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Blanca Laffon es profesora titular de Psicobiología de la Universidad de A Coruña y Académica Correspondiente de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Galicia. Vanessa Valdiglesias es investigadora doctora de la Universidad de A Coruña y en la actualidad desarrolla su actividad investigadora en el laboratorio de Toxicología de esta universidad. Eduardo Pásaro es catedrático de Psicobiología de la Universidad de A Coruña y coordinador del grupo de investigación “Diagnóstico conductual y molecular aplicado a la salud”. ¿de qué sirve la ciencia si no hay entendimiento? Terapia génica Blanca Laffon, Vanessa Valdiglesias y Eduardo Pásaro ¿QUÉ SABEMOS DE? La terapia génica ha supuesto una revolución en la manera de abordar el tratamiento de las enfermedades humanas, puesto que ha abierto un nuevo horizonte que permite la curación de aquellas para las que hasta el momento solo existían tratamientos orien- tados a paliar sus síntomas. Los importantes descubrimien- tos acerca de cómo manipular el material genético en el laboratorio y cómo introducir este material directamente en las células suscitaron la idea de que fuera posible aplicar estas metodologías al tratamiento de las enfermedades con componente genético. Así nace la terapia génica, que consiste en introducir un gen en las células de un paciente para corregir un defecto genético o dotarlas de una nueva función. Este libro explica esta nueva rama de la medicina para que el lector conozca en qué consiste, sus aplicaciones más frecuentes y sus posibles ventajas e inconvenientes. ¿QUÉ SABEMOS DE? B la nc a La ff on , V an es sa V al di gl es ia s y E du ar do P ás ar o T E R A P IA G É N IC A 59 ISBN: 978-84-00-09905-3 Terapia génica ¿QUÉ SABEMOS DE? 1. El LHC y la frontera de la física. Alberto Casas 2. El Alzheimer. Ana Martínez 3. Las matemáticas del sistema solar. Manuel de León, Juan Carlos Marrero y David Martín de Diego 4. El jardín de las galaxias. Mariano Moles 5. Las plantas que comemos. Pere Puigdomènech 6. Cómo protegernos de los peligros de Internet. Gonzalo Álvarez Marañón 7. El calamar gigante. Ángel Guerra Sierra y Ángel F. González González 8. Las matemáticas y la física del caos. Manuel de León y Miguel Á. F. Sanjuán 9. Los neandertales. Antonio Rosas 10. Titán. Luisa M. Lara 11. La nanotecnología. Pedro A. Serena Domingo 12. Las migraciones de España a Iberoamérica desde la Independencia. Consuelo Naranjo Orovio 13. El lado oscuro del universo. Alberto Casas 14. Cómo se comunican las neuronas. Juan Lerma 15. Los números. Javier Cilleruelo y Antonio Córdoba 16. Agroecología y producción ecológica. Antonio Bello, Concepción Jordá y Julio César Tello 17. La presunta autoridad de los diccionarios. Javier López Facal 18. El dolor. Pilar Goya Laza y Mª Isabel Martín Fontelles 19. Los microbios que comemos. Alfonso V. Carrascosa 20. El vino. Mª Victoria Moreno-Arribas 21. Plasma: el cuarto estado de la materia. Teresa de los Arcos e Isabel Tanarro 22. Los hongos. M. Teresa Telleria 23. Los volcanes. Joan Martí Molist 24. El cáncer y los cromosomas. Karel H.M. van Wely 25. El síndrome de Down. Salvador Martínez Pérez 26. La química verde. José Manuel López Nieto 27. Princesas, abejas y matemáticas. David Martín de Diego 28. Los avances de la química. Bernardo Herradón García 29. Exoplanetas. Álvaro Giménez 30. La sordera. Isabel Varela Nieto y Luis Lassaletta Atienza 31. Cometas y asteroides. Pedro José Gutiérrez Buenestado 32. Incendios forestales. Juli G. Pausas 33. Paladear con el cerebro. Francisco Javier Cudeiro Mazaira 34. Meteoritos. Josep Maria Trigo Rodríguez 35. Parasitismo. Juan José Soler 36. El bosón de Higgs. Alberto Casas y Teresa Rodrigo 37. Exploración planetaria. Rafael Rodrigo 38. La geometría del universo. Manuel de León 39. La metamorfosis de los insectos. Xavier Bellés 40. La vida al límite. Carlos Pedrós-Alló 41. El significado de innovar. Elena Castro Martínez e Ignacio Fernández de Lucio 42. Los números trascendentes. Javier Fresán y Juanjo Rué 43. Extraterrestres. Javier Gómez-Elvira y Daniel Martín Mayorga 44. La vida en el universo. F. Javier Martín-Torres y Juan Francisco Buenestado 45. La cultura escrita. José Manuel Prieto 46. Biomateriales. María Vallet Regí 47. La caza como recurso renovable y la conservación de la naturaleza. Jorge Cassinello Roldán 48. Rompiendo códigos. Vida y legado de Turing. Manuel de León y Ágata Timón 49. Las moléculas: cuando la luz te ayuda a vibrar. José Vicente García Ramos 50. Las células madre. Karel H.M. van Wely 51. Los metales en la Antigüedad. Ignacio Montero 52. El caballito de mar. Miquel Planas Oliver 53. La locura. Rafael Huertas 54. Las proteínas de los alimentos. Rosina López Fandiño 55. Los neutrinos. Sergio Pastor Carpi 56. Cómo funcionan nuestras gafas. Sergio Barbero Briones 57. El grafeno. Rosa Menéndez y Clara Blanco 58. Los agujeros negros. José Luis Fernández Barbón 59_Terapiagénica.indd 159_Terapiagénica.indd 1 12/2/15 13:5112/2/15 13:51 Blanca Laffon, Vanessa Valdiglesias y Eduardo Pásaro Terapia génica Diseño gráfico de cubierta: Carlos Del Giudice Fotografía de cubierta: © iStock/Thinkstock © Blanca Laffon, Vanessa Valdiglesias y Eduardo Pásaro, 2015 © CSIC, 2015 © Los Libros de la Catarata, 2015 Fuencarral, 70 28004 Madrid Tel. 91 532 05 04 Fax. 91 532 43 34 www.catarata.org isbn (csic): 978-84-00-09905-3 eisbn (csic): 978-84-00-09906-0 isbn (catarata): 978-84-8319-990-9 nipo: 723-15-014-7 enipo: 723-15-015-2 depósito legal: M-5.239-2015 ibic: pdZ/MJZ este libro ha sido editado para ser distribuido. la intención de los editores es que sea utiliZado lo Más aMpliaMente posible, que sean adquiridos originales para perMitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría. coMitÉ editorial pilar tigeras sáncheZ, directora pía paraJa garcía, secretaria carlos duarte quesada beatriZ hernándeZ arcediano rafael MartíneZ cáceres alfonso navas sáncheZ JosÉ Manuel prieto bernabÉ Miguel ángel puig-saMper Mulero Javier senÉn garcía conseJo asesor Matilde barón ayala JosÉ borrell andrÉs elena castro MartíneZ Miguel delibes de castro JosÉ elguero bertolini bernardo herradón garcía pilar herrero fernándeZ Manuel de león rodrígueZ eulalia pÉreZ sedeño aMparo querol siMón catálogo general de publicaciones oficiales http://publicacionesoficiales.boe.es Colección ¿Qué sabemos de? Índice CAPÍTULO 1. El genoma y los genes: empecemos por el principio 7 CAPÍTULO 2. Repasemos brevemente la historia de la terapia génica 21 CAPÍTULO 3. Una introducción: fundamento y tipos 32 CAPÍTULO 4. Mecanismos para realizar la transferencia de genes 42 CAPÍTULO 5. Dónde y cómo se puede aplicar 63 CAPÍTULO 6. Distintas aplicaciones 76 CAPÍTULO 7. Las cuestiones éticas que plantea 98 EPÍLOGO 103 BIBLIOGRAFÍA 109 7 CAPÍTULO 1 El genoma y los genes: empecemos por el principio El conocimiento acerca de la naturaleza del material gené tico ha experimentado un tremendo avance en las últimas décadas. Ahora conocemos cómo se almacena, cómo se transmite de generación en generación y cómo los errores en este material pueden causar un gran número de enfer medades. Esta comprensión de los principios genéticos y médicos es, en gran medida, la que ha alentado a los cien tíficos a considerar el tratamiento de las enfermedades ge néticas interviniendo directamente en los genes. Pero vayamos paso a paso. El propósito de este ca pítulo es proporcionar informaciónsuficiente como para entender los principios básicos que guían el desarrollo de la terapia génica y para valorar los continuos avances que se están produciendo en este campo. No se trata de realizar una descripción en profundidad de los mecanismos gené ticos y biotecnológicos, sino de situar al lector en posición de entender los hechos presentes y las posibilidades futu ras de la terapia génica, que se explicarán en los capítulos siguientes. 8 Qué es la información genética Todos los seres vivos tenemos unas características propias y nuestro organismo realiza una serie de funciones nece sarias para la vida. El genoma, o material genético, es la estructura que contiene la información necesaria para que seamos como somos y podamos realizar esas funciones, es decir, datos que condicionan desde nuestras característi cas físicas hasta las reacciones químicas que tienen lugar en nuestro organismo y, en cierta medida, nuestra inteligencia (capacidades cognitivas) y personalidad. Esta información pasa de una generación a la siguiente, de modo que la nues tra la hemos heredado de nuestros progenitores, y estos de los suyos. La información genética, compuesta en los seres humanos por alrededor de 20.000 “mensajes” o unidades de información llamadas genes, está contenida en práctica mente todas las células de cada organismo (y ¡tenemos billo nes!), la misma información en cada una de ellas. El material genético está hecho de ADN (siglas de ácido desoxirribonucleico). El ADN forma cadenas muy largas que han de empaquetarse de forma muy compacta para caber dentro del centro de control de cada célula: el núcleo. Al empaquetarse conjuntamente con otras molé culas como las proteínas, el ADN forma unas estructuras llamadas cromosomas. En concreto, cada célula humana contiene 23 pares de cromosomas, 46 en total. De ellos, 22 pares reciben el nombre de autosomas y se numeran del 1 al 22 según su tamaño, de mayor a menor. El último par es el de los cromosomas sexuales: XX en el caso de las muje res y XY para los varones. Un miembro de cada par se he reda de la madre (a través del óvulo) y el otro del padre (a través del espermatozoide) en una combinación única, ya 9 que nuestro ADN resulta de la combinación del ADN de cada progenitor, que previamente se mezcla y reorganiza de forma similar a dos tacos de cartas que se barajan jun tos para producir una combinación nueva y única, y por tanto, un ser humano nuevo y único. La única excepción a esto la constituyen los gemelos idénticos, procedentes de un único zigoto. Los cromosomas, por tanto, están compuestos por lar gas cadenas de ADN que contienen muchos genes, unos a continuación de otros, y están enrolladas de forma similar a una madeja de hilo. Y como tenemos los cromosomas por pares, tendremos al menos dos copias de cada uno de los genes, situadas en la misma posición en cada cromosoma del par, excepto para los genes que están en los cromo somas sexuales. Este par de copias de los genes se deno minan alelos. Pero los genes constituyen solamente el 2% de nuestro genoma (ADN codificante); del resto hasta hace poco se pensaba que no contenía información (de hecho se le llamaba ADN basura), aunque recientemente se ha visto que sirve, en gran parte, para funciones de control. Para qué sirve esta información El ADN contiene la información genética utilizando un lenguaje químico llamado código genético, que es igual para todos los seres vivos, y es similar a un “libro de recetas” que usa el organismo para fabricar proteínas y controlar el funcionamiento de los genes. Este código usa únicamente cuatro “letras” (o bases nitrogenadas): A, T, G y C, corres pondientes al nombre de las unidades estructurales adeni na, timina, guanina y citosina. Esas letras se agrupan de tres 10 en tres para formar “palabras” (tripletes o codones). A su vez, cada “palabra” lleva la información (decimos que co- difica) para un aminoácido, que es la unidad básica (los “ladrillos”) de que se componen las proteínas. De esta for ma, la secuencia de “palabras” de cada gen permite a las células colocar los aminoácidos en el orden correcto para formar cada proteína. La información genética contiene también instrucciones para indicar dónde empieza una proteína y dónde acaba. La estructura más frecuente del ADN consiste en dos largas cadenas de las cuatro “letras” básicas, que se en cuentran enfrentadas (emparejadas) y enrolladas forman do una doble hélice, que se empaqueta de forma muy com pacta, dando lugar a los cromosomas (figura 1). Existen unas reglas muy estrictas que rigen el emparejamiento de esas “letras”, de forma que la A solo puede enfrentarse a la T, y la G solo a la C, y viceversa. En total tenemos unos 3.000 millones de pares de bases en el genoma humano, en un filamento que mide aproximadamente dos metros y se empaqueta en el núcleo de las células. De igual forma que el ADN, las proteínas son es tructuras lineales, formadas por cadenas de aminoácidos dispuestos uno detrás de otro. Las proteínas de los seres humanos están formadas por veinte aminoácidos dife rentes; cada uno de ellos se corresponde con una o varias “palabras” diferentes. Una vez que se ha producido, la es tructura lineal de las proteínas se pliega y adopta una for ma tridimensional específica que viene determinada por la secuencia de aminoácidos que contiene. La configuración tridimensional de una proteína es esencial para su correcto funcionamiento, de ahí que si se producen cambios en la secuencia de “letras” de un gen, que conlleven cambios 11 en la secuencia de aminoácidos de la proteína, se puedan derivar cambios en su estructura que afecten seriamente a su función. Figura 1 Estructura del ADN. Los pares de bases de cada cadena se emparejan entre sí para formar la doble hélice, que se enrosca sobre sí misma para empaquetarse de forma muy compacta en los cromosomas, localizados en el núcleo de las células. Fuente: tomada de http://pixabay.com/es/gen%c3%a9tica-cromosomas-arn-adn-156404/; licencia creative commons. Y son las proteínas las principales responsables de rea lizar las funciones que las células y los organismos precisan 12 para su crecimiento, desarrollo y el mantenimiento de la salud. Así, algunas tienen como función llevar a cabo reac ciones químicas (como la digestión de los alimentos), otras forman estructuras corporales (como el colágeno de la piel o la queratina del pelo) y otras participan en la comunica ción entre las células y sistemas del cuerpo (como algunas hormonas). Pero para que las células puedan fabricar las proteínas la información de los genes se ha de trasladar desde el nú cleo, donde está el ADN, hasta el citoplasma, donde se en cuentra la maquinaria celular de síntesis de proteínas. Para ello la información de cada gen se copia en una molécula similar al ADN denominada ARN (siglas de ácido ribonu cleico) mensajero, pero que se compone de una única ca dena. Este proceso de síntesis del ARN mensajero para co piar la información del gen se llama transcripción. Debido a que el ADN se encuentra altamente empaquetado en el núcleo, para que la información de los genes pueda ser copiada al ARN mensajero primero se debe descompactar, para permitir el acceso a toda la maquinaria celular que realiza la copia. Las zonas del material genético que contie nen genes que la célula necesita con frecuencia se encuen tran menos empaquetadas y se denominan eucromatina, a diferencia de las zonas más compactas, que se copian con menor frecuencia, denominadas heterocromatina. La trans cripción de cada gen se inicia y se regula en una región del gen llamada promotor, que contiene la información necesa ria para activar o desactivar el gen que regula. El ARN mensajero está tambiénformado por secuen cias de “letras” que se agrupan de tres en tres para formar “palabras”, siendo así una copia fiel del gen. De esta for ma, la función del ARN mensajero consiste en llevar una 13 copia del gen al citoplasma para que allí se pueda fabricar la proteína correspondiente, mediante un proceso que se denomina traducción: el gen es la información original, el ARN mensajero es la copia y la proteína es el producto final que realizará la función. Pero la información que codifica para una proteína no está colocada de forma continua en el gen, sino que se alternan en su secuencia segmentos que contienen infor mación (exones) con otros segmentos no codificantes (in- trones). Una vez que se ha sintetizado el ARN mensajero como copia fiel del gen, habrá de experimentar un proceso de maduración durante el cual se eliminarán los fragmen tos que no contienen información mediante un mecanismo de corte y empalme de su secuencia, con el que se consi gue que los exones queden colocados uno a continuación del otro, conteniendo la información completa y sin inte rrupciones para la síntesis de la proteína. En los últimos años se ha avanzado mucho en el co nocimiento de la localización de los genes concretos en los cromosomas y de la secuencia de “letras” que compone cada gen. Sin embargo, todavía nos queda mucho por co nocer acerca de la función de la información contenida en muchos de ellos, para qué sirve el ADN “basura” o cómo nuestro medio ambiente puede regular la expresión de esa información. Variaciones en la información genética Cada uno de nosotros tenemos pequeñas diferencias en la secuencia de “letras” de nuestra información genética y eso es lo que nos hace únicos. La mayoría de esas variaciones 14 no tienen efecto o bien producen modificaciones inocuas, como el color de ojos o el grupo sanguíneo. Pero a veces las variaciones hacen que la información contenida en un gen no sea correcta, por lo que no será válida para producir una proteína, o bien la proteína que se produce no funcionará adecuadamente. Como consecuen cia de ello, se puede generar un problema en el desarrollo y funcionamiento de algún sistema u órgano del cuerpo y resultar en una enfermedad genética, que puede tener muy distinta gravedad: desde padecimientos de importan cia menor, como el daltonismo (dificultad para distinguir los colores), hasta otros incompatibles con la vida, como ciertas inmunodeficiencias. Estas variaciones en la infor mación genética se denominan mutaciones. Las enfermedades genéticas se clasifican, en un sen tido amplio, en aquellas causadas por una mutación do minante y las causadas por una mutación recesiva. Veamos qué significa esto y qué consecuencias tiene. Cada persona tiene al menos dos copias de cada gen, dos alelos, proce dente cada uno de ellos de un progenitor (excepto, recorde mos, los genes situados en los cromosomas sexuales). Estos alelos pueden ser versiones iguales o diferentes del gen. Cuando las dos versiones son iguales decimos que el indi viduo es homocigoto para ese gen, y cuando son diferentes decimos que es heterocigoto. Si el organismo que tiene una de las copias de un gen mutada puede todavía funcionar únicamente con la copia no afectada por la mutación se trataría de una mutación recesiva (queda oculta). La mutación en cuestión no tendría consecuencias para la salud de la persona, y se le denomina portadora de la copia defectuosa. De hecho, aunque cada persona nace con varios de sus 20.000 genes afectados por 15 mutaciones recesivas (probablemente al menos diez), las copias correctas de esos genes nos protegen de los efectos adversos. Un ejemplo de ello es el caso de la anemia falcifor me, enfermedad grave producida por un defecto en la producción de la proteína betaglobina, que forma parte de la hemoglobina de los glóbulos rojos de la sangre y se encarga de transportar el oxígeno a todas las células del organismo. Ese defecto es consecuencia de una mutación en el gen de la betaglobina, que conlleva un cambio en el sexto aminoácido de la proteína y hace que no sea efectiva. El nombre de la patología se debe a la forma de hoz que adoptan los glóbulos rojos que portan betaglobina defec tuosa. En una persona heterocigota para este gen (que tie ne un gen normal y otro con la mutación) se fabricarán tanto la proteína normal como la defectuosa, de forma que hay disponible suficiente proteína normal como para que clí nicamente no se manifieste la anemia. Sin embargo, si una persona es homocigota, es decir, hereda ambas copias del gen mutadas, entonces se desarrollará anemia falciforme como consecuencia de la ausencia total de betaglobina normal. Por tanto, para que las mutaciones recesivas sean causantes de enfermedad es necesario heredar ambas co pias del gen mutado. Por el contrario, si el organismo requiere que las dos copias del gen sean correctas para realizar la función co rrespondiente, entonces hablamos de una mutación domi- nante. En este caso, la herencia de una única copia del gen mutado implica generalmente el desarrollo de la enferme dad. El clásico ejemplo de este tipo de herencia dominante es la corea de Huntington, más conocida tras el diagnóstico de esta enfermedad en Woody Guthrie, el famoso músico 16 de folk americano. La corea de Huntington es una enfer medad degenerativa del sistema nervioso, devastadora y fatal. Se produce como consecuencia de una mutación en el gen de la huntingtina, proteína cuya función no se conoce por completo todavía, aunque sí se sabe que la realiza en las terminaciones nerviosas. Esta dolencia habitualmente no se manifiesta hasta la tercera o cuarta década de la vida, lo que supone que, cuando se produce el diagnóstico, es posible que el paciente ya haya tenido descendencia y le haya traspasado la copia del gen mu tado. En el caso de genes que se sitúan en el cromosoma X, los efectos de las mutaciones son diferentes en muje res que en varones. Debido a que los varones tienen solo un cromosoma X, las mutaciones en la mayoría de los genes situados en este cromosoma no pueden ser com pensadas por la presencia de una copia normal del gen, como sucedería en las mujeres, ya que estas tienen dos copias. Por lo tanto, los varones sufren más enfermeda des genéticas causadas por genes del cromosoma X que las mujeres. En las mujeres el exceso de información genética del cromosoma X se compensa inactivando uno de los dos cromosomas presentes en las células del organismo, de forma que solo uno de ellos es funcional. Esta inactivación se realiza al azar, por lo que las probabilidades de ser inac tivado son las mismas para ambos cromosomas X. Así, en una mujer, un defecto o mutación en un gen situado en uno de los dos cromosomas X habitualmente no da lugar a una enfermedad, ya que este gen se compensa con el gen co rrecto del otro cromosoma, que estará activo al menos en algunas células de su organismo. 17 Por lo tanto, a la hora de entender una enfermedad genética debemos conocer el lugar cromosómico donde se encuentra el gen defectuoso, es decir, si está en uno de los 22 autosomas o en los cromosomas sexuales, si la muta ción se presenta en una única copia (la persona sería he terocigota) o en doble dosis (homocigota), la naturaleza bioquímica de la función realizada por el gen y si el defecto es dominante o recesivo. Las respuestas a estas pregun tas implican estudios genéticos, bioquímicos y clínicos, así como análisis de los antecedentes familiares. ¿Se utiliza toda la información genética? A pesar de que, como ya se ha comentado, todas las célu las poseen la misma información genética, no utilizan toda esa información de forma completa y simultánea. Por el contrario, cada célula utiliza solo la parte deinformación que necesita para realizar sus funciones en cada momen to, es decir, solo están “activos” en la célula unos genes determinados. Así, por ejemplo, las células del páncreas y las del cerebro usan una parte de información común para ambas, como la que codifica para utilizar la glucosa como fuente de energía, pero también otra parte específica para cada una de ellas que permite producir insulina a las cé lulas del páncreas y transmitir los impulsos nerviosos a las células cerebrales. Como ya hemos visto, el ADN total de una célula es un filamento de una longitud de unos dos metros. Teniendo en cuenta el tamaño microscópico del núcleo de las células, donde se tiene que almacenar este ADN, el grado de compactación del material genético en el 18 núcleo es enorme. Este empaquetamiento lo realizan con ayuda de unas proteínas denominadas histonas. Sin embargo, para que un gen pueda expresarse, es decir, para que se fabrique la proteína cuya información porta, el ADN debe descompactarse en la zona donde está el gen para permitir fabricar el ARN mensajero, la copia del gen que se trasladará al lugar de síntesis de proteí nas. Y posteriormente debe compactarse de nuevo. Así, el grado de empaquetamiento del ADN en el núcleo no es uniforme, sino que existen zonas más compactadas, mientras que otras, que suelen corresponder con las que tienen información que debe ser leída en una célula y momento determinados, se mantienen más abiertas. De hecho, hay estudios que muestran que buena parte de la regulación de la expresión de los genes, es decir, la decisión de qué genes deben expresarse en cada mo mento, se realiza modificando el grado de compactación del ADN y exponiendo u ocultando de esa manera la información genética a la maquinaria que debe leerla para generar el ARN mensajero. Por otra parte, el ADN no codificante que separa unos genes de otros desempe ña un papel muy importante en “activar” y “desactivar” a los genes de acuerdo con su papel en la célula y en el control de la cantidad de una determinada proteína que se produce. Fundamento de la terapia génica En la actualidad, sabemos que las enfermedades genéticas no se limitan a trastornos familiares raros o a enferme dades genéticas fácilmente reconocibles como la anemia 19 falciforme o la corea de Huntington. De hecho, se conocen cerca de 4.000 enfermedades de las que se sabe, o se tienen fundadas sospechas, que están causadas por o relaciona das con defectos genéticos, y el número va en aumento a medida que se avanza en las investigaciones. Entre ellas se encuentran algunos de los problemas de mayor importan cia para la salud pública, como las enfermedades cardio vasculares, muchas formas de artritis y otras enfermedades degenerativas, esquizofrenia y otras alteraciones mentales o varias formas de cáncer. Los importantes descubrimientos de las últimas dé cadas acerca de cómo fabricar genes o manipular las mo léculas de ADN en el laboratorio, así como los nuevos mé todos de secuenciación (lectura de la secuencia de “letras” de los genes), han generado muy rápidamente nuevos co nocimientos sobre defectos genéticos que intervienen en muchas otras enfermedades humanas. Y son todavía, si cabe, más prometedores los métodos desarrollados para introducir información genética directamente en las célu las. Estos nuevos descubrimientos trajeron consigo la idea de que existiera la posibilidad de corregir las enfermedades genéticas humanas actuando en el mismo origen del defec to, mediante la corrección del propio gen anómalo. Nace así el pensamiento de que, frente a los tratamientos habi tuales de las enfermedades genéticas, centrados en aliviar los síntomas de los pacientes pero que no consiguen atajar el fallo causal, se puede intentar realizar la corrección di recta del defecto mediante el reemplazamiento de los ge nes defectuosos por otros correctos, para conseguir una “curación” genética permanente (figura 2). 20 Figura 2 Fundamento de la terapia génica. La secuencia del gen terapéutico, disponible en el laboratorio, se introduce en un transportador (vector), que facilitará su transferencia al interior de la célula. Los procesos de transcripción y traducción del transgén en la célula darán lugar a la síntesis de la proteína que corregirá la enfermedad. Proteína ADN Gen terapéutico (transgen) Vector Transferencia Célula Núcleo celular Transcripción Traducción 21 CAPÍTULO 2 Repasemos brevemente la historia de la terapia génica Los inicios: cómo se concibe la idea Desde que se reconoció el ADN como el soporte de la información genética a principios de los años cincuenta, se empezó a considerar que, a través de su modificación, podía existir un nuevo modo de intervención frente a la enfermedad. Y esto comenzó a hacerse efectivo pocas dé cadas más tarde. En ese corto periodo de tiempo, las técni cas utilizadas en la terapia génica han progresado desde ser totalmente fantasiosas hasta el desarrollo de su aplicación clínica. La idea de que las enfermedades genéticas, e inclu so también algunas enfermedades degenerativas e infeccio sas, puedan tratarse a nivel genético ha superado hoy sus obstáculos conceptuales y técnicos, y ha sido ampliamente aceptada en la mayoría de círculos médicos, genéticos y de políticas públicas. Así, en la actualidad, la información ge nética de una célula que tiene un gen defectuoso puede ser modificada mediante la introducción de un gen normal: es lo que se denomina terapia génica. 22 El desarrollo de la terapia génica se ha comparado con el nacimiento y progreso de la aeronáutica. De la misma manera que las fantasías de la mitología griega sobre el vuelo desastroso de Ícaro (cuyo padre fabricó unas alas que pegó a su cuerpo con cera para huir del laberinto de Minos donde estaban encerrados, pero murió al precipi tarse al mar por volar demasiado alto, ya que el calor del sol derritió la cera) dieron lugar a los imaginativos dibujos de máquinas voladoras de Leonardo da Vinci, y más tarde al diseño de numerosos artilugios extraños y complicados, la historia inicial de la terapia génica ha estado también marcada por numerosos soñadores, profetas fracasados, detractores, tropiezos y fiascos. En ambos casos, muchos de los experimentos fueron realizados demasiado pronto, antes de que se hubiesen desarrollado las herramientas adecuadas para que las hazañas tuviesen éxito. Pero así como la invención por los hermanos Wright de las prime ras máquinas voladoras, toscas pero efectivas, llevaron rá pidamente al desarrollo de los aviones supersónicos y los vuelos espaciales, también el desarrollo de la tecnología para manejar el material genético (tecnología del ADN re- combinante) ha conducido, en un periodo de tiempo sor prendentemente corto, a poder curar enfermedades que hasta la fecha no tenían cura. Veamos entonces cómo fueron los inicios de este nue vo campo. Quizá el punto de partida se sitúe en el descu brimiento en 1944 por Oswald Avery, Colin MacLeod y Maclyn McCarty de que la molécula portadora de la infor mación genética es el ADN, cuando hasta ese momento se pensaba que eran las proteínas las responsables de llevar y transmitir dicha información. En la década de 1960 se des cubrieron unas proteínas (enzimas de restricción) capaces 23 de cortar y empalmar secuencias de ADN en el tubo de ensayo, lo que supuso un gran avance en el campo de la ingeniería genética y la base de la futura terapia génica. Además, algunos experimentos mostraron que la intro ducción de genes humanos en células les proporcionaba a estas las instrucciones necesarias para producir proteínas funcionales. En 1966, Edward Tatum publicó un artícu lo en el que sugería que los virus podrían serutilizados para introducir genes en células de interés, esto es, actua rían como transportadores de esos genes (vectores). Y en 1970 Stanfield Rogers propuso el uso de ADN “bueno” para reemplazar al ADN defectuoso como mecanismo de tratamiento de las enfermedades heredadas causadas por genes incorrectos. No obstante, para ello sería necesario despojar previamente a los virus de los genes responsables de su carácter patogénico (los que los hacen causantes de enfermedades) y sustituirlos por los genes que se utiliza rían para corregir el defecto genético (genes terapéuticos). Pero por aquel entonces todavía no se habían desarrollado las herramientas biotecnológicas necesarias para llevar a cabo esta idea. A medida que los conocimientos genéticos y de bioin geniería avanzaban durante los años ochenta, la terapia génica se iba afianzando en la mente de los científicos como un método prometedor para el tratamiento de enfer medades específicas. Una de las principales razones para ello fue la mejora en la capacidad para identificar errores genéticos concretos que eran causa de enfermedades he redadas. El interés fue creciendo a medida que estudios sobre el ADN y los cromosomas, donde residen los genes, mostraron que ciertas anomalías genéticas en uno o más genes ocurrían en generaciones sucesivas de determinadas 24 familias, cuyos miembros sufrían enfermedades tan distin tas como cáncer intestinal, trastorno bipolar, enfermedad de Alzheimer, enfermedades cardiovasculares, diabetes y muchas otras. Aunque los genes pueden no ser la única causa de enfermedad en todos los casos, sí pueden hacer que ciertas personas sean más susceptibles a desarrollarla por las influencias ambientales como el tabaco, la contami nación y el estrés. Y comienza a ser realidad En diciembre de 1988 se aprobó en Estados Unidos el primer protocolo clínico (que es un experimento médico controlado realizado en hospitales que sigue unas reglas y programa muy precisos), propuesto por el grupo de Steven Rosenberg, para insertar un gen extraño en humanos. Este protocolo no constituía propiamente una terapia génica, ya que se trataba de introducir en células del sistema inmu nitario de pacientes con melanoma (un tipo de cáncer de piel) un gen que permitiese rastrear el movimiento de estas células, pero las técnicas que utilizaba eran las mismas que las requeridas para la terapia génica propiamente dicha. Y con este protocolo se demostró además que los virus modi ficados podían ser utilizados de forma segura en humanos. Así, en 1990 se llevó a cabo el primer ensayo clínico de terapia génica, utilizando un gen terapéutico, por los grupos de Steven Rosenberg, French Anderson y Michael Blaese, también en Estados Unidos. Se realizó en dos ni ñas, de 4 y 9 años, que sufrían una enfermedad denomina da inmunodeficiencia combinada severa, que produce una disfunción del sistema inmunitario que pone en riesgo la 25 vida. Estos pacientes carecen de una proteína llamada ade nosina deaminasa (ADA), lo que les hace estar indefensos ante cualquier infección; se les llama “niños burbuja” por que deben mantenerse permanentemente en un ambiente libre de gérmenes. El ensayo consistió en introducir el gen ADA correcto mediante un virus en leucocitos extraídos de la sangre de estas niñas, para posteriormente volvérselos a implantar. Una de las pacientes respondió al tratamiento con éxito, aunque de forma temporal, y la respuesta de la otra fue bastante menor. Poco tiempo después, en febrero de 1991, se autorizó el mismo tipo de terapia génica en Italia, realizada por el grupo de Claudio Bordignon. Los resultados obtenidos por ambos grupos fueron publicados en 1995, demostrando la eficacia de la técnica utilizada para la terapia génica en “niños burbuja”. En junio de 1992 el grupo de James Wilson, de la Universidad de Míchigan, publicó el tratamiento de una paciente de 29 años que sufría una forma severa de hiper colesterolemia causada por la falta de funcionamiento de sus receptores LDL, como consecuencia de tener una mu tación dominante en este gen. Los receptores LDL son unas proteínas que se encuentran en la superficie de mu chas células, especialmente en las del hígado, y que se en cargan de transportar a su interior el colesterol. Si estos receptores no funcionan correctamente, el colesterol se acu mula en la sangre, formando depósitos en las paredes de los vasos sanguíneos que acaban produciendo infartos. Incluso con los tratamientos más modernos para la hipercolesterole mia estos pacientes suelen morir por fallo cardiaco en su juventud. En este caso, se extirpó el 10% del hígado de la paciente y las células hepáticas obtenidas se tra taron con un virus que portaba una copia normal del gen del receptor 26 de LDL. Posteriormente se insertaron de nuevo las células en el hígado de la paciente y se obtuvieron resultados satis factorios: el nivel de colesterol descendió en un 30% sin uti lizar ningún tratamiento farmacológico adicional. En 1993 se realizó el tratamiento con terapia génica de un recién nacido (Andrew Gobea) con la misma in munodeficiencia que los niños tratados anteriormente. El procedimiento se realizó en células madre extraídas de la placenta y cordón umbilical inmediatamente después de su nacimiento. Las células madre, una vez que se introdujo en ellas el gen ADA correcto mediante un virus, se le in yectaron a Andrew semanalmente. Durante los siguientes años, sus leucocitos, derivados de las células madre inyec tadas, produjeron la proteína ADA, aunque más tarde fue necesario instaurar tratamientos adicionales. Poco después comenzaron otros ensayos clínicos de terapia génica para el tratamiento de diferentes enferme dades, a un ritmo cada vez mayor. Solo en 1999 se aproba ron 84 nuevos ensayos clínicos, y a mediados del año 2000 casi 4.000 pacientes habían sido ya tratados con terapia génica en más de 500 ensayos. Sin embargo, estos prime ros estudios no proporcionaron los resultados esperados, ya que en la mayoría de los casos los pacientes aún reque rían de tratamientos de seguimiento. Primeros indicios de éxito y primeras lecciones aprendidas Con el cambio de milenio empezaron a aparecer los prime ros indicios de éxito en ensayos clínicos con terapia génica para el tratamiento de la hemofilia, inmunodeficiencias o 27 el cáncer. En algunos casos el progreso se debió a que se conocían mejor los vectores virales; en otros la diferencia fue consecuencia de nuestro entendimiento de los genes y de la biología de las células tratadas. En este campo se ha aprendido mucho de los errores cometidos, y el escepticis mo bien fundado ha forzado a una mayor rigurosidad y, por consiguiente, a una mayor probabilidad de éxito. No obstante, la terapia génica sufrió un duro golpe en 1999, cuando tuvo lugar la trágica muerte de Jesse Gel singer, de 18 años. Este paciente formaba parte de un ensayo clínico de terapia génica en la Universidad de Pen silvania. Padecía una enfermedad metabólica provocada por el déficit de una proteína del hígado (la ornitina trans carbamilasa), ya que su gen, situado en el cromosoma X y del que solo tenía una copia por ser varón, estaba mutado. Esta proteína es necesaria para eliminar el exceso de ni trógeno del organismo, perjudicial especialmente para el cerebro. El sistema inmunitario de Jesse respondió inme diatamente tras la administración de una dosis demasiado alta de virus (que transportaba el gen correcto) y murió cuatro días después como consecuencia de un fallo mul tiorgánico. Su muerte se relacionó directamente con el vector viral empleado para el tratamiento, a pesar de que ningún participante del mismo ensayo clínico murió o en fermó de gravedad, aunque sí se revelaron luego ciertas irregularidadesen el protocolo. Investigaciones posterio res no solo descubrieron varios ensayos clínicos cuyo di seño o estándares éticos no eran satisfactorios, sino que también sembraron dudas en la sociedad sobre la terapia génica en general. Como consecuencia se mejoró el con trol de estos ensayos, pero la preocupación tardaría tiempo en desaparecer. 28 Un nuevo revés para la terapia génica se produjo en 2003, cuando la Agencia de Alimentos y Medicamentos esta dounidense (FDA, Food and Drug Administration) es tableció un alto temporal en todos los ensayos clínicos de terapia génica que utilizaban vectores virales en células madre de la sangre. Esto se produjo tras conocerse que dos niños tratados con terapia génica en Francia por el grupo de Alain Fischer habían desarrollado una forma de cáncer de la sangre parecida a la leucemia. Estos niños, junto con otros, habían sido tratados con éxito de una inmunode ficiencia fatal y, a diferencia de los anteriores, se habían curado completamente sin precisar medicación adicional. Posteriormente, tras la revisión cuidadosa de los procedi mientos, la FDA autorizó que se reanudasen los proyectos en curso, ya que el tratamiento había beneficiado a un gran número de niños. Principales avances realizados hasta hoy en día Ese mismo año 2003 otro grupo investigador de Los Án geles, dirigido por William Pardridge, insertó genes en el cerebro de ratas utilizando como vehículo liposomas re cubiertos por un polímero llamado polietilenglicol. Esta transferencia de genes al cerebro supuso un logro muy im portante, ya que los vectores virales son demasiado gran des para atravesar la barrera hematoencefálica, que prote ge al sistema nervioso central. Se sugirió que este método podría ser utilizado en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson. China fue el primer país en aprobar, en el año 2003, un producto para uso clínico basado en terapia génica. 29 Consiste en un virus para el tratamiento del cáncer de ca beza y cuello (Gendicine®), aunque es de destacar que fue aprobado sin tener datos de la última fase de todo ensayo clínico estándar. A pesar de la discusión suscitada acer ca de la eficacia de este tratamiento, dos años después se aprobó en ese mismo país un nuevo producto de terapia génica (Oncorine®) para el tratamiento del cáncer nasofa ríngeo en combinación con quimioterapia. En 2006 se consiguió, mediante la aplicación de te rapia génica, dirigir a los linfocitos (células de defensa del sistema inmunitario) de pacientes con melanoma avanza do para que atacasen a las células cancerígenas. Esta fue la primera vez que la terapia génica se aplicó con éxito en el tratamiento de cáncer. El mismo año, se ensayó el tratamiento del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) con terapia génica; los pacientes respondieron mos trando una respuesta buena y estable. Un año más tarde se anunció el primer ensayo clíni co para probar una revolucionaria terapia génica para un tipo de enfermedad hereditaria de la retina, la amaurosis congénita de Leber, que produce un grave déficit visual y es causada por una mutación en el gen RPE65. El virus que contenía el gen correcto se administró en el ojo de los pacientes, que experimentaron mejoras modestas en la visión y, más importante si cabe, ningún efecto secundario aparente. En 2008 un vector viral diseñado para ser utilizado en el tratamiento de tumores malignos de cerebro (Cerepro®) fue el primer y hasta ahora único vector viral que com pletó todas las fases de los ensayos clínicos previas a la comercialización de productos terapéuticos. Se han obte nido además resultados prometedores en ensayos clínicos 30 recientes de terapia génica para el tratamiento de diversas inmunodeficiencias, talasemia, hemofilia, el síndrome de WiskottAldrich y la ya mencionada amaurosis congénita de Leber. En noviembre de 2009 se publicaba en la revista Science un artículo que describía el éxito en la detención de una enfermedad cerebral fatal, la adrenoleucodistrofia, uti lizando un vector derivado del virus de la inmunodeficien cia humana (VIH), causante del sida, para el transporte de la enzima correcta. Finalmente, terminando el año 2012 la Agencia Euro pea del Medicamento recomendó por primera vez un pro ducto de terapia génica (Glybera®) para su aprobación en la Unión Europea. Se trata de un vector viral modificado para que se pueda utilizar en el tratamiento de la deficien cia de lipoproteína lipasa, una proteína necesaria para des componer la grasa de los alimentos y evitar que las partí culas de grasa se acumulen en la sangre. Figura 3 Distribución de las enfermedades que se tratan en ensayos clínicos de terapia génica. Cáncer 65% Enfermedades monogénicas 8% Enfermedades cardiovasculares 8% Enfermedades infecciosas 8% Enfermedades neurológicas 2% Enfermedades oculares 1% Otras 8% Fuente: datos tomados de ginn et al. (2013). 31 Hasta la fecha, el cáncer es la enfermedad tratada con más frecuencia mediante terapia génica, seguida de lejos por las enfermedades monogénicas (aquellas causadas por defectos en un único gen), las cardiovasculares y las infec ciosas (figura 3). Dos décadas después del inicio de la te rapia génica, casi dos millares de ensayos clínicos han sido ya realizados o se encuentran en proceso en la actualidad en todo el mundo. En el capítulo 6 abordaremos una breve descripción de las aplicaciones actuales más importantes de este tipo de terapia. La terapia génica es un nuevo campo que combina las ventajas de la farmacología —es decir, la capacidad de tratar enfermedades con sustancias que se administran ex ternamente y tienen acciones específicas— y de la cirugía —es decir, la capacidad de alterar de forma permanente tejidos u órganos—. Así, la terapia génica va más allá de una simple extensión de las prácticas médicas tradicional mente establecidas; antes bien, constituye una rama de la medicina totalmente nueva que supone una revolución en la manera de abordar el tratamiento de las enfermedades humanas. Según French Anderson, uno de los ya mencio nados pioneros de la terapia génica, en la historia de la medicina moderna se pueden señalar varias etapas funda mentales, entre las cuales se contarían la introducción de los sistemas sanitarios de salud pública, el uso de la aneste sia en la cirugía y el desarrollo de las vacunas y los antibió ticos. La terapia génica, según dicho autor, posiblemente llegue a constituir otra etapa fundamental de la medicina del futuro. 32 CAPÍTULO 3 Una introducción: fundamento y tipos ¿Qué es y cuándo se puede aplicar? Imaginemos que accidentalmente rompemos el cristal de una ventana. Para solucionar este problema tenemos dos posibles opciones: tratar de reparar el cristal con cinta adhe siva, que no supone una buena solución a largo plazo, o bien colocar un vidrio nuevo, que solventará el problema de forma definitiva. Podemos pensar en una enfermedad como si fuese un “cristal roto”. Numerosas enfermedades se producen como consecuencia de defectos, o mutacio nes, en ciertos genes, que provocan que las proteínas cuya información portan no funcionen correctamente, lo que interfiere en el funcionamiento normal de las células. Así que, si un gen defectuoso causa nuestro “cristal roto”, ¿cuáles son nuestras opciones para repararlo? Podemos tratar la enfermedad con medicamentos u otros tipos de terapia (fisioterapia, psicoterapia, etc.), cuya eficacia a lar go plazo dependerá de la enfermedad de la que se trate, pero que en todo caso no suponen una solución definitiva 33 (curación); o podemos introducir en las células una copia correcta del gen que sustituya a la defectuosa, resolviendo el problema de forma concluyente. Como ya hemos visto,en la actualidad, la dotación genética de una célula puede ser modificada mediante la introducción en ella de un gen normal que sustituya a un gen defectuoso; es lo que se de nomina terapia génica. La terapia génica, por tanto, se pue de definir como el conjunto de técnicas que permiten in troducir fragmentos de ADN o de ARN en el interior de células de interés (células diana), con el objeto de modular la expresión de determinadas proteínas que se encuentran alteradas; con ello se consigue revertir el trastorno biológi co que las proteínas alteradas producen. La terapia génica se puede utilizar para curar enfer medades hereditarias o enfermedades adquiridas. Como hemos visto en el capítulo anterior, originalmente se con cibió como alternativa para el tratamiento de enfermeda des hereditarias, ya que trataba de corregir una deficiencia genética introduciendo en las células con genes defectuo sos otros genes normales que fuesen capaces de realizar la función que no pueden llevar a cabo los genes defectuosos. Sin embargo, a medida que las técnicas fueron avanzando, se desarrollaron posteriormente otras modalidades de te rapia génica para tratar enfermedades adquiridas. Algunas consisten en introducir en las células del paciente un gen especialmente diseñado para dotarlas de una nueva pro piedad. Este es, por ejemplo, el caso de la aplicación de la terapia génica para el tratamiento de pacientes infectados con el virus del sida: se trata de introducir en las células sanguíneas del paciente copias de un gen que obstaculiza la replicación del virus, frenando así el progreso de la enfer medad. En otras situaciones puede buscarse lo contrario, 34 es decir, impedir el funcionamiento de genes cuya inter vención contribuye al desarrollo de una enfermedad. Es el caso cáncer: en esta enfermedad hay una proliferación incontrolada de células tumorales que causan un daño en el organismo. La terapia génica tratará en esta ocasión de suprimir la actividad de los genes implicados en la prolife ración de las células tumorales. Aunque hoy en día las técnicas básicas para trasladar genes de una célula a otra se realizan fácilmente, para que la aplicación de un programa de terapia génica tenga éxito se deben cumplir una serie de condiciones y requerimien tos muy específicos, tanto metodológicos como clínicos, entre los cuales cabe mencionar los siguientes: • El gen que se desea transferir, denominado gen te- rapéutico, debe haber sido identificado y aislado, y debe encontrarse en una forma adecuada para la transferencia. • Debe disponerse de un medio efectivo para realizar la transferencia del gen al interior de las células que se desea tratar. • El tejido donde se encuentran las células diana ha de ser accesible para los mecanismos de transferen cia génica. • El gen que va a ser transferido debe ser colocado en células en las que tendrá un funcionamiento normal y efectivo. Como ya hemos visto, hay genes que solo se expresan —solo producen la proteína cuya infor mación portan— en determinados tipos de células, ya que es ahí en donde es necesario que esas proteí nas funcionen. Por tanto, no será necesario sustituir un gen defectuoso en todas las células, sino solo en 35 aquellas que vayan a utilizar su información. Así, al gunas enfermedades tales como la fibrosis quística, que afecta principalmente al sistema respiratorio, requieren que el gen se inserte en tejido pulmonar; para la hemofilia, causada por un defecto en la coa gulación de la sangre, el gen debe ser colocado en células que transporten proteínas del factor VIII o IX (proteínas que participan en el proceso de coa gulación) en el torrente sanguíneo. • Una vez que se ha transferido, el gen deberá fun cionar en la célula por un tiempo prolongado, idealmente de forma indefinida, ya que de lo con trario habría que realizar la transferencia periódi camente. En la práctica esto supone que o bien las células con el nuevo gen, llamadas células trans- fectadas, deben sobrevivir ellas mismas durante un lar go periodo de tiempo, o bien que cuando se di vidan para dar lugar a nuevas células hijas deben poder pasar el nuevo gen a las futuras generaciones de células. • Los genes que se han transferido, llamados transge- nes, deben tener una expresión apropiada, es decir, en la célula transfectada se debe producir suficiente proteína a partir del nuevo gen, de forma que esta sea capaz de realizar la función para la que está des tinada. • La transferencia de nuevos genes no debe afectar al ADN normal de la célula. Si el gen se introduce al azar en cualquier sitio del ADN celular, otros genes podrían resultar alterados (por ejemplo porque la inserción se produzca en el medio de su secuen cia, lo que se denomina mutagénesis por inserción) o 36 algunos que normalmente están en reposo podrían ser “activados”, pudiendo desencadenar un proce so de cáncer (como sucedió en el caso de los niños con inmunodeficiencia tratados con terapia génica que desarrollaron una forma de cáncer de la sangre parecida a la leucemia, explicado en el capítulo an terior) u otros cambios celulares aberrantes. El ob jetivo de la terapia génica es incorporar una nueva función a la célula sin alterar ninguna de las otras funciones celulares normales. Idealmente, el nue vo gen debería introducirse en el mismo lugar que ocupaba el gen defectuoso cuya función se trata de restaurar, pero este proceso es muy complejo y actualmente todavía no se dispone de la tecnología precisa que se requiere para poder llevarlo a cabo. • La transferencia del nuevo gen no debe desencade nar ninguna reacción del sistema inmune que limite o impida la efectividad del tratamiento con terapia génica, o de futuros tratamientos, o que produz ca serios efectos secundarios. Recordemos que la primera víctima mortal de la terapia génica (Jesse Gelsinger) falleció precisamente como consecuen cia de una reacción inmune fatal. • Desde un punto de vista clínico, la aplicación de un procedimiento de terapia génica debe suponer que no hay disponible ninguna otra forma de terapia igual mente efectiva que pueda ser aplicada al paciente. En resumen, en una situación ideal el resultado de la terapia génica debería ser la curación definitiva del pacien te, de por vida, mediante un solo tratamiento y sin que este produzca efectos colaterales o secundarios indeseables. Sin 37 embargo, dado que la experiencia real de este tipo de te rapias aún se encuentra alejada de ese resultado idílico, en los programas de terapia génica se barajan dos términos médicos clave: la seguridad y la eficacia. La seguridad se refiere a minimizar los daños al paciente y la eficacia se re fiere al grado de éxito obtenido en cuanto a la curación de la enfermedad que se trata. En términos prácticos, este éxito depende también de la disponibilidad de medios por parte del sistema sanitario y de la accesibilidad a estos tra tamientos por parte de la población: ¿resulta la terapia gé nica ventajosa en términos coste/beneficio?, ¿se encontra rá disponible para todos aquellos que la puedan necesitar? Tipos de terapia génica Existen dos tipos principales de terapia génica en función de la naturaleza de las células diana sobre las cuales se apli que: la terapia génica de células germinales y la de células somáticas. Las células germinales son las que intervienen en la reproducción (los gametos: óvulos en las mujeres y esperma tozoides en los varones). La terapia génica de células germi nales tiene como objetivo modificar la dotación genética de la descendencia. Ya que todas las células de un organismo proceden de la unión primitiva de un óvulo y un espermato zoide, cualquier modificación que se realice en los genes de alguno de losgametos, o bien directamente en el embrión, se transmitirá a todas las células del nuevo ser. La terapia génica de línea germinal se consiguió por primera vez en 1983 en ratones, al introducir con éxito el gen de la hormona de crecimiento humana en embriones 38 de ratón mediante microinyección (el gen se inserta di rectamente en el embrión utilizando una aguja muy fina). Entre la minoría de embriones en los que la integración del gen tenía éxito, los gametos producidos al llegar a adultos también resultaron modificados, y el gen de la hormona de crecimiento humana fue transmitido a las generaciones posteriores (los ratones eran anormalmente grandes). Este tipo de terapia génica sería la indicada para co rregir de forma definitiva las enfermedades hereditarias. Aunque en principio es posible realizarla en los seres hu manos, presenta importantes problemas. En primer lugar, los embriones inyectados suelen morir y algunos desarro llan tumores y malformaciones. En segundo lugar, en las enfermedades genéticas lo habitual es que al menos la mi tad de los embriones generados a partir de los mismos pro genitores sean normales. La solución más sencilla consis tiría en obtener embriones mediante fertilización in vitro y seleccionar para su implantación solo aquellos que estén libres de la enfermedad (lo que se denomina diagnóstico ge- nético preimplantacional), ya que el tratamiento de los em briones anormales es mucho más complejo y costoso. Por último, existen también consideraciones éticas; en especial se contempla el peligro de la modificación del patrimonio genético de la especie humana y el riesgo de prácticas de eugenesia (mejora de las características hereditarias huma nas) por selección artificial de genes que pudiesen confe rir caracteres ventajosos a los individuos. De ahí que no parezca razonable que la terapia génica germinal humana pueda llegar a ser útil o deseable. Por otra parte, la terapia génica somática es aquella dirigida a modificar la dotación genética de células no ger minales, es decir, de las células somáticas o constituyentes 39 del organismo. Como consecuencia de ello, la modifica ción genética introducida mediante la terapia génica no puede ser transmitida a la descendencia y sus efectos están restringidos a un individuo concreto. Por consenso general entre los investigadores y con la legislación actual, basa da en motivos éticos y de seguridad, solamente se llevan a cabo protocolos clínicos de este tipo de terapia génica. En principio, la terapia génica somática no ha sido motivo de reservas éticas, salvo las relacionadas con su posible aplica ción a la ingeniería genética de potenciación, es decir, toda manipulación genética cuyo objetivo sea potenciar algún carácter, como la altura, pero sin pretender tratar enferme dad alguna. Formas de introducir los nuevos genes Las diferentes técnicas que se emplean para realizar pro gramas de terapia génica pueden ser divididas en dos cla ses, según la forma de introducir el nuevo gen en las célu las: aquellas en las que la transferencia del gen ocurre fuera del cuerpo del paciente (transferencia ex vivo) y aquellas en las que la introducción del gen ocurre dentro del pa ciente (transferencia in vivo) (figura 4). Para llevar a cabo la terapia génica ex vivo las células que se van a tratar son extraídas del paciente y aisladas, se las hace crecer en cultivo en el laboratorio y se someten en tonces al proceso de transferencia in vitro. Posteriormente se seleccionan aquellas células en las que la transferencia ha sido exitosa, se hacen crecer en cultivo para aumentar su número y se introducen de nuevo en el paciente. Las célu las que pueden ser tratadas con este procedimiento deben 40 ser susceptibles de ser extraídas del organismo humano y reintroducidas en él con facilidad, y ser lo suficientemente fuertes como para resistir la manipulación. Las principales ventajas de este tipo de transferencia son que permite ele gir el tipo de célula a tratar, que se mantiene un estrecho control sobre todo el proceso y que la eficacia del proceso de transferencia es elevada. Los problemas más importan tes de esta modalidad están asociados con la mayor com plejidad y coste de los procedimientos experimentales, así como con la imposibilidad de utilizar células de aquellos tejidos que no se pueden hacer crecer en cultivo. Además, la manipulación de las células fuera del propio cuerpo lleva siempre consigo el riesgo de posibles contaminaciones con bacterias, hongos u otros microorganismos. Figura 4 Formas de introducir los nuevos genes en las células. El gen terapéutico (transgén) puede introducirse directamente en el paciente mediante un tratamiento in vivo, o bien puede ser introducido en células previamente extraídas del paciente y cultivadas en el laboratorio (ex vivo), para posteriormente ser reimplantadas en el paciente. Por su parte, la terapia génica in vivo agrupa todas las técnicas en las que el material genético se introduce Introducción del transgén en las células IN VIVO EX VIVO Introducción directa del transgén en el paciente Extracción de células del paciente Reimplantación de las células en el paciente 41 directamente en las células del organismo, sin que se pro duzca ninguna extracción de células ni su manipulación in vitro. El nuevo gen se transporta generalmente a través de la circulación sanguínea utilizando transportadores denomi nados vectores, que se explicarán en detalle en el capítulo siguiente. La gran ventaja de las técnicas in vivo sobre la terapia génica ex vivo es su mayor sencillez y que no tienen riesgo de contaminación. Sin embargo, presentan el inconveniente de que el grado de control sobre todo el proceso de transferencia es bastante menor y que también resulta difícil conseguir un alto grado de especificidad ti sular, es decir que el material genético transferido se in troduzca únicamente en el tipo de células que interesan. Asimismo, la eficiencia global es también menor puesto que, una vez que se ha realizado la transferencia, no se puede amplificar el número de células transfectadas. Una modalidad de la transferencia in vivo la constituye la tera pia génica in situ, que tiene lugar cuando la modificación genética de las células del paciente se realiza introducien do el gen terapéutico directamente en el propio órgano del individuo que manifiesta las consecuencias de la en fermedad que se desea corregir; por ejemplo, en el pul món en el caso de la fibrosis quística o en el músculo en el caso la distrofia muscular de Duchenne. Mientras que la terapia génica ex vivo se realiza en una base más individ ual, puesto que se requiere de las células del paciente para llevarla a cabo, las estrategias in vivo podrían ser realiza das como “producción en masa”. Generalmente, desde el punto de vista comercial, es más deseable desarrollar un producto o un proceso que no necesita ser individualiza do; por eso muchas compañías farmacéuticas prefieren los métodos in vivo. 42 CAPÍTULO 4 Mecanismos para realizar la transferencia de genes ¿Adónde van los genes introducidos en las células? Recordemos que, en una situación ideal, con la aplicación de una terapia génica la enfermedad debería ser curada de por vida mediante un solo tratamiento y sin que este produjera efectos colaterales. Además, la introducción del gen en el material genético de la célula debería llevarse a cabo con total precisión; es decir, el gen normal o terapéu tico debería reemplazar exactamente al gen defectuoso en el mismo lugar, proceso que se denomina recombinación homóloga. Sin embargo, hoy por hoy esto no es factible en la especie humana, aunque sí se ha realizado en otros ma míferos, principalmente en ratones.Por lo tanto, la apro ximación alternativa de la terapia génica consiste en que el producto sintetizado a partir del gen sano introducido en las células humanas servirá para corregir la carencia o de fecto del producto sintetizado a partir del gen defectuoso. Mediante esta aproximación se abordaría el trata miento de las enfermedades producidas por un único gen 43 con una mutación recesiva, que, como vimos en el primer capítulo, suponen que para que la enfermedad se mani fieste la persona debe portar ambas copias del gen mu tadas; como consecuencia, o bien no se produce proteína en absoluto, o bien la proteína que se produce a partir del gen mutado no funciona correctamente. Las enfermeda des producidas por un gen con una mutación dominante, en las cuales solo es necesario que el individuo tenga una de las dos copias del gen mutada, son más difíciles de tra tar porque la enfermedad no es debida a la ausencia de una cierta actividad, sino a que a partir del gen mutado se sintetiza un producto dañino para las células del paciente. Para estos casos se emplea una estrategia distinta: la terapia antisentido, que abordaremos en el capítulo 5. Quedan asi mismo inicialmente descartadas por su complejidad para ser abordadas mediante terapia génica las enfermedades causadas por anomalías cromosómicas, como el síndrome de Down, que se caracteriza por tener un cromosoma ex tra en el par 21. Así, la terapia génica requiere que se transfieran de forma eficiente los genes terapéuticos a las células enfer mas, de manera que los genes introducidos sean expre sados en cantidad adecuada. En principio, se dispone de muchos métodos diferentes tanto biológicos como físi coquímicos para realizar la transferencia de genes al inte rior de las células humanas. Pero el tamaño del fragmento de ADN que puede ser transferido es en ocasiones limita do, y el tamaño de los genes puede llegar a ser muy grande. En consecuencia, en estos casos el gen que se transfiere no es un gen convencional, copia exacta del gen normal, sino que se utiliza un gen artificial más pequeño, que conten ga la información mínima esencial para generar proteína 44 (generalmente se prescinde de los intrones: regiones del gen que no contienen información codificante) y que fun cione correctamente. Una vez que se ha producido la transferencia, los nue vos genes pueden llegar a integrarse en los cromosomas de la célula o permanecer independientes del material genético celular como elementos genéticos extracromo sómicos (fuera de los cromosomas, llamados episomas). La principal ventaja de que el gen se integre en el geno ma celular es que puede perpetuarse a la descendencia de las células. El primer proceso que tiene lugar cuando una célula se va a dividir para dar lugar a dos células hijas es la duplicación del material genético: el ADN hace una copia exacta de sí mismo para que cada una de las dos descendientes tenga la misma información. Por lo tanto, si el nuevo transgén está integrado en un cromosoma, será también copiado para ser transmitido fielmente a las células de la progenie. De esta forma se obtiene una ex presión estable del transgén a largo plazo. Así, en los te jidos formados por células en división activa, la clave del éxito de una terapia génica será dirigir la modificación a las células madre, que son una población minoritaria de células precursoras por cuya división se producen las células diferenciadas maduras del tejido. Además, las cé lulas madre no solo dan lugar a las células maduras del tejido, sino que al mismo tiempo ellas mismas se renue van. En consecuencia, se trata de una población inmortal de células a partir de la cual se genera todo el resto de células del tejido. La transferencia eficiente de genes a las células madre y la posterior expresión estable del nuevo gen ofrece, por lo tanto, la posibilidad de curar definiti vamente un trastorno genético. 45 No obstante, la integración cromosómica tiene tam bién sus inconvenientes, debido a que la inserción suele ocurrir casi al azar, es decir, en cualquier lugar del genoma, por lo que la localización de los genes insertados puede variar enormemente entre células. En algunos casos, los genes insertados pueden no expresarse y, por lo tanto, no dar lugar a la proteína deseada. Esto se produce porque la inserción tiene lugar en regiones muy condensadas del material genético (heterocromatina), de difícil acceso para la maquinaria celular que se encarga de producir el ARN mensajero, necesario para llevar la información del gen fue ra del núcleo para que se pueda sintetizar la proteína. En otras ocasiones, la integración puede provocar la muerte de la célula debido a que, por ejemplo, la inserción se pro duzca en el medio de la secuencia de un gen crucial para la vida de la célula. Esta inserción interrumpe la información de ese gen e impide con ello que se pueda expresar. Estas dos posibilidades tienen consecuencias únicamente para la célula en la que sucede la integración. Pero una preocupación aún mayor es el riesgo de de sarrollo de cáncer: la integración en un sitio inadecuado puede perturbar la expresión normal de los genes que controlan la división celular y llevar a una proliferación incontrolada de las células que acaben transformándose en malignas. La terapia génica ex vivo ofrece al menos la oportunidad de seleccionar aquellas células en las que la in tegración ha tenido éxito sin consecuencias negativas, gracias a que estas células se hacen crecer en cultivo en el laboratorio y se comprueba si producen la proteína de seada y si presentan alguna evidencia obvia de transforma ción cancerosa, como paso previo a su reintroducción en el paciente. 46 Por el contrario, algunos sistemas de transferencia gé nica están diseñados para insertar genes en células don de pueden quedar como elementos extracromosómicos y tener una expresión elevada, dando lugar a suficiente cantidad de proteína. Pero si las células están dividién dose de forma continua, el gen introducido solamente se transmitirá a parte de las células hijas, porque no se co pia antes de cada división, por lo que su expresión a largo plazo puede ser un problema. El resultado es que para curar de forma definitiva un trastorno genético pueden hacer falta tratamientos de terapia génica repe tidos cada cierto tiempo. Sin embargo, en algunos casos puede ser que no haga falta una expresión estable a lar go plazo del transgén. Por ejemplo, en las terapias géni cas contra el cáncer se suele buscar la transferencia a las células cancerosas de genes cuya expresión dé lugar a un producto tóxico o que conduzca de alguna manera a la muerte de la célula. Una vez que se hayan eliminado las células tumorales, ya no será necesaria nunca más la ex presión del gen insertado. Métodos para la transferencia de genes Para alcanzar, con una terapia génica, el efecto biológi co deseado es necesario introducir de manera eficaz el gen de interés en la célula diana. La implantación de un nuevo gen en un paciente es un proceso difícil; el ADN no se puede simplemente tragar como una píldora ni inyectarse directamente en la sangre. El ADN desnudo (sin ninguna cubierta protectora) en el organismo se de terioraría y además no podría reconocer efectivamente o 47 penetrar en las células diana a las cuales está destinado. Este ADN desnudo necesita un transportador, o vector, para protegerlo y dirigirlo hacia las células correctas del organismo. Una vez que se ha introducido el transgén en las células diana, hay que conseguir que se exprese, es de cir, que se sintetice la proteína cuya información codi fica. Esto supone que se debe disponer de promotores adecuados (recordemos que el promotor es la región del gen que controla su expresión)para conseguir la máxima expresión del gen que ha sido introducido en la célula. En general, un vector “ideal” para poder ser utili za do en terapia génica debería ser fácil de preparar, te ner gran capacidad para poder transportar genes terapéuticos de gran tamaño, funcionar tanto en células en división como en las que no lo están (llamadas células quiescentes), no pro ducir toxicidad en el paciente, ser “invisible” para el sis tema inmune, poder dirigirse a distintos tipos de cé lulas diana, ser persistente en las células en las que se ha in troducido durante largos periodos de tiempo y poseer ele mentos que puedan regular la expresión del gen terapéu tico según sea necesario. Hoy en día todavía no existe un único vector que reú na todas estas características que hemos descrito como ideales, aunque hay una amplia variedad de sistemas de transferencia, cada uno con ventajas e inconvenientes, cuya utilidad difiere según la aplicación a la que se des tine. Los principales sistemas de transferencia utilizados pueden agruparse en dos tipos principales: los méto dos de transferencia que utilizan virus y los métodos de transferencia físicoquímicos. 48 Métodos de transferencia virales Los virus son microorganismos infecciosos, constituidos por fragmentos de ADN o ARN contenidos en el interior de una cápsula proteica y, en algunos casos, rodeados de una envuelta lipoproteica. Los virus no tienen metabolismo propio, por lo que han de introducirse en el interior de las células y utilizar su maquinaria celular para reproducirse, generando, por una parte, copias de su material genético y, por otra, sintetizando las proteínas necesarias para formar la cápsula, codificadas en el genoma viral. Cuando se han producido estos componentes y las nuevas partículas vira les se han ensamblado, estas son liberadas de la célula hos pedadora, lo que generalmente produce la muerte de esta. El genoma de los virus está formado por varios genes. Este material genético puede ser modificado por ingenie ría genética para extraer aquellos genes que le confieren sus características dañinas e introducir el gen o los genes deseados para realizar la terapia génica. Posteriormente, los virus se cultivan y purifican en medios celulares espe ciales hasta que se verifica su inocuidad. En esencia, los vectores virales que se utilizan para terapia génica son vi rus modificados con los cuales, literalmente, se infecta al paciente. Estos virus depositarán su material genético en el núcleo de las células a las que infectan; la expresión de ese material genético dará lugar a la proteína deseada para la terapia. El tamaño del gen que puede ser transferido al emplear vectores virales depende del tamaño del propio virus y constituye un factor limitante a la hora de insertar genes de gran longitud. Actualmente, los virus son los vectores que más se utilizan en terapia génica. Como ya se ha comentado, los 49 vectores virales se obtienen por eliminación de uno o más genes indispensables para la replicación del virus y su susti tución por el gen terapéutico. De esta forma, el nuevo virus es defectivo, lo que significa que mantiene la capacidad de infectar las células pero es incapaz de multiplicarse en ellas. Es decir, un virus puede ser transformado estructuralmente mediante diversas técnicas, dando lugar a un vector relati vamente seguro, siempre y cuando se sustituyan los genes responsables de su replicación y virulencia por los genes te rapéuticos, manteniendo su capacidad infectiva intacta. Los vectores virales constituyen los sistemas más efi caces para transferir genes, ya que son capaces de infectar una elevada proporción de las células diana, es decir, po seen una elevada eficacia de transferencia, que en algunos casos llega a ser incluso del 100%. Existen, sin embargo, importantes limitaciones en el empleo de virus derivadas de la transferencia y la expresión de genes virales. En con secuencia, la seguridad en el empleo de los vectores vira les constituye una importante preocupación, bien porque puede producirse una transferencia involuntaria del virus patógeno nativo (que no ha sido modificado), bien por que la introducción del genoma del virus al azar en el de la célula hospedadora afecte a genes originales de esta (la ya definida mutagénesis por inserción) o produzca la ac tivación de genes implicados en el desarrollo de procesos cancerosos. Además, cuando se utilizan vectores virales existe una pequeña probabilidad de que estos vectores infecten las células reproductoras del paciente, introduciendo en ellas el ADN que portan. Si esto ocurre, los cambios produci dos pasarán a la posible descendencia que el paciente ten ga tras el tratamiento. 50 Otro punto clave que se debe considerar en la terapia génica in vivo al usar vectores virales es la reacción inmu nitaria que el organismo del paciente puede poner en mar cha. Como consecuencia, es posible que el sistema inmune elimine el material genético que se ha introducido y pro duzca la muerte de las células que han sido modificadas por la transferencia. Para contrarrestar esta reacción inmu ne se intenta eliminar el mayor número posible de genes virales del vector, con el fin de obtener una expresión más estable del gen terapéutico. También es preciso mencionar que la cantidad de material genético que los virus pueden transportar es limitada y que la producción de vectores vi rales en grandes cantidades es difícil y muy costosa. Los virus que más se utilizan para la realización de la transferencia génica son los retrovirus, los adenovirus, los virus adenoasociados y los herpes virus. Los retrovirus son virus ARN, es decir, contienen ARN como material genético, pero dentro de la célula se convierte en ADN por acción de una proteína (la transcriptasa inversa, codificada en su propio material genético) que además se integra en el genoma de la célula a la que infectan. Tienen capacidad para transportar genes terapéuticos relativamente grandes (de 9.000 a 12.000 bases, que, recordemos, son las “letras” del ADN), pero para ello se eliminan del genoma del virus los genes que portan información para la cápsula proteica y la maduración del virus dentro de la célula hospedadora. En consecuencia, para obtenerlos en el laboratorio se ne cesitan células empaquetadoras, que proporcionan al virus esas proteínas y permiten así su replicación y obtención en cantidad suficiente. El proceso consiste en realizar una transferencia inicial a las células empaquetadoras de ADN que contiene los genes eliminados del genoma del virus. 51 Posteriormente se realiza una segunda transferencia en la cual se introduce el genoma del virus modificado, que ya contiene el transgén. Una vez que los vectores retrovirales se han inyectado en la célula diana, integran su ADN en el genoma de esta, expresando así el transgén. Como las proteínas del virus no son expresadas, no se produce res puesta inmunitaria. Tienen una alta eficacia de transferen cia, y también de expresión del transgén, y constituyen un sistema bien estudiado. Sin embargo, estos virus no son ca paces de atravesar la membrana celular, solo pueden entrar en las células (infectarlas) cuando estas están en división, lo cual limita de forma importante su uso, ya que no son válidos para tratar células que no se dividen. Además, las cantidades de virus que se obtienen en el laboratorio hasta ahora son bajos y la integración en el genoma se produce al azar, con el consiguiente riesgo asociado a una inserción inadecuada. Los adenovirus son una familia de virus ADN que causan infecciones en el tracto respiratorio humano. El ta maño del ADN exógeno que se puede insertar en ellos está limitado a 4.0005.000 bases. En este caso no se necesita laintegración del material hereditario del virus en el de la célula hospedadora para su replicación, por lo tanto, tam poco el transgén será introducido en el genoma de la célula ni es preciso que las células infectadas estén dividiéndose para su replicación. La gran ventaja de usar un adenovi rus como vector es la alta eficacia tanto de la transferencia como de la expresión del transgén introducido. Su princi pal órgano diana es el hígado, cuando son administrados directamente en la sangre, en el cual se logran transferen cias del 8090%. Sin embargo, esta expresión es transitoria por no integrarse en el genoma celular; generalmente dura 52 únicamente unas pocas semanas, aunque en ocasiones se ha conseguido la expresión durante varios meses. Además, los adenovirus contienen varias proteínas y genes que pue den dar lugar a una respuesta inmune por parte del pa ciente receptor tras administraciones repetidas. Los virus adenoasociados pertenecen a la familia de los parvovirus y contienen ADN como material genético. Son virus muy simples y no autónomos, ya que son defectuo sos en la replicación, por lo que requieren la coinfección con un virus colaborador (adenovirus o herpes virus) que proporcione las proteínas necesarias para multiplicarse. Como vectores combinan las ventajas de los retrovirus y los adenovirus, aunque su capacidad de integrar ADN exógeno es pequeña, se limita a unas 5.000 bases. Las principales ventajas consisten en que la transferencia es altamente eficaz y que integran su ADN en el de la célula durante la replicación, por lo que el nuevo gen transferido es estable en la célula diana. Existe un sitio de integración muy frecuente en el cromosoma 19, especialmente cuan do su genoma está completo; cuando faltan trozos debido a que se han eliminado para introducir otras secuencias (como el transgén), su integración ya no es tan específica. Además, pueden infectar tanto a células en división como a las que no lo están, cuestión de gran importancia para la terapia génica in vivo. Los virus adenoasociados no son patogénicos, no están implicados en ningún tipo de en fermedad humana. Asimismo, el riesgo de una respuesta inmune se encuentra minimizado, ya que no se producen proteínas víricas porque se han eliminado del genoma viral los genes que las codifican. Esto supone que requieren de células empaquetadoras para su obtención. Sin embargo, presentan como principal inconveniente que todavía no se 53 han estudiado ni caracterizado tan bien como los retrovi rus y los adenovirus. Los herpes virus son virus ADN cuyas células diana son las neuronas, así que son de gran utilidad para trans portar genes a las células del sistema nervioso. Su com plejidad y lo poco que todavía conocemos de esta familia de virus dificultan su uso como vectores para la terapia génica. Su mayor ventaja es el gran tamaño de su ADN, que les permite aceptar varios genes terapéuticos, hasta unas 40.00050.000 bases, que incluso podrían ir con sus propias regiones reguladoras. Su mayor desventaja es la dificultad para atenuar el virus, es decir, para eliminar su patogenicidad. Entre las secuencias que habría que elimi nar de su genoma se encuentran aquellas que codifican las proteínas encargadas de destruir la célula hospedado ra una vez el virus se replica, que causan la muerte por lisis (ruptura de la membrana exterior) de estas células. Además, su expresión es transitoria, porque no se integran en el genoma celular, y también necesitan células empa quetadoras para que se puedan obtener en el laboratorio, con una eficacia moderada. Existen también vectores basados en el virus del sida (VIH), cuyo genoma es más complejo pero con un funcio namiento similar al que hemos visto. Son los denominados lentivirus, que pertenecen a la familia de los retrovirus —con tienen, por lo tanto, ARN como material genético— y de ben su nombre a la lentitud con la que se desarrollan los signos de las infecciones que producen los virus sin modi ficar. Son capaces de infectar tanto a células en prolifera ción como a las que no lo están, fundamentalmente a célu las madre hematopoyéticas (las encargadas de producir nuevas células sanguíneas), y se obtiene una expresión 54 prolongada del transgén introducido. Sin embargo, preo cupa su seguridad, debido a su origen como virus altamen te peligrosos, son difíciles de producir a gran escala y de conservar, y el tamaño del fragmento que pueden trans portar está limitado a unas 8.000 bases. Por último, el virus de la vacuna pertenece a la familia de los poxvirus, que son los virus ADN más grandes que se conocen y se distinguen de otros por su capacidad para replicarse sin necesidad de introducirse en el núcleo de la célula hospedadora. Es un virus bien conocido porque fue el que se utilizó para la vacuna de la viruela, primera enferme dad erradicada totalmente por el hombre. Este virus puede portar hasta 25.000 bases de ADN exógeno, por lo que es útil para introducir genes de tamaño considerable. Para ser utilizados como vectores, se usan variantes del virus de la vacuna que han sido atenuados, carecen de virulencia y son seguros para los humanos. Pueden infectar a células en di visión o quiescentes, aunque no se integran en el ADN ce lular, así que la expresión que se consigue del gen terapéuti co es transitoria. Se utilizan cuando se necesita una expre sión abundante del transgén en un corto periodo de tiempo. Métodos de transferencia físico-químicos Los métodos de transferencia físicoquímicos, o vectores no virales, representan un intento de imitar las funciones de los virus como vehículos de transferencia de genes utili zando sistemas sintéticos, por lo que en principio son vec tores mucho más seguros desde el punto de vista de su peligrosidad biológica y su patogenicidad. En este sentido, los vectores no virales no se diferencian conceptualmente de los fármacos a los que estamos habituados. 55 En estos métodos el gen que va a ser introducido en la célula se integra en un plásmido, que es una molécula de ADN que se mantiene en la célula hospedadora de forma estable e independiente de su genoma, es decir, de manera episómica, no se integra en ningún cromosoma. En gene ral, presentan las siguientes ventajas: son sencillos de pre parar, lo que permite su producción a gran escala de for ma industrial; no tienen limitaciones en cuanto al tamaño del ADN que pueden transferir, por lo que son métodos adecuados para genes grandes; son poco tóxicos y no producen reacción de rechazo por parte del sistema inmu nológico. Sin embargo, también tienen importantes incon venientes, que incluyen su baja eficacia de transferencia a las células diana y que algunos de ellos solo pueden utili zarse para realizar transferencias in vitro, no son válidos para transferencias in vivo. En cualquier caso, son uno de los campos de investigación más activos en terapia génica, sobre todo por parte de empresas farmacéuticas y de bio tecnología. A continuación describiremos las principales técnicas físicoquímicas que se emplean para la transferencia géni ca. El método de precipitación con fosfato de calcio empezó a usarse en los años sesenta, pero fue en la década siguien te cuando se desarrolló lo suficiente como para obtener buenas eficacias de transferencia. Se basa en la precipita ción del ADN que se quiere introducir con iones de calcio, proporcionados por el fosfato cálcico, provocando que la célula introduzca este ADN en su interior mediante endo- citosis, proceso similar a la fagocitosis en el que la célula engloba moléculas de pequeño tamaño. La eficacia de la transferencia es bastante baja, puede llegar al 10% de las células. A su favor tiene que es una técnica que no provoca 56 toxicidad enlas células, pero la expresión del transgén que se consigue es muy pequeña. Únicamente puede utilizarse en cultivos celulares en el laboratorio y, por lo tanto, su aplicación es ex vivo. La microinyección consiste en colocar en el núcleo de las células diana el ADN que contiene el gen que se quiere transferir mediante una inyección. Al introducirlo direc tamente en el núcleo con una microaguja, atravesando las membranas celular y nuclear, se evita que la célula pue da degradarlo. La técnica requiere de una alta precisión y es muy laboriosa. No obstante, las células que sobreviven al proceso y han insertado el transgén presentan una alta eficacia de expresión del mismo. Dado que para que se pueda llevar a cabo necesita células aisladas, únicamente puede emplearse en procedimientos ex vivo. Esta técnica es muy certera y tiene gran utilidad para fines experimen tales, pero es muy poco practicable para la terapia génica humana, ya que ha de realizarse todo el procedimiento cé lula a célula. En la electroporación, utilizada por vez primera en 1982 para introducir ADN en células de ratón, se produce la permeabilización de las células diana mediante un cho que eléctrico que provoca la formación de poros en sus membranas. A través de estos poros se introducen en las células los plásmidos que contienen el transgén. La eficacia de la transferencia con esta técnica depende de factores tanto físicos (como la duración del choque aplicado o la intensidad del campo eléctrico) como biológicos (tama ño, forma y densidad de la célula). Es un procedimiento especialmente indicado para células con una alta tasa de proliferación, aunque ha sido aplicado con éxito a tejidos como la piel, el músculo o el hígado. Sin embargo, al no 57 soportar el choque eléctrico, muchas células mueren, por lo que no es la forma más indicada en algunos tipos celu lares más sensibles. A pesar de las ventajas que presenta como método de transferencia, entre las que se cuentan su seguridad, eficacia y reproducibilidad, su uso en transfe rencias in vivo es todavía limitado, debido a que es difícil emplearlo para transferir ADN a áreas grandes de tejido, ya que la distancia efectiva entre los electrodos que aplican la corriente está en torno a 1 cm. Además, se necesita ciru gía para instalar los electrodos en órganos internos y puede causar un daño permanente en los tejidos tratados debido al alto voltaje que se aplica. La inyección directa del ADN desnudo es un sistema uti lizado para realizar terapia génica in vivo. Consiste en la introducción en el organismo, normalmente mediante una inyección intramuscular, del ADN que contiene el trans gén en una solución con sales o suero. Se ha utilizado de forma eficaz, consiguiendo la expresión del transgén en el músculo cardiaco y músculo esquelético, la piel y el timo. Realizar esta técnica resulta sencillo, pero el porcentaje de células en las que se consigue la transferencia es muy bajo y no se produce integración en el genoma de la célula. En 1965 se descubrió que los liposomas (vesículas o microesferas compuestas por una membrana lipídica, de composición semejante a la membrana de las células ani males, que rodea a un medio acuoso interno) eran capaces de hacer entrar ADN en la célula, pero hasta 1980 no se consiguió una eficacia de transferencia adecuada utilizan do este procedimiento. El complejo formado por el liposo ma y el ADN se conoce como lipoplexo. Existen dos tipos de liposomas: liposomas catiónicos y liposomas aniónicos, dependiendo de la carga eléctrica de su superficie. Los 58 liposomas catiónicos están cargados positivamente, por lo que interaccionan favorablemente con el ADN, que siem pre está cargado negativamente, para formar un complejo estable. Este complejo puede entrar en las células tras su administración endovenosa. Por otro lado, los liposomas aniónicos, con carga negativa, no forman complejos con el ADN, sino que lo atrapan, formando una cápsula a su al rededor. Una de las ventajas de los liposomas es que, como portan el ADN en su interior, protegen al transgén de la degradación hasta su llegada al núcleo de la célula. Además, el tamaño del ADN que se puede introducir en ellos no tiene límite (potencialmente se puede introducir hasta el tamaño de un cromosoma) y es posible hacerlos llegar a tejidos concretos incluyendo en su parte externa ciertos receptores, que reconocerán únicamente ciertas molécu las presentes de forma específica en el tejido de interés. Por el contrario, también presentan algunas desventajas, como su baja eficacia de transferencia, que su expresión es transitoria, porque no se integran en el ADN celular, que presentan cierto grado de toxicidad celular y que pueden ser inhibidos por ciertos componentes del suero. De forma similar a los lipoplexos, los poliplexos —que son complejos formados entre polímeros y ADN— se uti lizan también como sistemas de transferencia en terapia génica. La principal diferencia con los lipoplexos consiste en que los poliplexos no pueden liberar el ADN que por tan en el interior de la célula, así que junto con ellos se debe introducir también algún agente que produzca la lisis del complejo. La transferencia génica mediante ultrasonidos, o so- noporación, consiste en incrementar la permeabilidad de la membrana celular utilizando ondas de ultrasonidos que 59 crean poros en ella. Los ultrasonidos se usaron por vez primera para transferir ADN in vitro a mediados de la década de 1990, pero no fue hasta la primera década de este siglo cuando se usaron para transferir ADN al mús culo, hígado, riñón, corazón y, más recientemente, al tejido transdérmico. Se ha demostrado que el nivel de expresión del transgén se puede mejorar combinando la irradiación con ultrasonidos con un agente de contraste ultrasónico, que consiste en microburbujas comprimibles rellenas de gas. Esta aproximación presenta muchas ventajas, porque es segura, no invasiva y puede alcanzar órganos internos sin necesidad de cirugía. Su eficacia depende de nume rosos factores, que incluyen la intensidad y frecuencia de los ultrasonidos utilizados, el tiempo de exposición de las células a las ondas ultrasónicas, la concentración de ADN o, en mayor medida, el uso de un agente de contraste. El bombardeo con microproyectiles (gene-gun en inglés, “pistola de genes”) se desarrolló en 1987 para introducir genes en células de plantas y, durante la década siguiente, se perfeccionó para poder aplicarlo a células y tejidos de mamíferos. Consiste en el bombardeo de los tejidos con partículas de metales biocompatibles, como oro, plata o tungsteno, que llevan adherido el ADN del plásmido con el transgén sobre su superficie. El bombardeo se realiza con agua vaporizada bajo una chispa eléctrica de alto voltaje o mediante una descarga con el gas helio, al igual que si fuera una pistola (de ahí el nombre de la técnica). Idealmente, las partículas deben ser inertes y de muy pequeño tamaño (alrededor de 11,5 micras, la milésima parte de un milí metro). La eficacia de este método está determinada por el tamaño de las partículas, la presión del gas utilizado para acelerar las partículas y la dosis del transgén disparada. 60 Sus ventajas incluyen que se consigue un elevado nivel de expresión de forma rápida, que la expresión del transgén se mantiene durante largo tiempo y que se puede aplicar a numerosos órganos, como el cerebro, el corazón y el híga do, sin producir daño en los tejidos circundantes. No obs tante, su eficacia es baja cuando se utiliza para realizar la transferencia al tejido completo, debido a la baja capacidad de penetración del bombardeo en los tejidos, y a menudo se precisa de cirugía para utilizar esta técnica en tejidos profundos (como el hígado o el cerebro).La transferencia por inyección hidrodinámica es una metodología sencilla que se puede utilizar para insertar ADN de forma efectiva en órganos internos, especialmente en el hígado. Fue desarrollada en 1996 para insertar un plás mido de ADN en el músculo de ratas por inyección rápida en la arteria femoral. La simplicidad de esta técnica hace que sea la que más se suele utilizar habitualmente para transferir genes en roedores para realizar estudios de laboratorio. La transferencia de los genes se realiza mediante la inyección intravenosa de una gran cantidad de solución (aproximada mente un 89% del peso corporal) que contiene el ADN en solo unos pocos segundos. Sin embargo, este método no se puede aplicar en humanos porque, para obtener alta eficacia de transferencia, se debería inyectar en la sangre un volu men muy grande de líquido (aproximadamente 7,5 l) a gran velocidad. Este volumen es muy superior al que se puede inyectar de forma segura sin provocar un fallo transitorio del corazón y congestión cardiaca. Por último, un fascinante avance potencialmente útil para la terapia génica es el reciente desarrollo de cromo- somas humanos artificiales. Estos cromosomas, construidos sintéticamente, contienen los elementos necesarios para 61 integrarse en el núcleo de la célula y replicarse, y por su gran tamaño pueden aceptar genes terapéuticos tan gran des como sea preciso. Los cromosomas artificiales pueden contribuir a superar muchas de las limitaciones actuales que plantean los sistemas de transferencia tanto virales como no virales, aunque por el momento carecen de la eficacia necesaria. Actualmente los métodos de transferencia más utili zados en terapia génica son los adenovirus y los retrovirus, como vectores virales, y la inyección directa de ADN des nudo, como método físicoquímico (figura 5). Figura 5 Distribución de los diferentes métodos de transferencia de genes utilizados en ensayos clínicos de terapia génica. Retrovirus 20% ADN desnudo 18% Virus de la vacuna 8% Lipoplexos 6% Virus adenoasociados 5% Otros 14% Adenovirus 23% Herpes virus 3% Lentivirus 3% Fuente: datos tomados de ginn et al. (2013). Marcaje celular Cuando la terapia génica se realiza ex vivo resulta útil in troducir, junto con el gen terapéutico, uno o más genes que permitan identificar y seleccionar aquellas células diana 62 que hayan incorporado el transgén, para posteriormen te reintroducir en el organismo del paciente únicamente aquellas células en las que la transferencia ha sido correcta. A este proceso se le denomina marcaje celular y al gen o ge nes que acompañan al gen terapéutico se les conoce como marcadores o “chivatos”. Así, por ejemplo, el marcaje con un gen que confiere resistencia al antibiótico neomicina permite la detección selectiva de las células que contienen el transgén cuando se hacen crecer en un medio que con tiene dicho antibiótico: solamente podrán crecer las células que tengan el gen marcador, que va junto con el transgén. Por otra parte, un riesgo potencial de la terapia génica es la posibilidad de que surjan complicaciones que requie ran la suspensión del tratamiento. Por eso se ha desarrolla do una alternativa que consiste en el doble marcaje de la célula con genes distintos de la secuencia del transgén, que permitan no solo seleccionar in vitro las células que han incorporado el ADN exógeno (como el gen de la resisten cia a neomicina), sino también poder causar la eliminación de las células que contienen el transgén, en caso de que sea necesario. Ejemplo de este último marcaje es el que se realiza utilizando el gen de la proteína timidinaquinasa. Si se administra posteriormente a la transferencia el fármaco ganciclovir, este será transformado por la timidinaquinasa producida en una sustancia tóxica que provoca la muerte celular, de manera específica en aquellas células que han incorporado ese gen marcador junto con el transgén. De este modo se eliminan las células genéticamente modifi cadas si la situación lo requiere debido a la toxicidad del tratamiento u otras complicaciones. 63 CAPÍTULO 5 Dónde y cómo se puede aplicar Células diana para la terapia génica Las células diana para la terapia génica suelen ser, lógica mente, la población celular que manifiesta el defecto ge nético que es necesario corregir. Por ejemplo, en la talase mia los glóbulos rojos de la sangre (o eritrocitos) expresan una hemoglobina —proteína que se encarga del transporte del oxígeno— que tiene una mutación y no funciona co rrectamente; por lo tanto, las células objetivo para la te rapia deben ser aquellas que dan lugar a los eritrocitos. Sin embargo, hay situaciones en las que se podría plantear la utilización de una determinada población celular para que produzca la proteína de interés y la secrete a la san gre, donde servirá para corregir un defecto sistémico (que afecta a todo el organismo). Como ejemplo veamos el caso de la hemofilia, enfer medad producida por una mutación que afecta al proceso de coagulación de la sangre. La más común es la hemofi lia A, que supone una mutación en la proteína factor de 64 coagulación VIII. Aunque la situación óptima sería resta blecer la capacidad de producir factor de coagulación VIII correcto en las células del hígado, que son las encargadas de sintetizarlo en condiciones normales, cualquier otro grupo de células que pueda ser sometido a terapia génica para introducirle el gen de ese factor, y produzca la proteí na para aportarla a la circulación sanguínea, podría plan tearse como opción válida para el tratamiento. Entre las células que han sido objetivo de la terapia génica la estrella son los linfocitos. Aparte de las enfer medades que les afectan directamente, estas células tam bién participan en el control y eliminación de tumores y de microorganismos infecciosos. Así, uno de los obje tivos más perseguidos con la terapia génica es conver tirlos en más agresivos y específicos frente a un blanco determinado (como las células cancerosas o infectadas por virus), especialmente a los “linfocitos infiltrantes de tumores”, que invaden los tejidos malignos para tratar de destruirlos. Los linfocitos pueden ser aislados fácilmente de la sangre y, una vez modificados in vitro, volver a ser inyecta dos en el organismo. Sin embargo, como su vida es corta, debe repetirse el tratamiento de forma periódica. Una al ternativa mejor la constituyen las células precursoras de los linfocitos (células madre linfoides), que se obtienen de la mé dula ósea, aunque esto tiene la dificultad añadida de conseguir aislarlas en cantidad suficiente del resto de po blación celular de la médula. De hecho, muchos defectos genéticos afectan también a las células del sistema hemato poyético (las células encargadas de generar los diferentes tipos de células de la sangre), y por ello son también objeto frecuente de experimentación. 65 Otras células muy utilizadas en distintos protocolos de terapia génica son las del hígado (hepatocitos), por la gran capacidad de síntesis de este órgano (produce muchas sus tancias necesarias para el organismo), que lo convierte en foco de numerosos trastornos genéticos. No obstante, el hígado es un órgano de difícil acceso y, además, los he patocitos se dividen solo un promedio de dos veces en la vida de un individuo, con lo que los vectores virales que requieren para su integración en células en división (los retrovirus, por ejemplo) no se pueden utilizar. Otra difi cultad adicional viene dada porque en el hígado hay un entramado de células (del sistema retículoendotelial) que se encargan de captar y degradar las partículas destina das a los hepatocitos, dificultando el acceso de los vectores que portan el transgén en los tratamientosin vivo. Una de las alternativas en la que se trabaja consiste en extraer un fragmento del órgano, realizar la transferencia in vitro a los hepatocitos y trasplantarlos al organismo de nuevo. Otra vía trata de desarrollar vectores “inteligentes”, capaces de encontrar su camino hasta las células diana, por ejemplo, añadiendo al vector determinadas moléculas que reconoz can proteínas específicas de la superficie de las células del órgano en cuestión, con lo que solo realizarán la transfe rencia a las células que sean reconocidas. La piel es también un tejido atractivo como diana para la terapia génica. Es fácilmente accesible, tiene gran exten sión y cuenta con una capa de células basales, que están en continua división, que pueden producir las proteínas deseadas y dirigirlas a la circulación sanguínea. Asimismo, las células del páncreas y las vías respirato rias son blanco para abordar el tratamiento de enfermeda des por terapia génica, como es el caso de la corrección de 66 la fibrosis quística por tratamiento de las células del epite lio pulmonar. Estrategias de terapia génica La terapia génica se aplica con planteamientos experimen tales muy diferentes en función de la enfermedad que se vaya a tratar, y estos a su vez dependen en gran medida de las técnicas disponibles en cada momento, que avanzan con gran rapidez gracias al enorme interés que despierta este campo y al importante apoyo económico que está re cibiendo la investigación relacionada. A grandes rasgos es posible distinguir cuatro estrategias alternativas diferentes: el incremento génico, la sustitución génica, la muerte diri gida y la supresión génica. La terapia de incremento génico (o suplementación gé nica) se utiliza para tratar enfermedades provocadas por la pérdida de función de un gen. Este enfoque es el que mejor se adapta a las enfermedades recesivas (recordemos que son aquellas que para manifestarse requieren que ambas copias del gen estén defectuosas), que son causadas por la ausencia de función de una proteína, bien porque está au sente o en poca cantidad, bien porque es incorrecta. Con la terapia génica se trata de introducir un gen “normal” que contrarreste el efecto de la proteína defectuosa o ausente producida por el gen anómalo (figura 6). Esta estrategia no implica la eliminación del gen mutante, que permanece junto con la copia del gen correcto insertado. Muchas de las enfermedades provocadas por la falta de una proteína se pueden corregir cuando únicamente se produce una pequeña proporción de la cantidad normal 67 de proteína (por ejemplo el 10%). Así pues, incluso una estrategia de terapia génica que sea solo parcialmente efi caz puede proporcionar importantes beneficios para la salud. Figura 6 Esquema de la terapia génica por incremento génico. El gen X normal se introduce en las células enfermas, que carecen de proteína X funcional. La expresión del gen X normal logra restablecer la normalidad en las células. En la sustitución génica (o corrección dirigida de la mutación) se trata de introducir un gen normal y funcio nal que reemplace al gen defectuoso que provoca la en fermedad. La diferencia fundamental con el proceso de incremento génico es que, en este caso, el gen defectuoso no permanece en la célula, sino que es sustituido por el gen correcto. Sería una opción óptima si el gen pudiera ser dirigido para que se produzca la sustitución en el lugar exacto del genoma donde se encuentra el gen defectuo so (figura 7). Así, la regulación de su expresión (cuánta proteína se produce y en qué momento) se llevaría a cabo de forma natural. No obstante, actualmente esta situación ideal está todavía lejos de ser una realidad. Otra alternativa interesante en terapia génica es la muerte dirigida de células específicas mediante el uso de genes “suicidas”, cuya expresión en las células conduce a la destrucción de estas. Esta vía tiene su más importan te aplicación en la eliminación de células cancerosas o de Células normales (producen la proteína del gen X) Gen X Células enfermas 68 células infectadas por algún agente patógeno difícil de eli minar por otros medios, como el virus del sida. Figura 7 Esquema de la terapia génica mediante sustitución génica. El gen X normal se introduce en las células enfermas. La combinación por entrecruzamiento del gen X normal con el mutante logra corregir la mutación, por lo que las células recuperan la normalidad. La muerte de las células se puede producir directa o indirectamente. En el caso de la muerte directa (figura 8), el gen que se introduce en las células lleva informa ción para una proteína tóxica letal. O también el gen pue de proporcionar la capacidad de transformar un fármaco administrado posteriormente en un producto tóxico que conducirá a la muerte celular. Figura 8 Esquema de la terapia génica que causa la muerte dirigida de células específicas de forma directa. Se consigue mediante la introducción de un gen tóxico (parte superior) o de un gen para transformar un fármaco en una sustancia letal (parte inferior). Células normales (mutación en el gen X corregida) Gen X Células enfermas (con gen X mutante) m m Células muertas por la expresión del tóxico Gen tóxico Células enfermasGen de transformación Células enfermas Fármaco Células muertas por el fármaco transformado 69 En el caso de la muerte indirecta se utilizan genes ca paces de estimular la respuesta inmune del propio organis mo del paciente, de forma que es el sistema inmune el que se encarga finalmente de destruir a las células (figura 9). Los genes introducidos pueden codificar proteínas que el sistema inmune reconozca como extrañas (antígenos), con duciendo a su eliminación, o pueden ser genes de citoqui nas, proteínas propias del organismo que intervienen en la regulación del sistema inmune, y cuya presencia estimula a este sistema para eliminar a las células enfermas. Figura 9 Esquema de la terapia génica que produce muerte indirecta de las células por incremento de la respuesta inmune. Parte superior: transferencia de un gen de un antígeno extraño al organismo; parte inferior: transferencia de un gen de citoquina. Aunque la destrucción celular es un proceso relativa mente sencillo y hay diversos genes que pueden utilizarse para ello, el problema está en atacar específica y únicamen te a las células diana y controlar este proceso logrando la regulación eficaz de los genes suicidas. Los métodos de supresión génica (o bloqueo de genes) se utilizan cuando es necesario inhibir la expresión de un gen determinado. Esto es aplicable en el tratamiento de ciertos cánceres y enfermedades infecciosas, también en Gen de citoquina Células enfermas Células eliminadas por respuesta inmune Gen de antígeno extraño Células enfermas Células eliminadas por respuesta inmune Citoquinas producidas 70 algunas enfermedades inmunológicas. En estos casos se trata de bloquear la expresión de genes que permiten a la célula desarrollarse. En las células cancerosas se bloqueará algún gen que haya conducido al crecimiento y prolife ración inadecuada de estas células y en el caso de células infectadas por virus se bloquearán genes necesarios para la proliferación de los virus en su interior. Además, los métodos de supresión génica se emplean cuando el gen defectuoso produce una proteína que impi de a la proteína normal funcionar correctamente (figura 10). Los genes mutados que actúan de este modo se de nominan dominantes negativos. Aunque haya en las células solo una copia defectuosa del gen, y por lo tanto la otra co pia sea normal, la enfermedad se manifiesta. En estos casos añadir una copia adicional del gen normal no soluciona elproblema; es necesario eliminar el gen mutado o prevenir su expresión. Figura 10 Mecanismo de acción de genes dominantes negativos. La expresión del gen mutado da lugar a una proteína que interfiere e impide la función de la proteína normal. Mutación Transcripción Traducción Proteína mutada Proteína normal Interacción entre proteínas que bloquea su función Gen mutado ARN mensajero + 71 Una forma de enfrentar esta situación sería inten tar llevar a cabo la corrección de la mutación, mediante la estrategia de sustitución génica mencionada anterior mente, aunque, como también dijimos, todavía está lejos de ser una realidad efectiva. Por otro lado, se puede tra tar de prevenir la expresión del gen mutado, e impedir así que se produzca la proteína correspondiente. Y esto se aborda mediante tres estrategias distintas: con oligo nucleótidos que formen triple hélice, con ARN mensaje ro antisentido y con ribozimas. Expliquemos esto con un poco de detalle. Figura 11 Formación de una triple hélice utilizando un oligonucleótido complementario al gen mutado, que impide su transcripción. La primera estrategia utiliza secuencias cortas de ADN (llamadas oligonucleótidos) de cadena sencilla, cuya secuen cia es complementaria a la secuencia de ADN del gen mu tado. Recordemos que una secuencia es complementaria cuando sus bases (las “letras” del material genético) se Mutación Gen mutado Oligonucleótido Transcripción bloqueada Triple hélice+ 72 alinean siguiendo el criterio de que la A se enfrenta siem pre a la T, y la G a la C, y viceversa. El oligonucleótido se une específicamente al ADN, que está enrollado formando una doble hélice, en la región de la que es complementaria (el gen mutado). La unión dará lugar a la formación de una triple hélice (figura 11) que previene la transcripción del gen, es decir, que no se forma el ARN mensajero nece sario para que se sintetice la proteína defectuosa. Figura 12 Bloqueo de la síntesis de la proteína mutada utilizando ARN mensajero antisentido. La segunda estrategia consiste en bloquear el ARN mensajero que se produce a partir del gen mutado, y que es necesario para trasladar fuera del núcleo la información del gen para permitir la síntesis de la correspondiente pro teína. El bloqueo se realiza utilizando otro ARN mensajero cuya secuencia sea complementaria a la del ARN mensa jero del gen mutado (antisentido), de forma que se unan entre ellos formando una cadena doble, lo cual impide el proceso de síntesis de la proteína (figura 12). Mutación Gen mutado Transcripción ARN mensajero ARN antisentido Síntesis de proteínas bloqueada + 73 Por último, el bloqueo del ARN mensajero producido a partir del gen mutado se puede realizar utilizando ribo zimas, que son moléculas de ARN que tienen la capacidad de actuar como “tijeras moleculares” que cortan el ARN al que se unen específicamente por la complementariedad de su secuencia (figura 13). Se diseñan ribozimas com plementarias a la secuencia del ARN mensajero del gen defectuoso, que, al unirse a él, lo destruyen e impiden así la síntesis de la proteína incorrecta. Figura 13 Bloqueo de la síntesis de la proteína mutada utilizando ribozimas. Estas tres últimas estrategias (formación de una triple hélice, ARN mensajero antisentido y ribozimas) se engloban dentro del término terapia antisentido, ya que comparten la filosofía de utilizar secuencias cortas de ADN o ARN (oli gonucleótidos) diseñadas para ser complementarias de se cuencias génicas específicas, con el fin de interferir su expre sión y, por lo tanto, la producción de las proteínas defectuosas. En general, en terapia antisentido pueden seguirse los dos enfoques que explicamos a continuación, basados en Mutación Gen mutado Transcripción ARN mensajero Ribozima El ribozima corta el ARN mensajero al que se une + + 74 los mecanismos de transferencia abordados en el capítu lo 4. Los oligonucleótidos se pueden administrar direc tamente, bien en un procedimiento in vivo por microin yección directa, bien mediante métodos de liberación in vitro como la utilización de liposomas o la electroporación. Alternativamente, los genes que codifican los oligonucleó tidos se pueden introducir en las células mediante vecto res virales (adenovirus o retrovirus). En este caso serán las propias células del paciente las encargadas de producir el oligonucleótido antisentido. Control de la expresión de los genes Una vez que se consigue el objetivo de suministrar el gen terapéutico a las células y lograr que se integre en una re gión segura de su genoma, surge la cuestión de cómo se puede controlar la expresión de ese gen. Las células son bastante eficientes para “desactivar” genes, con lo que si la desactivación del gen terapéutico ocurre, no se producirá proteína y la terapia génica habrá resultado inútil. Se considera que los genes se pueden clasificar en dos categorías según su forma de expresión: aquellos que se expresan en todas las células, a veces denominados genes domésticos o constitutivos, y aquellos que solo se expresan en un tejido o tejidos determinados —como la hemoglobi na, la queratina, etc.—, que se llaman genes específicos de tejido. Hay varios modos de mantener un gen activo. En primer lugar, se podría suministrar el gen terapéutico a las células de un tejido junto con el promotor (región del ADN que activa o desactiva un gen) de un gen específico para ese tejido, asegurando así que el gen se va a expresar 75 solamente en ese tejido, puesto que el promotor que lo controla únicamente estará activo en ese tejido. Por ejem plo, la introducción de un gen terapéutico en hepatocitos junto con el promotor del gen de la afetoproteína, que solo se expresa en el hígado. De modo alternativo, se podría utilizar un promotor de un gen doméstico. Lo que se espera entonces es que, cualquiera que sea el tipo de célula a la que se transfiera el gen terapéutico, este se exprese activamente generando la proteína deseada. Si en este caso se requiere que el gen solo se exprese en algunas células determinadas, habría que escoger un vector que se dirigiese específicamente a ellas para que únicamente ellas recibiesen la transferencia. Y en tercer lugar podría utilizarse un promotor de un gen de origen no mamífero, como un promotor viral. Algunos de estos promotores son inducibles, es decir, so lamente activan la expresión de los genes que controlan cuando están en presencia de ciertas sustancias externas (los inductores), como pueden ser algunos fármacos. El grado de sofisticación adicional que proporcionan estos promotores inducibles resulta muy adecuado si se requie re controlar la activación y desactivación génica o si nos preocupa el grado de expresión del gen terapéutico. La producción de la proteína codificada por este gen solo co menzará cuando se suministre al paciente el fármaco que activa al promotor, y se detendrá cuando el fármaco ya no esté presente. 76 CAPÍTULO 6 Distintas aplicaciones Condiciones para que una enfermedad pueda ser tratada con terapia génica A pesar de los avances en la práctica clínica, muchas enfer medades todavía no tienen cura y requieren tratamientos muy costosos para mantener y prolongar la vida de los pa cientes. A medida que se incrementa la esperanza de vida en los países desarrollados debido a la mejora en las con diciones de vida, los gobiernos se enfrentan al aumento exponencial de los costes dedicados al cuidado de la salud. Así, la idea de que la transferencia de un gen terapéutico pueda producir la curación permanente de algunas enfer medades hasta el momento incurables ha suscitado gran interés enlos últimos años. Como ya mencionamos anteriormente, las enferme dades que, en principio, tienen mayores posibilidades de poder ser tratadas con terapia génica son aquellas que tie nen su origen en un defecto monogénico, es decir, pato logías causadas por alteraciones en único gen. Otro tipo 77 de enfermedades, como la esquizofrenia o algunos tipos de diabetes, son claramente multigénicas; la patología se desa rrolla como resultado de alteraciones en diversos genes, y por tanto requieren una mayor complejidad para su trata miento. Hoy en día están identificadas como mínimo 4.000 enfermedades causadas por defectos monogénicos, y se han aprobado más de 1.800 protocolos de ensayos clínicos para la utilización de terapias génicas en todo el mundo, que ya han finalizado o están en realización actualmente. Hay que tener en cuenta que, para establecer un protocolo de terapia génica aplicado a una enfermedad determinada, no solo debe conocerse la secuencia del gen y estar dispo nible para poder ser transferido, sino que también debe co nocerse el control de su expresión. Son dos las condiciones “ideales” para que un gen sea objeto de terapia génica. En primer lugar, su tamaño no debe ser muy grande, debido a la limitación que tienen la mayoría de los vectores virales que se suelen utilizar para la transferencia. Además, hay que tener en cuenta que la construcción génica que va a ser transferida normalmente lleva además otras secuencias que sirven para controlar la expresión del gen terapéutico, y también secuencias que actúan como “chivatos” o mar cadores. Y en segundo lugar, el control de la expresión del gen no debe ser crítica, es decir, la cantidad de proteína que se produzca no ha de ser determinante: una cantidad baja ya ha de ser beneficiosa, mientras que si la cantidad es excesiva no debe resultar perjudicial. Esto se debe a que es muy difícil controlar o predecir con exactitud el nivel de expresión. Veamos ahora algunas de las aplicaciones más fre cuentes de la terapia génica. Como ya mencionamos en el 78 capítulo 2, el cáncer es la enfermedad tratada con más fre cuencia mediante terapia génica, seguida por las enferme dades monogénicas, las cardiovasculares y las infecciosas. Cáncer En el tratamiento del cáncer no se trata de corregir un defecto genético, como ocurre con las enfermedades mo nogénicas, sino de utilizar la manipulación genética para dotar a las células de una nueva propiedad, que permite aprovecharla en algún aspecto de la patología oncológica con fines terapéuticos. En la actualidad se considera que el cáncer es una en fermedad multifactorial, en la que influyen tanto factores medioambientales como genéticos. Más que una enferme dad única, el cáncer es un término genérico que engloba a muchas patologías diferentes según los órganos y tipos ce lulares afectados. Son multitud los genes que pueden estar implicados pero, en términos generales, se engloban en dos categorías: los oncogenes y los genes supresores de tumores. Los protooncogenes son genes normales que desempeñan un im portante papel en la proliferación y diferenciación celular, pero que son susceptibles de ser mutados y convertirse en oncogenes, provocando entonces la transformación malig na de las células y con ella la aparición de cáncer. Por otra parte, los genes supresores de tumores actúan inhibiendo el crecimiento celular, por lo que su pérdida o inactivación causa la generación de tumores. El cáncer se produce por la combinación y acumulación de alteraciones en diversos oncogenes y genes supresores de tumores, y por lo tanto es susceptible de ser tratada por terapia génica. Para ello se 79 plantean diversas estrategias, y se están realizando ya en sayos clínicos para tratar diferentes tipos de cáncer: mama, ovario, cabeza y cuello, pulmón, próstata, riñón, tumor ce rebral, leucemia mieloide aguda y crónica, linfomas, mela noma, mieloma múltiple y neuroblastoma. A continuación pasamos a describir las principales estrategias utilizadas. Ya que los genes supresores actúan impidiendo la pro liferación de las células, se puede tratar de frenar el creci miento del tumor mediante el aporte de genes supresores de tumores. Son numerosos los genes supresores que se han identificado y cuya mutación se encuentra asociada a di versos tipos de cáncer. Uno de los más conocidos es el gen p53, que está alterado en una elevada proporción de los cánceres humanos, llegando al 90% en algunos tipos de melanoma (un tipo de cáncer de piel). La estrategia con siste en intentar “transformar” de nuevo la célula tumoral en normal al introducirle una copia del gen supresor de tumores, por ejemplo usando un retrovirus que contenga una copia normal del gen p53. De forma contraria, se puede realizar la inhibición de oncogenes. Se utilizan vectores virales que contengan una copia antisentido del oncogén, de forma que, al expresarse el ARN antisentido, este se unirá al ARN del oncogén, ya que sus secuencias son complementarias, y así bloqueará su acción en la célula tumoral. Algunos tumores, como los cerebrales con un alto grado de malignidad e inaccesibles al tratamiento quirúr gico, son tratados con genes suicidas. Estos genes, cuando se expresan, tienen un efecto tóxico letal sobre la célula en la que se han introducido, conducen a su muerte. Este tipo de estrategia presenta la ventaja añadida de que en el cere bro sólo las células tumorales se dividen, no las neuronas, 80 así que puede utilizarse un vector viral que necesite que las células que vaya a infectar estén dividiéndose. Como ejemplo, uno de los protocolos utiliza como vector un re trovirus que contiene un gen letal condicional: el gen de la timidinaquinasa. Este gen es inocuo a no ser que la célu la esté expuesta a ciertos fármacos, como el aciclovir o el ganciclovir. Los fármacos, suministrados posteriormente a la terapia génica, son transformados por la enzima timidi naquinasa en productos tóxicos que generan la muerte de las células tumorales, únicas en las que el vector ha podido introducirse por encontrarse en división. Otra estrategia consiste en las vacunas. Se trata de modificar genéticamente las células tumorales para que expresen nuevas moléculas que puedan ser reconocidas por el sistema inmunológico (antígenos), o bien ciertas sus tancias que aumenten la inmunogenicidad del tumor (la capacidad del tumor para ser detectado por el sistema in mune). De esta forma se facilita el reconocimiento del cán cer como extraño por el sistema inmunitario, para que este proceda a su eliminación. Se ha probado en melanomas, porque es el tipo tumoral más inmunogénico; se introduce el gen ex vivo y, al reintroducir las células al paciente, se observa una respuesta local inflamatoria que puede llegar a provocar el rechazo del tumor. Un proceso crítico para el desarrollo y crecimiento de los tumores es la vascularización, es decir, la formación de nuevos capilares (pequeños vasos sanguíneos) a partir de los vasos ya existentes, para asegurar el aporte constan te de oxígeno y nutrientes. A este proceso se le denomina angiogénesis. Las células tumorales, que se encuentran en continua proliferación, se comportan como los tejidos em brionarios, que inducen la angiogénesis debido a la síntesis 81 de una serie de moléculas solubles, especialmente el fac tor de crecimiento vascular endotelial. El desarrollo o no del tumor depende del equilibrio entre la producción de factores angiogénicos y antiangiogénicos (inductores e in hibidores, respectivamente). En este caso, la estrategia de terapia génica que se aplica consiste en la inhibición de la angiogénesis. Se trata de hacer llegar a las células tumorales genes antiangiogénicos por medio de vectores retrovirales. Lostumores que no llegan a vascularizarse persisten como pequeñas lesiones locales que suelen ser asintomáticas ya que su crecimiento está muy limitado. El mayor inconve niente de esta estrategia es que debe realizarse en estadios muy iniciales del tumor, y, en esos casos, es poco frecuente su detección, porque todavía no produce manifestaciones sintomáticas. Infecciones De manera similar se diseñan estrategias de terapia génica con genes para tratar infecciones graves. Una de las vías consiste en interferir activamente contra la replicación del agente patógeno. Un ejemplo de ello es el tratamiento con terapia génica del síndrome de inmunodeficiencia adqui rida (sida), causada por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Actualmente el sida se considera una en fermedad genética de carácter adquirido, ya que el virus introduce su material genético en el de la célula a la que infecta, un tipo de linfocitos T, de modo que es capaz de modular las funciones de la célula para, finalmente, supri mir el sistema inmune. Por ello, el sida es, en la actualidad, un claro objetivo de la terapia génica. En este caso se trata 82 de impedir la entrada del virus en las células a las que ata ca. Para penetrar en la célula el virus ha de unirse a un receptor, que es una proteína presente en la superficie de esos linfocitos. La estrategia consiste en la expresión en exceso del receptor pero en forma soluble, que circulará libre en la sangre. Este receptor se unirá al virus “tapando” o bloqueando todos los puntos de unión que el virus posee en su cubierta para ligarse a los receptores de las células, de tal forma que queda así incapacitado para penetrar en las células. Otra alternativa interesante consiste en introducir genes antivirales y ponerlos bajo el control de un promotor (re gión del ADN que regula la expresión de un gen) que solo pueda ser inducido por el virus. De esta forma, las células que hayan incorporado el transgén funcionarán de forma normal hasta que entran en contacto con el virus. En ese momento se activará el promotor, que hará que se produz ca proteína antiviral a partir del transgén, y se evitará así la replicación del virus. Generalmente esto ocasiona también la destrucción de la propia célula, pero con ello se con sigue evitar la diseminación del virus hacia otras células. Un ejemplo de esta estrategia es la introducción de un gen inhibidor de la replicación vírica, por ejemplo, el del inter ferón alfa, en células del sistema inmunitario, con lo que se consigue la inhibición de la producción de VIH. Otro ejemplo consiste en la introducción en las células diana de genes que codifican anticuerpos frente a proteínas del VIH, de manera que la expresión de estos genes conduce a la neutralización de las proteínas virales por los anticuer pos en el interior de las células infectadas, incluso antes de que se produzca el ensamblaje del virus, tratándose de una verdadera “inmunización celular”. 83 Se puede también transferir un gen del propio virus VIH, a fin de estimular la respuesta inmune del pacien te contra el virus en cuanto el transgén sea expresado, o transferir genes de proteínas del VIH alteradas (mutantes), que no permiten el ensamblaje correcto de la partícula vi ral. Estas proteínas compiten con las proteínas virales na tivas, dificultando el ensamblaje de los virus o inhibiendo su replicación. Asimismo se utilizan los ARN antisentido, comple mentarios de la secuencia de alguno de los genes del VIH, que se unirán al ARN mensajero producido y da rán lugar al bloqueo de la síntesis de la proteína codificada por el gen. Inmunodeficiencia severa combinada Como vimos en el capítulo 2, la primera experiencia de terapia génica se realizó para tratar a una “niña burbu ja”, enferma de inmunodeficiencia severa combinada en su fase final. Los pacientes de esta enfermedad ca recen de la proteína adenosina deaminasa (ADA). Sin esta proteína los linfocitos T son destruidos por acumu lación tóxica de la sustancia desoxiadenosín trifosfato, que debería ser transformada por la ADA. Estos linfo citos T son necesarios para desarrollar inmunidad hacia cualquier agente causante de infecciones, por lo que los pacientes padecen una ausencia casi total de mecanis mos defensivos. La enfermedad es poco frecuente por que tiene una herencia recesiva, es decir, que es necesa rio haber heredado las dos copias defectuosas del gen, una de cada progenitor. La muerte de estos pacientes se 84 produce en una fase temprana de la vida, a no ser que vivan recluidos en una cámara de plástico con ambiente estéril aislado de todo posible contacto con el exterior, para mantenerse alejados de los gérmenes causantes de infecciones. Sin embargo, la expresión de una pequeña proporción de la cantidad normal de la proteína ADA es suficiente para proteger a los linfocitos T y mantener la función inmunitaria. Además, una expresión en exceso de ADA, de hasta 50 veces la cantidad normal, no pro duce nada más que una ligera tendencia a la hemólisis (rotura de los glóbulos rojos). Se han realizado numerosos ensayos clínicos de tera pia génica en linfocitos T y células madre hematopoyéticas (las precursoras de las células de la sangre, presentes en la médula ósea) utilizando vectores retrovirales. Dos estudios recientes realizados en un total de 13 pacientes mostraron una notable eficacia de la terapia, resaltada por la ausen cia o retirada de la terapia de administración de la enzima ADA. Cabe destacar que la velocidad de reconstitución inmunológica ha sido considerablemente más lenta que la observada en otros pacientes con inmunodeficiencias re lacionadas, y no se han encontrado efectos adversos por mutagénesis debidos a la inserción del gen en lugares in correctos. Fibrosis quística La fibrosis quística es una enfermedad monogénica cu yas manifestaciones más típicas consisten en un aumento del ión cloro en sudor, enfermedad pulmonar obstructiva crónica e insuficiencia pancreática exocrina. Su incidencia 85 varía de 1/3.000 a 1/8.000 nacidos vivos. Esta enfermedad está causada por la mutación en el gen que codifica la pro teína CFTR (del inglés, cystic fibrosis transmembrane con- ductance regulator). Esta proteína se localiza en la membra na de muchos tipos de células epiteliales: de las vías aéreas, del tracto gastrointestinal, del hígado, de la vesícula biliar y del páncreas. La alteración de la proteína CFTR impide que pueda realizar su acción de transporte, y el resulta do final de todas las mutaciones detectadas que alteran su función (más de 1.900) es el mismo: la imposibilidad de transportar el ión cloruro. Esta patología suele manifestarse en los primeros me ses de vida con problemas respiratorios asociados a ma nifestaciones digestivas. A medida que el niño va crecien do, se hacen más patentes los síntomas respiratorios —no siendo raro que sean diagnosticados de asma— y digesti vos, y el retraso en el desarrollo. Para el tratamiento se uti lizan enzimas pancreáticas en los pacientes con insuficien cia pancreática, una nutrición adecuada, fisioterapia para limpiar las vías respiratorias de secreciones viscosas y es pesas, que contienen altas concentraciones de bacterias, y tratamiento antibiótico de las infecciones pulmonares. En los pacientes con enfermedad pulmonar crónica que es in compatible con la supervivencia, a pesar de haber recibido un tratamiento médico intensivo, el trasplante pulmonar es la última opción. Es por ello que esta enfermedad se ha contemplado como una buena candidata para ser tratada con terapia gé nica desde sus inicios. Desde que se realizó el clonado del gen CFTR se han llevado a cabo varios ensayos clínicos en pacientes de fibrosis quística utilizando vectores tanto virales comono virales. Los primeros ensayos se centraron 86 en las células del epitelio nasal, debido a su facilidad de acceso y para cerciorarse de la seguridad del proceso. Una vez establecido un perfil de seguridad aceptable, se intentó realizar la terapia directamente en las células del pulmón. Asimismo, en un principio se utilizaron adenovirus hasta que se puso en evidencia que, a pesar de que resultaban eficientes en modelos animales, la eficacia de la transfe rencia en las células del epitelio respiratorio humano era baja debido a la ausencia de receptor de adenovirus en la membrana de estas células. Posteriormente se utilizaron los virus adenoasociados, y más tarde técnicas de trans ferencia no virales, consiguiendo la corrección parcial de la enfermedad en muchos de los ensayos. En general, el interés industrial y académico por la terapia génica de la fibrosis quística ha descendido en la última década, probablemente porque el desarrollo de esta terapia ha resultado más difícil y lento de lo que se esperaba en un primer momento. La cuestión clave en estos momentos es determinar si el nivel de eficacia conseguido es sufi ciente para mejorar los signos clínicos de los enfermos, por lo que se requiere la realización de nuevos ensayos clínicos con mayor número de pacientes a los que pueda administrárseles la terapia en repetidas ocasiones, para tener una oportunidad realista de alterar los parámetros de la enfermedad. Deficiencia de alfa-1 antitripsina La alfa1 antitripsina (AAT) es una proteína produ cida en las células del hígado que tiene múltiples fun ciones como agente antiinflamatorio y antiapoptótico (la 87 apoptosis es un tipo de muerte celular), y protege de daño a los pulmones y al mismo hígado. La deficien cia de AAT es el trastorno hereditario más frecuente en tre las personas de origen caucásico. Del 1 al 3% de los pacientes que tienen enfermedad pulmonar obstructiva crónica tienen deficiencia de AAT. A pesar de su inci dencia, los pacientes y los médicos disponen de poca información sobre este trastorno y la gran mayoría de las personas (95%) con deficiencia de AAT no han sido diagnosticadas aún. La deficiencia de AAT significa que no hay suficien te cantidad de esta proteína en el cuerpo, y es causada por un defecto genético. Los adultos con deficiencia gra ve presentan enfisema, a menudo antes de los 40 años, y, con menor frecuencia, daño hepático. El daño pulmonar está provocado por el desequilibrio entre la AAT y las enzimas del organismo que descomponen las proteínas (proteasas). Ante una irritación de los pulmones —por ejemplo, por polvo, polen, infecciones bacterianas, humo de tabaco— los glóbulos blancos (leucocitos) producen elastasa. La elastasa protege el tejido pulmonar contra gérmenes nocivos y extraños descomponiendo sus pro teínas, y permitiendo así la eliminación de cuerpos extra ños. Sin embargo, la elastasa no puede distinguir entre proteínas propias y extrañas, y ataca también el tejido pulmonar. Para que el pulmón no sufra ningún daño, la AAT inhibe la acción de la elastasa en los tejidos sanos. Con la deficiencia de AAT falta este mecanismo de regu lación y la elastasa provoca daños en el tejido pulmonar. El tratamiento para la deficiencia de AAT implica reponer la proteína AAT que falta, y esto se hace administrándola por vía intravenosa cada semana. Sin embargo, la terapia 88 de reemplazo no supone una cura, no revierte el daño ya existente en el pulmón, ni trata o previene los proble mas hepáticos relacionados con la deficiencia de AAT. La AAT se ha planteado como una diana adecuada de la terapia génica, en concreto de la terapia génica por aumento, ya que la proteína funciona circulando en la san gre y se conoce perfectamente la concentración que ha de alcanzar para ser efectiva (aproximadamente 570 mg/l). Puesto que el tratamiento de la enfermedad pulmonar de pende del reemplazo de los niveles de AAT en sangre, la terapia génica puede realizarse en células de cualquier teji do que pueda secretar AAT a la sangre. Estudios preclíni cos utilizando vectores virales y no virales han demostrado la factibilidad de producción de esta proteína en hígado, músculo, pulmón, pleura y otros tejidos diferentes. De ellos, hasta la fecha solamente se ha probado en humanos la administración nasal y en el músculo, mediante la utili zación como vectores de liposomas y de virus adenoaso ciados, respectivamente. Con la utilización de vectores virales se pretende conseguir la expresión de la AAT de forma prolongada, aunque puede producirse respuesta in mune frente a las proteínas de la cubierta viral. Las direcciones futuras en terapia génica de la defi ciencia de AAT se centran en conseguir una mayor distri bución del vector en una masa muscular más extensa, para alcanzar un mayor nivel de producción de la proteína, o en alguna forma de modulación de la respuesta inmune, que resulta un factor limitante para este tipo de terapia. También resulta prometedor el gran número de tipos dife rentes de virus adenoasociados que se pueden utilizar para transferir el gen de la AAT al músculo o a otros tejidos con elevada eficacia. 89 Distrofias musculares Las distrofias musculares son un grupo heterogéneo de enfermedades hereditarias caracterizadas por debilidad y degeneración progresiva del músculo, con un amplio aba nico de síntomas, la mayoría severos y a menudo fatales. Las distrofias musculares de Duchenne y Becker consti tuyen unas de las enfermedades fatales más comunes liga das al cromosoma X y afectan a uno de cada 3.000 varo nes nacidos vivos. Son los trastornos neuromusculares más frecuentes. Se distinguen dos variedades principales de distrofias musculares: la distrofia muscular de Duchenne, que es la más grave y típica, cuyo comienzo sintomatológi co ocurre a los 34 años de edad, y la variedad más tardía, de Becker, que comienza a dar síntomas en la segunda o tercera década de la vida; es diez veces menos frecuente que la de Duchenne y más benigna. Los síntomas de la variedad de Duchenne son esca sos en el lactante y hasta los 3 años, aunque los niños co mienzan a caminar tardíamente y hay hipotonía (bajo tono muscular), les resulta difícil ponerse de pie y no pueden subir escaleras ni saltar. Alrededor de los 10 años solo se mueven en silla de ruedas, el músculo cardiaco se afecta, y mueren entre los 10 y 20 años. Esta enfermedad, en todas sus variedades, se debe a mutaciones del gen de la proteína distrofina, de gran ex tensión. Esta proteína se encuentra normalmente asociada con la membrana de las células musculares estriadas, tanto esqueléticas como cardiacas. En la variedad de Duchenne falta totalmente la distrofina, ya que está ausente la secuen cia de apertura del marco de lectura del gen (secuencia que indica dónde empieza el gen), y en la variedad de Becker 90 hay formas anormales (mutantes) que son disfuncionales, ya que existe alteración en la secuencia codificante, aunque la secuencia de apertura del marco de lectura está intacta. El primer ensayo clínico de terapia génica para tra tar la distrofia muscular tuvo lugar 15 años después de la clonación del gen de la distrofina. A tres pacientes con distrofia de Duchenne y seis de Becker, de edades que rondaban los 15 años, se les inyectaron en una pequeña área del músculo radial (en el antebrazo) pequeñas dosis de un plásmido desnudo que contenía el gen de la distro fina completo, que es extraordinariamente largo (de he cho, es el mayor conocido hasta la fecha). Se obtuvo una expresión débil e irregular en biopsias musculares que se realizaron tres semanas más tarde en seis de los nue ve pacientes. Con el plásmido desnudo se espera obtener una expresión a largo plazo, y se pueden realizar repetidasadministraciones si fuese necesario, aunque todavía queda por determinar si puede haber problemas por respuesta inmune ante dosis mayores. Los virus adenoasociados tienen una eficacia de transferencia al músculo mucho mayor, pero su capaci dad de portar genes grandes es mucho más limitada que la de los plásmidos. Recientemente se han realizado ensayos clínicos probando a insertar en estos vectores una versión re ducida del gen de la distrofina, para su administración in tramuscular. Además del reemplazamiento génico, el salto de exo nes (regiones del gen que contienen información, que se intercalan con otras que no la contienen: intrones) está ga nando atención en los últimos tiempos para restaurar la pauta de lectura del gen, que en pacientes de distrofia de Duchenne puede permitir la expresión de una distrofina 91 más corta pero potencialmente funcional. Setenta por ciento de los pacientes de distrofia de Duchenne y otras distrofias musculares se podrían beneficiar de esta estra tegia, y existen varios ensayos clínicos en este sentido ac tualmente. Hemofilia La hemofilia es la enfermedad grave más común de coa gulación de la sangre. Las hemofilias A y B están causadas por la actividad deficiente de unos factores de coagulación (proteínas que intervienen en el proceso de coagulación de la sangre), en concreto los factores VIII y IX, respectiva mente. Si la actividad de alguno de ellos es inferior al 1% de lo normal, se designa como deficiencia severa, y se ca racteriza clínicamente por el sangrado espontáneo de los músculos y tejidos blandos, y por la incapacidad de coagu lar tras un trauma, a no ser que se proporcione de forma externa el factor de coagulación que falta. Las personas que tienen una actividad de coagulación de entre 5 y 15% no suelen tener sangrados espontáneos, pero pueden san grar de forma prolongada, incluso poniendo en peligro su vida, tras sufrir traumas o procesos quirúrgicos. Durante unos 25 años se ha sugerido que la hemo filia es una condición particularmente favorable para su corrección por terapia génica. Los ensayos clínicos que se realizaron hace una década utilizaron diversas estrategias de transferencia, pero no se consiguió actividad de factor VIII persistente. Últimamente, la aplicación de virus ade noasociados para realizar la transferencia del gen del factor IX dio lugar a la expresión persistente del factor, con la 92 consiguiente corrección parcial del sangrado, pero tam bién produjo inflamación del hígado asintomática en algu nos pacientes, como consecuencia de la reacción del sis tema inmunitario contra las proteínas de la cubierta del virus. Este hecho puso de manifiesto la necesidad de reducir la cantidad de virus utilizada en la terapia, de forma que se pueda obtener una disminución del sangrado sin el riesgo de toxicidad inmunitaria ni la necesidad de tomar medica mentos inmunosupresores. Actualmente se está trabajando en mejorar el proceso de preparación de los virus, de forma que se aumente la eliminación de virus que no contienen el transgén en su interior, y que por tanto no generan beneficio terapéutico pero sí riesgo inmunitario. Otra vía de investigación con siste en realizar alteraciones en las secuencias de los genes de los factores de coagulación, de forma que se modifique su funcionalidad, se incremente su producción o se dismi nuya su eliminación, para poder disminuir la dosis utiliza da en la terapia y obtener así una relación riesgo/beneficio más favorable. Enfermedades cardiovasculares La expectativa de aplicar terapia génica a enfermedades cardiovasculares es que proporcione un nuevo camino para la angiogénesis (formación de nuevos vasos sanguí neos) terapéutica, la protección, regeneración y reparación del músculo cardiaco, la prevención del fallo de los bypass y el control de los factores de riesgo. La gran mayoría de ensayos clínicos de terapia géni ca cardiovascular realizados hasta la fecha han abordado 93 la angiogénesis terapéutica con el objetivo de aumentar el riego sanguíneo en zonas isquémicas (con falta de oxígeno), ya que hay una tasa significativa de pacientes que no responden a las terapias convencionales. Se han ensayado dos principales categorías de enfermedades is quémicas, aproximadamente en igual número, que son la isquemia del miocardio (músculo del corazón) como consecuencia de una enfermedad arterial coronaria, y la isquemia de miembro inferior (piernas) como resultado de una enfermedad arterial periférica. Los genes utiliza dos corresponden a proteínas de factores de crecimiento, que estimulan la formación de nuevos vasos sanguíneos que a su vez llevarán oxígeno y nutrientes a las zonas isquémicas. La duración de la expresión génica es un punto muy importante en estos ensayos, porque el crecimiento y es tabilización de los nuevos vasos formados requiere de la presencia sostenida de los factores durante un periodo de tiempo prolongado, que está fuera del rango de los vecto res utilizados hasta la fecha: plásmidos y adenovirus. Enfermedades oculares El ojo presenta ventajas únicas como órgano diana para la terapia génica. Su anatomía compartimentalizada per mite la administración del vector de forma local con poca probabilidad de que se disemine al resto del organismo. Los tejidos intraoculares están formados por poblaciones celulares estables que pueden ser transducidas de forma eficiente y estable por pequeñas cantidades de vector. Además, el ojo es un órgano fácilmente accesible para su 94 evaluación. Durante la última década se han hecho progre sos significativos en modelos experimentales y preclínicos. Se han realizado también los primeros ensayos clínicos para cáncer ocular y enfermedad angiogénica, y para tera pia génica de reemplazo para la degeneración hereditaria de la retina. El retinoblastoma es el tumor intraocular más común en la infancia. Se realizó un ensayo clínico para evaluar la factibilidad y seguridad de una terapia génica de suicidio mediada por adenovirus para brotes de tumores en uno de los ojos de niños con retinoblastoma bilateral refractario a los tratamientos convencionales. En este ensayo se evaluó el efecto de repetidas inyecciones en el vítreo de un vec tor adenoviral que contenía el gen de la timidina quinasa, seguida de la administración de ganciclovir. Los brotes de tumor parecieron responder a la intervención en los ocho niños tratados. Sin embargo, se observó asimismo infla mación y en todos ellos se eliminó el tumor primario para evitar su progresión, lo que hace difícil valorar la eficacia de la terapia génica aplicada. La degeneración macular relacionada con el envejeci- miento, que es una de las principales causas de ceguera, se caracteriza por la formación patológica de nuevos vasos sanguíneos (angiogénesis) bajo la mácula. Se ha llevado a cabo un ensayo clínico en 28 pacientes para evaluar la seguridad y tolerabilidad de una única inyección en el ví treo de un vector adenoviral que transportaba un factor antiangiogénico. La inyección fue bien tolerada por los pa cientes y, aunque el estudio no se había diseñado para eva luar el efecto terapéutico sino la seguridad, los resultados sugirieron que la intervención produjo un posible efecto antiagiogénico. 95 Las degeneraciones hereditarias de la retina se caracterizan por la disfunción y degeneración de las células fotorrecep toras (receptoras de la luz). Resultan de defectos en genes particulares, afectan aproximadamente a una de cada 3.000 personas y no hay ninguna opción terapéutica disponible ac tualmente. El potencial de la terapia génica para estas con diciones se ha beneficiado de los progresos realizados en la identificación de los genes responsables de las enfermedades de la retina,hasta la fecha más de 100. La posible eficacia de la terapia génica en estas enfermedades ha sido demostrada en un amplio rango de modelos experimentales. La propues ta de ensayos clínicos de terapia génica se ha centrado en las degeneraciones hereditarias de la retina que causan grave dis capacidad visual, ofreciendo una oportunidad de éxito realis ta. En una de estas enfermedades, la amaurosis congénita de Leber, los defectos en el gen que codifica la proteína RPE65, crítica para el metabolismo de la vitamina A en la retina, están presentes en un 10% de los casos. La demostración de la me jora funcional a largo plazo tras una terapia génica de reem plazo de RPE65 en un modelo preclínico ha apoyado varias propuestas de ensayos clínicos de terapia génica en humanos utilizando virus adenoasociados. Se considera que el mayor beneficio de estas terapias se obtendrá en personas jóvenes, ya que la degeneración de su retina se encuentra menos avan zada y tienen mejor conservadas las células fotorreceptoras. Enfermedad de Parkinson La enfermedad de Parkinson es una de las alteraciones neurodegenerativas más comunes. Es la segunda en pre valencia después de la enfermedad de Alzheimer y afecta a 96 un 12% de los individuos mayores de 60 años. Se estima que en la Unión Europea hay más de medio millón de per sonas con esta enfermedad. Se caracteriza por temblor en reposo, acinesia (dificul tad para iniciar movimientos) progresiva, rigidez muscular e inestabilidad postural. Está causada por la degeneración de neuronas que produce un neurotransmisor (sustancia que interviene en la comunicación neuronal) específico —la dopamina— de una región localizada del cerebro: la sustancia negra. El tratamiento farmacológico de los sínto mas se basa en administrar la dopamina a través de su pre cursor Ldopa, para restaurar los niveles cerebrales de este neurotransmisor. Este tratamiento es eficaz en las primeras fases de la enfermedad, pero a medida que esta progresa los pacientes van teniendo una respuesta cada vez menor y a menudo con el tiempo se desarrollan efectos adversos. Este es uno de los motivos que llevó a contemplar la enfer medad de Parkinson como candidata para su tratamiento mediante terapia génica Actualmente los vectores utilizados no atraviesan la barrera hematoencefálica, es decir, no son capaces de ac ceder al cerebro desde la circulación sanguínea. E incluso aunque lo fuesen, la distribución del transgén por todo el organismo podría ser peligrosa. En este caso se realiza la administración del vector directamente en su lugar diana específico en el cerebro mediante cirugía. El uso de la terapia génica en esta enfermedad se cen tra en tres direcciones diferentes. Hasta la fecha, todas ellas han utilizado virus adenoasociados como vector, ya que fue el primero en mostrar su seguridad y efectividad en el cerebro utilizando un modelo animal de Parkinson. El primer ensayo clínico en humanos transmitió el gen de la 97 glutamato descarboxilasa, proteína que supone el paso li mitante en la velocidad de producción de GABA (ácido gammaaminobutírico), el principal neurotransmisor in hibidor del cerebro. El aumento en la producción de este neurotransmisor inhibidor logra estabilizar los centros hi perexcitados a consecuencia de la ausencia de dopamina, y también protege de la degeneración a las neuronas do paminérgicas. Ya se ha llevado a cabo un ensayo clínico en humanos con esta estrategia, en el que se consiguieron mejoras significativas en la sintomatología. Otra aproximación trata de alterar el curso natural de la enfermedad previniendo la degeneración de las neuro nas y promoviendo la plasticidad neuronal. Para ello, se transfiere el gen de la neurturina, proteína que repara las neuronas dopaminérgicas que están dañadas y muriendo. Ya se ha completado un ensayo clínico con resultados pre liminares que muestran notables mejoras en los síntomas clínicos. Un tercer esfuerzo utiliza el gen de la descarboxilasa de aminoácidos aromáticos, proteína que participa en la sínte sis de dopamina, a fin de incrementar su producción. En estudios en animales se ha demostrado una respuesta clí nica positiva usando esta estrategia, así como la expresión estable del transgén durante más de tres años en cerebro de primates, sugiriendo que la transferencia del gen a largo plazo sería factible en el hombre. En la actualidad se está realizando ya un estudio clínico en humanos. 98 CAPÍTULO 7 Las cuestiones éticas que plantea Se han depositado grandes esperanzas en el desarrollo de la terapia génica, sobre todo para enfermedades de origen genético que no tienen otra curación posible, al menos has ta el momento. Pero, como ya hemos visto, hay también numerosas dificultades técnicas que no están del todo re sueltas. En lo que se refiere a los aspectos éticos, la mayo ría de los bioéticos distinguen sabiamente entre la terapia génica en células somáticas y la que se realiza en células germinales, ya que las implicaciones éticas que se presen tan en cada una son bien diferentes. La terapia génica en células somáticas permite tra tar enfermedades específicas y no plantea un dilema ético nuevo, puesto que se trata al final de una terapia de re emplazo similar a las que se realizan habitualmente utili zando fármacos. ¿Habría alguna diferencia ética sustancial entre suministrar insulina a un diabético o corregir me diante terapia génica el gen que la produce? Éticamente la respuesta es no; sin embargo, los alcances de esta últi ma son evidentemente distintos, porque bastaría una sola 99 modificación del gen de la insulina para que, idealmente, la terapia funcionase de por vida. Por lo tanto, los estándares éticos de investigación clínica en terapia génica somática deben ser los mismos que se demandan en todas las demás áreas de la medi cina. El primer principio ético que se debe considerar siempre es el respeto a la integridad y a la dignidad de las personas a las que se realiza el tratamiento. Una cuestión ética de la terapia génica somática está relacionado con el llamado “encarnizamiento terapéutico”, estimándose que solo los enfermos muy graves y sin otra alternati va se podrían beneficiar de esta terapia en el estado ac tual de la técnica, por los riesgos que conlleva. Debido a estos riesgos, todos los protocolos de terapia génica que se realicen han de ser aprobados previamente por comités de evaluación ética y de seguridad. Es necesa rio, por ejemplo, asegurar el proceso de obtención del consentimiento informado, la pureza del material que se administra, los daños que podría resultar en contraposi ción con los beneficios. También asegurar que —siempre que sea posible— se haya estudiado previamente la tera pia que se vaya a aplicar en modelos animales, que sea posible medir los efectos del tratamiento y se realice un seguimiento minucioso de los pacientes, que se proteja a los grupos vulnerables, que la enfermedad tratada sea de naturaleza grave con expectativas bajas de vida para los pacientes, que el laboratorio que lo realice tenga los medios y el personal adecuado y haya un control minu cioso de los protocolos, y que los vectores utilizados sean inocuos. Además, los comités que analizan los datos de ben ser independientes del grupo investigador para evitar conflictos de intereses. 100 El uso de esta terapia, como el de cualquier otra, debe estar apoyado por los principios de autonomía, beneficen cia y justicia. Para respetar la autonomía se debe obtener el consentimiento libre e informado del paciente, establecien do claramente los riesgos del procedimiento, y respetando asimismo la privacidad y la confidencialidad de los datos obtenidos. Para respetar la beneficencia se deben sopesar los beneficiosy riesgos del procedimiento, para que los be neficios que se obtengan con el procedimiento justifiquen los riesgos que se correrán. Y hay que considerar que, en justicia, todo paciente tiene derecho a recibir tratamien to cuando su vida está en riesgo; este aspecto es el más complicado, ya que esta es una tecnología que necesita de grandes recursos, por lo que el coste de su aplicación es elevado. A pesar de que todo paciente tiene el mismo de recho a recibir un tratamiento cuando lo necesite, la apli cación de estas técnicas puede generar una desigualdad entre grupos sociales en cuanto a la posibilidad de recibir sus beneficios, sobre todo en países que se encuentran en vías de desarrollo y carecen de recursos económicos para desarrollar estas terapias. La terapia génica en la línea germinal (en óvulos o es permatozoides) ha generado esperanzas, puesto que esta ría orientada a evitar que, en el futuro, el nuevo individuo padezca alguna enfermedad genética de gravedad, además de que el beneficio no sería solo para el individuo tratado a través de este tipo de terapia, sino que se beneficiaría también a sus posibles descendientes. No obstante, dicha terapia presenta problemas éticos de envergadura, debido a que hay riesgos asociados a este tipo de intervenciones, tanto desconocidos como conocidos. Entre estos últimos, el de mayor importancia atañe al lugar del genoma donde 101 se integra el transgén, lo que ya hemos denominado muta génesis por inserción, que puede alterar la función normal de los genes nativos y provocar efectos colaterales ines perados. Por ello, parece prudente que no se permitan las terapias génicas en la línea germinal hasta tener un co nocimiento certero de los riesgos y beneficios que entra ña dicha terapia, debido a que los posibles peligros para el paciente y sus descendientes superan a los beneficios que, con los conocimientos actuales, les podría reportar. Además, aunque los fines que plantea este tipo de terapia génica en la línea germinal sean aceptables, resulta extre madamente difícil que los futuros padres se presten a su realización, debido a que no es posible prever las posibles consecuencias de la manipulación realizada. En este sen tido, y con los conocimientos actuales, es ya posible que progenitores afectados de enfermedades genéticas tengan hijos libres de ellas, recurriendo a la fecundación in vitro y posteriormente seleccionando mediante diagnóstico gené tico preimplantacional aquellos embriones, entre los pro ducidos, que no tengan el defecto genético. Por tanto, no es necesario correr los riesgos que la terapia génica germinal conlleva, al menos hoy en día. Por otra parte, es previsible la posibilidad de utilizar la terapia génica germinal para ejercer alteraciones gené ticas no terapéuticas, intentando mejorar la condición ge nética del individuo al insertar un gen que mejore ciertas cualidades, como la belleza, la inteligencia, las aptitudes deportivas o la prolongación de la vida. Actualmente no disponemos aún de los medios técnicos para inducir estos cambios, pero es posible que con el tiempo algunos de ellos sean más accesibles. La aplicación de esta mejora genéti ca conlleva una serie de problemas, difíciles de resolver, 102 acerca de los genes que deben ser transferidos, los grupos sociales que tendrán acceso a este tipo de terapias (con el riesgo de incrementar las diferencias sociales), la posible discriminación contra los individuos que reciban el gen o contra los que no lo reciban, etc. La aceptación en la socie dad de la mejora genética llevaría, muy probablemente, a la discriminación y a la devaluación de ciertas categorías de personas cuyos genes no se considerasen dignos de imitar. Así, la terapia génica en línea germinal viene siendo re chazada de manera unánime por la legislación internacio nal (unas veces en forma de moratoria, otras en forma de prohibición expresa). Y, en síntesis, las principales razones éticas que sustentan este rechazo son la incertidumbre en cuanto al alcance de sus consecuencias sobre los pacientes y sobre la especie humana en general, la vulneración de un derecho colectivo representado por el patrimonio genético de futuros seres humanos, el derecho a la biodiversidad y la ausencia de consentimiento de los futuros seres que van a ver alterado su genotipo. En resumen, la terapia génica se encuentra aún en fase de desarrollo y los protocolos de investigación en esta área deben ser realizados por profesionales de la salud con la ca pacidad necesaria para asegurar la integridad del paciente, primando el respeto a su dignidad, bienestar y derechos, encontrándose justificados solo cuando los beneficios es perados sean mayores que los riesgos previsibles. 103 Epílogo Las perspectivas de la terapia génica en las próximas dé cadas se verán influidas por tres cuestiones principales: la percepción acerca de estas terapias por parte del públi co en general, la manufactura de los productos generados para las terapias y ciertas consideraciones comerciales. La percepción pública de la terapia génica se ha visto perju dicada por los resultados adversos que se han obtenido en algunos casos, especialmente en los inicios de este tipo de terapia, mencionados en el capítulo 2. Además, existe una cierta preocupación acerca de la ingeniería genética y los organismos modificados genéticamente (“transgénicos”). La sociedad, en general, tiene una limitada capacidad para discernir entre diferentes formas de manipulación genética y engloba incluso las formas más simples de terapia génica junto con los cultivos vegetales y animales transgénicos y con los animales clonados (la oveja Dolly, por ejemplo), lo que genera un rechazo generalizado a todo el conjunto. Así, en el futuro, resultará de crucial importancia llevar a cabo la divulgación de forma seria y rigurosa de sus objetivos y 104 logros, de forma que la opinión pública tenga argumentos suficientes para juzgar su conveniencia, así como que los ensayos clínicos de estas terapias se lleven a cabo de acuer do con unas estrictas directrices, en las que se contemplen prioritariamente criterios de seguridad de los pacientes. La producción a gran escala de muchos de los mejo res sistemas de vectores ha sido objeto de obstáculos signi ficativos e, incluso hoy en día, la producción de suficiente cantidad de vector para ensayos clínicos de gran enverga dura es problemática; todavía supone un reto la produc ción de vectores a escala comercial y el control de los procesos de producción para virus mutados o recombinantes. Sin embargo, se están realizando progresos tangibles y es pro bable que se disponga de sistemas adecuados para la ma nufactura de muchos vectores para cuando se establezca la eficacia clínica de las fases finales de los ensayos clínicos. Las consideraciones comerciales han influido muy notablemente en el desarrollo de la terapia génica. El he cho de que muchos ensayos clínicos y la investigación acerca de estas terapias sean realizados por la industria farmacéutica —o financiados por ella— con el fin último de desarrollar las terapias comercialmente como “medica mentos” ha sometido a presión a los investigadores y la industria para desarrollar terapias enfocadas a indicacio nes con un amplio mercado (para el tratamiento de las en fermedades más frecuentes en la población). Esto supone que enfermedades más raras —como algunas de las mo nogénicas— hayan atraído una atención menor, mientras que otras mayoritarias —como las cardiovasculares o el cáncer— centran el foco de interés. Sin embargo, las en fermedades raras son a menudo dianas mucho más fáciles de abordar para la terapia génica. Buen ejemplo de ello 105 son las ya mencionadas hemofilias, que han recibido unaconsideración discreta por parte de alguna compañía bio tecnológica, pero muchas otras enfermedades permanecen aún sin abordar. La presión para estudiar preferentemente enfermedades mayoritarias ha hecho que una gran mayo ría de los ensayos clínicos se haya centrado en ellas y esta es una de las razones por las que ha habido tantos ensayos carentes de éxito en la última década. En la mayoría de los casos no estaba claro qué genes convenía utilizar para el tratamiento de estas enfermedades más complejas, por lo que, en vez de ensayos para evaluar la eficacia de la trans ferencia de genes que se sabía que serían adecuados, lo que se ha ensayado ha sido la idoneidad o eficacia de los propios genes utilizados. Otro asunto de interés comercial atañe a la propie dad intelectual. La mayor parte de las terapias génicas implica tratamientos complejos a los que afectan múlti ples patentes. Para una única terapia se requieren las pa tentes o licencias para sistemas de vectores o sus compo nentes in dividuales, promotores, elementos reguladores, genes terapéuticos, procesos de manufacturado, etc. Muy pocas compañías son capaces de reunir todos los elemen tos que son necesarios para un tratamiento óptimo, puesto que otras compañías que controlan los componentes clave a menudo idealizan su valor de una forma irreal, y el efecto aditivo de los derechos de los muchos componentes impli cados se convierte en un factor limitante de gran impor tancia. Esto significa que los ensayos clínicos que se llevan a cabo pueden no ser siempre los mejores disponibles, sino que son aquellos para los cuales se dispone de licencia, lo que puede también contribuir a la tasa de fracaso de los ensayos clínicos realizados. Por ello, sería recomendable 106 que se firmasen acuerdos de colaboración entre los dife rentes intereses implicados, con espíritu cooperativo más que competitivo, a fin de obtener las mejores combina ciones de tecnologías que puedan ser aplicadas a los pro blemas que se abordan. Además, dado que el campo de la terapia génica requiere de un mayor número de éxitos adi cio nales para continuar atrayendo el apoyo de la sociedad y obtener nueva financiación, quizá sería más adecuado cen trarse en conseguir el éxito a corto plazo en las enfermeda des más “fáciles” pero menos lucrativas que continuar fa llando en las indicaciones más frecuentes. No obstante, y como conclusión, parece que la terapia génica está en camino de cumplir las promesas planteadas hace tan solo dos décadas, a pesar de los graves reveses que experimentó en los primeros tiempos. Los riesgos asocia dos con este tipo de terapia ya se están afrontando con éxi to o están siendo investigados en profundidad. La reciente aprobación de productos de terapia génica para su comer cialización en el mercado europeo constituye un impor tante hito e incrementa la esperanza de muchos pacientes que sufren enfermedades raras y también de pacientes de muchas otras enfermedades más comunes, para los que hasta el momento no había ninguna otra cura disponible. Dado el avance en este campo, parece que en el fu turo se identificarán más dianas para la terapia génica, fundamentalmente como resultado de la rápida capacidad de identificar asociaciones entre genes específicos y en fermedades humanas, particularmente tras la finalización del Proyecto Genoma Humano, en el que se secuenció el genoma completo de nuestra especie (se leyó la secuencia de “letras” que lo componen). Esto incluye tanto enfer medades monogénicas como multifactoriales, en las que 107 participan redes complejas de factores tanto genéticos como ambientales. Sin embargo, el avance no ha sido tan rápido como muchos científicos predijeron en las prime ras épocas, aunque ha habido un progreso constante en la obtención de evidencias de los beneficios clínicos para muchas enfermedades y, hasta la fecha, ningún obstáculo que pareciese insalvable. El futuro acerca del impacto clí nico último que la terapia génica tendrá en cada una de las diferentes situaciones a las que se pretende aplicar es todavía incierto, aunque prometedor. 109 BIBLIOGRAFÍA Anderson, W. F. (1995): “Terapia génica”, Investigación y Ciencia, 230, pp. 6063. Blaese, R. M. (1997): “Terapia génica contra el cáncer”, Investigación y Ciencia, 251, pp. 5863. Cotrim, A. P. y Baum, B. J. (2008): “Gene therapy: some history, ap plications, problems, and prospects”, Toxicologic Pathology, 36, pp. 97103. Disponible en http://tpx.sagepub.com/content/36/1/97.full. pdf+html Felgner, P. L. (1997): “Terapia génica sin virus”, Investigación y Ciencia, 251, pp. 5257. Friedman, T. 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Terapia génica Blanca Laffon, Vanessa Valdiglesias y Eduardo Pásaro ¿QUÉ SABEMOS DE? La terapia génica ha supuesto una revolución en la manera de abordar el tratamiento de ¿QUÉ SABEMOS DE? B la nc a La ff on , V an es sa V al di gl es ia s y E du ar do P ás ar o T E R A P IA G É N IC A 59 ISBN: 978-84-00-09905-3 Terapia génica ¿QUÉ SABEMOS DE? 1. El LHC y la frontera de la física. Alberto Casas 2. El Alzheimer. Ana Martínez 3. Las matemáticas del sistema solar. Manuel de León, Juan Carlos Marrero y David Martín de Diego 4. El jardín de las galaxias. Mariano Moles 5. Las plantas que comemos. Pere Puigdomènech 6. Cómo protegernos de los peligros de Internet. Gonzalo Álvarez Marañón 7. El calamar gigante. Ángel Guerra Sierra y Ángel F. González González 8. Las matemáticas y la física del caos. Manuel de León y Miguel Á. F. Sanjuán 9. Los neandertales. Antonio Rosas 10. Titán. Luisa M. Lara 11. La nanotecnología. Pedro A. Serena Domingo 12. Las migraciones de España aIberoamérica desde la Independencia. Consuelo Naranjo Orovio 13. El lado oscuro del universo. Alberto Casas 14. Cómo se comunican las neuronas. Juan Lerma 15. Los números. Javier Cilleruelo y Antonio Córdoba 16. Agroecología y producción ecológica. Antonio Bello, Concepción Jordá y Julio César Tello 17. La presunta autoridad de los diccionarios. Javier López Facal 18. El dolor. Pilar Goya Laza y Mª Isabel Martín Fontelles 19. Los microbios que comemos. Alfonso V. Carrascosa 20. El vino. Mª Victoria Moreno-Arribas 21. Plasma: el cuarto estado de la materia. Teresa de los Arcos e Isabel Tanarro 22. Los hongos. M. Teresa Telleria 23. Los volcanes. Joan Martí Molist 24. El cáncer y los cromosomas. Karel H.M. van Wely 25. El síndrome de Down. Salvador Martínez Pérez 26. La química verde. José Manuel López Nieto 27. Princesas, abejas y matemáticas. David Martín de Diego 28. Los avances de la química. Bernardo Herradón García 29. Exoplanetas. Álvaro Giménez 30. La sordera. Isabel Varela Nieto y Luis Lassaletta Atienza 31. Cometas y asteroides. Pedro José Gutiérrez Buenestado 32. Incendios forestales. Juli G. Pausas 33. Paladear con el cerebro. Francisco Javier Cudeiro Mazaira 34. Meteoritos. Josep Maria Trigo Rodríguez 35. Parasitismo. Juan José Soler 36. El bosón de Higgs. Alberto Casas y Teresa Rodrigo 37. Exploración planetaria. Rafael Rodrigo 38. La geometría del universo. Manuel de León 39. La metamorfosis de los insectos. Xavier Bellés 40. La vida al límite. Carlos Pedrós-Alló 41. El significado de innovar. Elena Castro Martínez e Ignacio Fernández de Lucio 42. Los números trascendentes. Javier Fresán y Juanjo Rué 43. Extraterrestres. Javier Gómez-Elvira y Daniel Martín Mayorga 44. La vida en el universo. F. Javier Martín-Torres y Juan Francisco Buenestado 45. La cultura escrita. José Manuel Prieto 46. Biomateriales. María Vallet Regí 47. La caza como recurso renovable y la conservación de la naturaleza. Jorge Cassinello Roldán 48. Rompiendo códigos. Vida y legado de Turing. Manuel de León y Ágata Timón 49. Las moléculas: cuando la luz te ayuda a vibrar. José Vicente García Ramos 50. Las células madre. Karel H.M. van Wely 51. Los metales en la Antigüedad. Ignacio Montero 52. El caballito de mar. Miquel Planas Oliver 53. La locura. Rafael Huertas 54. Las proteínas de los alimentos. Rosina López Fandiño 55. Los neutrinos. Sergio Pastor Carpi 56. Cómo funcionan nuestras gafas. Sergio Barbero Briones 57. El grafeno. Rosa Menéndez y Clara Blanco 58. Los agujeros negros. José Luis Fernández Barbón 59_Terapiagénica.indd 159_Terapiagénica.indd 1 12/2/15 13:5112/2/15 13:51 las enfermedades humanas, puesto que ha abierto un nuevo horizonte que permite la curación de aquellas para las que hasta el momento solo existían tratamientos orien- tados a paliar sus síntomas. Los importantes descubrimien- tos acerca de cómo manipular el material genético en el laboratorio y cómo introducir este material directamente en las células suscitaron la idea de que fuera posible aplicar estas metodologías al tratamiento de las enfermedades con componente genético. Así nace la terapia génica, que consiste en introducir un gen en las células de un paciente para corregir un defecto genético o dotarlas de una nueva función. Este libro explica esta nueva rama de la medicina para que el lector conozca en qué consiste, sus aplicaciones más frecuentes y sus posibles ventajas e inconvenientes. Terapia génica. Colección ¿Qué sabemos de?nullnull Página legal Índice 1 El genoma y los genes: empecemos por el principio 2 Repasemos brevemente la historia de la terapia génica 3 Una introducción: fundamento y tipos 4 Mecanismos para realizar la transferencia de genes 5 Dónde y cómo se puede aplicar 6 Distintas aplicaciones 7 Las cuestiones éticas que plantea Epílogo Bibliografía