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Segundo Apartado: “Nudos conceptuales y desenlaces”
“LA TEORÍA DE LA TIPIFICACIÓN COMO FUNDAMENTO
DE LA CONSTRUCCIÓN DEL SENTIDO COMÚN”
Weber, Schutz y Bauman
Martha Casanova
La raíz fundamental que une a estos autores es la preocupación
por la acción humana, el interés por desmenuzar el sentido de los
actos humanos supone una confrontación con la escuela positivista de
la sociología francesa (Comte, Durkheim). El origen de esta mirada
debe buscarse en las fuentes de la tradición filosófica neokantiana que
cuestionaba la posibilidad de equiparar las ciencias sociales a las
ciencias naturales.
A fines del siglo XIX Alemania transita la discusión en torno a la
legitimidad de aplicar los métodos de las ciencias naturales al estudio
de la vida humana. Surge así la distinción entre ciencia de la naturaleza
y ciencia del espíritu, que se corresponden con la distinción kantiana
entre Razón Pura y Razón Práctica y las oposiciones clásicas de cuerpo
y alma, física y moral o espíritu y materia.
El representante más importante de esta brecha entre “las ciencias
del espíritu” y las ciencias naturales fue Wilhelm Dilthey (1833-1911),
el cual sostenía que los hechos de la vida humana sólo pueden ser
intuidos, y para lograrlo es necesario estar impregnado del espíritu de
la época. Cada acontecimiento de la historia es único e irrepetible y
por lo tanto es inútil buscar leyes que transciendan la cultura propia de
cada pueblo. Para Dilthey intuir es “comprender”, o sea, reconstruir
en mí los estados psíquicos de los otros. El problema que plantea este
método para la sociología es el de la subjetividad, pero subjetividad
no es en el sentido de como acceder a la subjetividad de otro, sino en
el sentido del investigador, es decir, plantea el problema de la
imposibilidad de reconstruir reglas que permitan a dos investigadores
unificar criterios de comprensión de un mismo fenómeno. La
comprensión diltheiana no permite esto y depende de la pura intuición
de cada investigador, con lo cual cualquier proyecto de ciencias sociales
encuentra un escollo insalvable desde sus primeros pasos. El primer
intento por superar esta imposibilidad fue el de Max Weber.
Casanova, Marta. Dra. en
Filosofía. Ex-profesora de la
Carrera de Sociología de la
UBA. Profesor del Curso de
Formación en Psicología
Social. Fac. de Psicología.
UNC. en 1998.
Notas para una Psicología Social
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Weber participa desde sus inicios en la discusión entre
positivistas y comprensivistas y propone una salida que es una síntesis.
Por un lado Weber valoraba profundamente la capacidad explicativa,
valoraba la rigurosidad metodológica, pero a diferencia de Durkheim,
Weber coloca en el centro de la sociología a la “acción”, y para hablar
de la acción humana necesitaba introducirse en las dimensiones
subjetivas de los individuos, es decir, a la cuestión de las intenciones y
para ello el positivismo no tenia herramientas, y recurre al
comprensivismo. Veamos la conceptualización que hace de acción
social. La definición que da Weber de acción, es la de toda conducta
subjetivamente significativa, es decir, toda conducta que, para el propio
actor tiene un significado. Si un individuo realiza una acción y no
tiene idea de porque la realiza, en términos weberianos esto no es una
acción sino una conducta, para que haya una acción el actor debe
reconocer el motivo, por ejemplo debe poder decir “yo hice esto porque
era la mejor manera de obtener tal fin”, estaríamos entonces frente a
una acción racional con arreglo a fines, pero también podría decir el
actor “yo hice esto porque siempre se hizo así”, entonces estaríamos
frente a una acción tradicional. Pero en cualquiera de los dos casos los
actores conocen el motivo de sus acciones, por lo que podemos decir
que una acción es “subjetivamente significativa” cuando el actor conoce
el motivo que lo llevó a realizarla.
En el desarrollo hecho hasta aquí tenemos los elementos para ir
definiendo el método de la sociología comprensivista. ¿Qué es
comprender?, dijimos que comprender es tratar de reconstruir el motivo
que tuvo un individuo para actuar. Recordemos que la manera en Weber
lleva a cabo tal reconstrucción es mediante el método de los tipos
ideales. En este punto Weber se separa del método comprensivista de
Dhilthey que pretende comprender la acción y producción de los
individuos mediante la pura intuición. Los tipos ideales son modelos
de acción donde hay un individuo ideal, puramente racional, que se
mueve dentro de dichos modelos según las mejores opciones, así por
ejemplo, en economía, el tipo ideal: Homo Economicus, supone un
individuo que actúa maximizando las ganancias y minimizando los
costos, y permite construir un modelo de acciones típicas. El tipo ideal
weberiano no es una ley que pueda y deba corroborarse, sino que es
una herramienta que permite comparar la realidad, para darle un orden
y para generar hipótesis interpretativas sobre situaciones reales y ver si
hay un comportamiento más o menos desviado con respecto al tipo
ideal y ver por qué es así.
Según Weber, para que una acción sea acción social, su
significado o sentido debe estar orientado por la conducta de otros y
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Segundo Apartado: “Nudos conceptuales y desenlaces”
para definirla dice: “Por relación social debe entenderse una conducta
plural que por el sentido que encierra, se presenta recíprocamente
referida, orientándose en esa reciprocidad” y más adelante agrega:
“La relación social consiste, pues, plena y exclusivamente, en la
probabilidad de que se actuara socialmente en una forma (con sentido)
indicable; siendo indiferente, por ahora, aquello en que la probabilidad
descansa”. Si bien Weber nos brinda criterios metodológicos para definir
acción social (la acción que se realiza pensando en la acción de otros)
y la relación social (la probabilidad de un conjunto de acciones sociales
recíprocamente referidas), para Schutz este planteo continúa encerrado
en el individuo (piense en la critica de N. Elías a la dicotomía individuo-
sociedad) y por lo tanto en el agregado de individuos con “un mínimo
de recíproca bilateralidad”, basado en una probabilidad económica,
política o lo que fuera, es decir, “con mínimo de intereses comunes”,
y que por lo tanto carece de un fundamento que permita explicar esa
probabilidad de que los individuos actúen por intereses comunes y
que respondan adecuadamente a las expectativas de los otros. Para
superar la ausencia teórica que dé cuenta de la inter-subjetividad, Schutz
desarrollará la teoria de la tipificacion como generadora del
conocimiento del sentido común y por lo tanto como categoría
fundamental de la socialización.
Para comprender mejor la propuesta teórica de Schutz debemos
situar su proyecto como la búsqueda de una fundamentación filosófica
a la sociología de Max Weber, discípulo de Husserl Schutz, encuentra
en la fenomenología los elementos para superar la concepción de
acción social de Weber, ya que para nuestro autor Weber, no logra
explicar cómo logra el actor representarse a los otros como personas
separadas con sus propias experiencias subjetivas. Husserl emprende
una dura critica al positivismo ya que éste pretende naturalizarlo todo,
incluso el mundo social que para este es una formación espiritual en
nosotros y en nuestra vida histórica “es un contrasentido considerar la
naturaleza del mundo circundante como algo de por sí ajeno al espíritu
y querer cimentar la ciencia del espíritu sobre la ciencia de la
naturaleza”, hasta aquí Husserl no difiere de la postura de Dilthey,
pero extiende su critica al psicologismo y al historicismo ya que para
él no están capacitados para dar sostén metodológico al conjunto de
las ciencias sociales, sólo la fenomenología puede dar esta base que
permita construir un objeto propio y permanente a las ciencias
humanas. Este carácter permanente implica liberarse de las variaciones
históricas, que impide al historicismo plantear, empíricamente, la
formulación de leyes universales. Este objeto propio, de las ciencias
humanas, no es otra cosa que la esenciade los hechos, según Husserl
“Un hecho puede no corresponder exactamente a su esencia a causa
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de ciertas disposiciones contingentes, pero es por ejemplo imposible
hacer una investigación empírica en la historia del arte si no sabemos
previamente que es arte”. Para apreciar el valor artístico de una obra,
nos dice, tenemos que tener una idea de arte, saber cuál es la esencia
del arte, y así con todas las cosas que forman el mundo de la cultura, la
posibilidad de acceder a las esencias pertenece a la fenomenología y
sólo diremos aquí, que para Husserl esta clara determinación, de las
esencias del mundo de la vida, proporciona una tipología permanente
para estudiar las individualidades y las producciones históricas de los
individuos.
Para Schutz el problema de la fenomenología husserliana de
cómo hago yo, desde mi conciencia, para entender al otro como
individuo y no como un simple objeto que es imaginado por mí, se
traduce en cómo hago yo para saber que ese individuo no es sólo una
representación de mí conciencia, sino que además es un sujeto que
tiene conciencia, y con el que puedo interactuar. La solución de Schutz
no es trascendental, es empírica, busca el origen de tal tipología, no en
la esencia inmutable de la cosa, sino en la interacción de los individuos;
sólo podemos construir el sentido de la cultura juntos a otros sujetos
sociales. No somos individuos si no hay otros individuos, sean estos
nuestros padres, maestros, amigos, etc. Para realizarnos como
individuos, para conformar nuestra conciencia, tenemos que ingresar
a la construcción social del sentido, es decir, socializarnos y por lo
tanto, concluye Schutz, la intersubjetividad es la condición necesaria
de la subjetividad individual. Introduzcámonos ahora a la categoría
fundamental de su formulación: la TIPIFICACION.
Para Schutz, la interpretación del mundo se da mediante las
experiencias previas, propia o recibidas, a las cuales él denomina
“conocimiento disponible”. Mediante tal interpretación distinguimos
en el mundo los objetos que lo conforman, así como sus cualidades.
Veamos al comienzo de Cien Años de Soledad de Gabriel García
Márquez, cómo podían los habitantes de Macondo interpretar al objeto
hielo, sobre el cual no tenían conocimiento previo alguno y cuya
cualidad de “frío extremo” desconocían totalmente.
“Muchos años después, frente al pelotón de
fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar
aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el
hielo.
Estaban obstinados en que su padre los llevara a
conocer la portentosa novedad de los sabios de Memphis,
anunciada a la entrada de una tienda que, según decían,
perteneció al rey Salomón. Tanto insistieron, que José Arcadio
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Buendía pagó los treinta reales y los condujo hasta el centro
de la carpa, donde había un gigante de torso peludo y
cabeza rapada, con un anillo de cobre en la nariz y una
pesada cadena de hierro en el tobillo, custodiando un cofre
de pirata. Al ser destapado por el gigante, el cofre dejó
escapar un aliento glacial. Dentro sólo había un enorme
bloque transparente, con infinitas agujas internas en las
cuales se despedazaba en estrellas de colores la claridad
del crepúsculo. Desconcertado, sabiendo que los niños
esperaban una explicación inmediata, José Arcadio Buendía
se atrevió a murmurar:
- Es el diamante más grande del mundo.
- No –corrigió el gitano-. Es hielo.
José Arcadio Buendía, sin entender, extendió la mano
hacia el témpano, pero el gigante se la apartó. “Cinco reales
más para tocarlo”, dijo, José Arcadio Buendia los pagó, y
entonces puso la mano sobre el hielo y la mantuvo puesta
por varios minutos, mientras el corazón se le hinchaba de
temor y de júbilo al contacto del misterio. Sin saber qué
decir, pagó otros diez reales para que sus hijos vivieran la
prodigiosa experiencia. El pequeño José Arcadio se negó a
tocarlo. Aureliano en cambio, dio un paso hacia adelante,
puso la mano y la retiró en el acto. “Esta hirviendo”, exclamó
asustado. Pero su padre no le prestó atención. Embriagado
por la evidencia del prodigio, en aquel momento se olvidó
de la frustración de sus empresas delirantes y del cuerpo de
Melquíades abandonando al apetito de los calamares. Pagó
otros cinco reales, con la mano puesta en el témpano, como
expresando un testimonio sobre el texto sagrado, exclamó:
- Este es el gran invento de nuestro tiempo”.
El único modo de interpretar aquello totalmente desconocido
es mediante las experiencias previas directas e indirectas, que a sus
ojos implicará alguna similitud con lo nuevo: así hielo = diamante, lo
mismo ocurre con su cualidad más evidente, es por eso que el padre
de Aureliano cuando toca el hielo dice: Está hirviendo.
Los objetos no se presentan a nuestro conocimiento en forma
aislada, sino formando parte, con otros objetos, de conjuntos más
amplios. Las relaciones que enlazan a los diferentes objetos en una
configuración determinada, no están visibles en los objetos mismos,
por el contrario, constituyen un proceso mental que realizamos
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mediante nuestro “conocimiento disponible”, así cuando vemos un
poste en el borde de la acera, con un cartel en su extremo donde están
escritos, un número y una serie de calles y avenidas, sabemos que se
trata de una parada de colectivos y también sabemos que si extendemos
el brazo justo allí, el colectivo que lleva el mismo número en su letrero
se detendrá, también sabemos que si junto al poste hay otras personas,
antes que nosotros, debemos ubicarnos detrás de ellas y subir al
colectivo después que ellas. Este conjunto de actividades e
interpretaciones, obvias de nuestra vida cotidiana, supone un
conocimiento previo que las enmarcan en los modos habituales de
detener y ascender a un vehículo de pasajeros. Esta configuración
funciona como clave de interpretación anticipada para situaciones
similares posibles en el futuro. Los modelos de acción que se activan
frente a estas situaciones similares y que nos permiten movernos
eficazmente en la vida cotidiana constituyen lo que Schutz denominaba
“tipificaciones”.
Las tipificaciones se extienden plenamente en el lenguaje, para
Schutz el lenguaje es el medio más importante que posee la sociedad
para darle al individuo una identidad de permanencia, en sus propias
palabras: “El medio tipificador por excelencia a través del cual se
trasmite el conocimiento socialmente derivado, es el vocabulario y la
sintaxis del lenguaje diario”. ¿No ha visto, acaso? La palabra, ese
símbolo bifronte como el dios Jano; por un lado puente imprescindible
para la comunicación, que siempre es imposible justamente por la
palabra. La palabra muestra y oculta al mismo tiempo.
Es por ello que desde la tribuna política se puede arengar por la
“patria” o por la “democracia” a condición de no explicitar que hay
para cada interlocutor detrás de esos términos.
Si yo digo piensen en una casa, surgirán tantas casas como
personas estén leyendo este texto, sin embargo todos entendemos en
qué debemos pensar, ¿Cuál es el misterio de la palabra?, para Schutz
detrás de la palabra, se erige el complejo social de las tipificaciones
que orienta su uso de manera invisible, ubicándola en un contexto en
el que previamente hemos sido ubicados nosotros frente a los otros.
Volvamos a la frase “piensen en una casa”, pero ahora piensen en
pensar, palabra que paso desapercibida como la casi totalidad de las
palabras en la vida cotidiana: ¿Qué es pensar?
A simple vista parece que todos sabemos lo que es. Ante la
pregunta ¿Qué piensa de tal persona, o de tal cosa? todos podemos
responder, siempre que estemos familiarizados con la persona o con
el tema. Si vemos a una persona resolviendo ecuaciones, sabemos que
debe estar pensando. Pensar es una palabra simple de uso corriente y
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parece que se corresponde con una actividad simple. Entonces pensar,
¿es una actividad? Decimos “correr mejor”, y correr es, sin duda, una
actividad.En UBA XXI nos dicen, “hagan un esfuerzo para pensar
mejor”. ¿Qué hacemos entonces? Si fruncimos el ceño y nos ponemos
serio, ¿significa que estamos pensando mejor?”. ¿Cuál es la diferencia
entre tratar de hacer un esfuerzo para correr mejor y tratar de hacer un
esfuerzo para pensar mejor?.
El pensamiento parece simple hasta que reflexionamos acerca
de él. Nos referimos a muchas actividades distintas cuando nos
referimos a “pensar”, por ejemplo:
hablar pensativamente
hablar sin pensar
pensar antes de hablar
pensar mientras se habla
pensarse hablándose a sí mismo
pensar en alguien
pensar la solución para un rompecabezas
dejar que un pensamiento se nos cruce por la mente
silbar una tonada pensando y luego silbar sin pensar
y ahora sólo piensen
Pero podemos seguir utilizándola como si nos refiriésemos sólo
a una actividad.
Y eso es así porque aprendemos la palabra “pensar” en ciertas
situaciones y sin embargo no aprendemos a describir las tipificaciones
que atraviesan nuestro discurso para usarla correctamente en una nueva
situación.
Los objetos que nos rodean contienen infinidad de cualidades,
pero para formar parte de una tipificación, sólo algunas de ellas son
importantes, las demás desaparecen del campo de visión y por lo tanto
son inexistentes, para continuar con nuestro ejemplo de la parada de
colectivos a los fines de nuestro propósito: detener el vehículo adecuado
para que nos traslade a nuestro destino, poco y nada importa si el
poste es de metal o madera, si está pintado de azul o de negro, si
contiene una publicidad o no.
En el fragmento de Cien Años de Soledad que transcribimos a
continuación, podemos ver qué sucedería si la memoria de los
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individuos no guardara las tipificaciones que engarzan las palabras y
las cosas, la palabra y la identidad:
“Fue Aureliano quien concibió la formula que había
de defenderlos durante varios meses de las evasiones de la
memoria. La descubrió por casualidad, insomne experto,
por haber sido uno de los primeros, había aprendido a la
perfección el arte de la platería. Un día estaba buscando el
pequeño yunque que utilizaba para laminar los metales, y
no recordó su nombre. Su padre se lo dijo: “tas”. Aureliano
escribió el nombre en un papel que pegó con goma en la
base del yunquecito: tas. Así estuvo seguro de no olvidarlo
en el futuro. No se le ocurrió que fuera aquella la primera
manifestación del olvido, porque el objeto tenía un nombre
difícil de recordar. Pero pocos días después descubrió que
tenia dificultades para recordar casi todas las cosas del
laboratorio. Entonces las marcó con el nombre respectivo,
de modo que le bastaba con leer la inscripción para
identificarlas. Cuando su padre le comunicó su alarma por
haber olvidado hasta los hechos más impresionantes de su
niñez, Aurelio le explicó su método, y José Arcadio Buendía
lo puso en práctica en todo el pueblo. Con un hisopo
entintado marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj,
puerta, pared, cama, cacerola. Fue al corral y marcó los
animales y las plantas: vaca, chivo, puerco, gallina, yuca,
malanga, guineo. Poco a poco estudiando las infinitas
posibilidades del olvido, se dio cuenta de que podía llegar
un día en que se reconocieran las cosas por sus inscripciones
pero no se recordara su utilidad. Entonces fue más explícito.
El letrero que colgó en la cerviz de la vaca era una muestra
ejemplar de la forma en que los habitantes de Macondo
estaban dispuesto a luchar contra el olvido: Esta es la vaca,
hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca
leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el
café con leche. Así continuaron viviendo en una realidad
escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras,
pero que había de fugarse sin remedio cuando olvidaran
los valores de la letra escrita.
En la entrada del camino de la ciénaga se había puesto
un anuncio que decía Macondo y otro más grande en la
calle central que decía Dios existe. En todas las casas se
habían escrito claves para memorizar los objetos y los
sentimientos. Pero el sistema exigía tanta vigilancia y tanta
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fortaleza moral, que muchos sucumbieron al hechizo de
una realidad imaginaria, inventada por ellos mismos, que
les resultaba menos práctica pero más reconfortante. Pilar
Ternera fue quien más contribuyó a popularizar esa
mistificación, cuando concibió el artificio de leer el pasado
en las barajas como antes había leído el futuro”.
Aquí aparece el otro elemento fundamental para que las
tipificaciones puedan aplicarse y este es “el propósito inmediato”,
Schutz lo dice de este modo: “Es el propósito inmediato el que define
aquellos elementos que, entre todos los presentes en la situación, son
pertinentes para tal propósito”. Imaginemos una escena: en una de las
mesas exteriores de una confitería se reune un grupo de amigos a tomar
café, un físico, un químico, un sociólogo y un economista, en un
momento determinado pasa cerca de ellos a toda marcha un suntuoso
auto importado, el grupo de amigos detiene su atención en el auto. Es
posible que el fisico considere el movimiento del auto en términos de
los principios físicos que lo gobiernan, él sabe que bajo el capot una
secuencia acompasada de explosiones controladas está transfiriendo
energía en forma de cadenas de hidrocarburos a los pistones y que
mediante engranajes y barras de transmisión, el movimiento de los
pistones es transmitido a las ruedas para superar la inercia gravitatoria.
El químico, por su parte, posiblemente se detenga a evaluar los
gases despedidos y en los efectos del plomo y otros aditivos sobre los
gases producidos.
Es probable que el sociólogo reflexione sobre el papel del
automóvil en la estructura de la sociedad moderna, o que lo tome
como índice del status social de sus ocupantes. Finalmente el
economista reflexionará sobre los factores que influyen en la decisión
del comprador del automóvil, podría pensar que, por ejemplo, el
comprador ha maximizado su satisfacción, o utilidad por peso gastado.
En este ejemplo cada tipificación implica una perspectiva distinta
sobre el mismo fenómeno y que la sumatoria de las perspectivas
constituye la complejidad significativa del fenómeno y esa complejidad
puede ser captada por cualquier individuo que comparta ese mundo
de significados, del cual el mismo forme parte y por el cual se reconoce
y reconoce a los demás gracias a la reciprocidad de las perspectivas
integrando un mundo intersubjetivo.
La reciprocidad de perspectivas, en cuanto capacidad de
ponernos en el lugar del otro y desde ese lugar entender la realidad
compartida, es posible, como ideal, por el origen y la distribución
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social del conocimiento. Y como hemos visto en los ejemplos anteriores
la existencia de los otros nos ubica de hecho en un mundo de
significados compartidos, seamos o no conscientes de ellos, así el artista
revolucionario que cree vestir naturalmente con unos jeans gastados y
un sueter viejo responde a un conjunto de tipificaciones socialmente
construídas y tan significativas como la del funcionario conservador
con su traje gris, camisa blanca y corbata formal .
Si tipificar es tomar un aspecto del “otro” y definirlo a partir de
dicho aspecto, de tal forma que para el quiosquero de la esquina soy
el cliente y para el encargado del edificio soy un inquilino debemos
concluir que cuando tipificamos, también al mismo tiempo nos
autotipificamos. La experiencia más importante que se hace de los
otros se produce en la situación cara a cara y todos los otros tipos de
encuentro social deriva de esta experiencia. Yo como individuo sólo
puedo descubrir al otro a partir de mi propio “yo”. Pero el otro también
es un “yo”, que mi punto de vista separa y distingue de mí: yo estoy
aquí y los otros están allí.
Incluso las tipificaciones más anónimas reproducidas como
tradición tienen origen en las relaciones cara a cara, conel fin de
identificar un nosotros diferenciado de un ellos, es el caso de los tabúes,
por ejemplo la abstención de cerdo por parte de los judíos fue uno de
los signos por el cual los antiguos israelitas se distinguían de la tribus
que los rodeaban, así como la prohibición islámica de alcohol, fue un
medio por el cual los seguidores de Mahoma se diferenciaban de los
cristianos para los cuales el vino tiene un uso consagrado por conformar
la sustancia del primer milagro, la trasformación del agua en vino en
las bodas de Cana de Galilea.
Puedo pensar en ese “otro”:
A) Como una abstracción de la que todos los individuos
formamos parte, siempre somos otro para alguien, es decir,
una parte de nuestra identidad es ser otro para otros y
B) Puedo pensar en los otros, en términos concretos como un
grupo social diferente al nosotros al cual yo pertenezco,
por ejemplo, los hombres para las mujeres, los ricos para
los pobres o los locos para los “normales”.

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