que estaba en esa casa 
donde la temperatura siempre era cálida. Decidió que debería usar algo 
menos revelador a partir del día siguiente o quizás no volverse a aventurar 
a salir de su habitación durante la noche. 
Se cruzó de brazos para cubrirse un poco, pero la mirada de Alessandro 
bajó inmediatamente a sus senos. Descruzó en automático los brazos al 
caer en cuenta que con su acción solo había logrado exponerse más. 
—¿No puedes dormir? —pregunto él regresando la mirada a su rostro. 
—No. Seguro es porque recién me estoy adaptando a este lugar. —Era una 
mentira, pero él no tenía por qué saberlo. 
—Un vaso de leche tibia a veces ayuda —dijo él prendiendo la luz. 
Él dio largos pasos hasta estar frente a ella. Ava ni siquiera prestó mucha 
atención. Estaba más concentrada en verlo con la boca abierta. En la 
oscuridad no había podido distinguir que él solo estaba usando un pantalón 
de franela que si no se deslizaban hacia abajo era porque sus caderas las 
detenían. Tenía el torso desnudo. Esta vez fue ella quien lo miró y no se 
perdió ni un detalle. Había tenido razón la primera vez al asumir que su 
cuerpo era tonificado, pero pensarlo no era lo mismo que verlo en primera 
fila y en todas sus dimensiones. Contuvo el impulso de estirar la mano 
para tocarlo. Su abdomen era marcado y sus brazos de seguro podían 
soportar gran peso. 
Su cuerpo traicionero comenzó a calentarse y la excitación se apodero de 
ella. 
—Si no te haces a un lado jamás podremos obtener lo que quieres. —No 
estaba segura de sí era debido a sus hormonas alborotadas, pero lo que dijo 
le pareció tener doble sentido. 
Alejó esos pensamientos de su mente y se ordenó moverse. Sus músculos 
se sentían débiles y tardaron un poco en obedecer. 
Observó como si se tratara de un espejismo a Alessandro moverse a través 
de la cocina con gracilidad mientras llenaba un vaso con un poco de leche 
y lo metía a calentarse. Después devolvió el frasco a su lugar y cuando el 
microondas sonó, sacó el vaso y se lo entregó. 
Ella lo miró como si se tratara de un extraterrestre y no de una persona 
teniendo un gesto amable. De seguro él estaría pensando que era una 
idiota, ella misma lo pensaba. 
Él sonrió de medio lado antes de mover el vaso que tenía en su mano de 
un lado a otro. En modo autómata Ava extendió la mano y tomó el vaso. 
Sus dedos apenas y se rozaron, pero el contacto no ayudo a mejorar su 
situación actual. Le tomó todo su esfuerzo llevarse el vaso los labio y beber 
el contenido de un solo trago. 
Él le recibió el vaso y acercándose permitiéndoleabsorber su aroma 
almizclado. Colocó el vaso en algún lugar detrás de ella. Luego subió la 
misma mano hasta su rostro, con su pulgar limpió suavemente la comisura 
de sus labios y se llevó el dedo a la boca. El acto fue completamente erótico 
y sus neuronas se desmayaron. La tomo por la parte de atrás de la cabeza 
y la acerco a él para un beso. 
Al inicio el contacto de sus labios era delicado, pero conforme pasaba el 
tiempo su beso se volvió más demandante. Ella enredó sus manos en su 
cuello y se entregó por completo a sus caricias. Se sentía en el paraíso. 
Nunca había sentido nada igual y jamás hubiera imaginado que un beso y 
unas cuantas caricias pudieran causarle tanto placer. 
Cuando recuperó un poco de sentido común ella estaba encima de la 
encimera y no recordaba cuándo o cómo había llegado allí. Su camiseta 
estaba enredada dejando al descubierto su abdomen y sus piernas estaban 
envueltas alrededor de la cintura de Alessandro. La erección de él era 
notoria. Ella tenía tantas ganas de restregarse y obtener lo que su cuerpo 
le estaba pidiendo a gritos, pero el sentido común pudo con ella. 
Desenredó sus piernas y detuvo la mano que se deslizaba de arriba hacia 
abajo acariciándola. 
—Esto está mal —dijo alejándolo y bajándose de la encimera de un salto. 
Inmediatamente extraño su tacto y sus besos, se recriminó por haber sido 
sensata; pero se trató de convencer de que detenerse había sido la mejor 
decisión. 
>>Eres mi jefe y yo soy tu empleada. Estoy aquí para cuidar a tus hijos y 
cualquier cosa entre nosotros podría poner en riego mi trabajo. 
La tensión se podía leer en el rostro de Alessandro. Él no estaba para nada 
feliz. 
—No importa cuánto te resistas, ambos conocemos el resultado final —no 
le dio tiempo de responder antes de darse la vuelta y alejarse. 
El vaso de leche que había tomado no sirvió de nada después de su 
excitante encuentro en la cocina. Si antes no había podido dormir, la 
situación se volvió peor cuando volvió a su cama. El beso era lo único en 
que podía pensar. 
Se durmió cerca de las tres de la mañana y como todos los días a las seis 
en punto su alarma sonó insistentemente. La tentación de arrojar el 
endemoniado aparato era tan grande. 
Antes de volverse a dormir, se levantó y se metió en el baño. Después de 
una ducha helada se sintió un poco más humana. Al mirarse en el espejo 
pensó que el agua, si bien es cierto había arreglado el problema del 
agotamiento, no había hecho nada por ayudar a disimular las enormes 
ojeras. 
Tomó el set de maquillaje que rara vez usaba y se esmeró en ocultar los 
indicios de su desvelo. Al terminar se sentía contenta con el resultado. 
Llevaba el cabello castaño en una cola, había usado un poco de rímel y 
sombra para resaltar sus ojos marrones y un poco de corrector había 
solucionado el problema de las ojeras. Además había usado un poco de 
rubor, casi imperceptible, para disimular lo pálida que se veía su piel. No 
podía asegurarlo con certeza, pero podía apostar que eso último se debía a 
volver a ver a su jefe. 
Se dio un poco de aliento y salió rumbo a la habitación de los niños, si no 
los despertaba pronto llegarían tarde a sus clases. Ellos no le dieron 
muchos problemas y pronto estaban en el comedor tomando su desayuno. 
La mesa estaba llena de risas, los niños no paraban de hacer alguna que 
otra tontería. Ella se encontraba más relajada, él que Alessandro no 
estuviera con ellos tenía mucho que ver. Beatrice le había dado la noticia 
de que él había tenido que salir antes porque tenía negocios que atender. 
Sus sentimientos al enterarse habían sido contradictorios, pero trató de no 
darle muchas vueltas. 
Despidió a los niños y luego se fue a arreglar a la habitación de los niños. 
Eso no entraba dentro de sus funciones, había un personal de limpieza que 
venía por horas; pero no era lo suyo quedarse sin hacer nada y la mañana 
podría sentirse larga sin Fabrizio y Piero corriendo de un lado a otro. 
Estaba colocando algunas cosas en su lugar cuando vio uno de los 
cuadernos del mayor en su mesa de trabajo. Según lo que podía recordar 
él había pasado la tarde anterior haciendo una tarea justo en ese cuaderno. 
No entendía como había podido pasar eso. Ella misma se había encargado 
de revisar que ese cuaderno y otros más estuvieran en su mochila ayer por 
la noche, incluso tenía un horario para no cometer errores. 
Salió de la habitación y camino apresurada a tomar un abrigo de su cuarto. 
No tardó mucho en avisarle a Beatrice que iba a salir. Ella le dijo que 
esperara un rato mientras le llamaba a Alessandro porque el chofer no 
regresaría pronto. Ava tenía miedo de cómo reaccionaría él frente a su 
evidente error. Después de colgar el teléfono Beatrice le dijo que se llevara 
el auto negro de la cochera. Se alegraba de que lo primero que había hecho 
al llegar al país había sido ir a sacar un permiso de conducir. 
Tomó las llaves que Beatrice le había indicado y pronto se encontraba en 
plena autopista. No tardó demasiado en llegar a la escuela. Allí ya estaban 
informados de que ella vendría. Alessandro había hecho que su secretaria 
llamara a la escuela para que le permitieran el ingreso. Un guardia muy 
amable le indico el camino al salón de Fabrizio y después de agradecerle 
se puso en marcha. 
El pequeño parecía aliviado cuando la vio. 
—Eres la mejor —dijo él como si se tratará de algo más que un cuaderno, 
pero había notado que era muy responsable para su corta edad. 
—Ya lo sé —bromeó ella—. Ahora regresa allí adentro antes de que me 
enojen por quitarte valiosas horas de aprendizaje —Ella le guiñó un ojo 
confidente. 
Fabrizio asintió con solemnidad y regresó a su salón. 
Ella sonrió, se estaba encariñando bastante con los hijos de Alessandro y 
no tenía nada que ver con la innegable atracción que sentía por su padre. 
Ellos tenían su propio encanto y le sorprendía que su madre hubiera podido 
separarse de ellos con facilidad. Si algún día tuviera hijos era seguro que 
preferiría perder un brazo e incluso la vida antes de que alguien se los 
quitara. 
Camino a través de los pasillos de regreso a su auto. Se despidió del 
guardia con amabilidad antes de salir. 
De regreso a casa y ya sin ninguna preocupación, pudo disfrutar del viaje. 
Para llegar a su destino tenía que pasar por varios lugares que le parecían 
de lo más hermoso. Era por eso que siempre había querido venir a Italia. 
Amaba a su país, pero estaba tan enamorada de este lugar. 
Al pensar en su país recordó que hace un par de días no hablaba con sus 
papás. Antes de que ellos fueran a la CIA a denunciar su desaparición lo 
mejor sería llamarlos esta noche. Ava era hija única y sus padres a veces 
podrían ser muy sobreprotectores. Era sorprendente que la hubieran dejado 
viajar tan lejos de casa. Aunque para ser verdad ella se había empecinado 
y si algo sabían sus padres de ella era que cuando algo se le metía en la 
cabeza nada ni nadie lograba que cambiara de opinión. 
El teléfono sonó devolviéndola a la realidad. El número era de Alessandro, 
ella trató de controlar sus nervios antes de responder. 
—¿Hola, señor? —Ahora más que nunca necesitaba marcar los límites y 
comenzaría por evitar llamarlo por su nombre a menos que los niños 
estuvieran presentes. 
—¿Todo salió bien? —pregunto él ignorando deliberadamente como lo 
había llamado. 
—Sí. 
—Gracias por llevarle su cuaderno, fue un gran gesto de tu parte. 
—No tiene por qué agradecer. 
Su trato formal pareció irritarlo porque se escuchó un suspiro frustrado del 
otro lado. 
—Hablaremos esta noche —dijo con brusquedad. 
Sus palabras la tensaron, fue bueno que el terminara la llamada porque ella 
no hubiera sabido que responder. 
 
Capítulo 4 
Ava se pasó el resto del día pensando en la conversación que le esperaba. 
No ayudó que Alessandro se ausentara durante el almuerzo y la cena. No 
lo vio hasta la hora de acostar a los niños, donde como todas las noches 
vino a darles un beso de buenas noches. No le dirigió una sola mirada a 
ella, incluso cuando le hablopara decirle que la esperaba en su oficina. 
Usó cada gramo de fuerza antes de tener el valor de caminar hacia el 
despacho de Alessandro y pasó un buen rato antes de animarse tocar la 
puerta. Ella ya no era una adolescente impresionable, se dijo. Si tan solo 
no hubiera permitido que el beso de la noche anterior sucediera no estaría 
en ese enredo ahora. 
—Adelante. 
Tomó un último respiro antes de girar la manilla de la puerta e ingresar. 
Cerró la puerta tras de ella y sintió que se estaba encerrando 
voluntariamente en la guarida del león. 
Alessandro estaba sentado trabajando en su laptop, pero en cuanto la vio 
se concentró en ella. 
—Toma asiento —ordenó—. Por favor —continuó cuando ella no se 
mostraba dispuesta a obedecer. Aunque siguió pareciendo una orden. 
Camino hasta estar frente a él, tan solo separados por el escritorio, y se 
sentó. Esperaba que el escritorio fuera un buen escudo. 
Estaba tan tensa aunque hacía lo posible por no demostrarlo. Subió sus 
lentes con una de sus manos y luego coloco ambas manos en su regazo. 
—¿Qué es de lo que quería hablar? 
Él estaba observando cada uno de sus movimientos, sin embargo, en su 
rostro no se mostraba ninguna emoción. 
—Preferiría que siguieras tuteándome. 
—¿Está acostumbrado a lanzar órdenes y que el resto obedezca sin 
rechistar? 
—Sí —aceptó—. Pero no es de eso de lo que quiero hablar. 
—Tiene razón. Deberíamos dejar claro que lo de ayer fue un error y no 
puede volver a suceder —dejó él en claro. 
—¿Cuántas veces te has tenido que repetir el mismo discurso? Aun así no 
luces como si te lo creyeras. —Él se puso de pie y caminó hasta colocarse 
detrás de ella. 
A Ava le costó mucho esfuerzo mantenerse tranquila. El orgullo no le 
permitió demostrar debilidad ante él. 
—Señor, le pido por favor que recuerde que usted es mi jefe. 
—Siempre lo recuerdo —susurró inclinándose hacia ella. Sus labios 
estaban muy cerca de su oreja y su aliento la acaricio con cada palabra—. 
Sin embargo, la atracción también está allí y no le encuentro el sentido a 
negarle a nuestros cuerpos lo que desean. 
—Yo… 
—Los dos somos adultos, Ava —Su tono se volvió más seductor al decir 
su nombre—. Podemos tener sex… 
—No lo diga. 
Él se rio ante el temblor en su voz y el sonrojo en su rostro. 
—Actúas como si fueras virgen. 
Ella no supo que responder, pero no fue necesario. Su silencio fue 
suficiente confirmación. 
>>¿Cómo es eso posible? ¿Qué edad tienes? 
—23 años y no todas las mujeres de mi edad están buscando acostarse con 
alguien a la primera oportunidad —respondió a la defensiva. No entendía 
porque le resultaba incómodo hablar de eso con él cuando con la mayoría 
solía ser demasiado abierta. 
—No, de seguro no. Pero se me hace difícil creer que alguien con un fuego 
como el tuyo no haya estado íntimamente con alguien —No sonó a ofensa, 
todo lo contrario parecía un halago. 
—Podemos dejar de hablar de eso. 
Se estaba enfureciendo y eso no resultaría en nada bueno. Sus padres 
siempre bromeaban que ella había heredado el carácter de su abuela 
paterna. Ava solía ser tranquila y casi nada la molestaba, pero cuando se 
enfurecía podía mandar al demonio a todo y todos. 
—Está bien, pero que quedé claro que no has logrado que pierda el interés 
en ti. 
—¿De eso se trata? De un interés. ¿Por algo como eso arriesgará la 
estabilidad emocional de sus hijos? —Ella sabía que se había excedido un 
poco. 
—Jamás haría algo como eso —respondió él sin salirse de control—. Lo 
que sea que ocurriera entre nosotros quedaría entre nosotros. 
—¿Y qué ocurre con el amor? 
—¡Vamos Ava! Estamos en pleno siglo XXI, no me dirá que cree en 
cuentos de amor. Lo que le estoy proponiendo es una relación meramente 
física. La deseo y estoy acostumbrado a obtener lo que deseo. 
—Ya me di cuenta de eso. ¿Y que ganó yo con esto? 
—Un amante experimentado. 
Él coloco una de sus manos en su muslo y la otra en su cuello. Su toque 
la estaba quemando y controlo el impulso de presionar los muslos. La 
mano izquierda fue bajando por su pecho y luego hizo el camino de 
regreso. La otra seguía sujetando su pierna con firmeza. Él no dejo de 
propinarle caricias mientras su lengua recorrió su cuello desde la parte 
inferior hasta llegar al lóbulo de su oreja. Su respiración estaba agitada y 
su corazón latía errático. Quería escapar, pero quería más quedarse en el 
mismo lugar. 
Ava echó la cabeza hacia atrás apoyándola en el respaldo del asiento y 
cerró sus ojos, mientras se dejaba acariciar. Sus labios estaban secos y 
deslizo su lengua fuera para poder humedecerlos. 
Ella saltó como un resorte al darse cuenta que se estaba rindiendo ante él. 
Se alejó hasta poner una distancia prudente entre los dos. Mejor no 
arriesgarse a cometer otra estupidez. 
Lo confrontó, él tenía una sonrisa presumida en su rostro. Imbécil, maldijo. 
Alessandro era realmente atractivo, el sueño de muchas mujeres de seguro. 
Ella misma había soñado con él más veces de lo que le gustaría admitir y 
ninguno de sus sueños era precisamente lo que uno llamaría inocente. En 
uno de ellos los dos habían estado recostados en su cama y él se había 
deslizado hacia abajo acariciándola en todo momento. Se había detenido 
cuando su rostro estuvo a la altura de su entrepierna y tortuosamente había 
acariciado su vagina primero con su nariz y luego con su lengua. No se 
había detenido hasta llevarla a la locura. Esa noche se había despertado 
sudorosa y agitada. 
Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos de su mente. 
Lo miró a los ojos y detrás del deseo notó reconocimiento. Casi era como 
si él supiera lo que había estado recordando y estuviera dispuesto a hacerlo 
realidad. 
—No pienso arriesgar mi trabajo solo porque usted quiere pasar un buen 
rato —dijo cuándo recupero el aliento y su cerebro comenzó a trabajar 
nuevamente. 
—No lo harás, podrás seguir trabajando en esta casa. Si aceptas, durante 
las mañanas cumplirás el trabajo por el cuál estás aquí, pero en las noches 
serás toda mía para que yo pueda llevarte al clímax tantas veces como lo 
necesitemos —Había crudeza en sus palabras, pero en lugar de asustarla 
eso solo logró excitarla más. 
Necesitó de mucho esfuerzo para poder hablar otra vez. 
—¿Y luego qué? Usted parece el típico hombre que no le gusta jugar con 
el mismo juguete mucho tiempo. ¿Qué pasará conmigo cuando se aburra? 
—Tengo bastantes conocidos. Incluso si lo desea podría dejar de ser 
niñera, ejercer su profesión como profesora aquí en el país. 
—Entonces, me acuesto con usted y podré trabajar en lo que deseo. 
—Si es así como quieres verlo… 
—La respuesta es no —dijo con voz firme. 
—No necesitas responder ahora —habló como si ella no hubiera dicho 
nada—. Mañana por la tarde empieza tu descanso. Tienes el fin de semana 
para pensar en tu respuesta y el domingo cuando regreses puedes darme 
una respuesta. 
—Mi respuesta no cambiará. Creo que se llevará una decepción tremenda. 
—Veremos qué pasa. —Alessandro debía de ser un buen jugador de póker. 
No había rastro de inseguridad en su rostro. 
Con toda la dignidad que pudo reunir caminó a través de la habitación y 
salió. 
Lo primero que hizo al llegar a su habitación fue lanzarse a su cama y 
soltar una sarta de insultos, algunos de ellos no aptos para personas 
sensibles. 
Él estaba tan pagado de sí mismo, pero no era eso lo que la enfurecía. 
Estaba furiosa porque se sentía tan tentada a aceptar. Ella lo deseaba y de 
nada servía negarlo. 
El fin de semana le vendría bien, necesitaba que alguien le hiciera ver las 
cosas con claridad. Lia sería de mucha ayuda. 
Después de una larga noche sin poder dormir, le costó aún más esfuerzo 
que la mañana anterior levantarse. Sus ojeras no pudieron disimularse tan 
bien esta vez y ni que decir de su humor. Aun así se las arregló para pasar 
la mañana con una sonrisa en el rostro. Fabrizio y Piero no tenían la culpa 
de que su padre fuera el causante de sus desvelos y su frustración. 
Pasar la mañana en la alberca donde los pequeños tenían sus clases de 
natación la animó enormemente.Cada vez que ellos lograban algo, ella 
aplaudía y gritaba de emoción sin importarle quien la viera. Los niños 
siempre necesitaban de un poco de aliento. Al principio ambos se habían 
avergonzado un poco, pero luego incluso mencionaban su nombre cada 
vez que querían que ella viera algo y cuando los felicitaba sonreían 
orgullosos. Fabrizio era un poco más tímido, pero igual no desaprovechaba 
cualquier momento para presumir un poco. Por otro lado, Piero era más 
extrovertido y no importaba si estaba más ahogándose que nadando igual 
quería que ella lo presenciara. 
Casi se había olvidado de lo sucedido el día anterior para cuando 
regresaron a casa. Pero su recuperado buen humor no duró mucho. 
—¡Mami! 
Fabrizio y Piero salieron corriendo apenas unos segundos después de bajar 
del carro y se abrazaron a una mujer que estaba parada en medio de las 
escaleras. 
¿Esa mujer era la ex-esposa de Alessandro?, se preguntó. 
La mujer en cuestión tenía el cabello rubio cortado hasta la altura de los 
hombros dándole una apariencia ligeramente infantil. Su rostro era casi 
perfecto, tenía los ojos verdes, una nariz fina y unos labios voluptuosos. 
Su cuerpo no podría ser real, no parecía haber ni un gramo de grasa por 
algún lado. Era imposible de creer que era la madre de dos hijos. Se la 
imagino a lado de Alessandro y lo único que se le vino a la mente fue una 
pareja atractiva y digna de estar en portadas de revistas de modelos. 
Su autoestima apenas resistió el impacto causado por la evaluación a la 
mujer. No estaba loca para hacer comparaciones entre las dos, no porque 
no se creyera linda sino porque justo ahora; con su ropa simple, su cabello 
hecho un desastre y sus ojeras que se veían a kilómetros; no se sentía en 
su mejor momento. 
—¿Y tú quién eres? —preguntó la mujer en voz fría y altiva. Allí terminó 
el encanto. La observó, aunque parecía más una evaluación de la cual no 
había sido informada. Se sintió incómoda, pero que la mataran si lo 
demostraba. 
—Ella es la señorita Ava, mamá. Nuestra niñera —explicó el menor 
emocionado. 
Probablemente lo correcto era saludarla, pero la mujer apenas y le había 
dado tiempo para hablar. 
—¿Con que es así? —Asentí con la cabeza—. ¿Dónde está Alessandro? 
—En el trabajo —respondió Ava lo más profesional que pudo. 
—Bueno, me llevaré a los niños —anunció con toda naturalidad. 
—Déjeme comunicarme con el señor Alessandro primero. 
Antes de que la mujer le dijera algo subió por las escaleras, abrió la puerta, 
hizo ingresar a los niños e invitó a la madre a pasar. 
Le ofreció algo para beber y ella solo pidió un vaso de agua. Después de 
disculparse se alejó rumbo a la cocina y le pidió o prácticamente le suplicó 
a Beatrice que llevará un vaso de agua a la inesperada visita. Ella aceptó 
con recelo, a Ava no le sorprendió. Ahora que conocía en persona a la 
madre de los hijos de Alessandro no podía evitar sentir un poco de 
desagrado. 
Agarró su celular y marcó el número que ya tenía grabado en su celular. 
Alessandro le había dejado la orden clara de ser contactado en caso 
Marena, su ex-mujer, apareciera antes de la hora acordada. Al parecer 
estaba acostumbrada a hacerlo con mucha frecuencia. Según el horario 
establecido ella debía venir a recogerlos a las dos de la tarde y apenas era 
cerca del mediodía. Beatrice había mencionado en alguna oportunidad que 
a la mujer le gustaba hacer y deshacer las cosas a su capricho. 
Alessandro contestó al segundo timbrazo y después de un escueto saludo 
ella le explicó la situación. Él soltó un improperio y luego le indicó que le 
dijera a Marena que lo esperara porque tenía que hablar con ella. 
—No la dejes salir de allí antes de que llegué —ordenó. 
No era como si ella pudiera detenerla en caso Marena quisiera marcharse, 
pero se aseguraría de que no se llevara a los niños si las cosas llegaban a 
complicarse. En serio esperaba que eso no sucediera. 
—Ella lo hace solo por molestar —dijo entrando a la cocina Beatrice. Ava 
acababa de terminar la llamada—. Sabe muy bien que el señor estará en el 
trabajo hasta más tarde y llega temprano queriendo llevarse a los niños sin 
que se despidan de su padre. Arpía. 
—Shh, te va escuchar. —Ava trató de no reírse del apodo. 
Era la primera vez que veía a Beatrice tratando a alguien con tanto 
desagrado. 
—Pues a ver si así deja de actuar tan arrogante. 
—No es correcto hablar de ella. 
Beatrice solo se encogió de hombros y continuó haciendo sus cosas. 
Ava caminó de regreso a la sala para darle el mensaje a Marena. Cruzó los 
dedos antes de acercarse a ella. 
 
Capítulo 5 
Este día estaba tornándose el peor día de su existencia, incluso si 
consideraba el día en que había atrapado a su ex-novio engañándola y ella 
había creído que nada podría superar esa experiencia. Marena le estaba 
demostrando cuan equivocada estaba. 
—¿Desde cuando dices que estás trabajando aquí? —pregunto con su voz 
irritante. 
Estaba dudando seriamente si era tonta o solo se hacía. Porque aparte de 
ser la tercera vez que preguntaba eso, seguro que la semana pasada Ava 
aún no había estado aquí. Aunque no le sorprendería que nunca se acordara 
de un rostro que no fuera el que veía todas la mañanas en el espejo. 
—Desde el lunes, está fue mi primera semana. —Hizo un esfuerzo por 
sonar amable. 
Solo tenía aguantar un poco más. Alessandro no tardaría en llegar. 
Miro el reloj en su muñeca sin importarle ser mal educada. Esa 
desagradable mujer no era su jefe y tampoco pagaba su salario. Además 
estaba provocándole una jaqueca terrible. No entendía como unos niños 
tan dulces podían tener a alguien tan desagradable por madre. 
Cuando vio la hora se sorprendió porque apenas habían pasado diez 
minutos. ¿Cómo era eso posible? Ella sintió que al menos una hora había 
transcurrido desde que había llamado a Alessandro. 
Fabrizio y Piero estaban jugando en medio de la sala con algunos de sus 
juguetes. En defensa de su madre al menos podía decir que no los trataba 
mal, pero tampoco se llevaría el título a la madre del año. Los trataba con 
cariño; sin embargo, no la podía imaginar jugando con ellos tirada en el 
suelo. Ni siquiera había tenido muchas ganas de ir a la habitación de los 
niños para jugar, en su lugar les dijo que trajeran sus juguetes y jugaran 
allí. 
—No entiendo porque no puedo llevarme a mis hijos, no es como si yo 
fuera una extraña. 
—El señor Alessandro pidió que lo esperara. Necesita hablar con usted —
dijo guardando la compostura. 
—¿Pedir? Él no pide nada, solo ordena —Al fin había dicho algo con lo 
que podían estar de acuerdo. Sin embargo, le pareció de mal gusto que lo 
dijera delante de los niños, felizmente ellos parecían estar más 
concentrados en sus juegos. 
La puerta se abrió y Alessandro apareció. Su impulso inicial fue lanzar un 
suspiro de alivio, pero logró contenerse. Él ni siquiera le dirigió una 
mirada, estaba concentrado en su ex-mujer. No pudo descifrar que era lo 
que sentía al ver a la mujer. 
Los pequeños corrieron a saludar a su padre y este los recibió como todos 
los días. 
Aprovecho que nadie le prestaba atención para ir a la habitación de los 
niños a conseguir sus mochilas, utilizo eso como excusa y desapareció en 
silencio. 
Ella misma había alistado las cosas de los niños el día anterior con todo lo 
necesario, pero por lo sucedido el día anterior reviso otra vez que todo 
estuviera ahí. 
Regresó a la sala y encontró a los niños bajo el cuidado de Beatrice quién 
le explico que el señor estaba con su ex-esposa en su despacho. Un 
sentimiento desconocido la recorrió, pero lo ignoro lo mejor que pudo. 
—Yo me hago cargo, Beatrice —ella asintió con una sonrisa y se fue. 
—A ver ¿quién me presta un coche? 
Se sentó en el suelo a lado de los niños y Piero le alcanzó un camión color 
rojo. 
—¿Este te gusta? 
—¡Rojo! ¿Cómo supiste que es mi color favorito? 
Piero se sonrojo y sonrió feliz. 
Los tres comenzaron a jugar y pronto había choques y explosiones. Ava 
disparó un misil imaginario al carro de Piero, se adueñó del carro de 
Fabrizioy salió corriendo mientras los niños la perseguían por toda la sala 
para vengarse de ella. Las risas no se hicieron esperar. 
Estaban en plena persecución cuando el par de padres hizo notar su 
presencia en la sala. Marena la miraba molesta y Alessandro tenía una ceja 
levantada con un amago de sonrisa. Esa sonrisa casi logra que sus 
pensamientos se dirijan a lugares prohibidos. 
—¿Dónde estabas? —La voz irritante de Marena la sacó de sus fantasías— 
Se supone que estás aquí para cuidar de los niños, pero al mínimo descuido 
te desapareces y tenemos que llamar a la cocinera para cuidarlos. 
Ava se mantuvo en completo silencio y con la mirada fija en su jefe. No 
tenía por qué darle explicaciones a esa mujer. 
—Marena, te pido que no le alces la voz a mi personal y mucho menos 
delante de los niños. —Ella hizo una mueca y lo ignoró. 
—Bueno, queridos, vámonos —dijo en su lugar. 
Ellos miraron a Ava y turnándose la abrazaron, ella les correspondió con 
mucho afecto, Se estaba apegando demasiado a ellos. 
—Te extrañaremos —dijo el menor. 
—Estaré esperándolos aquí el domingo cuando lleguen. —Eso pareció 
darles tranquilidad y caminaron hasta pararse a lado de su madre, que no 
hacía otra cosa que lanzarle cuchillos con la mirada. 
—Sus cosas están allí —Marena miro al sillón que ella señalaba. Si 
esperaba que se los acercara podía esperar sentada. 
La arpía camino hasta el sillón y cogió las mochilas antes de tomar las 
manos de sus hijos. Alessandro los acompañó hasta la puerta y los 
despidió. Luego regresó a la sala donde ella seguía parada. 
Sin los niños para hacer de barrera la tensión comenzó a llenar toda la 
habitación mientras se miraban a los ojos. 
—Tengo que alistarme —susurró trabándose con sus palabras un poco. 
En menos de un segundo ella se dio la vuelta y corrió a su cuarto. 
Su estrategia de evasión funcionó muy bien hasta la hora de marcharse. 
No lo volvió a ver más durante la próxima hora antes de irse, aunque sintió 
su mirada sobre ella desde el ventanal de su oficina al salir de la gran casa. 
Cogió el auto que Alessandro le había dicho en la mañana que se llevará y 
condujo rumbo a la casa de Lia. 
Prendió la radio y se dedicó a cantar desafinada todo el viaje. Eso siempre 
le ayudaba a calmarse un poco, había tratado de no hacerlo mucho en su 
trabajo por obvias razones. 
—¡Ava! —Lia se lanzó a abrazarla en cuanto la vio. 
Ella la abrazó con la misma intensidad. 
—Te extrañé. 
—Y yo a ti. 
—Bueno ¿y vas a invitarme a pasar? 
—Oh, lo siento, me emocioné. Entra, por favor. 
Entraron y Ava vio que todo seguía igual, no es como si en una semana 
podrían haber ocurrido grandes cambios. 
—Esto se siente casi como regresar a tu hogar. 
—Es que este es tu hogar, nena. 
—Gracias. —Estaba al borde de las lágrimas. 
Lia se había vuelto en lo más cercano a una familia que tenía en Italia. 
Nunca olvidaría lo que ella había hecho para ayudarla. 
Después de dejar sus pertenecías en un rincón, ambas se pusieron a cocinar 
hablando y bromeando. Lia le contó que por fin estaba por terminar de dar 
sus últimos exámenes en la universidad y que por fin sería una enfermera 
titulada. Ava se alegró mucho por ella y la felicitó. 
—Igual aún me falta un montón de cosas después de eso. Pero sentir que 
las noches sin dormir o trabajando extra valen la pena es asombroso. 
—Claro que sí, sé que fue duro para ti y me alegro que pronto podrás 
trabajar en lo que te gusta. 
Los padres de su amiga hacían lo que podían para ayudarla; pero mantener 
un departamento en la ciudad más los gastos del estudio no era tan fácil, 
peor siendo la segunda de cuatro hermanos. Aun así ella no se había 
rendido y aquí estaba a punto de ser profesional. 
—¿Y cómo te va a ti? ¿Qué tal tu nuevo trabajo? No, olvida el trabajo. 
¿Qué tal tu jefe? —preguntó con emoción. 
—Lia —le advirtió. 
—¿Qué? Lo he visto en algunas revistas, el hombre está como quiere. 
Mejor, imposible. Además el hombre es rico. ¿Qué tal los guardaespaldas? 
—No lo sé, los he visto muy poco. Siempre mantienen su distancia 
conmigo y rara vez me cruzó con ellos. La única vez que acuerdo de su 
presencia es cuando salimos con los niños porque nos acompañan, pero 
siempre a una distancia prudencial. 
—¿Y cómo es la casa? Con todo el dinero que ese hombre tiene me 
sorprende que no viva en una mansión. 
—No será una mansión, pero sigue siendo enorme. 
—¿Y? 
—¿Y qué? 
—No me vas a decir nada sobre tu jefe. 
—Firmé un contrato de confidencialidad, lo sabes. 
—No te estoy pidiendo que me cuentes secretos, solo que tan atractivo te 
pareció. 
—Mucho. 
Ava no pudo guardar por mucho tiempo más silencio y le contó todo lo 
sucedido, bueno casi todo, omitió algunas partes candentes. Incluso le 
habló del trato que él le había propuesto. 
—Hazlo. 
—¡¿Qué?! 
—Es obvio que te gusta y mucho, si hasta te brillan los ojos al hablar del 
hombre y no te juzgo. 
—No quiero perder mi empleo, sus hijos son personitas dulces y ya me 
encariñé en ellos y no es solo eso, todo podría salir mal. 
—Ni siquiera estas segura de que te quedaras en Italia por mucho tiempo. 
Acuéstate con él, disfruta un poco y luego continúa con tu vida. Te 
conozco poco tiempo y puedo decir que siempre calculas todo. A veces 
tomar un poco de riesgo puede ser increíble. 
—Pero es mi jefe. 
—Es el único punto en contra, hay muchas cosas a favor. Sus destrezas en 
la cama son casi o igual de comentadas que sus destrezas para los negocios. 
Una incomodidad se apoderó de ella al escuchar esas cosas de Alessandro. 
No le gustó pensar en la cantidad de mujeres con las que él se ha visto 
involucrado. Al parecer ya ha comenzado a sentir algo por él y ni siquiera 
ha pasado mucho tiempo desde que lo conoce o lo que es peor aún no han 
tenido sexo. 
—Y yo esperaba que me dieras un buen consejo —susurra. 
Después de eso cambiaron de tema y no se volvió a tocar el tema otra vez. 
Aunque no vuelven a mencionar a Alessandro ni su trabajo para él, ella no 
puede evitar pensar en él. Durante la última semana la tensión sexual ha 
ido haciendo incontrolable y el resultado fue lo que sucedió el día jueves 
en la noche. Lia tiene razón, a ella le gusta y mucho. 
Además de alguna manera su creciente excitación por él había sido de 
utilidad, ya no pensaba más en Marc y su infidelidad. Antes de conocer a 
Alessandro había comenzado a dudar de si alguna vez podría sentir algo 
sexual por alguien, porque aunque había querido a Marc, jamás sintió un 
deseo irrefrenable por él; pero era obvio que se había equivocado. 
A Ava le hubiera gustado pasar más tiempo con su amiga, pero como 
estaba en exámenes finales estaba un poco estresada y quería aprovechar 
sus tiempos de descanso al máximo, así que entró a su cuarto a descansar 
temprano. Ella la entendía necesitaba todo el descanso que pudiera obtener 
porque luego no tendría tiempo ni para eso. 
Ella prendió la tele a bajo volumen y la miró por un rato, luego se aburrió 
y se acomodó para dormir. Pensó que podría hacerlo como las últimas 
noches, pero se encontraba un poco más relajada después de haber hablado 
con su amiga y el cansancio fue más fuerte por lo que se durmió apenas su 
cabeza todo el sillón de Lia. 
El domingo pasó demasiado rápido para su gusto. Durante la mañana 
ayudó a su amiga a arreglar su departamento y luego la acompañó a 
comprar cosas para abastecer la alacena. Después de almorzar vieron una 
película y luego ella se despidió para regresar a su trabajo. 
Había tratado de no pensar en la propuesta de Alessandro durante todo el 
día, pero en cuanto más se cerca estaba de llegar su cabeza no podía pensar 
en otra cosa. 
Alessandro estaba en la sala cuando ella llegó. Se volvió a mirarla y habló. 
—Los niños llegarán dentro de media hora, te espero en mi despacho. 
No necesitaba preguntarle el para qué. 
No tenía necesidad de ordenar sus cosas tan pronto, pero necesitaba 
ocuparse mientras dejaba el tiempo correr. Dejó que pasaran al menos diez 
minutos antes de ir al encuentro de Alessandro, lo hizo solo para 
molestarlo. 
Tocola puerta y espero a que le dijera que pasara, cuando lo hizo entro sin 
demora antes de arrepentirse. 
Alessandro la observaba con una sonrisa, al parecer había adivinado el 
motivo de su retraso y en vez de enfurecerlo solo había logrado divertido. 
—Acepto —anuncio antes de que él tuviera la oportunidad de decir algo. 
Un peso se levantó de sus hombros. 
Él la miró con una sonrisa triunfadora. 
Maldito, sabía cuál sería su respuesta. 
Se dio la vuelta sin más y lo dejó sonriendo triunfante. 
—No cierres tu puerta con seguro esta noche —ordenó mientras salía. 
 
 
Capítulo 6 
Toda la seguridad que Ava había sentido cuando le dijo a Alessandro que 
aceptaba su propuesta había salido volando por la ventana. Ahora solo le 
quedaban inseguridades. Dudaba que hubiera estado pensando 
coherentemente cuando aceptó acostarse con él. 
Ava miró más allá de su ventana mientras calculaba la probabilidad de 
poderse escapar. La noche era oscura, pero el jardín trasero estaba 
ligeramente iluminado por las luces que habían dispersas por el lugar. El 
jardín era grande y había algunos árboles de considerable tamaño en él. 
Atravesar todo el lugar le tomaría demasiado tiempo y sería difícil que 
seguridad no la notara. Aunque tenía a su favor que era buena haciendo 
estupideces. Solo tendría que salir de la casa, de preferencia a través de su 
ventana, y luego atravesar el jardín hasta llegar a los muros. Una vez allí 
solo faltaría escalar… un muro de 3 metros sin peldaños. Eso era más que 
imposible, solo ella podría tener ideas de ese tipo. 
Tal vez podría marcharse por la puerta principal, no es que ella fuera un 
rehén. Claro que no tendría una explicación creíble de porque se marchaba 
a esas horas de la noche y mucho menos sin que el jefe hubiera dado el 
aviso. Por lo tanto, salir por la puerta principal tampoco era una opción. 
No si no quería pasar una vergüenza. 
Sus divagaciones poco o nada hicieron por aminorar su nerviosismo. Aún 
sentía que estaba por cometer un error. 
—Deja de pensar en ello. 
—¡Rayos! —Saltó del susto y se llevó una mano al pecho. Al darse la 
vuelta vio a Alessandro parado apoyado sobre la puerta cerrada—. 
Entiendo que sea tu casa, pero al menos podrías haber tocado. 
—Llame a la puerta un par de veces —respondió con la ceja alzada—. Veo 
que ya no me hablas con formalidad. 
—No eres mi jefe en este momento —dijo con atrevimiento. Era la primera 
vez que no se quedaba como una completa tonta delante de él aunque no 
creyó que le durara demasiado. 
—¿Quién lo hubiera pensado? —Alessandro parecía encontrar el 
intercambio divertido. 
—¿Qué? 
—Tienes más coraje del que aparentas. 
Él dio una mirada apreciativa a su cuerpo y como ya era costumbre ella se 
excitó. 
Ava estaba usando la camiseta y el short de su último encuentro en la 
cocina a media noche. Se preguntó si debió usar algo más sexy o algo 
menos revelador. Bueno ya no sentido pensar en eso. 
Alessandro caminó hacia ella con demasiada calma. Era seguro que 
buscaba ponerla más nerviosa. Sus movimientos eran felinos como un león 
acechando a su presa. Ella no hizo ningún movimiento. Sus extremidades 
no le respondían y tuvo que esperar -contra su voluntad- a que él llegara. 
Aunque no le tomó demasiado tiempo, se sintió como una eternidad. 
Se detuvo a solo unos centímetros de distancia de ella. Ava sintió su 
respiración volverse errática y sus piernas comenzaron a flaquear. Se 
preguntó si alguna vez Alessandro dejaría de tener un efecto tan poderoso 
en ella. 
—Pareces un pequeño ratón asustado. —Se contuvo de responder de que 
él parecía feliz por ello. En realidad no se contuvo. Si hubiera podido 
hablar se lo habría dicho, pero sintió que sus cuerdas vocales dejaban de 
funcionar. 
Él alzo su mano derecha y la llevo hasta su rostro. Acaricio sus labios con 
delicadeza y luego metió su dedo pulgar entre ellos. Tiró del labio inferior, 
obligándola abrir su boca en el proceso. Luego hizo resbalar su dedo hasta 
su mentón y allí, junto con el resto de su mano, la sujeto con firmeza. 
Alessandro se inclinó un poco y tiró de ella hasta que sus labios se 
juntaron. Ava podía sentirse parada sobre la puntilla de sus pies. Incluso 
con él inclinado la diferencia de tamaños era notoria. 
No hubo ni un poco de delicadeza en su beso esta vez. Era una batalla de 
la cual él tenía el control total y ella era solo un peón que ofrecía su 
completa rendición. Su lengua ingreso a su boca y ella perdió la batalla sin 
poner resistencia. 
Él tenía un sabor delicioso, era una mezcla de un fino licor con alguna 
especie de dulzura; un contraste sorprendente. 
Alessandro no se detuvo hasta que el aliento les faltó. Pero incluso cuando 
dejo de besarla, él continuo depositando besos a lo largo de su cuello 
mientras la empujaba hacia atrás. Ava sintió sus piernas chocar contra el 
borde de su cama y supo que esto en realidad estaba pasando. 
Él la sentó en la cama y se mantuvo de pie observándola. 
—Levanta los brazos. 
Tuvo unos segundos de vacilación antes de obedecer. 
Él agarro su camiseta por el borde inferior y lo jaló hacia arriba hasta que 
se la retiro por completo. Luego la empujo con suavidad para que se 
recostara en la cama y se subió sobre ella acomodando las rodillas a sus 
costados. Él no le dio tiempo para pensar en nada más; se agacho y volvió 
a besarla. 
Las manos de Alessandro vagaban libremente por todo su cuerpo. 
Llegaron hasta los broches de su sostén y los soltó sin mucha dificultad. 
Después subieron a sus hombros y deslizo los tirantes. Él era realmente 
hábil. 
Sus senos quedaron al aire, si los labios de él no hubieran estado haciendo 
un gran trabajo distrayéndola probablemente se hubiera cubierto. Era la 
primera vez que estaba tan expuesta 
Él dejo de besarla y le sonrió seductoramente. Comenzó a bajar por su 
cuerpo mientras usaba su lengua para probarla. Se detuvo a la altura de sus 
senos y se llevó uno de sus pezones a la boca mientras una de sus manos 
jugaba con el otro. Cuando se dio por satisfecho llevo su boca al otro seno 
y la otra mano se encargó de prestar atención al que estaba libre. 
Ella se mordía los labios para acallar sus gemidos. Aunque su habitación 
estaba lejos de la de los niños prefería no arriesgarse. Sin embargo, a cada 
segundo le costaba más esfuerzo. 
Dejó de torturar sus senos después de un rato y continuo camino hacia 
abajo siempre lamiendo y besando. 
—Sabía que tendrías un sabor estupendo y eso que aún no he llegado a la 
mejor parte. 
Alessandro sabía muy bien lo que hacía. No creía que alguna mujer que 
hubiera pasado por su cama tuviera alguna queja de sus habilidades en la 
misma. 
Pensar en otras mujeres le provocó una molestia a la cual no pudo dar una 
razón justificable. Lo suyo no era una relación, al menos no una 
convencional, solo se trataba de sexo y tenía que recordar eso si no quería 
terminar lastimada y con un corazón roto. 
Fue traída de regreso a la realidad cuando Alessandro llego hasta sus 
piernas y tiró del short y las bragas que la cubrían. 
Verse desnuda frente a su jefe la hizo sentir vulnerable e insegura. Él debió 
de leer sus pensamientos porque se apresuró en distraerla. Llevó su cabeza 
entre sus muslos y acaricio su vagina con la lengua. Comenzó calmado, 
pero poco a poco se fue volviendo más intenso. 
Esta vez ella no pudo hacer nada por acallar sus gemidos y gritos. Nunca 
había sentido nada igual de increíble. Sentía que algo se estaba cerca, 
acariciando casi la superficie y a punto de estallar. 
—Ya casi —logró decir entre suspiros. 
Alessandro al escuchar esto acelero aún más sin darle ni un segundo de 
piedad. 
Ella llevó su mano hasta su cabellera, no sabía si para mantenerlo cerca o 
para alejarlo. Necesitaba que la tortura parara. 
Unos segundos después llegó al clímax con grito que Alessandro llegó a 
cubrir con una de sus manos. 
Ava sentía corrientes de placer atravesar su cuerpo y se sintió cegada por 
un momento. La había llevado al clímax y ni siquiera se había retirado la 
ropaaun. 
Apenas había comenzado a calmarse cuando Alessandro subió de regreso 
hacia arriba y alcanzó su boca con la suya. La beso aun con más 
desesperación que la última vez. Sentir su sabor en su boca fue extraño, 
pero excitante. 
—Definitivamente deliciosa —anunció cuando la soltó—. Veamos si estas 
lista. 
Su mano se introdujo en su vagina y ella sabía lo que encontraría allí. Ella 
estaba húmeda y no solo por su reciente corrida. Había estado así desde 
que lo vio parado en su habitación como si todo aquí incluyendo ella 
misma le perteneciera. Además el conocimiento de lo que pasaría a 
continuación la había excitado pese a que había tratado de controlarse. 
Él sonrió satisfecho cuando vio que ella estaba más que preparada para 
recibirlo. Se incorporó y se retiró la camiseta. Alessandro debía de pasar 
bastante tiempo en el gimnasio porque sus músculos estaban tonificados 
aunque no llegaban a ser excesivos. Estiró su brazo para tocarlo, pero él la 
detuvo. 
>>Será para la próxima, si me tocas ahora esto se saldrá de control. 
Él aprovechó su desconcierto para retirarse el pantalón de franela. Ava se 
llevó una sorpresa cuando notó que no llevaba bóxer debajo de los 
pantalones. Pero su sorpresa fue mayor cuando notó la magnitud de su 
longitud y el estado en el que se encontraba. 
Comenzó a dudar de si él podría caber dentro de ella. Era realmente 
grande. No era tonta, aunque nunca había tenido su primera vez, sí que 
había leído y visto imágenes; pero no la habían preparado para estar en 
una situación real de ninguna manera. 
>>Esto dolerá un poco, pero luego todo será placer —dijo el leyendo el 
miedo en su rostro buscando calmarla. 
La sorprendió el cambio de como Alessandro paso de ser alguien 
dominante e incluso duro a una persona considerada e inmediatamente se 
alegró de haberlo elegido para perder su virginidad. Marc jamás se hubiera 
preocupado por ella como lo estaba haciendo el hombre que en este 
momento la miraba a los con delicadeza. 
Alessandro podría no quererla más allá del aspecto físico, peor no era 
ningún animal que solo buscaba su placer físico. 
Ella asintió con la cabeza dándole permiso para hacerlo. Él agarro su 
miembro y lo dirigió entre sus muslos. Ava sintió su miembro introducirse 
poco a poco en ella. Al principio se sintió un poco incómodo y luego 
incluso hubo un poco de dolor. Alessandro se detuvo un momento cuando 
estuvo por completo dentro de ella y espero que le indicara continuar. 
Mientras tanto sus labios no se dedicaron a depositar besos por todo su 
cuerpo. 
Cuando el dolor desapareció ella levantó instintivamente las caderas y él 
lo tomó como una señal. La sujetó con firmeza de las caderas antes de 
comenzar a entrar y salir de ella una y otra vez. Ambos moviéndose al 
compás de una melodía que solo existían en sus cabezas, acompañada por 
sus propios gemidos. 
Ella se aferró a su espalda cuando el placer volvió a crecer dentro de ella 
hasta parecerle insoportable. Él agarró con fuerza las sabanas tomando 
más impulso y velocidad para penetrarla. 
Ava llegó a la cima primero en medio de un grito. Sintió como sus paredes 
se cerraban en torno a él y lo sujetaban con fuerza. Alessandro no pudo 
aguantar por mucho tiempo después de eso y se corrió. Soltó un gruñido 
que acalló en su hombro. 
Él se quedó un tiempo en su misma posición y le rozó los labios un par de 
veces antes de deslizarse fuera de ella y tumbarse a su lado. Sus 
respiraciones agitadas resonaban en la habitación. 
—Eso estuvo bueno —dijo Ava en medio de una sonrisa somnolienta. 
Su cuerpo aún estaba laxo y no creía que pudiera ponerse de pie incluso si 
su vida estuviera en riesgo. Gracias a Dios que no lo estaba. 
—¿Solo bueno? Tus gritos me dijeron mucho más que eso. 
Ava se sorprendió bastante por lo relajado que sonaba Alessandro. 
—Presumido. 
—No. Realista, cara. 
Ella se rio y poco después se quedó dormida. 
Alessandro la observó dormir un rato antes de ponerse de pie para salir de 
la habitación. No quería que ella se confundiera. 
Cuando estuvo vestido y de camino a la salida se dio cuenta de que no 
sería caballeroso dejarla así. Cambió de rumbo y entró al baño. Después 
regreso a la habitación con una toalla húmeda con la cual limpio a Ava. 
Ella estaba tan cansada que apenas y se movió por el contacto. 
Al terminar él la volvió a cubrir y esta vez sí se marchó. 
No quiso pensar más en desde cuando se preocupaba si alguien lo 
consideraba un caballero. 
 
Capítulo 7 
Estaba sentándose en el comedor junto con los niños cuando lo vio entrar. 
Hubiera querido salir corriendo como una cobarde, pero se refrenó. La 
orden de Alessandro era que siempre debía comer con los niños en el 
comedor principal. No podía escapar de sus obligaciones. 
Él le había dejado claro que durante el día ella no era más que era su 
empleada. Cumpliría con sus funciones como debía y fingiría que la noche 
pasada no había sucedido nada. 
—Buenos días, Alessandro —saludo reuniendo todo el valor que pudo. 
Era difícil dirigirse a él por su nombre después de la pasión compartida. 
Hubiera sido mejor llamarlo “señor”, eso la habría ayudado a mantener las 
distancias; pero órdenes eran órdenes. 
—Buongirno, papá. 
—Buongiorno figli miei. 
Alessandro se acercó a depositar un beso en la frente de cada uno de sus 
dos hijos. Ava regañó a su corazón por ponerse sentimental. Sí, él era un 
buen padre y sí, definitivamente era un buen amante. Pero era mejor no 
dejar que sus sentimientos se involucraran. No podía permitirse hacerse 
ilusiones. 
—Es mejor que se den prisa si no quieren llegar tarde a clases hoy —dijo 
con voz calma. 
Los dos pequeños la obedecieron casi al instante. Ninguno de ellos solía 
darle muchos problemas. Eran traviesos, pero nada fuera de lo común para 
niños de su edad. 
Mientras todos comían, la mesa se llenó de conversaciones. Fabrizio y 
Piero le contaban emocionados a su padre como les gustaba los días en 
que hacíamos pasteles por las tardes o también aquellos días que salíamos 
al parque a jugar. Él los escuchaba con atención aunque por momentos 
enfocaba su mirada en ella. Eran apenas segundos, pero causaban estragos 
en su cuerpo. 
—A mí me gusta más cuando hacemos pasteles —dijo Fabrizio. 
—Sobre todo comerlos —mencionó su hermano menor emocionado. Ava 
no pudo impedir soltar una pequeña risa por la franqueza e inocencia del 
menor—. La señorita Ava nos dijo que hoy haríamos un pastel de 
fambruesas —mencionó el menor. 
—Frambuesas —corrigió ella. 
—Ah, eso. —Piero miró a su padre y ella adivinó que le pediría algo—. 
¿Crees que puedas salir antes del trabajo para ayudarnos? 
Alessandro pareció pensar en ello antes de responder. Ella rezó en su 
interior para que tuviera algo importante que hacer. 
—¿A qué hora harán el pastel? —Se dirigió a ella. 
—Cinco, a esa hora los niños suelen haber acabado su tarea y descansado 
un rato. 
—Bueno creo que puedo unirme por esta vez —Sonrió a sus hijos. 
Los dos niños brincaron de emoción en sus asientos. Ellos necesitaban 
pasar esos momentos con su padre y aunque a ella no le gustará tanto la 
idea, se sentía feliz por ellos. Poco a poco volvían a ser los niños alegres 
de siempre. El fin de semana en casa de su madre al parecer no había sido 
tan divertido. 
Después de que regresaron de la visita con su madre por la tarde del día 
anterior ellos habían hablado muy poco de lo que habían hecho allí. Eso 
era muy inusual. Deberían de haber tenido cientos de historias que contar 
sobre eso antes de dormir la noche anterior. En especial el menor. 
El día anterior ella había estado expectante al regreso de los niños. Cuando 
por fin había oído el coche llegar se apresuró a la puerta principal y espero 
que se bajaran. Su padre venía con ellos. Él había salido a recogerlos una 
media hora antes. Al verla allí ambos habían corrido a saludarla. Después, 
aunque Alessandro le había insistido que él podía encargarse de los niños, 
ella había afirmado que ella no tenía problema en hacerlo. De todas formas 
ya estaba allí.Los niños le contaron algunas cosas de su fin de semana aunque más se la 
pasaron hablando de lo grande que era la casa de su mamá y de su gran 
piscina. Cuando ella les pregunto si habían nadado allí, ellos negaron. 
Aparentemente su madre no había podido entrar con ellos. Ella los vio un 
poco agotados, asumió que por el viaje, y les dio un baño antes de hacerles 
dormir. 
La madre de Fabrizio y Piero era una mujer… especial, por no decir otra 
cosa. Tenía dos lindos hijos, pero no parecía notar el regalo que eso 
significaba. Ava se había sentido tan tentada a ofrecerles entrar a la piscina 
de la casa con ella, pero no iba a poner a las pobres criaturas a compararla 
con su mamá. Lo menos que quería era quedar bien haciendo quedar mal 
a su mamá. Si los niños seguían teniendo ganas de entrar a la piscina se lo 
pedirían y ella accedería. 
Los niños terminaron pronto su desayuno y agradecieron antes de irse a 
lavar los dientes. 
Cuando levantó la cabeza Alessandro la estaba mirando atentamente. 
—No pareces contenta con la idea de que los ayude esta tarde —mencionó 
Alessandro. 
—Usted es el dueño de la casa, no importa lo que yo sienta al respecto. 
Además los niños necesitan pasar tiempo con usted. 
—¿Es esa una crítica al poco tiempo que paso con ellos? —Él mantuvo su 
tono era impasible. 
—Para nada, todo lo contrario. Pero un poco más de tiempo siempre es 
bienvenido por parte de ellos. 
—Me alegro contar con tu aprobación —Ella no se sorprendió del cinismo 
en su voz. 
—Si me disculpa, tengo que vigilar que los niños no se olviden nada —
anunció poniéndose en pie y comenzando a caminar a la salida. 
—¿Escapando? —preguntó volviendo a ser el hombre seductor. 
Ella se detuvo de golpe y se sonrojo al verse atrapada. Los niños podían 
arreglárselas solas, pero ella los usaba como excusa para no quedarse 
demasiado tiempo con su padre. No cuando al verlo único que le venía a 
la mente era la noche pasada. Sus manos recorriendo su cuerpo. Sus besos. 
Él llevándola al clímax un par de veces. 
Su rostro se tornó aún más rojo ante los recuerdos. 
—Después de todo lo que le hice a tu cuerpo no imaginaba que todavía 
podrías ponerte roja —dijo él con voz ronca. 
—No olvide su trato, señor. Durante el día solo soy su empleada. —Ella 
hablo con firmeza para que la tomara en serio. 
—Por el sonrojo de tu rostro, diría que no soy el único pensando en lo 
sucedido anoche. 
—Hasta luego —se despidió. 
Ella se apresuró en salir. La risa que él soltó la acompañó hasta que alcanzo 
a los niños en su habitación. 
En la última semana se había convertido muy buena en escapar. De hecho, 
en la última semana muchas cosas habían sucedido. Conoció a un tipo 
guapo, se volvió una tonta con problemas para hablar delante de ese tipo 
y, lo más importante, perdió su virginidad. 
Los niños estaban saliendo de su habitación cuando iba a llegar a su 
habitación. Les pregunto si llevaban todo y luego de que afirmaran y ella 
revisará su habitación solo para estar seguros. Los llevo hasta la parte 
delantera de la casa donde el auto ya los esperaba listo junto con su usual 
seguridad. 
Recordó las palabras de su amiga y observó al par de hombres vestidos 
con ropa casual. Solo los guardaespaldas de los niños se vestían así. 
Alessandro quería que sus hijos conservaran una normalidad dentro de lo 
posible. No tener guardaespaldas no era una opción, pero si podían verse 
y ser más amigables. El de la derecha era el más alto y tenía el pelo rubio, 
parecía sacado de un catálogo de perfumes, un hoyuelo aparecía en su 
mejilla cada vez que sonreía. El otro, por otra parte, parecía más serio y 
podría asegurar que había servido en la milicia, aunque no por eso era 
desagradable a la vista. Ambos eran atractivos, pero no provocaban en ella 
nada más que simpatía. 
—Después de haber perdido tu virginidad ya no te preocupa tanto acostarte 
con alguien —susurró una voz cerca de su oído. 
Ella se mantuvo seria y con la espalda firme. 
Su comentario pudo haberle molestado. Era demasiado machista y 
petulante. Pero prefirió contrarrestar el golpe. 
—Sí, nunca está de más de tener otras opciones. Él de la derecha no está 
tan mal, su aire misterioso lo hace más seductor. Pero creo que el de la 
izquierda es más lo mío parece tierno —No entendió de dónde sacó el 
valor para ser tan atrevida con su jefe. Se dijo que él se lo había buscado 
con sus constantes provocaciones. 
—Vigila lo que dices delante de mí, soy tu jefe. 
—Qué bueno que al fin lo recuerde. 
Ella se despidió con la mano de los niños que ya estaban en el auto y luego 
se dio la vuelta para regresar al interior de la casa dejando a su jefe allí 
esperando por su auto. Camino con paso firmes y se sintió orgullosa de 
por fin haberle respondido a Alessandro como se merecía. 
Durante la mañana siguió la rutina de todos los días. Primero arregló el 
cuarto de los niños y luego fue a ver a Beatrice para ofrecerle su ayuda. 
—La casa se siente demasiado en silencio cuando los bambini no están 
—mencionó Beatrice mientras cocinaba y ella ayudaba a ordenar la 
despensa. 
—Sí, demasiado. 
—No llevas mucho tiempo aquí y he visto que ya te adoran. Eres buena 
con ellos. 
—Como no serlo, son tan adorables. 
—Es cierto. ¿Y cómo van las cosas con el señor? 
—¿A… a que se refiere? —pregunto ella nerviosa aunque Beatrice pareció 
no notarlo. 
—Él es un buen hombre, solo que a veces tiene un carácter que ni quién 
lo aguante. 
Ava se soltó a reír por como la señora hablaba de su jefe. Era como si 
hablara de su hijo pequeño en lugar de un hombre hecho y derecho. 
—Tiene razón —dijo cuando al fin se recuperó—. Pero hasta ahora me ha 
tratado bien —El doble sentido que tuvo para ella misma sus palabras la 
hizo sonrojar. Agradeció que Beatrice estuviera mirando para otro lado. 
—Me alegro, porque los niños ya se han encariñado contigo y si te fueras 
les caería mal. 
Eso fue lo único dudar de lo sucedido la noche anterior con Alessandro. Si 
las cosas no terminaban en buenos términos, de alguna manera los niños 
también se verían afectados. Sacudió su cabeza y se dijo que nada saldría 
mal mientras ella no se encariñara con su padre. 
La mañana pasó volando y el almuerzo llegó. Solo estuvieron en la mesa 
ella y los niños. Alessandro había llamado para avisar que no aparecería a 
esa hora porque tenía que adelantar algunos trabajos debido a que se 
tomaría la tarde libre. 
Después de comer los niños hicieron su tarea con más emoción de la usual. 
Ella ayudó al mayor cada vez que tenían alguna duda y con el menor 
tuvieron que elaborar una pancarta sobre el cuidado de la salud. Cuando 
acabaron con sus tareas, ella los sacó al jardín para que jugaran un rato al 
balón. Se cansaron un tiempo después y los llevo a lavarse. Vieron un rato 
tele mientras su padre llegaba. 
Ella tenía todo listo y no les tomaría nada de tiempo ponerse a trabajar en 
cuanto Alessandro llegara. Ella había dejado todos los ingredientes 
separados a un costado para usar. Solo tendrían que medir las cantidades 
exactas. Tal vez lo hubiera hecho de no ser porque eso era algo que los 
niños disfrutaban hacer. 
A las cinco en punto se escuchó un motor afuera y los niños corrieron 
emocionados al primer piso. En el preciso instante que ella terminaba de 
bajar las escaleras, Alessandro entraba por la puerta. Sintió que cada 
minuto que pasaba a su lado caía en pozo del cual no había retorno. 
—Alessandro, buenas tardes —saludo y él asintió con la cabeza—. Niños, 
vengan. Su papá irá a dejar sus cosas y nos acompañará en la cocina. 
—No me tardaré —corroboró su padre. 
—Está bien —dijeron ambos y corrieron a lado de Ava. Ella los tomo de 
la mano y los dirigió en la cocina. 
En definitiva Alessandro no tardó tanto. Cinco minutos después, mientras 
ella dictaba las cantidades de cada ingrediente a los niños y verificaba que 
no lo hicieran mal, él apareció vestido en un polo de mangas cortas y unos 
pantalones jeans. La ropa formal lo hacía lucir seductor, pero la ropa casual 
lograba mucho más que eso. 
—¿Enqué puedo ayudar? —preguntó con una sonrisa en el rostro. 
Sus hijos le dieron instrucciones como verdaderos chef. En realidad ella 
les decía que hacer a ellos y estos a su vez le ordenaban a su padre. 
Contra todo pronóstico fue una tarde divertida y ella se relajó. Incluso 
llegó a bromear un par de veces con Alessandro y él con ella. No fue tan 
difícil pasarla bien en el momento que dejó sus inhibiciones atrás. 
Cuando estaban terminando de guardar los ingredientes Piero metió la 
mano mojada a la bolsa de azúcar impalpable y se la llevo a la boca antes 
de que cualquiera de nosotros lo viera. Su cara quedo blanca por todos 
lados delatando su pequeño crimen. 
—Piero, cariño, eso no se come así. Te va doler la barriga —le explicó con 
calma Ava. 
Ella lo cargo y entre sus brazos lo llevo hacia el lavadero para limpiarle el 
rostro. Le hizo mucha falta para no reírse. Alessandro, por otro lado, echó 
la cabeza para atrás y se rio. Esa la única señal para que los pequeños 
también comenzaran a hacerlo. Ella no se quedó atrás. 
Después de un rato se armaron y los niños corrieron a la sala a ver tele. 
Alessandro estaba más tranquilo y la miraba. El deseo que había en sus 
ojos la dejó petrificada, al mismo tiempo que la hizo sentir más deseada 
de lo que se había sentido en toda su vida. Eran los únicos en aquella 
cocina y se sintió tan tentada a romper algunas reglas. El temporizador 
sonó, devolviéndola a la realidad. 
 
Capítulo 8 
Un quejido la sacó de sus sueños. Al principio no distinguió de dónde 
provino el sonido. El lamento se volvió a repetir y se dio cuenta que 
provenía a través del intercomunicador. Su cerebro hizo la conexión. Los 
niños estaban despiertos y al parecer llorando. 
La preocupación la puso en alerta. Encendió la lámpara sobre su buró y se 
colocó sus pantuflas. Camino hacia la habitación de los niños con prisa y 
llegó lo más rápido que pudo. La puerta estaba cerrada de la habitación de 
los niños estaba cerrada. Eso quería decir que su papá no había venido. Lo 
más probable es que aún estuviera trabajando en la oficina. 
Al abrir la puerta encontró a los dos niños sentados en la cama del menor 
con la lámpara encendida. Prendió las luces para iluminar mejor el 
ambiente. Piero estaba llorando inconsolable y su hermano trataba de 
consolarlo. Fabrizio levantó la cabeza cuando las luces iluminaron la 
habitación y la miro con suplica en los ojos. 
No estaba para nada sorprendida de que el mayor, con tan solo 7 años, 
estuviera tratando de hacerse cargo de la situación. Era el que más se 
parecía en carácter a su padre. Ordenado, responsable y asegurándose que 
todo marche como debe de ser; pero sobre todo siempre velando por su 
familia. 
Ava se acercó a ellos y se sentó en la cama con forma de un automóvil. El 
mayor de los niños se hizo a un lado y ella cogió al niño lloroso entre sus 
brazos y lo sentó en sus piernas. 
—¿Qué pasa campeón? —peguntó en un susurro 
El niño no respondió. Se abrazó a ella con fuerza y ocultó su rostro en su 
pecho. Ella miró a su hermano para ver si él podía darle alguna respuesta. 
El solo movió la cabeza de lado a lado. 
No quería forzar a Piero a hablar, así que espero pacientemente. Se dedicó 
a consolarlo y frotó su espalda con cariño. Comenzó a cantar una nana que 
su madre solía cantarle de pequeña. Para cuando terminó el niño la miraba 
fijamente al igual que su hermano. Los llantos se habían detenido. 
—Me gusta como cantas —susurró el menor. 
—Gracias —sonrió para reconfortarlo—. Cuando era pequeña me acuerdo 
que solía tener miedo a dormir sola. Entonces me ponía a llorar para que 
mis papás me llevaran a su habitación. 
—¿No tenías hermanos? —intervino Fabrizio 
—No, soy hija única. Es algo bueno que ustedes se tengan el uno al otro. 
Ser hijo único no siempre es genial. —Los dos se tomaron de la mano. 
Ellos tenían un vínculo innegable—. Cuando lloraba mi madre solía 
cantarme esa canción —continuó con su relato. Con su mano acaricio el 
delicado rostro del niño en sus brazos—. Para cuando ella terminaba de 
cantar yo estaba dormida. 
—Es una buena canción —dijo Piero asintiendo con solemnidad—. 
¿Puedes cantarla de nuevo? 
—Por supuesto. —Comenzó a cantar nuevamente. 
Era una canción de tonada alegre. Hablaba de un pequeño ratón que le 
temía al bosque y estaba muy asustado. Pero lo que le parecía peligroso 
pronto se convertía en una aventura y el pequeño ratoncito terminaba 
divirtiéndose. 
Escuchó unos aplausos en cuanto termino de cantar. Al levantar su cabeza 
vio en la puerta a Alessandro mirándola con una sonrisa de medio lado. 
Ella se sonrojó un poco, era algo inevitable cuando se encontraba frente a 
él. Los niños, imitando a su padre, también comenzaron a aplaudir alegres. 
No había visto a Alessandro desde la cena. Él tenía demasiado trabajo por 
lo que después de comer se había retirado a su oficina. Noches como esas 
él no venía a su habitación y ella no lo esperaba. No negaba que igual lo 
añoraba hasta quedar dormida. 
—¿Cuánto tiempo llevas allí? —preguntó Ava. 
—Lo suficiente como para haberme deleitado dos veces con tu melodiosa 
voz. —Es decir bastante tiempo y ella no lo había notado. Era raro cuando 
podía notarlo en cuanto él entraba a una habitación. Tal vez era porque 
había estado más concentrada en los niños. 
Alessandro caminó directo hacia donde ellos estaban. Extendió los brazos 
para que su hijo pasara de los brazos de ella a los de él. Su corazón se 
apretó al verlo actuar con tanto cariño. 
—Papà —dijo Piero y se trepó a su padre. Luego su jefe se sentó a su 
lado con su hijo abrazado a su cuello. Él lo consoló con algunas palabras 
en italiano. 
Ella aprovechó para llevar de la mano a Fabrizio hasta su cama. 
—Eres muy buena —El niño subió a su cama y se metió en la cama. 
—Como no serlo con un par de angelitos. —Arropó y depositó un beso en 
la frente del pequeño. Él sonreía por el alago aunque se veía un poco 
avergonzado. 
Poco después Fabrizio cayó rendido. No le sorprendió, era cerca de la una 
de la mañana. Al girarse vio que el otro pequeño se había quedado dormido 
en los brazos de su padre. Su respiración por momentos irregular era el 
único indicio de que había estado llorando. 
Miró a Alessandro al rostro y este tenía la vista fija en ella. No era la 
primera vez que la miraba de aquella manera. Era una mezcla de 
curiosidad con sorpresa, pero siempre había una emoción que se le 
escapaba. 
—Deberíamos ponerlo en su cama —sugirió. 
Él asintió. Se levantó, lo metió debajo de sus cobijas y lo cubrió. 
—Al parecer las pesadillas no se fueron por completo —mencionó 
Alessandro sin girar a verla—. Antes de que su madre y yo nos 
separáramos él solía tener muchas. Creo que eran porque su madre y yo 
no hacíamos otra cosa que pelear. Aunque yo trataba de que ellos no 
estuvieran presentes, los niños pueden darse cuenta de todo. Además creo 
que ella los manipulaba en su favor. 
—Lo siento —dijo con sinceridad. 
—Ellos te quieren. 
—Y yo a ellos —respondió mirando a los pequeños en su cama. No hubo 
vacilación en su voz al hablar. Ambos habían capturado su corazón. 
—¿Y por mí? —su pregunta la descolocó—. ¿Qué sientes por mí? —
continuó mientras se acercaba a ella. 
Ella trataba de entender a que se debía su pregunta y como responder. Sin 
embargo no tuvo oportunidad de decir nada. Él la tomó en sus brazos y la 
beso. 
Tres semanas habían pasado desde que conocía a Alessandro y la pasión 
que sentía hacia él no hacía más que crecer. Cuanto más lo conocía más lo 
admiraba, más lo deseaba y… más le gustaba. Cada día se tenía que 
recordar que ni la admiración ni el deseo eran amor. Pero sentía que de 
todas formas se enamoraría de él tarde o temprano y las cosas no 
terminarían bien para ninguno de los dos. 
Él dejó de besarla y pegó su frente a la suya. Sus respiraciones eran 
agitadas y se mezclaban. 
—Creo que deberíamos salir. No queremos que los niños nos encuentren 
en una situación comprometedora. —Él le sonrió y sus piernas se 
flaquearon. 
Ella se espabilócon rapidez. Al menos alguno de los dos podía mantener 
el control. 
Alessandro la llevó hacia afuera sujeta por la muñeca y, después de 
asegurarse de que la habitación de los niños estaba cerrada, la arrastró a 
través del pasillo. Sabía de antemano lo que iba a suceder y no hizo nada 
para detenerlo. Ella también deseaba que sucediera. 
—No tengo el intercomunicador conmigo. 
—No te preocupes yo tengo otro en mi habitación —respondió el de 
inmediato. Debió de suponerlo, él no era alguien descuidado en especial 
si se trataba de sus hijos. 
La llevó directo a su habitación. Era la primera vez que entraba en ella. 
Cada vez que tuvieron sexo en las últimas dos semanas, fue en la 
habitación de Ava. 
Entraron y apenas tuvo tiempo de observar a grandes rasgos como era su 
habitación. Una cama grande estaba en medio y había un par de puertas. 
Asumió que debían de ser del baño y del armario. Un sofá se encontraba 
en una de las esquinas y otro en una de las ventanas. No se pudo imaginar 
a Alessandro sentado allí relajado. Estar sentado sin trabajar no parecía 
algo de él. Probablemente se moriría de aburrimiento. 
Él se le abalanzó y volvió a besarla. Su lengua la dominó por completa. 
Era un beso necesitado. Sus manos la recorrieron de arriba abajo. La 
empujo hasta su cama y la recostó en ella. Poco a poco la desvistió 
mientras ella hacía lo mismo con él. 
Aunque comenzaron frenéticos, poco a poco se calmaron. Todo fue 
diferente esta vez o al menos se sintió así. Se tomaron su tiempo para 
reconocer el cuerpo del otro y cuando al fin se unieron en uno hubo un 
sentimiento oculto detrás de todo. Él la tomo con delicadeza y con cariño. 
No quería hacerse ilusiones, pero tampoco podía negar el sentimiento 
implícito cada vez que el entraba en ella. 
Un par de lágrimas escaparon de su rostro al llegar al éxtasis. 
Alessandro cayó rendido sobre ella, pero luego rodo a su costado. 
—Cada vez que estamos juntos creo que ya no podremos superarlo y 
siempre me equivoco. 
Ella quería decir algo, pero se sentía muy confundida como para 
responder. 
Un suave ronquido le alertó que Alessandro se había quedado dormido. 
Debía estar realmente cansado. En todas las veces que habían estado 
juntos, ella era siempre la primera en quedarse dormida. Además siempre 
solían hablar un poco más. A él le gustaba preguntarle muchas cosas sobre 
su vida. Ahora que lo pensaba él casi nunca hablaba de su vida. Siempre 
se mantenía reservado. Hoy había sido la segunda vez que él mencionaba 
a su esposa desde que había empezado a trabajar para él. 
Trato de levantarse pero él la tenía sujeta por la cintura. Intento un par de 
veces más antes de darse por vencida. Su agarre sobre ella era fuerte. No 
sabía cómo retirarse sin despertarlo y no quería hacerlo. Él merecía 
descansar. Trabajaba demasiado y a veces parecía cargar el peso del 
mundo sobre sus hombros. 
Ava se quedó mirando el techo un largo tiempo y en algún momento debió 
de quedarse dormida. 
La próxima vez que abrió los ojos el sol se estaba asomando por la ventana 
y pese a haber dormido tan poco no se sentía tan agotada como otras veces. 
Alessandro aún no despertaba. Ambos se habían movido mientras 
dormían. Ava tenía la cabeza sobre su pecho y él la rodeaba por la espalda. 
Esta vez no fue tan difícil salir de su agarre y él no se despertó. Ava se 
vistió y salió de puntillas. Al cerrar la puerta a sus espaldas se aseguró de 
no hacer ruido. 
Camino por los pasillos y bajo las escaleras. Llegó a su habitación con un 
destino fijo: la ducha. Un relajante tiempo en la bañera hubiera sido mejor, 
pero tendría que conformarse. No tenía una bañera en su cuarto y tampoco 
había mucho tiempo. En nada los niños se levantarían y la necesitarían. 
La ducha la ayudó a lidiar con sus confusos pensamientos y emociones. 
Cada minuto que pasaba despierta todo lo sucedido durante la madrugada 
cobraba más fuerza en ella. No podía ignorar la pregunta que él le hizo 
antes de besarla y en lo que hubo de diferente al hacer el amor con 
Alessandro. 
No tenía muchas experiencias en lo que respectaba a las relaciones. Su 
única relación pasada había resultado todo un fiasco de la cual salió herida. 
No tenía ningún sentido intentar comprar su relación con Marc con lo que 
tenía con Alessandro. Este último siempre le hablaba con sinceridad y 
encendía su cuerpo como jamás lo logró hacer su exnovio. 
Cerró la ducha y agarró una toalla. Mientras secaba su cuerpo se preguntó 
qué pensaría Alessandro al despertar y no encontrarla en su cama. Estaría 
molesto o le sería indiferente. No era como si él se hubiera quedado a pasar 
alguna noche con ella. Él siempre se iba en algún momento después que 
ella caía en los brazos de Morfeo. La primera vez le había resultado 
tranquilizante, pero conforme se sentía más conectada a él comenzaba a 
causarle incomodidad que no permaneciera a su lado. 
Definitivamente ya no estaba pensando con claridad. 
 
 
 
Capítulo 9 
No vio a Alessandro durante el desayuno. Fue un alivio después de haber 
pasado la noche en su cama y tener los pensamientos enredados. Aunque 
esto último era algo constante desde que había llegado a esta casa. 
Cuando no lo vio durante el desayuno creyó que él estaba escapando, pero 
resulto que solo era uno de esos días en que tenía que ir a su empresa para 
resolver algunos asuntos. A veces se preguntaba cómo hacía él para tener 
tiempo para sus hijos con tanto trabajo que hacer. 
Su empresa era una de las más grandes del país y era seguro que 
Alessandro tenía muchas responsabilidades. Sin embargo, hasta ahora, 
siempre procuraba estar en todas las comidas de los niños o como mínimo 
en una de ellas. Eso era bastante bueno porque se podía ver que sus hijos 
estaban creciendo con amor y estabilidad pese a la circunstancias. 
Miró a los niños sentados a los lados de la mesa. Estaban en el comedor 
familiar. Había otro salón al otro lado que era para eventos grandes que se 
organizaban en la casa. Era enorme al igual que el salón de baile. 
Los niños esta mañana estaban más felices de lo usual. Ava estaba segura 
de que se debía al evento que tenían en la escuela o para ser más exactos 
a que su madre iría a verlos. Ambos habían estado ensayando sus actos 
durante toda la semana. El mayor, debido a su timidez, no le había dejado 
presenciar ninguno de sus ensayos hasta estar seguro de que ya estaba listo. 
En cambio el menor había querido que ella estuviera en cada uno de sus 
ensayos siempre preguntando qué tan bonito lo había hecho. 
Ava se encargó personalmente de los trajes que usarían. Podía haberlos 
encargado a alguna tienda. Alessandro le había dado el número de una 
modista para niños. Aun hacía su mayor esfuerzo para no reír al pensar en 
eso. En la escuela que ella había trabajado los padres hacían los disfraces 
o los compraban de una tienda. Nadie iba a una modista para niños. 
Al final optó por elaborar los trajes ella misma. No era nada difícil y 
además había hecho atuendos más extravagantes y con poco presupuesto 
mientras enseñaba en la última escuela que trabajo. 
La experiencia fue divertida. Los niños la pasaron bien yendo de compras 
y luego incluso le habían sugerido como debería hacer algunas cosas. El 
resultado final fue de su agrado y del de los dos pequeños. Ellos habían 
llevado con orgullo su vestimenta el día anterior a su escuela. La profesora 
había solicitado que los trajes se entreguen un día antes para evitar 
cualquier contratiempo. Como no había escuchado ninguna queja asumió 
que todo iba bien. Aunque tampoco esperaba reclamos, los trajes eran tal 
como los habían solicitado. 
Marena, la madre de los pequeños, había confirmado que asistiría al evento 
y sus hijos no podían estar más contentos. Gracias a eso incluso el 
incidente de la noche anterior parecía haber quedado en el olvido para el 
pequeño Piero. Los dos niños no podían dejar de hablar con orgullo de su 
mamá. 
Después del desayuno llevó a los niños a lugar donde el carro al igual que 
el guardaespaldas ya losesperaba. Piero corrió hacia Sam, como sabía 
ahora que se llamaba el guardaespaldas con un hoyuelo en la mejía. Al 
igual que ella era estadounidense, pero ya llevaba trabajando 3 años para 
Alessandro. 
El hombre se puso en posición de defensa para recibir el ataque del 
pequeño, era un juego que practicaban con frecuencia. El cuerpo de Piero 
impacto con fuerza contra el de Sam. 
—Esta vez estuviste más cerca de tumbarme, pequeño hombrecito —dijo 
Sam con una sonrisa en el rostro. 
—Pronto te venceré —chilló Piero saltando de un lado a otro. 
Ava sonrió al ver la interacción entre los dos. 
—Saluden —ordenó ella. Recordándoles sus modales. 
—Buenos días, Sam —dijeron a unísono ambos. 
—Buenos días, niños —Miró en su dirección y continuó—. Señorita —
Movió la cabeza como saludo. 
—¿Cómo va todo Sam? 
—Muy bien señorita Ava. —Ya se había cansado de insistirle al hombre 
de que la llamara solo por su nombre. Él probablemente era mayor que ella 
por unos diez años, pero seguía insistiendo en llamarla formalmente. 
Todos se despidieron de ella y subieron al auto. El carro se alejó y ella 
regresó al interior de la casa. Sin los niños allí, el silencio reinaba por todos 
lados. El personal de limpieza llegaría dentro de media hora todavía y aun 
ellos no eran capaces de igualar el bullicio que causaban los pequeños. 
Empezó con sus actividades diarias. Ella tenía ya una rutina establecida 
para las mañanas y cuando terminaba se dirigía a la cocina para ayudar a 
Beatrice. A ella le gustaba la compañía de la mujer. 
Ava estaba terminando de acomodar algunas cosas en la habitación de los 
niños cuando su celular comenzó a sonar. Al mirar el identificador vio que 
se trataba de Alessandro y contestó de inmediato. 
—Ava, necesito que me hagas un favor —dijo él después de un corto 
saludo. 
Por un momento se quedó en completo silencio. Alessandro no pedía 
favores. Él daba órdenes y esperaba que el resto las cumpliera. Estaba más 
acostumbrada a eso que a esta faceta de él. 
—Dime —dijo volviendo a tutearlo. Tratarlo formalmente ya no tenía 
mucho sentido, eso no impediría que se enamorara de él. 
—Marena acaba de llamarme y me dijo que se le presentó una emergencia 
—la ironía en la voz de Alessandro era notoria—. En cinco minutos entro 
a una junta muy importante y no puedo cancelarla. Puedes ir al evento de 
mis hijos. 
—No tienes que darme explicaciones —Ella era consciente que tal vez 
esto era algo que escapaba de sus funciones, pero para el sueldo que le 
pagaban tampoco se iba a quejar. Además, independientemente del dinero, 
ella adoraba a los niños y no quería que la pasaran mal—. Con gusto iré, 
pero ¿no habrá algún problema? 
—Ya avise que irás. 
—Está bien. 
Terminó la llamada con una despedida y comenzó a alistarse. Trato de 
hacerlo lo más rápido posible porque no tenía demasiado tiempo. 
Ava se sintió triste por los niños mientras conducía hacia su escuela. Ya 
podía ver sus caras tristes en cuanto la vieran a ella y no a su madre. Ellos 
habían estado tan emocionados con la idea de que su madre los viera en el 
escenario. Para un niño cosas como estas eran muy importantes. Aun peor 
era que su padre tampoco podría ir, en su lugar solo estaría la niñera. Si 
tan solo Marena hubiera cancelado con anticipación, Alessandro habría 
hecho un espacio en su agenda. Estaba segura de eso. 
Cuando llegó a la escuela vio un montón de carros estacionados y padres 
caminando hacia adentro. Se acomodó las gafas sobre la nariz y bajo del 
auto. 
—Buenos días —saludo al portero de la última vez que vino. 
—Buenos días. Siga a los demás padres para llegar al auditorio —le indicó 
el amable hombre. 
Ella hizo lo que el hombre le dijo y en nada estuvo entrando a un auditorio 
considerablemente grande. Escogió uno de los asientos de en medio. 
Mientras esperaba que todos los padres terminaran de llegar y acomodarse, 
miró el lugar. Había algunos adornos pegados en las paredes; nada 
llamativo, pero definitivamente hermoso. También vio un letrero que 
colgaba por encima del escenario. 
La voz de quién asumió era la directora llenó el auditorio y todos los 
asistentes quedamos en silencio. Empezó con el típico discurso de 
bienvenida y luego dio el pase al primer profesor. 
—Buenos días con todos. En esta ocasión la preprimaria tiene el honor de 
abrir esta ceremonia con una canción. 
Poco a poco los niños vestidos de diversos animalitos se acomodaron 
detrás de su profesor y cuando él dio la orden los niños comenzaron a 
cantar. Era lindo verlos cantar a viva voz muy poco preocupados por sonar 
afinados y aun así sonaban muy bien. Vio a Piero vestido de oso hacia el 
medio. Era uno de los que más empeño parecía ponerle. Él parecía tan 
concentrado en hacerlo lo mejor posible que parecía no haberse dado 
cuenta de que su madre no se encontraba en el público. 
Cuando los niños terminaron de cantar los aplausos no se hicieron esperar. 
Ava se puso tensa cuando Piero comenzó a mirar de un lado para otro. Ella 
supo que estaba buscando a su madre. Notó el preciso momento en que él 
la vio y no a su mamá. Primero pareció confundido y luego un rayo fugaz 
de entendimiento y tristeza cruzo por sus ojos. Era pequeño, pero no tonto. 
Quería alejar esa tristeza de ese dulce niño, lo saludó con una sonrisa en el 
rostro. El grupo se alejó y ella se quedó preocupada, aunque había visto 
una pequeña sonrisa en el rostro del pequeño. 
Pasó un grupo más antes de que el grupo de Fabrizio pasara al frente a 
interpretar una actuación. Fabrizio recitó cada uno de sus diálogos con una 
precisión y ella se sintió muy orgullosa por su desempeño. Aunque aún sí 
se hubiera olvidado que decir en algún momento, ella se hubiera seguido 
sintiendo de la misma manera. Él la detectó en el público más rápido que 
su hermano. No pareció sorprendido de verla allí. Era como si supiera 
desde un principio lo que pasaría. 
Al terminar el espectáculo fue a esperar a los niños en el pasillo cerca de 
la salida para que la pudieran encontrar con facilidad. 
Estaba parada sola fingiendo que veía algo interesante en su celular. No 
quería interactuar con nadie. 
Una mano se colocó sobre su hombro y alguien deposito un beso en su 
mejilla. La fragancia no le fue difícil de reconocer. 
—¿Alessandro? —Se giró para mirar al hombre parado a su lado. Verlo 
todo imponente a su lado le dijo que no se había equivocado con su 
suposición. 
Contuvo el impulso el impulso de llevar su mano hasta donde él la había 
besado. 
—Siento llegar tarde —dijo él con total normalidad. 
Ella estaba confundida. Se preguntó si acababa de entrar en alguna especie 
de universo paralelo. Un universo muy loco. 
>>¿Cómo fue la actuación de los niños? 
—Perfecta —Se las arregló para responder— Lo hicieron muy bien. 
Él sonrió orgulloso. 
—Iré a buscarlos, espera aquí —anunció y volvió a besarla en la mejilla. 
Antes de poder detenerlo se alejó con pasos largos. 
Vio a varias personas observándola. Al menos iba vestida para la ocasión. 
Había cambiado el típico jean, camiseta y converse de siempre por un 
vestido casual color crema que le llegaba hasta las rodillas, un abrigo y 
unos zapatos de tacón. 
Un par de madres caminaron en su dirección. Miro a los costados buscando 
un lugar donde esconderse hasta que Alessandro y los niños regresaran. 
Pero no había escapatoria. Genial, ahora tenía que responder preguntas 
incómodas gracias a Alessandro. Si no fuera su jefe ya le hubiera dicho un 
par de cosas. De hecho lo haría en cuanto estuvieran a solas. Jefe o no, no 
tenía el derecho a someterla esto. 
—Es una sorpresa que el Señor de Lucca haya traído a una de sus novias 
a un evento escolar —dijo una de ellas después de que ambas la 
saludaran—. ¿Lo vuestro debe ir en serio. 
La falsa amabilidad no la engañó ni por un instante. 
Por un breve segundo tuvo que decidir entre sacarlas de su error o dejarlas 
pensar lo que quisieran. Optó por fingir ingenuidad y disimuladamente 
cambio de tema. Que las mujeres pensaran lo que quisieran. Si ellas 
querían asumir queera la nueva novia de Alessandro que lo hicieran. 
Además si él la había besado en público probablemente tenía menos que 
ver con motivos románticos y más con algún motivo racional que ella 
averiguaría pronto. No pensaba dejarlo como un mentiroso. No es como si 
le importara mucho lo que gente como esta pensaba de ella. 
—Ava —gritó Piero apareciendo en medio de la multitud y lanzándose a 
ella. La abrazó por la cintura y ella le devolvió el gesto. Espero a que él la 
soltara para ponerse en cuclillas para felicitarlo. 
—Eso estuvo genial campeón. 
—¿Verdad que sí? —Su seguridad la hizo sonreír. 
—Por supuesto. Les preparare su pastel favorito como premio —lo último 
lo dijo en un susurro para que el par de chismosas no la escucharan. 
Fabrizio apareció poco después junto a su padre. 
Las indiscretas señoras se alejaron discretamente. Por sus rostros parecían 
estar tratando de descifrar que representaba ella para los De Lucca. La 
sorpresa que se llevarían si se enteraran que solo era la niñera. 
>>Esa interpretación estuvo estupenda —alabó ella a Fabrizio. El niño 
solo se sonrojó mientras ella lo abrazaba. 
—Ava preparará nuestro pastel favorito —le dijo el menor a su hermano 
como quién cuenta un secreto. 
—Pero de que sabor será. A ti te gusta más la vainilla y a mí el chocolate 
—respondió el. 
—Como lo hicieron bien allá. Haré dos no tan grandes, uno de cada sabor. 
Ambos saltaron emocionados por su respuesta. 
—¿Y que ganó yo? —preguntó Alessandro juguetón. 
—Usted nada, caballero. Usted no participo en nada. 
—Acabo de cerrar un trato muy costoso. 
—Eso no es tan importante como lo que hicieron hoy los niños. ¿Verdad 
que no? —les preguntó a los hijos de su jefe. 
Los niños se rieron de su padre y negaron con la cabeza. 
—Traidores —les dijo su padre. 
Las risas no se hicieron esperar. 
Ava se giró a mirar a Alessandro y notó que él la miraba con intensidad. 
Ella se puso color carmesí al caer en cuenta de que acababa de tratarlo 
como un amigo. 
—Será mejor que nos vayamos —dijo ella tratando de controlar su 
nerviosismo. 
Él solo asintió ante sus palabras y se pusieron en marcha con los niños 
delante. 
—Bueno, igual obtendré mi premio en la noche. —Se las arregló él para 
susurrar en su oído mientras caminaban lado a lado. 
 
 
 
 
Capítulo 10 
Ava llegó a la oficina de Alessandro perdida en sus pensamientos. Era 
viernes cerca del mediodía. Los niños estaban en la escuela y dentro de un 
par de horas estarían en casa. Un par de semanas había pasado desde que 
actuaron. Las cosas con Alessandro habían cambiado un poco desde 
entonces. 
Eran cambios pequeños, pero que le creaban confusiones respecto a sus 
sentimientos. Las noches que él no venía a su habitación porque estaba 
trabajando, ella le llevaba un café a su oficina y se quedaba allí tan solo 
haciéndole compañía por un rato. Él no parecía molesto por su presencia 
incluso parecía disfrutar del gesto. Las bromas se habían vuelto más 
usuales entre ellos y cada vez se sentía más cómoda en su compañía. 
Los niños no habían tardado mucho en olvidar que su madre no los había 
ido a ver a su actuación. Aunque no habían dejado pasar la oportunidad 
para contarle lo bien que les había ido y como Ava los había premiado con 
sus postres favoritos. Marena no había hecho ningún esfuerzo por 
disimular que no le agradaba lo cercana que se estaba volviendo a sus 
hijos. 
En cuanto estuvieron a solas incluso la había bombardeado con indirectas 
de como la había sorprendido lo rápida que había sido. También le había 
dado algunos “consejos” que ella había sabido ignorar por completo. 
Los chismes de Alessandro besándola en público habían llegado a sus 
oídos mucho antes que sus hijos le mencionaran su presencia en el evento. 
Al igual que hizo con las madres cotillas de la escuela, no respondió a sus 
acusaciones. Le importaba muy poco lo que pensará de ella. Estaba claro 
que sin importar lo que Ava dijera, ella no le creería. Además negar 
cualquier relación con Alessandro sería una mentira. 
Cuando comenzó a acusarla de oportunista y trepadora, se fue en busca de 
los niños. Había tenido suficiente por esa tarde. Un poco más y hubiera 
comenzado a idear como desaparecer la sonrisa hipócrita de su rostro. 
No había dejado que sus insinuaciones ponzoñosas le hicieran daño. Eran 
comentarios de una mujer que le gusta causar daño. 
Pensar en que al día siguiente la tendría que volver a ver, le provocaba un 
sabor de boca amargo.. 
Dio un par de golpes antes de adentrarse en la oficina de Alessandro. Él 
estaba acompañado de otro hombre. Ambos se pusieron de pie al verla 
entrar. 
—Buenas tardes —saludó. 
No era la primera vez que Alessandro realizaba sus reuniones en casa. Pero 
si era la primera que se encontraba con alguna de sus visitas. 
—Buenas tardes. —El hombre se le acercó con la mano extendida —Un 
placer conocerla. Soy Carlo. —Se acercó con la mano extendida. 
—El placer es mío —respondió con cortesía. 
Carlo era un hombre alto, aunque no tanto como su jefe. Tenía el cabello 
castaño y los ojos verdes. Una sonrisa adornaba su rostro. Era atractivo, 
pero no le provocaba ninguna reacción. 
—No sabía que estabas escondiendo una belleza americana entre estas 
paredes —dijo mirando a Alessandro, aun sin soltar su mano. 
Ava comenzó a sentirse incomoda. 
—Desde cuando tengo que decirte quien se queda en mi casa —
Alessandro sonó muy agresivo. Carlo echó la cabeza para atrás y soltó una 
carcajada profunda. Ella lo miró abstraída, tenía que reconocer que el 
hombre tenía su atractivo—. Señorita Ava —Alessandro llamó su 
atención. 
Ella se las ingenió para escapar del apretón de Carlo e inmediatamente se 
volvió a mirarlo. Trato de no prestarle mucha importancia al hecho de que 
acababa de llamarla con tanta frialdad y formalidad. Se recordó que ante 
el resto él seguía siendo su jefe y ella su empleada. Debía guardar las 
apariencias. 
—Dígame, señor. 
—Los niños y usted comerán solos esta tarde. Nosotros comeremos 
después. —Su información produjo una incomodidad en ella. 
—Sí, señor —dijo mientras asentía con la cabeza. 
—¡Oh, vamos! Alessandro no pensaras privarme de tan bella vista ¿por 
qué no puede acompañarnos durante la cena? 
—Carlo, no es momento para tus indiscreciones. Tenemos negocios que 
tratar —respondió estoico. 
—Señorita, puede retirarse. 
—Con permiso —les dijo a ambos. 
Escuchó que ellos continuaban hablando, pero no logró escuchar muy bien 
de qué. Creyó escuchar su nombre, pero no estaba segura. 
Se alejó del pasillo furiosa consigo misma. Hasta ese momento había 
comenzado a olvidar la posición que ocupaba en esa casa. 
Odiaba la sensación que se estaba apoderando de su corazón. Era dolor. 
Se dijo que no tenía derecho a sentirlo. Pero de todas formas lo estaba 
sintiendo. Acababa de darse un duro golpe con la realidad. No entendía 
porque la había tratado tan formal delante de ese amigo, si el mismo había 
insistido en nada de formalismos desde el primer día. 
Sacudió la cabeza y se regañó. Debía dejar de pensar que era parte de la 
familia de Alessandro y sus hijos. Debía impedir que sus sentimientos por 
él siguieran creciendo. 
Detuvo su andar abruptamente. Ahora entendía porque estaba molesta con 
él. Había comenzado a quererlo. 
Un pequeño dolor de cabeza le comenzó a molestar. Se dijo que debía ser 
por el estrés y por el revoltijo de emociones que no podía entender. 
Antes de ir a esperar a los niños se fue a tomar un calmante. Lo último que 
necesitaba era enfermarse. 
Después de tomar las pastillas miró su reloj y decidió descansar un rato. 
Fabrizio y Piero aun tardarían en llegar. Programó su alarma para dentro 
de media hora antes de dormir. Eso le daría tiempo para recuperarse. 
No tardó mucho en dormirse. 
El sonido insistente la sacó de sus sueños y se puso de pie de inmediato. 
Luego de arreglarse fue a esperar a los niños que pronto llegarían. 
El almuerzo con los niños pasó sin ningún percance y luego se pasaron la 
tarde haciendo tareas. 
Era cerca de la seis de la tarde y ellase encontraba jugando con los niños 
cuando Alessandro apareció en la habitación. Estaba vestido con un look 
más casual. No era la primera vez que lo veía vestido así, pero le seguía 
afectando. A sus 38 años él lucía muy bien y la ropa casual no hacía más 
que favorecerlo. 
—¿Puedo unirme? —preguntó. 
—¡Siiii! —gritaron los niños. 
Ella se puso tensa de inmediato. No tenía ganas de pasar tiempo con él. 
No tenía ganas de fingir que estaba bien su presencia. Cuando Alessandro 
se acercó, ella se alejó. 
—¿Escapando? —preguntó él en tono juguetón. 
No tenía ganas para bromas. 
—Es bueno que pasen tiempo juntos sin un tercero —Antes de que pudiera 
detenerla desapareció de la habitación. 
Los niños estarían hambrientos después de jugar y aunque la cena estaba 
lista. Se dirigió a la cocina a preparar un poco de chocolate caliente. Eso 
mantendría sus manos ocupadas y con suerte sus pensamientos también. 
Los tres aparecieron en la cocina media hora después. Traían una sonrisa 
de alegría y se veían cansados. 
—Espero se hayan lavado las manos. —Ambos pequeños movieron la 
cabeza afirmando—. Entonces vayan a la mesa, pronto les llevaré un poco 
de chocolate. 
Ellos no perdieron el tiempo y salieron corriendo. 
Vio a Alessandro con ganas de hablarle, pero ella le entrego las tazas de 
sus hijos antes de que pudiera decir algo. 
Durante la cena no le dirigió ni una mirada a Alessandro. En su lugar 
dedicó cada gramo de su atención a su plato de comida y a los niños. 
Incluso cuando Alessandro vino a acostar a los niños despareció de la 
habitación. A diferencia de otras noches que solía quedarse. 
Entro a su habitación y aunque tuvo el impulso de ponerle el pestillo a la 
puerta, eso le parecía demasiado infantil. 
El dolor de cabeza volvía a aparecer de nuevo y maldijo a Alessandro por 
confundirla. Aunque sabía que él no tenía la culpa y probablemente estaba 
exagerando las cosas. 
Prendió la lámpara sobre el buró antes de apagar la luz de su habitación. 
Se movió hasta el baño, tomó otra pastilla para el dolor y, después de 
cambiarse, se acostó. 
El dolor comenzaba a ser fastidioso, tan solo esperaba que la pastilla 
hiciera efecto pronto. 
Los segundos pasaron y el latido insistente en su cabeza no la dejaba en 
paz. Apenas había logrado comenzar a dormirse cuando una voz le habló. 
—¿Ahora te estás ocultando de mí? 
—No estoy de humor esta noche —dijo sin siquiera mirarlo. 
Debía de haber estado un poco más dormida de lo que creyó porque no lo 
había escuchado entrar a su habitación. 
—No me digas, ¿te duele la cabeza? 
—Precisamente eso. 
—Tendrás que inventar una excusa mejor. He escuchado lo mismo unas 
cuantas veces durante mi matrimonio. —No tenía que ser adivina para 
saber que estaba irritado. 
—Piensa lo que quieras. 
Aun no lo miraba. Esperaba que se machara pronto. Sucedió todo lo 
contrario, el prendió las luces de su habitación y escuchó sus pasos 
acercarse. 
El dolor no hacía más que aumentar con el brillo de la luz. Esta vez sí lo 
miro o para ser exactos lo fulmino con la mirada mientras se incorporaba 
para decirle que se largara. 
—¿Puedes apagar eso, por favor? 
Él la miraba frustrado, pero su rostro cambio a preocupación en un 
santiamén. 
—Te ves fatal. 
—Genial, lo que me faltaba escuchar. 
Ignorando el sarcasmo en su voz él se acercó y colocó una mano en su 
frente. 
—Estas caliente. ¿Desde qué hora estás así? 
—Los malestares empezaron por la tarde, pero ahora está un poco peor. 
—Llamaré a mi doctor. 
—No es necesario, ya tome una pastilla para el dolor. Solo necesito que 
apagues la luz y te vayas. 
—¿No recuerdo que en tu currículo dijera que eras doctora? 
No supo que responder, así que dio un respiro de resignación y asintió con 
la cabeza. No había terminado de aceptar y él ya estaba sacando su celular 
para llamar a quién supuso era el doctor. No prestó mucha atención a lo 
que decía, se volvió a recostar y espero volver a quedarse dormida. 
Aunque no le parecía muy posible. 
—Ahora, ¿puedes apagar la luz? —preguntó en cuanto él termino la 
llamada—. La cabeza me va reventar si tengo que seguir aguantando la 
luz. 
—Está bien —Poco después la única fuente de luz era la que venía de la 
lámpara. 
Ella escuchó a Alessandro moverse de un lado a otro y luego un paño 
húmedo estaba en su frente. 
La conciencia de Ava comenzó a ir y venir por momentos. Creyó escuchar 
sonar la puerta principal en algún momento. 
—Deberías abrir —sugirió. 
De noche ningún personal, a excepción de ella, se quedaba en la casa. 
Incluso los guardaespaldas tenían una pequeña vivienda aledaña a la casa 
desde la cual vigilaban todo los movimientos. 
—Alguno de los muchachos se encargará —Debió de ser así, porque la 
siguiente vez que abrió sus ojos el doctor le estaba tomando la temperatura. 
—¿Cómo se siente? —Le pregunto. 
—Cansada —fue lo único que pudo responder. 
—El señor Alessandro me informó que le dolía la cabeza. ¿Hay algo más 
que le duela? 
La pregunta correcta hubiera sido si había algo que no le dolía. 
—Me duele todo el cuerpo. 
—Está bien, trate de descansar —dijo él y fue precisamente lo que ella 
hizo. 
No sabía cuánto tiempo había estado durmiendo, cuando volvió abrir los 
ojos estaba amaneciendo y se sentía un poco mejor. Aunque el dolor de 
cabeza se había ido, tenía la garganta completamente seca. 
Alessandro no estaba por ningún lugar así que supuso que había regresado 
a su habitación. Estiró su brazo hacia la jarra de agua sobre su buró para 
servirse un poco. Si no tomaba agua pronto se secaría lentamente. 
—Déjame servirte —dijo una voz de la nada. 
No estaba segura de dónde provenía el sonido. Miró para todos lados. 
Pensó que tal vez se trataba de su imaginación, pero un cuerpo se incorporó 
desde el suelo. Era Alessandro. Por la bolsa de dormir sobre la que lo vio 
era fácil asumir que había pasado la noche allí. 
—¿Qué haces aquí? —pregunto sorprendida. 
—Hasta hace poco dormía. ¿Cómo estás? 
—No era necesario que pasaras la noche aquí —él la miró con una ceja 
alzada. Era claro que estaba en contra de su opinión. 
—Con unas gracias basta. Ahora, responde ¿Cómo estás? 
—Mejor, aunque tengo la garganta seca. 
—Es comprensible, pasaste la noche con fiebre y sudando —Él se 
incorporó y le sirvió un vaso de agua—. Después de que tomes tu agua, 
deberías darte una ducha —continuó mientras se sentaba a los pies de su 
cama. 
—Es tu forma sutil de decirme que apesto —bromeó ella. Alessandro la 
había conmovido y la molestia que sentía hacia él pasó a segundo plano. 
—Podría decirse —respondió juguetón. 
Agarró una almohada y se la tiró a la cara. El la atrapo antes de que lo 
golpeara. 
—Gracias, por cuidarme. 
—Habrías hecho lo mismo por mí. —Alessandro volvía a confundirla con 
sus gestos. 
Si seguía así estaría enamorada de él pronto… si es que no lo estaba ya. 
—Yo no estaría tan seguro si fuera tú —se burló de él. 
Él se rio de su comentario. 
—Te cambie de ropa un par de veces para que no te enfermaras más —
dijo un momento después. 
—¿Seguro que no fue para verme desnuda? 
—Puedo tenerte desnuda cuando quiera, no necesito que estés 
inconsciente para eso —le guiñó un ojo. 
—Pervertido. 
Ambos se rieron. Un segundo después se miraron a los ojos y se quedaron 
en silencio. Un nuevo vínculo parecía haberse establecido entre ellos. O 
solo sería su imaginación jugándole una nueva pasada. 
 
 
Capítulo 11 
Después de tomar una ducha, se sentía un poco más humana aunque su 
cabeza aun dolía un poco y sentía que sus fuerzas no eran las de siempre. 
Se vistió y abrigo tan pronto como salió de la ducha. No quería recaer. 
Encontró a Alessandro esperándola en su habitación. Él también había 
tomado una ducha, lo adivinó porque traía el cabello húmedo. Estaba 
conversando en italiano fluido por lo que dijo supo que se trataba de 
negocios. Al verla se despidió y termino la llamada. 
—¿Hoy no irás a trabajar? —preguntó Ava cuándo se dio cuenta que no 
llevaba su típica ropa de oficina. 
—No —Él no dio más explicaciones. 
—Bueno, debo apurarme los niñospronto se levantaran para ir a su club 
de natación. Gracias por lo de anoche. 
—Lo que debes hacer es desayunar y tomar tus pastillas. Llamé al club e 
informé que los niños no irían hoy. 
—No debiste hacer eso. 
—Por tu rostro creo que tomé la decisión correcta. Aprovecharemos el día 
para pasarla en casa tranquilos. 
—No creí que supieras que significara esas palabras. 
—Así que cuando estás enferma eres muy atrevida. —Ella no pudo 
controlar su sonrojo—. Es un interesante cambio. 
—Como sea, creo que puedo llevar a los niños a sus lecciones de natación 
sin ningún problema. 
—No estoy de acuerdo. Por cierto, quería saber si no tienes ningún 
problema en pasar el fin de semana con nosotros. 
—¿Nosotros? —Esa fue la primera palabra que caló en ella, pero luego lo 
hizo otra—. ¿Fin de semana? 
—Marena llamó ayer por la noche, se fue de viaje a algún lugar del mundo 
y no regresará hasta la próxima semana. Quería pedirte que te quedaras 
por este fin de semana. Se te pagara por ello, por supuesto. 
—No creo que en el estado que usted dice que estoy, esté en condiciones 
de acercarme a los niños —No sintió remordimiento por usar sus propias 
palabras contra él—. No quisiera contagiarlos. 
—Definitivamente atrevida —dijo y después rio. 
—Hoy estás extraño. 
—¿Tu crees? Debe ser el clima —Se acercó a ella, acunó su rostro y la 
beso con delicadeza. Como siempre, su lucidez desapareció—. Te espero 
en la cocina tenemos un día muy ocupado el día de hoy. 
—Ni siquiera acepté quedarme. 
—Eventualmente lo harás. 
Vio a Alessandro desaparecer y sacudió la cabeza de lado a lado. Ese 
hombre jamás dejaría de creer que tenía el derecho de mandar a todos. 
Aunque eso solo le causaba gracia. 
Arregló su habitación y salió rumbo a la cocina. Poco después entraron los 
niños corriendo y Alessandro venía tras de ellos. 
—Papá nos dijo que hoy estas malita, no te preocupes mi hermano y yo te 
cuidaremos —dijo Piero. 
—Gracias, mis pequeños héroes —respondió con una sonrisa para después 
lanzar una mirada acusatoria a Alessandro por preocupar a los niños. 
—Hemos planeado un día de piscina en vista de que los niños no irán a 
sus clases. Obviamente usted señorita tiene prohibido entrar a la piscina, 
así que solo disfrutara de la vista. —Él le guiñó un ojo. Pasó por su costado 
y se puso a preparar el desayuno de todos. Ella apenas y tuvo tiempo de 
asimilar lo que estaba sucediendo. 
No es que pensará que Alessandro no podía cocinar algunos omelettes y 
pan tostado. Solo que se había acostumbrado a ver a Beatrice cocinando 
para él. 
—Le pedía a Beatrice que me prestara su espacio por el desayuno —dijo 
él ante su pregunta no formulada. 
Comieron en la pequeña mesa de la cocina en un ambiente relajado y en 
medio de juegos y bromas. Cuando Ava termino su desayuno Alessandro 
deslizó algunos medicamentos hasta ella y no tuvo más remedio que 
tomarlos. 
Beatrice apareció justo cuando se disponía a levantar las tazas y platos 
usados para lavarlos. Se preguntó si es que acaso tenían algún tipo de 
radar. 
—Oí que pasaste una mala noche. Así que ni se te ocurra lavar esos trastes 
que de eso me encargaré yo. 
—Hay alguien que no sepa de mi estado de salud. 
—No lo creo. 
—Genial. 
—Preparare unos bocadillos y se los traeré la piscina —Beatrice no lucía 
molesta con la idea de atenderla—. Mientras estés enferma te quiero 
relajada. 
—Me voy a volver loca sin hacer nada. Estoy esperando que llegué el 
medio día para irme a casa. 
—¿Irte? —dio un respingo. Alessandro se había retirado con los niños tan 
pronto como terminaron de desayunar, pero al parecer él había 
regresado—. Recuerdo que acordamos que te quedarías por el fin de 
semana. 
—No, fue usted el que lo decidió —murmuro apenas audiblemente. 
Beatrice soltó una carcajada tras de ella. Era seguro que la había 
escuchado, estaba un poco más cerca de lo que estaba su jefe. 
Alessandro alzó una ceja interrogativamente. 
>>Esta bien, me quedaré —aceptó resignada. No es como si él viajar por 
media hora en coche en medio del tráfico le sonara tentador. 
—Eso pensé. 
—Eres de lo peor. 
—Seguro que sí. —Nunca había escuchado a Beatrice reír tanto como en 
ese momento. 
—Bueno, niños, si ya terminaron les pediré amablemente que se vayan de 
mi cocina. 
—Pero puedo ayudarte a preparar algunos bocaditos. 
—No es necesario, Ava. Puedo sola. 
Resignada camino tras de Alessandro quién ya salía de la cocina. 
—Ve a ponerte algo más ligero, pero nada demasiado abierto. No 
queremos que pases otra noche suplicando por mis besos. 
—¿Quién hubiera pensado que podías bromear? —replicó a la espalda de 
su jefe. 
Ava trato de fingir indiferencia, sin embargo, las palabras de Alessandro 
la dejaron pensando. Se preguntó que rayos había pasado la noche anterior. 
Estaría Alessandro diciendo la verdad o solo se estaría burlando de ella. 
Trato de recordar, pero su mente estaba en completa oscuridad. 
Después de un rato por fin fue en busca de algún libro de la biblioteca para 
poderlo leer mientras estaba recostada tomando sol. Luego fue a dejar su 
suéter en su habitación y volvió a la sala. Por costumbre fue a ver como 
estaban los niños, pero apenas y estaba en la puerta cuando el padre de los 
pequeños la despidió diciendo que tenía todo bajo control. Él ya estaba 
vestido con una camiseta y unos short y estaba ayudando a los niños a 
cambiarse. 
Aprovecho que tenía tiempo para llamar a su amiga. Ella definitivamente 
esperaría su llegada como cada fin de semana. 
Con el celular pegado a la oreja camino hasta la alberca. El lugar era 
precioso, no era la primera vez que venía por estos lados. Algunas tardes 
se había colocado su bañador y acompañado a los niños en sus juegos en 
el agua. La piscina era de un tamaño considerable y estaba cubierto por 
paredes y techos de vidrio. Hacia el fondo había un vestidor. Cerca de las 
paredes había tumbonas de color oscuro que eran muy cómodas. Él lugar 
en sí era toda una demostración de elegancia. 
—Hola, Ava ¿Cómo estás? —contestó Lia al otro lado del teléfono. 
—Hola, Lia. Bien. —No sonó convencida ni sus propios oídos. 
—Sé cuándo mientes. Eres la peor en ello. —Ella tenía razón. No 
importaba que tan corta o sencilla fuera la mentira, Ava jamás podía 
hacerlo. 
—Está bien. Ayer me puse un poco mal. 
—¿Pero ya todo está bien? ¿Verdad? 
—Algo así. 
—Bueno en la tarde te llevaré a ver un médico si sigues igual ya que el 
hombre con el que te acuestas no tuvo la consideración de hacerlo. 
—De hecho trajo a la casa a su médico particular. 
—Oh… 
—Sí… Bueno, no te llamé por eso. No podré ir a tu casa este fin de 
semana. 
—¿Por qué? —le preguntó Lia con sospecha. 
—Cuestiones de trabajo. 
—Pero estás enferma, no puedes trabajar estando así. Lo que necesitas es 
descansar —Ava hizo un gran esfuerzo para no decirle que precisamente 
eso era lo que todos le estaban obligando a hacer en esa casa—. ¿No tendrá 
que ver con tu atractivo jefe? 
—No —respondió demasiado rápido que quedó claro que estaba 
mintiendo. Su amiga rompió a reír y ella no pudo hacer otra cosa que 
imitarla. 
Ava en realidad se sentía un poco emocionada de pasar más tiempo con 
Alessandro. 
—Ya no te quito más tiempo. Ve a “trabajar” —Se burló de ella. 
—Te quiero. 
—Yo también. 
Colgó el teléfono y miró más allá de las ventanas. 
—¿A quién quieres? —preguntó Alessandro haciendo notar su presencia. 
Lo había notado ingresar al lugar hace apenas unos segundos. Según 
parecía, había escuchado la parte final de su conversación. 
El par de pequeños traviesos llegó corriendo y no le dio tiempo de 
responder. Los tres se sentaron cada uno en una tumbona para terminar de 
alistarse. Ella se sentó en la tumbona que había quedado libre a lado de la 
de Alessandro. Podría haberse ido hacia el otro lado, pero la habrían 
mirado raro. 
La mañana pasó entre risas y bromas. Pasaron como tres horas mientras 
los niños y su padre se divertían en el agua. A veces Piero o Fabrizio la 
llamaban solo para mostrarle alguna pirueta y ella aplaudía para alentarlos. 
Después volvíaa sumergirse en su lectura. Necesitaba concentrarse en 
algo más que en lo bien que se veía Alessandro en su bañador. 
Beatrice apareció dos veces, la primera para dejarles algunas cosas para 
comer y la segunda para decirle que el médico estaba esperando en la sala. 
—¿Qué médico? —cuestionó ella. 
—El que te revisó anoche —respondió Alessandro saliendo de la piscina. 
Camino hacia su lugar para coger su toalla. Ella tuvo el tiempo suficiente 
para observar las gotas de agua deslizándose por todo su cuerpo antes de 
que él se envolviera en la toalla—. ¡Niños! Es hora de salir —ninguno de 
sus hijos se demoró en obedecer. 
—¿Por qué está aquí de nuevo? —preguntó recordando de lo que estaban 
hablando. 
—Para evaluarte. Será mejor que te adelantes, los niños y yo tomaremos 
una ducha y estaremos contigo en breve. 
—Puedo ayudarte con ellos. 
—Para nada. Necesito que para el lunes estés como nueva, si no quien 
cuidara de los niños. 
En ese momento su preocupación por ella cobró sentido. La estaba 
cuidando solo porque la necesitaba. Aunque trató de que el pensamiento 
no le afectará, no pudo evitar que le doliera. 
Asintió con la cabeza y se dio media vuelta. 
Tal como Alessandro dijo, él y sus hijos aparecieron pronto en la sala. Él 
médico ya le había hecho algunas preguntas de rutina y evaluado. 
—En general parece que su evolución es favorable, pero en parte es porque 
se le atendió de inmediato. 
—¿Necesito estar en descanso? 
—Por supuesto —respondió Alessandro antes de que el médico tuviera 
oportunidad de decir algo. 
—Un poco de reposo junto con las medicinas le ayudará a mejorar más 
rápido. Pero como le repito solo fue una gripe que se complicó un poco. 
Estará más que bien en cuestión de un par de días. 
—Muchas gracias. 
—No se preocupe y cualquier cosa no duden en llamarme. 
—Claro que no lo haremos —respondió Alessandro por ella. Casi se sentía 
como una niña a la que su padre había acompañado al médico para hablar 
por ella. 
Alessandro acompañó al doctor hasta la puerta y supo que estaba 
preguntándole más cosas porque tardó un buen tiempo antes de volver. 
—Pobre doctor, debes ser irritante que le cuestiones de todo por una 
simple gripe. 
—Le pago lo suficiente como para aguantar cualquier pregunta. 
—Seguro que sí. Mi sueldo de por sí ya es astronómico y solo hago de 
niñera. 
—Si tanto te molesta puedo bajarte el sueldo. 
Ella se encogió de hombros, sabía que solo buscaba provocarla. 
—Escuchaste lo que dijo el doctor no necesito hacer reposo absoluto, con 
un poco de descanso bastará —dijo cambiando de tema—. Así que no te 
preocupes, el lunes estaré bien para cuidar de Fabrizio y Piero. 
El camino en su dirección. Sus pasos eran felinos y su mirada penetrante. 
Se acomodó a su lado en el sillón. 
—¿Dónde quedó la gata asustadiza que llegó a mi casa? —Ella se hacía la 
misma pregunta. 
Alessandro ya no le intimidaba tanto como los primeros días, pero aun así 
hasta ese día siempre había sido prudente con lo que decía y como lo decía. 
En cambio ahora se estaba comportando como la persona que solía ser con 
el resto del mundo. Tal vez los medicamentos tenían algo que ver. 
>>Sal conmigo. 
Ava miró confundida hacia todos lados. 
—¿A que te refieres? 
—Sal conmigo en una cita. —Su invitación, casi orden, la tomó por 
sorpresa. Era algo tan repentino. Ni siquiera entendía los motivos. 
—¿Estas bromeando? 
—No. 
—Estoy confundida. No se supone que seriamos un par de personas que 
tienen sexo y nada más —Él hizo un sonido de irritación. 
—Tenías que comenzar a ser más directa justo ahora. Sé en lo que 
quedamos. Es solo que tal vez deberíamos intentar algo más. 
—¿Qué hay de tus hijos? 
—¿Qué hay con ellos? Te aprecian, no creo que les moleste demasiado 
que salgamos. Además seremos prudentes antes de decírselos. 
—Pero y si lo arruinamos ellos saldrán lastimados. 
—No asumas que no he pensado bien las cosas antes de pedirte esto. 
—¿Por qué? 
Alessandro no fingió no saber a qué se refería. 
—Tenemos buena química en la cama y eres buena con mis hijos. 
—Me siento honrada —dijo irónica. Sus palabras aunque tenían intención 
de ser un halago a sus oídos parecieron un insulto. 
—Eso no sonó tan bien como lo pensé. 
—No, no lo hizo. Esto no es como acostarte con la niñera a ocultas y que 
nadie se entere de nada ¿Qué dirán los demás? 
—Me importa poco. 
—A mí tampoco me importa, pero no quiero pensar en cómo afectaría a la 
vida de tus hijos que su padre tenga un amorío con la niñera. 
—Deja que yo me encargue de eso ¿Entonces qué dices? 
 
Capítulo 12 
Ava se observó por última vez en el espejo de su habitación antes de salir 
en busca de su jefe. Llevaba un vestido de noche color azul que llegaba 
hasta sus tobillos con un escote de cuello barco. Su cabello, lacio por 
naturaleza, estaba en ondas y lo llevaba suelto. Se había puesto un poco de 
maquillaje, nada llamativo, pero un poco más de lo común. 
Soltó un último suspiro y se aventuró hacia afuera. La noche había llegado 
demasiado rápido. Seguía sin poder comprender que había motivado a 
Alessandro a invitarla a una cita. Pero lo que le causaba más confusión era 
el hecho que aún no estaba segura de porque ella había aceptado. 
Las cosas solo se estaban tornando complicadas y sus sentimientos más 
profundos. 
Existían tantas cosas en contra y no habían hablado ni siquiera de la mitad 
de ellas. Pero por un momento quería disfrutar un poco. Después de todo 
por lo que había pasado, se lo merecía. O eso se dijo para no arrepentirse. 
Sus tacones resonaron al llegar a la sala. Encontró a su cita parado cerca 
de una de las ventanas. Su mirada estaba perdida más allá del extenso 
jardín que había afuera. Por el ceño fruncido en su rostro, pudo deducir 
que algo le tenía preocupado. Él no parecía haberla escuchado llegar y eso 
le dio un poco de tiempo para analizarlo. 
Un rato después carraspeó para llamar su atención. 
Alessandro se recompuso y dio la vuelta. 
Aunque estaba acostumbrada a verlo con esmoquin, no se privó de 
admirarlo. 
—Luces magnífica —alabó él tomándose el tiempo suficiente para 
admirarla de pies a cabeza. Sintió la fuerza de su mirada en cada lugar que 
se de detenía—. Comienzo a ver lo negativo de llevarte a un lugar público. 
—¿Aun podemos cenar aquí? —ofreció ella mojándose sus secos labios. 
El atractivo hombre frente a ella causaba estragos en su cuerpo. 
—Ni hablar, ya tenemos una reserva. Además quiero presumirte. 
Sus inseguridades se esfumaron ante sus palabras. 
—Bueno al menos lo intenté —dijo con fingida resignación. 
Alessandro dobló el brazo para que ella lo tomara. 
—Vamos. Mientras más rápido salgamos, pronto estaremos de regreso. 
Estoy deseando arrancarte ese vestido del cuerpo. 
Una intensa necesidad la recorrió. No podía negar que la idea le sonaba 
tentadora. 
—Esa parece una idea excitante —bromeó con él. 
—Pequeña tentadora —Alessandro sonrió de lado. 
Ambos caminaron hasta la puerta principal. Él la ayudó a acomodarse en 
su asiento antes de caminar al asiento del piloto para comenzar a conducir. 
No vio a los guardaespaldas en ningún momento, pero sabía que estaban 
siguiéndoles de muy cerca. Eran buenos para mantenerse escondidos. 
Durante el viaje conversaron de cosas sin mucha importancia. El ambiente 
era relajado y los dos bromeaban como si fueran amigos de toda la vida. 
Nunca había visto tan relajado a Alessandro a excepción de después de 
una noche de pasión e incluso en esos momentos parecía mantenerse un 
poco al margen. 
Llegaron al restaurante en un parpadeo. El lugar la sorprendió tan solo con 
verlo desde las ventanas del auto. Era un lugar magnifico y de seguro lo 
era aún más por dentro. Se preguntó cuánto costaría un plato de comida en 
ese lugar. Seguro mucho más de cualquier comida que había comido antes. 
Cuando el auto se detuvo, el valet le abrió la puerta y le tendió una mano 
para ayudarla a bajar. Ella estaba estirando su brazo cuando la voz 
imponente de Alessandro sonó a las espaldas del muchacho. 
—Me encargaré yo. 
Él joven se hizo a unlado un poco intimidado. Alessandro le tendió las 
llaves al hombre y luego la agarró de la mano. En cuanto estuvo fuera del 
vehículo, él volvió a doblar su brazo y ella se agarró a él. 
—Eso fue grosero. El pobre muchacho solo trataba de ayudar —mencionó 
Ava. Estaban lo suficientemente lejos para que el valet los escuchara. 
—Pues debió mantener sus ojos para sí mismo en lugar de ver tu escote. 
—¿Qué escote? Elegí este vestido porque es recatado. —Pasó su mano por 
encima de su pecho solo para demostrar su punto. 
—Eso no lo hace menos provocativo. 
—Entonces debí vestirme con una camiseta holgada y pantalones anchos 
—sugirió con ironía—. Aunque no creo que el restaurante me hubiera 
dejado entrar. 
—Te verías igual de hermosa sin importar la ropa que llevarás puesta. 
—Hombres —dijo exasperada. 
Él soltó una carcajada, parecía fascinado por su arrebato. 
Un señor los recibió dentro del restaurante y los guio por hasta un lugar 
privado en el fondo. Se sentaron frente a frente en una mesa para dos. 
Después de entregarles las cartas el camarero se alejó con una inclinación 
de cabeza. 
No se había equivocado al deducir que el lugar sería elegante. Todo, desde 
las mesas y sillas como las luces que colgaban del techo, estaban en 
perfecta armonía con el ambiente. 
—¿Vienes seguido? —preguntó con curiosidad. 
—No mucho, ¿por qué preguntas? 
—El camarero pareció reconocerte. 
—Reconoce mi apellido. 
—Eso debe ser bueno. 
—Sí, en muchas ocasiones lo es. 
Ava se concentró en la carta, pero se rindió en el segundo platillo. No tenía 
ni la mínima idea de cuáles eran las comidas que estaban allí. 
—¿Lista para ordenar? 
—De hecho no. ¿Qué es un Agnolotti? —susurró sin levantar la cabeza—
. No, mejor no respondas. Debí hacer mejor mi tarea antes de venirme para 
Italia. Como es que lo único que no averigüe es que es un Bucatini. 
Alessandro estaba claramente divertido con su verborrea. 
>>No te atrevas a burlarte de mí —amenazó Ava. 
—No se me ocurriría hacerlo. 
—Me rindo. 
—Eres única —dijo él. Al alzar la vista de la carta lo encontró mirándola 
con intensidad. 
—¿Gracias? 
—Si estás de acuerdo puedo ordenar por ti. 
—Creí que nunca lo dirías —respondió en tono confidente. 
Alessandro se encargó de elegir la comida y la bebida. Luego llamó al 
mesero y en un fluido italiano ordenó. Ava no pudo evitar perderse en sus 
labios mientras hablaba. 
—Si no dejas de mirarme así no podremos disfrutar de nuestra comida —
dijo él volteándose a verla tan pronto el mesero se alejó. 
—No sé a lo que te refieres. —Claro que lo sabía, pero el atrevimiento 
corría por sus venas y no frenó su siguiente movimiento. 
Deslizó su mano por encima de la mesa hasta alcanzar la suya. Se 
entretuvo un rato jugando con sus dedos y luego continúo con su recorrido. 
Acaricio su antebrazo por encima de su traje. 
Sus miradas estaban atrapadas una en la otra. Ella pudo notar el deseo 
ardiendo en sus ojos y apostaba que los de ella transmitían lo mismo. 
Detuvo sus movimientos cerca de su brazo y se retiró hacia atrás tan lento 
como se había cercado. Antes de que se alejara por completo el la sujetó 
por la muñeca y se llevó su mano a sus labios. La beso justo donde su pulso 
corría. 
—No puedo negar que me encanta cuando te pones atrevida. 
Ella llevó su mano libre a su nariz para deslizar sus lentes. Se detuvo a 
medio camino al recordar que llevaba lentillas. Aunque se sentía muy 
valiente, por dentro se estaba muriendo de los nervios. 
Alessandro la soltó cuando el camarero llegó con sus órdenes. 
Durante la comida ninguno de los dos dijo una frase larga. Los pocos 
comentarios que hicieron fueron sobre lo deliciosa que estaba la comida. 
A cada segundo la tensión sexual entre ellos aumentaba. Era como un 
fuego creciendo en su interior que pronto llegaría a su punto más alto y los 
terminaría consumiendo a ambos. Ava no tenía ninguna queja acerca de 
que eso sucediera. Nunca pensó que podría vivir algo tan intenso. Lo que 
alguna vez había tenido con su exnovio no podía compararse a ningún 
nivel. Siempre había pensado que era normal que la pasión estuviera en 
segundo plano. Cuan equivocada había estado. 
Terminaron de comer y bebieron un poco de vino. Ella apenas y probó un 
sorbo. Se sentía lo suficientemente mareada sin el alcohol invadiendo su 
cuerpo. 
Después de pagar la cuenta salieron del restaurante tomados de la mano. 
Afuera Alessandro caminada a pasos agigantados y ella trataba de seguirle 
el ritmo. 
El viaje de regreso fue aún más rápido. En cuanto el coche atravesó la 
puerta principal, Ava tenía muy claro lo que sucedería a continuación y se 
sentía ansiosa. 
Alessandro estacionó el auto frente a las escaleras que conducían a la 
entrada principal de la casa. No tardó mucho en bajar y caminar hasta su 
puerta. Abrió su puerta y la llevó adentro. 
Ella se rio por su premura. 
Él se detuvo, se volvió hacia ella y la besó con frenesí. Ava se pegó a él y 
dejó que su lengua invadiera su boca. Sus cuerpos se refregaron y ella pudo 
sentir lo excitado que se encontraba Alessandro. 
El beso no duró tanto como le hubiera gustado. Él dejo de besarla y 
continúo caminando. Ava se las arregló para caminar después de ese beso. 
Sus piernas apenas y le respondían. No ayudo mucho que él se detuviera 
a cada rato para robarle otro de esos besos que la dejaban sin aliento. 
Ambos terminaron en la habitación de Alessandro. Aunque se sorprendió 
no se detuvo mucho tiempo a pensarlo. 
Una vez la puerta estuvo cerrada él se arrojó hacia ella. Aunque había 
prometido arrancarle el vestido del cuerpo, se tomó para retirárselo con 
delicadeza. Besó cada parte que el vestido dejaba al descubierto al caer 
hacia abajo. 
Alessandro se agachó al mismo tiempo que el vestido iba descubriendo su 
cuerpo hasta quedar de rodillas. Una vez hubo retirado el vestido, aflojó 
sus tacones y después de retirarlos de sus pies los hizo a un lado. 
Ava no podía controlar los gemidos que escapaban de sus labios y 
Alessandro parecía encantado por ello. 
Allí en el suelo y de rodillas, él le retiro sus bragas. Ella alzó una pierna a 
la vez para facilitarle las cosas. Sus manos le acariciaban las piernas de 
arriba hacia abajo, pero nunca llegaban a su punto más necesitado. 
—Esto no será delicado. Al menos no la primera vez. —Su amenaza debió 
asustarla un poco, pero solo incrementó su excitación—. Ponte de rodillas 
en la cama —ordenó mientras se ponía de pie y se desvestía. 
El contraste entre ella completamente desnuda y él aun vestido, era 
excitante. 
Ava caminó hasta la cama en medio de la habitación e hizo lo que le había 
ordenado. 
Debió sentirse expuesta, pero Alessandro la hacía sentir hermosa. Escuchó 
sus pasos acercarse a ella. Volvió la cabeza solo para verlo caminar hacia 
ella completamente desnudo. 
—¿Ves algo que te guste? 
—Muchas cosas. —Él puso una sonrisa presumida en su rostro. 
—¡Diablos, mujer! Le haces muy bien a mi ego —bromeó. 
Correspondió su sonrisa. 
No hubo más palabras luego de eso. Alessandro se acomodó detrás de ella 
y, luego de cerciorarse con una mano que ella estaba lo suficiente húmeda 
para él, entró son una profunda estocada. Los dos gimieron fuerte ante la 
sensación de estar unidos. Era la primera vez que tenían sexo sin un 
condón de por medio. Ella había comenzado a tomar pastillas 
anticonceptivas hace un mes. 
Alessandro espero un tiempo dentro de ella antes de comenzar a moverse. 
Después todo lo que se escuchó en la habitación fueron sus gemidos y sus 
cuerpos chocando. Él la sujetaba firmemente por la cadera mientras 
arremetía dentro y fuera de ella. Sus brazos cedieron por la fuerza y 
terminó con la mitad superior del cuerpo tendida en la cama. Sus manos 
buscaban a algo a que aferrarse, sujetándose con fuerza al edredón que 
cubría la cama. 
Supo que estaba cerca cuando el latido resonando en sus oídos se volvió 
tan fuerte y su vista comenzó a oscurecerse. La respiración de Alessandro 
se hacía más fuerte con cada empuje indicándole que él también estaba 
cerca de alcanzarla cima. 
Ava terminó primero con un grito que acalló en el colchón. Apenas unos 
segundos después Alessandro también llegó al clímax con un rugido 
primitivo y feroz. 
Les tomo un tiempo recuperarse, su respiración tardó un poco más en 
ralentizarse. Él la envolvió en sus brazos antes rodar junto con ella para 
que estuvieran más cómodos. 
No recordó exactamente cuando fue que se quedó dormida. 
Cuando despertó encontró a Alessandro mirándola atentamente. Él los 
había acomodado y tapado. 
—No fuimos a ver como estaban los niños —dijo somnolienta. 
—No te preocupes recibí un mensaje en cuanto se fueron a la cama. No 
hubo ningún problema. 
—Me alegro. —Sabía que debía pararse e ir a su cama. Pero estaba tan 
cansada que solo se acurrucó en el pecho de Alessandro y volvió a caer en 
la inconsciencia. 
Durante la madrugada él la despertó un par de veces más y ella se entregó 
a él con la misma pasión todas las veces. 
Capítulo 13 
Incluso antes de abrir los ojos Ava sabía que se encontraba sola en la cama. 
Su cuerpo podía reconocer la presencia de Alessandro con tan solo estar 
en una misma habitación. Aunque tratara de negarlo estaba conectada a él 
más allá del aspecto físico. Durante la noche había aceptado que estaba 
total e irrevocablemente enamorada de él. Había tenido que contenerse 
para no decírselo. 
 
Estiró su brazo a su costado y lo encontró aun tibio lo que le indicaba que 
Alessandro no hace mucho que se había levantado. Inhalo su aroma de la 
almohada y luego se sentó en la cama, le costó un poco de esfuerzo. Sentía 
dolor en muchas partes de su cuerpo. El dolor le recordó la maravillosa 
noche que habían pasado. Una sonrisa adornaba su rostro y no había nada 
que la pudiera borrar. Eso era lo que el amor hacia. 
 
Levanto las sábanas para levantarse y fue al baño donde cogió un albornoz 
para cubrirse. Era mejor que caminar hasta su habitación con su vestido de 
la noche pasada. Si los niños la veían saliendo de la habitación de su padre 
con la misma ropa del día anterior sería complicado de explicar. En cambio 
vestida así podría inventar alguna excusa rápida. O eso esperaba. No era 
muy buena para mentir. 
 
Camino de puntillas a través de los pasillos de la casa. Se sentía como una 
ladrona tratando de no ser atrapada. En su mente comenzó a reproducirse 
la canción de la película “Misión Imposible”. 
 
Se rio de sus absurdos pensamientos. Solo ella podía tener ideas tan raras. 
 
Al bajar las escaleras escuchó risas provenientes de la cocina. Identificó a 
los niños por sus agudos chillidos y la de su padre por su ronca carcajada. 
Un suspiro se coló entre sus labios. Estuvo un rato parada en la escalera 
llenándose del sonido que de allí provenía. Jamás tendría suficiente de 
Alessandro ni de sus hijos. No quería imaginarse el dolor que sentiría si 
tuviera que dejarlos. 
 
Sacudió la cabeza. No dejaría que lo malo apartara la felicidad que sentía 
en ese momento. Podía sufrir y arrepentirse más adelante. Por ahora solo 
disfrutaría. 
 
Continuó a su habitación con rapidez antes de que alguna de las personas 
que estaban en la cocina se aventurara en su dirección. 
 
Lo primero que hizo en su habitación fue coger su ropa y entrar en la 
ducha. 
 
Incluso mientras el agua se deslizaba por su cuerpo, su sonrisa persistió. 
Se sentía feliz. Algo en la noche anterior parecía diferente. Ni siquiera sus 
usuales pensamientos negativos la podían desalentar. 
 
¿Seguro que no podría haberse imaginado la diferencia de la noche 
anterior con todas las demás noches?, se preguntó. 
 
Cuando estuvo vestida caminó hasta la cocina. Desde allí provenían todos 
los sonidos que inundaban la casa. 
 
—¿Es de aquí donde está pasando toda la diversión? —preguntó al entrar. 
 
—¡Ava! —chillaron los niños corriendo hacia ella. La abrazaron por las 
piernas y ella sacudió ligeramente sus cabellos. 
 
—Papá nos dijo que ya estás mejor, pero que debíamos dejarte dormir —
se quejó el menor. 
 
Miro a Alessandro que estaba parado cerca de la estufa. Él le guiñó un ojo 
y ella le sonrió como respuesta. 
 
—Bueno, lo importante es que ya estoy aquí. —Caminó hasta pararse a 
lado de Alessandro—. Así que ahora me encargaré yo —continuó mientras 
estiraba la mano para recibir la espátula con la que volteaba los pancakes. 
 
Alessandro levanto el utensilio por encima de su cabeza y ella se estiró 
para tratar de alcanzarlo, pero él lo alejó de un lado para otro. Ambos se 
enfrascaron en un juego infantil alentado por los niños que reían 
encantados. 
 
En un momento en medio del juego Alessandro inclinó su rostro hacia ella. 
Leyó sus intenciones en su rostro, él la iba a besar delante de los niños. 
Ella reaccionó por acto reflejo echándose para atrás y poniendo un poco 
de distancia entre ellos. 
 
Alessandro la miró extrañado y luego se dio una vuelta hacia la estufa. 
 
—Lo tengo controlado —dijo sin dejar entrever ninguna reacción a través 
de su voz—. No es la primera vez que preparo el desayuno. —Esta vez sí 
sonó más alegre. 
 
Ava salió de su confusión y se volvió para mirar a los niños. Los dos lucían 
calmados, pero el mayor no la engañó ni por un instante. Era claro que 
Fabrizio presagiaba algo. Maldijo a Alessandro por actuar tan 
imprudentemente. 
 
—¿Se lavaron las manos? —preguntó a los niños solo para distraerlos. 
 
Ellos sacudieron la cabeza como respuesta. 
 
>>Entonces vamos, mientras vuestro papá termina de prepararnos el 
desayuno. Esperemos no quemé la estufa mientras no estamos aquí —lo 
último lo dijo en un susurro. 
 
—Te escuché. 
 
—Por supuesto que lo hiciste —respondió con una sonrisa. 
 
Luego de regresar del baño que estaba cerca de la sala, los ayudó a sentarse 
en sus lugares en la isla que había en la cocina. Era la primera vez que 
tenían una comida allí que involucrara a Alessandro. Ella ya había 
compartido algunos refrigerios con los niños en ese lugar. 
 
Pasaron el desayuno con una charla muy animada. Los niños aprovecharon 
para contarle a su padre cosas de ella. Cosas vergonzosas que ella había 
hecho cuando era niña. 
 
—Una vez ella trató de robar las galletas de su mamá y se subió a una 
banca muy alta. ¿A que no sabes que pasó, papà? —preguntó un muy 
emocionado Piero. 
—¿Qué? —Alessandro la miraba con una sonrisa de lado. Se estaba 
divirtiendo bastante conociendo sus vergüenzas personales. 
 
—Se cayó y terminó con un brazo enyesado. 
 
—Un error de cálculo —susurró y fue lo último que todos necesitaron para 
romper a reír—. En mi defensa debo decir que apenas tenía nueve años y 
que no hay nada que no haría por esas galletas. Incluso ahora que soy 
grande —mencionó cuando se calmaron un poco. 
 
—Así que hiciste muchas travesuras de niña —afirmó Alessandro. 
 
—¿Qué puedo decir? No era la niña más tranquila. Tenía vueltos locos a 
mis padres. No se cómo aguantaban cada cosa ingeniosa que se me ocurría. 
La mayoría de mis aventuras terminaban en desastre. 
 
—Mi hermano era igual. 
 
—Él tío Matteo es genial —aseguró Piero y su hermano asintió de acuerdo. 
 
—No sabía que tenías un hermano. Debió ser genial tener alguien con 
quien compartir travesuras. 
 
—Lo fue. Éramos la mejor dupla, pero él era el más arriesgado y yo… 
 
—Pensabas más antes de actuar —continuo por él— No me sorprende —
comentó con una sonrisa. 
 
—Me estás llamando aburrido. 
 
—Si te queda el guante… 
 
El echó la cabeza para atrás y soltó una risa profunda. 
 
En momentos como ese ella no podía evitar pensar que para cualquiera 
que los viera desde fuera ellos eran una familia como cualquier otra, 
compartiendo durante el desayuno. 
 
—Esto estuvo delicioso, muchas gracias. No pensé que supieras cocinar. 
 
—Tengo algunos secretos bajo la manga —dijo el mirándola fijamente 
subiendo y bajando las cejas. 
 
Ella se ruborizó por costumbre. No se le ocurrió algo ingenioso para 
responder. Lo que a menudo le pasaba en su compañía. 
 
Recogió los platos y huyó al lavatorio para escapar de su intensa mirada.>>Por cierto hoy saldremos de picnic con los niños —le informó. 
 
—¡Oh, eso es genial! —Se volvió para míralo y lo encontró apenas unos 
pasos detrás de ella—. ¿A dónde iremos? 
 
—Es una sorpresa —anunciaron los niños sentados aun alrededor de la 
isla. 
Los dos se miraban confidentes así que supuso que la sorpresa sería para 
ella. 
 
—¿Seguro que no puedo obtener un poco de información si le doy un poco 
de pastel? 
 
Se podía ver en los rostros de Fabrizio y Piero que estaban considerando 
su propuesta. 
 
—No, no puedes —respondió el padre. 
 
—No puedes —dijeron a unísono los dos niños. 
 
Los pequeños lucían graciosos al tratar de imitar la postura de su padre 
con los brazos cruzados en el pecho y la cara seria. 
 
—Ya veo —asintió son la cabeza y regreso su mirada a los servicios. Le 
costó mucho esfuerzo no reírse. 
 
—¿Crees que puedas preparar el refrigerio? —preguntó Alessandro. 
 
—Claro que sí, no te preocupes. Lo tendré listo lo más pronto posible. 
 
—Entonces, yo iré a cambiar a los niños. Tú también deberías ir por un 
par de tennis al terminar. Caminaremos un poco y los zapatos que traes 
ahora no te ayudaran. 
 
—Está bien. 
 
Alessandro abandonó la cocina junto con sus hijos. Ella terminó de lavar 
los servicios y pasó a preparar el refrigerio. 
 
Después de estar segura de haber alistado toda la comida necesaria fue a 
su habitación para seguir con la sugerencia de Alessandro. Además 
preparó una pequeña mochila para ella con algunos libros, bloqueador 
solar, un botiquín y algunas cosas más. Revisó todas las cosas unas tres 
veces. Era mejor estar preparados para cualquier emergencia. 
 
Cuando estuvo segura que tenía todo listo, fue en busca de los niños. Su 
padre los estaba ayudando a amarrar sus zapatos. 
 
Alessandro ya estaba cambiado. De seguro se había alistado primero para 
ganar tiempo. 
 
—Ya alisté el refrigerio y una mochila con todo lo necesario —le informó 
entrando en la habitación y haciéndose cargo del mayor. 
 
—Eres increíble. 
 
 —Lo sé —bromeó Ava. 
 
La emoción de los niños era palpable. Ella también estaba emocionada, 
una de las cosas que más le gustaba era viajar a lugares nuevos. Alessandro 
parecía divertido de que ella estuviera igual de emocionada que los niños. 
 
Caminaron hasta el auto. Los pequeños subieron primero al asiento 
trasero. Ella los acomodó y aseguró antes de subir a su lugar. Al dar la 
vuelta hizo un mal movimiento y casi terminó en el suelo. Fueron los 
brazos de Alessandro que la detuvieron de estrellarse. 
 
—Sé que estás emocionada, pero si no tienes cuidado terminaremos yendo 
al hospital —bromeó con ella. 
 
—Lo siento. 
 
Aunque ella ya no se encontraba en peligro, él seguía sin dejarla ir. Sus 
brazos estaban envueltos alrededor de su cintura y no había mucho espacio 
entre sus cuerpos. 
 
Por segunda vez en el día Alessandro comenzó a acercarse y por segunda 
vez ella lo alejó. En menos de un segundo ella estaba sentada el asiento 
del copiloto y tiraba de la manija para cerrar la puerta. 
 
—Tenemos que hablar —dijo él sujetando la puerta evitando que la 
cerrara. 
 
Ella asintió sin mucha confianza. Alessandro, al parecer conforme con su 
respuesta, cerró la puerta y caminó hasta sentarse detrás del volante. 
 
Sus palabras se repitieron una y otra vez en su cabeza. Estaba preocupada. 
Nada bueno empezaba con esa frase. Durante el trayecto apenas y pudo 
sonreír ante algún comentario ingenioso de alguno de los niños. 
 
El viaje duro cerca de una hora y media. A mitad del camino Fabrizio y 
Piero se habían quedado dormidos. Ella estaba a punto de acompañarlos 
al lugar de los sueños cuando el auto comenzó a bajar la marcha. 
 
Ava se espabiló y se encontró rodeada de árboles. 
 
—¿Es aquí? 
 
—No, aun tendremos que caminar unos diez minutos. Aquí es hasta donde 
el carro puede llegar. 
 
Entre los dos despertaron a los niños. Ellos no se mostraron irritados por 
ser sacados de su sueño. Asumió que la perspectiva de diversión evitaba 
que se enfadaran. 
 
Como dijo Alessandro, caminaron por diez minutos antes de llegar a un 
prado con un pequeño lago. El lugar era completamente mágico. Había 
algunos árboles, el agua del lago era cristalina y el sol brillaba en lo alto. 
 
Los niños no necesitaron invitación antes de correr hacia el agua. 
 
—No lo olviden. No vayan muy lejos y no entren al agua. 
 
Aunque ambos estaban ya lejos asintieron en conformidad a la orden de 
su padre. 
 
Ella dejó la mochila justo donde Alessandro había dejado las demás cosas 
un poco antes. Luego camino hacia el lago con los brazos en alto y la 
mirada en el cielo. 
 
—Es hermoso. 
 
—Lo es —concordó él. Lo extraño fue que cuando volteó a mirarlo no era 
el paisaje lo que miraba sino a ella. 
 
—¿Estamos solo nosotros aquí? —Decidió no ahondar más en lo que 
estaba pasando. 
 
—A excepción de mis guardaespaldas, que deben estar en algún lugar lo 
suficientemente cerca apara llegar en caso de una emergencia, no creo que 
haya alguien cerca—. Ahora, ¿si ya dejaste de evitar el tema? Creo que es 
hora de hablar. 
 
—¿De qué? 
 
Él levanto un ceja con incredulidad. Claro que Ava sabia sobre lo quería 
hablar, lo que la inquietaba era que no conocía el rumbo que tomaría la 
conversación. 
 
—De nosotros. 
 
—No entiendo. Hasta donde recuerdo hablamos de esto hace un tiempo 
atrás en tu oficina y dejamos todo claro. 
 
—Las cosas han cambiado. —¿Entonces no era la única que lo había 
sentido? 
 
Él la miraba como si buscara encontrar la respuesta a algo en sus 
expresiones. Al parecer no lo hizo porque en sus ojos se denotó un poco 
de frustración. 
 
Le daba miedo preguntar lo que tenía en mente, pero debía hacerlo. 
 
—¿Me estás diciendo que debemos dejar de acostarnos? —su corazón 
comenzó a latir como si corriera en una maratón. 
 
Los segundos pasaron y él no decía nada. Estaba a punto de poner un poco 
de distancia preparándose para el impacto de sus siguientes palabras y de 
pronto Alessandro sonrió con la confianza que lo caracterizaba. 
—Todo lo contrario. 
 
Capítulo 14 
Ava aún estaba tratando de descifrar a que se refería Alessandro con lo 
que había dicho cuando los niños regresaron con ellos. Agradeció la 
distracción que suponían, pero también deseo haber tenido un poco más 
de tiempo para aclarar las cosas. 
—¡Papà! —dijo dando brinquitos el menor. Era claro que estaba 
emocionado por algo. Alessandro le lanzó una última mirada antes de 
volverse a sus hijos—. Vimos un pájaro hermoso. Está parado en uno de 
los árboles por allá —Él niño apuntó hacia el borde del bosque. 
—¿Sí? —preguntó alentando al niño a contarle todo. 
—Sí —afirmó Piero—. Era muy grande. Aunque parecía un poco triste. 
¿Por qué crees que estará triste? 
La pregunta del niño le sacó a Ava una ligera sonrisa. Era increíble como 
trabajaba la cabeza de los niños. Era muy probable que de hecho él ya 
había inventado alguna triste historia de porque el pájaro estaba triste. 
—Tal vez no se siente bien. 
—Yo creo que quizás se siente solo —sugirió Fabrizio mirando de reojo a 
su hermano. Los dos tenían miradas cómplice. Ya sabía lo que vendría a 
continuación, no era difícil suponerlo. 
—Seguro que es eso —dijo Piero con toda la seguridad que un niño de su 
edad puede reunir. 
Admiró a los hermanos por su gran astucia y trabajo en equipo. 
—No creo que se trate de eso. 
—¿Cómo estás tan seguro? —preguntó el mayor. 
Los dos niños estaban tratando de acorralar a su propio padre. Ella se 
estaba divirtiendo mucho con la situación. Eran como tres hombres 
imponentes hablando de negocios. Solo que dos de ellos ni siquiera había 
pasado el umbral de la niñez. Definitivamente eran buenos para negociar. 
—Porque su familia está en este lugar. 
—¿Tú los has visto? —refutó el menor. 
—No, pero seguro que es así. 
—Porque no lo llevamos a casa y así no sentirá tan solo —lanzó de sopetón 
el menor. Y allí estaba el motivo de toda esta charla. 
Ella tuvo que respirar con fuerza parano reírse. La cara de Alessandro 
estaba llena de asombro. 
—No sería lo mejor, él pertenece aquí y si lo sacamos de este lugar se 
pondrá triste. 
Los pequeños parecían estar considerando la idea, pero todavía no estaban 
dispuestos a renunciar. 
—Pero ya está triste —se quejó Piero que aun guardaba esperanzas de 
lograr su cometido. 
—Lo siento, pero la respuesta sigue siendo no. 
Ellos la miraron en busca de alguna ayuda. Ella negó con la cabeza, no 
contradeciría a su papá, menos cuando la decisión de este era lógica. 
Esperaba que los niños se pusieran a hacer alguna rabieta. No los había 
visto hacer más que un par de ella en alguna ocasión. Pero dada la 
circunstancia no le hubiera sorprendido una en este momento. 
—Está bien —dijeron ambos resignados. 
—Teníamos que intentarlo —acotó Fabrizio antes de que los dos corrieran 
nuevamente hacia los árboles. 
—No parecía molestos —mencionó ella. 
—Casi siempre entienden cuando algo se les niega. Solo debes darles 
buenos argumentos. 
Esta vez Ava no contuvo la risa que estaba guardando desde hace rato y 
rio lo más fuerte que pudo. 
Alessandro se la quedó mirando fijamente. 
—Te ves hermosa cuando ríes. 
—Gracias —respondió apenas en un susurro un poco avergonzada. 
—Ahora, continuemos con lo que estábamos antes de que los niños nos 
interrumpieran. 
—Creo que mejor alistaré el picnic. Los niños pronto estarán de vuelta con 
hambre y tal vez algún otro negocio del que tratar. —Le costó un poco de 
esfuerzo sonreír, pero lo logró. 
Para su buena suerte Alessandro no insistió con el tema. Le sonrió de 
regreso y la dejó escapar. 
—Iré un rato con los niños. No quiero enterarme de que adoptaron un ave 
o cualquier otro animal cuando estemos llegando a casa. 
Sabía que él le estaba dando tiempo y espacio para aclarar sus ideas y le 
agradeció por ello. 
Observó a Alessandro alejarse con la mano en los bolsillos del pantalón. 
Caminaba ligero y sin ningún signo de preocupación. Ella también deseaba 
sentirse así de relajada. Pero hasta que hablara con el causante de sus 
preocupaciones no estaría tranquila. Era algo contradictorio porque 
acababa de deshacerse de él para no hablar del tema. Últimamente no 
tomaba las mejores decisiones. 
Ava se mantuvo ocupada durante la siguiente media hora. Acomodó toda 
la comida que había traído sobre una manta larga. Algunas cosas las movió 
más de una vez. Como si importara mucho si la fresa estuviera en el centro 
o a un costado. 
Las risas de los niños le llegaban a través del viento y luego todo quedó en 
absoluto silencio. Esperaba que no se hubieran alejado demasiado. Estaba 
a punto de levantar la vista para buscarlos cuando la voz de Alessandro 
habló de muy cerca. Ella dio un respingo del susto. 
—¡Woah! Parece que trajiste comida para alimentar a todo un batallón. 
Levantó la cabeza y lo vio parado apenas un par de pasos más allá y a su 
lado estaban sus hijos. No sabía en qué momento se habían acercado tanto. 
—¿Crees que es mucho? —preguntó un poco insegura mirando toda la 
comida. 
Tal vez sí había traído más de lo que podrían comer. 
Los niños no dudaron en correr hasta la comida. Ella les permitió que 
comenzaran por la fruta por esta vez. En un día común solo les hubiera 
dejado tocarla después de acabar con el plato principal. 
—Sí, pero todos estamos hambrientos. 
Alessandro camino y sentó muy cerca de donde estaba ella de cuclillas. 
Antes de que pudiera ponerse de pie para alejarse un poco, él la jaló de la 
mano y Ava terminó sentada en el suelo. Sus cuerpos estaban tan cerca 
uno del otro que podía sentir el aliento de él en cada respiración que daba. 
Los dos pequeños parecían ajenos a lo que pasaba a su alrededor. Comer 
era su principal objetivo. 
Alessandro también comenzó a comer un poco de esto y un poco de 
aquello. 
—Esto está delicioso —mencionó tomando un sándwich de pollo—. ¿Tú 
no piensas comer? —inquirió cuando no la vio coger nada—. No creo que 
solo nosotros tres acabemos con todo esto. 
—Ah. Sí, claro —respondió nerviosa. 
El ambiente tenso se relajó poco a poco cuando los niños estuvieron 
satisfechos y comenzaron a contarle todo lo que habían estado haciendo. 
Ella les prestó atención y aportó algo cada vez que ellos se detenían por 
fin a respirar. 
—Debes venir con nosotros después. 
—Por supuesto. Sobre todo teniendo dos guías tan guapos. 
—Tres —susurró Alessandro en su oído acercándose un poco más a ella. 
El pequeño pedazo de fruta que tenía en la boca tomó la dirección 
equivocada y ella comenzó a toser. Aunque logró controlarse rápidamente, 
Alessandro lucía contento por el efecto que provocaba en ella. 
—Fabrizio, Piero —hablo él de pronto a sus hijos—. ¿Qué pensarían si la 
señorita Ava y yo comenzáramos a salir? 
Ava reaccionó tan pronto como pudo y le atinó a un golpe en las costillas 
para hacerlo callar. Él no pareció inmutarse ni un poco, además ya era 
tarde. 
No entendía que le había motivado a preguntarles eso a sus hijos. Él le 
había dejado en claro que todo sería a ocultas y ella había aceptado por esa 
razón. No quería comprometer ni su trabajo, ni la estabilidad emocional 
de los niños. Eso no había cambiado pese a que sus sentimientos por 
Alessandro si lo habían hecho. 
Lo peor era que aún no sabía que estaba buscando Alessandro al hacer una 
pregunta como esa. 
—¿Cómo novios? —preguntó con curiosidad Fabrizio. Piero parecía estar 
tratando aun entender la pregunta de su padre y cuando su hermano hablo 
lo miró a él y luego de nuevo a ellos. 
—Sí —dijo Alessandro. 
—Supongo que está bien. —Fabrizio se encogió de hombros restándole 
importancia. Por otro lado Piero corrió hacia ella y la abrazó. 
—Ella es muy buena y linda —mencionó el menor con cariño. Le costó 
mucho esfuerzo no ponerse a llorar. 
—Y tú eres un lindo caballero. —El pequeño rio emocionado con su 
comentario. 
—¿Podemos ir a caminar? —pregunto Fabrizio. Si bien es cierto no 
parecía muy emocionado como su hermano, tampoco parecía molesto. 
—¿Qué les parece si ustedes corren un rato por aquí cerca mientras vuestro 
padre y yo guardamos todo? Luego podemos ir a caminar. 
—Está bien —asintieron. 
En cuanto los niños se alejaron ella se volvió a confrontar a Alessandro. 
—¿Qué demonios fue eso? 
—¿Qué? 
—Acabas de usar a tus propios hijos para acorralarme. 
—No fue así. Solo les pregunté para ayudar a aliviar tus preocupaciones. 
—Es el colmo. Nunca preguntas, solo vas y lo haces. 
—No me voy a disculpar por ello. 
—Por supuesto que no lo harás. Se trata de ti después de todo. 
—Voy a pasar por alto tus ofensas porque entiendo que estás molesta. 
—¡Oh! Al menos te diste cuenta de que estoy molesta. 
—Pero si esto es lo que querías. 
—No —él alzó una ceja—. Es lo que tú querías —continuó—. Felicidades 
te saliste con la tuya. Me querías en tu cama más que solo por las noches 
sin necesidad de tener que dar explicaciones. Sabías que el único modo era 
sí fingimos estar juntos y tus hijos están enterados. Me hubiera negado, 
pero nada se te escapa y por eso hablaste con los niños primero. 
Se dio la vuelta para ordenar las cosas antes de seguir atacándole. No 
importaba cuan molesta podría estar no quería lastimarlo. 
Era consciente de su comportamiento incoherente. Ella misma en la 
mañana había estado imaginando como sería si tuvieran algo serio y si 
formara parte su familia. En cambio en este momento estaba actuando 
como si no fuera lo que había querido. Era solo que no lo quería así, no 
quería un poco más de sexo y una relación fingida. Necesitaba más. 
—No me voy a disculpar por haber actuado. —Él habló con calma—. Es 
así como soy. Si veo algo que quiero voy por ello. No sé qué historia se 
está formando en esa cabeza tuya, pero hice esto porque en realidad me 
gustas y quiero intentar algo más contigo. 
Ella no respondió por un largo momento. Sus palabras la habían tomado 
por sorpresa jamás había imaginado que dijera eso. 
>>Te dejaré un rato a… 
—¿Es en serio? —pregunto interrumpiéndolo—. ¿En serio te gusto? 
—Claro que sí. Eres magnífica. 
—Seguro que no estásconfundiendo el sexo con afecto. 
—Adoro cuando te pones descarada —Su sonrojo habitual apareció ante 
sus palabras—. Aunque no voy a negar que el sexo entre nosotros es 
maravilloso, hay otras cosas que son más increíbles. Me encanta cuando 
hablamos de todo, tu visión del mundo, la paciencia que tienes, tu carisma 
y sobre todo el amor que les das a mis hijos solo porque crees que se lo 
merecen y no porque busques algo conmigo. 
—Lo siento por cómo me puse antes. 
—Te entiendo. Te tomé por sorpresa. Pero en mi defensa debo decir que 
traté de hablar contigo y tú solo parecías querer olvidar todo lo sucedido 
últimamente. ¡Rayos, Ava! Te llevé a una cita. 
—A veces no sé sumar dos más dos cuando se trata del sexo opuesto. 
—Ya lo creo que sí —respondió él con una sonrisa. 
Ambos se habían parado cerca uno del otro frente a frente en algún 
momento. No tardaron en comenzar a besarse. Fue un simple toque de 
labios con el cual transmitieron sus emociones. 
—¿Desde cuándo te gusto? 
Alessandro y Ava se miraban a los ojos mientras sujetaban el rostro del 
otro en sus manos. 
—Tal vez desde que llegaste. Al principio solo lo tomé como atracción 
sexual que creí que se esfumaría después de pasar un par de noches juntos. 
—¿Cómo te fue con eso? —preguntó con una sonrisa burlona. 
—¿Te crees muy graciosa no? —Él también sonrió antes de continuar—. 
Pero estos últimos días me resigné al hecho de que no puedo sacarte de mí 
sistema. No puedo decir si algún día te amaré, pero te quiero lo suficiente 
como para no querer dejarte ir. No aún. 
Entendía a lo que él se refería Alessandro. Él había pasado por mucho y 
apenas se estaba aventurando en continuar con su vida. Ella misma, 
aunque si estaba segura de amarlo, no sabía si estaba preparada para entrar 
de lleno a una relación más seria. Solo el tiempo lo diría. 
—La gente va hablar. Más aun cuando se enteren que soy tu niñera. 
—Que hablen. Para lo que me importa lo que diga el resto. 
—Puede que a ti no te afecte, pero ¿y los niños? 
—Tranquila me encargaré de eso. Jamás dejaría que dañen a mis hijos. 
—Lo sé. 
Ambos se besaron una vez más antes de ir con los niños a continuar con el 
resto de su día. 
 
Capítulo 15 
La puerta sonó con fuerza al cerrarse detrás de ella. Eso casi le causó 
satisfacción. Estaba furiosa. Se sentía como una bomba a punto de explotar 
y tenía frente a ella al causante, por decirlo de alguna manera, de su 
molestia. 
Alessandro se la quedó viendo con la confusión marcada en su rostro. 
Seguro que no se imaginaba lo que le esperaba. 
—¿Esto es a lo que te referías cuando dijiste que te encargarías? 
Él rodeó su escritorio y camino hacia ella con pasos largos. Antes de seguir 
despotricando contra él, este le robó el aliento con un beso. 
—No me distraigas —dijo alejándose un poco. 
—No lo intentaría. 
Ella lo miró molesta esperando que la tomara en serio esta vez. No estaba 
de ánimos para bromas. 
En la mañana todo le había parecido perfecto. El mundo parecía brillar 
más de lo usual y ella se sentía plena. Su alegría no había durado mucho. 
La noticia sobre su romance con Alessandro estaba en primera plana de 
muchos periódicos e incluso en muchas páginas web. Era una total y 
completa locura. 
Su día comenzó a ir en picada conforme leía cada estúpida palabra de cada 
estúpida nota de prensa. Lo sabía estaba siendo muy agresiva, pero tenía 
el derecho. No había ayudado para nada que Alessandro no había llegado 
hasta después de la cena. 
—Dijiste que te encargarías de que no los niños no se vieran involucrados 
en esto que estamos empezando. Hace apenas un día que acepté que lo 
intentáramos y ahora aparecemos en primera plana de quien sabe cuántos 
periódicos sensacionalistas. 
—¿No sabía que leyeras esas cosas? 
—No lo hago, fue Lia quién vio la revista en un puesto de periódicos y me 
llamó para avisarme. No iba a quedarme con la duda, así que entré a 
internet. ¿Adivina qué? 
—No lo sé, pero asumo que me lo dirás. 
—Solo tuve que poner tu nombre y encontré un montón de noticias 
hablando de nosotros. ¿Por qué no me advertiste? 
—No me enteré de esas noticias hasta que llegué a la oficina. No tiendo a 
leer ese tipo de noticias. Además no es la primera vez que sale un artículo 
de mí. La mayoría de ellas es pura mentira. Aprendí a no hacerles caso. 
—Bueno yo no estoy acostumbrada. Un aviso no habría estado mal. Me 
llamaron trepadora, oportunista, interesada. Claro que no directamente, 
pero no necesito ser un genio para entenderlo. Esas cosas me parecieron 
hasta risibles, pero perdió la gracia en cuanto mencionaron más y más a 
los niños. Incluso mencionaron que le estoy arrebatando los hijos a tu ex 
esposa. Tenían fotos del día que fui a su evento y fotos de nuestro día de 
campo. ¿Cómo las consiguieron? 
—Lo siento. No te lo dije porque no quería que te preocuparas ahora veo 
que fue un error. No estoy acostumbrado a aceptar que cometí un error. 
—La próxima vez preferiría que me preocuparas. Me preocupo por tus 
hijos y no me gusta para nada que se vean atrapados en algún tipo de 
escándalo por nuestra culpa. 
—Está bien. Aunque después de las demandas que están redactando mis 
abogados no creo que se atrevan a escribir sobre mis hijos nunca más. 
Adoro la idea de que todos sepan que estas saliendo conmigo, pero no a 
costa de mis hijos. 
Alessandro lucía implacable y la seguridad con que hablo la tranquilizó. 
Además logró que su molestia se esfumara. 
—Eso espero. —No sabía que más decir. Él incluso se había disculpado. 
—¿Te he dicho alguna vez que te ves sexy cuando sacas las garras? —
mencionó él juguetón. 
—Aún estoy molesta. 
—Puedo notarlo —Alessandro la tomo por la cintura y pego su frente a la 
suya. 
Ava se perdió en su profunda mirada. Había más allí de lo que él había 
compartido con ella. Esperaba que algún día él la dejara entrar por 
completo. 
—Si eso es todo por lo que viniste a mi oficina será mejor que te vayas… 
a menos que tengas alguna propuesta tentadora que me impida continuar 
con mi trabajo —insinuó meneando las cejas. 
—Ya quisieras —Le costó un poco pero puso distancia entre ellos. Giro 
en dirección a la puerta y camino moviendo las caderas un poco más de lo 
normal. Sintió la mirada de él fija en sus movimientos. 
—Ava —llamó él. Ella volvió el rostro con una sonrisa de satisfacción—. 
Te quiero en mi cama. 
—¿Ahora? 
—Me refiero a que quiero que a partir de hoy duermas allí. Todas las 
noches. 
Ava termino de darse la vuelta para confrontarlo. 
—Pero… 
—No cambiaré de opinión. —Lo conocía lo suficiente como para saber 
que era cierto. 
—¿Puedes al menos escucharme? —Él le dio asentimiento y ella 
continuó—. No creo que sea lo correcto. Ya de por si es muy complicado 
de que seas mi jefe y él hombre con quién tengo una relación. Ahora tendré 
que sumarle a eso dormir en tu cama. De ninguna manera se verá bien para 
mí. 
—Entonces conseguiremos otra niñera si eso es lo que te preocupa. Así ya 
no trabajaras más para mí —Estuvo a punto de soltar un grito de 
frustración. Ese hombre podía desestabilizarla más que cualquier otro ser 
en el planeta. 
—No era a eso a lo que me refería. Creo que debes rescindir mi contrato, 
pero no quiero que contrates otra persona. Yo puedo cuidar de los niños, 
pero ya no me pagarás por ello. 
—Ni hablar. 
—Si lo piensas, es lo más razonable —insistió. Al menos en esto no se iba 
a echar para atrás—. No puedo cobrarle dinero al hombre con el cual estoy 
saliendo por cuidar a sus hijos. Unos niños a quienes por cierto adoro. Me 
sentiría fatal. Las parejas normalmente hacen eso. Ya sabes compartir los 
gastos de la casa y compartir las responsabilidades. 
—Está bien —acepto reacio—. Solo si prometes que no me saldrás con 
que pagaras una renta o algo más. Además te daré una mensualidad para 
tus gastos personales. 
—No. No me darás dinero. 
—¿Por qué no? Estas dejando tu trabajo por mí y no tendrás ninguna 
fuente de ingresos. 
—Tal vez, pero tengo… 
—No está a discusión. 
—Haz lo que quieras, igual no tocaré ese dinero. 
—Lo que hagaso dejes de hacer con ese dinero no es de mi incumbencia. 
—Casi me siento como una mantenida. Qué curioso es uno de los adjetivos 
que usaron en alguno de los periódicos. 
El lanzó unas cuantas maldiciones en italiano. No eran hacia ella sino a 
aquellas noticias. Muy pocas veces veía arrebatos de este tipo por parte de 
Alessandro. A veces era demasiado controlado. 
—Te veré en nuestra cama. 
—Estas preguntando u ordenando —dijo solo para provocarlo. 
Alessandro la miró con una ceja levantada. 
Resignada dio un suspiro y asintió. 
Por fin salió de la oficina y fue en busca de los niños. Cuando llegó a su 
habitación, ellos estaban terminando de cepillarse los dientes. Los llevó 
hasta la cama y los cubrió con las sábanas. 
Los dos estaban muy callados. Eso era algo inusual en ellos, sobre todo en 
Piero. Incluso trato de hacer algunas bromas, pero las sonrisas que recibió 
no eran tan animadas. Tenía tantas ganas de preguntar que les sucedía, 
pero les estaba dando tiempo para que ellos se animaran a contárselo sin 
presión por su parte. 
Agarró uno de los cuentos favoritos de ambos y se los leyó como cada 
noche. Los dos se durmieron pronto y luego de asegurarse de que ambos 
estaban bien abrigados se fue a su habitación. 
En su cabeza aun rondaba la pregunta de qué estaba sucediendo con los 
niños. Esperaba que no estuviera relacionado con lo que había salido en 
los periódicos ese día. Si no se encargaría de llamar personalmente a cada 
una de las editoriales para decirles unas cuantas verdades a los 
inescrupulosos a los que no les importaba utilizar a un par de niños para 
su propio beneficio. Mas valía que Alessandro solucionara el asunto 
cuanto antes, porque a nadie le agradaría si ella se encargaba. No era 
conocida por ser muy amable cuando alguien la sacaba de sus casillas. 
Ava se dio cuenta que la molestia se le estaba yendo de las manos, empezó 
a cantar un poco para relajarse y funcionó. Solo después de tranquilizarse 
un poco y pensar con claridad supo que sería una mala idea. Eso solo 
empeoraría las cosas. Los periodistas usarían todo lo que podrían obtener 
de ella y eso solo le darías más titulares y afectaría a los niños más. Incluso 
si ellos no eran mencionados. Solo le restaba confiar en que Alessandro 
podía hacerse cargo del problema. 
Sus pensamientos tomaron otro rumbo mientras alistaba un cambio de 
ropa para el día siguiente. No podía dejar de pensar que las cosas se 
estaban moviendo demasiado rápido. Apenas llevaban un día 
como… ¿novios? No estaba segura si esa era la palabra correcta. Como 
sea, apenas llevaban un día en esa nueva relación y ya habían ocurrido 
varios cambios. Solo bastaba con mencionar que ahora era conocida, 
probablemente a nivel nacional, por salir con uno de los hombres más ricos 
de Italia. Lia había parecido fascinada por eso, pero le había recomendado 
que tuviera cuidado. 
Cuando llegó a la habitación de Alessandro se sintió como una intrusa. No 
le gustaba sentirse así, pero no podía evitarlo. No era la primera vez que 
entraba en ese lugar y tampoco la primera que dormía ahí, pero las cosas 
ahora eran diferentes. Ya no se trataba solo de sexo. 
Dejó su ropa en uno de los sillones de la habitación y luego caminó hasta 
el cómodo diván cerca de la ventana, cogió una manta y se cubrió con ella 
antes de sumergirse en su lectura. Debió quedarse dormida en algún 
momento de la noche porque después de eso sus recuerdos estaban un poco 
borrosos. En medio de sus sueños sintió como unos brazos fuertes la 
levantaban y luego la depositaban en otro lugar. Estaba demasiado cansada 
como para si quiera intentar abrir los ojos. 
La mañana siguiente se despertó apresada entre los brazos de Alessandro. 
Cuando miró el reloj vio que era cerca de las ocho de la mañana. Su 
corazón dio un vuelco y se sentó de golpe. 
—Puedes volver a recostarte —pidió un somnoliento Alessandro. 
—Es tarde. Los niños llegaran tarde a la escuela y tú… ¿Desde cuándo te 
levantas tarde para ir al trabajo? 
—No iré y los niños tampoco. 
—¿Cómo qué no? 
—Llame a la escuela y pedí permiso. Además llamé a la oficina para que 
alguien se hiciera cargo por hoy. 
—¿Tú, pidiendo un día libre? Seguro que aún no he despertado. 
—Me haces sonar como un adicto al trabajo. 
Ella solo sonrió de lado solo para provocarlo. Aunque a veces trabajaba 
mucho, él tenía sus prioridades. Su familia encabezaba la lista. 
Alessandro se tumbó sobre ella y le robo besos aquí y allá. Mientras ella 
se reía. 
—Los niños lo necesitan —dijo él cuando se detuvo y el cómodo silencio 
entre ellos se extendió. 
—También lo notaste. —No era una pregunta y aun así el respondió. 
—Sí, están un poco callados. Algo les pasó y necesito que se relajen y tal 
vez logremos averiguar lo que les pasa. 
Ava asintió de acuerdo. Él tenía razón. 
—Ahora, si te parece bien quiero dormir un poco más —Se recostó a su 
lado y la jaló a sus brazos. 
La respiración de Alessandro era calmada, pero sabía que no estaba 
dormido, levantó su rostro y lo vio con los ojos cerrados. 
—¿Estás dormido? —preguntó. Era una pregunta muy tonta, pero si no 
respondía ya no le fastidiaría. 
—Sí. 
Ella soltó una risita. 
>>¿Qué es? Tal vez luego de satisfacer tu curiosidad puedas relajarte y 
dormir un poco más. 
—No lo creo, una vez despierta no suelo volver a dormirme. 
—Ya lo veo. Entonces puedes levantarte y vagar por la casa. ¿Por qué 
seguro que los niños también dormirán hasta tarde? 
Comenzó a reírse cuando Piero y Fabrizio tocaron la puerta de la 
habitación al mismo tiempo que él terminaba de hablar. 
—No puede ser cierto —se quejó aunque era que la estaba pasando bien. 
—¿Papà has visto a la señorita Ava? 
Ella no sabía si responder o guardar silencio. Miro a Alessandro para saber 
que hacer a continuación. 
—Está aquí —anunció él a sus hijos. 
Se escuchaban murmullos al otro lado de la puerta seguido de risas 
traviesas. 
—Al parecer están de mejor humor —susurró— Así que tal vez podamos 
averiguar lo que les sucedió. 
—Hoy no irán a la escuela —Escucharon unos grititos de alegría después 
del aviso de su padre—.Vayan con Beatrice, vendremos pronto —Unos 
pasos alejándose apresurados por el pasillo fueron su indicación de que 
ellos se habían marchado—.Te dije que mi plan era bueno. 
—Nunca lo dijiste. 
—Pues ahora lo acabo de hacer —dijo él triunfante, antes de robarle un 
beso y ponerse de pie. 
Se llevó una sorpresa cuando lo encontró vestido con apenas un bóxer. 
—¿Dónde está tu ropa de dormir? —logró preguntar entre tartamudeos. 
Alessandro se miró y luego a ella. Tenía la burla marcada en sus rasgos. 
—Me has visto más desnudo que esto. 
—Esto es diferente. 
—Cierto, suelo dormir sin bóxer solo lo hice porque no me pareció lo 
indicado al ser nuestra primera noche solo durmiendo. Pero si te estás 
quejando…. —Él no le dio tiempo a reaccionar, se quitó el bóxer—. 
Espero que así te parezca mejor. —Alessandro le guiño un ojo y ella se 
pudo incluso más roja. 
Alessandro se dio la vuelta y camino hacia el baño y antes de entrar se 
volvió hacia ella. 
—Si deseas podemos tomar una ducha juntos. Solo para ahorrar tiempo y 
agua. —Su sonrisa presumida fue su límite y su cerebro dejo de trabajar 
por un segundo. 
—Yo… yo… así estoy bien. 
Él soltó una carcajada tan fuerte que pudo escuchar aún después que él 
abrió la ducha. 
—Idiota —murmuró para sí misma, pero la sonrisa en su propio rostro la 
delataba. 
 
 
Capítulo 16 
—¿Nos alejarás de mamá? —La pregunta tomó a Ava por sorpresa. Surgió 
de manera repentina. 
La mañana había estado llena de diversión y tranquilidad. Habían jugado 
un rato en la piscina y luego prepararon palomitas para ver un par de 
películas animadas. Justo ahora estaban sentados en el suelo en medio de 
la sala jugando con carros y aviones. 
Los niños se habían mostrado más expresivos que la noche anterior y no 
habían perdido su sonrisa durante todo el día. Al menos no hasta ahora. 
Ambos lucían demasiado serios para su corta edad y ella tomó muy en 
serio sus preocupaciones. No queríadisgustarlos. 
—¿De dónde sacaron esa idea? —preguntó con calma. Le hubiera gustado 
que Alessandro estuviera allí, pero él había ido a resolver unos problemas 
de último minuto a su despacho. Aunque le había dicho que no tardaría 
más que un par de minutos, sabía que los niños no esperarían. Además 
tenía la vaga sospecha de que Piero y Fabrizio estaban aprovechando que 
su papá no estaba para hablar con ella. 
—Un niño en la escuela me dijo que las madrastras eran malas y que tú 
nos separarías de nuestra mamá. 
Ese comentario le parecía más a algo que un niño diría porque había 
escuchado a algún adulto decirlo. Probablemente a sus padres. Maldijo 
nuevamente a todos esos artículos que fueron publicados sobre ella y 
Alessandro. Casi podía apostar que esto era solo el comienzo. No podía 
evitar que pasará, pero si podía preparar a los niños. 
—Eso no pasará. Sé cuánto aman a vuestra madre y jamás, ni vuestro padre 
ni yo, los separaríamos de ella. ¿Me creen, verdad? 
—Sí —respondieron los dos al mismo tiempo. 
Cogió a los dos por las manos y los jaló a sus brazos. Abrazo sus pequeños 
cuerpos con fuerza y depositó un beso en la frente de cada uno. 
—¿Pueden prometerme algo? —preguntó cuándo los soltó, los dos 
asintieron sin dudar—. No importa lo que la gente diga me dirán a mí o 
vuestro padre lo que sucede para que podamos solucionarlo. Algunas 
personas dicen cosas de los demás porque no tienen nada divertido que 
hacer. 
Los dos sonrieron ante su última frase y luego asintieron con la cabeza. 
—Bueno y ahora, ¿quién quiere hacer unos deliciosos brownies? 
—¡Yo! —El primero en saltar fue Piero y salió corriendo hacia la cocina 
seguido por su hermano. 
—Gracias por eso —La voz de Alessandro la tomó por sorpresa. 
—¿Alguna vez dejaras de aparecer de la nada? 
—No si reaccionas así cada vez que lo hago. 
Por un instante ambos se quedaron mirándose el uno al otro sin decir nada. 
—Será mejor que vaya a la cocina antes de que los niños se cansen de 
esperar y comiencen a cocinar solos. 
Él soltó una risa. Sabía que sus hijos probablemente eran capaces de 
hacerlo. 
—Ava —dijo el cuándo ella estaba cerca a desparecer por el pasillo—. En 
serio gracias por lo de antes. 
Ella lo miró sobre el hombro y sonrió. 
—No tienes que agradecerme. Se supone que somos una pareja y estamos 
juntos en esto. Probablemente no será nada fácil. Pero voy a dar lo mejor 
para que lo que tenemos funcione. Pese a que no parece, estoy en esto 
porque quiero. —Guiñó un ojo y el correspondió con otra sonrisa. 
Cada palabra que le había dicho a Alessandro era cierta. No permitiría que 
algo llegará a arruinar su reciente relación y mucho menos que lastimarán 
a ese par de preciosos y dulces niños. 
Los pensamientos serios salieron por la ventana en cuanto atravesó el 
umbral de la cocina. Quien no creyera que un desastre podía ocurrir en 
cuestión de segundos estaba equivocado. 
Los niños estaban tratando de barrer un montón de harina en el suelo que 
se supone era para preparar los brownies. Cuando la vieron en el umbral 
ambos comenzaron a derramar lágrimas. El corazón se le apretó dentro del 
pecho. 
—¿Qué fue lo que pasó aquí? —Ella habló con absoluta calma. Renegar 
no ayudaría en nada y un accidente le sucedía a cualquiera. 
—Piero y yo estábamos peleando por quién echaría la harina en el 
recipiente y se nos escapó de las manos —contó el hermano mayor 
tratando de mostrarse valiente. 
—Supongo que la harina no llegó al recipiente ¿creen que si echamos los 
demás ingredientes ahí aun podamos hacer los brownies? —preguntó 
apuntando a la harina en el suelo. 
—No. 
—¿Seguro que no? —Ambos movieron la cabeza de lado a lado 
frenéticamente—. Bueno, si no se puede tendremos que tirarlo a la basura. 
Solo no le contemos a vuestro padre. —Sabía que Alessandro estaba 
parado detrás de ella. No solo porque los niños le estaban haciendo señas 
para avisarle sobre ello, sino también porque lo escuchó venir. 
—¿No decirme qué? 
—Ups, atrapada —susurró para que solo los niños la escuchara. Ellos 
sonrieron, ya parecían más tranquilos. Su estrategia había funcionado—. 
Qué los niños querían hacer un pastel en el suelo. 
—¡No es cierto! —gritaron los niños entre risas. 
—Puede que no lo sea —dijo juguetona. 
—¿Con que tratabas de mentirme —Alessandro se acercó a ella como un 
cazador que acecha a su presa. Y luego la atacó con cosquillas. Esa era su 
mayor debilidad. Ella no contuvo las risas y lágrimas. 
—¡Ayuda! —pidió a los niños quienes no dudaron en lanzarse a las piernas 
de su padre para tratar de detenerlo. 
—Eso es trampa —dijo Alessandro rindiéndose. 
Les costó un poco de tiempo recuperar el aliento después de su pequeño 
juego. 
—La próxima vez espérenme antes de sacar la harina o cualquier otra cosa. 
¿Está bien? Podría ser peligroso para ustedes. 
—Sí, lo sentimos. 
—Lo sé. Ahora, mientras yo voy por otro paquete ustedes se encargaran 
de terminar de recoger este desastre. —Se aseguró de sonreír para dejar en 
claro a los niños que no estaba molesta. 
No tuvo que repetir la orden dos veces para que lo niños se pusieran a 
limpiar. Era probable que no lo recogieran bien, pero debía enseñarles a 
corregir sus errores. 
Cuando llegó a la despensa no encontró otra bolsa de harina. Era la primera 
vez que algo faltaba y asumió que tal vez tenía que ver con que ella se la 
pasaba haciendo pasteles y galletas. 
Regresó a la cocina con las malas noticias y encontró el suelo un poco más 
limpio. Se dijo que ella se encargaría de terminarlo más tarde, si el 
personal de limpieza o Beatrice, que de seguro rondaban por allí, no se le 
adelantaban. 
—La harina se acabó —anunció. 
—¡Vamos de compras! —gritó Piero. 
—Yo no creo que sea buena idea —respondió Ava mirando a Alessandro 
en busca de apoyo. Los reporteros tratarían de obtener fotos y seguir 
hablando de ellos. 
—¿Por qué no? A mí me parece una buena idea. Vamos por los abrigos. 
Los niños celebraron y desparecieron rumbo a su habitación. 
—No crees que es muy pronto después de lo de ayer. 
—Tal vez, pero no podremos ocultarnos para siempre. 
—Quizás no para siempre, pero si por unas semanas —sugirió medio en 
broma. 
—No te preocupes, todo estará bien. De todas formas no importa lo que el 
resto diga mientras Piero y Fabrizio vean que pueden contar con nosotros 
todo estará bien. 
—¿Cuándo hablarás con su madre? No creo que la mejor manera de 
enterarse sea a través de las noticias. Son sus hijos después de todo y será 
de su agrado que involucres a otra mujer en su crianza sin decírselo. 
—Aún está fuera del país y no es una noticia que se pueda decir por 
teléfono. En cuanto llegué hablaré con ella. 
—Está bien. —Sonrió. 
Alessandro la besó antes de que ambos fueran tras de los niños. Después 
de coger sus abrigos, subieron al auto de Alessandro para ir al centro 
comercial de compras. 
A pesar de todos los escenarios que había imaginado, la experiencia no fue 
tan incómoda como pensó. Sí, hubo algunas personas que los miraban con 
curiosidad, pero en su mayoría dejaban de prestarles atención en cuestión 
de segundos. 
—Ya que estamos aquí, compremos todo lo que haga falta. 
—¿Eres consciente de que tienes un personal para que se encargué de ello, 
no? 
—Sí. Pero las compras no son divertidas si no podemos comprar en 
cantidad. 
—Tu definición de diversión y la mía no se parecen en nada. 
Alessandro soló una carcajada profunda y continuó empujando el carrito 
de compras. En ese escenario él casi parecía alguien común y no el hombre 
de negocios millonario. Aunque pensándolo bien, el aura de poder que 
emanaba de él haría difícil que alguien lo tomará por un hombre común. 
Miró a los tres hombres caminando junto a ella con total confianza por los 
pasillos del supermercado. Los tres parecían copias idénticas, solo que en 
diferentes tamaños. Por cada pasillo que pasaban ellos ponían todo lo que 
se les antojaba en el carrito. Eva, por otro lado, se encargaba de devolver 
las cosas que no consideraba ni necesarias ni sanas para los niños a los 
estantes.Cuando ella sacaba algo, los niños la miraban con pucheros en el 
rostro, pero ella no se rendía. Salvó en algunos casos que los tres se ponían 
de acuerdo para poner caritas de cachorros. No era fácil resistirse a 
Alessandro haciendo pucheros junto a sus hijos. 
—Jamás pensé decir esto, pero será mejor que tu personal se encargué 
siempre de todas las compras —anunció cuando esperaban en la fila. 
—¿Te han dicho que no tienes espíritu aventurero? —respondió a la 
defensiva él. 
—¿Y a ti que puedes ser como un niño? —Una pequeña risa se le escapó. 
Su intercambio fue interrumpido por la señorita de la registradora que los 
llamó. Mientras pasaban las cosas pudo notar como la chica coqueteaba a 
Alessandro. Los celos empezaron a bullir dentro de ella. Nunca creyó que 
podía sentir ganas de decirle unas palabras nada amables a alguien por 
tratar de seducir al hombre que le gustaba. Su humor se estaba saliendo de 
control, pero notó que Alessandro ignoraba a la mujer al otro lado de la 
caja registradora y tenía su mirada en ella. 
—Te ves hermosa con el ceño fruncido. 
Ella se sonrojó y sonrió de lado. 
Después de pasar unos minutos de incomodidad en la caja registradora y 
pagar por todo lo comprado, caminaron hasta el garaje. Depositaron las 
compras en el maletero y los cuatro subieron al auto. 
—¿Qué te parece si vamos por algo de comida? 
—¡McDonald’s! —gritó ella y los niños la imitaron. 
—Eso no es comida. Además eras tú la que se estaba quejando de que los 
niños no deberían comer tanta comida chatarra. 
—Eso es diferente, trataban de llenar el carrito con pura comida chatarra. 
Alessandro dio un suspiro resignado y arrancó el auto. Ella miró a los niños 
atrás y chocó los cinco con ellos. Mientras el padre se quejaba un poco 
más. 
Ava comenzó a cantar para los niños y ellos la siguieron. Incluso 
Alessandro se unió a ellos con su profunda voz. El auto pronto estuvo llena 
de ruido. Los cuatro cantaban a viva voz sin importarles nada en el mundo. 
La comida fue agradable y los niños se entretuvieron bastante. El camino 
de regreso a casa fue más tranquilo, los niños se quedaron dormidos en 
poco tiempo. Ella también terminó siendo vencida por el sueño. No 
despertó hasta que sintió el carro detenerse. 
—Lo siento, me quedé dormida —dijo de inmediato incorporándose. 
Alessandro la observaba divertido. 
—Fue una tarde algo agitada. 
Miró a los asientos traseros y encontró a los niños aun dormidos. 
—¿Primero los recostamos y luego guardamos las cosas? —sugirió. 
—No te preocupes por las compras alguien se encargará de llevarlas 
adentro. 
Ella asintió y se bajó del auto. Abrió la puerta de atrás y cargó a Piero. Con 
él en brazos camino hacia la puerta. Escuchó los pasos Alessandro 
siguiéndola. No habían avanzado mucho cuando alguien los detuvo. 
—¿Así que es cierto? Estás jugando a la familia feliz con tu niñera —La 
voz de Marena estaba cargada de veneno. 
—Lo siento señor, ella insistió en entrar —se disculpó uno de los guardias 
que cuidaban el ingreso principal. 
—No te preocupes —dijo Alessandro antes de despedir al hombre. 
Ava se compadeció del pobre guardia, seguro Marena no le había hecho 
las cosas fáciles. Lo peor era que no le podían negar el ingreso. Alessandro 
le había comentado que Marena tenía libre ingreso para evitar que la mujer 
en cuestión armara escándalos en la puerta. Cualquier cosa parecida podía 
ser mal interpretada por la prensa y posteriormente frente a un juzgado. 
—Espérame en mi oficina, en breve estaré contigo. —Era más que obvio 
que Alessandro había ignorado a propósito la insinuación de Marena. 
—Quiero acostar a mis hijos —refutó la mujer. 
—Marena… —La paciencia de Alessandro parecía estar tocando su límite. 
No lo podía culpar la mujer podía poner de mal humor a cualquiera. 
 
 
Capítulo 17 
No estaba segura de cómo resultarían las cosas después del encuentro de 
Marena con Alessandro. Existían tantas posibilidades y un par de ellas le 
preocupaban más de lo que quería admitir. 
Ava no podría dormir hasta que Alessandro apareciera en la habitación y 
le contara como había ido todo. Hubiera querido bajar a ver cómo iban las 
cosas, pero con lo difícil que era Marena tenía miedo de complicar las 
cosas. Era cerca de la media noche y estaba parada cerca de la ventana 
cuando escuchó la puerta de la habitación abrirse. Se dio la vuelta para ver 
a Alessandro entrar. 
Durante todo el tiempo que lo estuvo esperando, el nerviosismo la había 
dominado. Recordaba haberse echado y levantado de la cama alrededor de 
unas cinco veces y cuando no pudo más se había sentado en los sofás. 
También había caminado por la habitación, seguro si tuviera un contador 
de pasos hubiera completado su meta para un par de días. Incluso había 
salido al pasillo una vez. 
—¿Cómo fue todo? —lanzó sin demora. Él dio un suspiro de frustración—
. ¿Así de mal, eh? 
La pequeña lámpara daba una tenue luz a la habitación y aun así pudo notar 
la tensión en su rostro. 
—No esperaba que fuera de otra forma. Marena siempre aprovecha 
cualquier oportunidad para hacerme la vida imposible. 
—¿Crees que eso afecte tu custodia sobre los niños? Porque si es así creo 
que… 
—¿Crees qué? ¿Qué deberíamos terminar? ¿No eras tú la que dijo que 
lucharías por esto? —Se arrepintió de haber sugerido algo como eso en un 
momento tan delicado. 
—Eso es diferente. Sé cuánto amas a los niños y no quiero que los pierdas 
por mi culpa. 
 —No lo haré. Marena es como una niña caprichosa. Si algo no le gusta, 
hace sus escándalos. Aunque casi nunca las cosas salen como ella quisiera. 
Ava se sintió un poco más tranquila por la seguridad con la que Alessandro 
habló. Se volvió hacia la ventana y miró hacia la oscuridad. Abrazó su 
cuerpo y dejó que la poca calma que había obtenido de él se apoderara de 
ella. 
Durante las últimas semanas todo había estado constantemente acelerado, 
apenas y tenía un poco de calma antes de que algo nuevo pasará. Estaba 
segura de que este era uno de esos momentos tranquilos antes de que algo 
volviera a suceder. 
Escuchó los pasos de Alessandro acercarse y detenerse detrás de ella. Él 
la envolvió entre sus brazos y colocó el mentón sobre su hombro. Inhaló 
su aroma y se dejó llevar por la calidez su cuerpo. 
—¿Estás bien? —preguntó él preocupado. Ava movió ligeramente la 
cabeza de arriba hacia abajo. 
Alessandro comenzó a besarla a lo largo del cuello. Como siempre su 
corazón latió acelerado y su cuerpo reaccionó al contacto. La excitación 
de Alessandro era palpable, su erección presionaba contra el cuerpo de 
Ava. Ella no estaba en una situación diferente, el dolor entre sus piernas 
era una muestra de ello. 
—Te necesito —dijo él. A ella casi le sonó a un suplica. Se giró en sus 
brazos hasta tenerlo frente a frente, se puso de puntillas y tomándolo por 
el rostro lo jaló para un beso. 
Ella también lo necesitaba y se lo demostró. Mientras sus labios estaban 
entretenidos, ellos se retiraron el uno al otro la ropa pieza por pieza. Estaba 
desesperada por sentir su cuerpo sin nada entre ellos. 
Cuando se separaron un poco para respirar él acarició su mejilla y llevo su 
dedo hasta sus labios. Ava aprovechó para llevárselo a la boca. Amó el 
sonido que escapó de él cuando ella lo hizo. 
Él la tomó por la cintura y la levantó. Ella no demoró en envolver sus 
piernas alrededor de él. Con ella en brazos camino hasta la cama. Colocó 
primero una de sus rodillas y luego la recostó. 
Después todo fueron besos y caricias. Cuando por fin se entregaron 
estaban tan frenéticos que no podían controlar sus acciones. Sus cuerpos 
funcionaban por sí solos. 
Los jadeos y gemidos inundaban la habitación. Sus cuerpos chocando el 
uno contra el otro eran parte de la melodía. Ella levantaba las caderas para 
encontrarse con cada una de sus embestidas. Tenía las piernas fuertemente 
envueltas alrededor de él y no permitía que el saliera de su cuerpo por 
completo. La necesidad que sentía era consumidora y desesperante. 
El clímax fue tan fuerte que sintió perder la consciencia porun instante. 
Alessandro dio un par de estocadas más antes de venirse dentro de ella con 
un rugido fuerte. 
Con las respiraciones aun aceleradas, él les dio la vuelta. Ava terminó con 
la mejilla apoyada sobre el torso desnudo de él. Sus manos la envolvían 
por la cintura en un agarre firme, pero tierno. 
—Eres como una montaña rusa —comentó ella. Su filtro verbal estaba 
desactivado y sus neuronas apenas funcionando. Alessandro la miró 
extrañado—. Una subida y bajada de emociones. —Él sonrió con su 
comentario. 
Los dos se sumergieron en una conversación sobre diferentes cosas. Nada 
demasiado profundo. Era como si él prefiriera seguir manteniendo las 
cosas un poco superficiales o eso pensó hasta que hizo una pregunta un 
poco más personal. 
—¿Cómo es que nunca tuviste un novio? —En su rostro se reflejaba 
verdadera curiosidad. 
—Sí lo tuve —respondió ella confundida. 
—Pero eras virgen. 
Ella sonrió por la conclusión a la que él había llegado. 
—Una cosa no tiene nada que ver con la otra —aclaró. Ella se preparó 
mentalmente antes de contarle su historia al hombre que estaba a su lado—
. Marc fue mi novio durante cinco años. Lo conocí en mi primera semana 
en la universidad. Yo realmente sentía que lo amaba. —Sintió el cuerpo 
de Alessandro tensarse. No podía afirmar que se trataba de celos, pero casi 
lo parecía—. Mis padres tienen un matrimonio hermoso y creí que podía 
tener lo mismo con él. Estaba equivocada. Mientras yo esperaba al 
matrimonio, él estaba con cuanta mujer podía. —Se sentía feliz de que al 
fin hablar del tema ya no le afectara como antes. 
—Es un idiota. 
—Sí, ¿verdad? —bromeó. Aunque siempre se había sentido segura de 
quién era, estar con Alessandro le había dado una confianza a otro nivel. 
Él la hacía sentir única y especial. 
—¿Qué pasó con él? 
—La verdad no estoy segura. Terminé con él y no lo aceptó. Comenzó a 
ponerse demasiado insistente. Un día me harté y me vine para acá. Mis 
padres no lo mencionan y yo no pregunto por él. Para mí él quedó en el 
pasado en el momento en que me engañó. 
—No extrañas tu hogar, lo dejaste todo de repente y por su culpa. 
—No fue por él, fue por mí. Extrañó a mi familia y a mis amigos, pero me 
encanta estar aquí. 
—¿Aun lo amas? —Él se mantuvo impenetrable cuando le hizo la 
pregunta. Le hubiera gustado saber que pasaba por su mente. 
No había pensado en un tiempo en lo que sentía por Marc, pero aun así la 
respuesta era clara. 
No, porque te amo a ti. Estuvo a punto de responder. 
—No. Tal vez nunca lo hice —dijo en su lugar—. Estaba más enamorada 
de la idea de tener alguien con quién pasar el resto de mi vida que de él. 
Cuando terminamos no podía ni siquiera entender cómo es que aguante 
tanto tiempo a su lado. No era un mal tipo, pero no podía soportar no ser 
el centro de atención de todo el mundo. Jamás hubiera funcionado, él no 
se contentaría jamás solo conmigo. 
—Yo no solo me conformaría contigo, sería más que feliz de estar solo 
contigo. —Sus palabras casi le sonaron a una confesión, pero no dejo que 
sus ilusiones la cegaran. 
—¿Y tú? —preguntó moviéndose a un tema más seguro—. ¿Has estado 
con alguien después de tu divorcio? 
Él no parecía contento con su cambio de tema. La miro en silencio durante 
un largo momento. Estaba comenzando a sentirse incomoda por la 
intensidad de su mirada cuando el por fin habló. 
—Un par de mujeres, pero nada realmente serio. —Estaba comenzando a 
acostumbrarse a los celos que sentía cada vez que pensaba en Alessandro 
con otra mujer. Debía ser realmente masoquista para preguntar sobre sus 
relaciones pasadas. En definitiva no era la mejor eligiendo temas 
seguros—. Nada más que una cena. —Eso debió calmar la molestia y lo 
hizo, pero no por total. 
Ambos se perdieron en sus pensamientos después de eso. No se dio cuenta 
de que había empezado a cantar una canción. Hasta que se acomodó mejor 
en el pecho de Alessandro y sus ojos se toparon con los de este. Él tenía 
un brillo especial en la mirada, apenas perceptible gracias a la lámpara 
encendida. 
Así, abrazados y con ella cantando, ambos cayeron en la inconsciencia. 
La semana pasó relativamente tranquila y muchas cosas volvieron a la 
normalidad. Todas las mañanas se levantaba temprano para alistar a los 
niños. Todos desayunaban juntos y luego Alessandro se iba al trabajo y 
los niños a la escuela. 
Durante el día ella buscaba cosas con las que entretenerse. No había mucho 
que hacer en una casa donde tenían personal para casi todo. Muchas veces 
terminaba en la cocina ayudando a Beatrice. En las tardes se enfocaba en 
los niños y por las noches se refugiaba en la seguridad de los brazos de 
Alessandro. 
En menos de un suspiro ya era sábado por la mañana. Si la madre 
de Fabrizio y Piero era tan impuntual como siempre, pronto llegaría. 
Demasiado temprano, como siempre. Ava estaba demasiado tensa, no 
quería enfrentarse a Marena. No es que le importara mucho el trato que le 
fuera a dar. Estaba más preocupada por que los niños no presenciaran la 
tensión entre ellas. 
El timbre de la puerta principal sonó y ella fue a abrirlo antes de que 
alguien más lo hiciera. Cuanto más pronto acabaran con esto, mejor para 
todos. 
—Pasa por favor —invitó a la mujer. 
—¿Ahora eres tú la que me abre la puerta de mi propia casa como si fueras 
la dueña? —Recordó algunos ejercicios mentales que les había enseñado 
muchas veces a los niños para controlar sus arrebatos y los puso en 
práctica. 
—Los niños están… 
—Mis hijos —interrumpió Marena como tratando de dejar claro su punto. 
—…terminando de alistar sus cosas —continuó ella sin entrar en su 
juego—. Saldrán en un momento. Alessandro también llegará pronto. 
Marena se acomodó en uno de los sofás de la sala. Ava tenía tantas ganas 
de desaparecer como la primera vez, pero esta vez ya no era parte del 
servicio y si Marena la notaba actuar con cobardía se aprovecharía su 
debilidad. 
Beatrice apareció con dos vasos de agua poco después que ella se sentó. 
Eran notoria las ganas que tenía de arrojarle el contenido del vaso a la 
madre de los niños. Ella disimuló su risa con una tos. No estaría bien visto 
que actuará como una chiquilla. 
Después de dejar los vasos sobre la pequeña mesa del centro, Beatrice 
desapareció lo más rápido que pudo. La miró con envidia. 
—Podemos hablar, por favor —pidió Ava concentrándose en Marena. 
Necesitaba arreglar las cosas con la mujer sentada frente a ella por el bien 
de los pequeños. 
—No sé de qué podamos hablar tú y yo. 
—Marena, basta de comportarte de esta manera. No estoy buscando 
remplazarte en la vida de tus hijos. Eres su madre y siempre serás la 
persona más importante para ellos —La táctica de tranquilidad no había 
funcionado, entonces tal vez la severidad funcionara. Al menos así actuaba 
con algunos niños y para el caso tratar con Marena o con unos niños 
parecía lo mismo. 
—Rompiste nuestra familia. 
—Cuando yo llegué tu familia ya se había separado. Yo no tuve nada que 
ver con eso. Tú y Alessandro están divorciados, no me metí entre ustedes. 
—Lo nuestro eventualmente se hubiera arreglado por el bien de los niños. 
Lo conozco, él solo necesitaba tiempo. Aun creo que llegado el momento 
el verá lo que es más conveniente para nuestra familia y te dejará. —La 
forma en cómo funcionaba la cabeza de Marena sería siempre un misterio 
para ella. 
—Si es así entonces tendré que aceptarlo. Mientras tanto espero que 
podamos llevar la fiesta en paz, por el bien de los niños. —Se dio cuenta 
que no iba a llegar a ningún lado así que no tenía sentido prolongar la 
conversación—. Iré a buscar a tus hijos. —Sonreír no le fue fácil. 
Se puso de pie y caminó hacia las escaleras. 
—Ava —la llamó ella. 
Se detuvo al pie de las escaleras y miró a Marena sobre el hombro. 
—No me voy a rendir, te sacaré de sus vidas. 
Ava cuadró los hombros y subió las escaleras sin darle una respuesta. No 
le daría el gusto de creer que podía tratarla como su inferior. 
Después que Alessandro le entregó sus hijos a Marena y ellos se 
marcharon pensó encomentarle lo que su ex esposa le había dicho. Pero 
que caso tendría. Ella estaba lo suficientemente grande para lidiar con la 
irritable mujer. Alessandro ya estaba indispuesto con Marena y si le 
contaba lo sucedido tal vez solo empeoraría las cosas. Al final los más 
afectados serían los niños al ver a sus padres molestos el uno con el otro. 
 
Capítulo 18 
Ava seguía pensado que era una mala idea. Solo a Alessandro se le podía 
ocurrir organizar una fiesta en la casa después todas las cosas que habían 
sucedido. Un par de semanas habían transcurrido desde que ocuparon 
primeras planas y algunas revistas aun hablaban de ellos. Al menos Piero 
y Fabrizio cada vez parecían más felices con la nueva relación de su padre. 
Miró nuevamente su reflejo y las dudas volvieron a acosarla. Era un hecho 
que ella no había estado pensando con claridad cuando acepto ser parte de 
esta ridícula fiesta. Pero en su favor, Alessandro había usado argumentos 
convincentes. El mejor de ellos: los niños se verían beneficiados si ellos 
por fin aparecían ante el público bajo sus términos. Nadie podría seguir 
dando especulaciones falsas sobre su relación. 
—Estás bella —dijo Alessandro entrando a la habitación y tomándose su 
tiempo para observarla. 
—No puedo hacerlo. 
—Por supuesto que puedes. —Él en verdad parecía tenerle confianza. 
Caminó hasta ella. Sus miradas se encontraron a través del espejo y dejó 
que un poco de su seguridad se le contagiara. 
Alessandro se removió un poco y extrajo algo de su bolsillo. Era un 
estuche de color negro. 
—¿Qué es eso? 
—Un obsequio. 
Él sacó un collar de diamantes del estuche en su mano. No tenía que 
preguntar si eran de verdad, su brillo bastaba para confirmárselo. Ella 
estaba absorta observando la costosa joya, momento que Alessandro 
aprovechó para colocársela en el cuello. 
Jamás había sentido algo tan pesado adornando su cuello. Ni siquiera era 
muy buena para usar joyas. Las pocas imitaciones que tenía solía usarlas 
cuando se acordaba de su existencia. No tenía nada en contra de las 
mujeres que no podían vivir sin una hermosa y costosa joya. Era solo que 
no era lo suyo. 
—Esto es demasiado —dijo finalmente llevando su mano hasta el broche 
del collar para retirárselo. Alessandro la detuvo antes de que logrará su 
objetivo. 
—Combina perfectamente con tu vestido —Claro que combinaba, él la 
había acompañado a comprarlo. Seguro lo había comprado justo después 
de elegir el vestido. Ahora que recordaba él la había dejado un rato a solas 
después de que eligieran el vestido para la fiesta. 
—¿Lo compraste tú? —preguntó solo para estar segura. 
—Por supuesto. 
No discutió más con él. En un día común y con un hombre diferente se 
empeñaría en no aceptar el regalo, pero aprecio el gesto que Alessandro 
estaba teniendo con ella. En su rostro se reflejaba cuán importante era para 
él que aceptara su regalo. 
—Iré a ver a los niños antes de bajar —informó en su lugar. 
—Ellos están bien. Tienen quien los cuide. 
—Lo sé, pero lo necesito para tranquilizarme. 
El aceptó su petición. 
Pasaron a la habitación de los niños y les leyeron un cuento antes de bajar 
a saludar a los invitados. Ava se sentía un poco más relajada cuando llegó 
al gran salón. Los niños habían logrado mitigar su ansiedad. 
El salón lucía diferente con todas las luces prendidas y las flores 
adornando todo el lugar. En los rincones había mesas con bocadillos de 
todo tipo y camareros rondaban el lugar con bandejas llenas de copas. 
Las personas estaban dispersan en grupos conversando y riendo. No había 
ni uno solo de ellos que estuviera vestido con sencillez, las mujeres eran 
el vivo ejemplo de opulencia y los hombres no se quedaban atrás. Ella 
había creído que su collar era una exageración, pero ver a mujeres que 
definitivamente llevaban muchas más joyas y de segura más costosas que 
la de ella la sacó de su error. 
Cuando Alessandro y ella atravesaron la puerta el silencio se apoderó del 
lugar. Todos los ojos estaban sobre ellos, algunos con curiosidad y otros 
con desdén. No dejó que nada de ello la afectara. Mantuvo la espalda recta 
y una sonrisa amable en el rostro. Seguro al final de la noche las mejillas 
le dolerían por tanto sonreír. 
Después de la impresión inicial uno a uno las personas se les fueron 
acercando. Al parecer eran socios de negocios de Alessandro porque 
después de las presentaciones iniciales los hombres se ponían a hablar de 
trabajo. Por otro lado Ava se encargaba de mantener una conversación 
amena con la acompañante de quién estuviera de turno. Recibió más de 
una sonrisa hipócrita y una que otra mirada de desprecio. 
Llevaban más de una hora y ella sentía que el mar de personas con las que 
habían hablado no eran tantas en comparación con las que aún no habían 
socializado. 
—Hombres, no pueden hacer más que hablar de negocios —dijo la mujer 
con la que estaba hablando ahora. A su lado su esposo estaba entretenido 
con Alessandro. Ambos parecían buenos amigos. 
A diferencia de las anteriores mujeres, esta le dio una sonrisa verdadera y 
no identificó motivos ocultos detrás de su mirada. Bianca, como se había 
presentado antes, parecía sincera. 
—¿Estas reuniones son siempre así? —preguntó. Por primera vez sentía 
que podía hablar con tranquilidad sin miedo a decir algo incorrecto. 
—No. A veces son peores —respondió Bianca—. Sí al menos alguien nos 
prestará atención —dijo la mujer con una mirada maliciosa y le guiñó un 
ojo. 
—Hay bastantes personas por aquí seguro que podemos dar una vuelta y 
mezclarnos con el resto —Ava sonrió siguiéndole el juego. 
—Eso no suena tan mal —la mujer se giró a su esposo y habló—. Cariño 
¿tú crees que… 
—Ni hablar —respondió su esposo de inmediato, demasiado para alguien 
que había estado tan entretenido en su conversación hasta hace poco—. 
Alessandro, si me disculpas llevaré a mi bella esposa a bailar. De paso le 
recordaré que solo debería tener ojos para mí. —Bianca tenía una sonrisa 
triunfal en el rostro. 
Alessandro y yo mirábamos entretenidos la escena. Un anhelo surgió en el 
pecho de Ava, pero lo supo ocultar. 
—Hacen una bonita pareja —comentó viéndolos alejarse. Los dos reían 
confidentes. 
—¿Qué decías sobre dar una vuelta para conocer hombres? 
Dejó de mirar a la pareja para concentrarse en el hombre junto a ella. Él la 
miraba serio, aunque un brillo juguetón en sus ojos lo delataron. 
—Estoy segura de que no fue eso lo que dije —bromeó. Apoyo ambas 
manos sobre el pecho de Alessandro y él la tomó por la cintura. Por unos 
segundos se olvidaron de la multitud que los rodeaba. 
—¡Con que aquí se está escondiendo la pareja de la noche! —gritó una 
voz llamando su atención. La potente voz le hizo dar un paso hacia atrás y 
volverse hacia donde venía el sonido. 
Un hombre casi de la misma estatura de Alessandro los miraba con una 
sonrisa en el rostro. 
—Matteo —susurró Alessandro. Ella abrió los ojos con sorpresa. Era la 
primera vez que conocía al hermano de Alessandro. 
En automático comenzó a buscar semejanzas entre los dos. Matteo tenía 
el cabello negro como el de su hermano. Además ambos compartían unos 
pómulos prominentes y una mandíbula cuadrada. Las semejanzas 
terminaban ahí. La piel de Matteo era más clara y sus ojos eran de color 
verde. Aun así no se podía negar el parentesco entre ambos. Y los dos 
tenían un magnetismo que atraía la mirada de cualquiera hacía ellos. 
El hombre terminó de cerrar la distancia entre ellos y la abrazó con fuerza. 
El abrazo tal vez debería haberla hecho sentir incómoda, pero el hermano 
de Alessandro no parecía tener otra intención que la de ser amable. 
—Suéltala —gruñó Alessandro desde un costado. 
Matteo se tardó un poco más antes de obedecer. Cuando al fin estuvo libre, 
miró a Alessandro. Él no parecía contento. En cambio su hermano menor 
parecía estar disfrutando el momento. Alessandro envolvió su brazo en su 
cintura y la pegó a él. 
—Jamás había visto reaccionar así a mi hermano. Es algo divertido de ver 
—habló—. Bienvenida a la familia —le dijocon una sonrisa genuina que 
ella no dudo en corresponder. 
Ava miró a la gente alrededor y vio que todas estaban atentos a ellos 
aunque trataban de disimular. Su rostro se tornó carmesí. No le gustaba ser 
el centro de atención. 
—No creí que llegarías —dijo Alessandro. 
—Yo tampoco. Mi avión acaba de aterrizar hace una hora. Estuve a punto 
de no venir, pero la curiosidad fue más grande y aquí me tienes. 
—Genial —respondió Alessandro con total sarcasmo. 
—Es una lástima que sigas siendo el de siempre. ¿Cómo es que consiguió 
a alguien tan linda como tú? —preguntó—. Cuando quieras puedes dejarlo 
y venir conmigo. 
Ava que había estado observando el intercambio en silencio. Notó que 
Matteo solo buscaba provocar a Alessandro. Era una extraña interacción 
la que tenían, pero se notaba que se querían. 
—Sé que trabajé de niñera, pero cuidar de otro niño no está en mis planes 
—. Su respuesta sorprendió a los dos hombres. El silencio que siguió a su 
comentario casi la hace disculparse. De pronto Alessandro soltó una 
profunda carcajada y Matteo no se quedó atrás. 
—Bien dicho —le susurró Alessandro al oído y la besó en la cabeza. 
—Eres buena, debo de admitirlo —dijo Matteo—. Bueno, aunque es una 
velada interesante me tengo que despedir, estoy cansado. 
—¿Podemos cenar mañana? —invitó ella de inmediato. La inseguridad la 
volvió a azotar. No estaba segura si a Matteo le agradaría la idea. Se giró 
para mirarlo y como si este leyera sus pensamientos le dio un asentimiento. 
—Eso suena estupendo, ¿nada formal cierto? 
—Para nada. 
—Entonces estaré aquí a las cinco. Aprovecharé para pasar tiempo con 
mis sobrinos. Ha pasado un tiempo desde que los vi. Es lo malo de viajar 
constantemente. 
Él volvió a acercarse para darle un abrazo, pero una advertencia de 
Alessandro bastó para que se hiciera para atrás con las manos en alto. No 
lucía nada asustado, por el contrario estaba con una sonrisa traviesa en el 
rostro. 
Matteo se despidió y luego se alejó dejándolos solos en su pequeña 
burbuja. Una a la que la gente que los rodeaba podía entrar. 
—¿Qué te parece si bailamos? 
—Apoyo la moción. 
Caminaron de la mano hasta el centro del salón. Algunos hombres 
intentaron detener a Alessandro para conversar, pero él los despidió con 
rapidez. 
Una balada lenta comenzó a sonar. A Ava le pareció la melodía perfecta 
para el momento. Entrecruzó los dedos en la nuca de Alessandro y colocó 
la mejilla en su pecho. Él puso ambas manos en sus caderas y se dejaron 
llevar por la melodía. Se balancearon perdidos en su propio mundo. No 
estaba segura de cuánto tiempo pasaron en silencio, tan solo moviéndose. 
Pudieron ser minutos o tal vez horas y ella no habría notado la diferencia. 
Ella quería detener el tiempo en ese momento. Mientras ambos estaban 
relajados y sin pensar en nada más. 
—Creo que es hora de que despidamos a todos y aprovechemos lo que 
queda de la noche. 
—¿Y que sugiere el caballero? Debo recordarle que soy muy exigente —
bromeó. 
—Algo se me ocurrirá, pero te prometo que no tendrás quejas. 
—¿Así de seguro estás? Bueno ¿que esperamos? Saquemos a todas estas 
personas y comprobemos que tan bueno eres cumpliendo tus promesas. —
Selló sus palabras besando sus dos mejillas y luego sus labios. 
Ella pensaba en un beso fugaz cuando se acercó, pero él la retuvo y la besó 
con fiereza. Cuando la soltó apenas y podía respirar con normalidad. 
—Eso solo es una pequeña demostración —susurró en su oído y sonrió 
victorioso al verla afectada. 
Después de que los invitados se fueron la noche pasó diferente a lo que 
habían pensado, pero no por eso menos especial. 
Durante toda la velada Ava no había tenido tiempo de probar ni un bocado. 
Cuando su estómago se quejó de hambre Alessandro cogió una bandeja 
llena de bocadillos y tomándola por la muñeca la llevó a través de la casa 
hasta la piscina. 
Prendieron tan solo un par de luces, las suficientes para iluminar un poco 
el ambiente. Luego se sentaron en las tumbonas. 
Alessandro hace rato que se había quitado el saco y arremangado las 
mangas de la camisa. Tenía una apariencia tan informal y hogareña. No 
importara que llevará o como lo llevara siempre se veía perfecto. 
Él no tardó en agarrar uno a uno los bocadillos de la bandeja que había 
dejado en la mesa cerca de ellos y le dio de comer todo lo que ella pudo 
resistir. Entre bocados Alessandro aprovechaba para robarle un beso o 
propinarle alguna que otra caricia. 
Solo cuando ella estuvo lo suficientemente llena, él se detuvo. Los dos 
comenzaron a hablar de anécdotas de su infancia. Alessandro no tenía 
reparos en mencionar a sus padres y siempre hablaba con amor de ello. 
Era una lástima que ellos hubieran muerto. A Ava realmente le hubiera 
encantado conocerlos. 
En medio de risas y bromas los dos regresaron a la habitación principal 
donde luego de cambiarse se durmieron en los brazos del otro. 
—Estuviste magnífica esta noche —dijo Alessandro antes de caer en la 
inconsciencia. 
 
 
 
Capítulo 19 
—¿Cómo van las cosas con Alessandro? —preguntó Lia. 
Lia era la única con quien podría hablar libremente de su relación. Ella 
sabía casi toda la historia. Ni siquiera les había contado a sus padres que 
estaba saliendo con alguien. No estaba segura del motivo, tal vez era 
porque nada era seguro. 
Desde que empezó lo suyo con Alessandro no había regresado a casa de 
su amiga. Apenas habían hablado por celular y se había reunido un par de 
veces antes. Se regañó por no darse tiempo para verla con más frecuencia. 
Ella había sido un gran apoyo desde que la conocía y se merecía una amiga 
que estuviera para ella también. 
Cerca de un mes había transcurrido desde que lo suyo con Alessandro se 
había hecho oficial. Los periódicos y revistas habían pasado al siguiente 
chisme. Él había tenido razón al decir que la fiesta ayudaría a callar 
algunos rumores. Pero aunque las cosas se habían calmado un poco, de 
vez en cuando sacaban algún rumor sobre ellos. Sobre todo si se exponía 
al público, por eso había limitado alguna de sus salidas. Sabía que no podía 
cambiar su vida, pero solo sería hasta que la novedad pasará por completo. 
Los niños eran felices y eso era lo único que le importaba. Fabrizio se 
había mostrado más abierto recientemente y Piero, bueno Piero seguía 
siendo el niño burbujeante de siempre. 
Marena, por otro lado, estaba empeñada en hacerle la vida difícil. Cada 
vez que recogía a los niños se comportaba de una manera 
desagradablemente amable. Era consciente de que eso sonaba 
contradictorio. Pues así era Maren. Contradictoria. Fingía sonrisas y 
atacaba disimuladamente. En sus peores momentos no podía evitar pensar 
que Alessandro había estado loco para casarse con ella. 
A pesar de sentirse cómoda con no salir mucho, Ava había necesitado ver 
a su amiga. Por eso había llamado a Lia y habían acordado un día y hora 
para encontrarse. Las dos se habían reunido en una cafetería cerca del 
centro de la ciudad. Era el lugar favorito de ambas. Era pequeño, sencillo 
y tranquilo. Además el café era bueno y ni que decir de los pasteles. El de 
limón era su mayor debilidad. Lia había pasado bastante tiempo en ese 
lugar cuando iba a la universidad y era ella quién la había llevado. 
—Es complicado —respondió saliendo de sus pensamientos—. No me 
malinterpretes, Alessandro es todo lo que puedes pedir en un hombre, pero 
hay momentos que no sé cuánto durara lo nuestro o hacia dónde vamos. 
Tengo miedo de que un día despierte y decida que es hora de terminar. 
—¿Lo amas? 
No dijo nada, no porque no supiera la respuesta, simplemente no estaba 
segura de querer aceptarlo en voz alta. Decirlo frente alguien lo haría más 
real. 
—Sí —admitió después de dar un sorbo a su café. 
—Que desastre. 
—Gracias —dijo con ironía. 
—No quise que sonara así. Es solo que me preocupo por ti y tengo miedo 
de que salgas lastimada. No sabemos si está preparado para lo que tú tienes 
por ofrecer. 
—Hasta que al fin hablas con la voz de la razón. ¿Dónde estaba esa parte 
tuya cuando me aconsejasteacostarme con él? —susurró, no queriendo 
llamar la atención de nadie en el lugar. 
—Te aconseje que tuvieras un poco de sexo sin compromiso. No que te 
enamoraras de él y empezaras una relación. 
—Buen punto —aceptó resignada. 
—Prométeme que si te hace daño me lo dirás. 
—Está bien. —Sus hombros se encogieron con resignación. Era inevitable 
sentir que las cosas podrían terminar mal. 
Cada mañana que se despertaba y encontraba a Alessandro a su lado se 
sentía afortunada por estar junto a él. Pero luego el día transcurría y sus 
ganas por decir que lo amaba crecían, mientras él nunca mencionaba la 
palabra amor. 
No podía quejarse de como la trataba. Él era detallista y cariñoso. Y el 
sexo era increíble, siempre se sentía como tocar el cielo. Él nunca se 
aburría de adorar su cuerpo. Debería tal vez contentarse con eso, pero no 
lo hacía. No podía y todo por una simple razón. Nada nunca sería 
suficiente excepto su amor. 
—No te pongas así. Tal vez solo estamos siendo negativas. ¿Quién sabe y 
las cosas resultan mejor de lo que esperamos? —Lia trata de reconfortarla 
aunque no sirve de mucho. Ella solo le dio voz a algunos pensamientos 
que la han estado acosando desde antes. 
—Bueno, brindemos por las posibilidades —dijo con una sonrisa que no 
le llegó hasta los ojos. 
Ambas chocaron sus tazas de café antes de reírse. 
—¿Y los niños? 
—Están con el hermano de Alessandro, Mateo. 
—El famoso Mateo. Has hablado bastante de él en las últimas semanas. 
—Así era. Mateo le caía muy bien. Era el púnico aparte de Alessandro y 
los niños que la trataba con cariño y no pensaba en ella como una caza 
fortunas o interesada. 
—Es un gran sujeto y además bueno con los niños. Sus sobrinos lo adoran. 
Ha venido a cenar un par de veces a la casa y siempre me ha tratado bien. 
—¿Cómo podría alguien tratarte de otra forma? —Ava sonrió por el alago 
de su amiga. 
—Deberías conocerlo —sugirió ella. 
—¿Ava Campbell estás intentando hacer de cupido? 
—Solo sugerí que deberías conocerlo —dijo con una sonrisa inocente—. 
¿Cuándo fue la última vez que saliste con alguien? 
—No voy a hablar de eso —su tono le dijo que era mejor no insistir. 
Ava sabía que Lia ocultaba algo que la impedía salir y sobre todo empezar 
una relación. No le molestaba para nada que no compartiera su secreto con 
ella. Sabía que lo haría cuando se sintiera lista. 
—Está bien. 
Lia y Ava se movieron a temas más seguros después de eso. Pasaron la 
siguiente hora entre bromas y risas. 
Cuando salieron de la cafetería eran apenas las tres de la tarde. Alessandro 
estaría aun en el trabajo y los niños estaban con su tío hasta el día siguiente. 
No tenía ganas de regresar a una casa silenciosa y vacía. Así que después 
de despedirse de Lia, fue a dar una vuelta por los alrededores. Aunque ya 
llevaba un tiempo considerable en Italia no se había dado el tiempo para 
explorar mucho. Considero que no habría mejor momento que ese. 
Caminó por algunas plazas y entró a algunas tiendas. Incluso compró 
algunos regalos para sus padres que les entregaría cuando fuera a verlos o, 
si lograba convencerlos, cuando ellos vinieran. Últimamente ellos 
parecían más convencidos de querer conocer Italia. 
También entró a una librería y compró un par de libros infantiles, del tipo 
que sabía que le gustaría a Fabrizio y Piero. No podía esperar para 
contárselos antes de que se durmieran. Después de pagar por ellos 
continuó con su exploración por las calles. 
Estaba tan absorta en sus pensamientos que no se percató del hombre que 
la miraba fijamente. 
—¿Ava? —Se detuvo de golpe y miró al hombre que estaba delante de 
ella. Se preguntó si realmente era él o solo una alucinación. Una mala 
alucinación. No había pasado tanto tiempo desde la última vez que lo vio, 
pero se sentía casi como una vida. 
Ella estaba tan desconcertada que no pudo hacer nada para impedir que el 
la abrazara. Espero sentir la antigua sensación de familiaridad, pero no 
sintió nada. 
Siguió en shock aun después que él la soltó. 
—Marc —dijo por fin saliendo de su estupor—. ¿Qué haces aquí? 
—¿Por qué no vamos a un lugar más tranquilo y hablamos más tranquilos? 
Ella aceptó. No porque tuviera ganas de hacerlo. Era hora de dejar las 
cosas claras de una vez por todas y esperaba que esta vez Marc entendiera. 
Entraron en un restaurante pequeño a una cuadra de donde estaban. Él 
ordenó por los dos sin preguntarle que quería. No pudo evitar pensar en 
Alessandro y como siempre había esperado que ella eligiera o había pedido 
permiso para hacerlo por ella. 
Ava no se molestó en decirle que ella no quería nada, daba lo mismo. 
—Italia es un lugar hermoso. Entiendo porque siempre soñabas con venirte 
para acá. —Pudo notar que él solo trataba de dilatar el tiempo. Él no había 
cambiado mucho en los meses separados. 
—Sí. —No tenía idea de que más decir. 
—¿Ya encontraste algún trabajo? 
—Algo así —No pensaba hablarle de su trabajo como niñera y de su 
relación con su ex jefe. No era algo que le concerniera saber. 
—Me alegro por ti. 
—¿Cuándo llegaste? —preguntó tratando de ser cortés. 
—Apenas ayer en la noche. 
Se quedó sin ideas de sobre que más hablar. Claro que había cosas que 
podría preguntar, pero en realidad no estaba interesada en divagar durante 
horas. Solo estaba aquí por un motivo y no pensaba alargar más las cosas. 
—Marc… —dijo ella tratando de terminar cuanto antes con ese encuentro. 
—Ava, yo en serio lo siento. —Marc interrumpió—. Sé que hice mal 
cuando te engañé y no voy a poner excusas. Tú no tuviste la culpa y cometí 
un grave error cuando te dije que lo era. Solo espero que me perdones. 
Era satisfactorio oír que al menos ahora aceptaba la responsabilidad 
completa de sus errores. No es que lo necesitara para seguir adelante. 
Una vez había pensado que si él la dejaba no podría continuar. ¡Oh 
sorpresa! no solo había sobrevivido sino que se había vuelto más fuerte y 
feliz en el proceso. 
Se quedó observándolo. Miró a través de sus ojos. Vio al chico que una 
vez amó. Al hombre que le hizo reír en los momentos felices. Quien le 
prometió amarla para siempre. El hombre que ella creyó sería su futuro 
esposo y el futuro padre de sus hijos. Y al final solo la traicionó y quebró 
su confianza. Todos los buenos y malos momentos pasaron frente a ella. 
Espero a que el odio o al menos el resentimiento vinieran a ella, pero no 
pasó. 
—Marc —hizo una pausa antes de continuar—. Ya te perdoné. 
—Tal vez podamos darnos una oportunidad ahora que... —Él estiró sus 
brazos sobre la mesa y agarró sus manos. Ella no dudo en retirarlas. 
—No —Esta vez fue ella quién cortó lo que iba a decir—. Que te haya 
perdonado no quiere decir que vaya a volver contigo. He seguido adelante 
y lo que alguna vez tuvimos está en el pasado. 
—Pero Ava si solo nos dieras una oportunidad, sé que puedo hacerte feliz. 
—No más, Marc. Ya no intentes más. No cambiaré de opinión —Sonrió y 
luego se puso de pie—. Espero seas feliz. 
Salió del restaurante y caminó hasta donde había dejado estacionado su 
auto. En todo el camino de regreso a casa la sonrisa permaneció en su 
rostro. Al fin había puesto punto final a su historia con el hombre que 
alguna vez creyó amar con todo su ser. No sabía cuánto lo necesitaba hasta 
que sucedió. 
En cuanto guardó el auto en el garaje miró la hora y supo que Alessandro 
ya debía de haber llegado. Caminó, o para ser más precisos corrió, hasta 
el despacho de Alessandro para contarle lo sucedido. No solo le contaría 
de su reciente encuentro sino también que lo amaba. Ver a Marc le había 
dado el valor. No quería desperdiciar más tiempo. Aunque tenía miedo al 
rechazo, no dejaría que eso la detuviera. Seguro que él debía sentir algo 
por ella, sino como era posible que él la tratara como lo hacía. 
Frente a la puerta del despacho de Alessandro se detuvo para recuperar el 
aliento y luego tocó la puerta de su despacho y sin esperar permiso entró. 
Él estaba al teléfono y tenía la mirada seria. Asumió que se trataba de algún 
problema con el trabajo. Pero después de despedirsey colgar la expresión 
de Alessandro no cambio. 
Su sonrisa comenzó a vacilar en ese momento. Algo realmente grave debía 
de estar sucediendo. 
—¿Paso algo con los niños? —preguntó con su corazón latiendo 
acelerado. 
—¿Cuánto tiempo más pensabas seguir con esta farsa? —preguntó 
Alessandro con fiereza y ella tuvo el presentimiento que las cosas estaban 
a punto de volverse un desastre. 
 
 
 
Capítulo 20 
Alessandro la miraba como si la juzgara de algo. Si tan solo supiera cuales 
eran los cargos de los que se le acusaban tal vez hubiera podido decir algo. 
En la mañana él había estado como todos los días. Durante el desayuno la 
había tratado con afecto y había bromeado con ella. Incluso le había 
comentado de sus planes para viajar y así los dos pudieran relajarse un 
poco. En la tarde, un poco antes de encontrarse con Lia, había recibido una 
llamada de su parte y él seguía de buen humor. Entonces lo que le tenía 
molesto debía haber sucedido después de eso. Por el desprecio con el que 
la miraba debía de ser algo grave. 
La alegría que había sentido al llegar a casa se había evaporado. Era difícil 
creer que hasta hace unos segundos se había sentido feliz y plena. Ahora 
lo único que podía sentir era confusión y preocupación. 
—¿Cuánto tiempo más, Ava? —repitió él. 
—¿De qué estás hablando? —se las arregló para decir. 
Él soltó una risa irónica que le llegó hasta los huesos. Nunca lo había visto 
tan molesto. Comprendió porque era temido en el mundo de los negocios. 
Podía ser tan implacable. 
—Tengo que admitir que eres muy buena. Llegaste a engañarme y 
hacerme creer que eras una mujer desinteresada y buena. 
—¿Al menos me piensas dejar saber el motivo por el cual me estás 
tratando así? —pregunto confundida. 
—Ayer recibí una visita interesante. —Ava no sabía que tenía que ver eso 
con lo que sucedía ahora, pero seguro lo averiguaría—. Marc, el hombre 
que te dices que abandonaste porque te engañó. —No sabía que decir, 
jamás se hubiera imaginado algo como eso—. Él se presentó en mi 
empresa durante la tarde queriendo hablar conmigo. 
Había perdonado a Marc por lo que hizo en el pasado, pero en ella 
comenzaba a surgir nuevos rencores. No tenía idea de lo que le había dicho 
a Alessandro, pero podía apostar que no había sido nada bueno. 
—¿Por qué no me lo contaste? 
—No quería incomodarte mencionándolo y mucho menos lo que dijo. No 
después de todo lo que me contaste sobre él. Además no creí ni por un 
instante que lo que me dijo fuera verdad. 
—¿Qué te hizo cambiar de opinión? Porque a juzgar por tu rostro ahora le 
crees. 
—El hombre que puse para cuidar de tu seguridad te vio hoy con él y al 
parecer te mostraste muy cariñosa. No pensé que lo habías perdonado 
hasta el punto de ser tan cercanos de nuevo. A menos que nada de lo que 
me dijeras fuera verdad. 
—¿Pusiste a alguien a seguirme? —preguntó. Era consciente de que él 
había dicho otras cosas más relevantes. Pero si se detenía a analizar el 
resto, le propinaría una cachetada y saldría del lugar. No lo hizo porque 
aún tenía esperanzas de que todo se aclarara. 
—Y después de como resultaron las cosas no me arrepiento de ello. 
—¿Cuándo te arrepientes de algo? —Ava comenzaba a irritarse. Nada 
estaba resultado como lo había esperado al cruzar la puerta de la oficina 
de Alessandro. 
—No estamos hablando de mí. 
—Como si alguna vez lo hiciéramos. —Soltó un suspiro de resignación—
. Entonces ¿qué fue lo que te dijo? 
—Me contó una historia interesante de como siempre habías querido venir 
aquí y al final lo habías convencido de hacerlo. Fue allí cuando los 
problemas empezaron. Él perdió su trabajo y no tenían el dinero suficiente 
para mantenerse. Tú comenzaste a buscar trabajo y lo hallaste de niñera de 
mis hijos. Después ambos se dieron cuenta de que ganarían más si me 
embaucaban. Solo ibas conseguir el dinero suficiente para tener una vida 
de lujos y luego desaparecerías con él. —Él se detuvo y la analizó con la 
mirada, Ava asumió que esperaba una reacción de su parte. 
—¿Te estás escuchando en este momento? —No podía creer que esto 
estuviera pasando. 
Cada una de las palabras que habían salido de los labios de Alessandro le 
parecía una completa ridiculez. ¿Acaso no le había demostrado que no 
estaba interesada en su dinero? 
Lo miró a los ojos y lo que vio allí la decepcionó. Él no confiaba en ella. 
De nada había servido todo el cariño que le había dado, cuanto se había 
esmerado para que lo suyo funcionara. 
—Después que tu seguridad los viera hoy muy amistosos, él me llamó para 
informarme. Las dudas comenzaron a surgir y llamé a un par de personas 
para hacer algunas averiguaciones. Me sorprendí al darme cuenta que la 
historia de tu novio encajaba. Sus números están en rojos desde hace 
bastante tiempo. Tiene préstamos y se quedó sin trabajo al poco tiempo 
que tú llegaste a Italia. Eso es demasiada coincidencia. 
Ava no sabía nada de eso, pero tampoco le sorprendió. Marc, al parecer, 
la había engañado en más de una cosa. Seguro había venido a buscarla solo 
con la intención de recuperarla para tener a alguien que lo apoye con sus 
problemas económicos. Lo mejor que había hecho en su vida era alejarse 
de él. 
Debió adivinar de que la aparición de Marc podría traer problemas, pero 
como podía saberlo. Lo que más le decepcionaba era que Alessandro había 
creído en sus mentiras y no le había preguntado si era inocente de lo que 
se le acusaba. 
Por un segundo dudo en explicarle las cosas. Lo hubiera hecho si tan solo 
el rostro de Alessandro mostrara algún atibo de que la iba a escuchar. Él 
estaba cegado. 
—Entonces creíste lo que te dijo —afirmó. 
—Sume uno más uno. Todo tiene sentido ahora. Marena contándome 
algunas cosas interesantes. Ideas con las que has estado llenando la cabeza 
de mis hijos. No le creí en su momento, pero ahora todo parece estar 
encajando en su sitio. De seguro era parte de tu plan ganarte el cariño de 
mis hijos para así ganarte un lugar conmigo. 
Marena le había amenazado que no iba parar hasta separarlos y al parecer 
había cumplido su promesa. Aunque ella solo había sido un motivo más 
que Alessandro encontró para alejarla. 
Quería encontrar un culpable de lo que estaba pasando ahora, pero no 
podía hacerlo. Ni Marena ni Marc eran culpables. 
Todo este malentendido se hubiera aclarado si Alessandro hubiera hecho 
las preguntas correctas. Lo que Marena y Marc habían dicho solo era la 
excusa perfecta para que Alessandro la dejara. Ella lo había sabido desde 
antes. Él nunca se había entregado por completo a ella. No como ella lo 
había hecho. De seguro estaba esperando que algo como esto sucediera en 
algún momento. Él la veía como culpable porque era así como quería 
verla. No confiaba en ella y tal vez nunca lo había hecho. 
>>¿Te divertiste? ¿Creíste que ya me tenías donde querías? Debe ser una 
decepción no lograr tu cometido. Trabajaste bastante para ello. Al menos 
el sexo fue bueno. 
—Basta —dijo sin muchas fuerzas. Con cada palabra él la estaba dañando 
más y más. 
Él estaba menospreciando lo que habían tenido juntos. Estaba reduciendo 
su relación a algo asqueroso y sin importancia. 
—¿No piensas decir nada más? —Su frialdad la hirió aunque no tanto 
como su desconfianza 
—¿Qué sentido tiene? —la resignación en su voz era obvia—. Al parecer 
ya dictaste el veredicto y es que soy culpable. Nada de lo que diga hará 
que cambies de opinión. 
—Entonces supongo que no hay nada más que decir. Te quiero fuera de 
esta casa mañana a primera hora. —Alessandro se alejó a la ventana y le 
dio la espalda 
Ava mantuvo la calma aunque por dentro su corazón se hizo pedazos. No 
le permitiría a otro hombre dañarla. Se acomodó los lentes y cuadro los 
hombros antes de hablar. 
—Te amo —dijo. Él se tensó con sus palabras—. No era así como tenía 
planeado decírtelo. Pero no pienso irme sin decírtelo, no quiero algún día 
despertar y arrepentirme por eso. Adiós Alessandro, que seas feliz. 
En menos de dos horas se había despedido de dos hombres. Uno 
representaba el pasado y elotro el presente. 
Se dio la vuelta y salió del despacho. Se encaminó a alistar sus cosas, 
quería estar lista para el día siguiente. Se hubiera ido ese mismo día sino 
fuera porque quería despedirse de los niños. 
Llegó a la habitación de Alessandro. Poco a poco sus cosas habían ido a 
parar allí. Que ilusa había sido al pensar que lo suyo con él tenía un futuro. 
Sacó la maleta y metió sus pertenencias una a una. Después de arreglar se 
iría a su antigua habitación para pasar la noche. 
Su teléfono sonó mientras doblaba algunas de sus ropas. Miró el 
identificador y vio el nombre de su madre. Tenía el presentimiento de que 
algo andaba mal. Ella no la llamaba a esa hora nunca. Sacudió su cabeza 
y se dijo que tal vez solo quería hablar con ella. No podía pensar que todo 
iba a ir mal solo porque algo en su vida no había funcionado. 
—Hola, ma —saludó fingiendo una felicidad que no sentía. Algunos 
llantos del otro lado de la línea le confirmaron sus sospechas iniciales. Su 
corazón se aceleró de la preocupación y los peores pensamientos vinieron 
a su mente—. ¿Qué pasó? —preguntó. 
—Tu… tu papá... él… —su madre no pudo terminar lo que estaba diciendo 
por el llanto. Su madre era alguien firme y jamás la había escuchado tan 
destrozada. Olvidó todo lo demás y se centró en su mamá. 
—¿Qué pasó con él? —Necesitaba al menos saber eso para lograr una falsa 
sensación de tranquilidad por muy poca que fuera. 
—Él tuvo un derrame cerebral. —Logró decir al fin ella—. Está en el 
hospital. No me dicen nada. 
Su mundo dejo de girar ante las palabras de su madre. Él hombre que la 
había cuidado había estado cerca de morir y tal vez aún existía la 
posibilidad. Los recuerdos de su padre a su lado en cada momento 
importante de su vida la llenaron. Un par de lágrimas escaparon de su 
rostro, pero se los limpio de inmediato. No era momento para llorar. 
—No te preocupes estaré allí tan pronto como pueda —le dijo sin dudar. 
Después de colgar actuó en piloto automático. Terminó de alistar sus 
cosas. Arrojó toda su ropa restante dentro de la maleta sin importarle si 
estaba ordenado. No puso en su maleta nada que Alessandro le hubiera 
regalado, ni siquiera la primera joya que él le dio. Tenía tantas ganas de 
llevárselo como un recuerdo, pero eso le daría motivos para creer que 
estaba en lo correcto con sus acusaciones. 
Fue hasta la habitación de Piero y Fabrizio. Necesitaba sentirse cerca de 
ellos una vez más. Colocó la bolsa con los libros en sus camas. Hubiera 
deseado poderse despedirse en persona de los niños, pero las 
circunstancias habían cambiado. 
Bajó con la maleta en mano apresurada hacia la puerta, hace poco había 
llamado el taxi y le había pedido que la esperara en el portón principal. No 
quería que ingresara hasta adentro y tener que dar explicaciones a alguien 
para ello. 
Cuando pasó por la sala pensó en desviarse e ir a buscar a Alessandro para 
contarle lo sucedido. Necesitaba su apoyo y que él le dijera que todo iba a 
estar bien. No podía entender esa necesidad, no después de la frialdad con 
la que la había tratado. 
Respiro profundo y camino a la salida. Durante el tiempo que le tomó 
llegar al portón no dejo de creer que Alessandro la alcanzaría en cualquier 
momento y le pediría disculpas. No perdió las esperanzas hasta que se 
subió al taxi. 
Desde el taxi miró hacia atrás una sola vez y luego se concentró en lo que 
importaba en ese momento. Llamó al aeropuerto y consiguió un vuelvo 
para dentro de un par de horas. 
El aeropuerto estaba lleno. Fue bueno que llevara tan solo una maleta. La 
misma con la que había llegado meses atrás. 
En algún momento en medio de su dolor y preocupación encontró la 
lucidez para llamar a su amiga. 
—Hola, Ava —la saludó ella desde el otro lado. 
—Lia —No lloró, pero aun así sabía que en su voz se notaba la tristeza. 
—¿Qué pasó? 
—Todo terminó. 
—Voy para allá —ofreció su amiga sin demora. Casi sonrió por la lealtad 
que ella le demostraba. 
—No es necesario, estoy en el aeropuerto. Mi padre tuvo un accidente y 
tengo que volver. Mi madre me necesita allí. 
—Lo siento. ¿Necesitas algo? ¿Dinero? ¿Cualquier cosa? 
—No te preocupes. Solo llamaba para avisarte que me estaba yendo. No 
sé si alguna vez regresé y quiero decirte que te agradezco por todo. 
—No hables como si te estuvieras despidiendo para siempre. Nos 
mantendremos en contacto. Te llamaré tanto que te hartarás de mí. 
—Gracias. 
—Te quiero. 
—Y yo a ti. —Escuchó la llamada para subir a su avión—. Lo siento, debo 
colgar es hora de abordar. 
—Está bien, hablamos luego. 
El avión despegó a las ocho de la noche. Ella se despidió de la ciudad que 
una vez había añorado con conocer. El lugar donde estaba dejando parte 
de su corazón a un hombre desconfiado y a su par de adorables hijos. 
Las lágrimas se derramaron por sus mejillas en cuanto el avión se alejó de 
la ciudad. 
 
 
Capítulo 21 
Alessandro vio a su secretaria entrar a su oficina con cierto temor. En estos 
días no había nadie que no evitara cruzarse con él. Cuando pasaba por 
algún lugar todos repentinamente desparecían en automático. No los 
culpaba, su carácter había sufrido cambios drásticos desde lo ocurrido con 
Ava. 
Habían transcurrido más de dos meses desde que le dijo que se vaya. Todas 
las mañanas despertaba añorándola, pero luego se decía que no la 
necesitaba. Recordaba que le había mentido y eso hacía soportable sus 
días. Aunque con cada día que pasaba creía menos en lo que había 
supuesto una verdad. 
—¿Qué sucede, Gianna? —preguntó a su secretaria para animarla a hablar, 
—Señor, su hermano vino a verlo. 
—Dile que estoy ocupado. —Se apresuró a decir. A quién menos temor 
tenía de ver era a su hermano. A diferencia de todos los demás él no le 
tenía miedo, por el contrario adoraba irritarlo. 
—Muy tarde para eso —dijo Matteo entrando en su oficina como si del 
mismo dueño se tratara. 
—¿Qué quieres ahora? 
—Muchas gracias Gianna, yo me encargo desde aquí —dijo él a su 
secretaria en lugar de responder su pregunta—. Así que sigues 
comportándote como un ogro—continuó, esta vez se dirigía a él. Su 
secretaria no había demorado en salir. 
Matteo camino hasta estar de pie frente a él y se sentó sin esperar una 
invitación 
—Soy el mismo de siempre. 
—No, no lo eres. Desde que A… 
—No digas su nombre. 
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó su hermano con seriedad. Eran raras 
las veces que lo veía así. Él era el hermano juguetón y bromista. 
Matteo había tratado de sacarle la verdad desde el día que trajo de regreso 
a sus hijos y no había encontrado a Ava para recibirlos. Alessandro solo 
había ignorado una y otra vez sus preguntas. Al parecer esa táctica ya no 
iba a funcionar. 
Entonces decidió ir con la verdad y contarle lo sucedido. Tal vez alguien 
externo le ayudara a ver que había estado en lo correcto al terminar con 
ella. Llevaba dándole vueltas al asunto una y otra vez y aun así no podía 
seguir adelante. 
Le contó todo a su hermano desde cómo había comenzado lo suyo con Ava 
y acabó con la visita de su enamorado. 
—¿Estas escuchando lo que dices? 
—Qué curioso eso fue lo mismo que ella preguntó —dijo con ironía. 
—Eres un idiota, no me sorprende que te dejara. 
—Ella no me dejo, fui yo quién le dijo que se marchara. 
—¿Entonces porque estás sufriendo? 
—No lo hago. 
—Dilo unas cuantas veces más y tal vez llegues a creerlo. No entiendo 
como elegiste creer las estupideces que dijeron tu ex mujer y un 
desconocido. No conozco al tal Marc, pero sí a Marena y ella haría 
cualquier cosa por arruinar la vida del resto para su propio bien. Es su 
culpa que no puedas confiar en nadie. Llegó a tu vida en un momento de 
debilidad y se aprovechó de ello. Luego te traicionó. 
—Ella no tiene que ver. Ava mintió. 
—No lo hizo. 
—¿Cómo lo sabes? 
—¿Cómo no lo sabes tú? —Contratacó Matteo—. Ava es una persona tan 
dulce y encantadora. 
Alessandro comenzó a dudar de su verdad. Pero no quería aceptarlo. Era 
tan difícil para él creer que había arruinado algo tan bello. 
Recordó a Ava, su sonrisa, su ternuracon Fabrizio y Piero, las noches de 
pasión que compartieron. Algo de eso debió de haber sido real, ella no 
podía haber fingido tan bien. 
—Espero que actúes como hombre y busques a la mujer que amas. —
Escuchar esa palabra lo puso tenso. 
—No la amo. 
—¿Así que aun estas en fase negación? —le preguntó con una sonrisa 
burlona. 
—¿A que viniste? —cuestionó para tratar de cambiar de tema. No le 
gustaba que su hermano lo analizara. Además estaba dándole vida a 
pensamientos a los que había acallado. 
—A nada en particular. Lo que vine a decir ya lo hice. Nos vemos —Se 
puso de pie y camino a la puerta—. Y por favor, basta de gritar a todo el 
mundo sin razón alguna —Le advirtió antes de cerrar la puerta tras de él. 
Poco después de que Matteo se marchó la puerta de su oficina volvió a 
abrirse. Esta vez era Carlo, su amigo y segundo al mando. 
—Vi a Matteo salir. 
—¿Fuiste tú? —preguntó. 
—¿Yo? 
—Tú fuiste quien le fue con el chisme. —Matteo no tenía ninguna duda. 
—Amigo, no puedes culparme. Estás insoportable. —Miró a su amigo con 
recelo—. Además me preocupo por ti. 
—Traicionero. 
—Me agradecerás algún día —dijo su amigo y se marchó. 
Alessandro no se sentía con ganas de trabajar. Su mente ya no estaba allí, 
encontraba más fascinante pensar en Ava. No sabía que era lo que sentía 
por ella, pero de algo estaba seguro y era que perderla había sido un gran 
golpe. 
Agarro su saco y salió de su oficina. 
—Cancela todas mis reuniones —informó a su secretaria al pasar por su 
mesa. Casi estuvo seguro de ver una mirada de alivio en su rostro. 
Mientras esperaba el ascensor agarró su celular y marcó el número de su 
jefe de seguridad. 
—Manténganse a distancia —ordenó en cuanto le contestaron— Tomaré 
mi auto personal. 
—Sí, señor. 
No necesitaba un montón de hombres rodeándolo al lugar que iba. De 
todas formas lo seguirían, solo que a una distancia prudencial. No era algo 
que le gustara personalmente, pero era necesario. 
Llegó al estacionamiento y subió a su carro. Una vez detrás del volante no 
pensó mucho en sus acciones. Terminó frente al edificio donde Lia vivía. 
No se bajó de inmediato. No estaba seguro de porque estaba allí. Lo único 
de lo que estaba seguro era que necesitaba ver a Ava, hablar con ella. 
Mientras subía por las escaleras comenzó a sentirse nervioso. Estaría feliz 
de verlo allí. Esta era la primera vez que la vería en todo este tiempo. 
Toco el timbre y espero a que le abrieran la puerta. 
—¿Tú? —pregunto Lia sorprendida. 
—Buenas tardes, soy… 
—Sé quién eres, lo que no sé es que haces llamando a mi puerta. 
—¿Está Ava? Necesito hablar con ella. 
—¿Ahora sí quieres hablar? —Trato de no apresurarla, ella solo estaba 
actuando como una buena amiga—. Ella no está. 
—Esperaré —dictó. 
Ella soltó una risa irónica. 
—Hazlo, aunque no tiene sentido ella no va volver. 
—¿Dónde se fue? 
Ahora se arrepentía de haberle retirado su seguridad. Al menos si lo 
hubiera conservado ahora sabría dónde estaba ella. 
—No lo sé. —Al parecer nadie le había dicho a Lia que no era buena 
mintiendo. Sus ojos la delataban. 
—Si lo sabes. 
—Claro que sí, pero no te lo diría nunca. Buenas tardes, señor Alessandro. 
—Lia le cerró la puerta en la cara. Nunca había conocido a alguien que 
tuviera el valor de hacer algo semejante. 
Estuvo unos segundos más parado allí y luego se puso en acción. Era el 
mejor actuando y tomando decisiones. 
Bajó a la primera planta y camino hasta su carro. Cuando estuvo dentro 
llamó a su investigador. Tendría la información de Ava en un par de horas. 
—Ella está en Estados Unidos —le informó el investigador más tarde 
mientras el entraba a su habitación—. Se fue el mismo día que salió de su 
casa. Al parecer su padre sufrió de un derrame cerebral. 
Alessandro maldijo por lo bajo. No se sentía bien sabiendo que Ava había 
tenido que pasar por todo ella sola. Aun no estaba seguro de que ella no 
era culpable, pero no podía evitar preocuparse por ella. Aunque todo el 
mundo parecía pensar lo contrario, él también era humano. 
Cuando se había marchado el mismo día que ellos habían discutido, él solo 
había pensado que había escapado al ser atrapada. Se había puesto furioso 
con ella por no haber esperado hasta el día siguiente. No se había 
despedido de los niños. Aunque después se enteró por Matteo que los había 
llamado. No estaba muy seguro de lo que les había dicho. 
—¿Qué más? —preguntó recordando que aún estaba hablando con el 
investigador. 
—Nada relevante, señor. Ha estado viviendo con sus padres desde su 
regreso. Está ocupando un puesto de maestra sustituta en una escuela 
primaria cerca de la casa de sus padres. 
—¿No saben si se ha puesto en contacto con Marc? —Tenía que preguntar, 
lo necesitaba para estar tranquilo. 
—No estamos muy seguros. Aunque él está viviendo lejos. Si nos da más 
tiempo podremos hacer un seguimiento más adecuado. 
—Está bien. —Con eso dio por terminada la llamada. 
Alessandro abrió el primer cajón de su guardarropa y encontró allí el collar 
de diamantes que le había regalado a Ava. Ese no había sido un regalo 
cualquiera, para él representaba más de lo que alguna vez se hubiera 
atrevido a decir con palabras. Siempre que lo miraba sentimientos 
contradictorios surgían en él. Deseaba que ella se lo hubiera llevado para 
recordarlo. Pero, por otro lado, si lo hubiera hecho también hubiera creído 
que de todo lo que la había acusado era verdad. 
Pasó una de sus manos por su cabello de tanta frustración que sentía. 
—¡Papà! —lo llamaron sus hijos desde el pasillo. Guardó el collar en su 
lugar y salió a recibirlos. 
Ellos corrieron a abrazarlo al verlo. 
—Nana nos dijo que estabas aquí. —Miró a la mujer detrás de los niños. 
Ella le sonrió y después de una inclinación de cabeza desapareció 
dejándolo a solas con sus hijos. 
Lorenza o nana como le decían los niños era la niñera de los niños. Tenía 
50 años y era una mujer muy amable. Los niños se habían adaptado con 
dificultad a ella, apenas hace un mes la habían aceptado por completo. 
Pese a ello seguían preguntando casi todos los días por Ava. 
—¿Hablaste con Ava hoy? —preguntó el mayor con esperanza en los ojos. 
—No, yo no lo hice. 
Alessandro vio como los hombros de sus hijos se hundían con tristeza. Ava 
se lo había advertido desde el principio, si algo salía mal los más 
perjudicados serían los niños. 
Se preguntó porque lo había arriesgado todo por ella apenas conocerla. La 
respuesta era clara, pero aún no tenía el valor de admitirlo. 
Los niños no sabían de los motivos de porque Ava se había marchado. Él 
había inventado una mentira, tal vez porque muy en el fondo el tampoco 
aceptaba la verdad. 
Cuanto más pensaba más se daba cuenta de que había sido cruel con ella. 
Después de todo lo que había hecho lo mínimo que merecía era ser 
escuchada. Ella había tenido razón cuando le dijo que él ya había 
determinado su culpabilidad antes de escucharla. 
—Desde que se fue no ha llamado ni una sola vez. ¿Acaso se olvidó de 
nosotros? 
 —No es eso, es solo que tuvo algunos problemas familiares que la 
distrajeron. —Esta vez no estaba mintiendo. 
—¿Crees que vuelva pronto? 
—Lo hará —De él dependía. No iba a fingir más que no le importaba. La 
necesitaba en su vida y haría todo lo necesario para recuperarla y arreglar 
lo que había arruinado. 
Le llevó una semana arreglar todos los asuntos de la empresa. No sabía 
por cuánto tiempo se ausentaría. Era seguro que Ava no le pondría las 
cosas fáciles y no podía culparla por ello. Aun necesitaba escuchar su 
versión de los hechos, pero creía en ella. 
A pesar de haber estado muy ocupado todos los días se daba un tiempo 
para recibir una actualización completa sobre lo que sucedía con Ava. Ella 
no se había encontrado con Marc ni una sola vez. Si antes no había estado 
seguro de lo equivocado que estaba eso se lo había confirmado. Pero no 
todo habían sido buenas noticias, según los informes un hombre pasaba 
mucho tiempo con ella. Las fotos que tenía de ellos juntos le demostraban 
que eran muy cercanos. Incluso habíansalido en un par de citas. Trato de 
no asumir lo peor. Ella no podía haberlo olvidado tan rápido, se negaba a 
creer eso. 
Después de dejar todo a manos de su amigo Carlo, por fin estuvo listo para 
viajar. Sus hijos se iban a quedar con su hermano hasta que llegará el fin 
de semana, luego su madre estaría con ellos. Piero y Fabrizio habían 
saltado de emoción cuando les contó el motivo de su viaje. No les había 
dicho mucho solo que regresaría con ella. Esperaba cumplir esa promesa. 
Abordó el jet de la empresa rumbo a Estados Unidos durante la noche. Le 
esperaba un largo viaje. Aprovechó el tiempo para reponer el descanso que 
no había tenido en la semana. 
Llevaba la mitad de viaje cuando el celular en su bolsillo sonó. Al leer en 
el identificador el nombre de Andrew, comenzó a preocuparse. Él ya le 
había dado su informe diario sobre Ava. 
—Señor, la perdimos. 
—¿Cómo que la perdieron? —preguntó alterado. 
 
Capítulo 22 
Ava sentía que estaba vomitando hasta sus entrañas. Cada vez que creía 
que ya estaba pasando una nueva sensación incontrolable de vomitar 
volvía a aparecer. Trataba de respirar profundamente para controlarse, 
pero no hacia ninguna diferencia. Nunca se había sentido tan mal en toda 
su vida. 
Esta vez no estaba segura de que lo había provocado. Se había desecho de 
varias cosas durante la semana. Cosas que con tan solo verlas u olerlas le 
causaban nauseas. Aunque nunca habían sido tan fuertes. 
—¿Todo bien allí cariño? —pregunto su madre tocando la puerta del baño. 
—Sí, ma. 
—Segura que no necesitas algo. 
—No, creo que ya estoy mejor. 
—Mason está aquí —le avisó. 
—Saldré pronto. 
Ava esperó un poco más para ver si las ganas de vomitar volvían, pero por 
fin parecían haberse detenido. Se puso de pie y se cepilló los dientes con 
rapidez. Levantó su camiseta y miro el reflejo de su barriga. Aunque el 
abultamiento aun no era muy notorio sabía que su hijo estaba creciendo 
allí. 
Después de regresar de Italia su vida se había convertido en una 
monotonía. Iba del hospital a la casa de sus padres y viceversa. Durante el 
día trataba de mantenerse ocupada para que por las noches no le quedaran 
fuerzas. Fue difícil no llorar y la mayoría de noches lo había logrado. Pero 
algunas veces el dolor podía más y algunas lágrimas escapaban de ella. 
Durante semanas había estado tan distraída que no se había dado cuenta 
de que su periodo se había atrasado. Fue tres semanas atrás que cayó en 
cuenta de lo que pasaba. Aunque creyó que tal vez podía deberse al estrés, 
no era tan ingenua para creer que la posibilidad de estar embarazada era 
nula. No tardó en hacerse una prueba de embarazo, para ser exactos fueron 
tres. Estaba casi segura del resultado y aun así se quedó petrificada al 
verlos. 
Separó una cita con su ginecóloga para dos días después. Para entonces ya 
había tenido tiempo para asimilar su embarazo. Cuando la doctora le dijo 
que tenía tres meses de embarazo, solo pudo sonreír de la emoción. No 
importaba las circunstancias amaba al hijo que llevaba en el vientre. Él 
mismo hijo que estaba creciendo día a día dentro de ella. Una sensación 
de calor inundaba su corazón cada vez que pensaba en ello. 
Tuvo algunas decisiones que tomar. No fueron fáciles. Alessandro tenía 
derecho a saberlo. Podía ser un idiota, pero como padre jamás se había 
mostrado como nada más que uno excelente. Ava no podía perder la 
esperanza de que él amara a este hijo tanto como amaba a Piero y Fabrizio. 
En algunos momentos de debilidad pensaban que tal vez podían ser una 
familia, pero luego regresaba a la realidad. Ya había vivido suficiente de 
fantasías. 
Después de pensarlo bastante y de escuchar el consejo de su amigo decidió 
que regresaría a Italia para hablar con Alessandro. Era la mejor manera de 
contarle las cosas. La noticia que le iba a dar no era algo que se pudiera 
decir por teléfono. 
Hablar con sus padres no fue algo fácil de hacer. Jamás les había contado 
de la existencia de Alessandro y ahora estaba embarazada de un hijo suyo. 
Sus padres primero se mostraron un poco tristes por no haber confiado en 
ellos al contarles sobre su relación. Pero luego la comprendieron y le 
dijeron que apoyarían todas sus decisiones. Cuando les contó que tenía que 
viajar para hablar con él padre de su hijo, ella pudo ver el brillo del orgullo 
en sus ojos. 
—Hola, Ava —la saludó Mason cuando la vio aparecer en la sala. Él 
estaba sentado en el sillón junto al padre de ella viendo un programa de 
fútbol. 
—Hola —respondió desganada. 
—¿Escuché que mi sobrinita te está dando problemas? 
Mason y ella se habían convertido en grandes amigos. Lo conoció en el 
hospital donde su padre había estado internado durante dos semanas. 
Estaba allí por un problema de salud y compartió habitación con su padre. 
Le pareció una persona agradable desde el primer momento. Rápidamente 
él se convirtió en el hermano que le hubiera gustado tener y el la trataba 
como una hermana pequeña. Ambos sabían muchas cosas uno sobre el 
otro. Él también había salido de una relación complicada hace poco. 
—No sabes si será niña —refutó—. Y nunca me da problemas. 
—Serás una madre estupenda. 
—Gracias —dijo sintiendo que sus ojos se llenaban de lágrimas—. 
Malditas hormonas, se supone que no deberían aparecer tan pronto. —
Llevó una de sus manos para limpiarse los ojos. 
—Yo creo que es tu sensiblería y no las hormonas. 
Ava se acercó hasta donde Mason estaba sentado y le dio un golpe en la 
cabeza. 
—Entendí el mensaje no diré nada más. —Los dos se rieron como un par 
de niños traviesos. Las lágrimas de Ava habían desparecido. 
—¿Estás mejor, calabacita? —preguntó su padre con una sonrisa 
comprensiva en su rostro. 
—Sí, parece que mi estómago por fin está tranquilo. Ahora solo quiero 
comer. 
—Tu madre preparó algunas de esas cosas que te gustan. 
—También puedo hacer chocolate caliente por si quieres —ofreció su 
amigo que solo trataba de molestarla. El chocolate había pasado de ser su 
bebida favorita a la cosa más desagradable que podría tomar. 
—No lo menciones —se apresuró a responder controlando las náuseas. 
El almuerzo con sus padres y su amigo fue tranquilo. Aprovecharon el 
tiempo para hablar de algunas cosas importantes. 
Después de comer Mason y ella se despidieron de sus padres. Él la llevaría 
a su departamento por esta noche y mañana irían de allí al aeropuerto. Sus 
cosas ya estaban en la casa de su amigo. Había ido llevando poco a poco 
sus pertenencias al departamento desde que notó que alguien la estaba 
siguiendo. No era algo de lo que tenía certeza, pero dentro de poco lo 
confirmaría. 
—Tenías razón, están siguiéndote —alertó Mason después de llevar unas 
cuadras conduciendo—. Es el mismo auto que vi estacionado cerca de tu 
casa. Parece tener experiencia en esto, es muy bueno. Mantiene la 
distancia y de seguro no lo notaríamos sino fuera porque sospechábamos. 
—Te lo dije, y me llamaste paranoica —dijo con presunción. 
—No dije eso —Ava miró a su amigo con una ceja alzada. 
—Bueno, puede que lo hiciera —respondió Mason—. Pero en mi favor, 
¿quién seguiría a alguien con una vida tan aburrida como la tuya? 
—Como si la tuya fuera mejor. 
—¡Touché! —los dos sonrieron y se concentraron en ver los edificios 
transcurrir. 
Media hora de viaje después Mason llegó a su edificio de departamentos 
y entró al estacionamiento. 
—Bueno al menos no puede entrar aquí dentro. Las ventajas de pagar por 
un lugar seguro —dijo mientras bajaban del vehículo. 
En lo que restó de la tarde ambos terminaron de empacar sus cosas y 
Mason llevó las maletas a su auto. 
Luego de una cena ligera y una película ambos se fueron a la cama. Era 
temprano, pero al día siguiente debían madrugar. Sin embargo, en cuanto 
Ava se recostó el sueño no vino a ella; por el contrario estuvo hasta muy 
tarde dando vueltas en la cama. 
Estaba nerviosa por volver a Alessandro. Dentro de ella aun había un fugaz 
rayo de esperanza y se regañó por ello. 
No estaba volviendo a Italia para recuperar lo que alguna vez tuvo con él.No hacia esto ni por ella ni por él. Lo hacía por su hijo. 
—¿Estás segura de que puedes viajar? —preguntó a la mañana siguiente 
Mason—. No luces muy bien. 
Él tenía razón. Tenía unas enormes ojeras y las náuseas la habían 
fastidiado nuevamente. No sentía con ganas de ir a ningún lado y casi 
prefería hacer una llamada internacional. 
—Gracias, es lo que una mujer embarazada necesita escuchar —
respondió. 
—Lo siento, pero no puedo evitar preocuparme. 
—Todo estará bien. Cuando se lo pregunte a la doctora la semana pasada 
dijo que no había problema. Además estarás allí por si necesito ayuda. 
Mason iba a viajar con ella a Italia. Cuando le contó sus planes él le dijo 
que la acompañaría. Ella había tratado de convencerlo de que no era 
necesario; pero él no había cambiado de opinión. 
—No soy un doctor —dijo él un poco nervioso. Ella solo sonrió. 
—Estaré bien, solo son los nervios. Te aseguro que me sentiré mejor 
dentro de poco. —Él no parecía creerla, pero no dijo nada más. 
Después de tomar su desayuno los dos se alistaron para salir. Su vuelo 
saldría dentro de cuatro horas. Con el tráfico que había a esas horas del día 
lo mejor era salir cuanto antes. Además debían estar en el aeropuerto 
temprano. 
—Esto será interesante. —Su amigo parecía divertido—. Es como si 
estuviéramos en una película de espías. 
—Madura un poco —respondió ella sonriendo. 
Mason bajó al estacionamiento primero para asegurarse de que quien sea 
que los siguiera no hubiera logrado llegar al estacionamiento. Después le 
dio un timbrazo y ella bajo. Al llegar al estacionamiento se subió al asiento 
trasero del auto y se recostó. 
—Bueno aquí, vamos —anunció Mason sentado detrás del volante. 
—Me siento ridícula —se quejó ella. 
—Tú fuiste la de la idea —dijo Mason antes de arrancar el auto—. Ahora 
mantén la cabeza abajo hasta que te lo diga. El auto está estacionado en la 
esquina. 
Ava obedeció y no levantó su cabeza hasta que Mason le confirmo que 
estaban lejos. 
—¿Y si estoy siendo paranoica de verdad? ¿Quién podría seguirme? 
—No lo sé. Pero es demasiada coincidencia para no ser verdad. 
Durante el resto de camino fueron en un silencio cómodo. Ambos 
prefirieron no pensar más en quién le estaba siguiendo. 
En el aeropuerto sus padres ya los estaban esperando sentados cerca de las 
salas de espera. Los dos lucían un poco tristes, pero sonrieron en cuanto la 
vieron. 
—Cuídate, mi calabacita —se despidió su padre cuando escucharon por 
los altavoces que debían de abordar. 
—Él hará lo correcto —susurró su mamá al oído. Aunque la definición de 
sus padres de hacer lo correcto era muy diferente a la de Ava, ella esperaba 
que su madre tuviera razón. No quería pensar en el que pasaría si él la 
decepcionaba con esto también. 
—Bueno, allá vamos —dijo Mason cuando el avión despegó. A los cinco 
minutos él se quedó dormido. Ava solo sacudió la cabeza. No entendía 
como se podía dormir tan rápido. 
Ella agarró su kindle y se puso a leer su libro. O al menos lo intentó. No 
podía dejar de pensar en cómo se enfrentaría a Alessandro después de todo 
lo sucedido. Él no la había llamado ni una sola vez desde que se fue. 
Tampoco había ido a buscarla a casa de Lia hasta una semana atrás. Eso le 
había dado esperanzas de que tal vez él no le lanzaría más acusaciones. 
Pero nada era seguro. Por lo que sabía él tal vez había ido a seguirla 
insultando. 
No podía predecir lo que sucedería, solo estaba segura de una cosa. Si 
Alessandro quería ser parte de la vida de su hijo ella no se interpondría. 
Pero lo que había ocurrido entre ellos estaba en el pasado. No pensaba 
arriesgar su corazón con él otra vez. No es que fuera tan ilusa como para 
creer que él aun quería algo con ella. No por nada él se había aferrado a la 
primera excusa para terminar con ella. 
Era difícil aceptar la realidad, pero aunque aún lo amaba y durante las 
noches pensaba en como de diferente hubieran sido las cosas si él no la 
hubiera juzgado como lo hizo. Luego recordaba como él la había botado 
sin escucharla para evitar llamarlo y se decía que debía superar su amor 
por él. 
Después de dos escalas, tres vuelos y alborotos propios de un viaje en 
avión por fin aterrizaron en su destino. Gracias a Dios no había tenido 
muchas molestias durante el vuelo. 
—Ese fue el viaje más largo de mi vida —se quejó mientras caminaban 
por la zona de desembarque. 
—Te dije que viajar en clase económica era una mala idea —respondió 
Mason. 
—No iba a permitir que pagaras por mis pasajes. 
—Bueno, ahora que probablemente la cintura está matándote piensa si 
valió la pena conservar tu orgullo —bromeó él. 
—Eres insoportable. 
—Lo sé y por eso me adoras. 
—Ve a recibí el equipaje te espero por allá —dijo apuntando a una zona 
con menos gente transitando. Si seguía en ese lugar se iba terminar 
asfixiando. 
—Está bien. —Vio a su amigo desparecer entre la multitud antes de que 
ella se fuera a donde le había dicho. 
Miro a la gente pasar y escuchó ruidos de provenientes de diferentes lados. 
Pero nada de eso la distrajo de sus pensamientos. 
Estaba de regresó y un pasó más cerca de volverlo a ver. 
 
 
 
Capítulo 23 
Mientras viajaban en el taxi rumbo al hotel donde Mason y ella se 
hospedarían, Ava no apenas mantuvo los ojos abiertos. Estaba demasiado 
cansada y todo el cuerpo le dolía. La próxima vez lo pensaría dos veces 
antes de rechazar una oferta de viajar en primera clase. 
El cansancio estaba a punto de vencerla cuando llegaron a su hotel. 
—Llegamos —informó el taxista regresándola a la realidad. 
El viaje en taxi había tomado media hora. Era pasada la media noche así 
que no había habido mucho tráfico. 
El conductor se detuvo justo en frente del hotel y un hombre salió del hotel 
para ayudarlos con su equipaje. Él los condujo hasta la recepción para que 
se registraran y se marchó con sus maletas mientras lo hacían. 
Ava se enamoró a primera vista del hotel. Era hermoso por dentro y por 
fuera. El interior tenía un estilo minimalista y conservaba parte de su 
estructura original que de seguro databa de cientos de años atrás. Unas 
escaleras en forma de caracol y con barandas de madera estaban a un 
rincón. Unas pequeñas luces colgaban del techo y unos sillones estaban 
dispersos hacia el fondo en lo que parecía una sala de descanso. 
Después de registrarse el recepcionista les entregó las tarjetas de sus 
habitaciones. No perdieron el tiempo antes de ir a los elevadores que 
estaban ubicados discretamente en un pasadizo 
Al llegar a su piso los dos salieron al pasillo y caminaron hasta sus 
habitaciones que estaban una frente a la otra. 
—Nos vemos mañana o bueno más tarde —se despidió Mason. 
Ava no pudo evitar soltar un bostezo mientras se despedía de su amigo. 
Entró en su habitación y vio su maleta en la cama. La abrió y sacó su 
pijama. 
Aunque era tentador irse directo a dormir, prefería una ducha rápida 
primero. El agua ayudó a relajar sus músculos tensos y de seguro la 
ayudaría a dormir mejor. 
Pese a haber dormido gran parte del vuelo no necesito mucho para 
quedarse dormida. El largo viaje y el cambio de horario la tenían cansada. 
El sonido insistente de alguien golpeando la puerta la despertó en la 
mañana. Los primeros segundos despierta se sintió un poco desorientada. 
Por un instante creyó estar en la casa de sus padres, pero poco a poco 
recordó su viaje y donde estaba ahora. 
El sonido en la puerta volvió a sonar y ella se puso de pie para abrir la 
puerta. La noche anterior no se había fijado mucho en los detalles de su 
habitación. Pero ahora a la luz del día le dio una mirada más profunda. La 
habitación era grande, la cama estaba ubicada en medio y había unos 
ventanales que daban a un balcón. Además había unos cómodos sofás en 
una de las esquinas y en una de las paredes estaba un guardarropa. Decidió 
que el lugar era perfecto. 
Abrió la puerta sin mirar de quién se trataba, estaba casi segura que era 
Mason. 
—Lo siento, me quedé dormida —se disculpó apenas abrió la puerta. Pero 
no era Mason quienestaba parado allí. Se trataba de Lia—. ¿Lia? Creí que 
llegarías hasta más tarde. 
—Son cerca de las once de la mañana. 
No le sorprendió para nada haber dormido hasta tan tarde. Había estado 
tan cansada la noche anterior que si Lia no hubiera aparecido habría 
dormido por mucho tiempo más. No era usual de ella levantarse tarde, ni 
siquiera cuando dormía poco, pero ahora que estaba embarazada se la 
pasaba con sueño. 
—¡Rayos! Y yo aun en pijama. 
Ambas se sonrieron antes de abrazarse con mucha fuerza. Ava había 
extrañado tanto a Lia. Aunque ella no había roto su promesa y siempre la 
estaba llamando para saber cómo estaba. Sin embargo, no era lo mismo 
que estar juntas. 
—He terminado con mis deberes por hoy, así que tengo el día libre. 
Podemos dar una vuelta por allí. 
—Claro. Déjame llamar a Mason y luego podemos salir. Pasa, por favor. 
Dejo que su amiga pasara y luego caminó hasta el frente y toco la puerta 
de la habitación de Mason. Después de unos cuantos toques él salió solo 
en pantalones y con los ojos entrecerrados. Que fuera su amigo no quería 
decir que no podía apreciar la vista. Él estaba bien conservado y sus 
músculos estaban marcados. 
—Nos quedamos dormidos —dijo después de ese rápido análisis que no 
provocó ninguna reacción en ella. 
Sería fácil estar en una relación con ese hombre, se dijo. Mason no era 
nada complicado y se llevaban muy bien, pero Ava aun quería algo más 
que una relación basada en simple comodidad. Quería lo que alguna vez 
pensó que tenía con Alessandro. Pasión, confidencia, amistad y amor. 
Aunque de eso último no estaba segura de si alguna vez lo tuvo con él. 
—¿Qué hora es? —pregunto Mason devolviéndola a la realidad. Ella 
sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos de su cabeza. 
—Según Lia las once. 
—¿Tan tarde? 
—Si. Saldremos dentro de media hora. 
—Quiero seguir durmiendo —se quejó su amigo. 
—La bebé comienza a tener hambre —le molestó ella. 
—Entonces te veo en media hora —respondió con más ánimo. Ella asintió 
y regresó a su habitación. 
Cerró la puerta tras de sí y camino hacia su maleta. 
—Parecen muy cercanos —dijo su amiga en cuanto paso por su lado. 
Estaba sentada en el sofá. 
—Lo somos. —La miró esperando que le preguntara algo más y cuando 
no lo hizo continuó—. Es como un hermano para mí. 
Ava eligió una polera, unos jeans y unas zapatillas, luego entró al baño 
para alistarse. Salió quince minutos después. Lia seguía donde la había 
dejado con Mason sentado junto a ella. Los dos estaban teniendo una 
conversación muy amena. Ambos parecían haberse llevado bien y ella se 
alegró. 
—Veo que ya no necesito presentarlos —musitó con una sonrisa. 
—Al parecer no —respondió su amigo. 
—Mason me estaba contando que no estabas muy bien antes de venir. 
—Chismoso —le dijo a él antes de volverse a su amiga—. Las náuseas se 
pusieron insoportables, pero ya estoy mucho mejor. 
—Entonces ¿Qué les parece si vamos a comer algo? —propuso Mason. 
—Hasta que dices algo inteligente. 
—Siempre digo cosas inteligentes otra cosa es que tú no sabes apreciar mi 
ingenio y creatividad. 
—Seguro que es eso —dijo con burla. 
Lia se rio viéndolos discutir. 
—Ya basta, niños. Antes de que se maten vamos de una vez. 
Los tres llegaron a pie hasta un restaurante a tres cuadras del hotel. En el 
lugar un joven se acercó a su mesa a tomar su pedido. Ava aprovechó que 
no sentía nauseas para ordenar un montón de comida mientras Mason y 
Lia la miraban sorprendidos. 
—¿Qué? Estoy comiendo por dos y además no desayuné —se justificó. 
El camarero con sus pedidos regresó en poco tiempo y ella se sintió 
agradecida porque en realidad se estaba muriendo de hambre. 
Los tres comieron entre anécdotas y risas. Ava se sentía de mucho mejor 
humor y más tranquila de lo que había estado en los últimos días. Que 
pudiera comer tranquila era una clara prueba de ello. 
En un momento Mason se levantó para ir al baño y la dejó a solas con su 
amiga. 
—Entonces ¿Cuándo lo irás a ver? —pregunto Lia sin rodeos. Ava no tenía 
que preguntar a quién se refería. 
Podía apostar que Mason les estaba dando un momento de chicas para que 
pudieran hablar con tranquilidad. 
—No lo sé, acabo de llegar. Todavía estoy decidiéndolo. 
—Viajaste desde otro continente para contárselo y te vas a echar para atrás 
justo ahora. No es que este de su lado, el muy bastardo te trató mal —Ava 
no pudo suprimir una sonrisa ante la vehemencia del insulto. Lia era una 
gran amiga—. Pero prolongar las cosas no servirá de nada. 
Lia estaba en lo correcto, pero aunque estaba más tranquila ahora, todavía 
necesitaba un poco de tiempo y así se lo hizo saber. 
—Lo sé, solo necesito prepararme. Cuando estaba lejos las cosas parecían 
sencillas. Incluso el dolor que atravesé cuando terminó conmigo fue 
ligeramente más fácil de sobrellevar lejos de aquí. 
—Cuanto más antes hables con él, más pronto todo estará solucionado —
fue lo único que ella respondió. 
—Es más fácil decir que hacerlo —susurró. 
—Además a que le temes. Ya lo superaste ¿verdad? —continuó su amiga 
sin haberla escuchado. No tenía idea de cómo responder esa pregunta. 
Mason regresó en ese momento y fue un alivio porque no estaba preparada 
para responder. Debería haber sido fácil decir que sí, pero el amor no se 
supera tan fácil aunque quieras. 
El alivio no duró mucho. 
—Prueba esto —dijo Mason poniendo el tenedor con un bocado de comida 
delante de ella. Pero Ava ya no estaba escuchando. Alessandro venía hacia 
su mesa con una mirada asesina. 
Lia debió darse cuenta de su nerviosismo porque volteó a ver que tenía su 
atención. 
—¡Diablos! —maldijo ella robándole las palabras de la boca. 
—¿Ava? —preguntó Mason. Se escuchaba preocupado, pero no pudo 
responderle ni voltear a mirarlo. 
Alessandro se detuvo a lado de su mesa y la miró durante un largo 
momento antes de decir algo. 
—Tenemos que hablar. —Así de simple, ni un hola. 
Ella también aprovecho para observarlo con atención. Él lucía diferente. 
No estaba tan impecable como de costumbre y una sombra de barba 
adornaba su rostro al igual que unas manchas oscuras debajo de sus ojos. 
—Un gusto, soy Mason —dijo su amigo estirando la mano para saludarlo. 
Alessandro la siguió mirando por un rato y luego se volteó a mirar a su 
acompañante. Correspondió su saludo y se presentó. Al parecer Mason ya 
sospechaba de quién se trataba porque no se mostró sorprendido. 
Alessandro regresó su atención a ella después de eso. 
—¿Ava? —insistió Alessandro, pero ella seguía perdida en sus 
pensamientos y emociones incapaz de responder. 
—Hola, Alessandro —dijo esta vez Lia—. No puedo decir que sea un 
placer que nos honres con tu presencia. —Ella uso cada gramo de ironía 
que pudo. 
Ava sabía que debía mantenerse seria o como mínimo impasible, pero 
después de que sus dos amigos se enfrentaran a él por ella. No pudo hacer 
más que reírse hasta que el estómago le dolió y lágrimas le salieron de los 
ojos. 
Los tres la miraban extrañados y ella solo siguió riendo. Era eso o echarse 
a llorar a mares. A Alessandro seguro le gustaría eso. No iba darle el gusto. 
—No es un buen momento para que tus hormonas se apoderen de ti —le 
susurró al oído Mason que estaba sentado a su lado. 
—Aléjate de ella —advirtió Alessandro con una voz mortal. 
Ava y Mason levantaron la cabeza para mirarlo. Él parecía estar 
controlando su furia y ella se preguntó que le estaba pasando. 
—Hola, Alessandro —dijo por fin dándose cuenta de que ella aún no le 
había dicho nada. 
Él la miró con una ceja alzada como si cuestionara su salud mental. Ella 
misma lo hacía en ese momento. No estaba reaccionando de ninguna de 
las maneras que había esperado. No lloraba y tampoco le estaba gritando. 
Le echó la culpa a sus cambios hormonales por el embarazo. 
—Tenemos que hablar —volvió a ordenar Alessandro aunque esta vez 
hubo una vacilación casi imperceptible en su voz. 
Ava ya no tenía miedo. Sus amigos le habían demostrado que no estaba 
sola. No importaba como resultaran las cosas los tendría a ellos para 
apoyarla. 
—Claro,tengo tiempo mañana. 
—Preferiría que fuera ahora —dijo con una sonrisa tratando de 
convencerla. Aunque en sus ojos pudo notar un atisbo de sorpresa por su 
respuesta. 
—Cómo puedes ver, ahora estoy con mis amigos. ¿Mañana a las nueve te 
parece bien? 
Si Alessandro creía que se iba a rendir a sus caprichos como lo había hecho 
antes estaba muy equivocado. 
Él miro de ella a sus amigos y viceversa. Por un segundo creyó que se iba 
a negar y obligarla a salir. Pero no lo hizo. De alguna manera eso la 
decepcionó. 
Ni ella misma podía entender el lio en que se estaban convirtiendo sus 
emociones. Nada nuevo en presencia de Alessandro. Había tenido las 
cosas bajo control cunado estuvo lejos de él. O al menos lo había intentado. 
—Está bien —aceptó para nada contento—. Te iré a reco… 
—Nos encontraremos en este mismo lugar. —No iba a ceder—. Hasta 
mañana. 
Él asintió con la cabeza y luego se despidió de todos. Antes de marcharse 
su mirada se detuvo un poco más de lo normal en Mason. Si las miradas 
mataran ´le hubiera muerto. 
Cuando Alessandro se alejó ella soltó el aire que no sabía que había estado 
reteniendo. Lo había confrontado y no había sido tan malo. Esperaba tener 
las mismas fuerzas al día siguiente. 
 
Capítulo 24 
La tranquilidad del día anterior se había evaporado. Mientras más se 
acercaba al restaurante donde se iba encontrar con Alessandro más 
nerviosa se sentía. Dentro de nada tendría que confesarle porque había 
regresado. Y no se sentía precisamente emocionada por ello. 
Mason le había ofrecido ir con ella, pero esto era algo que tenía que hacer 
sola. Pero le agradeció por todo su apoyo. 
Entró al restaurante y buscó un lugar vacío para esperarlo. Llegaba diez 
minutos antes, pero vio a Alessandro esperándola en una mesa al fondo. 
El lugar era él más privado del lugar. 
Ella se detuvo un instante para recobrar valor y luego continuó caminando. 
Se sentía como si caminara hacia la guillotina. 
Alessandro la miró fijamente en todo momento. Su expresión no revelaba 
que estaba sintiendo y eso la ponía más tensa. 
Las náuseas comenzaron a aparecer. Y tuvo que recordarse respirar 
profundo para que no empeoraran. 
—No podía ser más oportuno —susurró para sí misma. 
Alessandro se puso de pie en cuanto ella llegó a la mesa. Se acercó a ella 
y la besó en la mejilla. La electricidad que siempre había sentido cuando 
la tocaba se hizo presente. Pero ella fingió que no pasó. 
Para cualquiera que viera desde fuera la escena ellos eran un par de amigos 
encontrándose para comer. Sin embargo, la tensión era palpable. 
—Ava —saludó él. Por primera vez lo notó un poco inseguro de cómo 
proceder a continuación. 
—Hola —respondió tratando de poner una sonrisa en su rostro. Seguro 
que pareció más una mueca. Al menos lo había intentado. 
Él le jaló el asiento y ella se sentó. Después llamó a la camarera. Ella les 
dejó la carta y luego se retiró. 
Ava colocó la carta delante suyo fingiendo que estaba eligiendo que comer 
cuando en realidad solo lo estaba usando como un escudo. Necesitaba 
tiempo para calmarse y sobre todo para apaciguar sus crecientes nauseas. 
Bueno aquí vamos, se dijo cuando estuvo mejor y bajo la carta. 
—Ava… 
—Alessandro… —Hablaron ambos a la misma vez, pero nadie dijo nada 
más. Se quedaron mirándose el uno al otro absortos. 
—¿Están listos para ordenar? —preguntó la camarera sacándolos de su 
pequeña burbuja. 
Los dos se giraron a mirar a la mujer y asistieron con la cabeza. Ava ordenó 
una ensalada ligera, su estómago no le aceptaría nada más. 
Pudo ver que Alessandro parecía un poco sorprendido por su elección. Ella 
siempre había sido de las que comían en abundancia. 
Alessandro por su parte ordenó un filete con papas y ensalada. Tan solo 
pensar en la carne logró que perdiera el control de su estómago. 
—Si me disculpas —dijo justo después que la camarera se alejó. Antes de 
recibir una respuesta salió corriendo hacia el baño. 
No paró de vomitar hasta que su estómago estuvo vacío. Luego se fue a 
enjuagarse la boca y lavarse el rostro. Al mirarse en espejo vio lo pálida 
que estaba. Se dio un ligero pellizco en las mejillas para devolverles un 
poco de color. 
Salió del baño sin prestar mucha atención y se chocó con un muro de 
músculo duro. Cuando levanto la vista vio a Alessandro parado frente a 
ella. 
—¿Está todo bien? —preguntó. Parecía preocupado de verdad. 
—Sí, no debiste molestarte. 
—Tardabas mucho y creí que algo malo pasaba. Volvamos a la mesa, 
pareciera que te fueras a desplomar en cualquier momento. Además ya 
trajeron nuestras comidas —Observó a Alessandro atenta. Estaba 
actuando diferente. Él siempre había sido atento con ella, pero esto era otro 
nivel. Lo más importante, no estaba dando órdenes a diestra y siniestra. 
Caminaron de regreso a su sitio. Él la llevo sujeta de la cintura como si 
tuviera medio de que se fuera a desmayar en cualquier momento. Su 
contacto le causó sensaciones que prefería no sentir de nuevo porque 
significaba que aún era débil a él. Muy débil. 
Al sentarse en su lugar Ava se sintió agradecida por escapar de su agarre. 
Aunque lo intentaba no era capaz de pensar coherentemente con él 
tocándola. 
Se concentró en su plato, aunque no comió. Había perdido el apetito por 
completo. Lo único que hizo fue jugar con las verduras. 
Podía sentir la mirada de Alessandro en ella. No estaba preparada para 
verlo y evitó hacer contacto visual con él. No quería que la viera así. Se 
sentía débil y sabía que se veía de la misma manera. 
—Ayer parecías más segura. 
—Y tú menos amenazante. ¿Qué te digo? Ninguno estaba actuando como 
de costumbre. —dijo con sarcasmo. 
Alessandro soltó una carcajada y eso la llevó a mirarlo. Sus ojos brillaban 
con diversión. 
—Hace tiempo que no me reía así —dijo él cuando dejo de reír. 
—Me alegra poder servir para tu diversión —contestó ella irritada. 
—Estamos a mano. —Ella estuvo a punto de preguntar a qué se refería y 
luego recordó como se había reído ella cuando sus amigos la 
defendieron—. Luces diferente. 
Ava se puso tensa de nuevo. Ese era el momento para contarle lo del 
embarazo. 
—Alessandro yo tengo que decirte algo. —Odiaba sonar tan insegura. 
—Te escucho. 
—Yo jamás te engañé —Le iba a dar la noticia, claro que sí. Solo que 
primero quería que el viera la verdad. Tal vez eso ayudaría a que 
reaccionará mejor ante lo que le iba a decir—. Tampoco utilicé a los niños 
de ninguna manera. 
Aunque se había prometido no darle explicaciones. En la situación en que 
se encontraban era lo mejor. No quería que el concepto que tenía de ella 
afectara la manera en que iba a pensar de su futuro hijo o hija. No quería 
que llegara a la conclusión de que ella iba en busca de su dinero y para ello 
usaba su embarazo como un recurso. 
—Lo sé. —Ella se sintió esperanzada por su respuesta, pero no duró 
mucho—. Hice algunas averiguaciones y confirmé la verdad. 
—¿Jamás hubiera bastado mi palabra verdad? —preguntó con resignación 
y el dolor repercutió en su agrietado corazón—. Como sea no estoy aquí 
para hablar del pasado. 
Ava giró su rostro más allá de las ventanas que daban al exterior. Vio un 
hombre con un niño pasar caminando y sonrió. Algún día su hijo o hija 
caminaría junto a su padre. Bueno, lo haría si todo salía bien. 
—Alessandro, quiero que entiendas que yo no estaba buscando esto —
comenzó aun mirando hacia afuera—. Pero pasó y aunque no estaba 
planeado estoy feliz. 
Respiro profundo y se giró para confrontarlo. 
>>Estoy embarazada —dijo sin más. No tenía caso seguir alargando el 
momento. 
Alessandro pasó por una serie de expresiones, algunas muy obvias y otras 
que no pudo identificar. 
—¿Cómo sucedió? Estabas tomando la píldora —preguntó aun sin 
demostrar una emoción en específico. 
—Bueno ningún método es efectivo por completo, tan solo la abstención 
y tú y yo no practicamos mucho esto último. 
Luego de un par de minutos él recobró la compostura y sonrió. Ella se 
extrañó por eso. 
—Nos casaremos. —Esa le pareció la propuesta menos romántica del siglo 
y probablementelo era. 
—Ya me extrañaba —dijo ella ignorando sus palabras. No podía tomarlo 
en serio. 
Ellos se habían separado en malos términos. Él la había acusado de cosas 
horribles y ahora hablaba de matrimonio. Seguro que todavía estaba en 
shock y por eso decía cosas sin mucha lógica. 
—¿Qué cosa? 
—Que no me estuvieras dando órdenes. Pero veo que ya estás de vuelta. 
—Ava por favor, estoy hablando en serio. Nos vamos a casar. 
—Yo también y hablo muy en serio cuando digo que no me casaré contigo. 
—¿Por qué no? 
—Porque un matrimonio se basa en muchas cosas y el amor es una de 
ellas. 
—Tú me amas —afirmó con total seguridad él. 
Eso fue todo lo que pudo aguantar. 
Si aún tenía las esperanzas de que él le pidiera disculpas y le dijera que la 
amaba, él mismo terminaba de matar esas esperanzas. 
No importaba cuantas veces se dijera que todo estaba en el pasado, la 
realidad era otra. Ella seguía queriendo que esto resultara como un cuento 
de hadas. Seguir así solo le hacía daño. Necesitaba actuar con mayor 
firmeza. 
Ava soltó una risa irónica. 
—¿Qué te hace sentir tan seguro de ello? 
—Me lo dijiste antes de marcharte. 
—Pasaron muchas cosas después de eso. 
—¿Y esas cosas tienen que ver con ese amigo tuyo? ¿El tal Mason? —el 
cinismo en su voz la descolocó. 
—Me voy. —Se puso en pie dispuesta a marcharse, pero Alessandro la 
retuvo por la muñeca. 
—Ava, aun debemos hablar. 
—No, yo no te debo nada. Recuerdas como me echaste de tu casa sin 
escucharme. 
—Ava, por favor no actúes como una chiquilla inmadura. Ya no solo se 
trata de ti. 
Sus palabras rompieron lo poco que quedaba de tranquilidad en ella. 
—¡Vete a la mierda! —dijo sin importarle llamar la atención y se zafó de 
su agarre. Eran muy pocas veces las que había dicho algo como eso, pero 
jamás se sintió tan reconfortante. Alessandro se quedó pasmado ante su 
reacción, tenía que aceptar que incluso ella estaba un poco asombrada—. 
Si ya terminaste de insultarme, me quiero ir. 
Salió del lugar a paso apresurado y caminó hasta una plaza que había visto 
cerca. La furia que había sentido se transformó en algo más. Sentía que en 
cualquier momento se iba a desmoronar. Apenas logró llegar a un asiento 
antes de que un par de lágrimas se escaparan de sus ojos. Se agachó y se 
cubrió el rostro con las manos. 
Lo había hecho, por fin se lo había dicho. Y de todas las cosas que había 
creído que podía pasar jamás creyó que él le diría que se debían casar. La 
idea en sí era ridícula. Ella apenas había aguantado estar en una relación 
sin amor con fecha de caducidad. Jamás podría aguantar casarse y darle 
todo a un hombre que no la amaba. Eso la destruiría y mataría su esencia. 
Lloró un poco más, pero luego se regañó. Necesitaba calmarse no le hacía 
bien llorar en su estado. 
—Ten —le dijo Alessandro ofreciéndole un pañuelo. 
Él estaba parado frente a ella con el mismo aire imponente de la primera 
vez que lo conoció. Era el mismo hombre al que se había entregado y por 
el que había arriesgado demasiado a cambio de nada. 
No se había dado cuenta de que él la había seguido, pero allí estaba. 
—¿Qué te da el derecho a querer manejar mi vida? —preguntó desolada. 
—Vas a tener a mi hijo o hija. 
—Pues felicidades. Pero la última vez que confirme, aun con nuestro hijo 
dentro de mí yo decidía que hacer con mi vida. 
Él se sentó a su lado sin decir nada. Se quedaron así un largo rato, viendo 
a las personas pasar. Cada uno abstraído en sus pensamientos. 
—¿Qué te parece si vamos a ver a Piero y Fabrizio? Ellos te han extrañado 
mucho —dijo el repentinamente. 
La mención de sus nombres le puso una sonrisa en el rostro y ayudo a 
mejorar un poco su humor. 
Sabía que Alessandro estaba tratando de cambiar el tema. Tal vez era lo 
mejor. Más adelante podían hablar. Cuando él entrara en razón. 
—Aún están en clases. 
—Sí, pero podemos pasar por ellos. No tardaran mucho en salir. 
Lo que menos necesitaba Ava era estar en un espacio reducido junto a 
Alessandro, pero quería ver a los niños. 
—Está bien —aceptó resignada. 
Alessandro la dirigió hasta su coche que no estaba muy lejos. 
Era consciente de que aún no habían solucionado nada, pero por el 
momento no quería seguir pensando en ello. Apenas estaba reparando su 
corazón y enfrentarse a esto no la estaba ayudando para nada. 
El viaje, como lo supuso, fue incómodo. Alessandro trataba de hablar con 
ella, pero Ava estaba demasiado agotada emocionalmente como para 
intentar entablar una conversación amistosa. 
—¿A quién le hablas? —le preguntó cuando la vio escribiendo en su 
celular. 
—A Mason, no quiero que se preocupe por mí. 
Alessandro apretó con fuerza el volante. 
—Jamás correrás peligro conmigo —aseveró con vehemencia él. 
—Tú eres el peligro —murmuro ella tan bajo que él no la escuchó. 
Nunca había dicho algo más cierto que eso. Alessandro era un peligro para 
ella. Se había metido dentro de su piel y no podía sacarlo de allí sin 
importar cuanto lo quisiera. ¿O era que tal vez no quería?

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