Logo Studenta

Alfabetização Informacional Crítica


User badge image

win garz

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Alfabetización informacional 
Crítica: Implicaciones
para la práctica educativa*
James elborG**
Profesor adjunto de la Escuela de Biblioteconomía y Documentación
de la Universidad de Iowa, 3078 Biblioteca Central, USA
Este artículo utiliza la teoría de la alfabetización crítica para definir la alfabetización informacional. 
Defiende que para ser educadores, los bibliotecarios deben centrarse menos en la transferencia de la 
información y más en el desarrollo de la conciencia crítica en los estudiantes. Utilizando conceptos de 
la teoría de la alfabetización, el autor sugiere modos en que la práctica bibliotecaria cambiaría si los 
bibliotecarios se redefinieran a sí mismos como formadores en alfabetización.
PALABRAS CLAVE: Alfabetización crítica, Alfabetización informacional, Conciencia crítica, Biblio-
tecarios,	Teoría	de	la	alfabetización,	Educación	Superior.
1. INTRODuCCIÓN
La alfabetización informacional ha llegado a ser un concepto esencial en las bi-
bliotecas y en la biblioteconomía, sin embargo el término resulta problemático. Gran 
parte	de	la	confusión	se	debe	a	las	complejidades	introducidas	por	la	palabra	“alfa-
betización” [i] El desacuerdo acerca de lo que significa alfabetización informacional 
no se limita simplemente a cuestiones de semántica o tecnicismos, la falta de claridad 
ha sembrado confusión en el desarrollo de una práctica que debe dar forma a la 
biblioteconomía en la universidad [ii]. La alfabetización informacional aparece re-
gularmente en programas de conferencias y ha destacado en sesiones acerca de los 
*	 Traducción	del	artículo	“Critical	information	literacy:	implications	for	instructional	practice”,	de	James	Elmborg,	pu-
blicado en la revista The Journal of Academic Librarianship, Vol. 32, Número 2 (2006), pp. 192-199, con la debida 
autorización del autor.
**	 Traducido	por	M.	Lourdes	Moreno	Pascual,	Universidad	de	Granada,	Biblioteca	de	la	Facultad	de	Psicología.
i. Para un debate convincente de las implicaciones de “alfabetización informacional” como frase, vease 
Christine Pawley, “Information Literacy: A Contradictory Coupling.” The Library Quarterly 73, 4 
(October 2003).
ii. Teresa	Neeley,	Sociological and Psychological Aspects of Information Literacy in Higher Education 
(Lanham:	Scarecrow	Press	2002),	pp.	5-6;	Christine	Bruce,	Seven Faces of Information Literacy (Ad-
elaide:	Auslib	Press,	1997),	p.	38;	Dane	Ward,	“Seeking	the	Promised	Land	of	Information	Literacy”	
in Integrating Information Literacy into the College Experience (Ann Arbor: Pierian Press 2002), p. 2.
Boletín de la Asociación Andaluza de Bibliotecarios, n° 92-93, Julio-Diciembre 2008, pp. 103-121
98 James Elborg
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
servicios públicos en recientes congresos de la Association of College and Research 
Libraries (ACRL) [iii]. Las estadísticas de la Association of Research Libraries indican 
una de las razones para este creciente interés: un gran cambio en la demanda de 
los servicios bibliotecarios universitarios desde los servicios de referencia y hacia la 
formación de usuarios. Desde 1991 a 2002, las bibliotecas pertenecientes a la ARL 
recogen	en	su	informe	que	las	operaciones	relacionadas	con	la	referencia	bajaron	en	
un 26 por ciento y las presentaciones de grupo aumentaron en un 55 por ciento [iv]. 
Michael Ray observa un cambio de actitud paralelo entre los bibliotecarios de las bi-
bliotecas universitarias, manifestando que éstos ven el diseño educativo y la consulta 
curricular	cada	vez	más	como	un	modo	de	trabajar	con	la	comunidad	universitaria	
considerablemente	mejor	que	la	referencia	[v].	
Este cambio, impulsado por la demanda, implica una evolución en lo que hacen 
los	bibliotecarios;	pasar	de	ser	proveedor	de	servicios	a	educador	activo	plantea	a	
los bibliotecarios y educadores de bibliotecas el reto de desarrollar nuevas filosofías 
orientativas. En muchas universidades, los bibliotecarios tienen la condición de per-
sonal académico y participan en las revisiones curriculares y en iniciativas educati-
vas, sin embargo, continúan mostrando su preocupación por su falta de preparación 
para	estas	funciones.	Fowler	y	Walter	argumentan,	por	ejemplo,	que	“los	programas	
educativos	son	cada	vez	más	complejos	y	están	cada	vez	más	estrechamente	vin-
culados a iniciativas de alcance para toda la universidad debido a tendencias más 
amplias tanto en la profesión como en la enseñanza superior”. Afirman que, como 
resultado, “los problemas a los que se enfrenta el coordinador de los programas de 
formación de hoy en día son muy diferentes de los descritos en la mayor parte de 
los documentos que leíamos cuando nos preparábamos para la carrera” [vi]. Llegan 
a la conclusión de que la formación de los bibliotecarios necesita prepararles más 
directamente para cubrir estas nuevas funciones educativas.
El reto principal a la hora de hacer frente a estos cambios radica en la visión que 
los bibliotecarios y profesores de Biblioteconomía y Documentación tienen de sí 
mismos y de la profesión. Los bibliotecarios de la universidad se ven a sí mismos y 
cada vez más como educadores, una evolución en la profesión que desafía las defini-
ciones establecidas de la biblioteconomía y el modo de generar conocimiento sobre 
las prácticas y valores profesionales. En este ensayo se argumenta que los bibliote-
carios	y	educadores	de	bibliotecas	pueden	involucrarse	mejor	en	el	clima	educativo	
iii.	 James	K.	Elmborg,	“Teaching	at	the	desk:	Toward	a	reference	pedagogy”,	portal: Libraries and the 
academy 2 (3) (2002): 455.
iv. ARL Statistics online http://www.arl.org/stats/arlstat/graphs/2003/pubser03.pdf (accessed April 7, 2005).
v. Michael S. Ray. Shifting Sands: The jurisdiction of librarians in Scholarly. Communication (PhD dis-
sertation, University of Arizona, 1999), p. 179.
vi.	 C.S.	Fowler	&	S.	Walter,	“Instructional	Leadership:	New	Responsibilities	for	a	New	Reality,”	College 
and Research Libraries News 64 (7) (July/August 2003): 466.
Alfabetización informacional crítica: Implicaciones para la práctica educativa 99
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
de la universidad definiendo la biblioteconomía universitaria a través del estudio 
de	la	enseñanza	y	el	aprendizaje	en	general,	y	de	la	alfabetización	en	particular.	Se	
explorarán los conceptos centrales en los que se basa la teoría de la alfabetización 
aplicándolos a la alfabetización informacional. En el proceso, se quieren destacar 
los conflictos que surgen cuando la enseñanza de la alfabetización se convierte en la 
principal función de los bibliotecarios. En definitiva, se argumentará que la adopción 
de una agenda de alfabetización en la biblioteca podría transformar la bibliotecono-
mía desafiando las premisas actuales y proporcionando directrices para configurar 
una práctica emergente. Esto sólo ocurrirá en la medida en que la práctica bibliote-
caria evolucione para continuar centrándose en su misión educativa.
2. lA EDuCACION A TRAvES DE lA PERSPECTIvA CRÍTICA
La falta de precisión acerca del significado de la alfabetización informacional ha 
impedido	juicios	críticos	sobre	su	importancia.	Pawley	argumenta	que	podemos	ver	
la alfabetización informacional, bien como una forma dinámica de enseñanza con 
el fin de transformar vidas, o bien como una “camisa de fuerza” construida a base 
de competencias y normas generadas por la necesidad de la biblioteca de mantener 
su	posición	[vii].	Hay	mucho	en	juego	en	la	elección.	Mientras	que	la	comunidad	
bibliotecaria universitaria gasta una gran cantidad de energía en elaborar, implemen-
tar y comprobar en la práctica las Normas sobre las Competencias en Alfabetización 
Informacional,	 los	 investigadores	en	alfabetización	ajenos	a	 las	bibliotecas	 se	han	
mostrado cada vez más críticos del esfuerzo por definir la alfabetización a través de 
normas, y de la comunidad investigadora en Biblioteconomía y Documentación por 
su	 incapacidad	para	elaborar	bibliografía	profesional	 sobre	alfabetización.	Lukey	
Kapitzke	opinan,	por	ejemplo,	que	“la	Documentación	aún	no	se	ha	comprometido	
con las alfabetizaciones críticas y con las cuestiones de gran calado epistemológico 
planteadas por las nuevas tecnologías y las reconstrucciones postmodernas de cons-
tructos como disciplina, conocimiento e identidad”. Concluyen que las definiciones 
actuales de alfabetización informacional adoptadas tanto por la ACRL como por la 
bibliografía	profesional	son	“anacrónicas	en	el	mejor	de	los	casos	y	contraproducen-
tes en el peor, por su omisión de las cuestiones centrales que afectan a estudiantes, 
docentes y bibliotecas” [viii]. Buscando ampliar la colaboración con el profesorado 
universitario, Rolf Norgaard (Director de Estudios de Composición en la Universidad 
de Colorado en Boulder) pide que las bibliotecas participen en el movimiento de 
la	alfabetización,	alejándose	de	las	definiciones	instrumentales	de	ésta,	basadas	en	
habilidades, y buscando una comprensión de la alfabetización como un fenómeno 
vii. Christine Pawley. “Information Literacy: A Contradictory Coupling”, 425.
viii.	Allan	Luke	&	Cushla	Kapitzke,	“Literacy	and	Libraries:	Archives	and	Cybraries,”	Pedagogy, Culture 
and Society 7 (3) (1999):486.
100 James Elborg
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
culturalmente situado que se basa en el modo en que las comunidades construyen el 
significado y la idea de pertenencia [ix].
La teoría crítica aporta nuevas dimensiones al pensamiento académico acerca 
de la educación y la alfabetización y estas teorías han convertido la enseñanza y el 
aprendizaje	en	procesos	más	interesantes,	complejos	y,	en	cierta	manera,	más	pro-
blemáticos de lo que habían implicado los modelos educativos anteriores. Swanson 
señala que estas nuevas dimensiones (alfabetización crítica y pedagogía crítica) de-
muestran el potencial para dar forma a la alfabetización informacional en la práctica 
[x]. Vistos a través de la perspectiva de la teoría crítica, los problemas educativos 
no se definen ya como problemas de “transferencia de información”, es decir, el 
problema de inculcar el conocimiento correcto en las cabezas de los alumnos. La 
alfabetización y la pedagogía críticas nos han llevado a un debate diferente acerca de 
los medios y de los fines de la educación. Sus teóricos más influyentes, incluyendo 
a Paolo Freire, Peter McLaren y Henry Giroux, argumentan que las escuelas ponen 
en práctica la ideología dominante de la sociedad, ya sea consciente o inconsciente-
mente. Desde este punto de vista, la educación constituye una actividad profunda-
mente política. Los educadores deben elegir entre aceptar la ideología dominante de 
su sociedad o resistirse a ella intencionadamente y proponer modelos alternativos. 
La neutralidad no es una opción.
Freire sostiene que la educación occidental (especialmente la estadounidense) se 
guía por la ideología del capitalismo y que, por consiguiente, las escuelas han desa-
rrollado un “concepto bancario” de la educación en el que se trata al conocimiento 
como capital económico y cultural y acumular conocimiento equivale a acumular 
riqueza [xi]. Los docentes hacen depósitos diarios de conocimiento en el cerebro 
de los estudiantes que éstos atesoran para su uso futuro. Las aulas desde los prime-
ros	cursos	en	adelante	se	construyen	como	lugares	de	trabajo.	Los	docentes	son	los	
jefes.	Se	estima	que	los	alumnos	que	atesoran	suficiente	conocimiento	(a	menudo	
cuantificado numéricamente mediante pruebas normalizadas) están formados. Esta 
educación forma a los estudiantes en la ética capitalista y ellos posteriormente enfo-
can su formación como consumidores y receptores pasivos de conocimiento en lugar 
de agentes activos que conforman sus propias vidas. Freire propone una pedagogía 
alternativa, diseñada para crear “conciencia crítica” en los alumnos. [xii] En lugar de 
centrarse en la adquisición de conocimiento, los estudiantes identifican y se enfrentan 
ix.	 Rolf	Norgaard,	“Writing	Information	Literacy:	contributions	to	a	concept,”	Reference and User Serv-
ices Quarterly 43 (2) (2003): 124-130.
x.	 Troy	Swanson,	“A	Radical	Step:	Implementing	A	Critical	Information	Literacy	Model,”	portal: Librar-
ies and the Academy 4 (April 2004): 263.
xi. Paolo Freire, trans. Donald Macedo, Pedagogy of the Oppressed	(New	York:	Continuum,	2002),	30th 
Anniversary Edition, p. 72.
xii. Ibid., p.73.
Alfabetización informacional crítica: Implicaciones para la práctica educativa 101
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
a problemas importantes en el mundo. Mediante el desarrollo de la conciencia crítica, 
los	alumnos	aprenden	a	tomar	el	control	de	sus	vidas	y	de	su	propio	aprendizaje	para	
convertirse en agentes activos, formulando y respondiendo cuestiones que les afectan 
a ellos directamente y al mundo que les rodea.
Freire argumenta que en la educación de tipo bancario, “el campo de acción 
permitido a los estudiantes abarca como mucho la recepción, ordenación y alma-
cenamiento de los depósitos”. Su única iniciativa real puede ponerse en práctica a 
través de la oportunidad de llegar a ser recolectores o catalogadores de todo lo que 
almacenan” [xiii]. Quizás no por casualidad, Freire equipara las funciones comunes 
de la biblioteca de recepción, ordenación, almacenamiento y catalogación con el 
concepto bancario. Como resultado, plantea retos importantes para los biblioteca-
rios. ¿Cuál es el papel de la biblioteca en la visión de Freire de la alfabetización 
crítica? ¿Es la biblioteca un banco de información pasivo donde los alumnos y el 
profesorado	ingresan	y	retiran	depósitos;	o	se	trata	de	un	lugar	donde	los	estudiantes	
se comprometen activamente con el conocimiento existente y lo configuran para su 
propio uso actual y futuro? ¿Y cuál es el papel del bibliotecario como educador en 
este	proceso?	Gage	sostiene	persuasivamente	que	“la	biblioteconomía	despojada	de	
la capacidad crítica para evaluarse a sí misma, parece segura en la definición de su 
trayectoria profesional de acuerdo con los dictados nada democráticos de aquellos 
valores comerciales y relaciones sociales que ponen trabas en vez de ampliar los dere-
chos de los usuarios de las bibliotecas… como ciudadanos críticos y comprometidos 
capaces de materializar las posibilidades de actuación colectiva y de la vida democrá-
tica” [xiv]. La alfabetización crítica ofrece a las bibliotecas un modo de cambiar esta 
trayectoria y alinearse más honestamente con los valores democráticos que suelen 
invocar tan a menudo.
Como	apuntan	Luke	y	Kaptizke,	la	bibliografía	profesional	ha	sido	lenta	en	adop-
tar los enfoques críticos de la alfabetización o en integrar perspectivas críticas en la 
investigación o en la práctica. La alfabetización crítica se centra en los vínculos entre 
el proceso educativo y las políticas de alfabetización. Plantear la educación de este 
modo acentúa su papel en la aplicación de programas políticos y culturales. En lugar 
de centrarse en las escuelas como herramientas para la transmisión de conocimien-
tos, la teoría crítica las examina como agentes de la cultura y conformadoras de la 
conciencia en los estudiantes. Esta perspectiva ha estado ausente en gran medida 
en los debates sobre alfabetización informacional, hecho relacionado en parte con 
el modo en que los investigadores de la Biblioteconomía y la Documentación han 
definido	y	 llevado	a	cabo	su	 investigación	en	educación.	Objetivizando	y	descon-
textualizando los fenómenos en busca de patrones estructurales más amplios, los 
xiii. Ibid., p.72.
xiv. Ryan Gage, “Henry Giroux’s Abandoned Generation and Critical Librarianship: A Review Article,” 
Progressive Librarian 23 (Spring 2004): 71.
102 James Elborg
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
investigadores	en	alfabetización	informacional	han	desgajado	a	los	estudiantes	del	
contexto social y económico, separándolos de ese modo de la escuela, del profesor 
y de la sociedad en un esfuerzo por aislar variables para crear estudios “científicos”más puros.
Este enfoque sobre la creación de conocimiento ha impedido un análisis de cómo 
los estudiantes individuales en contextos y comunidades específicos localizan infor-
mación en general y específicamente en la biblioteca. La fórmula de Kuhlthau sobre 
el “proceso de búsqueda de la información” identifica seis etapas a través de las 
cuales los estudiantes van pasando a la hora de preparar su investigación académica 
[xv]	y	Eisenberg	y	Berkowitz	han	identificado	el	proceso	de	búsqueda	de	informa-
ción “Big Six” [xvi]. Otros modelos del proceso de búsqueda de información son los 
de	Pitts/Stripling,	[xvii]Pappas/Tepe,	[xviii]	e	Irving	[xix].	Estos	modelos	de	procesos	
trabajan	normalizando	 las	dificultades	de	 la	 investigación	en	 “etapas”,	que	gene-
ralmente incluyen: definir un concepto o tema, limitar el concepto e identificar las 
fuentes, sintetizar éstas y por último presentar los resultados. Con pocas excepciones, 
el proceso se presenta como lineal, desde el inicio de la tarea hasta el proyecto com-
pleto.	La	ACRL	ha	divulgado	un	conjunto	altamente	 influyente	de	normas	acerca	
de	competencias	y	mejores	prácticas	que	describen	a	qué	se	debería	parecer	una	
programación educativa y las habilidades que deberían demostrar los alumnos com-
petentes	[xx].	Todos	estos	proyectos	intentan	identificar	las	estructuras	universales	de	
fondo que pueden nombrarse, describirse y, quizás lo más importante, repetirse en 
todos los contextos y para todos los alumnos.
Prior proporciona un resumen muy útil de la estrategia empleada en dicha inves-
tigación. Lo primero de todo, el investigador adopta una “perspectiva de observa-
ción”	que	le	sitúa	fuera	y	por	encima	del	objeto	de	estudio.	Después,	el	investigador	
xv. Carol Collier Kuhlthau, Seeking Meaning: A Process Approach to Library and Information Services 
(Westport,	CT:	Libraries	Unlimited	2nd ed., 2004).
xvi.	 M.W.	Eisenberg	&	R.E.	Berkowitz,	 Information problem-solving: the Big Six Skills Approach to 
Library and Information Skills Instruction (Norwood, NJ: Ablex, 1990).
xvii. Barbara K. Stripling, Brainstorms and Blueprints: Teaching Library Research as a Thinking process 
(Englewood: Libraries Unlimited, 1998).
xviii.	 Marjorie	Pappas	&	Ann	Tepe,	Pathways to knowledge and Inquiry Learning (Englewood: Libraries 
Unlimited, 2002).
xix. Ann Irving, Study and Information Skills Across the Curriculum (London: Heinemann Educational 
Books,	1985).
xx. ACRL information Literacy Competency Standards, online http://www.ala.org/ala/acrl/acrlstand-
ards/informationliteracycompetency.htm (accessed April 8, 2005). Versión en castellano disponi-
ble en: ACRL/ALA, “Normas sobre aptitudes para el acceso y uso de la información en la educa-
ción superior”. Boletín de la Asociación Andaluza de Bibliotecarios,	60	(julio-septiembre	2000),	
disponible en línea en http://www.aab.es/pdfs/baab60/60a6.pdf (consulta 17 abril, 2008) y en 
http://www.ala.org/ala/acrl/acrlstandards/informationliteracycompetencystandards.cfm (consulta 
17 abril, 2008).
Alfabetización informacional crítica: Implicaciones para la práctica educativa 103
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
realiza “varios actos de descontextualización y abstracción”. Finalmente, a partir de 
las abstracciones creadas, el investigador identifica una serie de categorías privilegia-
das que crean orden o causalidad, originando “un sistema cerrado y unificado de 
elementos	distintos	y	ordenados”	que	son	“puestos	bajo	el	control	de	un	conjunto	
de normas que permiten la predicción y la descripción” [xxi]. Utilizando este método, 
se puede secuenciar el proceso de investigación de los estudiantes en distintas fases 
y	pueden	definirse	normas	universales	y	mejores	prácticas.	Para	dejar	las	cosas	más	
claras: nada de esta crítica convierte los resultados de estos estudios en menos creí-
bles. De hecho, estas normas y modelos han sido de enorme importancia a la hora 
de	 guiar	 la	 biblioteconomía	hacia	 una	 filosofía	 educativa	 centrada	 en	 el	 alumno;	
sin embargo, sin perspectivas teóricas complementarias, ninguno de estos enfoques 
puede generar cuestiones críticas importantes sobre sus propias conclusiones, pre-
misas o métodos.
Partiendo de la base de los modelos de procesos y otras teorías relevantes del 
aprendizaje,	la	alfabetización	crítica	supone	la	siguiente	fase	en	la	evolución	del	de-
sarrollo de una teoría de la biblioteconomía educativa. Esta etapa siguiente pro-
porciona un complemento necesario para la investigación existente, debido a que 
muchas cuestiones importantes para la alfabetización informacional no se pueden 
explorar usando el paradigma de investigación descrito anteriormente. Y lo que es 
más	importante,	estos	modelos	universales	abstraen	y	generalizan	el	trabajo	de	los	
estudiantes	destacados,	aquéllos	que	son	alumnos	trabajadores	y	eficaces	y	para	los	
que la institución educativa funciona. Al hacerlo así, lo que se sugiere es que si se 
puede enseñar a los estudiantes menos eficaces a emular a los destacados, termi-
narán teniendo éxito. Pero en la práctica, la lucha de los estudiantes en la escuela 
casi siempre se deriva de problemas más fundamentales que lo que esta perspectiva 
sugiere.	Las	escuelas	y	los	estudiantes	forman	una	compleja	red	social	que	estructura	
la	 alfabetización	 y	 los	modelos	 de	 investigación	 y,	 las	mejores	 prácticas	 descritas	
anteriormente, son en gran parte irrelevantes para la práctica real de la educación 
en alfabetización.
Las	instituciones	educativas	son	sistemas	sociales	jerárquicos	que	generan	múl-
tiples variables que son responsables del éxito de los estudiantes. En general, éstos 
tienen éxito en la institución educativa debido a que su identidad sociocultural se 
integra sin fisuras en este sistema social. Como indica Gee, “ciertos tipos de hoga-
res,	usualmente	de	clase	media,	socializan	a	sus	hijos	a	una	edad	temprana	a	través	
de prácticas que ‘se identifican’ con la práctica de las instituciones educativas. Al 
mismo tiempo, éstas hacen honor a estas prácticas como si fueran ‘naturales’, ‘uni-
versales’ y ‘normales’, mientras que ignoran las prácticas y valores de otro tipo de 
xxi.	Paul	Prior,	Writing/Disciplinarity:	A	Sociohistoric	Account	of	Literate	Activity	in	the	Academy,	Law-
rence Erlbaum, Mahwah, NJ (1998), p. 6.
104 James Elborg
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
hogares” [xxii]. Los estudiantes que podrían contribuir a sus instituciones educativas 
y comunidades, o bien eligen no hacerlo, o bien no pueden identificarse con esta 
figura idealizada del estudiante. Las instituciones educativas rechazan a muchos de 
estos estudiantes por falta de preparación o colaboración. En lugar de definir a estos 
alumnos como “deficientes”, podríamos preguntarnos si las instituciones educativas 
y los currícula en sí mismos son una gran parte del problema, especialmente cuando 
se convierten en protectores conservadores del conocimiento autoritario tradicional 
y	dejan	de	respetar	a	los	estudiantes	como	personas	capaces	de	actuación	y	cons-
trucción de significado por derecho propio. De hecho, uno de los principales retos 
de la educación contemporánea es encontrar la forma de hacer posible que todos 
los estudiantes tengan éxito, no sólo aquellos socialmente preseleccionados para el 
éxito académico. 
Una parte cada vez mayor de la investigación trata de los problemas que se en-
cuentran	los	estudiantes	alienados	y	los	que	se	muestran	reacios	a	aprender.	Mike	
Rose	 ha	 contado	 su	 propio	 viaje	 desde	 el	 estudiante	marginado	 al	 educador	 en	
alfabetización, centrándose en la influencia de docentes comprometidos y solidarios 
[xxiii]. Lisa Delpit sostiene que los estudiantes que provienen de los suburbios pue-
den, en realidad, enseñar a las instituciones educativas “lo que se siente al moverse 
entre	culturas…	y	así	tal	vez	aprender	mejor	a	convertirse	en	ciudadanos	de	la	co-
munidad global” [xxiv]. Herbert Kohl resume con agudeza el problema del reacio 
a aprender ensu libro, I won’t learn from you: the role of assent in learning. Kohl 
describe a los estudiantes a los que ha formado a lo largo de los años como estu-
diantes que rechazan aprender, incluso aunque sean perfectamente capaces. Según 
Kohl, esta respuesta “tiende a ocurrir cuando alguien tiene que hacer frente a retos 
ineludibles para sus lealtades personales y familiares, su integridad y su identidad… 
Consentir en aprender de un extraño que no respeta tu integridad causa una gran 
pérdida de autoestima. La única alternativa es no aprender y rechazar el mundo del 
extraño” [xxv]. Kohl ve el rechazo a aprender como una afirmación política, una 
forma	de	desobediencia	civil	al	sistema	educativo	dominante	que	ejerce	poder	sin	
conciencia. Estos autores siguen la visión de Freire acerca de la educación estado-
unidense	 como	una	 línea	de	montaje	 industrial,	 con	estudiantes	 ideales	 saliendo	
con conocimientos uniformes. Los estudiantes no conformes son “rechazados”, ex-
pulsados	del	sistema	justamente	por	esa	no-conformidad.	Rose,	Delpit,	Kohl	y	otros	
argumentan que resulta inmoral someter a los alumnos a un proceso educativo cuyo 
xxii.	 James	P.	Gee,	An	Introduction	to	Discourse	Analysis:	Theory	and	Method,	Routledge,	New	York	
(1999), p. 73.
xxiii.	 Mike	Rose,	Lives	on	the	Boundary:	The	Struggles	and	Achievements	of	America’s	Underprepared,	
Free	Press,	New	York	(1989),	pp.	33-35.
xxiv. Lisa Delpit, Other People’s Children: Cultural Conflict in the Classroom (New	York:	New	Press,	
1995), pp. 69.
xxv. Herbert Kohl, I Won’t learn from you: The Role of Assent in Learning (New	York:	the	New	Press,	
1994), p. 6.
Alfabetización informacional crítica: Implicaciones para la práctica educativa 105
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
efecto es borrar sus identidades individuales y culturales. Estos autores comparten 
una perspectiva de la alfabetización como un fenómeno social y político y desafían 
al sistema educativo a admitir esta realidad y ocuparse honestamente de las com-
plejidades	resultantes.
3. NuEvAS DEFINICIONES DE AlFABETIZACIÓN
De acuerdo con el New London Group (un grupo interdisciplinar de investiga-
dores dedicado a definir y desarrollar nuevas prácticas de alfabetización), los cam-
bios sociales actualmente en curso proporcionan razones convincentes para ampliar 
nuestra concepción de la alfabetización. En primer lugar, la economía global transna-
cional ha destruido el espacio y el tiempo, llevando a las relaciones laborales grupos 
muy distintos de personas con diferentes idiomas, estilos de vida y valores. En se-
gundo	lugar,	la	tecnología	continúa	dando	nuevas	formas	al	proceso	de	aprendizaje	
y al modo en que las personas adquieren información y se comunican. Estas fuerzas 
obligan a una reconsideración contemporánea de la alfabetización. En primer lugar, 
ya no se puede concebir la alfabetización como un ideal homogéneo. La identidad 
nacional (en el sentido de un idioma y unas costumbres comunes) ya no existe. En 
el	pasado,	la	alfabetización	tradicional	“ha	significado	la	enseñanza	y	el	aprendizaje	
de la lecto-escritura en las formas oficiales y normalizadas del idioma nacional. La 
pedagogía de la alfabetización, en otras palabras, ha sido un proyecto cuidadosa-
mente	restringido	(restringido	a	las	prescripciones	del	lenguaje	formalizadas,	mono-
lingües, monoculturales y gobernadas por reglas)” [xxvi]. En el nuevo entorno, la 
alfabetización ya no puede enfocarse de este modo. En su lugar es necesario hablar 
de alfabetizaciones múltiples, tanto en términos de diversidad en la cultura humana 
como	de	formato	del	mensaje.	
Las	nuevas	tecnologías	aumentan	la	velocidad	del	flujo	de	la	información	y	la	di-
versidad de formatos en los que la recibimos. En este entorno, las definiciones que se 
basan en la alfabetización tradicional monolingüe y monocultural pueden llegar a ser 
defensivas y reaccionarias. El New London Group sugiere que se adopte el concepto 
de	“multialfabetización”.	En	su	obra	sobre	la	alfabetización	mediática,	por	ejemplo,	
Kress y van Leeuwen han argumentado que la alfabetización es “multimodal”, com-
puesta	de	múltiples	medios	que	operan	simultáneamente	para	transmitir	mensajes	
complejos	a	grupos	culturales	específicos	[xxvii].	Hamilton	ha	explorado	la	semiótica	
de la fotografía para comprobar la teoría de la alfabetización visual [xxviii]. A un 
xxvi. New London Group, Multiliteracies: Literacy, Learning and the Design of Social Futures. Edited by 
Kope	&	Kalantzis	(London:	Routledge,	2000),	p.	9.
xxvii.	 Gunther	Kress	&	Theo	van	Leeuwen,	Multimodal Discourse: The Modes and Media of Contempo-
rary Communication (New	York:	Oxford	UP,	2001).
xxviii. Mary Hamilton, “Expanding the New Literacy Studies: Using Photographs to Explore Literacy 
as Social Practice,” Situated Literacies edited by David Barton and Mary Hamilton (London: 
Routledge, 2000).
106 James Elborg
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
nivel más fundamental, Howard Gardner ha propuesto que es necesario reconcep-
tualizar la propia definición de inteligencia. Su teoría de las “inteligencias múltiples” 
explica	 las	 diversas	 habilidades	 que	 las	 personas	 aplican	 al	 aprendizaje.	Gardner	
sostiene que la “escuela tradicional” ha privilegiado el pensamiento verbal y analí-
tico ignorando otras clases de inteligencia [xxix]. Mientras la imprenta constituía el 
principal medio del contenido intelectual, tenían sentido tales definiciones verbales y 
analíticas de la inteligencia, pero en un entorno en el que los sistemas de información 
en red ofrecen nuevos medios de comunicación en una proporción cada vez mayor a 
la del texto impreso, esta definición tan hermética de la inteligencia es cada vez más 
inadecuada para describir cómo piensan y aprenden las personas. 
La reciente expansión de la teoría de la alfabetización proporciona los conceptos 
para desarrollar nuevas definiciones de alfabetización lo suficientemente flexibles 
como para hacer frente a estos tiempos de ampliación de fronteras. Como definición 
básica, se puede comenzar con lo siguiente: la alfabetización es la habilidad para 
leer, interpretar y producir “textos” apropiados y valorados dentro de una comu-
nidad concreta. Tales	textos	pueden	presentarse	en	formato	impreso,	pero	también	
pueden	adoptar	otro	tipo	de	formato.	Esto	incluye	cualquier	objeto	que	sea	inten-
cionadamente dotado de significado y posteriormente “leído” e “interpretado” por 
los miembros de cualquier comunidad. Un “texto” puede plasmarse en cualquier 
medio (visual, auditivo, táctil), siempre y cuando sea producido para hablar a una 
comunidad que realiza una lectura e interpretación colectiva. La “lectura” y la “es-
critura” requieren textos impresos, pero también otros tipos de textos en múltiples 
géneros de comunicación, tal y como se da a entender en la multialfabetización. 
Kress	y	van	Leeuwen,	por	ejemplo,	afirman	que	“leemos	 imágenes”	de	 la	misma	
forma en la que leemos textos y proponen una “gramática del diseño visual” para 
explicar los principios fundamentales de la comunicación con imágenes [xxx]. Y lo 
que es más importante, las personas producen, leen e interpretan textos dentro de 
comunidades y no de manera individual. Las comunidades llegan a un consenso en 
cuanto a la interpretación a veces con facilidad y otras no sin controversia. Por lo 
tanto, la alfabetización no puede describirse en términos generales como un grupo 
de habilidades universales y procesos abstractos. Más bien, la alfabetización es un 
flujo	constante	e	integrado	en	situaciones	culturales,	cada	situación	matizada	y	dis-
tinta de las demás. 
Las comunidades gestionan la alfabetización a través de “acontecimientos de 
alfabetización”. La identificación de estos acontecimientos nos permite localizar y 
destacar prácticas de alfabetización en comunidades específicas. Un acontecimiento 
xxix. Howard Gardner, Frames of Mind. The Theory of Multiple Intelligences (New	York.	Basic	Books	
1993), pp. 347-348.
xxx.Gunther	Kress	&	Theo	van	Leeuwen,	Reading Images: The Grammar of Visual Design (London: 
Routledge, 1996).
Alfabetización informacional crítica: Implicaciones para la práctica educativa 107
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
de alfabetización es “cualquier ocasión en la que un escrito es parte integrante de 
la naturaleza de las interacciones de los participantes y sus interpretaciones del sig-
nificado” [xxxi]. En los acontecimientos de alfabetización, el texto proporciona una 
ocasión para la lectura e interpretación compartida. Permiten a los miembros de la 
comunidad desarrollar patrones interpretativos regulares que se repiten a lo largo del 
tiempo. Ser miembro de una comunidad significa reconocer y participar en los acon-
tecimientos	de	alfabetización;	conociendo	los	códigos	utilizados	por	la	comunidad	y	
las	costumbres	y	convenciones	en	juego.	Estos	preceptos	implican	habilidades	tanto	
gramaticales	 como	 interpretativas.	Gee	 indica	 que	 “cada	 lenguaje	 social	 tiene	 su	
propia gramática distintiva… Es decir, nosotros como hablantes y escribientes dise-
ñamos nuestras expresiones orales o escritas para que incluyan patrones en virtud de 
los cuales los intérpretes puedan atribuir identidades en situaciones concretas y ac-
tividades específicas tanto a nosotros mismos como a nuestras expresiones” [xxxii]. 
Esta definición difiere del modelo de gramática tradicional bancaria en el que los do-
centes depositan reglas gramaticales en el cerebro de los estudiantes para enseñarles 
a producir frases gramaticales a partir de estas reglas. Desde un punto de vista social, 
la	gramática	implica	observar	las	estructuras	del	lenguaje	en	contexto	como	un	grupo	
de	convenciones	comunes;	una	visión	social	de	la	gramática	describe	la	práctica	en	
lugar de prescribir el uso “correcto” [xxxiii].
La	finalidad	de	este	ejercicio	de	definición	ha	sido	crear	una	definición	útil	de	
alfabetización;	una	definición	que	vea	la	alfabetización	de	un	modo	pluralista	y	sin	
prejuicios.	La	alfabetización	ha	conllevado	durante	mucho	tiempo	juicios	de	valor,	
invertidos en parte en diferenciar entre quien sabe leer y escribir y aquellos que son 
analfabetos. La definición construida aquí procura evitar este planteamiento, reco-
nociendo las alfabetizaciones múltiples y resaltando de ese modo la arbitrariedad de 
privilegiar la alfabetización escolar. Al mencionar esto, hemos llegado a un punto im-
portante	que	merece	especial	atención;	si	bien	existen	múltiples	alfabetizaciones	en	
cualquier cultura, todas no son iguales. Las alfabetizaciones escolares son especiales. 
Las escuelas confieren poder social, en el sentido de que la educación abre puertas 
y crea oportunidades. Bordieu sostiene que los estudiantes acumulan capital cultural 
por medio de la educación y, de hecho, los padres de familia realizan inversiones a 
largo plazo en educación precisamente para este fin [xxxiv]. Las personas educadas 
han dominado las alfabetizaciones escolares en un esfuerzo considerable y, si bien 
xxxi. Shirley Brice Heath, Ways UIT Words: Language, Life, and Work in Communities and Classrooms 
(New	York:	Cambridge	UP,	1983)	p.	96.
xxxii. Gee, An Introduction to Discourse Analysis: Theory and Method, p. 29.
xxxiii.	 Gina	Claywell,	“Reasserting	Grammar’s	Position	 in	 the	Trivium	 in	American	Collage	Composi-
tion,” in The Place of Grammar in Writing Instruction by	Susan	Hunter	and	Ray	Wallace,	(Port-
smouth,	NH.:	Boynton/Cook.	1995),	pp.	49.
xxxiv.	 Pierre	Bourdieu	&	Trans.	L.C.	Clough,	The State Nobility: Elite Schools in the Field of Power 
(Stanford: Stanford UP, 1996), pp. 331-332.
108 James Elborg
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
cada comunidad produce textos de valor, no todos los textos de cada comunidad son 
valorados por igual en el contexto cultural más amplio.
Por lo tanto, mientras que la alfabetización escolar podría ser sólo una alfabetiza-
ción entre muchas, su importancia en la creación de vías para acceder al éxito social 
y económico es única, que es al menos en parte por lo que la alfabetización escolar 
es un terreno tan controvertido. John Dewey argumentaba que, en una sociedad 
democrática, las escuelas necesitan crear y enseñar una democracia progresista. Esta 
perspectiva se sitúa en contraste con los enfoques educativos que crean normas cul-
turales como vías de acceso hacia el éxito a lo largo de la vida. En su definición de la 
educación progresista, Dewey enfatizaba la importancia de la gestión del cambio al 
mismo tiempo que se protege la democracia participativa, argumentando que “una 
sociedad que es móvil, que está llena de canales para la distribución del cambio que 
se pueda producir en cualquier parte, debe velar para que sus miembros se eduquen 
para la iniciativa personal y la capacidad de adaptación. De lo contrario, éstos se 
verán abrumados por los cambios en los que están atrapados y cuya importancia o 
conexiones no perciben.” En épocas caracterizadas por el cambio rápido, hay mu-
cho	en	juego	para	la	educación	en	la	forma	en	que	se	define,	se	enseña	y	se	mide	
la alfabetización. Dewey vio la educación progresista como un elemento clave para 
que una sociedad en rápida evolución mantenga la posibilidad de participación de-
mocrática por parte de una ciudadanía comprometida [xxxv] y, de hecho, la visión 
de Dewey de la democracia armoniza con temas de la pedagogía crítica tal y como la 
profesa el New London Group. La “democracia” es un término controvertido, pero 
fácilmente asumido sin embargo, tanto por los partidarios del capitalismo global y de 
la propagación de los valores económicos estadounidenses como por los seguido-
res de Dewey. Gran parte del conflicto inherente en la alfabetización informacional 
como un proyecto crítico puede atribuirse a las definiciones controvertidas de “de-
mocracia”.
4. lA CONSTRuCCIÓN DEl DISCuRSO ACADEMICO
Los estudiantes comienzan sus carreras universitarias en posesión de una serie 
de alfabetizaciones bien desarrolladas, la mayoría de ellas relacionadas con la alfa-
betización en su hogar, a la que Gee denomina su “discurso primario”. Este discurso 
“constituye nuestro sentido de identidad original basada en el hogar… Adquirimos 
este discurso primario, no por instrucción explícita, sino por ser miembros de un 
grupo primario de socialización” [xxxvi]. Desde este discurso “casero” primario, los 
estudiantes universitarios deben pasar a una forma de “discurso secundario” me-
diante la formación explícita en la universidad. Este discurso académico es artificial 
xxxv. John Dewey, Democracy and Education (New	York:	Free	Press,	1997),	pp.	87-88.
xxxvi. Gee, An Introduction for Discourse Analysis: Theory and Method, p. 527.
Alfabetización informacional crítica: Implicaciones para la práctica educativa 109
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
para todos, sin embargo es menos natural para unos que para otros. Bruffee hace 
referencia a la adquisición de este discurso académico como el proceso de “reacul-
turación”,	un	proceso	de	aprendizaje	de	las	reglas	del	discurso	que	se	refieren,	en	
primer lugar, a la aceptación dentro de la universidad en general y, en segundo lugar, 
a la identidad disciplinaria tal y como se practica en los departamentos universitarios. 
[xxxvii] Gee alega que la verdadera fluidez académica puede estar fuera del alcance 
de	muchos	estudiantes,	especialmente	 cuando	el	aprendizaje	de	este	discurso	 su-
pone una “complicidad activa con los valores que se contradicen con los Discursos 
basados en el hogar y en la propia comunidad” [xxxviii]. En efecto, Gee llega a la 
conclusión de que la educación contemporánea excluye a muchos estudiantes en 
base	a	su	alfabetización	primaria;	un	hecho	que	no	se	ajusta	bien	con	las	construc-
ciones	utópicas	de	la	universidad	como	un	campo	uniforme	de	juego	donde	todos	
los	estudiantes	se	enfrentan	a	los	mismos	retos	y	el	éxito	se	obtiene	por	el	trabajo	
duro y el mérito personal. Gee y otros continúan luchando contra lasconsecuencias 
de esta conclusión [xxxix].
Si la alfabetización es la habilidad para leer, interpretar y producir textos valo-
rados en una comunidad, entonces la alfabetización informacional académica es la 
habilidad para leer, interpretar y producir información valorada en el mundo acadé-
mico;	habilidad	que	debe	ser	desarrollada	por	todos	los	alumnos	durante	su	educa-
ción superior. La información funciona de un modo muy singular en la educación 
superior.	Los	académicos	validan	la	información	a	través	de	complejos	procesos	de	
revisión por pares de una manera que puede parecer obsesiva, incluso paranoica, 
para	 los	 ajenos	 a	 la	 universidad.	Estos	 procesos	 tienen	un	 sentido	perfecto	para	
los iniciados. Los estudiantes deben aprender cómo funciona la información para 
probar o argumentar y la razón por la que se acepta esa información y no otra. En 
última instancia, necesitan producir información de acuerdo con las normas de la 
comunidad.	Los	profesores	de	las	diversas	disciplinas	esperan	que	el	trabajo	de	los	
estudiantes	refleje	una	comprensión	de	sus	estilos	disciplinares.	Las	convenciones	
académicas	reflejan	las	convicciones	sobre	cómo	se	debe	hacer	 la	 investigación	y	
cómo	se	debe	medir	el	 trabajo	de	 los	estudiantes,	 contra	estas	convenciones.	La	
alfabetización informacional, vista de este modo, supone bastante más que un grupo 
xxxvii. Kenneth Bruffee, Collaborative Learning: Higher Education, Interdependence, and the Authority 
of knowledge	(Baltimore:	Johns	Hopkins	UP,	1993),	pp.	22-23.
xxxviii.	James	P.	Gee.	“”Literacy	Discourse,	and	Linguistics”	and	“What	is	Literacy?””,	in	Literacy: A Criti-
cal Sourcebook, edited by E. Cushman E. Kintgen B. Kroll M. Rose (Boston: Bedford/St. Martin’s 
2001), p. 532.
xxxix.	 De	hecho,	Gee	aboga	por	una	solución	compleja,	que	implica	cambiar	la	cultura	de	la	educación	
superior (ciertamente se trata de un proyecto lento y confuso), desarrollando en los estudiantes 
una especie de “metadiscurso” para estructurar los problemas de la alfabetización y finalmente 
enseñar a los estudiantes a “fingir” los discursos de la escuela. Delpit contrarresta el punto de vista 
de Gee de que la fluidez del discurso secundario es imposible observando que, en muchos casos, 
los estudiantes la consiguen.
110 James Elborg
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
de habilidades adquiridas. Se trata de la comprensión de todo un sistema de pensa-
miento y de las formas en las que la información fluye en ese sistema. En última ins-
tancia, también implica la capacidad de evaluar de forma crítica el propio sistema. 
Becher	y	Trowler	sostienen	que	“el	lenguaje	y	la	bibliografía	profesional	de	una	
disciplina	 juegan	un	papel	clave	en	el	establecimiento	de	una	 identidad	cultural.”	
Todas	las	disciplinas	emplean	distintos	estilos	de	comunicación,	“un	grupo	particular	
de términos preferidos, estructuras fraseadas y una sintaxis lógica, que no son fáciles 
de	imitar	para	alguien	ajeno	a	ellas.”	Llegan	a	la	conclusión	de	que,	junto	a	las	ca-
racterísticas estructurales de las comunidades disciplinares, se hallan sus elementos 
culturales	más	 explícitos;	 sus	 tradiciones,	 costumbres	 y	 prácticas,	 el	 conocimiento	
transmitido, las creencias, la moral y las reglas de conducta así como sus formas lin-
güísticas y simbólicas de comunicación y los significados que comparten. Ser admiti-
do como miembro de un sector particular de la profesión académica implica no sólo 
un nivel suficiente de destreza técnica en el oficio intelectual propio, sino también 
una medida adecuada de lealtad al propio grupo universitario y de adhesión a sus 
normas. Una apreciación de cómo es inducido un individuo en el seno de la cultura 
disciplinar es importante para comprender esa cultura [xl].
Lejos	de	 ser	 arbitrario,	 el	 “estilo”	académico	pone	de	manifiesto	un	modo	de	
pensamiento	y	un	conjunto	de	valores	compartidos.	Los	estudiantes	que	aspiran	a	
formar parte de las comunidades académicas deben dominar tanto el estilo externo 
como el modo de pensar para iniciarse en una disciplina. La biblioteconomía como 
profesión debería desarrollar estrategias para ayudar a los estudiantes a dominar 
estos estilos y patrones de pensamiento.
Los acontecimientos de alfabetización en la educación superior se producen en 
muchos lugares (aulas, cafeterías, auditorios, despachos de profesores, etc.) e impli-
can muchos “géneros literarios” (conferencia, preguntas socráticas, debate, ensayo 
de investigación, examen oral, defensa, etc.). Estos acontecimientos de alfabetización 
y	estos	géneros	académicos	van	desde	lo	informal	a	lo	formal	y	desde	la	baja	a	la	alta	
dificultad. Permiten la negociación de las normas de la comunidad y la medición de 
los progresos individuales. La universidad genera estas actividades de alfabetización 
intencionada y conscientemente y la capacidad de tener éxito en la facultad depen-
de	 en	 gran	parte	 del	 dominio	 de	 sus	 códigos	 sociales	 y	 costumbres.	Berkentotter	
y	Huckin	fueron	los	primeros	en	formular	las	dimensiones	de	las	actividades	de	la	
alfabetización académica definiéndolas como géneros académicos e identificando los 
cinco principios que encarnan. En primer lugar, los géneros académicos son formas 
dinámicas que “se desarrollan a partir de respuestas a situaciones recurrentes y sirven 
xl.	 Tony	Becher	&	Paul	L.	Trowler,	Academic Tribes and Territories: Intellectual Enquiry and the Culture 
of Disciplines	(Buckingham:	Open	University	Press,	2001),	pp.	46-47.
Alfabetización informacional crítica: Implicaciones para la práctica educativa 111
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
para estabilizar la experiencia y darle coherencia y sentido” [xli]. Estos géneros deri-
van de “nuestra participación en las actividades comunicativas de la vida cotidiana y 
profesional.” El conocimiento del género abarca tanto “la forma como el contenido” 
y tiene una “dualidad de estructura” que significa que incluso “cuando nos basamos 
en normas de género para dedicarnos a actividades profesionales, constituimos es-
tructuras sociales… y simultáneamente reproducimos esas estructuras”. Por último, 
“los géneros son propiedad de las comunidades y las reglas de género señalan las 
normas de una comunidad de discurso, la epistemología, la ideología y la ontología 
social” [xlii]. Efectivamente, sin los géneros académicos sería imposible dedicarse a 
la investigación y a la enseñanza. Los géneros nos ofrecen pautas explícitas para la 
creación	del	trabajo	académico;	la	manera	con	la	que	construimos	nuestras	identida-
des como autores e investigadores, el modo con el que construimos e interpretamos 
nuestras principales exposiciones y usamos la evidencia, y la forma en que concebi-
mos las comunidades a las que nos dirigimos con nuestra investigación.
Si bien todas las comunidades califican el rendimiento de la alfabetización en 
cierta medida, la universidad es relativamente única en su evaluación formal y ritual, 
con el resultado de que en ésta “casi todo es calificado de un modo más o menos su-
til” [xliii]. Mediante procesos institucionalizados (tales como la asignación de califica-
ciones	a	los	estudiantes,	la	concesión	de	la	plaza	fija	y	la	promoción,	la	realización	de	
la	revisión	por	pares	de	libros	y	artículos,	el	establecimiento	de	jerarquías	institucio-
nales	y	el	factor	de	impacto	de	las	publicaciones	de	prestigio)	los	juicios	sobre	la	ca-
lidad	impregnan	a	toda	la	educación	superior.	Todos	estos	rankings	y	clasificaciones	
reflejan	la	negociación	de	las	normas	de	la	comunidad	determinada	por	la	ejecución	
de acontecimientos de alfabetización cada vez más sofisticados. Los acontecimientos 
de alfabetización en la educación superior tienen, como resultado, dos funciones a 
veces contradictorias. Una de ellas es dar a conocer las normas de la comunidad 
para ayudar a los estudiantes y profesores a medir su propio crecimiento y logros. La 
otra es determinar quién pertenece en última instancia a la universidad y quiénno. 
Por tanto, los acontecimientos de alfabetización adquieren un alto grado de partici-
pación en la prestación de la calidad en la universidad. Los acontecimientos de alfa-
betización determinan quién tiene éxito y también quién fracasa. Estas concepciones 
alternativas de la alfabetización crean tensión dentro de la alfabetización en el marco 
de la biblioteconomía universitaria. ¿Deberían los bibliotecarios “servir” a la univer-
sidad enseñando sus competencias en alfabetización sin ningún cuestionamiento o, 
deberían participar en la reflexión crítica emprendida por los “educadores”, reflexión 
que nos lleva a desafiar, si es necesario, a las políticas de exclusión académica y a 
participar	en	la	creación	de	nuevos	y	mejores	modelos	universitarios?	
xli.	 Carol	Berkentotter	&	Thomas	N.	Huckin,	Genre knowledge in Disciplinary Communication: Cog-
nition/Culture/Power (Hillsdale, NJ: Lawrence Erlbaum, 1995), p. 4.
xlii. Ibid., p. 4.
xliii.	 Becher	and	Trowler,	Academic Tribes and Territories. p. 81.
112 James Elborg
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
5. uNA gRAMáTICA DE lA INFORMACIÓN
La información posee una dimensión gramatical que los profesores competentes 
en	el	manejo	de	la	información	deben	dominar	y	que	se	les	debe	enseñar	a	los	estu-
diantes.	Tal	y	como	observa	Gee,	nosotros	creamos	estructuras	“para	tenerlas	como	
modelos en virtud de los cuales los intérpretes puedan atribuirnos identidades social-
mente situadas y actividades específicas tanto a nosotros mismos como a nuestras 
declaraciones” [xliv]. Estas estructuras y modelos constituyen un sistema gramatical 
para facilitar la comunicación. Las bibliotecas tradicionalmente han creado y ges-
tionado las estructuras que organizan la información y el significado histórico de 
“gramática” se adapta naturalmente al estudio de las estructuras lógicas subyacentes 
como el formato MARC y los Encabezamientos de Materia de la Biblioteca del Con-
greso. La capacidad de analizar una cita de una revista o de leer un registro de un 
catálogo es el resultado de la comprensión de sus estructuras profundas y deriva de 
un enfoque disciplinar y gramatical de la información. La cita sirve para sintetizar los 
elementos de la publicación en un código conciso. Podemos tratar esta cita bien de 
una manera prescriptiva (existe un “modo correcto” para citar y una verdad univer-
sal	reflejada	en	su	estructura)	o	bien	como	un	constructo	social	(centrándose	en	por	
qué la cita tiene importancia en la universidad y qué conversaciones están implícitas 
en las redes de citas).
Hacer	una	valoración	sobre	las	citas	(el	tipo	de	trabajo	citado,	el	valor	del	tra-
bajo	en	 la	disciplina	académica	y	 la	creación	de	citas	para	apoyar	argumentos	o	
demostrar hechos) implica la comprensión de las conversaciones disciplinarias y el 
hecho de por qué son tan importantes en el mundo académico. Jon Olson sostiene 
que “la clase de gramática ha sido durante mucho tiempo un lugar para mostrar 
el poder,” normalmente el poder del profesor. En el concepto bancario de la edu-
cación, los profesores conocen la gramática y la enseñan a los estudiantes que la 
“almacenan”	 [xlv].	La	motivación	para	el	aprendizaje	de	 la	gramática	a	menudo	
implica el establecimiento de normas de pertenencia y, la gramática correcta, tal y 
como señala Mitchell, ha sido utilizada durante mucho tiempo por la clase media 
“en	la	generación	de	su	propia	identidad”	separada	de	las	clases	“más	bajas”	[xlvi].	
Como alternativa, Olson propone “una visión amplia de la gramática que se centra 
en	las	finalidades	del	lenguaje	más	que	en	las	particularidades”.	Olson	señala	que	
la gramática puede “ayudar a la transferencia del poder de los profesores a los estu-
diantes.	El	poder	no	estará	libre	de	normas	de	uso;	sino	más	bien	las	normas	serán	
xliv. Gee, An Introduction to Discourse Analysis: Theory and Method, p. 29.
xlv.	 Jon	Olson,	“A	Question	of	Power:	Why	Frederick	Douglas	Stole	Grammar,”	in	The Place of Gram-
mar in Writing Instruction: Past, Present, Future.	Edited	by	S.	Hunter	and	R.	Wallace	(Portsmouth,	
NH:	Boynton/Cook	Publishers,	Heinemann,	1995),	p.	39.
xlvi. Linda C. Mitchell, Grammar Wars: Language as a Cultural Battlefield in 17th and 18th Century 
England (Ashgate: Burlington Vt., 2001), p. 153.
Alfabetización informacional crítica: Implicaciones para la práctica educativa 113
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
contextualizadas, subordinadas a los fines de la virtud política” [xlvii]. Para aplicar 
esta perspectiva contextualizada a la gramática de la información, los estudiantes de-
ben comprender que las “gramáticas de la información” de la biblioteca constituyen 
las	reflexiones	de	una	visión	particular	del	mundo	–anglosajona,	occidental,	cristiana	
y predominantemente masculina– ¿Deben los bibliotecarios estar satisfechos con 
enseñar “la gramática de la información” o, deben hacer hincapié en su papel en la 
creación del discurso privilegiado? Una vez más, depende de si vemos la biblioteco-
nomía como una profesión que sirve a la ideología dominante de la universidad o si 
los bibliotecarios se ven a sí mismos como educadores críticos en busca de modelos 
más “democráticos”.
Hope Olson argumenta que, “tanto Melvil Dewey como su Sistema Decimal acep-
tan un concepto de conocimiento basado en la epistemología cartesiana. Aceptan 
que existe una sola realidad conocible y que la conoceremos descubriendo la verdad 
universal…	El	lenguaje	notacional	universal	de	la	clasificación	mapea	la	topografía	
del	conocimiento	registrado	estructurando	un	espacio	para	reflejar	la	única	realidad	
conocible y la verdad universal” [xlviii]. En otro lugar, Olson argumenta que las “raí-
ces de las clases dentro de la clasificación del Sistema Decimal de Dewey… se basan 
en la filosofía occidental. La autora llega a la conclusión de que, “no es sorprendente 
por	tanto	que	el	enfoque	de	Dewey	refleje	tanto	la	suposición	epistemológica	como	
la ontológica” de esa filosofía [xlix]. Para que la alfabetización informacional tenga 
una dimensión crítica debe conllevar tanto una comprensión de cómo funcionan 
los distintos sistemas de clasificación como también una exploración de cómo crean 
y perpetúan esas poderosas categorías para representar “la realidad conocible y la 
verdad universal.” Estos sistemas se pueden aprender (de hecho, los estudiantes 
deben	aprenderlos	para	controlar	en	gran	medida	su	trabajo),	pero	este	aprendizaje	
no tiene que implicar necesariamente una aceptación incondicional de la visión del 
mundo que éstos conllevan.
De	hecho,	Luke	y	Kapitzke	centran	gran	parte	de	su	crítica	de	 la	 investigación	
en biblioteconomía en esta zona de problemas, señalando que, en la definición de 
alfabetización	 informacional	de	Breivik	y	Gee,	“el	 conocimiento	es	externo	al	 co-
nocedor, existiendo como algo en sí mismo, independiente de la mediación y de la 
interpretación. Los buscadores de la “Verdad” pueden localizarlo y capturarlo, ya sea 
en los límites de la biblioteca, o en el ciberespacio ilimitado” [l]. Para abordar estas 
cuestiones, los bibliotecarios en la universidad necesitan definir la información en sí 
xlvii.	 H.A.	Olson,	“A	Question	of	Power:	Why	Frederick	Douglas	Stole	Grammar,”	p.	39.
xlviii.	 H.A.	Olson,	“Dewey	Thinks	Therefore	He	Is:	The	Epistemic	Stance	of	Dewey	and	DDC,”	knowl-
edge Organization and Change, (Indeks	Verlag,	1996),	p.	304.
xlix. H.A. Olson, “Sameness and Difference: A Cultural Foundation of Classification,” Library Resourc-
es and Technical Services 45:3 (July 2001): 117.
l.	 Allan	Luke	and	Cushla	Kapitzke,	“Literacy	and	Libraries:	Archives	and	Cybraries,”	p.	483.
114 James Elborg
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
misma como el producto de procesos epistemológicos negociados socialmente y la 
materia prima para la posterior elaboración de nuevo conocimiento. Los profesores 
competentes	en	el	manejo	de	la	información	comprenden	que	el	proceso	de	revisión	
por pares tiende a reproducirel conocimiento autorizado y se opone al pensamien-
to alternativo y que las colecciones estructuradas por los sistemas de clasificación 
derivados de ontologías disciplinares, actúan explícitamente para canalizar el pen-
samiento dentro de esas mismas categorías disciplinares [li]. En última instancia, la 
alfabetización informacional crítica supone el desarrollo de una conciencia crítica 
acerca de la información, aprendiendo a plantear cuestiones acerca del papel de 
la biblioteca (y de la universidad) en la estructuración y presentación de una única 
realidad conocible.
6. CONCluSIÓN
Los bibliotecarios que se dedican a la formación en alfabetización necesitarán un 
tipo	diferente	de	filosofía	que	los	bibliotecarios	del	pasado.	Tal	y	como	señala	Ray,	la	
biblioteconomía educativa requiere un conocimiento profundo de los métodos pe-
dagógicos y de las culturas y comunidades del discurso de la educación superior [lii]. 
Este enfoque implica que la profesión bibliotecaria debe evolucionar en consecuen-
cia, hecho del cual son conscientes un número cada vez mayor de bibliotecarios. Los 
bibliotecarios	(y	aquellos	que	les	forman)	deben	revisar	la	idea	de	que	el	aprendizaje	
para ser bibliotecario significa adquirir y almacenar conocimiento sobre las bibliote-
cas;	ya	se	refiera	al	aprendizaje	de	las	“mejores	fuentes”	de	referencia,	al	aprendizaje	
de las reglas de catalogación y clasificación de la Biblioteca del Congreso o al apren-
dizaje	de	modelos	para	una	gestión	eficaz.	Los	bibliotecarios	necesitan	desarrollar	
una conciencia crítica acerca de las bibliotecas, aprendiendo a “cuestionar” la biblio-
teca. La formación de los bibliotecarios debe convertirse en lo que Freire denomina 
una “educación mediante planteamiento de problemas” [liii]. Con este cambio, los 
bibliotecarios	dejarán	de	estudiar	la	“biblioteca	como	materia”	y	en	su	lugar	se	con-
vertirán en especialistas en entrenar el crecimiento intelectual y el desarrollo crítico. 
El	aprendizaje	se	convertirá	esencialmente	en	el	proceso	humanístico	de	enfrentarse	
y resolver problemas significativos en el mundo, un proceso fundamental tanto para 
la	enseñanza	como	para	el	aprendizaje.	De	este	modo,	se	puede	redefinir	la	informa-
ción como la materia prima que los estudiantes utilizan para resolver estos problemas 
y crear sus propios conocimientos e identidades, más que como algo “externo” a 
lo que hay que acceder con eficacia, ya sea en la biblioteca o en el mundo. Este 
proceso educativo no se puede transmitir como “contenido”. Se trata, más bien, de 
li.	 H.A.	Olson,	“Patriarchal	Structures	of	Subject	Access	and	Subversive	Techniques	for	Change,”	Cana-
dian Journal of Information and Library Science 26:2/3 (2001).
lii. Ray, Shifting Sands, p. 251.
liii. Freire, Pedagogy of the Oppressed, p. 79.
Alfabetización informacional crítica: Implicaciones para la práctica educativa 115
BOLETÍN
DE LA
ASOCIACIÓN
ANDALUZA	DE
BIBLIOTECARIOS
un	“camino”	o	“viaje”	de	crecimiento	intelectual	y	de	comprensión.	Los	estudiantes	
y	profesores	necesitan	realizar	el	viaje	juntos	y	por	sí	mismos.	La	formación	de	los	
bibliotecarios necesita prepararles para ayudar a los demás a realizarlo, cosa que no 
pueden hacer hasta que hayan aprendido a realizarlo ellos mismos.
La labor fundamental de las bibliotecas a la hora de tratar la alfabetización infor-
macional en serio no radica en definirla o describirla, sino en desarrollar una prác-
tica	crítica	de	la	biblioteconomía;	una	praxis	fundamentada	teóricamente.	Con	esta	
evolución filosófica, las bibliotecas ya no pueden parecer un espacio cultural neutro 
y a los bibliotecarios no se les puede definir como proveedores neutros de informa-
ción. Los bibliotecarios se involucrarán con el esfuerzo diario de traducción entre 
las nociones organizadas del conocimiento y los esfuerzos de todos los estudiantes 
para comprometerse en ese conocimiento. Esta lucha con el sentido es fundamen-
tal para la formación en alfabetización y para que los bibliotecarios y bibliotecas 
sean	 conscientes	de	 todo	el	potencial	 inherente	a	 la	alfabetización	 informacional;	
las bibliotecas necesitan comprometerse en este esfuerzo, alineando de ese modo 
los	valores	de	la	alfabetización	critica	con	el	trabajo	diario	de	los	bibliotecarios.	Este	
desarrollo probablemente requerirá el planteamiento continuo de preguntas y el reto 
a los preciados valores de la biblioteca. Si los bibliotecarios quieren ocupar su lugar 
entre los educadores progresistas de la universidad, es de vital importancia que tenga 
lugar este proceso.