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A Paixão de Miguel Angel Buonarroti


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LA CONTRAPUESTA 
PASION 
Luis Antonio de Villena 
L
a anécdota la cuenta Vasari, aunque 
fuera después ampliada y certificada 
por otros biógrafos. Miguel Angel Buo­
narroti, desastrado y poco amigo de 
grupos, se encontró en las estancias vaticanas 
con el joven Rafael Sanzio. Rafael, rodeado de 
amigos, trataba de vestir elegante. Y al ser salu­
dado por éste, y sin duda por decir algo el hura­
ño Miguel Angel replicó: «Te veo siempre en 
compañía, como los cortesanos». A lo que Ra­
fael Terció: «Y yo a ti siempre solo, como el ver­
dugo». 
El vértigo de Miguel Angel -cuando uno se 
detiene y aproxima a su labor- es el de la gran­
deza, y, consiguientemente el del descontento. 
(En muy otro camino, pero con semejanza a 
Leonardo.) Un ser que aspira a la totalidad logra 
grandes obras en el propósito, pero se siente 
inevitablemente fracasado y roto. Prueba del gi­
gantesco fracaso es que -como Tolstoi- al final 
de su vida Miguel Angel renegó del arte. Si todo 
es mentira y todo al fin perecerá, sólo lo íntimo 
importa, y el arte (por más que sea bello) distrae 
de la gran tarea. En realidad, ese espiritualista 
descontento último (el del anciano que esculpía 
la llamada Piedad Rondanini, de noche, a la luz 
de un cabo de vela) es el trasunto ácido de un 
drama -estratificado en muchos niveles- que 
dominó desde su juventud a Miguel Angel. Casi 
de muchacho, en Florencia, había esculpido en 
el jardín de los Médicis, protegido por Lorenzo 
El Magnífico y alentado y seducido por los dis­
cursos paganizantes de Angelo Poliziano. Im­
pregnado de vitalismo sensualista, de adoración 
por la luz y la forma, el joven Buonarroti oyó 
también, en esos días, las prédicas inflamadas de 
Savonarola que postulaban un autor de fe con 
las obras de arte paganas, y una creencia absolu­
ta y pura, dentro de un cristianismo esencialista 
y renovado... Considerando que el mundo es 
falso (el topos del de contemptu mundi) que en­
gaña, y que su ser es nada, sintiendo el vacío y la 
acedía, amaba, sin embargo, los cuerpos, la be­
lleza, la juventud, la máscara feliz de lo alegre ... 
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lCómo es posible entonces, gozar del mundo si 
se cree mentira? Las sucesivas etapas y comple­
jidades de este drama inicial marcan ( quizá pro­
piciando el gigantismo, que tiene algo de rebe­
lión) el fondo significativo de la obra toda de 
Miguel Angel. 
Y su poesía pertenece también a esa dualidad. 
Miguel Angel publicó pocos poemas en vida, y 
su resobrino, bastante después de su muerte, en 
1623, los editó por vez primera, amansados y po­
dados para uso académico. Con lo que la verda­
dera poesía miguelangelesca se conoció sólo en 
1863, cuando Cesare Guasti publicó su edición 
florentina. Se trata de una poesía -pudiéramos 
decir- de escultor, como trabajada en piedra o 
en mármol, dura, tallada o buril y con lascas que 
saltan, pero absolutamente cargada de fuerza y 
de conceptos. Tanto que Francesco Berni (ami­
go de Miguel Angel e importante poeta satírico) 
la definió en un célebre endecasílabo: E' dice co­
se, e voi dite paro/e. (El dice cosas -se dirige a 
los petrarquistas- y vosotros decís palabras). Sin 
embargo, la mayor parte de la poesía buonarra­
tiana (302 piezas en total, incluyendo fragmen­
tos y composiciones no acabadas) es la historia 
de una pasión amorosa, repartida entre varios 
nombres, el principal de los cuales fue el joven 
romano Tommaso dei Cavalieri, que hasta la 
muerte ayudó fielmente al maestro. Miguel An­
gel lo conoció a fines de 1532, cuando el mucha­
cho tenía diecisiete y el escultor había cumplido 
cincuenta y siete años. Esta pasión que originó 
el único retrato pintado por Miguel Angel -hoy 
perdido- y buena parte de sus mejores poemas 
(entre otros, los dos sonetos que traduzco, am­
bos muy del inicio de la relación) se mueve asi­
mismo entre la tensión dual. Siguiendo el mo­
delo platónico, la ardencia por la beldad física ha 
de ser transmutada -pero no cegada- en ardor 
anímico, en comunión de espíritu, en vuelo ha­
cia otra realidad intocable pero sensible y más 
plena... Enamorado del amor (como San 
Agustín dice amabam amare), Tommaso será el 
pretexto o la imagen mejor en que el amor se 
encarna. Es decir, no un ser, sino una figura. El 
físico que exalta y prohíbe -pero existe-, la me­
jor pasión que debe crecer hasta hallar muerte, 
el alma que ha de encontrar su renovación y as­
censo en el amor, son los grandes temas de una 
poesía, en general desc9nocida, inmensamente 
prieta de complejos y aun laberínticos significa­
dos y de una textura ardua, que, una vez pala­
deada, deja el regusto mejor de lo difícil. Pero 
-eso sí- de lo difícil lleno. No del vacío.
• 
IA 
DOS SONETOS* 
MIGUEL ANGEL BUONARROTI 
(Traducción de Luis Antonio de Vi/lena) 
I 
Tú sabes que sé, mi señor, y sabes 
que me aproximo más para gozarte, 
y sabes que sé que sabes quien soy: 
la qué, pues, más retardo en saludarse? 
Si verdad es la esperanza que me das, 
y verdad mi gran deseo concedido, 
el muro rómpase alzado entre los dos, 
que son más fuertes los daños ocultos. 
Si sólo amo de ti, mi señor querido, 
lo que de ti más amas, no te enojes, 
si un espíritu del otro se enamora. 
Lo que en tu bella faz aprendo y busco, 
mal lo comprende el ingenio humano: 
Quien saberlo quiera, ha de morir entonces. 
II 
Si yo hubiera creído a la primer mirada 
al cálido sol de esta fénix alma 
por fuego renovarme, como acostumbra ella 
en la vejez extrema, en el que entero ardo, 
cual velocísimo ciervo, lince o leopardo 
sigue su bien y del dolor escapa, 
a los actos, sonrisas y honestas palabras 
corriendo habría ido, mas soy presto tarde. 
lPero por qué dolerme, si veo 
en los ojos de este ángel único y contento 
mi paz, mi reposo y mi entera salud? 
Peor hubiera sido -quizá- primeramente 
verlo y oírlo, que ahora con igual vuelo 
consigo me arrastra a seguir su virtud. 
* Se trata, respectivamente, de los sonetos 60 y 61, en la
edición de las Rime de Giovanni Testori y Ettore Barelli. 
Rizzoli Editare, Milano, 1975. 
,111111111111111111111111111� 
Miguel Angel: David. 
Museo de la Academia. Florencia. 
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