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Comportamiento colectivo y movimientos sociales: un reto para la Psicología Social FEDERICO JAVALOY Universidad de Barcelona Resumen La presente exposición pretende condensar los aspectos que pueden resultar más sugestivos para el psicólogo social que se hallan contenidos en el manual Comportamiento colectivo y movimientos sociales. Un enfoque psico- social (Javaloy, Rodríguez y Espelt, 2001). El libro pretende ofrecer una visión global del comportamiento colectivo y de los movimientos sociales, tarea que había sido emprendida anteriormente en el marco de la sociolo- gía pero había quedado ampliamente desatendida por la psicología social académica, especialmente en lengua española. El trabajo guarda correspondencia con las tres partes en que se halla estructurado el libro, centrando su análisis en la primera parte (fundamentación científica del campo estudiado) y en la tercera, referente a los movimientos sociales. De la segunda parte, sólo se mencionan aquí algunas aportaciones psicosociales provenien- tes de la investigación grupal que pueden ser consideradas la más importante contribución de la psicología social experimental al estudio del comportamiento colectivo y de los movimientos sociales. Se enfatiza también la rele- vancia social del campo estudiado, tratándose de ofrecer el reflejo de una sociedad en proceso de globalización en algunos de sus aspectos más problemáticos, como la crisis ecológica, el sexismo, el terrorismo y las desigualdades sociales. Palabras clave: Comportamiento colectivo, acción colectiva, movimientos sociales, identidad social, globalización. Collective behavior and social movements: A challenge for Social Psychology Abstract The present exposition tries to condense the aspects dealt with in the textbook Collective Behavior and Social Movements. A Social-Psychological Approach (Javaloy, Rodriguez and Espelt, 2001) that can be more sug- gestive for the social psychologist. The book attempts to offer a global vision of collective behavior and social movements, task that had been undertaken previously within the framework of sociology but widely neglected by academic social psychology, specially in the Spanish language. The work keeps correspondence with the three parts in which the book is structured, our analysis focusing on the first part (scientific foundation of the field) and on the third one, referring to the social movements. Of the second part, only some social-psychological rese- arch on groups is mentioned that can be considered the most important contribution of experimental social psy- chology to the study of collective behavior and social movements. The social relevance of the field is also emphasi- zed, trying to offer a reflection of the globalizing society in some of its more problematic aspects, such as ecological crisis, sexism, terrorism and social inequalities. Keywords: Collective behavior, collective action, social movements, social identity, globalization. Correspondencia con el autor: Federico Javaloy Mazón. Universidad de Barcelona, Facultat de Psicologia, Departa- ment de Psicologia Social, Passeig de la Vall d’Hebron, 171, 08035 Barcelona. E-correo: fjavaloy@psi.ub.es © 2003 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0213-4748 Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), 163-206 INTRODUCCIÓN: OBJETIVOS DEL MANUAL Nuestra decisión de escribir un manual de comportamiento colectivo y movi- mientos sociales, con la colaboración de Álvaro Rodríguez y Esteve Espelt, no obedeció a razones exclusivamente académicas. La relevancia social que los fenó- menos colectivos y los movimientos sociales han ido adquiriendo en nuestra agi- tada época también ejerció un peso considerable sobre esta decisión. Nos senti- mos seducidos por la idea de no limitarnos a buscar los fundamentos y desarro- llos científicos del campo sino intentar dar un paso más ofreciendo un reflejo de la sociedad actual en algunos de sus aspectos más problemáticos, como la crisis ecológica, el sexismo, el terrorismo, los desajustes generados por la globaliza- ción. Nuestro intento consistía en situar en nuestro punto de mira los problemas de esta índole y observarlos desde la perspectiva de los movimientos sociales. Ello implicaba mirar a los movimientos sociales como intentos de solución de los problemas que plantea el orden establecido y, en algunos casos, como tentativas de crear un orden diferente. Obviamente, significaba también ir más allá del punto de vista de los representantes del sistema, ofreciendo una imagen de “la otra cara” de la sociedad contemporánea, es decir, la visión de los que están luchando por cambiarla. En consonancia con su búsqueda de relevancia social, el manual intenta suministrar una lente que haga posible mirar a través de ella acontecimien- tos significativos recientes, aunque la fecha de su publicación no haya alcan- zado a capturarlos, como es el caso del 11 de septiembre y sus consecuencias. Que en el libro no se hable de algunos sucesos, no impide que puedan encontrarse en él algunas claves para situar los hechos, comprenderlos e interpretar su trascendencia. El libro pretende ofrecer una visión global del comportamiento colectivo y de los movimientos sociales desde una perspectiva psicosocial. Un trabajo de este tipo, en forma de manual o monografía, había sido acometido ya en repetidas ocasiones (Turner y Killian, 1987; Goode, 1992, Miller, 2000 ...) en el marco de la sociología pero había quedado ampliamente desatendido por parte de la psico- logía social de orientación psicológica. Con carácter excepcional puede citarse la monografía ya clásica de Milgram y Toch que figura en el Handbook de 1969, el libro de Toch sobre movimientos sociales (1965) o el de Ovejero (1997) acerca del comportamiento colectivo. Sin olvidar la aportación de los escasos manuales de psicología social que dedican una parte al comportamiento colectivo y los movimientos sociales. Esta laguna ha hecho la tarea ardua y dificultosa para los autores del manual que comentamos, psicólogos sociales de formación psicológica, que nos hallábamos situados en un contexto en el que brillaban por su ausencia otros precedentes que nos pudieran marcar un camino o servir de referencia. Nos ha servido de compensación comprobar que el abordaje del comporta- miento colectivo y los movimientos sociales desde la mirada de la psicología social psicológica nos permitía conectar este campo con un amplio reperto- rio de investigaciones de carácter experimental que eran ignoradas o poco conocidas en el ámbito sociológico. Al mismo tiempo, hemos puesto un grano de arena en la asignatura pendiente de intentar reconciliar la Psicolo- gía Social Psicológica con la Psicología Social Sociológica, aunque sólo sea en el ámbito del estudio del comportamiento colectivo en general y de los movimientos sociales en particular. Creemos que este ámbito resulta idóneo para el intento, dado que refleja con claridad la dinámica interactiva indivi- duo-sociedad, objeto de estudio de la Psicología Social . Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206164 Otro objetivo nuestro ha sido tratar de aprovechar una oportunidad histórica, dado que, desde mediados de los años 80, se ha producido un “giro psicosocial” en estudio del comportamiento colectivo que abre la posibilidad de que la psico- logía social recupere su antiguo protagonismo en un campo que nació con ella pero del que más tarde se fue desvinculando. Algunos sociólogos mantuvieron la llama encendida, pero otros llegaron a rechazar de plano el enfoque psicosocial del comportamiento colectivo, como ocurrió en los 70. El acercamiento reciente de los estudiosos a temas como la identidad, la ideología y la construcción social de la acción colectiva constituye un reto actual para nuestra disciplina, un guan- te lanzado que creo que debemos recoger. La oportunidad se ha ampliado con el también reciente resurgimiento de la Psicología Social de los Grupos, que ha favorecido el interés de algunos autores por el comportamiento colectivo (Tajfel,1981; Turner, 1987; Hogg y Abrams, 1988; Moscovici, 1976...). Resituar el comportamiento colectivo en el marco grupal hace posible aplicar una variedad de estudios sobre grupos al campo del comportamiento colectivo. Esta posibilidad la he desarrollado en otro trabajo (“Grupos y comportamiento colectivo“) que está a punto de ser publicado (en J.F. Morales, en prensa). El libro también aspira a cubrir una laguna en la literatura psicosocial existente en lengua castellana, ofreciendo un manual sobre comportamiento colectivo y movimientos sociales en que ambos son tratados conjuntamente. Se desea facilitar una información básica suficiente sobre el comportamiento colec- tivo a los profesionales y alumnos de Psicología Social, Sociología y otras Cien- cias Sociales, información que no se encuentra en los manuales y obras de consul- ta habituales a pesar de que, en el ámbito universitario español, este campo temático figura explícitamente en los contenidos del área de conocimiento de Psicología Social, según el Plan de Estudios vigente. Sería nuestro deseo que esta aportación pueda contribuir a promover su estudio en el mundo de habla hispa- na, aunque no hemos conseguido obviar la limitación de que la mayor parte de la bibliografía citada es en lengua inglesa. Lo anterior implica tener en cuenta el contexto español tanto haciendo men- ción de contribuciones relevantes al comportamiento colectivo y movimientos sociales por parte de autores de nuestro país, como prestando atención a hechos tales como la evolución de los movimientos sociales en España o eventos colecti- vos como los disturbios de El Ejido o las manifestaciones contra el asesinato de Miguel Angel Blanco. Se analizan también algunos fenómenos colectivos pro- pios del contexto latinoamericano, como el movimiento zapatista. En cuanto a la estructura del libro. Dado su carácter de manual, el libro intenta ofrecer una visión global (en cierto grado, omnicomprensiva) y sistemática del estado del campo. La estructura es simple y clara: consta de tres partes, dedicadas respectivamente a la fundamentación científica del comportamiento colectivo, a las multitudes y masas, y, finalmente, a los movimientos sociales. En la primera parte, se pretende abordar el campo estudiado desde el punto de vista concep- tual, histórico y teórico, concentrándose el esfuerzo en la conceptualización del comportamiento colectivo y la inclusión en él de los movimientos sociales, en la construcción histórica del campo de estudio y en la adopción de una perspectiva teórica pluralista, que sitúa las diferentes teorías colectivas en los marcos para- digmáticos de la psicología social y trata de reflejar los intentos de reconciliación entre la diversidad de teorías actuales existentes. La segunda parte del libro es más breve, dado que los escasos estudios realiza- dos sobre multitudes y masas son relativamente escasos en comparación con la profusa investigación que han despertado los movimientos sociales, a los que se 165Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy dedican cuatro capítulos. En dos de ellos se dibuja una perspectiva psicosocial de los nuevos movimientos, centrándose el interés en el desarrollo de la moviliza- ción para la acción colectiva y en los procesos psicosociales en los movimientos, que son vistos desde la teoría de la identidad social. Los últimos capítulos están dedicados a dos movimientos que se consideran hoy en día particularmente representativos: el movimiento feminista y el ecologista. El manual concluye con un análisis de la encrucijada en que se encuentran los movimientos en la era de globalización y de Internet, tratándose de atisbar hacia donde apuntan sus horizontes de lucha. Nuestra aportación es, sin duda, de alcance restringido –tanto por sus limita- ciones intrínsecas como por la escasez de precedentes que le sirvieran de apoyo– pero tan sólo desea servir de estímulo para otros trabajos que la vayan comple- tando y mejorando. De hecho, el carácter omnicomprensivo del manual nos ha impedido profundizar en un buen número de temas que tan sólo han quedado planteados. Otras limitaciones del libro están ligadas al desarrollo que ha segui- do la investigación. Por ejemplo, los estudios sobre movimientos sociales se han circunscrito en gran parte a los movimientos democráticos aparecidos en Occi- dente a partir de la década de los 60, prestándose escasa atención a los movi- mientos aparecidos anteriormente, a los de carácter antidemocrático y a los sur- gidos en países en desarrollo. La presente exposición pretende condensar el mensaje psicosocial del manual, siguiendo básicamente su estructura, y centra su interés en la primera parte (fun- damentación científica del comportamiento colectiva) y en la tercera, referente a los movimientos sociales, destacando lo que, a mi juicio, puede resultar más sugestivo para el psicólogo social. De la segunda parte, sólo se mencionan aquí algunas aportaciones cruciales de la psicogía social de los grupos. PSICOLOGÍA SOCIAL Y COMPORTAMIENTO COLECTIVO El comportamiento colectivo no es un área de estudio cualquiera en la psico- logía social. Es la más antigua, puesto que su inicio se confunde con el origen de la disciplina, y, al mismo tiempo, constituye una de las áreas que más novedades está ofreciendo en la actualidad. A ello han contribuido una cadena de aconteci- mientos que arranca hace cuatro décadas. De los años 60 a la sociedad de comportamiento colectivo Los años 60 fueron una verdadera explosión de comportamiento colectivo y constituyeron una sorpresa casi constante para psicólogos sociales y sociólogos. En esta época, nacen o alcanzan su apogeo movimientos de tipo reformista como los de derechos civiles, estudiantil, ecologista y de liberación de la mujer. Los científicos sociales, que habían anunciado el “fin de la ideología”, no fueron capaces de prever la espiral de protestas que se avecinaba, por lo que sintieron como un reto emprender su estudio. La efervescencia de movimientos sociales en los 60 tuvo un eco inmediato en la investigación cambió profundamente el campo del comportamiento colectivo, que incrementó su productividad de forma espectacular. El estudio de los movi- mientos sociales no había sido más que una pequeña parte dentro de la investiga- ción del comportamiento colectivo, pero los cambios ocurridos invirtieron los papeles, y el estudio de los movimientos sociales se convirtió en el centro de inte- rés de los estudiosos de la acción colectiva. Lo acontecido en aquella inquieta década sólo fue el comienzo de un duradero ciclo de protesta cuyos efectos se han prolongado hasta la actualidad (Klandermans, Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206166 1997). Midiendo el impacto político de los hechos en Europa, concretamente en Holanda, señala el mencionado autor, que “desde esa época en adelante, la histo- ria política del país ya no volvería a escribirse sólo en el parlamento, en las urnas electorales y en la mesa de negociación, sino en las calles, en las salas de asamble- as... como resultado de la acción colectiva concertada” (1997, p. 1). Otras voces confirman que, a partir de los años 60, los movimientos sociales y las acciones de protesta han llegado a ser, en mayor o menor grado, un compo- nente permanente de las sociedades occidentales (Della Porta y Diani, 1999; Kriesi, Koopmans, Dyvendak y Giugni, 1995). Fue pues completamente errado el juicio de los que creían que la oleada de protestas de fines de los 60 constituía un fenómeno pasajero hasta el punto de que se ha llegado a denominar a la socie- dad en que vivimos sociedad de movimientos Neidhart y Rucht (1991), o más bien sociedad de comportamiento colectivo, como justifica Johnston (1998, p. 467), Es cierto que el eco de la protesta no tiene realmente en la actualidad la viru- lencia que alcanzó entonces, pero la semilla de muchos movimientos sociales entonces iniciados se ha desarrollado hasta el punto de que la protesta ha dejado de ser una conducta extraordinariapara convertirse en normal. A lo largo de los 80 vuelve a sorprendernos el despliegue de amplios movimientos a favor de las libertades democráticas en la mayor parte de los países comunistas europeos que culminan en la desintegración del bloque soviético. Las dos últimas décadas han sido testigos del surgimiento de movimientos de solidaridad a favor del Tercer Mundo, del auge del movimiento de derechos humanos y, más recientemente, del movimiento antiglobalización, mientras se ha multiplicado la aparición de ONGs que impulsan los nuevos movimientos. Las acciones del fundamentalis- mo islámico, los acontecimientos del 11 de septiembre y la represión posterior han vuelto a colocar a los movimientos sociales en el primer plano de la actuali- dad. Aunque hasta aquí hemos resaltado el acento político de la protesta, la reali- dad es que el desafío iniciado en los años 60 no se centra tanto en la demanda de cambios políticos como en la exigencia de una transformación profunda de nues- tra cultura, de sus valores, creencias, normas y estilos de vida. Estos cambios pro- ducidos en los valores y creencias propios de nuestra cultura justifican el incre- mento de interés en los psicólogos sociales por la huella que ha dejado la acción colectiva incluso sobre nuestra vida cotidiana (Johnston y Klandermans, 1995). Una oportunidad para la psicología social Siendo objeto de la psicología social la interacción entre el individuo y la sociedad, resulta obvio que la investigación del comportamiento colectivo y de los movimientos sociales, que son formas significativas de esta interacción, caen de lleno en el campo de la disciplina y podría parecer absurdo que los estudios de acción colectiva excluyeran el punto de vista psicosocial. Pero esto fue precisa- mente lo que ocurrió hace tres décadas. Ciertamente, resulta chocante prestar atención al hecho de que gran parte de los sociólogos norteamericanos rechazaron en los años 70 las explicaciones psico- sociales de la conducta colectiva argumentando que distorsionaba gravemente la comprensión de dicha acción por considerarla falta de racionalidad o simplemen- te patológica. Se llegó a afirmar entonces que la perspectiva psicosocial de la con- ducta colectiva “estúpida” y actuaba como una “camisa de fuerza” (Gamson, 1990, p. 130) al ser malinterpretada como reduccionismo psicológico que des- virtuaba el significado político de la protesta e impedía comprender sus raíces sociales. 167Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy La evidente exageración de tales afirmaciones se basaba en la errónea identifi- cación de la perspectiva psicosocial con la posición irracionalista de Le Bon (1895) cuya influencia en la disciplina se hizo notar durante largo tiempo. A ello contribuyó también la desatención de muchos psicólogos sociales hacia el con- texto político en que se producían los problemas que estimulaban la acción de los movimientos sociales. Como suele ocurrir otras veces, cuando se extrema una postura suele aparecer una reacción contraria que tiende a equilibrar la balanza. La reacción se hizo sen- tir en la década de 1980, denunciándose la pretendida objetividad del enfoque puramente político y organizacional que preconizaban los críticos y exigiendo se prestara atención también a la experiencia subjetiva compartida por los partici- pantes de la acción colectiva. (Killian, 1980; Zurcher y Snow, 1981; Ferree y Miller, 1985). La situación creada fue elocuentemente resumida con estas pala- bras: “Las críticas hacia la tradición (psicosocial) de la conducta colectiva ¿han arrojado el bebé con el agua de la bañera al excluir el análisis de los valores, nor- mas, ideología, proyectos, cultura e identidad y reducir los análisis a términos instrumentales?” (Cohen, 1985, p. 688). Consecuentemente, se produjo un giro psicosocial en el estudio de la conducta colectiva (Snow y Oliver, 1995, p. 572). El análisis de las creencias compartidas por los participantes y del proceso a través del cual se han formado tales creencias en el grupo adquirieron una importancia decisiva. El cambio de actitud operado en los estudiosos de la acción colectiva fue tal que, al inicio de los años 90, afir- maba Gamson (1992, p. 55): “muchas de las cuestiones más importantes que animan los trabajos actuales sobre movimientos sociales son intrínsecamente psicológicas”, destacando entre dichas cuestiones cuatro aspectos clave del acti- vismo: la construcción de una identidad colectiva, la solidaridad, la concien- ciación y la movilización de participantes a través de redes sociales. De esta forma, la psicología social, que había sido la cuna de los estudios de conducta colectiva recuperó el espacio perdido. Se volvió a descubrir la impor- tancia de los factores psicosociales para comprender la dinámica de los movi- mientos sociales con lo cual se pudo “restablecer la conexión entre la psicología social y el estudio del comportamiento colectivo”, con lo que la psicología social “volvió a formar parte de la tendencia dominante” (Snow y Oliver, 1995, p. 73). El individualismo, que ha marcado con insistencia la historia de la psicología social psicológica, ha representado un obstáculo para que la disciplina pudiera aplicarse al estudio de la conducta colectiva. A ello puede añadirse una arraigada tradición experimental de una disciplina que ha descuidado su interés por los fenómenos de más amplia envergadura social, entre los que se hallan los de tipo colectivo, que difícilmente pueden ser reproducidos en el laboratorio. Un indica- dor altamente significativo de la marginación de la conducta colectiva en la psi- cología social psicológica lo constituye el hecho de que en la mayoría de manua- les de la disciplina no figuran capítulos sobre conducta colectiva y movimientos sociales (son excepciones, por ejemplo, Moscovici,1984, Jiménez Burillo, 1981; Munné, 1995; Morales 1999, o Morales, Páez, Kornblit y Asún, 2002). Real- mente, se trata de una paradoja que esto ocurra precisamente con la ciencia del individuo en la sociedad. De forma similar a como acabamos de ver que ha sucedido en la psicología social sociológica, aunque de forma más limitada, se ha producido también en su homónima de tradición psicológica una apertura hacia formas de conducta social en contextos amplios, como el comportamiento colectivo y los movimientos sociales. A ello han contribuído especialmente dos perspectivas teóricas que han tenido igualmente un fuerte impacto en sociología, a saber, la perspectiva de la Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206168 identidad social y el construccionismo social (Tajfel, 1981; Turner, 1987; Mos- covici, 1976; Gergen, 1992). Algunos beneficios del estudio psicosocial del comportamiento colectivo Que el estudio de los fenómenos colectivos es capaz de aportar un efecto transformador y saludable sobre la psicología social, fue una idea que hace tiem- po supieron intuir Milgram y Toch (1969), que llegaron a afirmar que con sus conceptos a caballo entre las disciplinas de psicología y sociología, se halla en una posición privilegidada para el estudio del comportamiento colectivo, que de hecho se sitúa “en el núcleo de la disciplina” (id., p. 509). Las razones en que se apoyaron estos autores parecen más ciertas ahora, treinta años después, si tene- mos en cuenta la insistente demanda posterior de una psicología social más social, más ocupada por los fenómenos sociales a gran escala, y si prestamos tam- bién atención al hecho de que, a pesar del notable desarrollo reciente del campo del comportamiento colectivo, éste todavía permanece marginado en la psicolo- gía social psicológica. A partir del análisis de los autores citados, y teniendo en cuenta ulteriores reflexiones, vamos a distinguir cuatro niveles en los que cree- mos que el estudio del comportamiento colectivo puede influir en cambios posi- tivos sobre la psicología social. El primer nivel se refiere al hecho de que el estudio de la conducta colectiva permitirá a la psicología social reforzarsu orientación social frente a la de signo individualista, tal como acabamos de indicar. Los otros tres niveles son los siguientes: 1) Estudio de situaciones y respuestas nuevas versus situaciones y respuestas cotidianas Las situaciones más frecuentemente estudiadas por la psicología social son las de tipo cotidiano, y, para adaptarse a ellas, poseen los individuos repertorios de comportamientos (como los roles y los guiones sociales) que han sido interioriza- dos en el proceso de socialización. Este elenco de conductas resulta inoperante cuando el individuo responde a situaciones problemáticas –inhabituales o clara- mente nuevas– que dan lugar a episodios colectivos y que favorecen la emergen- cia de ciertas facetas de la personalidad inhibidas en la rutina diaria por la pre- sión de las reglas sociales. Ello brinda al psicólogo social la posibilidad de ampliar su análisis a esas conductas emergentes, que a veces llegan a alcanzar cotas extremas de heroísmo o crueldad, y ganar parcelas de conocimiento del ser humano que, si sólo atendemos a las conductas cotidianas, permanecerían ocul- tas (Marx y McAdam, 1994, pp. 4, 5). En esta línea, prosiguen dichos autores, el comportamiento colectivo “se halla intrínsecamente ligado a los temas de la libertad y la tiranía... puede demostrar lo que hay en los humanos de más moral y heroico, pero puede también implicar destrucción, irracionalidad o barbarie”. 2) Modelo activo de ser humano como agente de cambio social versus modelo pasivo Tanto la psicología social como la sociología funcionalista han tendido a desa- rrollarse dentro de una visión estática de los individuos como sujetos que cum- plen un determinado rol en un sistema social establecido dado por supuesto, como si fuera el único deseable y posible. Ello ha creado la ilusión de un orden social que parece de carácter absoluto e incuestionable. Desde tal orden, no sólo la innovación será vista como una desviación potencialmente subversiva, sino que el comportamiento multitudinario aparecerá como irracional, patológico y no deseable (Turner y Killian, 1987). 169Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy El estudio del comportamiento colectivo nos permite captar la emergencia de nuevas pautas conductuales, algunas de las cuales se irán incorporando a un orden social en constante devenir (Turner, 1964), y nos hace posible advertir el papel del ser humano como actor intencional del cambio histórico, como dotado de iniciativa y creatividad. 3) Disciplina comprometida versus disciplina academicista La tendencia al acadecimicismo ha sido constante en la psicología social moderna y guarda relación con ella la larga crisis que atravesó la disciplina a lo largo de los años 70, con críticas a las limitaciones de un trabajo que permanecía recluido en el laboratorio y lamentos contra la escasa sensibilidad que mostraba hacia problemas sociales a veces acuciantes. El estudio del comportamiento colectivo ofrece la oportunidad de abordar, en los amplios escenarios de la vida real, problemas habitualmente analizados en el laboratorio –como el conflicto, la agresión, el altruismo o la conformidad grupal– que adquieren frecuentemente expresiones más radicales en contextos multitudinarios. Esta dimensión colecti- va, que resalta la dimensión aplicada, puede actuar como revulsivo permanente en la disciplina. Psicología social de los problemas sociales y acción colectiva Aunque la conducta colectiva tiene a veces un carácter puramente expresivo, como ocurre con la celebración multitudinaria de una victoria deportiva, en un concierto de rock o en fenómenos como la moda, va dirigida con frecuencia a la solución de problemas sociales, como es el caso de la acción colectiva, calculada y planeada, que protagonizan los movimientos sociales. En la pretensión de solucionar problemas sociales, la psicología social aplicada se solapa con el campo de la acción colectiva. Pero difieren en los medios emplea- dos. Mientras que la psicología social aplicada se propone resolver los problemas sociales aplicando técnicas específicas de intervención, la acción colectiva trata de mejorar la situación recurriendo a la protesta mediante formas de actuación no convencional tales como la manifestación, el boicot o la ocupación de un edificio. La psicología social de los problemas sociales, desarrollada hace tres décadas, arrojó mucha luz sobre la cuestión de por qué determinadas situaciones sociales, que hoy nos parecen claramente injustas, como el racismo o los malos tratos a las mujeres, han sido toleradas en silencio durante siglos sin que el orden estableci- do tratara de corregirlas ni las personas afectadas protestaran, siendo la clave de la explicación el hecho de que la rebelión sólo ha sido posible cuando se tales cues- tiones han sido definidas colectivamente como problemas sociales que exigían solución. (Blumer, 1971; y Spector y Kitsuse, 1973). Cuando el problema ha sido reconocido como tal y legitimado socialmente, pero no es resuelto a través de los cauces del orden establecido, los afectados tie- nen dos alternativas: resignarse (tal vez con la esperanza de que la situación mejorará) o buscar por sus propios medios la solución emprendiendo una acción colectiva que genere un cambio social. De hecho, a lo largo de las últimas déca- das, podemos observar que han sido formulados, o reformulados, diversos pro- blemas sociales –tan diversos como el racismo, el colonialismo, el aborto, el sub- desarrollo o las globalización– que han dado lugar al surgimiento de nuevos movimientos sociales o a la reactivación de otros ya existentes. En la tabla I, se refleja, de forma simplificada y aproximativa, este paralelismo problemas-movi- mientos, durante las cuatro últimas décadas. Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206170 Los movimientos más recientes representados en la tabla I son el movimiento contra la globalización económica y el movimiento por una muerte digna (McI- nerney, 2000), mientras que la acciones colectivas contra la manipulación gené- tica todavía no han llegado a constituir un movimiento organizado y duradero. De acuerdo con lo expuesto, es obvio que los problemas sociales no correspon- den, en buena parte, con hechos realmente nuevos, puesto que el racismo o el colonialismo ya existían en otras épocas de la historia. Lo que resulta nuevo es la definición social de tales hechos, o su reformulación, como problemas intolera- bles que reclaman una solución inmediata a través de la acción colectiva. Observando la lista de problemas y movimientos arriba reseñados podemos apreciar que la mayoría de ellos persisten en nuestros días y probablemente muchos de ellos nos resultan familiares. Ante este panorama, uno puede tener la sensación de que se halla frente a un cuadro impresionista que representa “la otra cara de la sociedad”. PROBLEMAS CONCEPTUALES EN EL ESTUDIO DEL COMPORTAMIENTO COLECTIVO Y DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Se ha comparado el intento de comprender qué es el comportamiento colecti- vo con una conocida fábula del escritor británico Rudyard Kipling. Cuenta que varios ciegos estaban explorando el cuerpo de un elefante y trataban de entender qué era aquel enorme ser del que no tenían ninguna experiencia. Que un elefante pueda ser percibido, según la parte del animal que se conoce, como una colum- na, un muro o una lanza no es contradictorio con el hecho de que todo lo que se ha explorado pertenezca a un mismo animal. La amplia diversidad que presenta ese “elefante” que es el comportamiento colectivo (con sus multitudes, masas y movimientos sociales) no tiene por qué impedir, en principio, que podamos refe- 171Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy TABLA I Los movimientos sociales como soluciones a los problemas sociales Décadas PROBLEMAS SOCIALES MOVIMIENTOS SOCIALES 1960 Discrimación del negro en EEUU Movimiento de derechos civiles Discriminación de la mujer Movimiento feminista Discriminación de homosexuales Movimiento de gays ylesbianas Autoritarismo en la universidad Movimiento estudiantil Persistencia del colonialismo Movimientos independentistas 1970 Crisis ecológica global Movimiento ecologista Penalización del aborto Movimiento pro legalización del aborto Violaciones de derechos humanos Movimiento de derechos humanos Centralismo del Estado moderno Movimientos nacionalistas Malos tratos a animales Movimiento de liberación animal 1980 Despliegue de misiles nucleares Movimiento pacifista Occidentalización de países árabes Movimientos fundamentalistas islámicos Pobreza y subdesarrollo Movimientos de solidaridad Discriminación de inmigrantes en Europa Movimiento anti-racista 1990 Globalización económica Movimiento antiglobalización Eutanasia y suicidio asistido Movimiento por una muerte digna Manipulación genética (clonación, etc.) Protestas contra manipulación genética (Adaptado de Javaloy, Rodríguez y Espelt, 2001, 18) rirnos al campo como un todo que engloba los fenómenos que no son regulados por las normas establecidas por la cultura. Concepto de comportamiento colectivo El comportamiento colectivo cubre un amplia área del comportamiento social. Incluye la atención tanto a formas más espontáneas, emocionales y efíme- ras como otras formas de comportamiento colectivo más planeado, duradero y organizado que se encuentran en los movimientos sociales. La sección de Com- portamiento Colectivo y Movimientos Sociales de la American Sociological Association definió en sus estatutos (1980) el comportamiento colectivo como “formas sociales emergentes y extra-institucionales de comportamiento”. Esta definición es recogida explícitamente por autores que siguen un enfoque psicosocial del com- portamiento colectivo como Lofland (1981) y Turner y Killian (1987), y su valor es reconocido también por autores posteriores (Goode, 1992, p. 6; Marx y McA- dam, 1994, p. 72). Ello nos ha inducido a tomarla como referencia. El término emergente hace referencia a “la conducta que es espontánea y a menudo sujeta a normas creadas por los propios participantes” (Michener, Dela- mater y Schwartz, 1986, p. 522). La espontaneidad se refiere a la acción “no pla- neada e improvisada” y a su carácter “informal” (Killian, 1984; Curtis y Aguirre, 1993, p. IX). Se han opuesto los elementos de espontaneidad de los movimien- tos sociales, sus rasgos “expresivos y no estructurados” (o poco organizados) a la lógica puramente racional que suele observarse en las instituciones (Rosenthal y Schwartz, 1989, p. 34). El vocablo extra-institucional , o no institucional, significa que las pautas que sigue el comportamiento colectivo no se derivan de las normas de la cultura esta- blecida sino que incluso pueden ser opuestas a las de ésta, quedando poco defini- dos los roles de los participantes. Las normas desarrolladas emergen de la propia situación en que se produce el comportamiento colectivo. En la distinción del comportamiento colectivo por su naturaleza emergente y extra-institucional se se encuentra un consenso notable, especialmente entre autores clásicos influidos por la visión de Blumer (1951). Entre ellos pueden citarse a Tur- ner y Killian (1957, 1987), Lang y Lang (1961) y Smelser (1962), al igual que conocidos psicólogos sociales, como Brown (1965) o Milgram y Toch (1969). También se ha caracterizado el comportamiento colectivo con otros rasgos no mencionadas explícitamente con anterioridad, como los de cambiante y emocional (Curtis y Aguirre, 1993, p. IX; Snow y Oliver, 1995, p. 571). Blumer (1951) valoró notablemente estos dos rasgos (especialmente el emocional), mientras que algunos los consideran “rasgos adicionales” derivados de la emergencia (Marx y McAdam, 1994, p. 11). No pocos autores incluyen como característica del com- portamiento colectivo el que suele desarrollarse en un amplio número de personas (Lofland, 1981, p. 413; Milgram y Toch, 1969, p. 507). La aparición del comportamiento colectivo se produce en situaciones que tanto autores clásicos como actuales han caracterizado como situaciones problemáti- cas o críticas (Cantril, 1941; Lang y Lang, 1961; Snow y Oliver, 1995, p. 571; Marx y McAdam,1994, p. 4). En tales situaciones, que implican tensión, es más probable que emerjan comportamientos nuevos, no prescritos por la cultura, y surjan emociones más intensas. Multitudes, masas y movimientos sociales Blumer (1939) fue el primero en hablar de estas tres formas de comporta- miento colectivo a que nos referimos. Turner y Killian (1987) consideran a cada Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206172 una de ellas dentro del concepto de colectividad, o grupo en el que se produce el comportamiento colectivo, que es un conjunto relativamente desorganizado de individuos en el que no existen procedimientos formales, o previamente defini- dos, para seleccionar e identificar a sus miembros, para definir los objetivos, escoger a los líderes y tomar decisiones (Turner y Killian, 1987). Existen dos tipos de colectividad: congregada y dispersa. Utilizamos el término multitud como sinónimo de colectividad congregada, mientras que el término masa lo empleamos como equivalente de colectividad dispersa (Lofland, 1981). La mul- titud y la masa constituyen los escenarios sociales donde se desarrollan las formas elementales de comportamiento colectivo (Lofland, 1981). El movimiento social es una forma más compleja, organizada y duradera de comportamiento colectivo. Puede definirse como “una colectividad que actúa con cierta continuidad para promover o resistir un cambio en la sociedad o grupo de la que forma parte” (Turner y Killian, 1987, p. 223). En esta definición encontramos tres elementos distintivos del movimiento social: colectividad , que implica un sentido de unidad e identidad grupal; continuidad, que se refiere a una permanencia en el tiempo que exige organización, y cambio social pretendido, que implica un conflicto con el orden establecido en el que tratan de introducirse cambios. El acierto de esta definición viene corroborado por el amplio acuerdo, total o parcial, acerca de la inclusión de los tres elementos citados. Ello podemos obser- varlo tanto en autores clásicos como Heberle (1968) o Wilson (1973) como en autores recientes (McAdam y Snow, 1997, p. XVIII; Benford, 1993; Raschke, 1985, p. 77; Zurcher y Snow, 1981). Algunos han enfatizado en el concepto de movimiento social ciertos rasgos como la identidad colectiva (Diani, 1992; Rasch- ke, 1985; Melucci, 1985), la organización (McAdam y Snow, 1997; Raschke, 1985), y el hecho de que surgen del conflicto con sus oponentes (Tarrow, 1994; Melucci, 1989; Touraine, 1981). Estos últimos rasgos consideramos que van implícitos en la definición anteriormente propuesta. Problemas del estudio conjunto de comportamiento colectivo y movimientos sociales Hemos sostenido hasta ahora, de forma más o menos explícita, que el estudio de los movimientos sociales debe ir unido al del comportamiento colectivo por- que ellos también presentan ciertas características básicas propias de este tipo de comportamiento. Sin embargo, esta afirmación ha sido fuertemente objetada por un buen número de sociólogos, argumentando que movimientos sociales y com- portamiento colectivo deben constituir campos de estudio separados. Concretamente, a partir de los años 70 se fue extendiendo la opinión de que el estudio de los movimientos sociales debía desvincularse de la psicolo- gía social y quedar enmarcado en el contexto de la sociología política y de la teoría de las organizaciones (Zald y McCarthy, 1979). Aunque ya tenemos constancia de que estas ideas han ido evolucionando, continúa siendo fre- cuente el criterio de que el comportamiento colectivo y los movimientos sociales no tienen nada importante en común y que la psicología social debe focalizar su atención en los fenómenos esporádicos y triviales de comporta- miento colectivo, y no en los movimientos (ver, por ejemplo, las referencias de Gelles y Levine, 1995, pp. 573, 587). La amplia polémica suscitada por el problema exigeque se expliciten aquí las razones por las que los movimientos sociales pueden considerarse, en parte, for- mas de comportamiento colectivo, lo cual justifica su estudio conjunto. Con 173Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy todo, ello deberá hacerse sin ocultar algunas características peculiares del movi- miento social que le apartan del comportamiento colectivo. Una primera razón a favor del estudio conjunto es de tipo práctico porque los episodios de comportamiento colectivo y las acciones concretas de los movi- mientos sociales suelen estar entrelazados de tal manera que para comprender adecuadamente tales acciones debe tenerse en cuenta el comportamiento de las multitudes y las reacciones de las masas que el movimiento ha estimulado (Marx, 1980, p. 263). A su vez, las acciones de los movimientos permiten con frecuencia comprender mejor el comportamiento de las masas y multitudes. Puede decirse que gran parte de la acción de algunos movimientos sociales con- siste en una serie de incidentes de comportamiento colectivo. Además, es posible observar una serie de pautas comunes de interrelación, como por ejemplo, que la conducta de la multitud puede conducir a un movimiento más organizado, que el movimiento social utiliza estratégicamente las multitudes y que las masas pueden también tener importantes implicaciones para un movimiento social (Marx, 1980, p. 263). Sin embargo, la razón que consideramos más potente a favor del estudio con- junto del comportamiento colectivo y los movimientos sociales, es de tipo concep- tual y se basa en las características que ambos comparten. Vamos a verlo a conti- nuación, pero, al mismo tiempo, resaltaremos también los aspectos diferencia- dores. Elementos comunes y diferencias entre comportamiento colectivo y movimientos sociales El movimiento social puede considerarse una forma de comportamiento colectivo porque comparte con este último sus dos rasgos básicos definitorios, es decir, emergente y no institucional (Goode, 1992; Turner y Killian, 1987). El carác- ter no institucional es evidente en el movimiento social puesto que desafía el orden establecido preconizando un cambio social o resistiéndose a él. La impor- tancia de la espontaneidad, que fue obviada por buena parte de los estudiosos de los movimientos en los años 70, está siendo, recientemente, cada vez más reco- nocida (Rosenthal y Schwartz, 1989; Zald, 1991), como ocurre también con un aspecto derivada de ella: las emociones (Goodwin, Jasper y Polletta, 2000). La espontaneidad está relacionada con la situación problemática o de tensión que afronta el movimiento. El carácter no institucional del movimiento se traduce en oposición al orden social, con lo que adquiere una dimensión política e ideológica, mientras que el comportamiento colectivo se limita a situarse fuera del orden que crean las insti- tuciones (Goode, 1992, 31), aunque existen excepciones, como los motines o revueltas. En resumen, el comportamiento colectivo es simplemente extra-institu- cional, mientras que el movimiento social es, de alguna forma, anti-institucional. A medida que el movimiento social va evolucionando, van acentúandose la conducta planeada, mientras que la espontánea se hace menos frecuente. Al mismo tiempo, como observa Goode (1992, pp. 30-31), se van explicitando características que resaltan las diferencias entre el movimiento social y el com- portamiento colectivo. El movimiento consolidado resiste el paso del tiempo y se estructura cada vez más, haciéndose duradero y organizado. La conducta refuerza su carácter intencional, propositivo e instrumental, y se vuelve menos expresiva (ver Tabla II). Estas características han influido en el hecho de que, a partir de los años 80, cuando los sociólogos se refieren a la conducta intencional propia de los movimientos políticos tengan preferencia por el término acción colectiva (Miller, 2000, p. 14). Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206174 TABLA II Diferencias entre el comportamiento colectivo y el movimiento social Comportamiento colectivo Movimiento social Espontáneo Más planeado, menos espontáneo Ajeno al orden institucional Opuesto al orden institucional Transitorio Duradero Relativamente no organizado Organizado Conducta menos intencional y calculada Conducta intencional, planeada Conducta expresiva Conducta instrumental Con frecuencia es ajeno a la política Suele tener carácter político (adaptada de Javaloy, Rodríguez y Espelt, 2001, 47) Aunque la tabla anterior, basada en Goode (1992, pp. 30-31), puede resultar útil e intuitiva, ofrece una imagen que puede parecer simplificada y estática sobre realidades que son de naturaleza cambiante. Una protesta espontánea puede ir repitiéndose hasta transformarse en un movimiento social, mientras que los movimientos pueden ir evolucionando y cambiando con el paso del tiempo. Esto último nos ha inducido a pensar que puede aportar luz para comprender mejor la conexión entre comportamiento colectivo y movimientos sociales. El punto de engarce entre comportamiento colectivo y movimientos sociales Al referirse a las dos fases del movimiento, Marx y McAdam (1994, p. 73) establecen una significativa distinción entre movimiento emergente y movimiento maduro, realizando un análisis de ambos que tomamos aquí como referencia. El movimiento emergente se halla en estado más o menos embrionario mientras que el movimiento maduro se ha estructurado y ha creado sus propias organiza- ciones. Ello arroja considerable luz para comprender mejor la conexión entre el movimiento social y el comportamiento colectivo, a la vez que la naturaleza de ambos. El movimiento emergente exhibe más netamente las características del comporta- miento colectivo. En su fase de despertar, el movimiento es más espontáneo y emocional, se diferencia más de las instituciones y carece de organizaciones for- males. Su funcionamiento se basa en grupos informales de amigos y compañeros y en comisiones específicas que crea para resolver diferentes problemas, buscan- do el apoyo de las instituciones más significativas (como iglesias y escuelas) y de asociaciones ciudadanas. Practica el proselitismo y la acción directa en un afán de constituirse en fuerza social, no ha estructurado todavía los roles de sus miem- bros y ejerce el liderazgo en grupo, aprovechando la circunstancia de que éste todavía no es muy numeroso. Pero este período no puede ser demasiado largo porque la poca organización y escasa planificación podrían desintegrarlo, como puede verse en la tabla III, basada en Marx-McAdam (1994, pp. 73-75, 95-96). Para sobrevivir, los movimientos sociales se van organizando y convirtiendo en movimiento maduro, y, al ir evolucionando, van distanciándose del genuíno comportamiento colectivo y adquiriendo características más propias de las insti- tuciones que pueden garantizarle una larga vida (durante varias décadas e incluso más). Un movimiento pobremente organizado, con una amplia diversidad de actividades en la que se implica un número creciente de personas se vería desbor- dado por la imposibilidad de coordinar la acción y probablemente se desintegra- ría. Necesita un carácter más formal en el liderazgo y un mayor control sobre sus miembros. Las asambleas y reuniones pueden contribuir a ello. 175Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy En conclusión, el concepto de movimiento emergente nos ayuda a comprender que los movimientos sociales, en mayor o menor grado, son comportamiento colectivo en vías de institucionalización. El movimiento emergente es un concepto clave, porque puede ser visto como el punto de engarce entre los movimientos sociales y otras más típicas formas de comportamiento colectivo. CONSTRUCCIÓN HISTÓRICA DEL ENFOQUE PSICOSOCIAL DEL COMPORTAMIENTO COLECTIVO Observar la historia del estudio del comportamiento colectivo y de los movi- mientos sociales nos permite realizar una revisión a nivel general de las principa- les aportaciones al campo en cada época con objeto deintentar comprender en profundidad, a través de su construcción histórica, la situación en que nos encon- tramos actualmente. En esta empresa, nuestra atención estará centrada en los altibajos que experimenta el enfoque psicosocial o interaccionista. La historia del estudio de los fenómenos colectivos va estrechamente ligada a ciertos acontecimientos que se han producido en la sociedad, dado que el devenir histórico va transformando los fenómenos que son objeto de estudio. Ello nos permite tomar conciencia de la dimensión histórica del conocimiento social (Gergen, 1973), que se manifiesta más explícitamente cuando estudiamos, como es nuestro caso, fenómenos de naturaleza particularmente cambiante. Conse- cuentemente, antes de hablar de la historia del estudio de los fenómenos colecti- vos, vamos a referirnos a los fenómenos colectivos en la historia. Los fenómenos colectivos en la historia Tanto el comportamiento colectivo como los movimientos sociales surgen en relación con el contexto histórico y a su vez influyen sobre él, aportando nuevas normas y formas de conducta. Sin embargo, el impacto histórico de los movimien- tos sociales suele ser mucho mayor dado que, a diferencia del carácter efímero y pasajero de las formas elementales de comportamiento colectivo, los movimientos sociales son de naturaleza duradera, lo que les permite prolongarse a veces durante años, décadas e incluso siglos. La dimensión histórica de los movimientos sociales se manifiesta particularmente en que son portadores de ideologías que preconizan el cambio social y, de hecho, algunos movimientos han producido cambios nota- bles en la historia, como queda patente en el caso de las revoluciones. Por otra parte, la mirada histórica permite captar un importante fenómeno colectivo: el ciclo de protesta, período en que los episodios de acción colectiva se Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206176 TABLA III Rasgos del movimiento emergente y del movimiento maduro Movimiento emergente Movimiento maduro Más emergente y espontáneo Más planeado Menos institucionalizado Más institucionalizado Menos organizado Menos organizado Grupos informales; crean comisiones específicas Organizaciones formales Se apoya en instituciones y grupos ya establecidos Se apoya en una estructura organizativa propia Actividades típicas: acción directa, proselitismo Actividades típicas: debates y reuniones Miembros informales; dirección ejercida por grupo Miembros formales; liderazgo Período relativamente breve Período más prolongado Número limitado de miembros Mayor número de miembros (adaptado de Javaloy, Rodríguez y Espelt, 2001, 48) hacen más frecuentes. Así, han podido observarse dos importantes ciclos de pro- testa durante el siglo XIX (uno en la cuarta y quinta década, y otro a final de siglo) en el que se desarrollaron diversos precedentes de movimientos de índole cultural, como el movimiento de mujeres, el ambientalista y movimientos alter- nativos de tipo comunitario (Brand, 1990). Junto a éstos, aparecen otros fenó- menos de claro significado político: las revoluciones liberales y nacionalistas, y el movimiento obrero. Fue en esta época cuando surgió el término movimiento social para referirse al movimiento obrero. Lo empleó por primera vez, en 1850, Lorenz von Stein (La historia del movimiento social en Francia: 1789-1850). El siglo XIX fue la caja de resonancia de la Revolución francesa puesto que transmitió un clima de crispación que cundió entre la burguesía, que temía la inminencia de una nueva revolución de signo obrero. Fue entonces cuando el “miedo a la turba” inspiró la aparición de la psicología colectiva. Las primeras obras que conocemos de PS se hallan dedicadas a la psicología colectiva, como reflejan sus respectivos títulos: Psicología de las mentes asociadas (Cattaneo, 1859); La multitud criminal: Ensayo de psicología colectiva (Sighele, 1892); Psicología de las masas (Le Bon, 1895). Tanto es así que, como señala A. Blanco (1988, 26), hasta tal punto atrajo en épocas tempranas el tema de la masa que “se creyó que el que- hacer de la psicología social debería centrarse exclusivamente en él”. Incluso puede observarse que en los primeros manuales que llevan por título Psicología social”, como el de Orano (1902), el tema más estudiado es el de la psicología colectiva (Blanco, 1988, p. 60). Esta casi equivalencia, a nivel práctico, entre psi- cología social y psicología colectiva persistió durante largo tiempo, siendo perci- bidas ambas en contraste con la psicología individual. La síntesis más representativa de la psicología colectiva de fin de siglo fue sin duda la obra de Le Bon (1895), a quienes algunos consideraron el fundador del comportamiento colectivo (Turner y Killian, 1957, p. 5). Aunque sus aportacio- nes (la denominada teoría del contagio) tuvieron un éxito desmesurado, la obra de Le Bon ha suscitado fuertes y justificadas críticas por su ideología reaccionaria, su enfoque patologizante y envilecedor de la masa, la ausencia de rigor científico y su responsabilidad en la amplia difusión de un buen número de estereotipos sobre la masa (Turner y Killian, 1987; Brown, 1965; Couch, 1968). Inicio y desarrollo del enfoque psicosocial del comportamiento colectivo En 1921, se inicia la andadura científica del comportamiento colectivo, gracias al trabajo pionero de Park (en Park y Burgess, 1924), que es la primera monogra- fía sobre el comportamiento colectivo. Años después, Park encomendó a su discípulo Herbert Blumer, los capítulos dedicados al comportamiento colectivo en su obra Principles of Sociology (1939). Blumer realizó un detallado análisis de las formas ele- mentales de agrupamientos colectivos (multitud, masa y público) para después dedicar un capítulo a los movimientos sociales. Este trabajo, que una vez reelabo- rado (en 1951) se convirtiría en un clásico del comportamiento colectivo, será durante treinta años el más influyente en la mayoría de los principales teóricos del comportamiento colectivo (como Turner y Killian, Lang y Lang, Smelser). La teoría del contagio de Le Bon se hace sentir todavía en esta primera época de Blumer, pero a la vez esta influencia se halla superada por su enfoque psicoso- cial, basado en el interaccionismo simbólico. Esta perspectiva permite observar el comportamiento colectivo través de una lente de signo positivo: los fenómenos colectivos se definen en relación con el cambio ya que da lugar a nuevas formas de relaciones sociales y los movimientos sociales son considerados como un importante factor en el proceso de transformación y renovación de la sociedad. El 177Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy mérito de esta original visión de Blumer ha sido redescubierto en la actualidad (Della Porta y Diani, 1999, p. 5; Tejerina, 1998, p. 116). Turner y Killian (1957, 1987) serán los encargados de elaborar a fondo la visión interaccionista de Blumer. La definición de nuevos problemas sociales permite a los oprimidos construir una visión de la realidad, un sentido de injus- ticia que será la raíz de la protesta. Los autores citados proponen la teoría de la norma emergente, basada en la tradición psicosocial sobre experimentación grupal, tomando como fuente de inspiración la teoría de Sherif (1936) sobre el surgi- miento de normas en grupos. Una vez aparecida la norma, Turner y Killian explican su difusión en el grupo a través de la presión a la conformidad, teniendo en cuenta lo establecido en los experimentos de Asch (1951). También sufrió la influencia de Blumer la popular teoría del comportamiento colectivo de Smelser (1962). A pesar de su orientación sociológica, Smelser hace uso de conceptos, como el de creencia generalizada, de claro significado psicoso- cial. Otras perspectivas, como las llamadas teorías de la crisis, es decir, la teoría de la sociedad de masas (Kornhauser, 1959) y la de la privación relativa (Davies, 1969), al insistir en factores patologizantes –como la anomia, frustración y mar- ginalidad de los activistas–resucitarán el fantasma de Le Bon y darán alas a no pocos críticos del reduccionismo psicológico. El cuestionamiento del enfoque psicosocial: nuevas teorías La aparición de nuevos movimentos sociales en el curso inspiraría nuevas teo- rías. Las condiciones sociales en que surgen los movimientos chocaban abierta- mente con las previstas por las teorías clásicas de la crisis. No surgían en una época de colapso del sistema, desorganización social y declive económico, sino todo lo contrario. Los que protestaban no eran individuos marginados y aislados sino personas bien integradas en organizaciones que pertenecían, frecuentemen- te, a clases privilegiadas (por ejemplo, la protesta estudiantil se inició en las uni- versidades norteamericanas de mayor prestigio). La alternativa teórica tomó cuerpo en forma de la teoría de la movilización de recursos (McCarthy y Zald, 1973; Oberschall, 1973), que será acogida con entu- siasmo. La teoría resta importancia a los aspectos psicológicos resaltados por las teorías clásicas, como el descontento, el sentimiento de injusticia y la privación relativa, enfatizando variables “objetivas” tales como organización, recursos, oportunidades y estrategias. El enfoque lleva la impronta de la sociología de las organizaciones y la ciencia política. La nueva teoría concede una importancia crucial a la capacidad para conseguir recursos (apoyo de organizaciones, uso de los medios de comunicación, aporta- ciones económicas, etcétera) en la emergencia y desarrollo del movimiento, y pone de relieve el carácter normal de la acción colectiva, considerando la protesta como una continuación de la política “por otros medios” (Perrow, 1979, p. 200). En conexión con el marco interpretativo de la teoría de la movilización de recursos, aparece la teoría del proceso político (Tilly, 1978; McAdam, 1982), que subraya la importancia de los conflictos que el movimiento afronta en un contex- to político y las oportunidades que dicho contexto ofrece para el surgimiento de la acción colectiva y los movimientos sociales. Frente a la teoría de la movilización de recursos, surgida en Estados Unidos, surgió más tarde en Europa el denominado enfoque de los nuevos movimientos sociales (o perspectiva de la identidad) que, aun reconociendo la importancia de los factores organizacionales y políticos, pondrá el énfasis en aspectos estructurales (conflic- tos propios de la sociedad post-industrial) y en la reacción de los individuos fren- te a esos conflictos (reafirmación de la propia identidad, despertar de nuevas Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206178 aspiraciones y valores). Esto último refleja la dimensión psicosocial de esta pers- pectiva que representan autores como Touraine (1978) y Melucci (1989). Se rei- vindica el componente humanista de los nuevos movimientos, por su insistencia en la frustración contemporánea de importantes necesidades d ela persona, como su tendencia a la autorrealización y la búsqueda de identidad. Los nuevos valores promovidos por estos movimientos, y las formas de acción participativa que difunden serán considerados el Nuevo Paradigma de los movimientos sociales. El giro psicosocial y su proyección actual En los años 80, se producen reacciones contra el imperialismo ejercido en la déca- da anterior por la teoría de la movilización de recursos y la exclusión de los factores subjetivos y simbólicos en la construcción de la realidad. Diversos autores destacan la conexión entre las nuevas tendencias y el enfoque psicosocial clásico (Lofland,1981; Turner y Killian, 1987) y, reconociendo el valor de las nuevas aporta- ciones, ponen de relieve la importancia de los aspectos omitidos y afirman que un estudio exclusivamente sociológico o psicológico de los movimientos sociales impli- ca una grave mutilación de la dimensión interactiva individuo-sociedad, siendo ambos reduccionismos igualmente rechazables (Zurcher y Snow, 1981, p. 447). En esta línea, Klandermans (1989, 1994) sostiene que la teoría de moviliza- ción de recursos y el enfoque de los nuevos movimientos sociales son incapaces de explicar cómo los individuos interpretan o construyen la realidad y cómo rea- lizan una definición social de los problemas que tratan de resolver, reivindican- do, al respecto, los estudios iniciados por Blumer (1971) sobre la legitimación de los problemas sociales. Del interés que despiertan los problemas de significado e interpretación de la realidad va surgiendo la perspectiva construccionista , o de la construción social, que ha experimentado un fuerte desarrollo en los años 90. El énfasis en la construcción social del comportamiento colectivo ha vuelto a poner en primer plano temas clásicos del enfoque psicosocial del comportamiento colectivo (como la ideología y el sentido de injusticia) para asociarlos con las ten- dencias recientes de la psicología social cognitiva, como la teoría de la atribución, el interaccionismo simbólico y los aspectos culturales (como los valores y creencias o marcos cognitivos), de acuerdo con Snow y Oliver (1995, p. 586). Ello justifica la afirmación de estos autores de que nos encontramos ante un giro psicosocial en el estudio del comportamiento colectivo y los movimientos sociales (1995, p. 573). El construccionismo ha despertado el interés por el análisis del discurso de los movimientos y de sus marcos interpretativos (Klandermans, 1997; Benford, 1993; Gamson y Modigliani, 1989) así como por los aspectos culturales de los movimientos (Buechler, 1999; Johnston y Klandermans; 1995; Inglehart, 1990; Casquette, 1998) y por el estudio de la identidad social y colectiva (Melucci, 1995; Reicher, 1987; Castells, 1997; Stryker, Owens y Write, 2000; Polletta y Jasper, 2001). Merece destacarse especialmente la obra de Klander- mans ( The social psychology of protest, 1997) tanto por su enfoque psicosocial inno- vador como por el hecho de reflejar temas clásicos en la psicología social, como la construcción social, la identidad, el compromiso y el sentido de injusticia. En el caso de España, el aumento de interés hacia el estudio de los movimien- tos sociales empezó a notarse en los años 80 y ha crecido considerablemente en los años 90. Ello ha podido apreciarse tanto en la aparición de obras generales (Laraña, 1999; Apalategi, 1999; Riechmann y Fernández Buey, 1994) como en readings (Ibarra y Tejerina, 1998; Laraña y Gusfield, 1994) y en la atención que se les dedica en manuales de Psicología Política (Sabucedo, 1996; Seoane y Rodríguez, 1988). Además, desde el punto de vista psicosocial, se han realizado trabajos de interés teórico (Valencia, 1990; Sabucedo y Rodríguez, 1990; Java- 179Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy loy, 1993; Rebolloso y Rodríguez Crespo, 1999) así como investigaciones empí- ricas, entre las que pueden destacarse las realizadas en el País Vasco (Páez, Villa- rreal, Echevarría y Valencia, 1988; Valencia, 1987; Villarreal, 1987) y en Galicia (Sabucedo, Arce y Rodríguez, 1992, y Rodríguez, Sabucedo y Costa, 1993). En este período dorado del estudio los movimientos sociales, la atención al comportamiento colectivo ha sido claramente menor, lo cual no impide que pueda citarse la aparición de nuevos manuales de comportamiento colectivo y movimientos sociales (Miller, 2000; Marx y McAdam, 1994; Goode, 1992; rea- ding de Curtis y Aguirre, 1993), así como diversas obras sobre la multitud (McP- hail, 2000; Gaskell y Benewick, 1987) y el comportamiento de masas (Goode y Ben-Yehuda, 1994, Dean, 1998). TEORÍAS COLECTIVAS Y MARCOS PSICOSOCIALES Teniendo en cuenta un enfoque psicosocial del comportamiento colectivo y de los movimientos sociales, creemos que la clasificación que resulta aquí más idónea debe partir de los grandes marcos de referencia teóricos o paradigmas propios de la psicología social, ya que ello nos permitirá observar cada teoría colectiva desde una perspectiva más amplia, a la luz del paradigma psicosocial en que queda enmarcada. Encuadre de las teorías colectivas en marcosparadigmáticos Nuestro objetivo implica adoptar una postura epistemológica de pluralismo teórico, en el sentido de Munné (1989, pp. 39ss.), postura que nace tanto del reco- nocimiento de la incapacidad de cualquier teoría para explicarlo todo como de la convicción de que cada teoría proporciona una perspectiva particular, única, de la realidad que hace posible observar determinados aspectos que otra teoría no “ve”. En consecuencia, rechazamos tanto el monismo teórico –que considera patrimonio de una sola teoría la explicación de los fenómenos colectivos– como el eclecticismo superficial –que escoge caprichosamente lo que le interesa de cada teoría–, postulando que un fenómeno particular debe ser estudiado desde aquella o aquellas perspectivas que tienen en cuenta sus aspectos más relevantes y permiten contemplarlo mejor. Cuando el científico social hace uso de un paradigma, actúa desde el supuesto de alguna determinada imagen o modelo de ser humano (Chapman y Jones, 1980). En esta línea, entendemos con Munné (1989, p. 31) que en todo marco paradig- mático existe un modelo de hombre subyacente que proporciona un fundamento a las teorías que abarca dicho marco, siendo este modelo una “fuente última de significado”. Estos modelos, no demostrables y analizados a veces por la filosofía, son detectados en el análisis epistemológico. Además de poseer un mismo mode- lo de ser humano, entre las teorías de un paradigma existen otros elementos compartidos –en mayor o menor grado– a nivel conceptual, metodológico y fre- cuentemente temático. Para establecer cuáles son los marcos paradigmáticos de la psicología social, tomamos como referente la exposición de Munné (1989, 1995), que hemos adaptado en función de nuestro campo de estudio. Una vez establecidos los mar- cos que consideramos relevantes, hemos incluido las perspectivas y aportaciones teóricas sobre el comportamiento colectivo y los movimientos sociales dentro de cada uno de ellos. Los seis marcos psicosociales a que nos referimos son los siguientes: psicoanálisis social, cognitivismo social, interaccionismo simbólico, conductis- mo social, psicología social marxista y psicología humanista. En la tabla IV, se indican las principales aportaciones de cada marco. Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206180 La variedad de teorías colectivas existentes puede producir confusión e invita a intentar realizar un balance general que incluya tanto una referencia a las limi- taciones generales de los diferentes paradigmas como una exploración sobre sus posibilidades de conexión, tratando igualmente de inquirir si es posible algún tipo de complementariedad o integración entre las teorías colectivas. Limitaciones generales de los diferentas paradigmas Desde la postura de pluralismo teórico (Munné, 1989) creemos que un fenó- meno, según sus peculiaridades, debe ser estudiado empleando aquella perspec- tiva teórica que permite una visión más adecuada del mismo, incluyendo la posi- ble conveniencia de observarlo desde diversos ángulos teóricos para obtener un conocimiento más completo del mismo. Cada paradigma, según el modelo de ser humano en que se basa, proyecta desde su propio ángulo un foco de luz que permite ver mejor cierto tipo de fenó- menos o aspectos que constituyen el centro de su atención, pero, al mismo tiem- po, cada paradigma presenta zonas de oscuridad (no hay luz sin sombras) con referencia a otros aspectos de la realidad que su ángulo no le permite ver. Todos los énfasis implican también sesgos y desatenciones. Por ejemplo, enfatizar la racionalidad y las recompensas ha traído consigo una desatención hacia las emo- ciones y los procesos simbólicos (como ocurre con el enfoque beneficios-costos), y resaltar el significado y el nivel interpersonal ha hecho postergar los aspectos socioestructurales (interaccionismo y cognitivismo social). Sin duda, el sesgo más grave ha sido el producido por el enfoque del inconsciente y del psicoaná- lisis, que extrapolando una perspectiva clínica de psicología individual, han patologizado el estudio de los fenómenos colectivos y lo han teñido de reduccio- nismo. Cualquier enfoque, por sí solo, resulta incapaz de dar una explicación global del comportamiento colectivo. Cada uno de ellos es reduccionista en la medida en que pretende ser exclusivo y no es consciente de que, al mismo tiempo que refleja algunos aspectos relevantes del comportamiento colectivo, oculta o minimiza la importancia de otros. Desde nuestro punto de vista, las limitaciones teóricas derivadas de la adopción de modelos reduccionistas de ser humano podrían superarse adoptando un modelo de ser humano integral y auténticamente humanista que tenga en cuenta tanto la dimensión instrumental racional del ser humano, es decir, su beneficio o interés, sino también su dimensión expresiva (emocional, simbólica, identidad), un mode- 181Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy TABLA IV Las teorías colectivas en los marcos paradigmáticos de la psicología social Psicoanálisis social y enfoque patológico Conductismo social y enfoque recompensas-costos Teoría del contagio y enfoque patológico (Le Bon) El enfoque racional: Berk y otros modelos La contribución de Freud y su impacto Teoría de la movilización de recursos Freudomarxismo y otras contribuciones Teoría de la motivación a participar Cognitivismo social Psicología marxista y perspectiva del conflicto Variables cognitivas y acción colectiva La Teoría de Marx sobre el movimiento obrero Teoría de la identidad social Perspectiva del conflicto Interaccionismo simbólico Teoría de la acción colectiva Modelo de inquietud social de Blumer Teoría del proceso político Teoría de la norma emergente Humanismo y enfoque de los NMS La teoría de Smelser Teoría de la sociedad de masas El enfoque de los nuevos movimientos sociales (paradigma de la identidad) lo que atienda tanto a la vertiente individual de la persona como a su dimensión interpersonal y sociopolítica. Creemos, afortunadamente, que en los teóricos actua- les hay una convergencia progresiva en esta dirección que vamos a destacar. Conexiones y acercamiento entre los paradigmas Existen algunas conexiones entre los paradigmas estudiados, lo cual las posi- bilidades de diálogo entre ellos. El cognitivismo social e interaccionismo simbó- lico coinciden en el énfasis en la construcción de la realidad, significados y consciencia del actor, ofreciendo dos enfoques netamente psicosociales porque sitúan en primer lugar el comportamiento interpersonal. Al mismo tiempo los dos enfoques son coherentes, en líneas generales, con el construccionismo social. El marxismo, el enfoque de los nuevos movimientos sociales, el freudomarxis- mo y, en cierto grado, la teoría de la sociedad de masas, tienen en común una perspectiva socioestructural que se centra en el conflicto entre el individuo y la sociedad contemporánea, conflicto que implica sentimientos de frustración y decontento hacia un contexto societal que no responde a necesidades humanas tales como el deseo autonomía, identidad y sentido. La orientación construccionista –con su énfasis en el significado, la cultura y la definición de la situación– creemos puede jugar un importante papel agluti- nador en el paisaje teórico ya que, de hecho, se ha convertido en punto de encuentro de diversos paradigmas. Nos referimos, concretamente, al hecho de que en ese punto han confluido aportaciones del enfoque interaccionista (signifi- cado, ideología, sentido de injusticia, marcos interpretativos), del cognitivismo social (teoría de la atribución, privación relativa fraternal, teorías grupales), del enfoque de nuevos movimientos sociales (identidad colectiva, cultura del movi- miento) y de la teoría del proceso político (discurso público, marcos de acción colectiva). Por ello, la orientación construccionista, surgida como reacción a las omisiones de de la teoría de la movilización de recursos, se ha convertido en un territorio común de un creciente número de teóricosy constituye la mejor con- firmación del giro psicosocial en la teorización colectiva. Las conexiones entre las teorías y, sobre todo el acercamiento entre ellas favo- recido por el construccionismo, están generando una especie de modelo común y auténticamente “humanista” del ser humano, concebido como actor consciente y autónomo, protagonista de su propia vida, que trata de construir su identidad, personal y social, imprimiendo así un sentido a su existencia. Al mismo tiempo, han ido quedando arrinconadas las concepciones de un ser humano meramente reactivo a estímulos internos o extenos (psicología del inconsciente, conductis- mo, funcionalismo). Hacia una complementariedad entre las teorías colectivas En la actualidad, nos encontramos lejos del clima teórico poco conciliador que se desarrolló en los años 70. E n la actualidad, existe un clima de diálogo y acerca- miento entre las diferentes perspectivas teóricas a lo cual ha contribuido, además del papel aglutinador del construccionismo, el hecho de que, al multiplicarse los estudios comparados de movimientos sociales, se han intensificado también los contactos entre distintos teóricos norteamericanos y europeos, como notan Della Porta y Diani (1999, p. 2). Estos autores han destacado que se ha llegado a cierto grado de consenso de que son compatibles entre sí y no excluyentes los enfoques actualmente dominantes (el enfoque interaccionista del comportamiento colecti- vo, la movilización de recursos, el proceso político y el enfoque de los nuevos movimientos sociales). Consecuentemente han proliferado una variedad de inten- Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206182 tos de integración en busca de una nueva síntesis (Klandermans, Kriesi y Tarrow, 1988; Eyerman y Jamison, 1991; Tarrow, 1994; Melucci, 1996). Una opinión significativa al respecto es la de Klandermans, que, refiriéndose a los mencionados enfoques actuales, afirma categóricamente que “a nivel de estudios empíricos concretos, los tres enfoques deben compensarse mutuamente en lugar de competir entre sí”, añadiendo que el mérito propio de cada teoría “no justifica ningún derecho exclusivo al dominio (sobre las demás)” y concluyendo que “una psicología social de la protesta debe referirse a cada uno de los tres enfo- ques, con tal que coloque sus problemas de investigación en el propio nivel de análisis” (1997, p. 205). PSICOLOGÍA SOCIAL DE LOS GRUPOS Y CONDUCTA DE LA MULTITUD Procesos de influencia social en la multitud El hecho de encontrarse el individuo en medio de un número relativamente grande de personas concentradas en un lugar determinado tiende a producir ciertos cambios en los individuos que afectan tanto a la forma en que definen la situación como a la percepción de sí mismos y del grupo, redundando, consi- guientemente, en una transformación de su conducta. La existencia de estos cambios, que en algunos casos pueden ser altamente llamativos, se debe a la actuación de determinados procesos de influencia social que, por lo general, han sido ampliamente estudiados por la psicología de los grupos. Dichos estudios, efec- tuados en el ámbito del laboratorio, constituyen probablemente la más importante aportación de la psicología social psicológica a la investigació n del comportamiento colectivo. Los cambios cognitivos y conductuales a que nos referimos, básicamente originados por la mera presencia de otros participantes, han ejercido notable impacto sobre sociólogos distinguidos en el campo como Turner y Killian (1987) y Marx y MacAdam (1994). Una multitud constituye un escenario natural de conducta con unas caracte- rísticas peculiares que pueden incrementar el impacto de procesos de influencia que han sido estudiados en el laboratorio operando con grupos pequeños. Entre las características aludidas destacamos el amplio número de personas que suele componer la multitud, la proximidad física entre los participantes, la importan- cia del motivo que les ha congregado (miles de personas no se reúnen por un motivo que consideran trivial), el carácter menos estructurado de la situación y las variables ambientales (a veces impresionantes: ocupación de una plaza, des- pliegue de pancartas y banderas, altavoces e himnos). Estas características pueden convertir la multitud en una situación singular donde el ambiente físico casi ha desaparecido para transformarse en paisaje humano, en puro ambiente social: el individuo se siente inmerso en un mar de cabezas, en un escenario envolvente que puede llegar a absorber su atención y estimular sus emociones convirtiéndose en un ser más influenciable, es decir, más susceptible a los procesos de influencia social. A esta situación extraordina- ria, o fuera de lo habitual, es posible que se responda con conductas también extraordinarias, llegándose a realizar, en algunos casos, conductas extremas que van en contra de las normas sociales convencionales. Al intentar identificar algunos de los más significativos procesos de influencia social que operan en la multitud, hemos hecho una revisión de las observaciones de Marx y MacAdam (1994), que han distinguido estos siete procesos: sentido de legitimidad, ilusión de unanimidad, anonimato, solidaridad y poder, difusión de respon- sabilidad, facilitación social e inmediatez. Hemos creído conveniente, atendiendo 183Comportamiento colectivo y movimientos sociales / F. Javaloy tanto a los estudios psicosociales sobre influencias social como a los de comporta- miento colectivo, mencionar un proceso más: el de normalización. La conexión entre dichos estudios experimentales y cinco de estos procesos queda explicitada en la tabla V. En otro trabajo posterior, hemos sostenido que otros procesos de influencia grupal, estudiados a nivel experimental, pueden también observarse con fre- cuencia en algunos contextos del comportamento colectivo y de los movimien- tos sociales (Javaloy, en prensa). Entre tales procesos, destacamos los de obediencia (Milgram, 1974), polarización grupal (Moscovici y Zavalloni, 1969), pensamiento grupal (Janis, 1972) e influencia minoritaria (Moscovici, 1976). El tema de la influencia social ejercida por la multitud sobre los participantes, que ya fue tratado de una manera peculiar pero influyente por Le Bon (1895), abrió un amplio debate en la psicología social acerca de si los grupos, y más con- cretamente una multitud, producen una pérdida de identidad. La discusión sobre la pérdida de identidad en la multitud La pregunta sobre la identidad parece lógica si tenemos en cuenta algunos de los procesos de influencia social que acabamos de mencionar, especialmente los de anonimato y difusión de responsabilidad. Marx y MacAdam (1994, p. 42) consideran que también el proceso de inmediatez (o inmersión en el momento presente) puede producir reducción de la autoconciencia y del autocontrol, es decir, desindividuación. Analicemos esta cuestión en la que se haya implícito un problema de importancia decisiva: el carácter racional o irracional del comporta- miento colectivo. En la multitud puede apreciarse cómo destaca, o adquiere especial relevancia (saliencia), la identidad social, o conciencia de pertenecer al grupo, de formar parte de un nosotros. La identidad social sobresale en este contexto por encima de la conciencia del yo, de manera que las personas tienden a percibirse a sí mismas más como miembros de un grupo y menos como individuos aislados (Reicher, 1984a, 1987). Este cambio en la autopercepción tendrá, como veremos, una relación directa con la conducta colectiva que los individuos desarrollan. Revista de Psicología Social, 2003, 18 (2), pp. 163-206184 TABLA V Algunos efectos de influencia social en la multitud basados en la estudios experimentales de grupos EFECTOS DE FENÓMENOS ESTUDIADOS AUTOR DEL INFLUENCIA SOCIAL EN EXPERIMENTOS EXPERIMENTO Ilusión de unanimidad Presión grupal hacia la conformidad Asch, 1952 Anonimato Desindividuación Zimbardo, 1970 Difusión de responsabilidad Giro hacia el riesgo (risky shift) Johnson, Stanler y Hunter,