Logo Studenta

Movimientos sociales


User badge image

Francisca Sena

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Comportamiento colectivo
y movimientos sociales: un reto
para la Psicología Social
FEDERICO JAVALOY
Universidad de Barcelona
Resumen
La presente exposición pretende condensar los aspectos que pueden resultar más sugestivos para el psicólogo
social que se hallan contenidos en el manual Comportamiento colectivo y movimientos sociales. Un enfoque psico-
social (Javaloy, Rodríguez y Espelt, 2001). El libro pretende ofrecer una visión global del comportamiento
colectivo y de los movimientos sociales, tarea que había sido emprendida anteriormente en el marco de la sociolo-
gía pero había quedado ampliamente desatendida por la psicología social académica, especialmente en lengua
española. El trabajo guarda correspondencia con las tres partes en que se halla estructurado el libro, centrando
su análisis en la primera parte (fundamentación científica del campo estudiado) y en la tercera, referente a los
movimientos sociales. De la segunda parte, sólo se mencionan aquí algunas aportaciones psicosociales provenien-
tes de la investigación grupal que pueden ser consideradas la más importante contribución de la psicología social
experimental al estudio del comportamiento colectivo y de los movimientos sociales. Se enfatiza también la rele-
vancia social del campo estudiado, tratándose de ofrecer el reflejo de una sociedad en proceso de globalización en
algunos de sus aspectos más problemáticos, como la crisis ecológica, el sexismo, el terrorismo y las desigualdades
sociales.
Palabras clave: Comportamiento colectivo, acción colectiva, movimientos sociales, identidad
social, globalización.
Collective behavior and social
movements: A challenge for Social
Psychology
Abstract
The present exposition tries to condense the aspects dealt with in the textbook Collective Behavior and Social
Movements. A Social-Psychological Approach (Javaloy, Rodriguez and Espelt, 2001) that can be more sug-
gestive for the social psychologist. The book attempts to offer a global vision of collective behavior and social
movements, task that had been undertaken previously within the framework of sociology but widely neglected by
academic social psychology, specially in the Spanish language. The work keeps correspondence with the three
parts in which the book is structured, our analysis focusing on the first part (scientific foundation of the field)
and on the third one, referring to the social movements. Of the second part, only some social-psychological rese-
arch on groups is mentioned that can be considered the most important contribution of experimental social psy-
chology to the study of collective behavior and social movements. The social relevance of the field is also emphasi-
zed, trying to offer a reflection of the globalizing society in some of its more problematic aspects, such as ecological
crisis, sexism, terrorism and social inequalities.
Keywords: Collective behavior, collective action, social movements, social identity, globalization.
Correspondencia con el autor: Federico Javaloy Mazón. Universidad de Barcelona, Facultat de Psicologia, Departa-
ment de Psicologia Social, Passeig de la Vall d’Hebron, 171, 08035 Barcelona. E-correo: fjavaloy@psi.ub.es
© 2003 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0213-4748 Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), 163-206
INTRODUCCIÓN: OBJETIVOS DEL MANUAL
Nuestra decisión de escribir un manual de comportamiento colectivo y movi-
mientos sociales, con la colaboración de Álvaro Rodríguez y Esteve Espelt, no
obedeció a razones exclusivamente académicas. La relevancia social que los fenó-
menos colectivos y los movimientos sociales han ido adquiriendo en nuestra agi-
tada época también ejerció un peso considerable sobre esta decisión. Nos senti-
mos seducidos por la idea de no limitarnos a buscar los fundamentos y desarro-
llos científicos del campo sino intentar dar un paso más ofreciendo un reflejo de
la sociedad actual en algunos de sus aspectos más problemáticos, como la crisis
ecológica, el sexismo, el terrorismo, los desajustes generados por la globaliza-
ción. Nuestro intento consistía en situar en nuestro punto de mira los problemas
de esta índole y observarlos desde la perspectiva de los movimientos sociales.
Ello implicaba mirar a los movimientos sociales como intentos de solución de los
problemas que plantea el orden establecido y, en algunos casos, como tentativas
de crear un orden diferente. Obviamente, significaba también ir más allá del
punto de vista de los representantes del sistema, ofreciendo una imagen de “la
otra cara” de la sociedad contemporánea, es decir, la visión de los que están
luchando por cambiarla.
En consonancia con su búsqueda de relevancia social, el manual intenta
suministrar una lente que haga posible mirar a través de ella acontecimien-
tos significativos recientes, aunque la fecha de su publicación no haya alcan-
zado a capturarlos, como es el caso del 11 de septiembre y sus consecuencias.
Que en el libro no se hable de algunos sucesos, no impide que puedan
encontrarse en él algunas claves para situar los hechos, comprenderlos e
interpretar su trascendencia.
El libro pretende ofrecer una visión global del comportamiento colectivo y de
los movimientos sociales desde una perspectiva psicosocial. Un trabajo de este
tipo, en forma de manual o monografía, había sido acometido ya en repetidas
ocasiones (Turner y Killian, 1987; Goode, 1992, Miller, 2000 ...) en el marco de
la sociología pero había quedado ampliamente desatendido por parte de la psico-
logía social de orientación psicológica. Con carácter excepcional puede citarse la
monografía ya clásica de Milgram y Toch que figura en el Handbook de 1969, el
libro de Toch sobre movimientos sociales (1965) o el de Ovejero (1997) acerca
del comportamiento colectivo. Sin olvidar la aportación de los escasos manuales
de psicología social que dedican una parte al comportamiento colectivo y los
movimientos sociales.
Esta laguna ha hecho la tarea ardua y dificultosa para los autores del
manual que comentamos, psicólogos sociales de formación psicológica, que
nos hallábamos situados en un contexto en el que brillaban por su ausencia
otros precedentes que nos pudieran marcar un camino o servir de referencia.
Nos ha servido de compensación comprobar que el abordaje del comporta-
miento colectivo y los movimientos sociales desde la mirada de la psicología
social psicológica nos permitía conectar este campo con un amplio reperto-
rio de investigaciones de carácter experimental que eran ignoradas o poco
conocidas en el ámbito sociológico. Al mismo tiempo, hemos puesto un
grano de arena en la asignatura pendiente de intentar reconciliar la Psicolo-
gía Social Psicológica con la Psicología Social Sociológica, aunque sólo sea
en el ámbito del estudio del comportamiento colectivo en general y de los
movimientos sociales en particular. Creemos que este ámbito resulta idóneo
para el intento, dado que refleja con claridad la dinámica interactiva indivi-
duo-sociedad, objeto de estudio de la Psicología Social .
Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206164
Otro objetivo nuestro ha sido tratar de aprovechar una oportunidad histórica,
dado que, desde mediados de los años 80, se ha producido un “giro psicosocial”
en estudio del comportamiento colectivo que abre la posibilidad de que la psico-
logía social recupere su antiguo protagonismo en un campo que nació con ella
pero del que más tarde se fue desvinculando. Algunos sociólogos mantuvieron la
llama encendida, pero otros llegaron a rechazar de plano el enfoque psicosocial
del comportamiento colectivo, como ocurrió en los 70. El acercamiento reciente
de los estudiosos a temas como la identidad, la ideología y la construcción social
de la acción colectiva constituye un reto actual para nuestra disciplina, un guan-
te lanzado que creo que debemos recoger.
La oportunidad se ha ampliado con el también reciente resurgimiento de la
Psicología Social de los Grupos, que ha favorecido el interés de algunos autores
por el comportamiento colectivo (Tajfel,1981; Turner, 1987; Hogg y Abrams,
1988; Moscovici, 1976...). Resituar el comportamiento colectivo en el marco
grupal hace posible aplicar una variedad de estudios sobre grupos al campo del
comportamiento colectivo. Esta posibilidad la he desarrollado en otro trabajo
(“Grupos y comportamiento colectivo“) que está a punto de ser publicado (en
J.F. Morales, en prensa).
El libro también aspira a cubrir una laguna en la literatura psicosocial
existente en lengua castellana, ofreciendo un manual sobre comportamiento
colectivo y movimientos sociales en que ambos son tratados conjuntamente. Se
desea facilitar una información básica suficiente sobre el comportamiento colec-
tivo a los profesionales y alumnos de Psicología Social, Sociología y otras Cien-
cias Sociales, información que no se encuentra en los manuales y obras de consul-
ta habituales a pesar de que, en el ámbito universitario español, este campo
temático figura explícitamente en los contenidos del área de conocimiento de
Psicología Social, según el Plan de Estudios vigente. Sería nuestro deseo que esta
aportación pueda contribuir a promover su estudio en el mundo de habla hispa-
na, aunque no hemos conseguido obviar la limitación de que la mayor parte de la
bibliografía citada es en lengua inglesa.
Lo anterior implica tener en cuenta el contexto español tanto haciendo men-
ción de contribuciones relevantes al comportamiento colectivo y movimientos
sociales por parte de autores de nuestro país, como prestando atención a hechos
tales como la evolución de los movimientos sociales en España o eventos colecti-
vos como los disturbios de El Ejido o las manifestaciones contra el asesinato de
Miguel Angel Blanco. Se analizan también algunos fenómenos colectivos pro-
pios del contexto latinoamericano, como el movimiento zapatista.
En cuanto a la estructura del libro. Dado su carácter de manual, el libro intenta
ofrecer una visión global (en cierto grado, omnicomprensiva) y sistemática del
estado del campo. La estructura es simple y clara: consta de tres partes, dedicadas
respectivamente a la fundamentación científica del comportamiento colectivo, a
las multitudes y masas, y, finalmente, a los movimientos sociales. En la primera
parte, se pretende abordar el campo estudiado desde el punto de vista concep-
tual, histórico y teórico, concentrándose el esfuerzo en la conceptualización del
comportamiento colectivo y la inclusión en él de los movimientos sociales, en la
construcción histórica del campo de estudio y en la adopción de una perspectiva
teórica pluralista, que sitúa las diferentes teorías colectivas en los marcos para-
digmáticos de la psicología social y trata de reflejar los intentos de reconciliación
entre la diversidad de teorías actuales existentes. 
La segunda parte del libro es más breve, dado que los escasos estudios realiza-
dos sobre multitudes y masas son relativamente escasos en comparación con la
profusa investigación que han despertado los movimientos sociales, a los que se
165Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy
dedican cuatro capítulos. En dos de ellos se dibuja una perspectiva psicosocial de
los nuevos movimientos, centrándose el interés en el desarrollo de la moviliza-
ción para la acción colectiva y en los procesos psicosociales en los movimientos,
que son vistos desde la teoría de la identidad social. Los últimos capítulos están
dedicados a dos movimientos que se consideran hoy en día particularmente
representativos: el movimiento feminista y el ecologista. El manual concluye
con un análisis de la encrucijada en que se encuentran los movimientos en la era
de globalización y de Internet, tratándose de atisbar hacia donde apuntan sus
horizontes de lucha.
Nuestra aportación es, sin duda, de alcance restringido –tanto por sus limita-
ciones intrínsecas como por la escasez de precedentes que le sirvieran de apoyo–
pero tan sólo desea servir de estímulo para otros trabajos que la vayan comple-
tando y mejorando. De hecho, el carácter omnicomprensivo del manual nos ha
impedido profundizar en un buen número de temas que tan sólo han quedado
planteados. Otras limitaciones del libro están ligadas al desarrollo que ha segui-
do la investigación. Por ejemplo, los estudios sobre movimientos sociales se han
circunscrito en gran parte a los movimientos democráticos aparecidos en Occi-
dente a partir de la década de los 60, prestándose escasa atención a los movi-
mientos aparecidos anteriormente, a los de carácter antidemocrático y a los sur-
gidos en países en desarrollo.
La presente exposición pretende condensar el mensaje psicosocial del manual,
siguiendo básicamente su estructura, y centra su interés en la primera parte (fun-
damentación científica del comportamiento colectiva) y en la tercera, referente a
los movimientos sociales, destacando lo que, a mi juicio, puede resultar más
sugestivo para el psicólogo social. De la segunda parte, sólo se mencionan aquí
algunas aportaciones cruciales de la psicogía social de los grupos.
PSICOLOGÍA SOCIAL Y COMPORTAMIENTO COLECTIVO
El comportamiento colectivo no es un área de estudio cualquiera en la psico-
logía social. Es la más antigua, puesto que su inicio se confunde con el origen de
la disciplina, y, al mismo tiempo, constituye una de las áreas que más novedades
está ofreciendo en la actualidad. A ello han contribuido una cadena de aconteci-
mientos que arranca hace cuatro décadas.
De los años 60 a la sociedad de comportamiento colectivo
Los años 60 fueron una verdadera explosión de comportamiento colectivo y
constituyeron una sorpresa casi constante para psicólogos sociales y sociólogos.
En esta época, nacen o alcanzan su apogeo movimientos de tipo reformista como
los de derechos civiles, estudiantil, ecologista y de liberación de la mujer. Los
científicos sociales, que habían anunciado el “fin de la ideología”, no fueron
capaces de prever la espiral de protestas que se avecinaba, por lo que sintieron
como un reto emprender su estudio.
La efervescencia de movimientos sociales en los 60 tuvo un eco inmediato en
la investigación cambió profundamente el campo del comportamiento colectivo,
que incrementó su productividad de forma espectacular. El estudio de los movi-
mientos sociales no había sido más que una pequeña parte dentro de la investiga-
ción del comportamiento colectivo, pero los cambios ocurridos invirtieron los
papeles, y el estudio de los movimientos sociales se convirtió en el centro de inte-
rés de los estudiosos de la acción colectiva.
Lo acontecido en aquella inquieta década sólo fue el comienzo de un duradero
ciclo de protesta cuyos efectos se han prolongado hasta la actualidad (Klandermans,
Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206166
1997). Midiendo el impacto político de los hechos en Europa, concretamente en
Holanda, señala el mencionado autor, que “desde esa época en adelante, la histo-
ria política del país ya no volvería a escribirse sólo en el parlamento, en las urnas
electorales y en la mesa de negociación, sino en las calles, en las salas de asamble-
as... como resultado de la acción colectiva concertada” (1997, p. 1). 
Otras voces confirman que, a partir de los años 60, los movimientos sociales y
las acciones de protesta han llegado a ser, en mayor o menor grado, un compo-
nente permanente de las sociedades occidentales (Della Porta y Diani, 1999;
Kriesi, Koopmans, Dyvendak y Giugni, 1995). Fue pues completamente errado
el juicio de los que creían que la oleada de protestas de fines de los 60 constituía
un fenómeno pasajero hasta el punto de que se ha llegado a denominar a la socie-
dad en que vivimos sociedad de movimientos Neidhart y Rucht (1991), o más bien
sociedad de comportamiento colectivo, como justifica Johnston (1998, p. 467),
Es cierto que el eco de la protesta no tiene realmente en la actualidad la viru-
lencia que alcanzó entonces, pero la semilla de muchos movimientos sociales
entonces iniciados se ha desarrollado hasta el punto de que la protesta ha dejado
de ser una conducta extraordinariapara convertirse en normal. A lo largo de los
80 vuelve a sorprendernos el despliegue de amplios movimientos a favor de las
libertades democráticas en la mayor parte de los países comunistas europeos que
culminan en la desintegración del bloque soviético. Las dos últimas décadas han
sido testigos del surgimiento de movimientos de solidaridad a favor del Tercer
Mundo, del auge del movimiento de derechos humanos y, más recientemente,
del movimiento antiglobalización, mientras se ha multiplicado la aparición de
ONGs que impulsan los nuevos movimientos. Las acciones del fundamentalis-
mo islámico, los acontecimientos del 11 de septiembre y la represión posterior
han vuelto a colocar a los movimientos sociales en el primer plano de la actuali-
dad.
Aunque hasta aquí hemos resaltado el acento político de la protesta, la reali-
dad es que el desafío iniciado en los años 60 no se centra tanto en la demanda de
cambios políticos como en la exigencia de una transformación profunda de nues-
tra cultura, de sus valores, creencias, normas y estilos de vida. Estos cambios pro-
ducidos en los valores y creencias propios de nuestra cultura justifican el incre-
mento de interés en los psicólogos sociales por la huella que ha dejado la acción
colectiva incluso sobre nuestra vida cotidiana (Johnston y Klandermans, 1995). 
Una oportunidad para la psicología social
Siendo objeto de la psicología social la interacción entre el individuo y la
sociedad, resulta obvio que la investigación del comportamiento colectivo y de
los movimientos sociales, que son formas significativas de esta interacción, caen
de lleno en el campo de la disciplina y podría parecer absurdo que los estudios de
acción colectiva excluyeran el punto de vista psicosocial. Pero esto fue precisa-
mente lo que ocurrió hace tres décadas.
Ciertamente, resulta chocante prestar atención al hecho de que gran parte de
los sociólogos norteamericanos rechazaron en los años 70 las explicaciones psico-
sociales de la conducta colectiva argumentando que distorsionaba gravemente la
comprensión de dicha acción por considerarla falta de racionalidad o simplemen-
te patológica. Se llegó a afirmar entonces que la perspectiva psicosocial de la con-
ducta colectiva “estúpida” y actuaba como una “camisa de fuerza” (Gamson,
1990, p. 130) al ser malinterpretada como reduccionismo psicológico que des-
virtuaba el significado político de la protesta e impedía comprender sus raíces
sociales.
167Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy
La evidente exageración de tales afirmaciones se basaba en la errónea identifi-
cación de la perspectiva psicosocial con la posición irracionalista de Le Bon
(1895) cuya influencia en la disciplina se hizo notar durante largo tiempo. A ello
contribuyó también la desatención de muchos psicólogos sociales hacia el con-
texto político en que se producían los problemas que estimulaban la acción de
los movimientos sociales.
Como suele ocurrir otras veces, cuando se extrema una postura suele aparecer
una reacción contraria que tiende a equilibrar la balanza. La reacción se hizo sen-
tir en la década de 1980, denunciándose la pretendida objetividad del enfoque
puramente político y organizacional que preconizaban los críticos y exigiendo se
prestara atención también a la experiencia subjetiva compartida por los partici-
pantes de la acción colectiva. (Killian, 1980; Zurcher y Snow, 1981; Ferree y
Miller, 1985). La situación creada fue elocuentemente resumida con estas pala-
bras: “Las críticas hacia la tradición (psicosocial) de la conducta colectiva ¿han
arrojado el bebé con el agua de la bañera al excluir el análisis de los valores, nor-
mas, ideología, proyectos, cultura e identidad y reducir los análisis a términos
instrumentales?” (Cohen, 1985, p. 688).
Consecuentemente, se produjo un giro psicosocial en el estudio de la conducta
colectiva (Snow y Oliver, 1995, p. 572). El análisis de las creencias compartidas
por los participantes y del proceso a través del cual se han formado tales creencias
en el grupo adquirieron una importancia decisiva. El cambio de actitud operado
en los estudiosos de la acción colectiva fue tal que, al inicio de los años 90, afir-
maba Gamson (1992, p. 55): “muchas de las cuestiones más importantes que
animan los trabajos actuales sobre movimientos sociales son intrínsecamente
psicológicas”, destacando entre dichas cuestiones cuatro aspectos clave del acti-
vismo: la construcción de una identidad colectiva, la solidaridad, la concien-
ciación y la movilización de participantes a través de redes sociales. 
De esta forma, la psicología social, que había sido la cuna de los estudios de
conducta colectiva recuperó el espacio perdido. Se volvió a descubrir la impor-
tancia de los factores psicosociales para comprender la dinámica de los movi-
mientos sociales con lo cual se pudo “restablecer la conexión entre la psicología
social y el estudio del comportamiento colectivo”, con lo que la psicología social
“volvió a formar parte de la tendencia dominante” (Snow y Oliver, 1995, p. 73).
El individualismo, que ha marcado con insistencia la historia de la psicología
social psicológica, ha representado un obstáculo para que la disciplina pudiera
aplicarse al estudio de la conducta colectiva. A ello puede añadirse una arraigada
tradición experimental de una disciplina que ha descuidado su interés por los
fenómenos de más amplia envergadura social, entre los que se hallan los de tipo
colectivo, que difícilmente pueden ser reproducidos en el laboratorio. Un indica-
dor altamente significativo de la marginación de la conducta colectiva en la psi-
cología social psicológica lo constituye el hecho de que en la mayoría de manua-
les de la disciplina no figuran capítulos sobre conducta colectiva y movimientos
sociales (son excepciones, por ejemplo, Moscovici,1984, Jiménez Burillo, 1981;
Munné, 1995; Morales 1999, o Morales, Páez, Kornblit y Asún, 2002). Real-
mente, se trata de una paradoja que esto ocurra precisamente con la ciencia del
individuo en la sociedad.
De forma similar a como acabamos de ver que ha sucedido en la psicología
social sociológica, aunque de forma más limitada, se ha producido también en su
homónima de tradición psicológica una apertura hacia formas de conducta social
en contextos amplios, como el comportamiento colectivo y los movimientos
sociales. A ello han contribuído especialmente dos perspectivas teóricas que han
tenido igualmente un fuerte impacto en sociología, a saber, la perspectiva de la
Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206168
identidad social y el construccionismo social (Tajfel, 1981; Turner, 1987; Mos-
covici, 1976; Gergen, 1992).
Algunos beneficios del estudio psicosocial del comportamiento
colectivo
Que el estudio de los fenómenos colectivos es capaz de aportar un efecto
transformador y saludable sobre la psicología social, fue una idea que hace tiem-
po supieron intuir Milgram y Toch (1969), que llegaron a afirmar que con sus
conceptos a caballo entre las disciplinas de psicología y sociología, se halla en
una posición privilegidada para el estudio del comportamiento colectivo, que de
hecho se sitúa “en el núcleo de la disciplina” (id., p. 509). Las razones en que se
apoyaron estos autores parecen más ciertas ahora, treinta años después, si tene-
mos en cuenta la insistente demanda posterior de una psicología social más
social, más ocupada por los fenómenos sociales a gran escala, y si prestamos tam-
bién atención al hecho de que, a pesar del notable desarrollo reciente del campo
del comportamiento colectivo, éste todavía permanece marginado en la psicolo-
gía social psicológica. A partir del análisis de los autores citados, y teniendo en
cuenta ulteriores reflexiones, vamos a distinguir cuatro niveles en los que cree-
mos que el estudio del comportamiento colectivo puede influir en cambios posi-
tivos sobre la psicología social. 
El primer nivel se refiere al hecho de que el estudio de la conducta colectiva
permitirá a la psicología social reforzarsu orientación social frente a la de signo
individualista, tal como acabamos de indicar. Los otros tres niveles son los
siguientes: 
1) Estudio de situaciones y respuestas nuevas versus situaciones y respuestas cotidianas
Las situaciones más frecuentemente estudiadas por la psicología social son las
de tipo cotidiano, y, para adaptarse a ellas, poseen los individuos repertorios de
comportamientos (como los roles y los guiones sociales) que han sido interioriza-
dos en el proceso de socialización. Este elenco de conductas resulta inoperante
cuando el individuo responde a situaciones problemáticas –inhabituales o clara-
mente nuevas– que dan lugar a episodios colectivos y que favorecen la emergen-
cia de ciertas facetas de la personalidad inhibidas en la rutina diaria por la pre-
sión de las reglas sociales. Ello brinda al psicólogo social la posibilidad de
ampliar su análisis a esas conductas emergentes, que a veces llegan a alcanzar
cotas extremas de heroísmo o crueldad, y ganar parcelas de conocimiento del ser
humano que, si sólo atendemos a las conductas cotidianas, permanecerían ocul-
tas (Marx y McAdam, 1994, pp. 4, 5). En esta línea, prosiguen dichos autores, el
comportamiento colectivo “se halla intrínsecamente ligado a los temas de la
libertad y la tiranía... puede demostrar lo que hay en los humanos de más moral
y heroico, pero puede también implicar destrucción, irracionalidad o barbarie”.
2) Modelo activo de ser humano como agente de cambio social versus modelo pasivo
Tanto la psicología social como la sociología funcionalista han tendido a desa-
rrollarse dentro de una visión estática de los individuos como sujetos que cum-
plen un determinado rol en un sistema social establecido dado por supuesto,
como si fuera el único deseable y posible. Ello ha creado la ilusión de un orden
social que parece de carácter absoluto e incuestionable. Desde tal orden, no sólo
la innovación será vista como una desviación potencialmente subversiva, sino
que el comportamiento multitudinario aparecerá como irracional, patológico y
no deseable (Turner y Killian, 1987). 
169Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy
El estudio del comportamiento colectivo nos permite captar la emergencia de
nuevas pautas conductuales, algunas de las cuales se irán incorporando a un
orden social en constante devenir (Turner, 1964), y nos hace posible advertir el
papel del ser humano como actor intencional del cambio histórico, como dotado
de iniciativa y creatividad. 
3) Disciplina comprometida versus disciplina academicista
La tendencia al acadecimicismo ha sido constante en la psicología social
moderna y guarda relación con ella la larga crisis que atravesó la disciplina a lo
largo de los años 70, con críticas a las limitaciones de un trabajo que permanecía
recluido en el laboratorio y lamentos contra la escasa sensibilidad que mostraba
hacia problemas sociales a veces acuciantes. El estudio del comportamiento
colectivo ofrece la oportunidad de abordar, en los amplios escenarios de la vida
real, problemas habitualmente analizados en el laboratorio –como el conflicto, la
agresión, el altruismo o la conformidad grupal– que adquieren frecuentemente
expresiones más radicales en contextos multitudinarios. Esta dimensión colecti-
va, que resalta la dimensión aplicada, puede actuar como revulsivo permanente
en la disciplina.
Psicología social de los problemas sociales y acción colectiva 
Aunque la conducta colectiva tiene a veces un carácter puramente expresivo,
como ocurre con la celebración multitudinaria de una victoria deportiva, en un
concierto de rock o en fenómenos como la moda, va dirigida con frecuencia a la
solución de problemas sociales, como es el caso de la acción colectiva, calculada y
planeada, que protagonizan los movimientos sociales.
En la pretensión de solucionar problemas sociales, la psicología social aplicada
se solapa con el campo de la acción colectiva. Pero difieren en los medios emplea-
dos. Mientras que la psicología social aplicada se propone resolver los problemas
sociales aplicando técnicas específicas de intervención, la acción colectiva trata de
mejorar la situación recurriendo a la protesta mediante formas de actuación no
convencional tales como la manifestación, el boicot o la ocupación de un edificio.
La psicología social de los problemas sociales, desarrollada hace tres décadas,
arrojó mucha luz sobre la cuestión de por qué determinadas situaciones sociales,
que hoy nos parecen claramente injustas, como el racismo o los malos tratos a las
mujeres, han sido toleradas en silencio durante siglos sin que el orden estableci-
do tratara de corregirlas ni las personas afectadas protestaran, siendo la clave de la
explicación el hecho de que la rebelión sólo ha sido posible cuando se tales cues-
tiones han sido definidas colectivamente como problemas sociales que exigían
solución. (Blumer, 1971; y Spector y Kitsuse, 1973). 
Cuando el problema ha sido reconocido como tal y legitimado socialmente,
pero no es resuelto a través de los cauces del orden establecido, los afectados tie-
nen dos alternativas: resignarse (tal vez con la esperanza de que la situación
mejorará) o buscar por sus propios medios la solución emprendiendo una acción
colectiva que genere un cambio social. De hecho, a lo largo de las últimas déca-
das, podemos observar que han sido formulados, o reformulados, diversos pro-
blemas sociales –tan diversos como el racismo, el colonialismo, el aborto, el sub-
desarrollo o las globalización– que han dado lugar al surgimiento de nuevos
movimientos sociales o a la reactivación de otros ya existentes. En la tabla I, se
refleja, de forma simplificada y aproximativa, este paralelismo problemas-movi-
mientos, durante las cuatro últimas décadas.
Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206170
Los movimientos más recientes representados en la tabla I son el movimiento
contra la globalización económica y el movimiento por una muerte digna (McI-
nerney, 2000), mientras que la acciones colectivas contra la manipulación gené-
tica todavía no han llegado a constituir un movimiento organizado y duradero.
De acuerdo con lo expuesto, es obvio que los problemas sociales no correspon-
den, en buena parte, con hechos realmente nuevos, puesto que el racismo o el
colonialismo ya existían en otras épocas de la historia. Lo que resulta nuevo es la
definición social de tales hechos, o su reformulación, como problemas intolera-
bles que reclaman una solución inmediata a través de la acción colectiva. 
Observando la lista de problemas y movimientos arriba reseñados podemos
apreciar que la mayoría de ellos persisten en nuestros días y probablemente
muchos de ellos nos resultan familiares. Ante este panorama, uno puede tener la
sensación de que se halla frente a un cuadro impresionista que representa “la otra
cara de la sociedad”.
PROBLEMAS CONCEPTUALES EN EL ESTUDIO DEL
COMPORTAMIENTO COLECTIVO Y DE LOS MOVIMIENTOS
SOCIALES
Se ha comparado el intento de comprender qué es el comportamiento colecti-
vo con una conocida fábula del escritor británico Rudyard Kipling. Cuenta que
varios ciegos estaban explorando el cuerpo de un elefante y trataban de entender
qué era aquel enorme ser del que no tenían ninguna experiencia. Que un elefante
pueda ser percibido, según la parte del animal que se conoce, como una colum-
na, un muro o una lanza no es contradictorio con el hecho de que todo lo que se
ha explorado pertenezca a un mismo animal. La amplia diversidad que presenta
ese “elefante” que es el comportamiento colectivo (con sus multitudes, masas y
movimientos sociales) no tiene por qué impedir, en principio, que podamos refe-
171Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy
TABLA I
Los movimientos sociales como soluciones a los problemas sociales
Décadas PROBLEMAS SOCIALES MOVIMIENTOS SOCIALES
1960 Discrimación del negro en EEUU Movimiento de derechos civiles
Discriminación de la mujer Movimiento feminista
Discriminación de homosexuales Movimiento de gays ylesbianas
Autoritarismo en la universidad Movimiento estudiantil
Persistencia del colonialismo Movimientos independentistas
1970 Crisis ecológica global Movimiento ecologista
Penalización del aborto Movimiento pro legalización del aborto
Violaciones de derechos humanos Movimiento de derechos humanos
Centralismo del Estado moderno Movimientos nacionalistas
Malos tratos a animales Movimiento de liberación animal
1980 Despliegue de misiles nucleares Movimiento pacifista
Occidentalización de países árabes Movimientos fundamentalistas islámicos
Pobreza y subdesarrollo Movimientos de solidaridad
Discriminación de inmigrantes en Europa Movimiento anti-racista
1990 Globalización económica Movimiento antiglobalización 
Eutanasia y suicidio asistido Movimiento por una muerte digna
Manipulación genética (clonación, etc.) Protestas contra manipulación genética
(Adaptado de Javaloy, Rodríguez y Espelt, 2001, 18)
rirnos al campo como un todo que engloba los fenómenos que no son regulados
por las normas establecidas por la cultura.
Concepto de comportamiento colectivo
El comportamiento colectivo cubre un amplia área del comportamiento
social. Incluye la atención tanto a formas más espontáneas, emocionales y efíme-
ras como otras formas de comportamiento colectivo más planeado, duradero y
organizado que se encuentran en los movimientos sociales. La sección de Com-
portamiento Colectivo y Movimientos Sociales de la American Sociological
Association definió en sus estatutos (1980) el comportamiento colectivo como
“formas sociales emergentes y extra-institucionales de comportamiento”. Esta definición es
recogida explícitamente por autores que siguen un enfoque psicosocial del com-
portamiento colectivo como Lofland (1981) y Turner y Killian (1987), y su valor
es reconocido también por autores posteriores (Goode, 1992, p. 6; Marx y McA-
dam, 1994, p. 72). Ello nos ha inducido a tomarla como referencia.
El término emergente hace referencia a “la conducta que es espontánea y a
menudo sujeta a normas creadas por los propios participantes” (Michener, Dela-
mater y Schwartz, 1986, p. 522). La espontaneidad se refiere a la acción “no pla-
neada e improvisada” y a su carácter “informal” (Killian, 1984; Curtis y Aguirre,
1993, p. IX). Se han opuesto los elementos de espontaneidad de los movimien-
tos sociales, sus rasgos “expresivos y no estructurados” (o poco organizados) a la
lógica puramente racional que suele observarse en las instituciones (Rosenthal y
Schwartz, 1989, p. 34).
El vocablo extra-institucional , o no institucional, significa que las pautas que
sigue el comportamiento colectivo no se derivan de las normas de la cultura esta-
blecida sino que incluso pueden ser opuestas a las de ésta, quedando poco defini-
dos los roles de los participantes. Las normas desarrolladas emergen de la propia
situación en que se produce el comportamiento colectivo.
En la distinción del comportamiento colectivo por su naturaleza emergente y
extra-institucional se se encuentra un consenso notable, especialmente entre autores
clásicos influidos por la visión de Blumer (1951). Entre ellos pueden citarse a Tur-
ner y Killian (1957, 1987), Lang y Lang (1961) y Smelser (1962), al igual que
conocidos psicólogos sociales, como Brown (1965) o Milgram y Toch (1969).
También se ha caracterizado el comportamiento colectivo con otros rasgos no
mencionadas explícitamente con anterioridad, como los de cambiante y emocional
(Curtis y Aguirre, 1993, p. IX; Snow y Oliver, 1995, p. 571). Blumer (1951)
valoró notablemente estos dos rasgos (especialmente el emocional), mientras que
algunos los consideran “rasgos adicionales” derivados de la emergencia (Marx y
McAdam, 1994, p. 11). No pocos autores incluyen como característica del com-
portamiento colectivo el que suele desarrollarse en un amplio número de personas
(Lofland, 1981, p. 413; Milgram y Toch, 1969, p. 507).
La aparición del comportamiento colectivo se produce en situaciones que
tanto autores clásicos como actuales han caracterizado como situaciones problemáti-
cas o críticas (Cantril, 1941; Lang y Lang, 1961; Snow y Oliver, 1995, p. 571;
Marx y McAdam,1994, p. 4). En tales situaciones, que implican tensión, es más
probable que emerjan comportamientos nuevos, no prescritos por la cultura, y
surjan emociones más intensas.
Multitudes, masas y movimientos sociales
Blumer (1939) fue el primero en hablar de estas tres formas de comporta-
miento colectivo a que nos referimos. Turner y Killian (1987) consideran a cada
Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206172
una de ellas dentro del concepto de colectividad, o grupo en el que se produce el
comportamiento colectivo, que es un conjunto relativamente desorganizado de
individuos en el que no existen procedimientos formales, o previamente defini-
dos, para seleccionar e identificar a sus miembros, para definir los objetivos,
escoger a los líderes y tomar decisiones (Turner y Killian, 1987). Existen dos
tipos de colectividad: congregada y dispersa. Utilizamos el término multitud
como sinónimo de colectividad congregada, mientras que el término masa lo
empleamos como equivalente de colectividad dispersa (Lofland, 1981). La mul-
titud y la masa constituyen los escenarios sociales donde se desarrollan las formas
elementales de comportamiento colectivo (Lofland, 1981). 
El movimiento social es una forma más compleja, organizada y duradera de
comportamiento colectivo. Puede definirse como “una colectividad que actúa
con cierta continuidad para promover o resistir un cambio en la sociedad o grupo
de la que forma parte” (Turner y Killian, 1987, p. 223). En esta definición
encontramos tres elementos distintivos del movimiento social: colectividad , que
implica un sentido de unidad e identidad grupal; continuidad, que se refiere a una
permanencia en el tiempo que exige organización, y cambio social pretendido, que
implica un conflicto con el orden establecido en el que tratan de introducirse
cambios.
El acierto de esta definición viene corroborado por el amplio acuerdo, total o
parcial, acerca de la inclusión de los tres elementos citados. Ello podemos obser-
varlo tanto en autores clásicos como Heberle (1968) o Wilson (1973) como en
autores recientes (McAdam y Snow, 1997, p. XVIII; Benford, 1993; Raschke,
1985, p. 77; Zurcher y Snow, 1981). Algunos han enfatizado en el concepto de
movimiento social ciertos rasgos como la identidad colectiva (Diani, 1992; Rasch-
ke, 1985; Melucci, 1985), la organización (McAdam y Snow, 1997; Raschke,
1985), y el hecho de que surgen del conflicto con sus oponentes (Tarrow, 1994;
Melucci, 1989; Touraine, 1981). Estos últimos rasgos consideramos que van
implícitos en la definición anteriormente propuesta.
Problemas del estudio conjunto de comportamiento colectivo y
movimientos sociales
Hemos sostenido hasta ahora, de forma más o menos explícita, que el estudio
de los movimientos sociales debe ir unido al del comportamiento colectivo por-
que ellos también presentan ciertas características básicas propias de este tipo de
comportamiento. Sin embargo, esta afirmación ha sido fuertemente objetada por
un buen número de sociólogos, argumentando que movimientos sociales y com-
portamiento colectivo deben constituir campos de estudio separados.
Concretamente, a partir de los años 70 se fue extendiendo la opinión de
que el estudio de los movimientos sociales debía desvincularse de la psicolo-
gía social y quedar enmarcado en el contexto de la sociología política y de la
teoría de las organizaciones (Zald y McCarthy, 1979). Aunque ya tenemos
constancia de que estas ideas han ido evolucionando, continúa siendo fre-
cuente el criterio de que el comportamiento colectivo y los movimientos
sociales no tienen nada importante en común y que la psicología social debe
focalizar su atención en los fenómenos esporádicos y triviales de comporta-
miento colectivo, y no en los movimientos (ver, por ejemplo, las referencias
de Gelles y Levine, 1995, pp. 573, 587).
La amplia polémica suscitada por el problema exigeque se expliciten aquí las
razones por las que los movimientos sociales pueden considerarse, en parte, for-
mas de comportamiento colectivo, lo cual justifica su estudio conjunto. Con
173Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy
todo, ello deberá hacerse sin ocultar algunas características peculiares del movi-
miento social que le apartan del comportamiento colectivo.
Una primera razón a favor del estudio conjunto es de tipo práctico porque los
episodios de comportamiento colectivo y las acciones concretas de los movi-
mientos sociales suelen estar entrelazados de tal manera que para comprender
adecuadamente tales acciones debe tenerse en cuenta el comportamiento de las
multitudes y las reacciones de las masas que el movimiento ha estimulado
(Marx, 1980, p. 263). A su vez, las acciones de los movimientos permiten con
frecuencia comprender mejor el comportamiento de las masas y multitudes.
Puede decirse que gran parte de la acción de algunos movimientos sociales con-
siste en una serie de incidentes de comportamiento colectivo. Además, es posible
observar una serie de pautas comunes de interrelación, como por ejemplo, que la
conducta de la multitud puede conducir a un movimiento más organizado, que
el movimiento social utiliza estratégicamente las multitudes y que las masas
pueden también tener importantes implicaciones para un movimiento social
(Marx, 1980, p. 263).
Sin embargo, la razón que consideramos más potente a favor del estudio con-
junto del comportamiento colectivo y los movimientos sociales, es de tipo concep-
tual y se basa en las características que ambos comparten. Vamos a verlo a conti-
nuación, pero, al mismo tiempo, resaltaremos también los aspectos diferencia-
dores.
Elementos comunes y diferencias entre comportamiento colectivo y
movimientos sociales
El movimiento social puede considerarse una forma de comportamiento
colectivo porque comparte con este último sus dos rasgos básicos definitorios, es
decir, emergente y no institucional (Goode, 1992; Turner y Killian, 1987). El carác-
ter no institucional es evidente en el movimiento social puesto que desafía el
orden establecido preconizando un cambio social o resistiéndose a él. La impor-
tancia de la espontaneidad, que fue obviada por buena parte de los estudiosos de
los movimientos en los años 70, está siendo, recientemente, cada vez más reco-
nocida (Rosenthal y Schwartz, 1989; Zald, 1991), como ocurre también con un
aspecto derivada de ella: las emociones (Goodwin, Jasper y Polletta, 2000). La
espontaneidad está relacionada con la situación problemática o de tensión que
afronta el movimiento.
El carácter no institucional del movimiento se traduce en oposición al orden
social, con lo que adquiere una dimensión política e ideológica, mientras que el
comportamiento colectivo se limita a situarse fuera del orden que crean las insti-
tuciones (Goode, 1992, 31), aunque existen excepciones, como los motines o
revueltas. En resumen, el comportamiento colectivo es simplemente extra-institu-
cional, mientras que el movimiento social es, de alguna forma, anti-institucional.
A medida que el movimiento social va evolucionando, van acentúandose la
conducta planeada, mientras que la espontánea se hace menos frecuente. Al
mismo tiempo, como observa Goode (1992, pp. 30-31), se van explicitando
características que resaltan las diferencias entre el movimiento social y el com-
portamiento colectivo. El movimiento consolidado resiste el paso del tiempo y
se estructura cada vez más, haciéndose duradero y organizado. La conducta
refuerza su carácter intencional, propositivo e instrumental, y se vuelve menos
expresiva (ver Tabla II). Estas características han influido en el hecho de que, a
partir de los años 80, cuando los sociólogos se refieren a la conducta intencional
propia de los movimientos políticos tengan preferencia por el término acción
colectiva (Miller, 2000, p. 14).
Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206174
TABLA II
Diferencias entre el comportamiento colectivo y el movimiento social
Comportamiento colectivo Movimiento social
Espontáneo Más planeado, menos espontáneo
Ajeno al orden institucional Opuesto al orden institucional
Transitorio Duradero
Relativamente no organizado Organizado
Conducta menos intencional y calculada Conducta intencional, planeada
Conducta expresiva Conducta instrumental
Con frecuencia es ajeno a la política Suele tener carácter político
(adaptada de Javaloy, Rodríguez y Espelt, 2001, 47)
Aunque la tabla anterior, basada en Goode (1992, pp. 30-31), puede resultar
útil e intuitiva, ofrece una imagen que puede parecer simplificada y estática
sobre realidades que son de naturaleza cambiante. Una protesta espontánea
puede ir repitiéndose hasta transformarse en un movimiento social, mientras que
los movimientos pueden ir evolucionando y cambiando con el paso del tiempo.
Esto último nos ha inducido a pensar que puede aportar luz para comprender
mejor la conexión entre comportamiento colectivo y movimientos sociales.
El punto de engarce entre comportamiento colectivo y movimientos sociales
Al referirse a las dos fases del movimiento, Marx y McAdam (1994, p. 73)
establecen una significativa distinción entre movimiento emergente y movimiento
maduro, realizando un análisis de ambos que tomamos aquí como referencia. El
movimiento emergente se halla en estado más o menos embrionario mientras
que el movimiento maduro se ha estructurado y ha creado sus propias organiza-
ciones. Ello arroja considerable luz para comprender mejor la conexión entre el
movimiento social y el comportamiento colectivo, a la vez que la naturaleza de
ambos. 
El movimiento emergente exhibe más netamente las características del comporta-
miento colectivo. En su fase de despertar, el movimiento es más espontáneo y
emocional, se diferencia más de las instituciones y carece de organizaciones for-
males. Su funcionamiento se basa en grupos informales de amigos y compañeros
y en comisiones específicas que crea para resolver diferentes problemas, buscan-
do el apoyo de las instituciones más significativas (como iglesias y escuelas) y de
asociaciones ciudadanas. Practica el proselitismo y la acción directa en un afán de
constituirse en fuerza social, no ha estructurado todavía los roles de sus miem-
bros y ejerce el liderazgo en grupo, aprovechando la circunstancia de que éste
todavía no es muy numeroso. Pero este período no puede ser demasiado largo
porque la poca organización y escasa planificación podrían desintegrarlo, como
puede verse en la tabla III, basada en Marx-McAdam (1994, pp. 73-75, 95-96).
Para sobrevivir, los movimientos sociales se van organizando y convirtiendo
en movimiento maduro, y, al ir evolucionando, van distanciándose del genuíno
comportamiento colectivo y adquiriendo características más propias de las insti-
tuciones que pueden garantizarle una larga vida (durante varias décadas e incluso
más). Un movimiento pobremente organizado, con una amplia diversidad de
actividades en la que se implica un número creciente de personas se vería desbor-
dado por la imposibilidad de coordinar la acción y probablemente se desintegra-
ría. Necesita un carácter más formal en el liderazgo y un mayor control sobre sus
miembros. Las asambleas y reuniones pueden contribuir a ello.
175Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy
En conclusión, el concepto de movimiento emergente nos ayuda a comprender
que los movimientos sociales, en mayor o menor grado, son comportamiento
colectivo en vías de institucionalización. El movimiento emergente es un concepto
clave, porque puede ser visto como el punto de engarce entre los movimientos
sociales y otras más típicas formas de comportamiento colectivo.
CONSTRUCCIÓN HISTÓRICA DEL ENFOQUE PSICOSOCIAL DEL
COMPORTAMIENTO COLECTIVO
Observar la historia del estudio del comportamiento colectivo y de los movi-
mientos sociales nos permite realizar una revisión a nivel general de las principa-
les aportaciones al campo en cada época con objeto deintentar comprender en
profundidad, a través de su construcción histórica, la situación en que nos encon-
tramos actualmente. En esta empresa, nuestra atención estará centrada en los
altibajos que experimenta el enfoque psicosocial o interaccionista.
La historia del estudio de los fenómenos colectivos va estrechamente ligada a
ciertos acontecimientos que se han producido en la sociedad, dado que el devenir
histórico va transformando los fenómenos que son objeto de estudio. Ello nos
permite tomar conciencia de la dimensión histórica del conocimiento social
(Gergen, 1973), que se manifiesta más explícitamente cuando estudiamos, como
es nuestro caso, fenómenos de naturaleza particularmente cambiante. Conse-
cuentemente, antes de hablar de la historia del estudio de los fenómenos colecti-
vos, vamos a referirnos a los fenómenos colectivos en la historia. 
Los fenómenos colectivos en la historia
Tanto el comportamiento colectivo como los movimientos sociales surgen en
relación con el contexto histórico y a su vez influyen sobre él, aportando nuevas
normas y formas de conducta. Sin embargo, el impacto histórico de los movimien-
tos sociales suele ser mucho mayor dado que, a diferencia del carácter efímero y
pasajero de las formas elementales de comportamiento colectivo, los movimientos
sociales son de naturaleza duradera, lo que les permite prolongarse a veces durante
años, décadas e incluso siglos. La dimensión histórica de los movimientos sociales
se manifiesta particularmente en que son portadores de ideologías que preconizan
el cambio social y, de hecho, algunos movimientos han producido cambios nota-
bles en la historia, como queda patente en el caso de las revoluciones. 
Por otra parte, la mirada histórica permite captar un importante fenómeno
colectivo: el ciclo de protesta, período en que los episodios de acción colectiva se
Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206176
TABLA III
Rasgos del movimiento emergente y del movimiento maduro
Movimiento emergente Movimiento maduro
Más emergente y espontáneo Más planeado
Menos institucionalizado Más institucionalizado
Menos organizado Menos organizado
Grupos informales; crean comisiones específicas Organizaciones formales
Se apoya en instituciones y grupos ya establecidos Se apoya en una estructura organizativa propia
Actividades típicas: acción directa, proselitismo Actividades típicas: debates y reuniones
Miembros informales; dirección ejercida por grupo Miembros formales; liderazgo
Período relativamente breve Período más prolongado
Número limitado de miembros Mayor número de miembros
(adaptado de Javaloy, Rodríguez y Espelt, 2001, 48)
hacen más frecuentes. Así, han podido observarse dos importantes ciclos de pro-
testa durante el siglo XIX (uno en la cuarta y quinta década, y otro a final de
siglo) en el que se desarrollaron diversos precedentes de movimientos de índole
cultural, como el movimiento de mujeres, el ambientalista y movimientos alter-
nativos de tipo comunitario (Brand, 1990). Junto a éstos, aparecen otros fenó-
menos de claro significado político: las revoluciones liberales y nacionalistas, y el
movimiento obrero. Fue en esta época cuando surgió el término movimiento social
para referirse al movimiento obrero. Lo empleó por primera vez, en 1850, Lorenz
von Stein (La historia del movimiento social en Francia: 1789-1850).
El siglo XIX fue la caja de resonancia de la Revolución francesa puesto que
transmitió un clima de crispación que cundió entre la burguesía, que temía la
inminencia de una nueva revolución de signo obrero. Fue entonces cuando el
“miedo a la turba” inspiró la aparición de la psicología colectiva. Las primeras
obras que conocemos de PS se hallan dedicadas a la psicología colectiva, como
reflejan sus respectivos títulos: Psicología de las mentes asociadas (Cattaneo, 1859);
La multitud criminal: Ensayo de psicología colectiva (Sighele, 1892); Psicología de las
masas (Le Bon, 1895). Tanto es así que, como señala A. Blanco (1988, 26), hasta
tal punto atrajo en épocas tempranas el tema de la masa que “se creyó que el que-
hacer de la psicología social debería centrarse exclusivamente en él”. Incluso
puede observarse que en los primeros manuales que llevan por título Psicología
social”, como el de Orano (1902), el tema más estudiado es el de la psicología
colectiva (Blanco, 1988, p. 60). Esta casi equivalencia, a nivel práctico, entre psi-
cología social y psicología colectiva persistió durante largo tiempo, siendo perci-
bidas ambas en contraste con la psicología individual.
La síntesis más representativa de la psicología colectiva de fin de siglo fue sin
duda la obra de Le Bon (1895), a quienes algunos consideraron el fundador del
comportamiento colectivo (Turner y Killian, 1957, p. 5). Aunque sus aportacio-
nes (la denominada teoría del contagio) tuvieron un éxito desmesurado, la obra de
Le Bon ha suscitado fuertes y justificadas críticas por su ideología reaccionaria,
su enfoque patologizante y envilecedor de la masa, la ausencia de rigor científico
y su responsabilidad en la amplia difusión de un buen número de estereotipos
sobre la masa (Turner y Killian, 1987; Brown, 1965; Couch, 1968). 
Inicio y desarrollo del enfoque psicosocial del comportamiento
colectivo 
En 1921, se inicia la andadura científica del comportamiento colectivo, gracias
al trabajo pionero de Park (en Park y Burgess, 1924), que es la primera monogra-
fía sobre el comportamiento colectivo. Años después, Park encomendó a su discípulo
Herbert Blumer, los capítulos dedicados al comportamiento colectivo en su obra
Principles of Sociology (1939). Blumer realizó un detallado análisis de las formas ele-
mentales de agrupamientos colectivos (multitud, masa y público) para después
dedicar un capítulo a los movimientos sociales. Este trabajo, que una vez reelabo-
rado (en 1951) se convirtiría en un clásico del comportamiento colectivo, será
durante treinta años el más influyente en la mayoría de los principales teóricos del
comportamiento colectivo (como Turner y Killian, Lang y Lang, Smelser). 
La teoría del contagio de Le Bon se hace sentir todavía en esta primera época
de Blumer, pero a la vez esta influencia se halla superada por su enfoque psicoso-
cial, basado en el interaccionismo simbólico. Esta perspectiva permite observar el
comportamiento colectivo través de una lente de signo positivo: los fenómenos
colectivos se definen en relación con el cambio ya que da lugar a nuevas formas
de relaciones sociales y los movimientos sociales son considerados como un
importante factor en el proceso de transformación y renovación de la sociedad. El
177Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy
mérito de esta original visión de Blumer ha sido redescubierto en la actualidad
(Della Porta y Diani, 1999, p. 5; Tejerina, 1998, p. 116).
Turner y Killian (1957, 1987) serán los encargados de elaborar a fondo la
visión interaccionista de Blumer. La definición de nuevos problemas sociales
permite a los oprimidos construir una visión de la realidad, un sentido de injus-
ticia que será la raíz de la protesta. Los autores citados proponen la teoría de la
norma emergente, basada en la tradición psicosocial sobre experimentación grupal,
tomando como fuente de inspiración la teoría de Sherif (1936) sobre el surgi-
miento de normas en grupos. Una vez aparecida la norma, Turner y Killian
explican su difusión en el grupo a través de la presión a la conformidad, teniendo
en cuenta lo establecido en los experimentos de Asch (1951).
También sufrió la influencia de Blumer la popular teoría del comportamiento
colectivo de Smelser (1962). A pesar de su orientación sociológica, Smelser hace
uso de conceptos, como el de creencia generalizada, de claro significado psicoso-
cial. Otras perspectivas, como las llamadas teorías de la crisis, es decir, la teoría de
la sociedad de masas (Kornhauser, 1959) y la de la privación relativa (Davies,
1969), al insistir en factores patologizantes –como la anomia, frustración y mar-
ginalidad de los activistas–resucitarán el fantasma de Le Bon y darán alas a no
pocos críticos del reduccionismo psicológico.
El cuestionamiento del enfoque psicosocial: nuevas teorías
La aparición de nuevos movimentos sociales en el curso inspiraría nuevas teo-
rías. Las condiciones sociales en que surgen los movimientos chocaban abierta-
mente con las previstas por las teorías clásicas de la crisis. No surgían en una
época de colapso del sistema, desorganización social y declive económico, sino
todo lo contrario. Los que protestaban no eran individuos marginados y aislados
sino personas bien integradas en organizaciones que pertenecían, frecuentemen-
te, a clases privilegiadas (por ejemplo, la protesta estudiantil se inició en las uni-
versidades norteamericanas de mayor prestigio). 
La alternativa teórica tomó cuerpo en forma de la teoría de la movilización de
recursos (McCarthy y Zald, 1973; Oberschall, 1973), que será acogida con entu-
siasmo. La teoría resta importancia a los aspectos psicológicos resaltados por las
teorías clásicas, como el descontento, el sentimiento de injusticia y la privación
relativa, enfatizando variables “objetivas” tales como organización, recursos,
oportunidades y estrategias. El enfoque lleva la impronta de la sociología de las
organizaciones y la ciencia política.
La nueva teoría concede una importancia crucial a la capacidad para conseguir
recursos (apoyo de organizaciones, uso de los medios de comunicación, aporta-
ciones económicas, etcétera) en la emergencia y desarrollo del movimiento, y
pone de relieve el carácter normal de la acción colectiva, considerando la protesta
como una continuación de la política “por otros medios” (Perrow, 1979, p. 200).
En conexión con el marco interpretativo de la teoría de la movilización de
recursos, aparece la teoría del proceso político (Tilly, 1978; McAdam, 1982), que
subraya la importancia de los conflictos que el movimiento afronta en un contex-
to político y las oportunidades que dicho contexto ofrece para el surgimiento de
la acción colectiva y los movimientos sociales. 
Frente a la teoría de la movilización de recursos, surgida en Estados Unidos,
surgió más tarde en Europa el denominado enfoque de los nuevos movimientos sociales
(o perspectiva de la identidad) que, aun reconociendo la importancia de los factores
organizacionales y políticos, pondrá el énfasis en aspectos estructurales (conflic-
tos propios de la sociedad post-industrial) y en la reacción de los individuos fren-
te a esos conflictos (reafirmación de la propia identidad, despertar de nuevas
Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206178
aspiraciones y valores). Esto último refleja la dimensión psicosocial de esta pers-
pectiva que representan autores como Touraine (1978) y Melucci (1989). Se rei-
vindica el componente humanista de los nuevos movimientos, por su insistencia
en la frustración contemporánea de importantes necesidades d ela persona, como
su tendencia a la autorrealización y la búsqueda de identidad. Los nuevos valores
promovidos por estos movimientos, y las formas de acción participativa que
difunden serán considerados el Nuevo Paradigma de los movimientos sociales.
El giro psicosocial y su proyección actual
En los años 80, se producen reacciones contra el imperialismo ejercido en la déca-
da anterior por la teoría de la movilización de recursos y la exclusión de los factores
subjetivos y simbólicos en la construcción de la realidad. Diversos autores destacan
la conexión entre las nuevas tendencias y el enfoque psicosocial clásico
(Lofland,1981; Turner y Killian, 1987) y, reconociendo el valor de las nuevas aporta-
ciones, ponen de relieve la importancia de los aspectos omitidos y afirman que un
estudio exclusivamente sociológico o psicológico de los movimientos sociales impli-
ca una grave mutilación de la dimensión interactiva individuo-sociedad, siendo
ambos reduccionismos igualmente rechazables (Zurcher y Snow, 1981, p. 447).
En esta línea, Klandermans (1989, 1994) sostiene que la teoría de moviliza-
ción de recursos y el enfoque de los nuevos movimientos sociales son incapaces
de explicar cómo los individuos interpretan o construyen la realidad y cómo rea-
lizan una definición social de los problemas que tratan de resolver, reivindican-
do, al respecto, los estudios iniciados por Blumer (1971) sobre la legitimación de
los problemas sociales. Del interés que despiertan los problemas de significado e
interpretación de la realidad va surgiendo la perspectiva construccionista , o de la
construción social, que ha experimentado un fuerte desarrollo en los años 90.
El énfasis en la construcción social del comportamiento colectivo ha vuelto a
poner en primer plano temas clásicos del enfoque psicosocial del comportamiento
colectivo (como la ideología y el sentido de injusticia) para asociarlos con las ten-
dencias recientes de la psicología social cognitiva, como la teoría de la atribución,
el interaccionismo simbólico y los aspectos culturales (como los valores y creencias
o marcos cognitivos), de acuerdo con Snow y Oliver (1995, p. 586). Ello justifica la
afirmación de estos autores de que nos encontramos ante un giro psicosocial en el
estudio del comportamiento colectivo y los movimientos sociales (1995, p. 573).
El construccionismo ha despertado el interés por el análisis del discurso de los
movimientos y de sus marcos interpretativos (Klandermans, 1997; Benford,
1993; Gamson y Modigliani, 1989) así como por los aspectos culturales de los
movimientos (Buechler, 1999; Johnston y Klandermans; 1995; Inglehart,
1990; Casquette, 1998) y por el estudio de la identidad social y colectiva
(Melucci, 1995; Reicher, 1987; Castells, 1997; Stryker, Owens y Write, 2000;
Polletta y Jasper, 2001). Merece destacarse especialmente la obra de Klander-
mans ( The social psychology of protest, 1997) tanto por su enfoque psicosocial inno-
vador como por el hecho de reflejar temas clásicos en la psicología social, como la
construcción social, la identidad, el compromiso y el sentido de injusticia.
En el caso de España, el aumento de interés hacia el estudio de los movimien-
tos sociales empezó a notarse en los años 80 y ha crecido considerablemente en
los años 90. Ello ha podido apreciarse tanto en la aparición de obras generales
(Laraña, 1999; Apalategi, 1999; Riechmann y Fernández Buey, 1994) como en
readings (Ibarra y Tejerina, 1998; Laraña y Gusfield, 1994) y en la atención que
se les dedica en manuales de Psicología Política (Sabucedo, 1996; Seoane y
Rodríguez, 1988). Además, desde el punto de vista psicosocial, se han realizado
trabajos de interés teórico (Valencia, 1990; Sabucedo y Rodríguez, 1990; Java-
179Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy
loy, 1993; Rebolloso y Rodríguez Crespo, 1999) así como investigaciones empí-
ricas, entre las que pueden destacarse las realizadas en el País Vasco (Páez, Villa-
rreal, Echevarría y Valencia, 1988; Valencia, 1987; Villarreal, 1987) y en Galicia
(Sabucedo, Arce y Rodríguez, 1992, y Rodríguez, Sabucedo y Costa, 1993).
En este período dorado del estudio los movimientos sociales, la atención al
comportamiento colectivo ha sido claramente menor, lo cual no impide que
pueda citarse la aparición de nuevos manuales de comportamiento colectivo y
movimientos sociales (Miller, 2000; Marx y McAdam, 1994; Goode, 1992; rea-
ding de Curtis y Aguirre, 1993), así como diversas obras sobre la multitud (McP-
hail, 2000; Gaskell y Benewick, 1987) y el comportamiento de masas (Goode y
Ben-Yehuda, 1994, Dean, 1998).
TEORÍAS COLECTIVAS Y MARCOS PSICOSOCIALES
Teniendo en cuenta un enfoque psicosocial del comportamiento colectivo y
de los movimientos sociales, creemos que la clasificación que resulta aquí más
idónea debe partir de los grandes marcos de referencia teóricos o paradigmas
propios de la psicología social, ya que ello nos permitirá observar cada teoría
colectiva desde una perspectiva más amplia, a la luz del paradigma psicosocial en
que queda enmarcada. 
Encuadre de las teorías colectivas en marcosparadigmáticos
Nuestro objetivo implica adoptar una postura epistemológica de pluralismo
teórico, en el sentido de Munné (1989, pp. 39ss.), postura que nace tanto del reco-
nocimiento de la incapacidad de cualquier teoría para explicarlo todo como de la
convicción de que cada teoría proporciona una perspectiva particular, única, de
la realidad que hace posible observar determinados aspectos que otra teoría no
“ve”. En consecuencia, rechazamos tanto el monismo teórico –que considera
patrimonio de una sola teoría la explicación de los fenómenos colectivos– como
el eclecticismo superficial –que escoge caprichosamente lo que le interesa de
cada teoría–, postulando que un fenómeno particular debe ser estudiado desde
aquella o aquellas perspectivas que tienen en cuenta sus aspectos más relevantes
y permiten contemplarlo mejor.
Cuando el científico social hace uso de un paradigma, actúa desde el supuesto
de alguna determinada imagen o modelo de ser humano (Chapman y Jones, 1980).
En esta línea, entendemos con Munné (1989, p. 31) que en todo marco paradig-
mático existe un modelo de hombre subyacente que proporciona un fundamento
a las teorías que abarca dicho marco, siendo este modelo una “fuente última de
significado”. Estos modelos, no demostrables y analizados a veces por la filosofía,
son detectados en el análisis epistemológico. Además de poseer un mismo mode-
lo de ser humano, entre las teorías de un paradigma existen otros elementos
compartidos –en mayor o menor grado– a nivel conceptual, metodológico y fre-
cuentemente temático.
Para establecer cuáles son los marcos paradigmáticos de la psicología social,
tomamos como referente la exposición de Munné (1989, 1995), que hemos
adaptado en función de nuestro campo de estudio. Una vez establecidos los mar-
cos que consideramos relevantes, hemos incluido las perspectivas y aportaciones
teóricas sobre el comportamiento colectivo y los movimientos sociales dentro de
cada uno de ellos. Los seis marcos psicosociales a que nos referimos son los
siguientes: psicoanálisis social, cognitivismo social, interaccionismo simbólico, conductis-
mo social, psicología social marxista y psicología humanista. En la tabla IV, se indican
las principales aportaciones de cada marco.
Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206180
La variedad de teorías colectivas existentes puede producir confusión e invita
a intentar realizar un balance general que incluya tanto una referencia a las limi-
taciones generales de los diferentes paradigmas como una exploración sobre sus
posibilidades de conexión, tratando igualmente de inquirir si es posible algún
tipo de complementariedad o integración entre las teorías colectivas.
Limitaciones generales de los diferentas paradigmas 
Desde la postura de pluralismo teórico (Munné, 1989) creemos que un fenó-
meno, según sus peculiaridades, debe ser estudiado empleando aquella perspec-
tiva teórica que permite una visión más adecuada del mismo, incluyendo la posi-
ble conveniencia de observarlo desde diversos ángulos teóricos para obtener un
conocimiento más completo del mismo. 
Cada paradigma, según el modelo de ser humano en que se basa, proyecta
desde su propio ángulo un foco de luz que permite ver mejor cierto tipo de fenó-
menos o aspectos que constituyen el centro de su atención, pero, al mismo tiem-
po, cada paradigma presenta zonas de oscuridad (no hay luz sin sombras) con
referencia a otros aspectos de la realidad que su ángulo no le permite ver. Todos
los énfasis implican también sesgos y desatenciones. Por ejemplo, enfatizar la
racionalidad y las recompensas ha traído consigo una desatención hacia las emo-
ciones y los procesos simbólicos (como ocurre con el enfoque beneficios-costos), y
resaltar el significado y el nivel interpersonal ha hecho postergar los aspectos
socioestructurales (interaccionismo y cognitivismo social). Sin duda, el sesgo
más grave ha sido el producido por el enfoque del inconsciente y del psicoaná-
lisis, que extrapolando una perspectiva clínica de psicología individual, han
patologizado el estudio de los fenómenos colectivos y lo han teñido de reduccio-
nismo.
Cualquier enfoque, por sí solo, resulta incapaz de dar una explicación global
del comportamiento colectivo. Cada uno de ellos es reduccionista en la medida
en que pretende ser exclusivo y no es consciente de que, al mismo tiempo que
refleja algunos aspectos relevantes del comportamiento colectivo, oculta o
minimiza la importancia de otros. 
Desde nuestro punto de vista, las limitaciones teóricas derivadas de la adopción
de modelos reduccionistas de ser humano podrían superarse adoptando un modelo
de ser humano integral y auténticamente humanista que tenga en cuenta tanto la
dimensión instrumental racional del ser humano, es decir, su beneficio o interés,
sino también su dimensión expresiva (emocional, simbólica, identidad), un mode-
181Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy
TABLA IV
Las teorías colectivas en los marcos paradigmáticos de la psicología social 
Psicoanálisis social y enfoque patológico Conductismo social y enfoque recompensas-costos
Teoría del contagio y enfoque patológico (Le Bon) El enfoque racional: Berk y otros modelos
La contribución de Freud y su impacto Teoría de la movilización de recursos 
Freudomarxismo y otras contribuciones Teoría de la motivación a participar 
Cognitivismo social Psicología marxista y perspectiva del conflicto
Variables cognitivas y acción colectiva La Teoría de Marx sobre el movimiento obrero 
Teoría de la identidad social Perspectiva del conflicto 
Interaccionismo simbólico Teoría de la acción colectiva 
Modelo de inquietud social de Blumer Teoría del proceso político 
Teoría de la norma emergente Humanismo y enfoque de los NMS
La teoría de Smelser Teoría de la sociedad de masas 
El enfoque de los nuevos movimientos sociales 
(paradigma de la identidad)
lo que atienda tanto a la vertiente individual de la persona como a su dimensión
interpersonal y sociopolítica. Creemos, afortunadamente, que en los teóricos actua-
les hay una convergencia progresiva en esta dirección que vamos a destacar.
Conexiones y acercamiento entre los paradigmas
Existen algunas conexiones entre los paradigmas estudiados, lo cual las posi-
bilidades de diálogo entre ellos. El cognitivismo social e interaccionismo simbó-
lico coinciden en el énfasis en la construcción de la realidad, significados y
consciencia del actor, ofreciendo dos enfoques netamente psicosociales porque
sitúan en primer lugar el comportamiento interpersonal. Al mismo tiempo los
dos enfoques son coherentes, en líneas generales, con el construccionismo social.
El marxismo, el enfoque de los nuevos movimientos sociales, el freudomarxis-
mo y, en cierto grado, la teoría de la sociedad de masas, tienen en común una
perspectiva socioestructural que se centra en el conflicto entre el individuo y la
sociedad contemporánea, conflicto que implica sentimientos de frustración y
decontento hacia un contexto societal que no responde a necesidades humanas
tales como el deseo autonomía, identidad y sentido.
La orientación construccionista –con su énfasis en el significado, la cultura y
la definición de la situación– creemos puede jugar un importante papel agluti-
nador en el paisaje teórico ya que, de hecho, se ha convertido en punto de
encuentro de diversos paradigmas. Nos referimos, concretamente, al hecho de
que en ese punto han confluido aportaciones del enfoque interaccionista (signifi-
cado, ideología, sentido de injusticia, marcos interpretativos), del cognitivismo
social (teoría de la atribución, privación relativa fraternal, teorías grupales), del
enfoque de nuevos movimientos sociales (identidad colectiva, cultura del movi-
miento) y de la teoría del proceso político (discurso público, marcos de acción
colectiva). Por ello, la orientación construccionista, surgida como reacción a las
omisiones de de la teoría de la movilización de recursos, se ha convertido en un
territorio común de un creciente número de teóricosy constituye la mejor con-
firmación del giro psicosocial en la teorización colectiva. 
Las conexiones entre las teorías y, sobre todo el acercamiento entre ellas favo-
recido por el construccionismo, están generando una especie de modelo común y
auténticamente “humanista” del ser humano, concebido como actor consciente y
autónomo, protagonista de su propia vida, que trata de construir su identidad,
personal y social, imprimiendo así un sentido a su existencia. Al mismo tiempo,
han ido quedando arrinconadas las concepciones de un ser humano meramente
reactivo a estímulos internos o extenos (psicología del inconsciente, conductis-
mo, funcionalismo).
Hacia una complementariedad entre las teorías colectivas
En la actualidad, nos encontramos lejos del clima teórico poco conciliador que
se desarrolló en los años 70. E n la actualidad, existe un clima de diálogo y acerca-
miento entre las diferentes perspectivas teóricas a lo cual ha contribuido, además
del papel aglutinador del construccionismo, el hecho de que, al multiplicarse los
estudios comparados de movimientos sociales, se han intensificado también los
contactos entre distintos teóricos norteamericanos y europeos, como notan Della
Porta y Diani (1999, p. 2). Estos autores han destacado que se ha llegado a cierto
grado de consenso de que son compatibles entre sí y no excluyentes los enfoques
actualmente dominantes (el enfoque interaccionista del comportamiento colecti-
vo, la movilización de recursos, el proceso político y el enfoque de los nuevos
movimientos sociales). Consecuentemente han proliferado una variedad de inten-
Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206182
tos de integración en busca de una nueva síntesis (Klandermans, Kriesi y Tarrow,
1988; Eyerman y Jamison, 1991; Tarrow, 1994; Melucci, 1996).
Una opinión significativa al respecto es la de Klandermans, que, refiriéndose
a los mencionados enfoques actuales, afirma categóricamente que “a nivel de
estudios empíricos concretos, los tres enfoques deben compensarse mutuamente
en lugar de competir entre sí”, añadiendo que el mérito propio de cada teoría “no
justifica ningún derecho exclusivo al dominio (sobre las demás)” y concluyendo
que “una psicología social de la protesta debe referirse a cada uno de los tres enfo-
ques, con tal que coloque sus problemas de investigación en el propio nivel de
análisis” (1997, p. 205).
PSICOLOGÍA SOCIAL DE LOS GRUPOS Y CONDUCTA DE LA
MULTITUD
Procesos de influencia social en la multitud
El hecho de encontrarse el individuo en medio de un número relativamente
grande de personas concentradas en un lugar determinado tiende a producir
ciertos cambios en los individuos que afectan tanto a la forma en que definen la
situación como a la percepción de sí mismos y del grupo, redundando, consi-
guientemente, en una transformación de su conducta. La existencia de estos
cambios, que en algunos casos pueden ser altamente llamativos, se debe a la
actuación de determinados procesos de influencia social que, por lo general, han sido
ampliamente estudiados por la psicología de los grupos. Dichos estudios, efec-
tuados en el ámbito del laboratorio, constituyen probablemente la más importante
aportación de la psicología social psicológica a la investigació n del comportamiento
colectivo. Los cambios cognitivos y conductuales a que nos referimos, básicamente
originados por la mera presencia de otros participantes, han ejercido notable
impacto sobre sociólogos distinguidos en el campo como Turner y Killian
(1987) y Marx y MacAdam (1994).
Una multitud constituye un escenario natural de conducta con unas caracte-
rísticas peculiares que pueden incrementar el impacto de procesos de influencia
que han sido estudiados en el laboratorio operando con grupos pequeños. Entre
las características aludidas destacamos el amplio número de personas que suele
componer la multitud, la proximidad física entre los participantes, la importan-
cia del motivo que les ha congregado (miles de personas no se reúnen por un
motivo que consideran trivial), el carácter menos estructurado de la situación y
las variables ambientales (a veces impresionantes: ocupación de una plaza, des-
pliegue de pancartas y banderas, altavoces e himnos).
Estas características pueden convertir la multitud en una situación singular
donde el ambiente físico casi ha desaparecido para transformarse en paisaje
humano, en puro ambiente social: el individuo se siente inmerso en un mar de
cabezas, en un escenario envolvente que puede llegar a absorber su atención y
estimular sus emociones convirtiéndose en un ser más influenciable, es decir,
más susceptible a los procesos de influencia social. A esta situación extraordina-
ria, o fuera de lo habitual, es posible que se responda con conductas también
extraordinarias, llegándose a realizar, en algunos casos, conductas extremas que
van en contra de las normas sociales convencionales.
Al intentar identificar algunos de los más significativos procesos de influencia
social que operan en la multitud, hemos hecho una revisión de las observaciones
de Marx y MacAdam (1994), que han distinguido estos siete procesos: sentido de
legitimidad, ilusión de unanimidad, anonimato, solidaridad y poder, difusión de respon-
sabilidad, facilitación social e inmediatez. Hemos creído conveniente, atendiendo
183Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy
tanto a los estudios psicosociales sobre influencias social como a los de comporta-
miento colectivo, mencionar un proceso más: el de normalización. La conexión
entre dichos estudios experimentales y cinco de estos procesos queda explicitada
en la tabla V.
En otro trabajo posterior, hemos sostenido que otros procesos de influencia
grupal, estudiados a nivel experimental, pueden también observarse con fre-
cuencia en algunos contextos del comportamento colectivo y de los movimien-
tos sociales (Javaloy, en prensa). Entre tales procesos, destacamos los de obediencia
(Milgram, 1974), polarización grupal (Moscovici y Zavalloni, 1969), pensamiento
grupal (Janis, 1972) e influencia minoritaria (Moscovici, 1976).
El tema de la influencia social ejercida por la multitud sobre los participantes,
que ya fue tratado de una manera peculiar pero influyente por Le Bon (1895),
abrió un amplio debate en la psicología social acerca de si los grupos, y más con-
cretamente una multitud, producen una pérdida de identidad.
La discusión sobre la pérdida de identidad en la multitud
La pregunta sobre la identidad parece lógica si tenemos en cuenta algunos de
los procesos de influencia social que acabamos de mencionar, especialmente los
de anonimato y difusión de responsabilidad. Marx y MacAdam (1994, p. 42)
consideran que también el proceso de inmediatez (o inmersión en el momento
presente) puede producir reducción de la autoconciencia y del autocontrol, es
decir, desindividuación. Analicemos esta cuestión en la que se haya implícito un
problema de importancia decisiva: el carácter racional o irracional del comporta-
miento colectivo.
En la multitud puede apreciarse cómo destaca, o adquiere especial relevancia
(saliencia), la identidad social, o conciencia de pertenecer al grupo, de formar
parte de un nosotros. La identidad social sobresale en este contexto por encima de
la conciencia del yo, de manera que las personas tienden a percibirse a sí mismas
más como miembros de un grupo y menos como individuos aislados (Reicher,
1984a, 1987). Este cambio en la autopercepción tendrá, como veremos, una
relación directa con la conducta colectiva que los individuos desarrollan.
Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206184
TABLA V
Algunos efectos de influencia social en la multitud basados en la estudios experimentales de grupos
EFECTOS DE FENÓMENOS ESTUDIADOS AUTOR DEL
INFLUENCIA SOCIAL EN EXPERIMENTOS EXPERIMENTO
Ilusión de unanimidad Presión grupal hacia la conformidad Asch, 1952
Anonimato Desindividuación Zimbardo, 1970
Difusión de responsabilidad Giro hacia el riesgo (risky shift) Johnson, Stanler y Hunter,

Más contenidos de este tema