Logo Passei Direto
Buscar
Material
páginas com resultados encontrados.
páginas com resultados encontrados.

Prévia do material em texto

Logoterapia y prevención de adicciones 
Prácticamente para todas las enfermedades exis- 
ten factores de riesgo que favorecen su declaración y 
factores protectores que la impiden. Cuando se rea- 
liza un examen retrospectivo de la evolución de una 
enfermedad, lo habitual es descubrir los factores de 
riesgo que (presuntamente) han llevado a la irrup- 
ción de la dolencia, pero no los factores protectores 
que, posiblemente, también han existido, si bien de- 
saprovechados o en medida insuficiente. 
Si, por ejemplo, analizamos las biografías de per- 
sonas que los destacan por su conducta asocial, en la 
mayoría de casos encontraremos daños ambientales 
en la infancia y nos parecerá lógico pensar que existe 
una relación entre ambas cosas. Sin embargo, sería 
precipitado atribuir de buenas a primeras una rele- 
vancia causal al factor de riesgo «daños ambienta- 
les». En cambio, si el examen de la evolución pato- 
lógica es prospectivo, se descubrirán además los 
factores protectores que, pese a los riesgos de enfer- 
mar, pueden contribuir al restablecimiento y conser- 
 
10 LIBERTAD E IDENTIDAD 
vación de la salud. Si, por ejemplo, observamos du- 
rante un periodo de tiempo prolongado a niños que 
viven en un entorno dañino, llegaremos a la sor- 
prendente conclusión de que cerca de un 50 % de 
ellos se convierten en adultos normales de conducta 
poco llamativa, se hayan sometido o no a tratamiento 
psicoterapéutico. En los trastornos psicorreac-tivos 
infantiles, el índice de remisión espontánea es incluso 
mayor, hasta un 60 % o un 80 % (según el profesor 
Remschmidt, de Marburgo). Por consiguiente, los 
factores protectores son capaces de hacer disminuir la 
probabilidad (aumentada por factores de riesgo) de 
declaración de una enfermedad. 
Finalmente, no es tan importante la existencia de 
factores de riesgo o la falta de factores protectores 
como la distinta proporción de ambos grupos de 
factores. Si predominan los primeros existirá un pe- 
ligro patológico elevado, mientras que si prevalecen 
los segundos podrá imponerse una estructura de vida 
sana. Por consiguiente, si queremos investigar factores 
de riesgo deberemos determinarlos en personas 
enfermas (y en los estresores de sus vidas). En 
cambio, para formular los factores protectores 
deberemos centrarnos en personas sanas (y en su 
«techo protector» psíquico). 
En lo referente a la problemática de las adiccio- 
nes, actualmente conocemos numerosos factores de 
riesgo. Los principales precedentes son la deprivación 
infantil, la escasa autoconfianza, la baja tolerancia 
ante la frustración, la seducción y los mode- 
 
LOGOTERAPIA Y PREVENCIÓN [...] 11 
los erróneos. Un entorno demasiado exigente o de- 
masiado permisivo, las decepciones, el mal de amo- 
res, la actitud chulesca y la labilidad en general di- 
bujan una carrera adictiva típica. A todo ello cabe 
añadir las voces de expertos que apuntan a la heren- 
cia genética, así como los diagnósticos médicos que 
no excluyen determinadas variables orgánicas. No 
cabe duda de que el organismo del adicto reacciona 
de manera distinta a la sustancia adictiva que el del 
no adicto; el único punto controvertido es si esta di- 
ferencia es anterior o posterior al consumo abusivo. 
Pero todo ello resulta estéril a la hora de prevenir 
adicciones. Una prevención eficaz no debe concen- 
trarse únicamente en hacer todo lo posible para evi- 
tar estos factores de riesgo, sino que, simultánea- 
mente, está obligada a poner coto a la lenta pérdida 
de factores protectores en la población. La preven- 
ción de adicciones, aparte de denunciar públicamen- 
te los peligros, debe poner el acento en la protección 
y situarla por encima de la amenaza. Su obligación 
es dar un giro positivo en la proporción de lo enfer- 
mizo y lo saludable de manera que las catástrofes 
humanas y sociales se sofoquen de raíz en vez de la- 
mentarnos cuando éstas ya se han desbordado. Pre- 
vención significa, ante todo, ocuparse de los aspec- 
tos del éxito que hay que anteponer al fracaso. 
Siendo esto así, ¿qué elementos espirituales y 
mentales del ser humano impedirán que la gente en- 
ferme (de adicción)? El neurólogo y psiquiatra vie- 
nes Viktor E. Frankl (1905-1997), fundador de la 
 
12 LIBERTAD E IDENTIDAD 
logoterapia, esbozó y comprobó en la práctica unas 
tesis brillantes en el marco de esta disciplina psico- 
terapéutica. Según Frankl, el ser humano sano y 
mentalmente estable no aspira por naturaleza a la 
felicidad sino al sentido. La existencia propia se llena 
de significado y la vida merece la pena vivirla cuando 
hay una dedicación a algo fascinante, a un objetivo 
autoimpuesto, a una obra o a las personas queridas. 
La felicidad aparece entonces en forma de efecto 
secundario y los posibles periodos de infelicidad 
vividos se podrán soportar valientemente desde el 
conocimiento de que en el obrar propio existe, a pesar 
de todo, un sentido. Quien sabe de algo que necesita 
su fuerza y que vale la pena aplicarla, también obtiene 
esta fuerza. 
Es decir: el ser humano es feliz —y también capaz 
de sufrir— cuando descubre significados que 
enriquecen y llenan su vida. En la misma medida, el 
ser humano posee factores protectores de la alegría y 
la energía que lo «levantan» en momentos de crisis y 
lo mantienen en pie para vivir el día a día. Un lector 
de mis libros expresó claramente esta idea en una 
carta que me escribió: 
Soy alcohólico, pero llevo más de un año sin beber. 
La ocasión decisiva de hacer algo contra la adicción no 
llegó de las distintas terapias a las que me sometí, sino 
de la vida. A mi mujer —que me había dejado, entre 
otros motivos, por mi consumo excesivo de alcohol — 
no le iban bien las cosas y yo quería conservar mi 
 
L0G0TERAPIA Y PREVENCIÓN [...] 13 
puesto de trabajo para poder mantenerla, a ella y a 
nuestra hija. Así que me volví abstemio. Los terapeu- 
tas me habían hecho creer que era un poco «egoísta», 
pero con eso no iba a ninguna parte. ¿Para qué iba a 
renunciar al alcohol? ¿Para seguir siendo esclavo de 
mi egoísmo? Me despreciaba a mí mismo por mi 
maldita debilidad. Pero cuando pasó lo de mi mujer, 
vi de repente un sentido en el hecho de estar sano. 
Esto es lo que me ha dado fuerzas hasta hoy. Ahora 
puedo librarme de la culpa con la que cargué tanto 
tiempo. Soy una persona distinta. 
Como vemos, la estimulación terapéutica para 
conseguir (egoístamente) la satisfacción personal de 
una necesidad no ha aportado nada en este caso. 
Podemos admitir que, durante su época de consumo 
creciente de alcohol, el remitente de esta carta se 
orientó demasiado hacia sus propias necesidades y 
demasiado poco hacia el sentido de la situación. De 
no ser así, se habría dado cuenta del sentido de echar 
el «freno de emergencia» ya antes de la división de su 
matrimonio y habría intentado dejar la bebida para 
salvar, no en último lugar, a la familia. Pero el 
hombre no fue consciente de ese sentido y no obtuvo 
de él (como factor protector) la fuerza necesaria para 
la abstinencia hasta que la mujer y la hija estuvieron 
en peligro. 
Por tanto, las posibilidades de la logoterapia de 
Viktor E. FrankI para prevenir adicciones se pueden 
agrupar en tres «paquetes de ayuda» distintos: 
 
14 LIBERTAD E IDENTIDAD 
1. Ayuda para encontrar un sentido en la vida. 
2. Ayuda para tomar decisiones llenas de sentido. 
3. Ayuda para mantener las decisiones llenas de 
sentido. 
La superación exitosa de la adicción del autor de 
la carta anterior muestra lo extraordinariamente im- 
portantes que son estas tres ayudas: 
1. El hombre encontró un sentido en la vida: 
ayudara su mujer. 
2. Tomó una decisión llena de sentido: dejar la 
bebida para conservar su puesto de trabajo. 
3. Mantuvo su decisión llena de sentido sin pro- 
bar el alcohol durante un año. 
Naturalmente, cuanto más se prolonga una enfer- 
medad adictiva, más difícil es para el adicto sacar 
partido de los «paquetes de ayuda» logoterapéutica. 
La capacidad de tomar decisiones en firme y, sobre 
todo, percibir el sentido se ve reducida en un cere- 
bro enturbiado por el alcohol o las drogas. Sin em- 
bargo, cuando se trata de prevenir, los tres «paque- 
tes de ayuda» tienen un efecto inmunizador frente a 
casi todas las tentaciones neuróticas. La persona 
que ha desarrollado por principio una disposición 
para buscar lo que en cada momento tiene más sen- 
tido, ajustar las decisiones vitales a su propia vida y 
mantenerlas con una aceptación interior, esa perso- 
na no descarrilará tan rápido, ni siquiera seducida 
 
LOGOTERAPIA Y PREVENCIÓN [...] 15 
por una adicción. Le quedará un asidero al que co- 
gerse incluso sobre el empinado suelo de una gran 
desgracia. 
A continuación examinaremos por separado los 
tres «paquetes de ayuda» logoterapéuticos. 
I. Encontrar un sentido en la vida 
El sentido no se puede (ni debe) dar. En cierto 
modo siempre está presente, brillando en cada posi- 
bilidad concreta que tiene el ser humano de reali- 
zarse y hacer que su mundo personal y social sea un 
poco mejor, más claro y filantrópico. Para ello, la 
cantidad de posibilidades de sentido existentes no 
depende de la calidad de los «rincones del mundo» 
en los que uno se halla. Los impulsos de sentido 
dormitan en lo positivo y lo negativo. 
Pongamos un ejemplo de condiciones de vida 
positivas. Imaginemos una persona que es rica por 
haber heredado mucho dinero de sus padres. Esta 
persona no tiene que trabajar cada día para comer, 
pero le fastidia el aburrimiento y se entrega a diver- 
siones dudosas. Con el tiempo, el trajín de las fies- 
tas y las aventuras sospechosas le acaban repugnan- 
do y se ve tentada a ahogar el tedio y el descontento 
en el whisky o el LSD. En este caso, la intervención 
logoterapéutica consistiría en reflexionar con el 
afectado acerca de las posibilidades de sentido que 
alberga el hecho de ser rico. ¿No hay alguna tarea a 
 
16 LIBERTAD E IDENTIDAD 
la espera de que alguien con los medios necesa- 
rios la ponga en marcha, alguna tarea que merezca 
la pena acometer, alguna tarea que esta persona sus- 
criba desde su más honda convicción, alguna tarea 
que requiera exclusivamente el compromiso de esta 
persona? 
Recuerdo a una joven condesa que acudió una 
vez a mi consulta porque su vida ya no tenía signifi- 
cado. A pesar de ser propietaria de varios castillos 
en las regiones más maravillosas de Alemania, todo 
le parecía fútil y vacío. Durante nuestra conversa- 
ción, aquella joven dijo casualmente que pensaba 
pasar una semana en Etiopía para presenciar in situ, 
y no sólo por televisión, la miseria de la hambruna 
que impera en ese país. Esperaba vivir una experien- 
cia estremecedora que, tras su vuelta y en contraste 
con la «película» vista en Etiopía, le hiciera recupe- 
rar el atractivo de una existencia llena de lujos. Yo 
intervine al escuchar esta idea y aseguré a la pa- 
ciente que no se fiara de sus cálculos porque nunca 
conseguiría el efecto deseado. Pero yo sabía de una 
variante de su proyecto que, probablemente, le pro- 
porcionaría una tensión mucho más sana e, incluso, 
felicidad. Le propuse que aprovechara el viaje a 
Etiopía para elegir a una familia del país a la que 
ayudar realmente proporcionándole alimentos, ropa 
y medicamentos. Si lo hacía, le dije, se alejaría de 
ella cualquier sufrimiento por la supuesta falta de sen- 
tido de su vida y el aumento de su humanidad la cu- 
raría. A resultas de nuestra charla, una misión reci- 
 
LUCOTERAPIA Y PREVENCIÓN [...] 17 
bió los medios necesarios para librar de la muerte 
por inanición a todo un poblado durante unos meses. 
Pero además se registró otro resultado. La condesa 
se libró de una adicción que llevaba años padecien- 
do: la adicción a las sensaciones. 
Contrapongamos lo dicho hasta ahora con un ejem- 
plo de condiciones de vida negativas y pregun- 
tándonos si el enfrentamiento espiritual con ellas 
puede convertirse también en un proceso de bús- 
queda de sentido. En un congreso de médicos al 
que asistí hace tiempo se discutía sobre el triste fe- 
nómeno del suicidio. Los ponentes no dejaban de 
repetir que los potenciales de agresión inconscien- 
tes, no exteriorizados ni desahogados por los afec- 
tados, constituían el motor de sus actos desespera- 
dos. Eché de menos una reflexión sobre la falta en 
los suicidas de un motivo para amar la vida con to- 
das sus dificultades. 
Entre otros casos, en el congreso se habló de un 
joven que cayó en un estado depresivo porque su 
novia lo había dejado. Temiéndose lo peor, sus pa- 
dres lo llevaron a una clínica psiquiátrica. Allí el 
médico hizo ver al enfermo que lo que tenía era una 
rabia tremenda contra su amiga infiel y le recomen- 
dó que reflexionara sobre su ira reprimida. Media 
hora después, el joven se lanzó al vacío desde una 
ventana de la clínica. El lacónico comentario del 
ponente fue que «el enfermo no toleró su rabia». 
Espontáneamente, tomé la palabra: «Desde el punto 
de vista logoterapéutico, se debería haber aconseja- 
 
18 LIBERTAD E IDENTIDAD 
do al joven que reflexionara sobre el amor y no so- 
bre una rabia hipotéticamente oculta». Es decir, si el 
chico hubiera descubierto la esencia del amor quizá 
se habría dado cuenta de que sólo el amor nos pue- 
de poner en disposición de dejar marchar voluntaria 
y amistosamente a una persona amada si las circuns- 
tancias así lo requieren. 
Sentimientos tristes como la rabia, el odio o la 
decepción son reacciones psíquicas a circunstancias 
opresivas. Una terapia que tiene como objetivo ex- 
traer estas sensaciones dolorosas a través del llanto 
o el grito, o mediante pastillas o tácticas tranquili- 
zadoras, no modifica ni un ápice la situación. En 
cambio, si la ayuda se centra en aportar una pers- 
pectiva de sentido a la circunstancia opresiva, el 
afectado será capaz de aceptarla e integrarla en su 
vida. Así, por ejemplo, una injusticia puede reforzar 
el sentimiento indulgente del perdón; un hecho trau- 
mático puede llevar a emprender cambios fecundos 
en la vida; el duelo puede hacer que una persona fa- 
llecida perviva en el recuerdo y no sea olvidada; la 
desesperación puede convertirse en un acicate para 
un cambio interior... Esta manera de aceptar y rein- 
terpretar el sufrimiento es la única vía para desterrar 
el peligro de dejarse llevar por el alcohol o las dro- 
gas como maniobra evasiva de la realidad. 
En resumen: la persona que encuentra un sentido 
en la vida —sea ésta agradable o desagradable— no 
se interesa por los efectos aparentes de un entusias- 
mo artificial creado por el alcohol o las drogas o de 
 
LOGOTERAPIA Y PREVENCIÓN [...] 19 
un apaciguamiento postizo salido de una caja de 
pastillas. Lo que le interesa a esta persona no es otra 
cosa que lo real, los valores reales, las pérdidas rea- 
les, el mundo transpsíquico y no las frustraciones in- 
trapsíquicas que, dicen, hay que quitarse de encima 
lo antes posible. 
II. Tomar decisiones llenas de sentido 
Para tomar una decisión consciente e íntegra a fa- 
vor o en contra de algo se necesita vitalidad y fuerza 
de voluntad. Ambas cosas se ven perjudicadas por 
las enfermedades psíquicas, aunque no se sabe exac- 
tamente en qué medida. El no puedo y el no quiero 
no se distinguen. Al inicio de un trastorno psicológi- 
co domina en mayor medida el no quiero y, alfinal 
del mismo trastorno, el no puedo (más). En conse- 
cuencia, cuando los familiares discuten y la madre, 
por ejemplo, opina que su hijo no puede actuar por 
culpa de la enfermedad, mientras que el padre lo cri- 
tica diciendo que no quiere comportarse «como es 
debido», ambos tienen razón en cierta medida, lo 
que convierte la discusión en infructuosa. 
En las patologías adictivas ocurre lo mismo. La 
inclinación predispuesta y adquirida hacia la adic- 
ción se puede regular a voluntad, pero si se cede con- 
tinuamente a ella, la capacidad voluntaria de regu- 
lación desaparece de forma paulatina. Y viceversa: 
esta capacidad se regenera tras una desintoxicación 
 
20 LIBERTAD E IDENTIDAD 
clínica de manera directamente proporcional al tiem- 
po pasado sin probar la sustancia adictiva. Natural- 
mente, también hay un potente factor adicional que 
siempre influye: la existencia de un sentido en lo que 
se quiere. Decir que las personas son decididas o in- 
decisas desde su nacimiento es pura especulación. 
Todos queremos intensamente en la medida que 
lo que queremos es intensamente importante para 
nosotros. Entonces, cuanto más objetivamente lleno 
de sentido es lo que una persona quiere y hacia lo 
cual se orienta, tanto más libre e inalterablemente 
podrá tomarlo en serio y decidirse de forma subjeti- 
va por ello; y viceversa. Un ejemplo conmovedor 
nos ayudará a ilustrarlo. 
Una mujer publicó en una revista unos apuntes 
en forma de diario donde explicaba cómo cayó en 
un aislamiento absoluto por culpa de su indecisión. 
La mujer vivió en casa de su madre viuda hasta una 
edad madura y siempre mantuvo con ella una rela- 
ción muy profunda. Pero al cumplir los 30 años co- 
noció a un buen hombre que quería casarse con ella. 
La madre desconfiaba de él y le culpaba de todo lo 
malo que pasaba. No cabe duda de que esta actitud 
escondía el deseo de no perder a su hija. La mujer 
vivía en el conflicto de escoger entre dejar a su ma- 
dre u olvidarse de los planes de boda. Pero, según 
contaba ella misma, tenía tan poca fuerza de volun- 
tad que no pudo decidirse ni por lo uno ni por lo 
otro, así que siguió viviendo con su madre y viendo 
a su novio. Esta situación de incertidumbre acabó 
 
LOGOTERAPIA Y PREVENCIÓN [...] 21 
en una trágica escena de despedida en la que el 
hombre le hizo saber con la mayor vehemencia que 
no quería esperar eternamente, y desapareció. La 
mujer descargó toda su amargura en la anciana ma- 
dre, quien se defendió argumentando que siempre 
había dicho que aquel hombre no valía nada. El su- 
ceso hizo empeorar la relación entre las dos y, en un 
arrebato de ira, la madre hizo las maletas y se fue a 
vivir a casa de una amiga. Allí padeció un ataque de 
corazón que más tarde, en un hospital, le causó la 
muerte. El relato autobiográfico de la mujer con- 
cluía diciendo, a modo de resumen, que ella misma 
arruinó su vida por no tener fuerza de voluntad y 
que ahora pasa como puede las noches solitarias 
con la ayuda de vino tinto y somníferos en la casa 
que su madre le dejó en herencia. 
La lectura de esta historia provoca compasión 
por la protagonista, pero no porque el destino la ha- 
ya tratado cruelmente, lo cual no deja de ser cierto, 
sino porque su conducta se basaba en un error. El 
destino le ofrecía lo que ofrece a casi todo el mundo: 
circunstancias positivas y negativas. Lo que ocurre 
es que la mujer no estaba dispuesta a aprovechar las 
oportunidades positivas si ello implicaba acarrear 
con consecuencias negativas. Este, y no otro, era su 
verdadero problema. La codicia, y no la falta de vo- 
luntad, era lo que le impedía tomar una decisión. Lo 
quería todo: seguir siendo la hija querida por su ma- 
dre y, al mismo tiempo, la esposa de su hombre. Lo 
quería todo, y lo perdió todo. 
 
22 LIBERTAD E IDENTIDAD 
La dificultad de decidir es uno de los rasgos típicos 
de las personas psíquicamente lábiles, dado que toda 
elección implica la renuncia de lo descartado. Por 
tanto, no es cierto que estas personas sean incapaces 
de elegir, sino que, simplemente, no quieren 
renunciar. No se pueden reconciliar con el hecho de 
que no pueden tenerlo todo. 
Pero volvamos a nuestro ejemplo. Atónitos, asis- 
timos a cómo la mujer no ha aprendido absolutamente 
nada de los sucesos vividos. Tras la despedida del 
novio y la muerte de la madre, nuestra protagonista se 
ve enfrentada a la decisión de cómo organizar su 
futuro y, una vez más, no decide nada, o como 
mínimo nada con sentido, porque quiere varias cosas 
a la vez: el papel de «pobre chica» que le permite 
compadecerse de sí misma y hundirse poco a poco, y, 
además, una oferta de ayuda del exterior, como 
demuestra la publicación de sus escritos. Lo que 
debería haber aprendido —y que la logoterapia habría 
intentado motivar con urgencia— es a decir un «sí» 
bien alto y sincero a aquellos valores y consecuencias 
que realmente le importen. Si el mayor de los valores 
conscientes hubiera sido la madre, no habría seguido 
viendo al novio, sino que habría marcado claramente 
los límites de esa amistad. Si hubiera sido el novio, 
habría intentado desprenderse de la madre. Y si se 
hubiera dado cuenta de que ambas personas merecían 
la pena, habría hallado algún acuerdo que vinculase el 
matrimonio con el cuidado de la madre anciana. Lo 
mismo se podría 
 
LOGOTERAPIA Y PREVENCIÓN [...] 23 
aplicar a su situación actual: si fuera consciente del 
valor de su propia vida, no la desperdiciaría auto- 
destruyéndose insensatamente. 
A veces desafío a mis pacientes instándoles para- 
dójicamente a querer hacer lo que hacen. Por ejem- 
plo, cuando alguien bebe sin moderación, le digo 
que lo haga pensando lo siguiente: «Bebo porque 
quiero volverme alcohólico». A una persona que 
siempre está cargando con el trabajo de los demás, 
le digo que lo haga pero pensando: «Haré el trabajo 
porque quiero que se aprovechen de mí». Si el pa- 
ciente choca contra estas formulaciones absurdas, 
se dará cuenta de la distancia que existe entre lo que 
hace y lo que quiere, y deberá preguntarse por 
qué hace algo que no quiere. Normalmente, el pa- 
ciente alude a debilidades psíquicas o miedos de 
cualquier índole que, según él, son más fuertes que 
su voluntad, pero se le puede asegurar de manera 
convincente que su voluntad sería lo suficientemen- 
te fuerte si lo que él quiere tiene un valor y un sen- 
tido suficientes para él. A partir de ese momento se 
abre una puerta a la búsqueda de cuestiones verda- 
deramente importantes que, si se cruza, permitirá al 
paciente acercar cada vez más sus actos a sus vo- 
luntades, cosa que no ocurría en su conducta adicti- 
va. Éste es el carácter preventivo para adicciones 
del segundo «paquete de ayuda» de la logoterapia. 
 
24 LIBERTAD E IDENTIDAD 
III. Mantener las decisiones llenas de sentido 
Cuando se toman decisiones con sentido pero no se 
mantienen, vuelven a perder su cualidad protectora y 
se transforman precisamente en factores de riesgo. 
Una persona que se echa constantemente atrás de sus 
propias decisiones corre incluso más peligro que otra 
que a duras penas consigue tomar alguna, porque 
mientras ésta lucha por estar convencida de lo que 
hace, aquélla actúa en contra de su propia convicción. 
Por este motivo, la logoterapia considera importante 
respaldar a las personas en el mantenimiento de 
decisiones llenas de sentido. En la práctica esto 
significa animar al paciente a que vea los 
inconvenientes relacionados con su decisión como un 
«precio» que hay que «pagar» por los valores para los 
que sirve dicha decisión. De lo que se trata es de 
poder estar satisfecho de lo que se consigueo se 
puede conseguir y de encarar con serenidad los alti- 
bajos de la vida. 
Supongamos que un señor no muy adinerado tiene 
que elegir entre comprarse un traje elegante, pero 
caro, o una prenda barata de confección. Si se decanta 
por lo primero, el precio que tendrá que pagar por el 
valor de llevar una pieza de vestir noble es el de 
ahorrar durante un tiempo y no poder permitirse 
muchos gastos más. Si elige el barato, el precio que 
tendrá que pagar por el valor del ahorro es el de no 
poder lucir su traje nuevo en ocasiones solemnes y 
destacar negativamente entre sus colegas. 
 
L0G0TERAPIA Y PREVENCIÓN [...] 25 
Pues bien, habrá hombres que se comprarán el 
traje caro y después se lamentarán porque ya no les 
queda dinero, y habrá otros que elegirán la prenda 
sencilla y después se quejarán porque encoge o no 
les queda bien. Da igual la manera de decidirse o el 
sentido que la decisión pueda tener en su situación 
personal: siempre tendrán algo por lo que refunfuñar 
o que criticar porque únicamente se fijan en el precio 
que hay que pagar. Esto hace inevitable la infelici- 
dad, porque el sentido profundo de cualquiera de las 
decisiones desaparece de repente, tan pronto como 
la ejecución de la decisión exige alguna renuncia. 
La situación cambia cuando se trata de un hombre 
que, por la satisfacción de ir elegante, elige el traje 
caro y está dispuesto a posponer de buena gana du- 
rante meses otros placeres. En su caso, la satisfac- 
ción perdurará. De forma parecida disfrutará de una 
compra barata el hombre que se decanta por el traje 
de confección —porque necesita el dinero para co- 
sas más importantes— siempre que no le importe 
ofrecer una imagen modesta. La metáfora del traje 
caro o barato es aplicable, en general, a personas con 
tendencias adictivas. Cuando por fin consiguen to- 
mar la decisión sensata de ofrecer resistencia a su 
adicción, estas personas no deben concentrarse ex- 
clusivamente en el precio que hay que pagar por ello 
(en forma de continuo autocontrol y férrea psicohi- 
giene). También deberían acordarse del valor que 
conquistan con su decisión: una vida sana desde la 
autodeterminación y la dignidad. ¡Merece la pena 
 
26 LIBERTAD E IDENTIDAD 
pagar el precio de este valor! Cuántos adictos se ofus- 
can porque, precisamente después de innumerables 
intentos de curación, han visto cómo se recrudecía 
su adicción. A menudo, lo que desencadena la si- 
guiente recaída es la mera imprudencia, la «última» 
copa de vino o el «último» cigarrillo que inicia la fu- 
nesta caída. Pero a esta imprudencia sólo se llega 
cuando se pierde de vista el valor por el cual se ha 
pagado un alto precio y hay que seguir pagando si se 
quiere conservar. Con su temática del sentido, la lo- 
goterapia mantiene los valores espiritualmente pre- 
sentes y pone de relieve el sacrificio, necesario en 
cada momento, que merece la pena hacer «en nom- 
bre de la realización de los valores». Aquí reside el 
carácter preventivo para adicciones del tercer «pa- 
quete de ayuda» logoterapéutica. 
EN RESUMEN 
Para encontrar un sentido en la vida hay que in- 
dagar las posibilidades con creatividad y bajo cual- 
quier circunstancia. Para tomar decisiones con senti- 
do hay que renunciar heroicamente a las alternativas 
con menos sentido. Para mantener decisiones llenas 
de sentido hay que pagar «de buen grado» el precio 
que cuestan. Seguramente no es fácil dominar este 
carro de tres caballos, pero su efecto es altamente 
protector porque compensa los riesgos de nuestra 
frágil existencia. 
 
¿De qué depende la dependencia? 
Hay muchos tipos de dependencia, pero no todos 
desembocan en una enfermedad mental. A pesar de 
ello, todas las dependencias conducen a una vida li- 
mitada en tanto que la forma de ser del hombre —lla- 
mada «existencia»— no llega a su completo flore- 
cimiento. Hay vidas que, al brotar, se marchitan. 
A continuación presentaremos cinco tipos de de- 
pendencia que abarcan en conjunto la práctica tota- 
lidad de esta problemática. Todo ser humano que 
tiene la oportunidad de hacerse adulto está obligado 
a superarlos paulatinamente a medida que va cre- 
ciendo. 
I. La dependencia de efectos externos (o 
de la aprobación de los demás) 
El primer tipo consiste en la dependencia de los 
efectos externos: la dependencia de la recompensa o 
el castigo que esperamos cosechar en el prójimo co- 
 
28 LIBERTAD E IDENTIDAD 
mo consecuencia de nuestros actos. En este contex- 
to, lo que está «bien» es lo que despierta el cariño 
de los demás e impide el rechazo. Esta visión opor- 
tunista se suele subestimar en la estructura de de- 
pendencias, pero contiene extraordinarios elemen- 
tos de crítica para valorar la salud y la estabilidad 
mentales. Un ejemplo de ello son las personas que 
se comprometen con su trabajo pero se orientan ha- 
cia el éxito y que, cuando surge un fracaso inespe- 
rado o una falta de amor repentina, se «apagan» y 
pierden aquella energía inicial. 
En general, diremos que en la dependencia de los 
efectos externos siempre existe el peligro de ser 
manipulado: no se actúa en libertad, sino siempre 
guiado por la probabilidad de ser recompensado o 
castigado. 
II. La dependencia de efectos externos 
especiales (o de la aprobación de personas 
determinadas) 
En este segundo tipo, la dependencia de efectos 
externos se reduce a la dependencia de las opinio- 
nes y actos de unas cuantas personas con las que 
existe una relación particularmente estrecha. En es- 
te caso, lo que estará «bien» es lo que guste y valo- 
ren positivamente estas pocas personas. Aunque es- 
ta reducción de la dependencia de efectos externos 
supone, en principio, un avance, puede suponer un 
 
¿DE QUÉ DEPENDE LA DEPENDENCIA? 29 
agravante patológico, por ejemplo, en personas que 
no se desprenden de los padres o de la opinión pa- 
terna, o se someten a la influencia del jefe de una 
secta. 
En general, diremos que en la dependencia de efec- 
tos externos especiales siempre existe el peligro de 
estar sometido: no se actúa con libertad, sino bajo el 
dictado de las ilusiones de otra u otras personas. 
III. La dependencia de efectos externos 
interiorizados (o de la aprobación de una 
sociedad basada en valores transmitidos) 
En este tercer tipo de dependencia, los efectos 
externos se han interiorizado. Sigmund Freud ha- 
blaba a este respecto del «superyó», una instancia 
psíquica del ser humano que le instaría a seguir las 
órdenes y normas de la sociedad a la que pertenece- 
mos. Por consiguiente, lo que estará «bien» en este 
caso será todo lo que coincida con la moral social. 
A pesar de que esta interiorización de los principios 
básicos de la convivencia humana constituye un 
enorme avance si la comparamos con el culto a la 
persona que se produce en los otros dos tipos, tam- 
poco está exenta de peligro para la vida mental. Un 
ejemplo de ello lo tenemos cuando una persona no 
hace caso de la voz de su propia conciencia y aban- 
dona el camino que le conviene por culpa de una mo- 
da socialmente permitida. 
 
30 LIBERTAD E IDENTIDAD 
En general, diremos que en la dependencia de efec- 
tos externos interiorizados existe el peligro de estar 
determinado por fuerzas ajenas: se actúa con apa- 
rente libertad, pero en realidad se sigue la experien- 
cia y la voluntad de un colectivo. 
IV. La dependencia de efectos internos 
(o de la aprobación del estado anímico 
propio) 
Las sensaciones del afectado siempre han estado 
incluidas en los tipos de dependencia citados hasta 
ahora. Nos sentimos bien cuando recibimos aten- 
ción y recompensa, cuando las personas cercanas 
son un modelo a seguir y cuando sabemos que esta- 
mos en armonía conel entorno social. Sin embargo, 
todavía no hemos dicho que estar «bien» significa 
sentirse bien. Decantarse por la buena sensación co- 
mo patrón de conducta interno es un paso decisivo 
en favor de la independencia de efectos y normas 
externas. Sin embargo, este paso puede llevar direc- 
tamente al cuarto tipo de dependencia: la dependen- 
cia de los efectos internos, es decir, de cómo nos 
sentimos después de un acto determinado. En este 
caso, el peligro es obvio. El alcohólico, por ejem- 
plo, se siente mal antes de tomar una copa y bien 
después de hacerlo. El ludópata también se siente 
mal cuando no tiene una mesa de juego delante y 
bien cuando la tiene... 
 
¿DE QUÉ DEPENDE LA DEPENDENCIA? 31 
En general, diremos que en la dependencia de los 
efectos internos el peligro de volverse adicto es in- 
menso: no se actúa voluntariamente, sino bajo el yu- 
go del propio estado anímico. 
V. La independencia de efectos de cualquier 
tipo y la dependencia de requisitos de tipo 
especial (aprobarse uno mismo) 
Sólo la persona totalmente independiente de efec- 
tos externos e internos está capacitada para elegir 
libremente sus actos, incluso cuando al elegir re- 
cibe a cambio castigo, rechazo y condena de los 
demás o pena y dolor en su alma. Sólo este ser hu- 
mano libre estará en situación de cuestionarse el 
«bien en sí mismo» y buscar las cosas buenas, in- 
dependientemente de si le aportan ventajas o incon- 
venientes y de si el mundo las reconoce o no co- 
mo buenas. Sin embargo, en este nivel superior de 
desarrollo acecha un último peligro (tipo de de- 
pendencia número 5): el peligro de que el «bien 
en sí mismo» sólo se haga si se cumple un requi- 
sito determinado, a saber, que otras personas tam- 
bién estén dispuestas a hacer el «bien en sí mis- 
mo». Por ejemplo, muchos saben que la paz es 
«buena en sí misma», pero sólo la firman si el 
enemigo acaba la guerra. Y si no lo hace, será cul- 
pable de que el «bien en sí mismo» no se haya he- 
cho realidad. 
 
32 LIBERTAD E IDENTIDAD 
En general, diremos que la dependencia de requi- 
sitos especiales a pesar de la independencia de efec- 
tos de cualquier tipo alberga el peligro de la vanidad. 
En este caso, se actúa con libertad pero siguiendo 
un lema: «Si el otro no, yo tampoco». 
Conclusión 
De los cinco puntos anteriores se deduce que el 
fenómeno de la «dependencia» depende principal- 
mente de la importancia que se otorgue al antes y al 
después de un acto autónomo. Si la importancia es 
alta, también lo será la dependencia; si disminuye la 
importancia, se podrá ponderar el sentido inherente 
a la acción y orientarla hacia él. Entonces, y sólo 
entonces, relucirá la verdadera libertad humana que 
nos permite hacer que lo bueno ocurra a través de 
nosotros si lo elegimos. 
De estos puntos también podemos inferir algo 
más. No cabe duda de que la dependencia es una re- 
presentación fundamental de estadios tempranos del 
desarrollo de la persona y un estado más o menos 
natural que se extiende a lo largo de tramos prolon- 
gados de la vida. Esto coincide con los resultados 
de investigaciones sobre la formación de la perso- 
nalidad y los procesos de desarrollo moral y religioso 
desde la infancia. Los estadios considerados «supe- 
riores» en cada momento son siempre los de mayor 
independencia en comparación con los inferiores. 
 
¿DE QUÉ DEPENDE LA DEPENDENCIA? 33 
Sin embargo, habría que ver si de ello podemos ex- 
traer la conclusión de que cada persona está obligada 
a atravesar un estadio tras otro y que, por consi- 
guiente, la evolución personal sigue el principio del 
«pasito a pasito». Permítanme que, desde mi larga 
experiencia en la práctica psicoterapéutica, contradiga 
esta idea. 
El ser humano está llamado a hacer realidad sus 
más elevadas posibilidades. Desde su engendramien- 
to, la persona está concebida para la libertad espiritual 
y la realización de un sentido en sus actos. La 
capacidad para la independencia y el conocimiento de 
lo que es «bueno en sí mismo» están instalados en el 
ser humano desde el principio. Los cinco puntos 
detallados anteriormente y las distintas fases 
evolutivas que notorios expertos en la psique humana 
formularon mucho antes que yo dormitan en nosotros 
como potencialidades antes de actualizarse, pero no 
todos tienen la misma potencialidad. Los «niveles 
elevados» siempre son los que nos esperan, nos atraen 
y nos llegan, mientras que los «niveles inferiores» 
siempre son los que se cierran cada vez más a 
nosotros y nos repelen. Cuanto más dignos de la 
persona son los estadios de desarrollo que hay que 
alcanzar, tanta más potencia de actualización al- 
bergarán para seres humanos como nosotros, y tanto 
más «espontáneos» seremos nosotros para «des- 
cubrirlos». De ahí que haya personas adultas que han 
vivido durante años instaladas en un nivel de 
dependencia infantil y que, repentinamente, son ca- 
 
34 LIBERTAD E IDENTIDAD 
paces de madurar porque han oído la llamada de la 
libertad y la dignidad humana. 
Por consiguiente, los expertos y profanos que tra- 
bajan con personas afectadas por la problemática de 
la dependencia tienen el deber de intensificar esa 
llamada que desde el principio existe y que provie- 
ne nada menos que del «bien en sí mismo». El as- 
censo a la independencia interior puede producirse 
sin rodeos ni reservas allí donde se reciba esta lla- 
mada. 
 
La búsqueda de identidad como 
proceso creativo 
Cuando se habla de la diferencia cualitativa entre 
la facultad de pensar animal y humana o, más ac- 
tualmente, entre un superordenador y el cerebro hu- 
mano, casi siempre se alude a la capacidad creativa 
de la que carecen por igual máquinas y animales. 
Las ideas artísticas o musicales, los intereses cientí- 
ficos, las creaciones tecnológicas, la religión, la filo- 
sofía, por nombrar sólo algunos ámbitos, son «domi- 
nios humanos» por excelencia. Al ámbito creativo se 
añade el cognitivo, es decir, el reconocimiento y la 
formación de una identidad. Ningún animal es capaz 
de valorarse a sí mismo como un «ser animal» ni 
ningún aparato sumamente perfeccionado está en si- 
tuación de clasificarse como «aparato» entre la abun- 
dancia de cosas del mundo. 
Si observamos el crecimiento de un niño desde 
que empieza a actuar por reflejos e impulsado por 
instintos hasta que se convierte en un joven mental- 
mente adulto, vemos que el salto cualitativo a los 
«dominios humanos» es continuo y no siempre en 
 
36 LIBERTAD E IDENTIDAD 
el marco de un proceso lento e imperceptible, sino, 
en ocasiones, de manera repentina. Todo empieza 
cuando, un día, el niño introduce una acción autó- 
noma en la pura copia e imitación de actos, es decir, 
crea una combinación que da como resultado una 
forma que no tenía interiorizada. Esto sucede, por 
ejemplo, al apilar las piezas de un juego de cons- 
trucción o en el uso del lenguaje, cuando el niño in- 
venta de repente frases propias, o también al pasear, 
cuando se toman caminos por los que nunca se ha 
pasado. La habilidad del educador se encargará de 
fomentar y guiar estos saltos del niño a las acciones 
creativas. Fomentar, porque la autonomía, la abun- 
dancia de ideas y la creatividad son indicadores 
satisfactorios de un desarrollo sano y positivo; y 
guiar, porque un crecimiento «silvestre» de la iden- 
tidad podría dañar la relación del niño con la socie- 
dad, por ejemplo, si se inventa las palabras o si no 
respeta las normas de convivencia. El difícil proce- 
so de fricción entre la adaptación a los demás y la 
personalidad propia, entre la asunción de la tradi- 
ción y la creación de cambios, empiezacon el pri- 
mer paso infantil hacia lo creativo y ya no termina 
jamás. 
Si seguimos el desarrollo del joven, el siguiente 
salto cualitativo que encontraremos será el aflora- 
miento de la búsqueda de un ideario propio, aproxi- 
madamente en la época de la pubertad. Con la capa- 
cidad de pensamiento crítico llegan por primera vez 
las preguntas sobre la religión y la sociedad a los la- 
 
LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD [...] 37 
bios del joven que, hasta ahora, se ha limitado a ir 
repitiendo lo que le decían. Todo lo que antes de la 
pubertad se creía sin refutar, ahora se cuestiona, se 
prueba, se agita, se le da la vuelta. Otra vez, el edu- 
cador necesitará un tacto especial para, sin recurrir 
a argumentos prefabricados, ayudar al adolescente 
escéptico y obstinado a encontrar respuestas orien- 
tadas hacia unos valores. La creencia en «lo que man- 
tiene unido al mundo en lo esencial» siempre es el 
producto de un acto creativo arduo y espiritual que 
se inicia en la pubertad y que —en el mejor de los 
casos— se hace bajo la atenta y paciente mirada de 
las personas de referencia. 
Cuando al final ya sólo quede dar el paso a la vi- 
da adulta, nada pondrá trabas al último gran salto 
hacia la realización creativa de la persona: el descu- 
brimiento de la identidad propia, es decir, la percep- 
ción de objetivos personales y del sentido de la vida 
de cada uno. Partiendo de la capacidad, practicada 
en la infancia, de actuar con fantasía y de una línea 
ideológica fraguada en el impulso y la precipitación 
adolescentes, a partir de ahora sólo habrá lugar para 
la realización de la existencia humana en tanto indi- 
viduo único, excepcional, irrepetible e insustituible. 
Por desgracia, algunas personas no experimentan 
en su desarrollo los saltos aquí descritos, lo cual tam- 
poco se puede achacar únicamente a los responsa- 
bles de su educación. A veces, las predisposiciones 
de carácter ansioso, la seducción de los medios de 
comunicación, las ideologías enfermizas, las influen- 
 
38 LIBERTAD E IDENTIDAD 
cias dominantes de los coetáneos y la inercia per- 
sonal se combinan con los distintos obstáculos 
que se interponen fatídicamente en nuestras vidas. 
¿Qué ocurre entonces? Que el radio de acción cre- 
ativo no se expande lo suficiente. No hay innova- 
ción, el ideario no resiste y la persona no consigue 
llegar a su identidad. Es una situación «existencial- 
mente» grave, pero siempre quedan dos posibilida- 
des para estas personas: o bien se esfuerzan por su 
propia cuenta en recuperar enérgicamente lo perdi- 
do, o bien rehusan reconocer honestamente sus de- 
bilidades refugiándose en el mundo irreal de la hui- 
da y la adicción. 
Repetimos: es duro recuperar lo perdido, pero tam- 
bién es posible. ¿Por qué es duro? Porque el arte de 
crear requiere olvidarse de sí mismo con naturali- 
dad y abnegación, mientras que el desertor y el 
adicto solamente conoce el autoolvido embriaga- 
dor. Pasar de lo segundo a lo primero implica trans- 
formar completamente la actitud ante la vida, y eso 
no resulta nada fácil. A continuación expondremos 
algunas reflexiones a modo de ayuda: 
El autoolvido natural y abnegado 
Para empezar, nos adentraremos en la capacidad 
natural y abnegada de olvidarse de uno mismo. Viktor 
E. Frankl nos enseñó que el ser humano encuentra su 
identidad trascendiéndose a sí mismo. Según él, 
 
LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD [...] 39 
[,..] el ser humano apunta más allá de sí mismo. Nos 
remitimos a algo que no somos nosotros. A algo o a 
alguien. A un sentido que hay que satisfacer o a otro 
ser humano con el que nos encontramos. A una cosa 
1 
a la que servimos o a una persona a la que amamos. 
Para Frankl, los proyectos creativos nunca se con- 
ciben teniendo en cuenta exclusivamente los deseos y 
necesidades propios, sino que también incluyen al 
mismo nivel, cuando no prioritariamente, a las per- 
sonas y cosas que nos rodean. 
Diferentes estudios psicológicos avalan los puntos 
de vista de Frankl. Un panadero satisfecho con su 
profesión no se pasa el día pensando si le va bien 
despertarse de madrugada o si le gusta o no amasar. 
Un panadero satisfecho es aquel que está metido de 
lleno en su oficio, que moldea la masa con habilidad, 
inhala con fruición el aroma del pan recién hecho y se 
concentra en vender un género excelente y mantener 
una clientela fiel. De la misma manera, un médico 
satisfecho no es aquel que está pendiente de la caja 
registradora y lo único que hace es pensar en cómo 
deshacerse de los pacientes molestos, sino aquel que 
ha declarado la guerra a la enfermedad y la muerte e 
invierte una parte de su ser en esta lucha. 
Nadie puede identificarse primero con una profe- 
sión y después disfrutar trabajando en ella, porque en 
realidad sucede lo contrario: al principio se esta- 
I. Viktor E. Frankl. Árztliche Seelsorge, Viena, Deuticke, 10a 
edición, 1982. pág. 160. 
 
40 LIBERTAD E IDENTIDAD 
blece un compromiso con el trabajo en el que el Yo, 
frente a las exigencias de la situación, se coloca vo- 
luntariamente en un segundo plano. La atención del 
que trabaja está «cautivada» en todo momento por 
el sentido que debe ser satisfecho en cada acción y, 
al mismo tiempo, de manera inadvertida y espontá- 
nea, se produce el milagro de la obtención de iden- 
tidad: la persona se aproxima a aquello que le gus- 
taría ser, es decir, a sí misma. 
La elección de pareja discurre por cauces pareci- 
dos. Aquí también se produce un proceso de forma- 
ción de la identidad que sólo se culmina cuando la 
elección se orienta hacia un Tú del que el Yo se ha 
enamorado. La esencia de la personalidad propia se 
fortalece en la existencia feliz para el otro. Lo mis- 
mo se puede decir de la elección de domicilio o de 
cualquier otra decisión que abra nuevas perspecti- 
vas en la vida de una persona. Por supuesto, las ne- 
cesidades y las pulsiones vitales de cada individuo 
siempre están presentes, pero únicamente se limitan 
a hacer el «trabajo sucio» de un proceso creativo en 
el que un «deber mundial autotrascendente» (por ín- 
fimo que sea) permite al ser humano aspirar a obje- 
tivos que solamente se abren a seres espirituales. 
El autoolvido embriagador 
A diferencia del anterior, el autoolvido embria- 
gador hace que el individuo se olvide precisamente 
 
LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD [...] 41 
de este «deber mundial autotrascendente» y se en- 
tregue a una agitación interior que no se puede eli- 
minar si no es con una dosis de anestesia que permita 
pasar unas cuantas horas vegetando sin el menor 
síntoma de intranquilidad. En este periodo exento de 
compromiso, la alegría muere. La atención, que ya no 
tiene ningún sentido que la «cautive», rodea al ego 
con sus brazos y lo arrastra al remolino de la 
autocompasión. «¡Oh! ¿Qué me está pasando?» 
«¿Qué tengo?» «¿Cómo me siento?» Mirarse al 
espejo es estremecedor. Se va esbozando una mueca 
cada vez más sombría. Ángel Silesio sabía de lo que 
hablaba cuando escribió los versos siguientes: 
En el corazón de cada ser humano hay una imagen 
de aquello a lo que aspira ser 
y si no lo consigue 
su paz nunca será completa. 
De una cosa podemos estar seguros: el que se em- 
borracha o se droga lo hace porque no ha encontrado 
la paz interior, y la adicción tampoco proporciona esa 
paz. Simplemente, ofusca al individuo y, al final, 
puede matarlo. Y nadie sabe si realmente descansará 
en paz... 
 
42 LIBERTAD E IDENTIDAD 
El «salto» necesario 
Por tanto, todo desarrollo sano de la identidad re- 
quiere un «salto» del autoolvido embriagador al auto- 
olvido natural y abnegado. Pero ¿qué aporta este 
salto? La respuesta, como suele suceder en la vida, es 
relativamente sencilla: aportael conocimiento de que 
la realidad es más importante que su aceptación por 
parte de nuestros sentimientos; que esta realidad sigue 
existiendo incluso cuando huimos de ella para 
refugiarnos en otro sitio; que se trata de la realidad 
que nos rodea porque ella es el material del impulso 
creativo que nos mueve desde tiempos inmemoriales; 
y que no podemos escabullimos de intervenir 
constructivamente en la realidad, por bueno o malo 
que sea nuestro estado de ánimo en cada momento. 
Quizá sea un discurso duro, pero esconde una sabi- 
duría que Viktor E. Frankl reflejó, por ejemplo, en 
estos dos breves fragmentos: 
No cabe duda de que, al fin y al cabo, siempre es 
mejor experimentar un malestar y que los médicos 
nos aseguren que no hay nada fisiológico detrás. 
Siempre será mejor que el caso contrario, es decir, no 
notar nada y, sin embargo, arrastrar una lenta enfer- 
2 
medad latente [...]. 
2. Viktor E. Frankl, Psychotherapie für den Alltag, Friburgo, 
Herder, nueva edición, 1992. pág. 82 (trad. cast.: La psicoterapia al 
alcance de todos. Barcelona. Herder. 1995). 
 
LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD [...] 43 
PACIENTE: Todo me parece vacío, sin sentido. 
FRANKL: ¿Qué es lo que cuenta para usted, la manera 
como le parecen las cosas, o sea, vacías o llenas? 
¿O lo único que cuenta para usted es que todo sea 
3 
importante? 
La argumentación de Frankl es obvia. Por su- 
puesto, siempre es mejor no estar enfermo aunque 
uno se sienta enfermo (como les sucede a los hipo- 
condríacos) que estar enfermo y no notarlo (de mo- 
mento). Siguiendo la misma lógica irrefutable, tam- 
bién es mejor acometer algo con sentido y sentirse (de 
momento) miserable (como en el «salto al auto-olvido 
natural y abnegado») que hacer algo carente de 
sentido y sentirse de maravilla (por ejemplo, al 
consumir drogas). Por tanto, el mensaje que una 
ayuda eficiente para adictos deberá transmitir es el 
siguiente: el ser tiene preferencia sobre cualquier 
ilusión emocional. 
Y, simultáneamente, de manera inadvertida y es- 
pontánea, se producirá el milagro de la obtención de 
identidad... 
3. Viktor E. Frankl. Logotherapie uncí Existenzcinaly.se, Wein- 
heim, PVU, 3a edición, 1998, pág. 152 (trad. cast.: Logoterapia y 
análisis existencia!, Barcelona, Herdcr, 1994). 
 
¿Qué papel (no) desempeña la 
educación? 
En repetidas ocasiones se ha negado terminan- 
temente que la causa principal de la adicción resi- 
da en la familia. De manera objetiva, la influencia 
del factor educativo en la vida adulta asciende a 
una tercera parte, siendo ésta una apreciación a la 
alta, porque el medio educativo no constituye todo 
el entorno de un individuo. La escuela, los amigos, 
los medios de comunicación y las corrientes so- 
ciales comparten con padres y familiares, en cali- 
dad de agentes educadores, esta tercera parte de 
influencia. 
Los otros dos tercios de influencia en el desarro- 
llo de un individuo los forman la herencia biológica 
y la aportación espiritual propia. 
Tras casi un siglo de exagerada veneración del 
determinismo ambiental por parte de muchos cien- 
tíficos, la era de la investigación genética moder- 
na redescubrió la extraordinaria importancia de la 
herencia. Actualmente nadie cuestiona la conside- 
rable dote genética de las cualidades y capacida- 
 
46 LIBERTAD E IDENTIDAD 
des físicas y psíquicas que el individuo recibe en 
el momento de su concepción como «capital ini- 
cial». Cada célula del cuerpo humano tiene gra- 
bado un completo programa de futuro que abarca 
desde los gustos individuales a la esperanza media 
de vida. 
En cambio, el siglo xxi todavía no ha encontra- 
do ninguna explicación a la enorme importancia de 
la aportación espiritual propia. Tal como demues- 
tra una interminable casuística, las personas con un 
mismo origen o los gemelos con una misma heren- 
cia se desenvuelven de una manera completamente 
distinta en este mismo marco educativo y genético 
y, por consiguiente, se convierten en personalidades 
únicas e inconfundibles. La variopinta diversidad 
de desarrollos que, por ejemplo, experimentan her- 
manos procedentes de estratos supuestamente muy 
marcados nos reafirma en la esperanza de que el ser 
humano, en lo que respecta a su sustancia espiritual, 
es mucho más que el origen que la casualidad y el 
destino le han concedido. Uno de los pocos científi- 
cos que siempre ha tenido en cuenta esta aportación 
misteriosa del individuo en su propio devenir es 
Viktor E. Frankl. Su temprano texto Der unbeding- 
te Mensch, publicado en 1949, ya estuvo dedicado a 
la cristalización de esta unión entre el espíritu y los 
factores sociobiológicos, tal como podemos leer en 
la primera página: 
 
¿QUÉ PAPEL (NO) DESEMPEÑA [...] ? 47 
Extracto de la introducción 
Este libro intentará mostrar hasta qué punto el 
hombre puede existir como un ser incondicionado (a 
pesar de todos los condicionamientos). En estas pági- 
nas demostraremos hasta qué punto el ser humano 
siempre está por encima de su condicionamiento tác- 
tico o, por lo menos, puede estarlo. Para hacerlo, nos 
centraremos precisamente en aquellos hechos que pa- 
recen limitar sorprendentemente el campo de acción 
del espíritu humano, pero que también son capaces 
de mostrar, de manera no menos asombrosa, cómo el 
ser humano, a pesar de todo, todavía tiene la facultad 
de levantar el vuelo en virtud de su libertad: nos refe- 
rimos a esos hechos biológicos y psicológicos que se 
resisten a la intervención del médico y, no en menor me- 
dida, a la del neurólogo y el psiquiatra. 
El condicionamiento fáctico y el incondiciona- 
miento facultativo del ser humano van de la mano. El 
neuropsiquiatra es, por definición, un conocedor del 
condicionamiento psicofísico de la persona espiritual, 
pero también es, precisamente por ello, testigo de su 
libertad: el conocedor de la impotencia es llamado 
aquí en calidad de testimonio de lo que nosotros de- 
nominamos el poder de obstinación del espíritu.^ 
Estas excelentes palabras se pueden aplicar en la 
práctica a todos los psicoterapeutas y, especialmen- 
1. Viktor E. Frankl, Der leidetule Mettsch, Berna. Huber, 2a edi- 
ción, 1984, pág. 67 (trad. cast.: El hombre doliente. Barcelona. Her-der, 
1994). 
 
48 LIBERTAD E IDENTIDAD 
no les ofrecen 
Jóvenes 
 
les ofrecen 
drogas 
ofreciéndoselas 
las toman tampoco 
las habrían 
tomado 
sin ofrecérselas 
también drogas 
las habrían 
tomado ¡Influencia 
del entorno! 
 
¡influencia 
del entorno! 
te, a todos los trabajadores de una clínica de desin- 
toxicación. Todos ellos son, por un lado, «conoce- 
dores de la impotencia humana» y, por otro, «testigos 
del poder de obstinación del espíritu», porque cada 
día se enfrentan con el «soy así porque...» de sus 
pacientes y, simultáneamente, con el «puedo cambiar, 
aunque...» de esos mismos pacientes. 
Los diagramas de la parte superior de estas páginas 
ilustran gráficamente, tanto en la esfera individual co- 
mo en la colectiva, esa tercera parte de influencia del 
entorno de la que hablábamos. Se trata de un esquema 
sobre el consumo de drogas (que representaría los de- 
sarrollos negativos) y otro sobre la práctica musical 
(un desarrollo positivo) en la juventud. 
Ambos diagramas indican que, debido a la in- 
fluencia del medio, dos de cada seis grupos de per- 
 
¿QUÉ PAPEL (NO) DESEMPEÑA [...]? 49 
 
no tocarían el piano Jóvenes tocarían el piano 
Herencia 
 espontáneamente espontáneamente 
no les les Entorno 
fomentan fomentan 
la música la música 
dicen dicen / dicen \ Aportación 
no» al «sí» al ( «no» al | pr°P¡a 
piano piano \ piano 
 
¡influencia 
delentorno! 
sonas (una tercera parte) son desviados de sus pre- 
disposiciones. Pero, al mismo tiempo, también mues- 
tran que la última palabra, la última decisión al res- 
pecto siempre la toma la propia persona. Jean-Paul 
Sartre dijo, acertadamente, que «la libertad consiste 
en cómo respondemos a lo que nos sucede». Por 
tanto, el mito del todopoderoso factor educativo 
pierde toda validez, así como la excusa que esgri- 
men los adictos cuando echan la culpa de sus líos a 
los padres, los camellos o al Estado. Nadie es vícti- 
ma exclusivamente de sus circunstancias (excep- 
tuando a los niños y a los que padecen enfermedades 
cerebrales orgánicas). Todos configuramos activa- 
mente nuestras circunstancias, aunque, naturalmen- 
te, también podemos hacerlo para caer víctimas de 
ellas. 
 
50 LIBERTAD E IDENTI DAD 
El factor «educación» 
Examinemos a continuación el «factor educati- 
vo». ¿Qué frutos puede dar la educación frente al peso 
de la herencia y las aportaciones propias? La resig- 
nación estaría aquí fuera de todo lugar. Toda educa- 
ción abre puertas, a la humanidad o a la falta de hu- 
manidad, en función de cómo sea. La educación no 
garantiza que los adolescentes atraviesen esas puer- 
tas en un futuro, aunque todo el mundo sabe que es 
mucho más difícil atravesar una puerta cerrada. Por 
consiguiente, si padres y profesores consiguen abrir 
de par en par las puertas de la humanidad, obsequia- 
rán a sus sucesores con el maravilloso regalo de po- 
der andar sin trabas hacia una vida agraciada. De 
ellos dependerá entonces tomar esa dirección, si así 
lo desean. 
Una de las puertas más atractivas hacia la hu- 
manidad es la educación en el amor. Ya lo dice la 
buena literatura especializada: los niños necesitan 
amor. Pero no sólo eso, sino también capacidad pa- 
ra amar, porque sólo gracias a la fuerza del amor 
propio pasarán algún día de necesitar a ser necesi- 
tados, y este paso de un nivel a otro será lo que cor- 
tará definitivamente el cordón umbilical que los 
mantiene en la infancia. El carácter crucial de este 
cambio de niveles se ilustra en un proyecto modé- 
lico que se puso en marcha en la década de 1980 
del siglo pasado y que, para sorpresa general, fra- 
casó. Los pedagogos lo idearon para impedir el fa- 
 
¿QUÉ PAPEL (NO) DESEMPEÑA [...]? 51 
natismo y las agresiones en los campos de fútbol y 
otros actos deportivos y proteger así a los especta- 
dores de las peligrosas intrusiones de grupos de 
gamberros. El proyecto consistía en proporcionar a 
los agresores alternativas para satisfacer sus nece- 
sidades, como, por ejemplo, peñas deportivas, cen- 
tros de reunión para jóvenes, talleres artísticos y 
sótanos acondicionados donde poder desahogar las 
energías de manera «inofensiva» en colchonetas y 
sacos de boxeo. Por desgracia, el resultado obteni- 
do fue contrario a lo esperado. Las agresiones no se 
recondujeron, sino que se recrudecieron. Lo que 
se creía inofensivo degeneró en un dopaje de bruta- 
lidad y las peñas se convirtieron en infiernos de la 
droga. 
¿Cuál fue el error de este planteamiento? Que no 
se fue más allá del nivel de la necesidad. ¿Qué nece- 
sitan los jóvenes para su desarrollo? Esto y aquello. 
Pues lo tendrán. ¿Y si no se desarrollan positivamen- 
te? Entonces, por lo visto, es que deben de necesitar 
otras cosas y en mayor cantidad. Pues también las 
tendrán... Todo quedó en un mero suministro de lo 
que los jóvenes necesitaban y una ausencia de edu- 
cación para ser necesitados. No se tuvo en cuenta la 
mayor y más humana necesidad de los jóvenes: el 
anhelo de ser ellos mismos útiles y valiosos para al- 
go en algún momento y lugar. 
Cuando, en su día, el famoso pedagogo Eduard 
Spranger habló de la diferencia conceptual básica 
que existe «entre dejarse llevar y sentirse responsa- 
 
52 LIBERTAD E IDENTIDAD 
2 
ble», dijo sin dudar que no basta con transmitir a 
los adolescentes cuándo y dónde pueden dejarse lle- 
var sin verse relativamente perjudicados, sino que 
también tienen que aprender a asumir responsabili- 
dades y, en caso necesario, controlar desde su auto- 
nomía la presión acuciante de la frustración y los 
instintos. Responsabilidad es ante todo conceder al 
competidor la victoria merecida y esmerarse en no 
hacer que los inocentes paguen por todo aquello que 
nos fastidia. Pero para eso es necesario el amor en 
su sentido más amplio y bello: amor por el juego 
limpio, amor contradictorio por el adversario, amor 
fundamental por el inocente e, incluso, amor por 
uno mismo, por un Yo no mancillado por las «infa- 
mias». Se necesita amor, pero no el que se recibe, 
sino el que se reparte. 
Una educación que se excede en la satisfacción 
de necesidades está implantando una actitud de exi- 
gencia en las mentes jóvenes que durará toda su vida. 
Exigir alegría al ganar o ausencia de frustración al per- 
der es algo que no se ajusta a la realidad. En el marco de 
tales exigencias, cualquier pena se convierte rápida- 
mente en un lloriqueo que aumenta aún más el pe- 
sar. En cambio, una educación que hace que el 
joven se sienta necesitado contribuirá al fortaleci- 
miento ante los disgustos y a sacar lo mejor de cual- 
quier preocupación. 
2. Eduard Spranger en Hans Walter Bahr (comp.). Wege zur Da- 
seinsgestaltung, 1952. 
 
¿QUÉ PAPEL (NO) DESEMPEÑA [...] ? 53 
¿Se ha eliminado de los planteamientos actuales 
el error del ejemplo anterior? Un caso extremo nos 
muestra que no. En agosto del año 2000 naufragó el 
submarino atómico ruso Kursk. Durante días, los 
equipos de rescate intentaron en vano salvar a la 
tripulación de morir asfixiada. Las fotografías que 
entonces se publicaron en la prensa mostraban la 
desesperación de unos familiares que se agarraban 
a cualquier atisbo de esperanza. En el Frankfurter 
Allgemeine Zeitung, como en otros periódicos, se 
pudo leer lo siguiente: «Mientras una mujer se des- 
maya, la doctora sigue inyectando tranquilizantes 
a los otros cuatrocientos familiares. El jefe de 
psiquiatría del hospital de Murmansk justifica el 
ataque con jeringuillas arguyendo que el uso de 
tranquilizantes es una práctica corriente en situacio- 
nes como ésta». 
¿Qué necesitan los familiares desesperados? ¿In- 
diferencia artificial? Pues la tendrán... ¿Se acaba 
aquí la desesperación? Quien lo crea se está enga- 
ñando. Mucho más digno habría sido reunir a los fa- 
miliares para sentirse necesitados y, en este nivel, 
confiarles la tarea solidaria de apoyarse y consolar- 
se mutuamente. Y aún más útil habría sido reclutar 
entre ellos a un «ejército de rebeldes» para levan- 
tarse contra la guerra, las armas, los soldados y la 
violencia. Pero lo más humano habría sido llorar 
con ellos por la muerte de sus cónyuges, padres e 
hijos para que, en el duelo común de todo un pue- 
blo, pervivieran en el recuerdo. 
 
54 LIBERTAD E IDENTIDAD 
Estos ejemplos demuestran lo pernicioso que 
puede llegar a ser el potencial adictivo que estos 
errores de planteamiento albergan. El proyecto mo- 
délico del siglo pasado hizo aumentar el consumo 
de drogas en los clubes juveniles, mientras que el 
ataque con jeringuillas de Murmansk convirtió en 
yonquis a personas con un trauma psíquico. En am- 
bos casos, la «droga» se proporcionó siguiendo el 
lema: «¿Qué necesito para aguantar esta vida?». En 
cambio, la buena educación apunta desde un princi- 
pio a una divisa totalmente opuesta: «¡Lo resistes 
todo porque la vida te necesita!». 
Quien es consciente de ello es capaz de atravesar 
la puerta abierta de la humanidad sin necesidad de 
drogas, libremente y con paso decidido. Pase lo que 
pase. 
 
Relajación y fortalecimiento de la 
voluntad 
Como hemos dicho, el serhumano no es producto 
ni resultado de los factores que influyen en él. 
Provistos de este leitmotiv, adentrémonos ahora en 
la temática de la adicción. Siempre que se habla de 
ella, las cifras que se barajan acostumbran a ser dra- 
máticas. Sólo en Alemania viven miles de heroinó- 
manos, uno de cada ocho niños de entre 12 y 14 años 
ya ha tenido alguna experiencia con las drogas y las 
cifras oficiosas de casos de alcoholismo multiplican 
por seis los datos recabados por las estadísticas. Ha- 
ce años, el célebre psicoanalista alemán Horst Eber- 
hard Richter sostenía en su libro Die Gruppe que 
esta situación era «el resultado de un sinnúmero de 
problemas encadenados, empezando por condicio- 
nes de vida inhumanas y represión de la fantasía in- 
fantil, y terminando por matrimonios deshechos y 
estrés en las escuelas», pero nosotros no comparti- 
mos esta opinión. La cultura de la vivienda en Ale- 
mania es de las más lujosas del mundo. La fanta- 
sía aflora, precisamente, cuando hay limitaciones, 
 
56 LIBERTAD E IDENTIDAD 
tal como demuestran numerosos informes de agru- 
paciones de sectores discriminados. La cifra de hijos 
de padres separados que se introducen en el mundo de 
las drogas es insignificantemente mayor que la de los 
hijos de familias intactas. Y, finalmente, la presión 
educativa en las escuelas alemanas no ha aumentado, 
sino todo lo contrario. Denunciar en público las cargas 
externas como causas de las adic-ciones entraña un 
serio peligro, porque de esta manera se fomenta la 
idea de que estamos predestinados caer en ellas cada 
vez que el azar nos hace víctimas de una de esas 
cargas. 
Además, no son tanto las «cargas» lo que debilita a 
las personas, como las «descargas», y no es ninguna 
idea absurda. Es cierto que la pobreza extrema puede 
acarrear consecuencias físicas críticas (por la falta de 
alimentos o los malos cuidados médicos), pero el polo 
opuesto, es decir, la opulencia, es tanto más crítica 
desde el punto de vista psicológico. La pobreza, como 
mínimo, moviliza las fuerzas necesarias para salir de 
ella (siempre que no se alie con el fenómeno de la 
apatía), cosa que no hace la opulencia, que se instala 
en un estado más bien carente de objetivos, sin 
estímulos ni tensiones. Debido a ello, las sociedades 
opulentas inventan las formas de entretenimiento más 
desquiciadas a modo de compensación, como, por 
ejemplo, navegar por Internet noches enteras, hacer 
puenting desde los pasos elevados de autopistas o 
divertirse en las discotecas a base de éxtasis y sonido 
ensordecedor. 
 
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...] 57 
Por ello no cabe duda de que en las sociedades 
opulentas también se producen fatalidades y desgra- 
cias que pueden hacer perder el equilibrio. Viktor E. 
Frankl escribió unas palabras clarificadoras respecto a 
los fenómenos agravantes que conducen a las 
adicciones: 
La persona que intenta embriagarse no soluciona 
ningún problema ni elimina ninguna desgracia. Lo 
que elimina es el mero resultado de la desgracia: la 
pura sensación de disgusto [...]. El acto de ver no crea 
1 
el objeto ni el acto de apartar la vista lo destruye. 
¡Qué palabras tan ciertas! Una madre que toma 
somníferos porque su hijo ha muerto no lo está re- 
sucitando. Está huyendo de la realidad durante la 
noche, pero no por ello la realidad se modifica lo más 
mínimo. Lo que cambia, o, mejor dicho, disminuye, 
es la fuerza de la madre para enfrentarse a la realidad. 
Cuanto más dependa de los somníferos, menos 
perspectivas con significado penetrarán en su nublada 
conciencia y menos capacidad tendrá para aceptar y 
seguir viviendo su vida a pesar de la terrible pérdida 
sufrida. 
Otra vez estamos ante la actitud fallida de preferir 
una «apariencia» a un «existencia», que en el caso 
citado se traduce en anteponer la apariencia del 
1. Viktor E. Frankl, Árzlliche Seelsorge. Viena, Deuticke, 10a 
edición. 1982. pág. 117. 
 
58 LIBERTAD E IDENTIDAD 
olvido agradable a la existencia del luto despierto. 
Frankl comparó a estas víctimas deplorables de ilu- 
siones efímeras con las ratas de laboratorio a las 
que, con fines científicos, se implantan electrodos 
en el centro del hambre del cerebro para que ellas 
mismas, pulsando un botón, puedan enviarse impul- 
sos eléctricos que les transmitan una sensación de 
saciedad. Las ratas se convierten inmediatamente en 
adictas a los impulsos eléctricos y a la consiguiente 
satisfacción simulada del hambre y llegan a «satis- 
facerse» hasta cien veces al día utilizando el botón. 
Al mismo tiempo, ignoran el alimento real que reci- 
ben porque han quedado saciadas, aunque sólo en 
«apariencia». Cabe suponer que este tipo de engaño 
es el mismo que sufren las personas que se entregan 
con regularidad a mundos aparentes artificialmente 
creados: se contentan con sensaciones erróneas y 
dejan pasar de largo los verdaderos valores y tareas 
con sentido de sus vidas. 
Por consiguiente, podríamos resumir los motivos 
existencialmente más significativos de la adicción de 
la siguiente manera: o bien se busca anestesia para re- 
peler un enorme dolor, o bien se busca el «subidón» 
para llenar un vacío. Es decir: o bien la situación apu- 
rada se ha vuelto insalvable, o bien el aburrimiento 
se ha vuelto insoportable. Ambos extremos, tanto la 
necesidad y la pena, como la opulencia y el aburri- 
miento, incitan a huir de la realidad. 
A continuación, partiendo de esta base, reflexiona- 
remos sobre el trabajo psicoterapéutico con adictos. 
 
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...] 59 
Terapia clínica 
En los casos de consumo elevado de sustancias 
adictivas, una psicoterapia de la palabra no tiene na- 
da que hacer, ni tampoco la logoterapia. El enfermo 
se encuentra espiritualmente «amurallado» y ningún 
argumento ni ninguna palabra podrían llegar hasta 
él. La dimensión existencial que lo caracteriza co- 
mo ser humano se encuentra bloqueada y su fuerza 
de voluntad está completamente anulada. Por ello, 
el enfoque terapéutico inicial deberá intervenir en 
los niveles corporal y psíquico del paciente. En el 
primero, mediante una desintoxicación clínicamen- 
te controlada, y, en el segundo, siguiendo un largo 
programa de deshabituación completa. Si la depen- 
dencia es de las drogas o el alcohol, es imprescindi- 
ble ingresar al paciente. El infierno de la abstinen- 
cia es poderosísimo e inimaginable para quien no lo 
conoce, y aguantar a solas en este frente es casi im- 
posible. Algunos enfermos lo consiguen —y por 
ello se merecen un monumento—, pero la gran ma- 
yoría es incapaz de hacerlo sin una sólida red social 
a su alrededor, sin las estrictas indicaciones del per- 
sonal médico y sin una supervisión constante. 
En este momento, lo que realmente importa es 
que el enfermo, que se halla en la cúspide de su carre- 
ra adictiva, allí donde la vida flirtea con la muerte, 
comprenda que la droga o el alcohol significan el fi- 
nal, no inmediato ni biológico, pero sí cercano y, 
sobre todo, de cualquiera de las manifestaciones de 
 
60 LIBERTAD E IDENTIDAD 
su dignidad. Lo que está en juego es algo más que la 
salud del adicto. Es su lado más maravilloso, el 
cual, al ocultarse, le hace comportarse como un si- 
mio... Si el adicto logra entender esto en relación 
con su deshabituación y su renacimiento espiritual, 
gozará de unas posibilidades asombrosamente bue- 
nas. El camino de la salvación será pedregoso y es- 
tará flanqueado a ambos lados por los escarpados 
abismos de la tentación, pero la vida se irá acercan- 
do cada vez más en toda su plenitud. En cambio, si 
el enfermo no lo entiende... Permítanme establecer 
un segundo paralelismo con los resultados de las in- 
vestigacionesetológicas en las ratas. 
Las ratas son unos animales sorprendentemente 
listos. Sin embargo, no gozan de muy buena fama 
entre nosotros. A todos nos gustaría exterminarlas 
de nuestras calles y casas, pero la inteligencia de es- 
tos roedores no lo pone fácil. Si, por ejemplo, les po- 
nemos un cebo con un veneno irreconocible para su 
olfato, unas cuantas ratas devorarán la trampa y cae- 
rán muertas. Pero los congéneres que han observado 
el proceso extraen las conclusiones correctas y se 
cuidarán en un futuro de comer de ese cebo. Con su- 
ma rapidez, toda la población de ratas aprende a lo- 
calizar el peligro inminente y evitarlo. ¡Todo un lo- 
gro cognitivo para un cerebro tan pequeño! Pero 
como el ser humano es un poco más inteligente que 
las ratas, todavía consigue engañarlas e inventa un 
cebo cuyo veneno actúa con un retraso de cinco días, 
por ejemplo. Las ratas se lo comen y se van de allí 
 
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...] 61 
tan campantes. Con el estómago lleno, corretean por 
los pasillos de sus moradas sin sufrir ningún tipo de 
molestia y, cinco días después, aparecen muertas en 
algún rincón alejado del lugar donde encontraron y 
devoraron el cebo. En este caso, sus semejantes ya no 
establecen ninguna relación entre comer y morir 
porque el cerebro de las ratas no lo permite. Estos 
cebos, y no los primeros, son los que diezman de 
verdad la población de roedores molestos. 
Por tanto, que nadie diga que los adictos que se 
permiten reincidir no se parecen a estas ratas. La 
adicción mata. Pero no inmediatamente ni en cinco 
días, sino con un efecto retardado de semanas, meses 
o años. Así, ¿quién es lo suficientemente estúpido 
como para «morder el anzuelo»? 
Terapia ambulante en dos fases 
Supongamos que un paciente se ha «permitido» 
finalmente pasar con éxito el complejo terapéutico 
formado por la desintoxicación corporal, la desha- 
bituación psíquica y la comprensión del peligro 
mortal que entraña la adicción. En tal caso, será dado 
de alta de la terapia clínica con unos valores san- 
guíneos normales y una inculcada aversión a la sus- 
tancia adictiva. De esta manera se podrá adentrar en el 
pedregoso camino de la salvación. ¿Cómo le irá? En 
la mayoría de los casos, el enfermo ya no dispone de 
los recursos de su pasado «preadictivo» y sien- 
 
62 LIBERTAD E IDENTIDAD 
te un miedo atroz al futuro. Ahora se manifiesta, con 
toda su fuerza, una urgencia existencial que apenas 
se percibía en la época de la adicción. Ahora aflora 
la pregunta de por qué merecía la pena hacer el es- 
fuerzo para curarse y qué valor puede tener en la 
abstinencia permanente una vida dañada. A un lado 
del camino, un abismo abre seductoramente sus fau- 
ces y susurra al oído del convaleciente: «¡Pero si ya 
nada tiene sentido y, de todas maneras, tu vida está 
echada a perder!». Al otro lado, otro abismo cuchi- 
chea: «Además, eres demasiado débil para aguantar. 
¡Abandona! ¡Disfruta lo que te queda y que pase lo 
que tenga que pasar!». 
Para levantar una «reja protectora» ante ambos 
abismos es necesaria una terapia ambulante de dos 
fases. 
La primera tiene como objetivo acabar con la 
creencia de que el enfermo es «demasiado débil». 
Para ello son idóneos los ejercicios de relajación co- 
mo el entrenamiento autógeno, el yoga o los siste- 
mas de meditación que el paciente efectúa con la 
ayuda de casetes. Una vez adquirido el dominio de 
una técnica de relajación corporal, se intercalan fór- 
mulas de entrenamiento sugestivo de la voluntad des- 
tinadas a allanar el camino a la segunda fase, a la 
conversación de búsqueda de sentido específica- 
mente logoterapéutica destinada a anular el argu- 
mento de la ausencia de sentido. 
Los métodos sugestivos siempre operan en el ni- 
vel psíquico, pero también pueden preparar la acti- 
 
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...] 63 
vación de fuerzas espirituales. Están especialmente 
indicados cuando el paciente tiene poca capacidad 
de resistencia y, por tanto, no puede confiar plena- 
mente en sí mismo. Al mismo tiempo, no es oportu- 
no sugerir directamente al paciente el objetivo de la 
terapia, es decir, que tras la cura de desintoxicación 
se propongan cosas como: «Adiós al tabaco», «Ya 
no necesito la droga», «Nunca más volveré a tocar 
una jeringuilla», etc. Estas intenciones acostumbran 
a transgredirse con la misma rapidez con que se 
asumen y su credibilidad cae en picado. El entrena- 
miento sugestivo de la voluntad no se basa en la re- 
nuncia al alcohol o las drogas sino en la creciente li- 
bertad y fuerza de voluntad del paciente. Entre los 
textos de relajación más habituales podemos encon- 
trar las siguientes formulaciones: «No soy esclavo 
de mis impulsos ni de mis sentimientos. Mi volun- 
tad es libre y la consolidaré para rehacer mi vida. 
Cada vez noto más esta voluntad interior; se va des- 
pertando en mí de acuerdo con mis verdaderas ideas 
y objetivos. Lo noto claramente: con su ayuda con- 
trolaré mi vida. Y cuanto más difícil lo tenga, más 
fuerte seré [...]». 
Da muy buen resultado proporcionar a los pa- 
cientes ejercicios grabados en casetes para que se 
los lleven a casa, porque cuando están solos, sumi- 
dos en un estado de ánimo inestable, todavía muy 
enturbiado, y sometidos a las exigencias que entra- 
ña el hecho de rehacer sus vidas, vuelven a aflorar 
la inquietud y el desasosiego, y todas sus mejores 
 
64 LIBERTAD E IDENTIDAD 
intenciones amenazan con irse a pique. En momen- 
tos así, exigir a estos pacientes que se tumben có- 
modamente y realicen de memoria un ejercicio de 
relajación sería pedir demasiado. Pero si sólo tienen 
que poner un cásete y escuchar, se entregarán «sin 
pensar» al efecto sugestivo de las fórmulas de repo- 
so y, al mismo tiempo, se impregnarán de los con- 
ceptos de libertad y fuerza de voluntad. 
En su época de adicción, los toxicómanos solían 
recurrir a un medio para transformar su estado inte- 
rior. En la fase de desintoxicación se les ha quitado 
o incluso prohibido este medio (destructivo), y en 
su lugar se les ha proporcionado otro medio (cons- 
tructivo): una cinta de cásete. Es posible que se vuel- 
van a enganchar a él, pero en cualquier caso es mu- 
cho mejor que el alcohol o las drogas. Además, al 
final el cásete deja de ser interesante, porque el pa- 
ciente se acaba sabiendo el texto de memoria y sólo 
bastan unos minutos en posición de relax para que 
todo fluya sin el menor esfuerzo. 
UN EJEMPLO ILUSTRATIVO 
Entre mis pacientes asistí una vez a una joven 
con cinco hijos que, tras el ingreso de su marido en 
prisión, había caído en un consumo abusivo de 
somníferos. Un día, los vecinos oyeron gritar y llo- 
rar a los niños y llamaron a la policía, que forzó la 
puerta y encontró a la mujer medio inconsciente. 
 
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...] 65 
Los hijos fueron puestos provisionalmente bajo la 
tutela de familias de acogida durante la estancia de la 
madre en un hospital. Tras el alta, la mujer vivía bajo 
la amenaza de perder a los niños en caso de reincidir, 
pero prometió que si se los llevaban a una residencia, 
se suicidaría. Los médicos le recomendaron recibir 
atención psicológica y fue derivada a mi consulta. 
En nuestras conversaciones quedó claro que la 
joven recurría a las pastillas cada vez que se sentía 
angustiada por el futuro de su familia (un miedo to- 
talmente comprensible cuando el marido se halla en la 
cárcel) o cuando los hijos le hacían perder los nervios 
(algo igualmente comprensible cuando se tienen cinco 
niños pequeños que requieren, todos a la vez, la 
atención de la madre). Sometida al estrés de estas 
situaciones, la joven perdía los estribos y anhelabael 
efecto aliviante de caer en un sueño profundo. 
Este cuadro era el ideal para aplicar los métodos de 
relajación de Jacobson, que la mujer aprendió con 
empeño. Cuando los dominó, fui introduciendo 
fórmulas de entrenamiento sugestivo de la voluntad 
del tipo: «Está tranquila, muy tranquila, nada puede 
alterarla, sus miedos se han desvanecido, sus nervios 
se han calmado, todas las preocupaciones están a un 
lado [...]. Ahora concéntrese sólo en su firme 
voluntad. La siente cada vez que respira. Su voluntad 
penetra en todo lo que usted hace y está a su entera 
disposición [...]. Lo nota intensamente: sí, usted 
 
66 LIBERTAD E IDENTIDAD 
quiere curarse, quiere estar sana, por usted, por sus 
hijos, por el futuro [...]. Está tranquila y relajada, nada 
puede alterarla [...]». 
La paciente se habituó rápidamente a los casetes y 
pronto llegó a la conclusión de que eran mucho más 
eficaces que el valium que le habían recetado 
(¡arriesgadamente!) en el hospital. Yo misma le grabé 
una cinta adicional para conciliar el sueño, con efecto 
despertador posthipnótico, con la cual sólo tenía que 
extender el brazo y apagar el aparato desde la cama 
por las noches para pasar suavemente de la relajación 
al sueño. De esta manera, la mujer consiguió cuidar 
perfectamente de sus hijos, cosa que notaron también 
los vecinos. Poco a poco le fui proponiendo que 
escuchase las cintas a un volumen cada vez más bajo, 
hasta el punto de que sólo se oyera un susurro. Al 
llegar a ese estadio, le expliqué que ya estaba lista 
para llamar a la paz interior cada vez que la 
necesitase, recordar su voluntad recuperada y llevarla 
consigo en la actividad diaria tras la pausa de 
relajación. 
La joven también tenía que aportar pequeñas 
pruebas del afianzamiento de su voluntad. Discutía- 
mos sobre cómo tratar y superar las escenas y con- 
flictos que solían ponerla en apuros. Por ejemplo, si 
uno de sus hijos pequeños se negaba a comer la papi- 
lla con la cuchara y llenaba toda la cocina de comida, 
llegábamos a la conclusión de que eso no debía ser 
motivo de agitación. La mujer debía reaccionar con 
calma y, simplemente, guardar la papilla, limpiar al 
 
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...] 67 
niño, llevarlo a su habitación y no darle nada de 
comer hasta que le volviera a tocar. La paciente 
aprendió a ser más paciente y consecuente y a no 
dramatizar pequeños sucesos, lo cual redujo rápi- 
damente la probabilidad de reincidir en su pro- 
blema. 
Al cabo de varias semanas me dijo que ya no ne- 
cesitaba los casetes. Cuando llegaban las tensiones, 
era capaz de tenderse, tranquilizarse y, tal como ella 
misma decía, «percibir su firme voluntad». Ante to- 
do se había vuelto una persona equilibrada, con la 
estabilidad necesaria para empezar las conversacio- 
nes logoterapéuticas de búsqueda de sentido. Juntas 
reflexionamos sobre todo aquello que, para ella y su 
familia, pudiera contribuir de manera positiva y sa- 
tisfactoria a cumplir con las tareas que ella misma 
se propusiera. En primer lugar, estaba la obligación 
de hacer de sus hijos unas personas buenas y ale- 
gres, pero también tenía la tarea de ayudar a su ma- 
rido a reintegrarse en la sociedad tras su vuelta de la 
cárcel. Una decisión razonable fue la de inscribir a 
los tres hijos más pequeños en una guardería de pe- 
dagogía terapéutica. De esta manera, mientras los 
otros dos hijos mayores estaban en el colegio, ella 
podría ir a limpiar para mejorar el presupuesto fa- 
miliar y permitirse algún capricho de vez en cuan- 
do. La casualidad quiso que empezara en una em- 
presa constructora donde había puestos libres para 
trabajadores no cualificados. Tras integrarse en uno 
de estos puestos y ver reconocida su aptitud, le pi- 
 
68 LIBERTAD E IDENTIDAD 
dio a su jefe que también diera una oportunidad a su 
marido y lo admitiera a prueba tras su estancia en 
prisión. 
Un año después me encontré con la joven por la 
calle. Iba con dos de sus hijos y una cesta de la com- 
pra repleta. Radiante de alegría, se acercó a mí y me 
contó que ella y su marido estaban trabajando en la 
constructora y que ninguno de los dos —y, al decir- 
lo, sus ojos brillaban de felicidad— había vuelto a 
reincidir: ni él con el hurto, ni ella con los somnífe- 
ros. «Los niños también notan que estamos bien en 
casa —dijo—. Imagínese, hasta estamos ahorrando 
para un coche de segunda mano. Será formidable, 
podremos ir todos juntos los domingos a comer al 
campo. Todavía conservo sus casetes para alguna 
emergencia, pero creo que ahora ya tengo una vo- 
luntad completamente firme. ¡Ya nada echará mis 
planes por tierra!» 
Le di la enhorabuena y le deseé toda la suerte en 
el futuro. 
El ingrediente logoterapéutico 
Como en el caso de esta paciente, en muchas 
ocasiones he conseguido, por la vía del entrena- 
miento sugestivo de la voluntad, que personas emo- 
cionalmente lábiles refuercen su voluntad porque 
llegan al convencimiento de que disponen de más 
capacidad de concentración y resistencia y, por con- 
 
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...] 69 
siguiente, son capaces de disciplinarse más decidi- 
damente. A este respecto me viene a la memoria una 
frase de Bertrand Russell: 
Todo el bienestar que obtiene la humanidad viene 
del intento de afianzar el bien y no de la lucha contra 
el mal. 
La ayuda a los adictos debería hacerse suyas estas 
palabras. Para concluir, algunas reflexiones sobre la 
última fase terapéutica, las conversaciones de 
búsqueda de sentido. 
Los terapeutas no pueden ofrecer ningún sentido, 
sino que son los pacientes quienes deben encontrarlo. 
Lo que sí puede hacer el terapeuta es señalar las opor- 
tunidades de sentido. ¿Dónde, exactamente? Dentro 
de los límites de cada uno. En cierto modo, los pro- 
blemas individuales marcan los límites de cada per- 
sona, los cuales se expresarían en frases como: «No 
tengo ganas de esto», «No veo el menor atisbo de 
esperanza», «Me siento débil y desanimado», «Estoy 
solo y abandonado», etc. La libertad o la libre 
elección se alojan en el interior de estos límites y no 
fuera de ellos. La libertad consiste en emprender algo, 
con o sin ganas, esperanza, ánimo o ayuda de los 
demás. Libertad significa decir sí a algo, por o a pesar 
de la calidad de ese algo. Lo que cuenta es elegir en 
libertad, porque todo lo que no se elige se queda en el 
arriesgado territorio de lo efímero. Lo que cuenta es 
que entre las cosas realizables se elija 
 
70 LIBERTAD E IDENTIDAD 
lo que merece ser realizado, sea fácil o difícil. Es 
necesario insistir constantemente en ello con los pa- 
cientes, porque ellos mismos se encierran de buen 
grado en sus límites y, al hacerlo, pasan por alto lo 
que, a pesar de todo, pueden realizar y tienen enco- 
mendado hacer «en nombre de la vida». 
Un factor de estrechamiento de límites muy ex- 
tendido es la autocompasion crónica. Actúa como 
un remolino que absorbe al enfermo hacia un abis- 
mo sombrío. A ella se añaden la disputa con el 
destino, la estéril pregunta «¿Por qué yo?», los re- 
proches a la familia y la sociedad (el clásico pre- 
texto para justificar los propios defectos) y la 
constante queja por las deficiencias de uno mismo 
(«Soy así»). Pero incluso dentro de estos límites 
tan estrechos todavía se pueden descubrir oportu- 
nidades de sentido. Es precisamente en las expe- 
riencias adversas y los destinos dramáticos donde 
se esconde la oportunidad de obtener un beneficio 
humano extraordinario a través de la superación 
mental y espiritual de las influencias negativas. 
Frankl denominó esteproceso «la transformación 
de una tragedia en un triunfo» y le atribuyó el su- 
premo valor de la capacidad específicamente hu- 
mana de obrar, con la que no se puede medir nin- 
guna otra representación del esplendor del genio o 
del intelecto. 
Los argumentos de Frankl son el antídoto perfec- 
to contra la autocompasion crónica y limitadora. Al 
paciente se le explica que obtener éxito y satisfac- 
 
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...] 71 
ción en la vida es la cosa más fácil si uno encuentra 
desde un principio las condiciones óptimas, si tiene 
la comprensión y el apoyo de los demás y, quizá 
también, si tiene un carácter estable. Pero cuanto 
más dificultosa ha sido la situación inicial en la vida 
de una persona, tanto más notable y digno de reco- 
nocimiento será el más pequeño de los progresos 
realizado por iniciativa propia. El paciente debe en- 
tender que, por su pasado, puede sentirse enorme- 
mente orgulloso del más mínimo empeño por salir 
del remolino y tomar caminos más sanos. El trayec- 
to que hemos dejado atrás no siempre muestra la ruta 
hacia el futuro. A veces se necesita un desvío en el 
presente o, incluso, un cambio de rumbo radical pa- 
ra conquistar realmente el futuro. Si el paciente tra- 
baja en esta dirección, escapará de su terrible pasado 
y habrá realizado un acto heroico que nadie con un 
pasado sin preocupaciones podrá nunca igualar. 
Como vemos, la dependencia que los adictos tie- 
nen que superar suele ser doble: la de la sustancia 
adictiva y la de las circunstancias biográficas. El en- 
fermo que sostiene «Como mis padres se han ocu- 
pado poco de mí, he caído en el alcohol», estará en 
caída permanente. Pero si da media vuelta y dice: 
«Aunque mis padres se hayan ocupado poco de mí, 
voy a organizar mi vida con sensatez», habrá dejado 
de caer. 
Resumamos las distintas fases de una terapia efi- 
caz contra la adicción (hasta ahora hemos comenta- 
do las cuatro primeras): 
 
72 LIBERTAD E IDENTIDAD 
I. Desintoxicación corporal (en hospital). 
II. Deshabituación psíquica (en hospital). 
III. Ejercicios de relajación y entrenamiento su- 
gestivo de la voluntad (ambulante). 
IV. Conversaciones de búsqueda de sentido (am- 
bulante). 
V. Asistencia (a intervalos más prolongados). 
La logoterapia, que, según su fundador, es una 
«psicoterapia desde lo espiritual y hacia lo espiri- 
tual», puede intervenir con todo su instrumental en 
la fase III, donde se habla de libertad y fuerza de 
voluntad, y en la IV. Finalmente, en la fase V, la lo- 
goterapia se enfrenta al enorme reto de la preven- 
ción de recaídas, a la que está dedicado el capítulo 
siguiente, centrado en el caso del alcoholismo. 
 
Reflexiones sobre la asistencia a 
alcohólicos 
En primer lugar, los objetivos de una asistencia 
psicológica sólida van más allá de la prevención de 
recaídas. La asistencia no debe limitarse a advertir de 
la presencia de obstáculos e impedir que los con- 
valecientes tropiecen. También hay que considerar el 
camino por sí mismo: el sendero que espera ser 
recorrido por una persona determinada, la vereda que 
merece la pena tomar, la ruta que puede llevar a la 
persona a la cima de su existencia como ser humano. 
Quien va por su camino no tropieza con facilidad, 
pero quien se limita a intentar no tropezar puede 
equivocarse fácilmente de camino. La asistencia se 
caracteriza por la búsqueda de lo esencial, la 
dedicación a lo verdadero y, unida a un proceso de 
curación, refuerza la conciencia de lo importante y 
necesario que es recuperar la salud y de las posi- 
bilidades que ello entraña. 
El sentido de la vida no es estar sano y prevenir 
las enfermedades, sino todo lo contrario. Estar sano y 
prevenir enfermedades sólo es útil cuando la vida 
 
74 LIBERTAD E IDENTIDAD 
tiene un sentido. Referido a la problemática del al- 
coholismo, podríamos decir que no beber no es nin- 
gún sentido en la vida, sino el requisito indispensa- 
ble para satisfacer un sentido en la vida. Debido a 
ello, al final sólo consiguen no beber aquellos que 
se esfuerzan por realizar un sentido y no los que lu- 
chan por no beber. 
Al hablar de un sentido en la vida no nos referi- 
mos a un proyecto que se concibe y se aborda sim- 
plemente para estar ocupado. Naturalmente, siem- 
pre es bueno tener algo que acometer, sobre todo 
porque significa tener un objetivo. Sin embargo, 
hasta el mejor de los proyectos puede fracasar o 
salir al revés. En ese caso, la recaída será más rá- 
pida si el equilibrio interior de la persona depende 
B s 
de la realización de un proyecto determinado. Esta 
es una situación peligrosa porque todos nuestros 
proyectos terrenales son susceptibles de ir mal. 
Los buenos resultados nunca están garantizados y 
la frustración, de un modo u otro, siempre está pre- 
sente. Pero lo fundamental no es tener éxito en 
nuestros proyectos ni poder mantenernos en el la- 
do de los ganadores. Los objetivos individuales se 
pueden perder, pero la llamada de sentido que se 
produce en cada situación de la vida es perpetua y 
está siempre al alcance. Incluso en el fracaso o la 
frustración de los proyectos humanos es posible 
satisfacer un sentido en función de cómo se ha aban- 
donado un objetivo o con qué actitud se ha pos- 
puesto un plan irrealizable. 
 
REFLEXIONES SOBRE LA ASISTENCIA [...] 75 
Volvamos al párrafo esencial de la carta del alcohó- 
lico «rescatado» que reproducíamos al principio de 
este libro. Decía así: 
A mi mujer, que me había dejado, entre otros mo- 
tivos, por mi consumo excesivo de alcohol, no le iban 
bien las cosas y yo quería conservar mi puesto de tra- 
bajo para poder mantenerla, a ella y a nuestra hija. 
Así que me volví abstemio. 
No cabe duda de que, para el autor de esta car- 
ta, la precariedad de los familiares más cercanos 
ha sido un motivo de peso para la abstinencia. En 
logoterapia lo denominaríamos un motivo auto- 
trascendente, es decir, un motivo que va más allá de 
la satisfacción de las necesidades propias y se orienta 
al mundo exterior, al bien de una cosa o de una 
persona. 
Este alcohólico se ha dejado llevar por un mo- 
tivo autotrascendente que parece extraordinaria- 
mente esperanzador porque, como ya sabemos, el 
ser humano sólo puede llegar a su verdadero des- 
tino olvidándose abnegadamente de sí mismo. Pe- 
ro supongamos que la esposa, que vivía separada 
de él, hubiese conocido a un hombre rico y galan- 
te que se hubiese hecho cargo de ella. ¿Qué habría 
pasado? ¿El autor de la carta también habría deja- 
do de beber? Lo habría hecho si entretanto hubiera 
avanzado en el crecimiento interior, es decir, si 
hubiera desarrollado la capacidad de estirar sus 
 
76 LIBERTAD E IDENTIDAD 
antenas espirituales y captar qué le depara la nue- 
va situación. 
Probablemente, le hubiese esperado un sentido 
transformado. No ya el hecho de conservar el pues- 
to de trabajo para mantener a la mujer y a la hija, si- 
no, por ejemplo, para aparecer ante su hija como un 
padre modélico, o para cultivar amistades y contac- 
tos valiosos, o para plantearse nuevos retos labora- 
les, o, simple y llanamente, para no convertirse en 
un peso para la sociedad. 
¿Y por qué el autor de esta carta debería haber 
avanzado en su crecimiento interior? Porque antes 
de decidir ser abstemio no poseía o, como mínimo, 
no había dado muestras de poseer la capacidad de 
captar con sus antenas espirituales la oferta de sen- 
tido específica de cada nueva situación de la vida. 
Sus palabras así lo revelan: «Mi mujer, que me ha- 
bía dejado, entre otros motivos, por mi consumo ex- 
cesivo de alcohol [...]». Si los posteriores apuros 
económicosde la mujer proporcionaron un motivo 
para dejar de beber por ella, el apuro psíquico de la 
mujer durante el matrimonio y su declive no ha- 
brían proporcionado un motivo menor para renun- 
ciar al alcohol por la familia. Pero, por lo visto, en 
esa época las antenas del hombre todavía no estaban 
orientadas hacia la llamada de sentido que debió re- 
sonar en su crisis matrimonial. Fue necesaria una 
grave conmoción para que la llamada le llegara. En 
lo sucesivo, todo dependerá de que sus antenas si- 
gan desplegadas y sean suficientemente flexibles 
 
REFLEXIONES SOBRE LA ASISTENCIA [...] 77 
para captar, durante toda la vida, las llamadas que 
resuenan en cada momento y la finalidad de éstas. 
El objetivo principal de la asistencia a adictos 
nunca deberá consistir en recordarles hasta la sacie- 
dad la amenaza constante que ejercen el alcohol o 
las drogas sobre sus vidas, porque el enfermo ya 
debe saber que la amenaza siempre existe, incluso 
tras largos años de abstinencia (este conocimiento 
era uno de los deberes teóricos y prácticos de la te- 
rapia). Sin embargo, la tendencia a la adicción no 
conforma toda la personalidad del adicto ni explica 
la historia completa de su vida. Por ello, la presión 
para reconocer humildemente una debilidad predis- 
puesta nunca deberá ponerse como colofón a una 
serie de medidas de rehabilitación. La asistencia de- 
be ir más allá, es decir: 
a) estimular al ex paciente para que ponga en 
práctica sus propias aptitudes, y 
b) potenciar su capacidad para percibir que me- 
rece la pena hacerlo. 
Sólo un proceso de búsqueda permanente de sen- 
tido puede garantizar una protección óptima contra 
la (seductoramente camuflada) autodestrucción. ¿Por 
qué? Porque sólo de este proceso —de manera de- 
licada, tierna y constante— puede surgir la autoes- 
tima. 
 
78 LIBERTAD E IDENTIDAD 
La importancia de la autoestima 
El autor de la carta dejó constancia escrita de 
que, «de todas maneras, me despreciaba a mí mis- 
mo por mi maldita debilidad». 
Una declaración dramática, sin duda. Podemos 
perderlo todo y salir ilesos, los bienes, el amor, la 
amistad, el trabajo o la salud, pero no la autoesti- 
ma, porque ella encierra la capacidad de existir 
ante uno mismo y ante Dios. La autoestima es el 
reflejo subjetivo de la dignidad objetiva e inalie- 
nable del ser humano y no puede verse perjudica- 
da por ninguna enfermedad, calvario o ataque, ni 
siquiera por la muerte. En cualquier caso, nunca es 
el reflejo de lo que el prójimo piensa de nosotros, 
sino que coincide exactamente con la imagen que 
tenemos de nosotros mismos. Uno puede aceptar 
honestamente su propia existencia porque, por al- 
gún motivo razonable, piensa que está bien exis- 
tir; o también puede tener la sensación de que, en 
general, no le importa existir porque, bien mirado, 
no se considera necesario. La autoestima es nues- 
tro sí a la existencia, la cual se halla íntimamente 
unida a la voluntad de realizar los actos y mante- 
ner las actitudes que en cada momento tienen más 
sentido y se ajustan a nuestras circunstancias; la 
existencia descansa en la decisión por un sentido. 
Un ejemplo nos servirá para explicar esta compli- 
cada reflexión: 
 
REFLEXIONES SOBRE LA ASISTENCIA [...] 79 
Un camarero de un barco tenía la obligación de 
servir la comida a la tripulación. Un día, mientras el 
camarero desempeñaba una vez más su tarea, el pri- 
mer oficial se enfadó por un trozo de carne poco he- 
cha que encontró en su plato a pesar de que ya había 
informado repetidas veces a la cocina cómo quería 
sus bistecs. El primer oficial se irritó tanto que montó 
en cólera y lanzó el plato junto con su contenido 
sobre la espalda del camarero, que estaba saliendo 
del comedor. Éste no tuvo más remedio que barrer a 
regañadientes los trozos de plato y comida y limpiar 
las salpicaduras de salsa que quedaron en su chaque- 
ta. Cuando acabó, se dirigió enfadado a su camarote 
y se emborrachó. Por desgracia, lo encontraron ebrio y 
tuvo que someterse más tarde a un proceso discipli- 
nario que estuvo a punto de costarle el empleo. 
¿Cuál es la idea central de este relato? Es la his- 
toria de dos personas que acaban mal. Una es un 
primer oficial que no puede evitar descargar sobre un 
inocente un enfado causado por un suceso enervante. 
Rompe un plato, echa a perder la comida y ofende a 
otra persona. Por muchas excusas que tenga, a su 
conciencia no le pasa por alto que estos actos no han 
tenido ningún sentido, como tampoco el hecho de que 
habría podido manejar con mayor sensatez su 
indignación por una carne medio hecha. La habría 
podido mandar de vuelta a la cocina o, incluso, habría 
podido hablar directamente con el cocinero; también 
habría podido ordenar medio en broma que a partir de 
ese momento se colgara un cartel 
 
80 LIBERTAD E IDENTIDAD 
luminoso junto a la cocina con las sugerencias gas- 
tronómicas de los oficiales, etc. Pero, claro, como a 
él, el oficial de mayor rango, nadie le ha recrimina- 
do nada, sale bien parado en el nivel interpersonal. 
Pero, inevitablemente, le invadirá una sensación de 
malestar, una leve sensación de vergüenza y culpa- 
bilidad. En un futuro, esta «elección contra todo 
sentido» le corroerá la autoestima. El primer oficial 
no puede sentirse nada orgulloso de su colérica ac- 
tuación estelar. 
La segunda persona implicada es el camarero de 
a bordo. Él también se enfrenta a un suceso ener- 
vante y, al emborracharse, también descarga su ira 
sobre un inocente: él mismo. Hasta el momento en 
que recoge del suelo el plato roto, el camarero toda- 
vía es capaz de mirarse con respeto, en paz y armo- 
nía. Es cierto que lo han ofendido, pero la responsa- 
bilidad de la ofensa la detentan otros, no él. De él 
no ha salido ningún contrasentido. A él sólo se le 
plantea una pregunta: ¿cómo reaccionará de manera 
sensata al contrasentido sufrido? ¿Cuál puede ser su 
mejor respuesta a este suceso doloroso? 
Una vez en el camarote habría tenido tiempo para 
pensarlo. Si se lo hubiese tomado, probablemente le 
habría parecido sensato buscar un momento 
tranquilo para hablar con el primer oficial y comu- 
nicarle amablemente que la escena del plato no ha- 
bía estado bien. Al fin y al cabo, el camarero no 
había asado la carne. Esta actitud habría dado al pri- 
mer oficial la oportunidad de disculparse ante el ca- 
 
REFLEXIONES SOBRE LA ASISTENCIA [...] 81 
marero y zanjar el asunto concediéndole un breve 
permiso. Así, el superior habría recuperado su auto- 
estima y el camarero nunca la habría perdido. Más 
aún, si el oficial le hubiese dado calabazas, el cama- 
rero seguiría teniendo motivos para sentirse orgu- 
lloso de sí mismo por el valor demostrado. 
Pero el camarero elige el otro camino: el de huir 
hacia el alcohol para ahogar las penas, es decir, la 
continuación de un contrasentido ajeno en forma 
de contrasentido propio. Después ya no podrá mi- 
rarse con respeto, sino que se pone a la altura de su 
adversario. Es cierto que le han hecho daño sin mo- 
tivo, pero él también está aumentando el daño en el 
mundo con el que se causa a sí mismo y con el que 
habría causado a otros inocentes, como su familia, 
si hubiese perdido el puesto de trabajo. 
De esta historia podemos aprender que, desde 
una perspectiva ética, lo que la vida nos ofrece es 
irrelevante: alegría o dolor, afecto o rechazo, elogio 
o crítica. Lo relevante siempre es nuestra forma de 
reaccionar a todo esto y lo que sale de nosotros. Lo 
esencial es la respuesta que damos a un suceso, ya 
sea éste edificante o decepcionante; una respuesta 
que nosotros mismos debemos determinar y de la que 
debemos responsabilizamos.* Nadie se «hunde» só- 
lo por una frustración,pero mucha gente con reac- 
I. Viktor E. Frankl, Der unbewufite Gott, Munich, Kósel, 5;l edi- 
ción, 1979, pág. 13 (trad. cast.: El Dios inconsciente, Buenos Aires, 
Escuela, 1955-1966). 
 
82 LIBERTAD E IDENTIDAD 
ciones negativas a las frustraciones cae en desgra- 
cia porque, como se muestra en el ejemplo anterior, 
da continuidad a un contrasentido en vez de afron- 
tarlo con sensatez. 
Por ello, toda rehabilitación eficaz debe tener el 
objetivo ineludible de hacer ver a los enfermos que 
su autoestima nunca se verá alterada por el daño 
que el destino les pueda deparar; que, a la inversa, 
su autoestima se fortalecerá en la medida en que 
afronten y soporten ese daño con valentía, siempre 
que no puedan cambiarlo; y que, por el contrario, el 
daño que ellos hagan, es decir, no el padecido, sino 
el infligido, lo llevarán en su interior y mermará su 
autoestima. En cambio, el conocido sentimiento de 
vergüenza del alcohólico no es otra cosa que la voz 
de su yo sano advirtiéndole insistentemente que la 
bebida no es una respuesta con la que un ser huma- 
no pueda afrontar los problemas de la vida, o al me- 
nos no es una respuesta aceptable. Mientras esta vo- 
cecilla hable, habrá esperanza, y todos sabemos que 
no dejará de hablar mientras la chispa del espíritu 
siga brotando en el ser humano. 
Volvamos brevemente a la anécdota del barco. 
¿En qué basamos nuestro optimismo al pensar que, a 
pesar de tener un mal comienzo, la historia todavía 
podría acabar bien? ¿Qué podría reconducir las co- 
sas hacia un «final feliz»? Únicamente el arrepenti- 
miento (despertado y activado por el sentimiento de 
vergüenza) del primer oficial, que le permitiría ten- 
der la mano a su subordinado y reconocer que siente 
 
REFLEXIONES SOBRE LA ASISTENCIA [...] 83 
lo sucedido; pero también el arrepentimiento (des- 
pertado y activado por el sentimiento de vergüenza) 
del camarero, que le permitiría adoptar el firme pro- 
pósito de no beber nunca más en horas de servicio, 
pase lo que pase; o también el arrepentimiento de 
ambos, que sería lo ideal. De ser así, nuestra historia 
sería el relato de la transformación de dos personas 
que se sienten culpables pero que, al liberarse volun- 
tariamente de este sentimiento de culpa, van mas allá 
de sí mismas y se convierten en seres humanos 
adultos. Los «finales felices» no sólo se dan en los 
cuentos, sino también en la vida real y siempre que 
alguien se decide por lo que tiene sentido. Al tomar 
esta decisión, la vergüenza sana se transforma en sa- 
tisfacción edificante, la debilidad interior en fortaleza 
interior y el conformismo con la propia personalidad 
en posibilidad de cambio. Así lo confirma el autor de 
la carta citada anteriormente: «Ahora puedo librarme 
de la culpa con la que cargué tanto tiempo. Soy una 
persona distinta». 
Todavía falta aclarar un último punto: el referido a 
hacer realidad la posibilidad de sentido cueste lo que 
cueste. Parece una demanda demasiado exigente, pero 
lo cierto es que el adicto tiene un destino difícil 
porque ante todo prefiere lo fácil. ¿Que se aburre? Se 
echa unas cuantas copas al coleto y a divertirse. Eso 
es lo fácil. Lo difícil sería desarrollar la creatividad 
para organizarse el tiempo libre de manera prove- 
chosa. ¿Que es tímido e inseguro y se ve incapaz de 
tener éxito? Un buen porcentaje de alcohol en la 
 
84 LIBERTAD E IDENTIDAD 
sangre y será capaz de superar ampliamente sus 
propias barreras. Más difícil sería iniciar algo desde 
la autosuperación a pesar de la timidez y la insegu- 
ridad. Podemos poner muchos más ejemplos pareci- 
dos, pero la esencia siempre es la misma: una sen- 
sación desagradable que se elimina a corto plazo y 
otra agradable que se crea a corto plazo, a cambio 
de daños a largo plazo y una existencia desoladora. 
¿Alguien puede entender qué hay de apetecible en 
una sensación de placer efímera y qué hay de es- 
pantoso en una sensación de disgusto pasajera? La 
persona realmente libre es la que no se deja llevar 
por los miedos o las ansias, ni la que no desea ni te- 
me nada del ámbito emocional, sino la que se entre- 
ga con naturalidad a una consonancia intuitiva con 
la vida tal como es. 
Una vez, durante una sesión de orientación, un 
joven me planteó una pregunta provocadora: «Pero 
¿qué tiene usted en contra del consumo de dro- 
gas?». Ésta fue mi réplica: «Se lo voy a decir con 
mucho gusto. Estoy en contra de cualquier tipo de 
esclavitud. La droga le obsequia con una sensación 
transitoria muy agradable. Pero también le roba la 
libertad de no codiciar esa sensación, de no anhelar- 
la constantemente, de no tener que estar continua- 
mente pensando en ella. ¿Es que no sabe lo maravi- 
lloso que es ser emocionalmente libre y no dejarse 
irritar por cualquier sensación molesta cuya elimi- 
nación le obliga a hipotecar su paz interior?». Mis 
palabras hicieron reflexionar a este joven. 
 
REFLEXIONES SÓBRELA ASISTENCIA [...] 85 
Hay que admitir que nuestra época es poco amiga 
de prevenir las adicciones. Las tendencias de la 
sociedad occidental del ocio apuntan al ensalzamiento 
del placer. «Disfruta del sabor», reza una publicidad 
de cigarrillos. «Disfrute ahora, pague después», 
anuncia una sociedad de crédito. Es la esclavitud de la 
era moderna. Para contrarrestar esta obligación de 
disfrutar es necesario vivir con humildad y conservar 
la paz interior. Si hacemos que las personas a las que 
cuidamos vean esto, quizás algún día descubran la 
riqueza de poder renunciar. A continuación 
reproducimos un cuento del lejano Oriente que pone 
de relieve como ningún otro los valores de la libertad 
y la paz interior, y donde el lector imaginativo podrá 
reconocer al rey Alcohol disfrazado de diamante 
extraordinario. 
2 
La piedra 
El sannyasi llegó a las afueras de la aldea y acam- 
pó bajo un árbol para pasar la noche. De pronto, un 
aldeano llegó corriendo hasta allí y gritó: 
— ¡La piedra! ¡La piedra! ¡Dame la piedra 
preciosa! 
—¿Qué piedra? —preguntó el sannyasi. 
— La otra noche se me apareció en sueños 
el dios 
Shiva —explicó el aldeano—, y me dijo que al caer 
la noche encontraría a un sannyasi en las afueras que 
2. Tomado de Anthonyde Mello, Warum der Vogel singt. Ges- 
a 
chichten fiir das richtige Leben, Friburgo, Herder, 4 edición, 1985, 
pág. 103. 
 
86 LIBERTAD E IDENTIDAD 
me daría una piedra preciosa que me haría rico para 
siempre. 
El sannyasi rebuscó en su fardel y sacó una piedra. 
—Quizá se refería a ésta —dijo, y se la entregó al 
aldeano—. La encontré hace unos días en un sendero 
del bosque. Por supuesto, te la puedes quedar. 
El hombre observó la piedra con asombro. Era un 
diamante. Probablemente, el diamante más grande 
del mundo, porque era como la cabeza de un bebé. El 
aldeano lo cogió y se fue a su casa. Pasó la noche 
dando vueltas en la cama, sin poder dormir. A la ma- 
ñana siguiente, al despuntar el día, fue a despertar al 
sannyasi y le dijo: 
— ¡Dame toda la riqueza que te permite despren- 
derte tan fácilmente de este diamante! 
 
¿Cómo sobreviven los familiares? 
Viktor E. Frankl no sólo fue un médico y un filó- 
sofo genial. También fue un montañero apasionado 
que dominó las escarpadas paredes de los Alpes 
austríacos. Frankl sabía exactamente lo que había 
que hacer para salvar las dificultades del camino, 
cuesta arriba y cuesta abajo. Los familiares de adic- 
tos caminan durante años por terrenos particular- 
mente difíciles, oscilando por altibajos, de las cimas 
de la esperanza a los abismos de la desesperación, y 
siempre «extenuados» a causa del enorme esfuerzo 
que implica avanzar un paso sin caer junto con su 
familiar adicto. A ellos vandirigidos los conoci- 
mientos médico-filosóficos de Frankl que a conti- 
nuación presentamos en forma de «consejos de al- 
pinista». ¿Qué recomendaciones para salir ilesos 
habría dado a los familiares de adictos este experi- 
mentado guía de montaña y consejero personal que 
a tantas almas doblegadas ayudó a atravesar los pe- 
dregosos caminos de sus vidas? 
 
88 LIBERTAD E IDENTIDAD 
I. Comprobar el contenido de la mochila 
Lo primero, igual que en la montaña, que cada 
uno lleve su mochila. Lo importante no es que sea 
ligera, sino que contenga lo necesario. ¿De qué sir- 
ve la mochila más liviana si después, cuando esta- 
mos en la cima, nos falta urgentemente lo que nece- 
sitamos? Por tanto, la primera lección será hacer la 
mochila. ¿Con qué cargamos? ¿Con cosas necesa- 
rias o inútiles? ¿Qué abandonamos? 
Revolvamos un poco por nuestra mochila: ¿qué 
encontramos? ¡Preocupaciones, claro! ¿Son absolu- 
tamente necesarias o podemos sacarlas antes de ini- 
ciar la siguiente ascensión? Les revelaré un truco 
sencillo que sirve de ayuda: primero, cuenten las 
preocupaciones y, a continuación, el amor que hay 
en la mochila. Si la cantidad es la misma, déjenlo 
todo como está. El amor implica irremisiblemente 
una preocupación por lo amado. Por un lado, es ne- 
cesario preocuparse por la persona o la cosa que se 
ama. Si no nos preocupásemos de verdad, la perso- 
na o la cosa nos daría igual y dejaría de ser el objeto 
de nuestro amor. Por otro lado, una mochila sin 
amor se consideraría —a ojos del Señor— «dema- 
siado ligera» para emprender un viaje a las cumbres 
de la existencia humana. 
Pero si al contar las preocupaciones encontramos 
que éstas superan la cantidad de amor que hay en 
nuestra mochila, será conveniente hacer un nuevo re- 
cuento, porque significa que cargaremos con dema- 
 
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 89 
siadas preocupaciones inútiles que nos frenarán inne- 
cesariamente el paso. Se trata de las preocupaciones 
creadas no por el amor, sino por el miedo a algo. La 
angustia es un lastre que pesa sobre nuestras espaldas 
y nos hace perder rápidamente el aliento. Así como la 
preocupación por una persona amada nos hace crea- 
tivos, tolerantes y fuertes, el miedo es una fuerza con- 
traproducente que cohibe y paraliza. 
Es cierto que los problemas de adicción generan 
perspectivas de vida aterradoras. Los adictos se ven 
amenazados por enfermedades crónicas y cambios 
catastróficos de personalidad, mientras que las per- 
sonas de su entorno viven bajo la amenaza de la hu- 
millación, la violencia y la ruina económica. Sin 
embargo, el miedo a una desgracia inminente no 
impide que ésta se produzca. Lo único que hace es 
cubrir de sombras el periodo de tiempo anterior a la 
desgracia, con independencia de que ésta llegue o 
no. Conocí a una mujer que se pasó veinte años te- 
miendo enfermar de cáncer y al final murió de una 
simple neumonía. Las dos décadas que precedieron 
al fatal desenlace de su afección pulmonar las vivió 
de manera no menos fatal a causa del atormentador 
miedo al cáncer. Una verdadera lástima. La práctica 
psicoterapéutica nos enseña que el miedo anticipa- 
torio a una desgracia es capaz de atraerla de una 
manera u otra. El temor continuo induce a los facto- 
res desencadenantes de crisis mentales y corporales 
a tener reacciones erróneas justamente cuando lo 
importante es reaccionar de forma serena y juiciosa. 
 
90 LIBERTAD E IDENTIDAD 
¿Cómo hay que poner coto al miedo? O: ¿cómo 
se echa este lastre de la mochila? Para hacerlo, nues- 
tro «guía de montaña» particular, Viktor E. Frankl, 
formuló una singular receta paradójica: debemos 
hacernos inatacables por nuestro miedo. ¿Que el 
miedo nos amenaza con algo terrible? ¡Vale! ¡Que 
se haga realidad la amenaza! ¿Qué puede pasar? Al 
fin y al cabo, la vida humana es finita. No tenemos 
nada eterno que perder, ni nuestros familiares tam- 
poco. Quizás hasta tengamos algo que ganar en lo 
relativo a cómo diseñamos nuestra propia finitud. 
La mujer del miedo al cáncer citada antes perdió la 
vida de una manera u otra; no fue de cáncer, pero sí 
de una pulmonía. Sin embargo, perdió algo más, y 
por ello es una lástima: perdió oportunidades en la 
vida que se podrían haber llenado con algo más ale- 
gre y variopinto que la visión de un futuro amena- 
zador. Y todo lo que se pierde, se pierde para siem- 
pre, de la misma manera que todo lo que se llena 
con alegría también es para siempre. 
Por ello, arrebatemos a nuestro miedo su capaci- 
dad amenazadora declarándonos (hipotéticamente) 
conformes con lo peor que pueda suceder y así 
avanzaremos y haremos lo mejor de cualquier cosa 
que suceda. Concretamente: pongamos a nuestro fa- 
miliar adicto en manos de su destino, entreguémoslo 
al más o menos empinado tobogán de la muerte por 
el que se desliza. Ningún esfuerzo de sus allegados 
conseguirá impedir la caída. Sólo su propia 
firmeza lo rescatará. Por tanto, enfrentémonos sin 
 
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 91 
temor a su posible hundimiento y aprovechemos las 
oportunidades del presente común que compartimos 
con él. 
II. Poner provisiones en la mochila 
Ya hemos revisado el contenido de la mochila e 
igualado los niveles de preocupación y amor, lo que 
significa que hemos puesto en ella todos los buenos 
deseos, esperanzas y bendiciones, toda nuestra dis- 
posición y alegría para trabajar por las personas que 
más nos importan. También hemos desempaquetado 
cualquier posible miedo a eventuales sucesos terri- 
bles del futuro. Llegados a este punto, sólo falta 
conseguir «víveres» para reponer fuerzas durante el 
viaje. En nuestro caso, las provisiones consistirán en 
unas generosas dosis de humor que (según Frankl y 
siguiendo el ejemplo de Heidegger o Binswanger) 
merecería el calificativo de existencial, al igual que 
la preocupación y el amor. 
Ya en la vida «normal», el humor debe entenderse 
como un exquisito viático destinado a prevenir 
decaimientos que requieran un cuidado intensivo. 
Su definición más inteligente es la que proporciona 
la cultura popular, según la cual humor es reír a pe- 
sar de todo. En nuestra mochila no puede faltar es- 
te rasgo obstinado del humor para paliar las emer- 
gencias que puedan producirse durante la ascensión. 
Cuando la rocalla afilada nos hace perder el equili- 
 
92 LIBERTAD E IDENTIDAD 
brio, las paredes empinadas nos parecen insalvables 
y la pendiente que bordea el camino es vertiginosa- 
mente profunda, entonces recurrimos a la obstina- 
ción no encarnizada, sino sonriente que, con alegría, 
nos permite ver que hasta los obstáculos tienen asi- 
deros y las pendientes hondonadas, y que, por enci- 
ma de todo, el sol luce y hace brillar las rocas afila- 
das para que la ascensión no parezca tan fatigosa. 
Humor es apartarse del minúsculo excursionista que 
somos en relación con la gigantesca montaña, sepa- 
rarnos de nosotros y de nuestros problemas y, desde 
la distancia, volver la vista atrás, riendo y llorando 
a la vez, para contemplar la pequeña figura que se 
esfuerza, unas veces en la dirección equivocada y 
otras sin conseguir apenas avanzar, pero, al fin y al 
cabo, escalando el camino que le corresponde. 
Tuve a una paciente cuyo marido, por obligacio- 
nes profesionales, sólo podía estar en casa con su 
familia unos pocos días al mes. Una vez que expresé 
ante la mujer mi sorpresa por haber mantenido el 
matrimonio a pesar de esas circunstancias, porque 
conozco muchas parejas en las que uno de los cón- 
yuges se viene abajo por un mero fin de semana de 
guardia o un turno de noche, la mujer respondió es- 
pontáneamente que, por suerte, ella y su marido no 
tenían tiempo para discutir. Los pocos días que pa- 
sabanjuntos eran como una luna de miel y cuando 
todo empezaba a volverse rutinario, su marido ya 
tenía que partir de nuevo. Tratándose de una mujer 
que ha tenido que criar a tres hijos prácticamente 
 
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 93 
sola, esta manera de ver las cosas es digna de consi- 
deración. Tras su sonrisa se escondía algo mucho 
más serio: la voluntad de mantener la familia unida. 
III. Practicar el compañerismo de montaña 
La palabra «unión» es un concepto clave para nues- 
tra excursión. Ahora que ya tenemos las mochilas 
hechas —con mucho amor e igual cantidad de preo- 
cupación, sin miedo y con la conveniente pizca de 
humor—, debemos emprender la marcha sin pen- 
sarlo dos veces y tomar el trayecto especialmente 
indicado para hacer sudar al excursionista que reco- 
rre el mundo. Considerémoslo un «trayecto imagi- 
nario de prueba» en el que se comprobará si el peso 
que llevamos a nuestra espalda nos hará flaquear o, 
por el contrario, nos hará más fuertes. 
Básicamente, se trata de que la unión entre las 
personas aumente conforme aumenta el grado de 
peligro. Por eso los escaladores nunca pueden dejar 
a un compañero en la estacada. Los familiares de 
personas con alguna patología psíquica tienen una 
obligación parecida. Tan pronto como se anuncia el 
drama, lo más urgente es permanecer unidos y no 
empeorar la situación con discusiones. Es com- 
prensible, pero, desgraciadamente, existe una tram- 
pa llamada echar la culpa en la que cae hasta la 
mente más sensata. En este sentido, los escaladores 
lo tienen más fácil, porque nunca se reprocharán 
 
94 LIBERTAD E IDENTIDAD 
mutuamente un cambio de tiempo brusco o una tor- 
menta de nieve repentina. Por el contrario, en la vi- 
da normal es más complicado. Las épocas de crisis 
hacen que los afectados se pregunten con vehe- 
mencia cómo se ha podido producir la crisis y, nor- 
malmente, nunca encuentran ninguna explicación 
adecuada. Han intervenido miles de casualidades, 
las historias pasadas arrojan sombras muy largas, el 
radio de influencia social es difícil de determinar y 
las decisiones libremente tomadas por una de las 
partes no se pueden atribuir obligatoria o lógica- 
mente a ninguna causa, porque entonces ya no se- 
rían decisiones libres. 
Por ejemplo, si un miembro de la familia se suici- 
da, lo cual es de las peores cosas que le puede pasar 
a una familia, es científica y humanamente imposi- 
ble determinar a posteriori por qué ha sucedido. Na- 
turalmente, se podrán hacer conjeturas y reconstruir 
todo tipo de «motivos» para explicar el hecho, pero 
hay que admitir honestamente que todos y cada uno 
de nosotros tendríamos continuamente «motivos» para 
quitarnos la vida. Todos tendríamos suficientes 
preocupaciones en la mochila como para decidir que 
no queremos seguir la excursión. Sin embargo, se- 
guimos el camino porque en nuestro equipaje tam- 
bién llevamos suficiente amor: a la vida y a sus obli- 
gaciones. Entonces, ¿por qué una persona ha perdido 
todo el amor de su mochila? No lo sabemos, pero sí 
podemos asegurar que no ha sido solamente porque 
sus preocupaciones fueran muchas... 
 
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 95 
En el suicidio pueden intervenir a la vez distintos 
factores: la propensión depresiva o una predisposición 
enfermiza, una situación externa triste, una decepción 
amarga, la falta de confianza y muchas cosas más. Sin 
embargo, no hay que indagar en la decisión final del 
afectado. Es una decisión procedente del fondo de su 
persona que no se puede clarificar, sino simplemente 
respetar. 
Por consiguiente, cuando una familia se ve afec- 
tada por una tragedia de esta índole, lo peor que 
pueden hacer sus miembros es reprocharse mutua- 
mente que éste o aquél ha conducido al muerto al 
suicidio, que esto o aquello tiene la culpa de su acto 
desesperado, etc. Es cierto que la culpa forma parte de 
la vida humana, nadie dice lo contrario, pero nunca 
nadie es culpable de la decisión de otro, sino 
únicamente de las decisiones erróneas propias y es 
con éstas con las que cada uno tiene que tratar, ya que 
no necesita que nadie se las eche en cara. No se puede 
convencer ni disuadir a nadie de la auténtica culpa. 
Por mi experiencia, la auténtica culpa se refleja en el 
fondo de la conciencia de la persona y, en lo que 
concierne a los actos del prójimo, no tenemos la más 
mínima libertad, ni siquiera como padres, con 
respecto a los actos de nuestros hijos. 
Por ello, lo más importante —que también suce- 
de— es acercarse y permanecer unidos, porque juntos 
las cosas se llevan mejor. Y otra cosa que no hay que 
olvidar: ¡cada uno lo lleva a su manera! Quien 
aparenta que las cosas no le afectan, en realidad no 
 
96 LIBERTAD E IDENTIDAD 
es así. El dolor tiene mil caras. Una vez, una madre 
que había perdido a su hijo un año antes me explicó 
con amargura que su marido siempre lo había recha- 
zado y que una muestra de ello, entre otras cosas, era 
que nunca visitaba su tumba. La mujer decía que ella 
iba al cementerio cada día. Dos semanas después ha- 
blé con el marido. Cuando abordé el tema «hijo», el 
hombre me reveló entre sollozos que era incapaz de 
estar junto a la tumba de su descendiente fallecido. 
Sólo el hecho de pensarlo le provocaba un nudo en 
la garganta... 
Como decíamos, el dolor tiene mil caras, y para 
mitigarlo no hay que verter sobre él ningún repro- 
che cuya justificación sea, además, extremadamente 
dudosa. Al contrario: siempre hay que poner el 
consuelo y el compañerismo por delante. De la mis- 
ma manera que en la niebla o la tormenta los esca- 
ladores deben tenderse la mano mutuamente, los fa- 
miliares de adictos deben hacer lo mismo: avanzar 
con paso firme a través del dolor sin hablar de quién 
tiene la culpa. 
IV. Trazar un plan de ruta 
La psicoterapia general nos enseña que, en la me- 
dida de lo posible, no debemos dejar que los con- 
flictos nos corroan por dentro. Por otro lado, resol- 
ver emocionalmente una disputa no siempre sirve 
para allanar diferencias, porque a veces no se puede 
 
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 97 
evitar la caída de un rayo, tanto en la montaña como 
en los corazones de las partes en conflicto. Por ello, la 
logoterapia propone una solución intermedia: ela- 
borar un acuerdo que resuelva (provisional o defi- 
nitivamente) la situación conflictiva. 
Dependiendo de las circunstancias, el acuerdo pue- 
de ser común o unilateral. Si, por ejemplo, el con- 
flicto consiste en que a una persona le molesta el 
elevado volumen con que el vecino escucha la música 
por la radio, un acuerdo mutuo podría ser tolerar la 
música durante el día hasta las cinco de la tarde y, a 
partir de esa hora, usar auriculares. Si el vecino no se 
aviene a pactar, se podría llegar al acuerdo unilateral 
de aislar acústicamente la pared que da a la casa de 
donde viene la música. Naturalmente, ninguno de los 
dos acuerdos es el ideal. Tolerar la música alta 
durante el día o gastar en aislamiento acústico 
requiere un sacrificio. Sin embargo, si el acuerdo se 
adopta realmente desde dentro de cada uno, siempre 
será mucho mejor que una lucha vecinal constante, 
porque entonces el sacrificio no se vivirá como algo 
«provocado por un mal vecino», sino como una «reac- 
ción razonable» a una situación desagradable. 
Un acuerdo interior también puede apaciguar un 
conflicto haciendo que dos exigencias no se simul- 
taneen, sino que se sucedan, lo cual suele ser nece- 
sario para la vida. Una vez, un tornero paciente mío 
estaba junto a su máquina, concentrado en su manejo. 
Mirando por el rabillo del ojo se dio cuenta de queuno de los trabajadores se mostraba aquella ma- 
 
98 LIBERTAD E IDENTIDAD 
ñaña visiblemente deprimido. Mi paciente quiso in- 
dagar en lo que le sucedía a su compañero, pero sin 
desatender el funcionamiento del torno. La conver- 
sación le distrajo y el tornero acabó con la yema de 
uno de sus dedos enganchada. El resultado final fue 
que el compañero deprimido tuvo que ofrecer su 
ayuda en lugar de recibirla. 
Durante la siguiente sesión terapéutica analiza- 
mos la escena relatada por mi paciente. Él recono- 
ció que habría podido resolver de forma óptima el 
conflicto si hubiese llegado a un acuerdo interior. 
Por ejemplo: acabar primero el trabajo tranquila- 
mente y después, durante el descanso, hablar con 
el compañero sobre el problema. De haberlo he- 
cho así, habría apartado provisionalmente la preo- 
cupación por el otro, lo cual le habría permitido 
concentrarse completamente en el trabajo para, 
posteriormente, concentrarse completamente en 
su compañero. 
Trabajo Trabajo 
 
Acuerdo: 
•plan de rula- 
Conflicto 
 
Compañero Compañero 
 
En caso de conflicto no estamos por Gracias al acuerdo nos decidimos 
lo que hacemos, pensamos en primero por una cosa, después 
ambas cosas a la vez y por la otra y las dos se hacen 
actuamos sin decisión. como es debido. 
 
 
 
 
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 99 
Por supuesto, en este caso tampoco evitamos el sa- 
crificio. Reducir un conflicto a una sucesión temporal 
implica «paralizar» durante horas, días o incluso me- 
ses una cuestión acuciante hasta que llegue el momen- 
to adecuado para ocuparse intensamente de ella. El 
acuerdo consistente en resolver una cosa tras otra se 
asemeja a un «plan de ruta» para ir de un tema a otro y 
así evitar el zigzagueo agotador. La persona que es ca- 
paz de trazar planes de ruta se puede considerar afor- 
tunada, porque no sólo le favorecerán en sus excursio- 
nes por montañas escarpadas donde lo principal es la 
constancia y la paciencia, sino también en las situacio- 
nes estresantes de la vida donde las empresas difíciles 
sólo se consiguen, precisamente, «paso a paso». 
En el caso particular del sufrimiento de familia- 
res de alcohólicos, drogodependientes, desemplea- 
dos o delincuentes, esto se traduce en: 
a) permanecer unidos, tal como hemos comenta- 
do), y 
b) acordar (a ser posible, en grupo) qué proble- 
mas para el adicto deben ser tomados en considera- 
ción y cuales no; cuándo está preparado para recibir 
apoyo, cariño y dedicación y cuándo no; hasta dón- 
de se soportan entre lamentos sus excesos y a par- 
tir de dónde hay que mostrarse impasibles con él. 
Para ello no hay reglas universales, pero los acuer- 
dos interiores tomados en firme facilitan la comuni- 
cación con el adicto y, en cualquier caso, proporcio- 
nan una línea de actuación clara para todos. 
 
100 LIBERTAD E IDENTIDAD 
V. Permanecer en la cima 
El hombre es un ser cultural y lo sigue siendo en 
los «circuitos de prueba» en los que la vida lo ex- 
plota hasta la extenuación. El olfato para lo valioso, 
bello, misterioso o numinoso nunca le abandona por 
completo, tal como demuestra Viktor E. Frankl en 
sus estudios de los campos de concentración de la 
Segunda Guerra Mundial. Por ello es importante y 
beneficioso mantener un nivel cultural mínimo pre- 
cisamente en las malas épocas. La cultura nos esti- 
mula, nos inspira, nos saca del tedio de la cotidiani- 
dad e impide que nos instalemos en la apatía y la 
rigidez mental. Quien lee un libro interesante, escu- 
cha su música preferida, aprende por placer un poe- 
ma de memoria, se hace un bonito vestido o visita 
una exposición, está alimentando su mente y abrién- 
dose a las pequeñas cosas que iluminan la vida. Pero 
cuando parece que este resplandor se extingue, las 
evitamos categóricamente. La mejor lectura y el 
concierto más imponente no parecen alegrarnos. La 
moda más elegante y la exposición más concurrida 
no nos llaman la atención. A pesar de ello, es reco- 
mendable no dejar que nuestro nivel cultural des- 
cienda. La cultura no es un objeto de placer, sino la 
expresión de nuestra condición humana y, por con- 
siguiente, un bien inalienable que debemos arrastrar 
hasta en las épocas de mayor penuria. 
No nos dejemos llevar por la mentalidad del «to- 
do o nada». Que un miembro de la familia se haya 
 
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 101 
vuelto «loco» no es motivo para desatender la casa, 
descuidar nuestro peinado, no poner plantas en el 
balcón o no tararear una cancioncilla. Debemos 
pensar que al enfermo no le beneficia en nada la 
ruina de nuestra vida cultural, más bien le carga con 
un mayor descontento. Tampoco tenemos que aver- 
gonzarnos de una miseria que, como suele suceder 
en la problemática de las adicciones, nadie es capaz 
de atenuar para el enfermo. La existencia propia se 
asegura en el seno de una atmósfera de cuidados, 
manteniendo una serenidad digna y siendo cons- 
ciente de que, a pesar de las dificultades, todavía 
hay posibilidades de las que podemos disponer. 
Cuando nos vemos obligados a presenciar incon- 
tables contrariedades sin poder hacer lo más míni- 
mo al respecto, no sólo nos limitamos a ser testigos 
de ellas, sino que también vemos lo que hay de sa- 
tisfactorio y edificante más allá de ellas. Puede es- 
tar escondido o ser inalcanzable con la mirada, igual 
que la cima de una montaña entre las nubes que só- 
lo se manifiesta cuando nos aproximamos a ella. 
Una vez me explicaron la historia de un hombre 
con los pulmones totalmente destrozados por el cán- 
cer. Antes de morir, se pasó catorce meses en el hos- 
pital, totalmente consciente, conectado a un pulmón 
artificial. La esposa no se separó de su cama ni un 
solo día. Durante ese tiempo, ambos conversaban 
con el mismo fervor y cariño con que lo hacían an- 
tes. Diferenciemos en este impresionante ejemplo 
lo que significa «tener que ser testigo» y «poder ver 
 
102 LIBERTAD E IDENTIDAD 
más allá». Nadie podía ayudar a este enfermo de 
pulmón, ni siquiera las técnicas médicas más mo- 
dernas. Lo único que se podía hacer era «ser testigos» 
de cómo su hora le iba llegando poco a poco. Ésta es 
una cara de la verdad. Pero si «miramos más allá», 
descubriremos una segunda cara: un enfermo terminal 
y una persona querida que está a su lado, que no lo 
abandona, que se entrega a él día tras día. ¿Acaso este 
enfermo no era afortunado si lo comparamos con 
tantas personas en el mundo que respiran sin 
dificultad pero no tienen a nadie a su lado? Cada vez 
que miremos un poco más allá, nos sorprenderemos 
de todo lo que veremos, de la piedad que hay hasta en 
el más despiadado de los destinos. 
Permítanme acabar con un magnífico consejo: 
practiquemos el arte de poder participar del júbilo de 
los demás. No es fácil, porque la envidia acecha en 
cada rincón de nuestro cerebro, pero quien domina 
este arte siempre encuentra un motivo para alegrarse. 
Con demasiada frecuencia escucho de mis pa- 
cientes relatos de este tipo: una mujer que cursa es- 
tudios universitarios se entera de que su sobrina ya ha 
terminado la carrera y rompe a llorar desconso- 
ladamente. ¿Por qué? Porque a diferencia de la so- 
brina ella todavía no ha conseguido el título. Otra 
mujer se va a tomar las aguas y en el hotel del bal- 
neario se encuentra con señoras muy bien arregladas y 
elegantemente vestidas. Su reacción es verter por 
todas partes comentarios sarcásticos acerca de 
 
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 103 
semejante «desfile de disfraces ridículos». ¿Por qué? 
Porque ella no tiene ninguna prenda de calidad que po- 
nerse. 
No es mi intención sobrevalorar un título univer- 
sitario, ni mucho menos la posesión de joyas o ropade calidad. Como es sabido, todo esto es muy rela- 
tivo. Pero precisamente por eso deberíamos hacer 
un esfuerzo para no envidiar estas cosas a quien las 
disfruta y ser copartícipes de su alegría. Tampoco 
los padres de jóvenes drogadictos deberían alegrar- 
se del fracaso de los hijos de los demás, sino reunir 
la fuerza interior necesaria para congratularse de 
que haya infinidad de jóvenes que realmente tienen 
motivos para ser felices, porque de ahí, finalmente, 
se puede extraer la confianza en el «núcleo intacto» 
instalado en cada ser humano, incluidos los jóvenes 
drogadictos. De la misma manera, las mujeres de al- 
cohólicos deben alegrarse por los maridos sanos y 
estables de sus amigas, con la sabia convicción de 
que en el mundo nada se da por supuesto, y mucho 
menos la felicidad. La grandeza interior se demues- 
tra en la generosidad, y guardar la alegría para lo que 
proporciona precisamente alegría, ya sea a uno mis- 
mo o a los demás, es también una pequeña muestra 
de cultura. Cuando el alpinista llega a la cima no se 
pregunta a quién pertenece la montaña. Se limita a 
inspirar profundamente y alzar el rostro al cielo... 
 
104 LIBERTAD E IDENTIDAD 
Conclusión 
Los familiares de personas con patologías adicti- 
vas pueden mantener intacta su salud mental. Para 
ello es necesario: 
1. Ponerse en marcha con todo el amor y sin 
miedo. 
2. No perder el sentido del humor. 
3. Mantenerse unidos. 
4. Resolver los conflictos de mutuo acuerdo. 
5. Mantener cada uno su nivel cultural. 
Estos cinco puntos son también el distintivo de 
una búsqueda lograda de la identidad, puesto que 
indican, nada más y nada menos, que una persona 
puede estar conforme con lo que es y no tener que 
dudar nunca de sí misma, incluso en las situaciones 
más estresantes. El amor y el humor nos hacen ser 
irrefrenablemente vitalistas. La cooperación y la ca- 
pacidad de decisión nos fortalecen cuando estamos 
limitados. El nivel cultural relata nuestra biografía... 
Las personas que, por motivos familiares o pro- 
fesionales, mantienen una relación estrecha con adic- 
tos deben afianzar estos puntos en sus vidas, porque 
lo contrario de la dependencia no es, precisamente, 
la independencia (a la que nunca accedemos por 
completo a causa de nuestra predisposición enfer- 
miza), sino más bien la identidad, es decir, la fideli- 
dad a todo lo mejor de nosotros mismos.

Mais conteúdos dessa disciplina